Oct 011989
 

Mª Pilar Hernández Jiménez.

1. PRENSA, POLÍTICA Y OTROS ASPECTOS DE LA CIUDAD DE PLASENCIA.

Aspira este trabajo a ofrecer una imagen de la Ciudad en el último tercio del pasado siglo. La prensa local será la que nos proporcione los datos y noticias de esa visión de la Plasencia decimonónica. Las páginas periodísticas se utilizarán como series radiográficas que nos parcelarán aspectos de la vida política, social, religiosa, festiva, educativa, cultural, etc.

Al observar las radiografías periodísticas detectamos la presencia de elementos enquistados en la Ciudad desde casi su fundación: poder hegemónico de una rancia casta nobiliaria, la desmedida proyección e influencia de la silla episcopal y clerecía, la oligarquía terrateniente… Pero también, si nos fijamos, atisbaremos el despuntar germinal de elementos muy prometedores: ascenso de una burguesía con afanes de protagonismos (comerciantes, industriales, profesionales y funcionarios), que propiciarán el surgimiento de una conciencia político-social vindicadora (partidos, organizaciones obreras, etc.). Estos nuevos elementos pretenden derribar las estructuras vetustas de una Ciudad con resabios medievales. La prensa es uno de los elementos con que cuentan para conseguirlo.

La lectura de la prensa placentina nos deja un ligero sabor agridulce, de frustración ante la impotencia para transformar una Ciudad en la que el lastre de un pasado inmovilista, de un enraizado tradicionalismo inoperante y reaccionario de las minorías detentadoras del poder local, quiebra las más enjundiosas voluntades progresistas. Procesos, multas, cárcel… habrán de sufrir los que se atreven a contrariar a los intocables figurones, tanto de la aristocracia como del clero.

En una centuria de tan profundos cambios, Plasencia, sin embargo, sigue mostrándose como la ciudad “timorata, clerical y mística” –en frase de un semanario finisecular- que siempre fue.

 

 

Política y periodismo placentino.

 

Hoy disponemos ya de suficientes datos para tener una visión global del periodismo placentino decimonónico. En la investigación de tan interesante campo destaca la labor de Fernando Flores del Manzano[1], a quien debemos varias monografías, incluyendo el pionero semanario placentino del Trienio “Aurora Patriótica de la Alta Extremadura”[2].

No vamos a entrar a analizar ahora estos periódicos. Sólo poner de relieve la alta producción periodística de Plasencia en el último tramo del XIX, momento en que se registra cerca de una treintena de publicaciones periodísticas en la Ciudad. La cosa resulta aún más llamativa si la parangonamos con la paupérrima situación actual de la casi inexistente prensa placentina. Creemos que una Ciudad avalada con una envidiable tradición periodística merece otra suerte.

Periodismo y política caminan paralelos. Flores del Manzano examinó la prensa política placentina del pasado siglo en dos artículos sucesivos aparecidos en la revista Alminar[3]. Hay periódicos de todos los colores. Varios de los semanarios más duraderos y estables nacieron como proyectos políticos o como órganos de expresión de las diversas tendencias políticas y hasta religiosas (“Los reos sin careta”, del cura Mora). En este sentido destacamos la prensa republicana, en especial el semanario federalista de atrevida cabecera “El Cantón Extremeño”. El agrimensor y diputado Juan González Hernández y el luchador tipógrafo E. Pinto Sánchez[4], que fue alcalde durante la I República, y que encarna como nadie la sacrificada, arriesgada vida del periodismo político placentino (suspensión de su semanario, procesos, multas, cárcel…). Por la prensa nos enteramos de hechos transcendentes para la Ciudad como la constitución en 1863 del “Primer Comité Democrático” (fundado por 24 ciudadanos) o de los partidos de izquierda.

 

 

Plasencia y su aspecto externo.

 

La fisonomía de Plasencia cambia. Se dota de una cierta infraestructura comunicativa, tan imprescindible para sacarla de su secular aislamiento. Es la época de las grandes realizaciones viarias, carreteras y ferrocarril, este último tan decaído hoy.

Se abren nuevas calles, se instala una nueva fuente en la Puerta del Sol (1887), paseos de mullida hierba como el que va de la Berrozana a San Antón, de moda por entonces. La Plaza queda  como de día gracias a las dos lámparas de arco voltaico de 2000 bujías que alumbran por la noche (1890).

