Oct 011978
 

Narciso Sánchez Morales.

Para Extremadura, herencia histórica de la Lusitania romana que se extendía desde las estribaciones de la Mariánica hasta la orilla derecha del Duero con balcón abierto al ocaso en las Beiras y Alentejo portugués, no puede pasar desapercibido este verano-otoño del 1973. Cincuentenario y centenarios de fastos religiosos e históricos me fuerzan a coger la pluma, no para anclarme en un tradicionalismo, que tantas veces he interpretado como culto al pasado, sino para dar vida a una Tradición, siempre en marcha hacía el futuro. El cincuentenario, -me refiero al de la Coronación Canónica de la Virgen de Guadalupe, reina de las Españas,- ya ha sido suficientemente predicado por los Caballeros de dicho Monasterio. Pero religado a esta Morena de las Villuercas, un triple cuatricentenario se nos ha cumplido y está cumpliendo en esta cesura de verano otoño. En los primeros días de Agosto de 1578, en una gesta más romántica y caballeresca que táctica y estratégica, desaparecían al menos físicamente, -ya que en las fantasías de lusos y españoles aún perviven,- un soldado poeta extremeño, Francisco de Aldana, y un monarca?emperador sacro de ensoñado Reino, el Rey Sebastián. Las sedientas fauces de los áridos torrentes de Alcazarquivir se tragó a ambos. Aldana, de progenie alcantarina, mitad soldado mitad monje, era la interpretación más guerrera que poética de aquel otro luso que dedicara en prólogo y epílogo su «Os Lusiadas» al ensoñado emperador de la futura Cristiandad, el Rey Sebastián. En ambos poetas hízose realidad la estrofa camoensina; «Numa mao sempre a espada e noutra a pena(la pluma)», porque para el luso no había más que una España, «a nobre Espanha», ya que en su relato poemático a las gentes de allende los marea siempre les hablará «sobre esta vínda desta gente estranha -que as suas térras vem da ignota Espanha», Lo mismo que Grillparzer en su «Discordia fraterna en la casa de Habsburgo» resalta la unidad de la monarquía danubiana a pesar de las rencillas internas de sus príncipes, también Camoens, sobre las guerras fraternas de los reinos de Liao, Castela, Portugal…, eleva a símbolo penínsular el nombre de España. Pero la invocación final de «Os Lusiadas», donde Camoens prematuramente envejecido incita al Rey Sebastián a no envidiar a Aquiles y superar la gesta de Alejandro, desoyendo los consejos que desde Guadalupe dirige a su sobrino el prudente Felipe II, endiosará al monarca lusitano y lo lanzará al incierto combate, para intentar plasmar en la realidad vanamente la última estrofa camoensina: «Ou facendo que, mais que a de Medusa, -a vista vossa tema o monte Atlante (el Atlas marroquí), -ou rompendo nos campos de Ampelusa (Ceuta y Cabo Espartel) -os muros de Marrocos e Trudante.» -Los 24 abriles del rey Sebastián se quebraron para siempre ante los muros de Marruecos.

Las campanas de Guadalupe doblaron por aquella promesa lusa y española que tiempos atrás se arrodillara ante la imagen de aquella Virgen, esplendor surgido de la victoria conjunta de castellanos y portugueses a orillas del Salado, victoria de los dos Alfonsos, yerno castellano y suegro portugués.

Dos centenarios, engarzados en Guadalupe, creo han quedado suficientemente reseñados en las líneas que anteceden. Pero Guadalupe no es más que la puerta, la gran puerta que se abre al sueño-realidad de la Península Ibérica, cuyas bisagras se fijan al marco de Yuste. El binomio Guadalupe-Yuste es la fórmula mágica de un Occidente misionero y civilizante. La cultura de Europa, de una Cristiandad Unida, de una Universitas Cristiana Carolina, se condensa en Yuste. En Guadalupe, en cambio se potencia y realiza, aquende y allende los mares. Pues bien, el tercer centenario que nos ocupa es el de la muerte de Don Juan de Austria, hijo de Carlos V y Bárbara Blomberg, hermano de Felipe II y tío carnal del Rey Don Sebastián. Nacido en Alemania, en el viejo Palatinado, hoy Baviera Inferior, recriado en Leganés, Yuste, Villagarcía y Alcalá y muerto en Namur en el Flandes católico y fiel a España.

