Oct 012005
 

Juan de Orellana-Pizarro, Francisco Sanz Fernández y Miguel Sanz Salazar.

Un año más, queremos hablarles de Trujillo y de su patrimonio, si bien en esta ocasión no les proponemos una investigación arquitectónica, urbanística o pictórica de sus monumentos desde el análisis de una obra o período histórico concretos, sino, muy al contrario, una reflexión sobre el valor intrínseco, como legado patrimonial que tienen en su conjunto los bienes muebles, inmuebles, urbanos y paisajísticos conservados en la ciudad, y que los años pasados y venideros han sido y serán reformados con criterios muy dispares; algunos de los cuales han contribuido ya a la destrucción de un conjunto de matices -colores, texturas, esgrafiados, revocos de cal, carpinterías de lo blanco, etc.- y cualidades intangibles que diferenciaban nuestra ciudad de otros entornos monumentales. Estos matices -los esgrafiados de numerosas fachadas; el color a la cal de muros y revestimientos; los pavimentos y enlosados de granito, rollo y pizarra de calles y zaguanes; el arbolado, etc.- y elementos, imperceptibles para la mayoría -pensemos en las pátinas o deslustres, entre otros, de espacios tan característico de nuestro entorno como la fachada de San Martín o las sublimes ruinas de la extinta parroquia de Santo Domingo-, pero cuya defensa enarbolamos, aun a riesgo de ser desairados por aquellos insensibles e ignorantes que los destruyen a diario o por quienes puedan considerarlos pura evocación ruskiniana y decimonónica, constituyen una de las razones principales por las que Trujillo ha sido y aún es, aunque ya en mucho menor grado, admirado y recordado en las evocaciones y nostálgicas tribulaciones, escritas o dialogadas, de eruditos, viajeros y nativos. John Ruskin, uno de los padres de la teoría de la restauración o de la no restauración, según consideremos su legado, escribía en su obraLas Siete Lámparas de la Arquitectura, allá por la segunda mitad del siglo XIX, que “sólo hay dos fuertes conquistadores de la desmemoria: la Poesía y la Arquitectura…podemos vivir sin ellas y adorar sin ellas pero no podemos recordar sin ellas”[1]. ¿Qué sería del espíritu humano -señores- si le desposeyéramos del poder evocador de la memoria y el recuerdo, del testimonio de lo que fueron y lograron nuestros ancestros, cualidades tan significativas para un pueblo como el trujillano, del que -en la lectura menos romántica posible- podemos afirmar: vive del turismo que generan las obras de arte y el legado construido por aquéllos? Si resultan tan importantes para la ciudad, y hoy nadie lo duda desde perspectivas tan dispares como la histórica o la meramente pecuniaria sus museos, sus alcázares, su plaza Mayor, su castillo y sus hoteles con encanto histórico, por qué, en cambio, nadie se interroga sobre la salud de estos monumentos, por la idoneidad de las reformas antigua o recientemente realizadas ó, y este es el aspecto más preocupante, por la durabilidad de esta fuente de riqueza que explotamos a diario. ¿Por qué callamos y consentimos todo tipo de reformas sin informarnos sobre la experiencia y capacidad de las empresas que las realizan, sobre la preparación de los técnicos y políticos que las promueven o sobre la verdadera necesidad de intervenir ciertos monumentos y espacios cuyos estados de conservación resultan aparentemente óptimos? ¿Acaso no buscamos siempre el asesoramiento necesario cuando debemos acudir a un médico, comprar una casa o solicitar un viaje de placer? ¿Qué ocurre, entonces? ¿Quizás que no valoramos en su justa medida la importancia del entorno en que vivimos o, tal vez ,que la vorágine que nos asfixia alimenta nuestra desidia por todo aquello que no resulta prioritario en nuestra consumista escala de valores? Cada día estamos más seguros de que Trujillo tiene hoy lo que se merece, como defendía en una visión cargada de amargura nuestro amigo Alfonso Naharro, tan odiado como admirado y uno de los pocos, junto a Matilde Muro, que han sido capaces los últimos años de manifestarse contra las injusticias promovidas y ejecutadas durante la autarquía y la democracia en esta ciudad, granjeándose así la enemistad de no pocos trujillanos.