Esa Ciudad que prospera urbanísticamente, pero que sigue tan sucia como siempre: colgajos en los portales, gallinas y cerdos pululan por la vía, y el olor insoportable del “quico”. Así es la Plasencia decimonónica que presentamos.

 

 

2. VIDA SOCIAL.

 

Si nos dejamos llevar por la insatisfacción de algunos articulistas, hemos de reconocer que ciertos ciudadanos no encontraban formas de diversión. Con la contundente declaración en la firma de “Un Aburrido”, que es quien nos describe el ambiente social y festivo tan pobre de Plasencia, no hay duda de que más de uno echa en falta elementos de distracción.

La clase pudiente parece que supo hallar medios festivos con los que matar las largas noches de invierno. Se mantuvo una activa vida social entre la burguesía, a través de reuniones y veladas con atracciones recreativas variadas: piececitas teatrales, canto y declamación, prestidigitación, etc. Reseñemos un par de reuniones de este tipo:

 

– Reunión“El domingo 24 tuvo lugar una concurridísima reunión en casa del Sr. D. Miguel Herrero donde parece tratan varios aficionados a la declamación y al canto de hacer más llevaderas las pesadas noches del próximo invierno. En ella se cantaron varios coros por pollas y pollos de esta Ciudad, sobresaliendo por su desenvoltura y maestría las Srtas. Cámara (Dª Josefa) y la Herrero. En los intermedios disertaron alusivamente al objeto de la reunión los Sres. Arranz y Gutiérrez, pronunciando también ambos, poesías inspiradas en el mismo objeto.

Y últimamente, el Sr. Gutiérrez a invitación del Sr. Herrero ejecutó unas cuantas suertes de prestidigitación, a la que el público tan galante supo dispensar toda la indulgencia de que el ejecutante necesitara.

Deseamos que tan culta y plausible reunión no muera como siempre a su nacimiento”.

 

– Soirée” lírico-dramática: celebrada en casa del Sr. Romasanta. “Se representaron las conocidas obritas: “El vecino de enfrente” y “Las cuatro esquinas”, en cuyo desempeño se distinguieron por su donosura y arte las bellas señoritas Clara Rosamanta, Mª Luisa Prat, Herminia García y Jesús Ferrazón y Sres. Torres. Hubo grandes ovaciones. Terminó la agradable velada con un variadísimo cotillón. Los concurrentes fueron obsequiados con dulces, pastas y licores, quedando muy complacidos por la finura y amabilidad de los anfitriones. Deseamos que tan agradables veladas se repitan y que la iniciativa de los señores Romasanta encuentre imitadores. Al piano acompañó el maestro Collazos”.

Una versión decimonónica y provinciana de la “jet set” placentina, integrada no sólo por la aristocracia y élite local, sino por altos funcionarios avecindados temporalmente en la Ciudad, quienes más favorecieron y estimularon la vida social placentina.

¿Cómo se divertía la masa ciudadana? No faltaban lugares donde distraerse: casinos, teatros, buenos paseos, una distraída y algo sucia Plaza Mayor, que por entonces estrena luz eléctrica, etc. Veamos algunos:

 

– Teatro: inaugurado en esta época. Plasencia disponía de una “Compañía Dramática del Teatro de la Ciudad”. Estas son las puestas en escena del año 1885:

Oración de la tarde” (drama).

La cruz del matrimonio” (comedia).

Más vale maña que fuerza” (pieza ligera).

La hija de su yerno” (pieza ligera).

El gran galeote” (drama de Echegaray).

En confianza” (monólogo interpretado por la “precoz y simpática niña Merceditas Gómez”).

 

Para colmar la afición teatral placentina se inaugura el día del Corpus de 1887 un Teatro de Verano.

 

– Círculos recreativos: de varios casinos y centros recreativos goza la Plasencia finisecular. En ellos se desarrollan actividades culturales, mítines y conferencias políticas, amén de los consabidos juegos de mesa y bailes. Destacamos:

 

 “Círculo de artesanos”: tuvo una trayectoria irregular, con momentos de crisis agudas. Para remediarlas se constituye un nuevo “Casino de Artesanos”, a iniciativa del industrial Juan Meni. Se ubica en los bajos de la casa de los hermanos García, y se inaugura el primero de diciembre de 1890. Cuenta con 150 socios, que pagan una cuota mensual de tres reales.

