Oct 011974
 

Fray Patricio Guerín Betts.

El notable historiador de la Orden benedictina e insigne hijo de la misma Fray Magnoaldo Ziegelbauer incluye en su importantísima Historia Rei Literariae O. S. B.[1]una breve mención de José do la Cerda (JOSEPHUS DE LA CERDA) y para calcular la fecha de su muerte, dice que hubo de ser antes del 12 de junio de 1545,quo, nempe successorem habuit magnum virum Salmanticae olim colleqam Angelum Manricum Cisterciensem.

Lo cual copia a la letra del insigne Nicolás Antonio, quien en su Bibliotheca Nova, tomo I, 803 nos habla del mismo escritor y termina con esas palabras.

Respecto de los Coloquios de Trujillo hallamos, pues, la perfecta ilación entre Obispo y Obispo y entre ponencia y ponencia.

Sobre D. Fray Ángel Manrique ya hemos hablado dos veces. Inevitablemente hubimos de fijarnos en quién fue su antecesor, Y era benedictino, monje como él, discípulo del mismo Patriarca, abad como él y catedrático en Salamanca.

Lo curioso es que cronológicamente Manrique ora bastante anterior. Nacido en 1577, debía exceder en unos trece anos la edad do D. Fray José Valle de la Cerda. No tenemos noticia exacta de donde y cuándo nació este Prelado, mas es casi seguro. Al ser nombrado obispo de Almería en 1637 con treinta y seis años, hay que pensar que nació en el año 1600.

Ningún dato nos ofrece la Historia Eclesiástica de Badajoz acerca de su nacimiento. Todo queda resuelto, sin embargo, al examinar los expedientes de su hermano Pedro y de su sobrino José para Caballeros de Calatrava y Alcántara respectivamente. Son hijos de don Luis Valle de la Cerda, nacido en Madrid y de doña Luisa de Alvarado, nacida en Móstoles. Poca era la distancia entre ambas poblaciones: Mostóles era, según dicen los testigos, como un arrabal matritense. Pedro también nació en Madrid y suponemos que sus hermanos, entre ellos el Obispo.

El padre entre otros empleos tenía el de Secretario de la Cifra de su S. M. Fue hijo de otro Luis Valle de la Cerda y de Teresa de Castro, ambos naturales do Madrid.

La madre hija del Capitán (según otros Maese de Campo) Diego de Alvarado de Cicero, nacido en Móstoles, mas con un apellido muy montañés.

Se citan ejecutorias, Una en Valladolid a 25 junio, 1577 a favor de Luis y Andrés Ordoñez, hermanos. Su abuelo fue hermano de Antonio (Caballero de S. Juan) y de Francisco (fraile de Calatrava), así como de Diego, casado con Isabel de Loaisa. De estos últimos fue hija Isabel que casó en Móstoles con Diego de Cicero Alvarado. Otra ejecutoria del Capitán en Valladolid, 28 marzo, 1556.

Y se cita un padrón de la Colación de S. Andrés en Madrid del año 1494: Diego Valle, es cuantioso, dice que hidalgo.

Pedro, hermano del Obispo, fue Caballero de Calatrava, del Consejo de su Majestad en Hacienda y Cruzada, alguacil mayor de la Inquisición de Toledo y señor de la Villa de Casa Tejada. Casó con Cecilia de Villanueva, natural de Móstoles. El padre de Cecilia fue don Agustín, del Consejo de S.M. en Aragón y Protonotario en aquel Reino, nacido en Casteliscar. La madre Ana Diez de Villegas, natural de Madrid.

Tuvo Cecilia un tío llamado Jerónimo de Villanueva Caballero de Calatrava, del Consejo de S.M. en Guerra y Aragón, Protonotario y Secretario de Estado y Cámara y por lo menos dos hermanos: Jerónimo, Caballero de Calatrava y Agustín, Justicia Mayor de Aragón.

Lo que no tuvo fue suerte, pues, murió al dar a luz a su hijo José. Este sí parece que comenzó a tenerla, porque, a los pocos días de nacer, ya era pretendiente al hábito de Alcántara y sólo uno de los testigos alegó no tener motivos de conocerle, al ser tan pequeño: Otro testigo fue don Fernando de Salazar, arzobispo electo de Las Charcas, de sesenta y tres años.