Con todo, Trujillo tiene un patrimonio arquitectónico y paisajístico extenso que ha impedido o, cuando menos, maquillado el terrible resultado de muchas de las malditas y poco respetuosas intervenciones que ha sufrido en el siglo XX, pero, como cualquier otra ciudad, tiene un límite de saturación que cada día se encuentra más cercano y amenaza, cual espada de Damocles, con el inicio de un punto de inflexión, a partir del cual, en nuestra particular psicostasia, el peso de la memoria y el recuerdo nostálgico de lo ya perdido sean superiores al de su patrimonio conservado.

La sola mención de edificios tan emblemáticos de nuestra historia como el Humilladero, la Sinagoga, la capilla de la Virgen de la Victoria, la Plaza de Abastos, los soleadores de los conventos de San Francisco y de la Encarnación, las fachadas de las casas de Fieles y Veedores y de los Chaves-Orellana o las recientemente derribadas casas de Gabriel Pentiero y de la Avenida de Monfragüe, por citar tan solo algunos destruidos en un abanico de años que abarca los siglos XIX, XX y XXI, resulta suficiente para: constatar lo numerosa e importante que ha resultado la desmemoria, la despreocupación y la desidia exhibida , desde entonces y hasta hoy -al margen de los años sesenta y setenta- , por políticos y particulares; así como para aclarar que el patrimonio perdido desde el siglo XIX no se debe exclusivamente a la ya tópica y utópica intervención de los franceses y de los desamortizadores Madoz y Mendizábal.

I. De la autarquía a la democracia: criterios y sensibilidades.

Pero no todos estos años se han resuelto con intervenciones desacertadas, ni durante todo este tiempo el patrimonio trujillano ha sido menoscabado o destruido, muy al contrario, han sido muchas las recuperaciones promovidas desde las administraciones -Dirección General de Bellas Artes, Ministerio de la Vivienda, etc.- y la acción particular -Cristina de Arteaga y Falguera o la Asociación de Amigos de Trujillo- que han contribuido a aderezar y maquillar el legado recibido, facilitando así la recuperación del uso de numerosos inmuebles, algunos de los cuales, como la Capilla de la Virgen de la Victoria, los palacios Carvajal Vargas y Orellana-Pizarro o el convento de franciscanas reales de La Coria son hoy el testimonio de las distintas tendencias restauradoras empleadas en España durante la Autarquía. Tendencias que con el tiempo generaron corrientes estéticas y estilísticas, a la par que falsos históricos en muchos casos, basadas en la exaltación de ciertos valores patrios, hoy difícilmente aceptables, y en la calidad de los materiales tradicionales del entorno. Fue entonces también, es decir durante la dictadura, cuando Trujillo contó con una nómina de importantísimos arquitectos y eruditos, desde Valcárcel y Feduchi al profesor Xavier de Salas y la Madre Cristina de Arteaga, que dedicaron muchos esfuerzos a la recuperación de la ciudad desde una visión de conjunto, que atendía no sólo a la mirada parcial de un edificio emblemático, sino a la importancia del entorno en su totalidad, del que participaban también pequeñas viviendas con encanto, espacios ajardinados e históricas perspectivas[2]. Una labor encomiable, que quedó inconclusa y cuyo testigo no supieron recoger las administraciones de la democracia, muy a pesar de que, hoy, los medios técnicos y económicos superen en mucho los de aquella etapa de nuestra historia, tan razonablemente denostada en otros aspectos de la vida social. Pensemos, por ejemplo, en los numerosos documentos conservados en el Archivo Municipal de Trujillo que demuestran los esfuerzos realizados por el cabildo y la administración central por proteger las panorámicas y vistas de la ciudad desde el Pradillo y la hoy avenida de la Coronación :“Visto el proyecto elevado por el Ayuntamiento de Trujillo (Cáceres), para construir en un terreno correspondiente al espacio nº 5 del Plan de Ordenación de la vía de enlace entre Trujillo y Huertas de Ánimas. Esta dirección General, de conformidad con el informe emitido por los Servicios Técnicos de la misma, ha resuelto denegar la autorización… a fin de conservar las perspectivas actuales de la zona de enlace…reservada para Parque Público”[3]; en las labores de consolidación ejecutadas en la plaza Mayor; en las numerosas manifestaciones populares en defensa de la prohibición de instalar antenas en el conjunto histórico: “En contestación al escrito del Excmo. Ayuntamiento de Trujillo, referente a la posibilidad de suprimir las antenas de televisión que afectan a la silueta de la ciudad, existe la solución de colocar….”[4]; en el ajardinamiento del convento de la Coria; en los arrestos de don Julián García de Guadiana y Artaloytia por conseguir la primera restauración del Altar Mayor de Santa María, obra de Fernando Gallego y su taller; en la necesidad de estudiar el yacimiento arqueológico del Azuquén de la Villeta; o, en fin, en las recuperaciones de los palacios de Orellana, Chaves-Cárdenas, San Carlos, Luis de Chaves “el Viejo” o de las iglesias de San Francisco, Santa María, etc.