 

– “Casino de la Unión”: se muestra muy dinámico y estable, organizando memorables veladas festivas y actos culturales. A él acuden numerosos republicanos. En 1890 la Junta Directiva la preside Agustín de la Calle, actuando de vicepresidente el federalista Pinto Sánchez.

 

El pueblo disfruta de un calendario de fiestas anuales. Nos fijaremos en dos: carnavales y ferias de primavera.

 

– El Carnaval: un tanto insulso y anodino, poco original. Oigamos la crónica resumida de los carnavales de 1880.

“Pasó el carnaval y con él el ruido infernal que producían una multitud de cencerros y latas de petróleo agitadas por más de 200 chiquillos. Dos enamorados habían tenido la ocurrencia de casarse en aquellos días, y como consecuencia de su desigual matrimonio, vino la serenata armoniosa que todos hemos participado de sus atronadores golpes de grado o por fuerza.

Ninguna máscara hemos visto que pudiera llamar la atención.

Hombres vestidos de mujeres y éstas de hombres. He aquí todo el Carnaval, cuatro mamarrachos sin chiste alguno.

Los bailes tanto de sociedad como públicos han estado muy concurridos.

El Círculo de Artesanos tuvo dos bailes, uno el domingo y otro el martes, y ambos se hallaron muy animados, reinando el mayor orden y compostura.

Los bailes públicos, llamados vulgarmente “uñas”, concurridos como ninguno, puesto que después de terminados los de sociedad, acudían a ellos infinidad de personas con el fin de completar la noche dando bromas sin cuento a cuantos se les presentaban por delante”.

La chiquillería durante los carnavales también participaba en los bailes y fiestas. El Casino de la Unión organizaba un baile infantil de disfraces. Los cronistas nos los refieren con relamidas frases, cargadas de moralina. Veamos el ambiente del salón: “Por aquí el pequeño aristócrata, y olvidándose de la seriedad de su elegante frac con sombrerito de copa, se le veía dando saltos par posar sus taconcitos sobre la larga cola que luce la linda dama de la Edad Media. Más allá se divisaba el jacarandoso andaluz llevando del brazo a su inimitable manola (…). Allí se veían todas las clases representadas y bajo un mismo techo. El paje, la dama, el Señor, el criado, la doncella, el rico, el pobre, todos pisaban sobre un mismo pavimento, y todos danzaban al compás de la misma música”.

 

– Ferias de Primavera: anualmente los días 25, 26 y 27 de mayo se vienen celebrando las Ferias de Primavera placentinas. A ella concurren todas las clases de ganados, a los que no se exige impuestos y “tendrán gratis los abundantes pastos de la Alameda de San Antón”.

Desde el punto de vista festivo lo más destacado son las corridas de toros.

Los periódicos se quejan de que las Ferias sólo son provechosas para jugadores de casinos y cafés “que hacen su apaño”. Denuncian la baja calidad de los productos ofrecidos a los consumidores: “la leche es de agua y almidón; el vino, agua pura”. Solicitan una inspección de la Junta de Sanidad. Un ejemplo del periodismo placentino que tiene validez actual.

No faltaban los socorridos Fuegos de Artificio. En 1884 los montó el renombrado pirotécnico José Aleyxandre. Costaron 2.534 reales, pagados por los comerciantes e industriales de la ciudad (más de dos centenares).

 

– Toros: el espectáculo rey de la Feria placentina era, y sigue siendo, el taurino. Los toros estuvieron desde el Medievo muy ligados a la vida de la Ciudad de Alfonso VIII, a tenor de la cántiga de Alfonso X. Se celebran en la plaza pública. He aquí una crónica de unas funciones de 1873:

“… a pesar de lo inmoral e inhumano de dicho espectáculo (taurino) no podemos menos de aplaudir el orden con que se han llevado a cabo, tanto el celo de la autoridad por una parte, como la sensatez del pueblo por otra, han demostrado una vez más que es posible divertirse sin perjuicio de terceros.