Nacido el que esto escribe casi a tiro de ballesta de Yuste, educado en Bélgica en la zona de Chevetogne, Ciney y Namur, miembro del círculo literario RSG (Regensburger Schriftsteller Gruppa) y colaborador en español y alemán de su Antología III en 45 idiomas, creo que he vivido de cerca los puntos claves de la existencia de Don Juan de Austria, nuestro Jeromín: Ratisbona, Yuste y Namur, nacimiento, niñez y muerte prematura del vencedor de Lepanto.

El verano pasado recorría yo los parajes de la nacencia de nuestro héroe, Los Kuprian de Innsbruck (Austria) me trasladaban en su Mercadee de Munich a Niurenberg pasando el Danubio por Ingolstadt, y el Altmühl por Kipfenberg.

En esta villa poseen un Hotel los Kintzi, pero con una dedicación especial al Círculo Europa Alemana para la Cultura y la Vida, en íntima conexión con los Caballeros de Yuste, la Turmbund de Innsbruck, el Forum-Europa de Ascona y Dusseldorf (bajo el Mecenazgo del financiero y Caballero de Yuste, Carl Friedrich Koch) y otras Asociaciones afines de parigual mentalidad. Pues bien, a la derecha se tuerce para Kelheim y de aquí para Regensburg, nombre alemán para nuestro Ratisbona español, patria chica de la Blomberg, y residencia temporal, por dos veces, de nuestro Carlos V. Regensburg, tal vez por lo de castillo (Burg) frente a la desembocadura por la derecha del Danubio del río Regen. El nombre castellano creo procede de Raetia y Bonum, parajes de los Recios, o tal vez de la mezcla germano-latina Rat y Bona=Bienes del Consejo. Los sinsabores que le proporcionaron al cesar carolino los protestantes y católicos intransigentes en la Dieta de Regensburg en la primavera del 1546 obligaban a éste a buscar horas de ocio y diversión, y así surgió el amorío con la -Blomberg y el posterior nacimiento de Don Juan de Austria en Febrero de 1547. Entre la Paz de Crespy y la victoria de Mühlberg, interpolada la malograda aventura en el Norte africano en compañía de Hernán Cortés y el Duque de Alba, la primavera del 47 constituyó una verdadera Capua para el reconstituido Emperador. El fruto de sus amores le compensaría años más tarde en el golfo de Lepanto, la derrota argelina.

Desde luego, la aventura amorosa con la Blomberg fue de mas corta duración que la un cuarto de siglo antes mantuviera en Flandes con Juana de Gheerts, y de la que hubiera a Margarita de Austria, la gran dama de les Farnesios que quedaron entrencados a la casa de Austria. «Intra Ecclesiam et extra Ecclesiam» seguía vigente el imperativo de los Habsburgos: «Tu, Felix Austria, semper nube». Y anotemos que estos «extra Ecclesiam» fueron más equilibrados y aportaron más grandezas a la Casa que la propia descendencia legítima, tal vez por abuso de uniones consanguíneas.

La Bárbara queda por algún tiempo en Regensburg, casada ya oficialmente con un tal Kegel. Su conducta mereció los reproches del hijo, cuando años más tarde, en 1578, Don Juan de Austria regía los destinos de los Países Bajos donde ella se había aislado. Es más, ante las filiales correcciones del mismo, ella propaló por los círculos burgueses que Don Juan no era hijo del Emperador, sino de un artillero con el que había mantenido relaciones íntimas. El Rey Prudente, sabedor de todo ello, la obliga trasladarse a España y en Laredo, siguiendo la misma conducta, vino a morir olvidada de todos.