Entre los testigos del Caballero de Calatrava hallamos a Fray Francisco de Valdivia, abad de S. Martín de Madrid, de setenta y tres años y padrino de José fue Fray Diego de la Cruz, monje ermitaño de S. Benito en Ntra. Sª. de Monsserate (sic) y Sor Francisca de la Cruz.

Fue bautizado el 13 de junio, 1641.

Pero hay más. Tenía el futuro Obispo una hermana, Teresa, moza casadera y no carente de novio en la persona de don Jerónimo de Villanueva. Solía frecuentar el monasterio de S. Martín y un buen día vio que uno de los monjes tenía en la mano la Regla de S. Benito. Quiso leerla y le produjo tal impresión que cambió de vocación y con el consentimiento y ayuda de su novio fundó e ingresó en el convento de S. Plácido. Estamos en los años 1623, 1624. Profesó en 18 junio, 1625.

Eso fue nada. En 1631 fue llevada toda la Comunidad a los calabozos de la Inquisición de Toledo por denuncia de alumbradas y en 1633 Teresa Benedicta fue recluida en Stº. Domingo el Real durante cuatro años. Redacto un Memorial que se atribuyó a un fraile. En 1638 fue absuelta toda la Comunidad y volvieron a Madrid donde así Sor Teresa como sus hermanas carnales Juana Andrea e Isabel Benedictina (abadesa en 1653) y doña Ana Plácida (hermana de su novio malogrado y abadesa) y demás monjas vivieron en adelante en paz y gracia de Dios. Sobre todas esta peripecias informa ampliamente Gregorio Marañón en su voluminosa obra sobre el Conde-Duque de Olivares y en otra pequeña. Don Juan.

Pero a nosotros nos interesa el Obispo. No prendieron en el las malas lenguas. Al igual que su antecesor don Fray Ángel Manrique, aunque posteriormente, fue a estudiar a Alcalá y halló allí la vocación benedictina. En 1618 tomó el habito en S. Martín de Madrid. En Salamanca obtuvo las Cátedras de Sto. Tomás, Durando y Prima. Fue abad del Colegio de su Orden en la misma Ciudad. Parece ser que el Rey Felipe IV le presentó para el obispado de Almería en 1635. Le despacharon las Bulas en 6 noviembre 1637 (que ya es bastante tardar) y a principios del año siguiente tomó posesión.

Ninguna de estas circunstancias ni de las anteriormente relatadas le impidió manejar la pluma y fue madurando las obras que aparecerían algo mas tarde e incluso después de su muerte.

En el poco tiempo que residió en Almería arribó la flota nacional, que había sufrido una derrota y fue tanta la solicitud del Sr. Obispo, en favor suyo que el Duque de Nájera le dio gracias en nombre del Rey y al poco tiempo fue nombrado Obispo de Badajoz. También en está ocasión tardó un año en presentarse, si bien el Deán tomó posesión en su nombre en 5 julio 1641. Ya por Navidades el Protonotario don Jerónimo de Villanueva contesta desde Madrid al Cabildo y le dice que ninguna cosa me ha podido causar mayor alborozo que el ir a esa Iglesia el Sr. Obispo, porgue le amo y estimo a su persona.

La entrada fue muy solemne en 6 de octubre, 1641. En los tres años de gobierno trabajó intensamente. El martes 25 de noviembre de 1642 presidió la sesión del Cabildo en que se trató de las oposiciones. La muerte le sorprendió en la actividad preferentemente pastoral, la Santa Visita. Falleció en Zafra el 22 de octubre, 1644, pocos días después de la muerte de la reina Isabel. Fue enterrado en la capilla de S. Juan Evangelista, pero no descansó en paz mucho tiempo, ya que en 1658 murió en Zafra el obispo diocesano don Diego del Castillo Arteaga, quien ni siquiera pudo entrar en Badajoz, por estar sitiada la ciudad por los portugueses y no se halló mejor modo de sepultarle que sacar los restos de su predecesor y dejar la caja encima del altar.

No consta cuál fuese la causa de un fallecimiento tan prematuro. Cuarenta y dos o cuarenta y tres años podía contar a la sazón.

Nicolás Antonio le asigna las siguientes obras:

«De Maria et Verbo Incarnato», impreso en Almería en 1640.

«In Sacram Judith Historiam». Dos tomos impresos en Almería, 1641 y en Lyon por L’Anisson, 1651.

«María Efigies». Lyon por L. Anisson, 1651. Esto es lo que podemos decir someramente acerca de este ilustre monje y prelado.

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