En la del primer día no hubo lástima alguna que lamentar a pesar de haber sendos revolcones, el toro se picó a usanza de años pasados y la concurrencia gozosa de la suerte hecha por el cartero en unión de un compañero aplaudió con frenesí a tan diestra capa; hubo aquello de echarle maroma, hacer alarde de la ineptitud del animal, blandir las hojas de las navajas y punto concluido, aquí acabó la función, y poco más o menos se verificó la segunda, las mismas peripecias, las mismas carreras, si se añade un golpe en la cabeza a uno de los lidiadores.

En resumen, los toros medio buenos, y si cabe mejor el primero que el segundo, la concurrencia inmensa, las pollas liadísimas y los aficionados con mucho coraje…”.

El coso taurino se construye por este tiempo. Se inaugura en 1882. Es de madera y se incendia en 1889. Se emplean en su reconstrucción materiales apropiados y duraderos. La plaza de toros da nuevos impulsos a la Feria. Los toreros locales aficionados van a ser sustituidos por cuadrillas profesionales que los días 25 y 26 de cada mayo, lidian cuatro toros, que son picados, banderilleados y muertos a estoque por toreros de prestigio: “Lagartija”, “El Manchao”, Joseíto y Galindo, etc.

Animadores de la vida social fueron acontecimientos de enrome resonancia local, como el juicio del Muerto Resucitado, el homenaje al filántropo cabezueleño José María Muñoz, las distintas fases del ferrocarril (en junio de 1888 el alcalde decreta tres días de festejos por la subasta de la línea Malpartida de Plasencia-Astorga), la llegada triunfal de líderes políticos. En junio de 1890 llegó Emilio Cautelar a Plasencia. Fue recibido por una comisión municipal y numerosos admiradores. Entre sus anfitriones se encontraba el diputado R. Cepeda: “El Cantón Extremeño” incluye su fotografía en primera página. Será la fotografía pionera de la prensa placentina.

La élite placentina posa para los fotógrafos que periódicamente se desplazan desde Madrid. Es una minoría selecta que sabe vivir. Pasan los veraneos en las costas. Los balnearios se anuncian en los semanarios de la Ciudad: hasta de la vecina Portugal se promociona el balneario marino de Figueira de Foz.

El vulgo sigue apasionado con los toros. Se alarma ante la eventual incomparecencia de algún torero anunciado en el cartel. A. Dabó es cogido en Daimiel antes de su actuación en Plasencia. Se recupera y asiste a las Ferias de 1891. Se contrata a los picadores “El Coca”, “Molina” y “El Niño Bonito”, que han formado parte de las cuadrillas de Lagartijo, Guerra y Nazantini. La afición la encabeza Pepe Romero. La ganadería es del Sr. Rico, de Candelario. Torean las cuadrillas de Antonio Dabó y “El Toledano”. Los banderilleros más destacados fueron “Armilla” y “El Mona”. Grandes éxitos los dos días. Emulan las corridas de la inauguración de la plaza en 1882.

 

 

3. SUCESOS.

 

A través de la prensa podemos reconstruir los sucesos, hechos delictivos y accidentes más destacados ocurridos en Plasencia en esa época.

 

– “El Muerto Resucitado” está a la cabeza. No nos vamos a extender aquí sobre el particular. Seguiremos las notas dadas por F. Flores del Manzano en uno de sus artículos aludidos. El juicio duró varios años y en él intervinieron al menos cuatro jueces. Produjo abundante literatura específica. Es una historia con ribete rocambolesco. Se quiere averiguar si el extraño personaje que aparece en Plasencia en agosto de 1886 -“velludo, calvo, de temperamento sanguíneo, algo linfático, constitución fuerte y robusta, estrábico del ojo izquierdo, y con una cicatriz en el carrillo”, conforme lo describe el historiador placentino Paredes- es un mayúsculo impostor que ha usurpado la identidad de D. Eustaquio Campo Barrado, supuestamente fallecido en el manicomio de San Baudilio de Llobregat; o, por el contrario, se trata del auténtico Eustaquio Campo , tal como aseguraba, cuya muerte se fingió y que viene a exigir su hacienda y restituir su nombre.

Vibra la ciudad por el asunto. Se divide en dos bandos: cada uno tiene sus propios periódicos. “El Muerto Resucitado”, “La Defensa de la Verdad”, “El Noticiero” son algunos nombres. Folletos y entregas semanales de hojas que resumen los percances. Los escritores locales aprovechan la oportunidad para lanzar sus firmas: Fidel Domínguez saca un cuaderno semanal al precio de dos reales; Felipe Díaz Cruz publica un folleto con el título siguiente: “El asunto de Plasencia, o sea, un muerto que resucita o una infame impostura”. Los del bando contrario lo descalifican por ser “un tejido de omisiones, inexactitudes y falsedades”.