El emperador nunca perdió de vista los frutos naturales de sus aventuras amorosas. A Adrián du Bois, ayuda de cámara suyo, le confió el secreto y éste entregó al matrimonio Francisco Massy, vihuelista del Emperador, y su mujer Ana de Medina al hijo natural habido de la Blomberg. Licenciado el vihuelista se estableció en Leganés donde años más tarde se presentará un tal Prevost para reclamar a Jeromín, y en virtud de las cláusulas secretas firmadas en Flandes entre Du Bois y Massy. Prevost, en virtud siguiendo instrucciones del Emperador, entregó el jovencito a Luis Méndez Quijada, mayordomo imperial, con lo que Jeromín se convirtió en el hijo adoptivo de los Señores de Villagarcía, Luis Méndez Quijada y Magdalena de Ulloa. Todos le creían hijo de estos nobles castellanos y hasta la misma Magdalena suche se temía fuera fruto de libertadas de su esposo en Alemania.

El fiel Quijada hubo de seguir al Emperador en su último retiro de Yuste y así vino a establecerse en Cuacos de Yuste, donde comprará dos casitas contiguas para aderezarse una morada digna de tal matrimonio, la casa de Don Juan de Austria, propiedad actual de Bellas Artes y confiada a la Asociación de Caballeros de Yuste. Llega Jeromín a la comarca verata el 1º de Julio de 1958, año en que muriera su padre el 21 de Septiembre. Prácticamente está en Cuacos tres meses y medio, porque en la primera quincena de Octubre parte con su madre adoptiva, su tía Magdalena como él la llamaba, para el Monasterio de Guadalupe, lugar obligado de estancia de todos los Trastamaras y Austrias.

Pero los tres meses de permanencia en Cuacas dejaron huellas imborrables: su encuentro con el padre aún no reconocido, es decir, su deslumbramiento ante el Emperador ya más monje que soberano, su contacto con los Jerónimos; sus juegas infantiles con la chiquillería verata; y sus bravatas con la guardia flamenca. Poco tiempo, pero ancha densidad. Maestra comarca no le ha olvidada nunca. A través de Guadalupe se interna en Castilla, en el Valladolid de sus tutores, hasta que llega el sencillo pero noble reconocimiento de su filiación austriaca en los campos castellanos. Felipe II le abraza como hermano. De ahora en adelante, tras la formación cultural de Alcalá, llegará a ser uno de los más ínclitos Capitanes, Gobernantes y Diplomáticos de la Casa de Austria. Contra los Moriscos de Granada se mostrará como un genial guerrillero y táctico; en las aguas de Lepanto como un marino estratega y jefe estados mayores conjuntos; y en Flandes, como gran gobernante y fino diplomático, que se ajusta en todo al esbozo camoensino: Numa mao sempre a espada, noutra a pena (la palabra, oral y escrita). Naturalmente cae en las redes amorosas en aquellos días napolitanos, de placeres y descanso, sus cuarteles de invierno capuanos. Por entonces circularon unos dísticos irónicos que reflejan esta momentánea relajación: «Don Juan con la raqueta, y Granvella con la bragueta pendieron la Goletta». Pero Don Juan seguía soñando como su sobrino el Rey Don Sebastián en un reino africano que abarcara hasta los Santos Lugares. Su divisa era más práctica que la del sobrino: «Quien no adelanta, retorna».

Y siguió las huellas del padre entrando en Túnez y Bizerta. Desde luego, en los treinta y un año de su corta existencia nadie hizo tanto. De él también pudiera predicarse: «In brevi implevit multum».

Y bordeó la Scylla y Caribdis de los embrollos inferiores y exteriores, en su permanencia en Flandes: los enredos de secretarios reales y principescos y las astucias de Oranges y protestantes. En los campos de Namur quedó vencido, no por espada enemiga o superioridad dialéctica de diplomacia adversa, sino por las flaquezas físicas sucumbiendo a la peste. Y su cuerpo callo hecho añicos, que a pedazos lo trajeron a la capilla lateral del panteón regio de El Escorial. Un 1º de Octubre entregaba su alma al Señor en las afueras de Namur, a la sombra de los hayedos que serpentean por las alomadas colinas de los Ardennes belgas. Tierra de he pateado en mi juventud, como la de Yuste en niñez, como las de Regensburg en mi madurez. He visto el orto, al mediodía y el ocaso de una figura señera de nuestra historia española. Su genio y figura siguen vivos aun tras la tumba. Es una tradición que no se detiene y se proyecta en el futuro, porque queda su fuerza persuasiva:«Quien no adelanta, retorna».

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