A veces se pasa de la letra impresa a hechos de consecuencias muy graves: en enero de 1887 el pueblo placentino se enfrenta muy duramente con la GuardiaCivil, que trata de impedir que se apedree a un testigo contrario a Eugenio Santaolalla. El resultado es cruento: un muerto y varios heridos.

La prensa de Madrid y Barcelona desplaza a la ciudad del Jerte a sus corresponsales. Se despiden con emotivos versos.

 

– Sucesos criminales no faltan en ningún momento en el juzgado placentino. No hay más que consultar la sección criminal, que en 1889 nos ofrece la lista de los procesados, abogados y procuradores. Hay de todo, homicidios, heridos por navajas o disparos en reyertas, atentados, etc.

 

– No escasean otros hechos trágicos: incendios, ahogados. En mayo de 1888 aparece ahogada en el segundo ojo del puente nuevo la joven Jacinta Moreno, criada de los dueños del molino de la Pared Bien Hecha, que había ido a lavar unos pañales.

 

– El 3 de diciembre arden dos casas, a medianoche, con enormes pérdidas económicas (varios comercios afectados) y la muerte del obrero Miguel Galán, quien colaboraba en las tareas de extinción. Se exige al Ayuntamiento que disponga de un servicio contra incendios.

 

– La inseguridad ciudadana también es denunciada. Hay gamberros que tiran los pretiles del puente nuevo al río. Otros hechos son más graves: asiduos robos.

 

– En la Noche de San Juan de 1887 atracan al relojero García Escudero.

 

– En agosto de 1889 asaltan el domicilio del hacendado José Gamonal Sevillano, mientras veranea éste en Oviedo. Con habilidad abren las puertas interiores, y se llevan los ladrones 2.500 duros de plata y alhajas de la mujer, dejando 100 pts. en calderilla. Pero lo que en realidad buscaban eran los pagarés y escrituras de préstamos, que Gamonal había llevado consigo al veraneo. No hay sospechosos.

 

– Un empleado de S. Calixto manda un anónimo exigiendo dinero a una señora acaudalada.

 

– No respetan los ladrones ni los recintos sacros: el año 1891 se produce un conato de robo en el Santuario de la Virgen del Puerto.

 

 

4. VIDA CULTURAL Y EDUCATIVA.

 

Algunos articulistas califican la situación educativocultural de la Plasencia finisecular como de excepcional, una especie de renacimiento cultural. Hay un momento, en los años de 1880, en que los periódicos recogen el alto nivel cultural de la ciudad por medio de una serie de artículos publicados en diferentes semanarios. Voy a reproducir aquí un anónimo (firmado con una “C.”) artículo titulado “El Colegio de Segunda Enseñanza”, publicado simultáneamente en dos de los más distinguidos semanarios de la Ciudad, “El Cantón Extremeño” y “El Eco Lusitano”, el mes de junio de 1880.

 

“El Colegio de Enseñanza Pública de Plasencia.

 

En artículos recientes y siquiera fuese de un modo compendioso, hemos notado cuanta importancia y movimiento literarios dieron en tiempo a esta ciudad la comunidad de dominicos con estudios del Colegio de San Vicente y la Compañía de Jesús produciendo poetas, historiadores, escritores, prelados, religiosos y hombres de letras que hicieron fuera considerada esta ciudad, como la Atenas Extremeña.

No es de hoy por cierto la excelente disposición al estudio con que a los extremeños dotoles la Providencia, y si Plasencia ha perdido en su preponderancia de otros tiempos: en su industria y en su agricultura, consérvanse aquel deseo de saber y aquella aspiración al cultivo de la inteligencia propios especialmente de sus jóvenes, y que son tradicionales en el pueblo que vio nacer a Miranda y a Galíndez de Carvajal, a Acebedo y a Fray Juan de Plasencia.

Seguramente habrá pocas poblaciones en España que en relación con sus habitantes tenga tantos establecimientos de enseñanza como los que esta cuenta. Población de poco más de siete mil habitantes de todas edades, tiene Plasencia el Colegio de San Calixto, fundado por el Sr. Marqués de la Constancia para niños huérfanos: el Colegio de San José, fundado por el Sr. Marqués de Miravel para niñas huérfanas: dos escuelas públicas para niños, dos para niñas y una para párvulos costeadas por el Ayuntamiento: dos colegios privados para señoritas, dos escuelas privadas de niños, una de párvulos y cuatro de niñas, de la misma clase, una de niñas del Hospicio y otra dominical para adultas, recibiendo esmera educación en todas gran número de niños y niñas de fuera y de dentro de Plasencia.

Además hay un Seminario Conciliar para los jóvenes que se dedican a la carrera eclesiástica y un Colegio de Segunda Enseñanza, del que hoy vamos a ocuparnos, porque los brillantes resultados obtenidos en los dos años que cuenta de vida, merecen por cierto que de él demos detallada noticia.

Estableciese en el año de 1878 merced a las gestiones prácticas de su director, el ilustrado presbítero D. Ramón Belló, arcipreste de esta Santa Iglesia Catedral con la autorización necesaria para que los estudios que en él se hacen hasta el grado de Bachiller en Artes, tuvieran valor académico para toda clase de carreras civiles. Cábenos la honra de insinuar aquí que en las referidas gestiones tomó una gran parte D. Manuel de la Rosa, comisionado por el Sr. Belló para tratar con el del Instituto de Cáceres, sobre la instalación del mencionado Colegio, como así también para arreglar el cuadro de Profesores especialmente en la sección de Ciencias.

En los dos cursos de 1878-79, y 1879-80 el personal de Catedráticos del mismo ha demostrado un celo incansable y una laboriosidad a toda prueba en provecho de los alumnos matriculados, procurando imbuir en sus juveniles inteligencias, por virtud de un excelente método científico, los profundos conocimientos de que está dotado que por lo mismo ponen a los estudiosos adolescentes al corriente de los últimos adelantos positivos en las ciencias así de aplicación como especulativas.

Para la más fácil comprensión de estudios que son la más necesaria de otros superiores propios de las diferentes carreras, el Colegio tiene copiosas colecciones de esferas, mapas y cartas geográficas, de mineralogía, botánica y teología y un surtido gabinete de Física y Química, en el que se demuestran palpablemente los curiosos y útiles fenómenos que enseñan tan interesantes ciencias.

Con tan escogidos medios de dirección y con tan perfecto material de estudio, no es de extrañar que en el primer curso se obtuviera un feliz éxito.

De 124 exámenes que se verificaron ante los tribunales presididos por la comisión de catedráticos del Instituto de Cáceres a que está incorporado, obtuvieron nota de sobresaliente 12. De notablemente aprovechado 15. De bueno 27. De aprobado 68, perdiendo curso solamente 2.

Por último, el alumno D. Santiago Arias Pinar hizo en Cáceres oposición a los premios de honor en las tres asignaturas que cursaba, obteniéndolas en todas tres, que eran, segundo año de Latín y Castellano, Aritmética y Álgebra e Historia Universal.

En el curso actual que ha terminado ha sido mayor el número de catedráticos, según manifiesta el cuadro que sigue a continuación.

 

Sección de Filosofía y Letras:

 

D. Manuel de la Rosa y González, licenciado en dicha facultad Geografía e Historia Universal, Historia de España.

D. Ignacio de Parada. Bachiller en Filosofía y Letras, Retórica y Poética, Psicología, Lógica y Ética.

D. Antonio Díaz Sánchez, regente en Latín y Castellano, primero y segundo curso de Latín y Castellano.

 

Sección de Ciencias:

 

 D. Ricardo Gutiérrez, licenciado en dicha facultad, Aritmética y Álgebra, Historia Natural, Fisiología e Higiene y Agricultura.

D. Julián Vicente Hernández, licenciado en id., Geometría, Trigonometría, Física y Química.

Catedráticos auxiliares en la sección primera, D. Isidoro Breganciano y D. Francisco Moreno.

Id. id. en la segunda, D. José Moreno Valiente”.

 

– Cultura: del nutrido plantel profesoral salían directores y redactores de los periódicos placentinos, así como poetas y escritores de diversos géneros.

La Plasencia decimonónica nos ofrece una abultada nómina de escritores: García Maceira, García Monge (“Mis pasatiempos: cuadro de costumbres contemporáneas”, Plasencia, 1983), Díaz de la Cruz, el erudito Paredes, Fidel Domínguez, Alejandro Matías, etc. Detengámonos en algunos de ellos.

 

– Domínguez Páez: además de sus quehaceres periodísticos, y de sus biografías militares y la del benefactor José Mª Muñoz, cultivó la crónica viajera, cuentos, novelas. Estos son títulos que recoge en un solo volumen: “Josefina” (al natural), “Orgía de príncipes” (cuentos simbólicos), “La unión ibérica” (episodio de viaje), “Lady Charybel” (novela), “El hotel misterioso” (novela).

 

– A. Matías Gil (1829-1889): este placentino dejó los estudios eclesiásticos para dedicarse al derecho, cursado en las universidades de Madrid y Salamanca. Colabora en los semanarios placentinos y publica obras de poesía sacra (“Cantigas placentinas” a la Virgen del Puerto). Su fama se la otorga “Las Siete Centurias de la Ciudad de Plasencia”. Fue Decano de los abogados placentinos y secretario del Ayuntamiento. Socio de varias academias y condecorado con las cruces de Beneficiencia, Isabel la Católica, etc.

Son escritores provincianos, apenas conocidos más allá de los límites de su propia ciudad a la que, sin embargo, confieren un interesante dinamismo sociocultural.

 

 

5. PUBLICIDAD.

 

Los periódicos placentinos destinan algún rinconcito y hasta una página entera a la publicidad. Esta es muy elemental: ponderativa, descriptiva, sin ingeniosidad lingüística y sin elementos gráficos llamativos, es decir, muy distante de la que hoy nos invade. Se anuncia de todo: relojería, librerías, comercios textiles, ultramarinos, plantas medicinales y productos farmacéuticos, médicos con consulta de renombre, colegios de enseñanza de distintos niveles, obras literarias, fotógrafos retratistas. He aquí algunos ejemplos:

 

– Internados de señoritas: dirigido por las hermanas de la Concepción de la Sagrada Familia. Enseñanzas: doctrina cristiana, leer, escribir, aritmética, geografía, historia, lengua castellana, francés, cortar, coser, marcar y bordar; también planchar y remendar ropa. Comida: abundante, sana. Mañana: desayuno de chocolate; al mediodía: sopa variada, cocido al estilo del país, un principio y postres variados; merienda; por la noche: guisados variados, ensalada o postre. Precio: 6 reales diarios. Para entrar han de presentar la fe de bautismo y bula de la Santa Cruzada y de la Carne. Traje negro para salir.

 

– Fotógrafo-retratista: fotografías V. Mendía, venido de Madrid. Retrata en Plasencia a las principales damas: Manolita Carvajal, María Elvira, Pura Cordón, Aureliana Verea, Inocencia Torres, etc. Precios de retrato según modalidades: de tarjeta de visita, 6 pts; tarjeta americana, 12 pts; de salón, 30 pts. Se retrata aunque esté nublado y lloviendo, de 8 a 5 de la tarde en el Colegio de Primera Enseñanza. Sólo estará unas semanas.

 

 

NOTA DE AGRADECIMIENTO:

 

Agradezco a Fernando Flores del Manzano, no sólo el haber puesto a mi entera disposición su abundante documentación –publicada e inédita- sobre el periodismo alto-extremeño, sino también su constante orientación, guía y supervisión durante la realización de este trabajo, sin las que no hubiese sido posible.

 

 

 

 

 

 

 



[1] FLORES DEL MANZANO, F.: “La prensa de la Alta Extremadura. Siglo XIX”, en Alminar, números 24, 25 y 26 (1981)

[2] FLORES DEL MANZANO, F.: “Aurora, primer periódico de la Alta Extremadura”, en Alminar, nº 42; también “Génesis de dos periódicos extremeños…”, en Alcántara, nº 7, 1986, pág. 14 a 31.

[3] FLORES DEL MANZANO, F.: “La prensa política extremeña en el siglo XIX”, en Alminar, nº 47 y 50, 1983,

[4] FLORES DEL MANZANO, F.: “Aproximación… La villa de Cabezuela”. Cáceres, 1982. Allí se ofrece la interesante biografía de Pinto, págs. 189-193.

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