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Convento de La Coria antes y después de su restauración

No pretendemos, desde luego, defender las prácticas restauradoras de la autarquía, pues resulta evidente que el nuestro fue el único país europeo en el que la “Carta de Venecia” de 1964[5] fue ignorada, provocando resultados irreversibles en numerosos monumentos y el nacimiento de un patrimonio reinventado e historicista -pensemos nuevamente en la capilla de la Virgen del Victoria inspirada en la arquitectura de las puertas mozárabes de la muralla toledana, en la fachada del Ayuntamiento Viejo o en la plaza de Armas que Hernández Gil construyó en el Alcázar de los Altamirano[6]-, tampoco amparar esa arquitectura de los Paradores con suelos de barro, puertas de cuarterones y paredes blancas de gotelé, pero sí constatar que, a pesar de los avances científicos y esfuerzos alcanzados durante los años de la democracia, algunos conjuntos históricos como Trujillo han perdido, al compás y bajo el amparo constitucional de las descentralizaciones de las administraciones central y regionalla efectividad de muchos de los métodos de control que fiscalizaban y velaban por la conservación de su patrimonio, y ello a pesar de las calidad de los textos jurídicos de protección del patrimonio español, nacional y regional, con que contamos (pongamos como ejemplos las muchas dificultades que la familia Pablos Mateos encontró en los años sesenta para construir, mientras presidía la alcaldía don Manuel Pablos Mateos, una nueva vivienda en la calle de Sofraga, que tras cuatro años de luchas administrativas terminó por edificarse según los dictámenes de la Dirección General de Bellas Artes y no como los promotores pretendían[7]; o la paralización de las obras de rehabilitación del Alcázar de Luis de Chaves los años setenta a instancias de la Real Academia de San Fernando. Y pensemos ahora, quién ha velado por impedir los últimos años la escalofriante intervención en el palacio de Santa Marta, en la plaza Mayor o la destrucción del conjunto cerámico de la torre del Alfiler). Hoy resulta incuestionable, por más que la ignorancia popular -fácilmente impresionable con la cantidad y no con la calidad de las reformas promovidas-, tan proclive al remozado de las calles y plazas de su entorno, a la reestructuración incontrolada de sus casas que consideran por encima de su valor artístico e histórico un patrimonio propio y del que pueden sacar beneficio demoliendo, segregando o transformando una parte o su totalidad -pensemos en las casas del afamado arquitecto trujillano del siglo XVII Gabriel Pentiero, recientemente derribadas-, sancione y ratifique como extraordinarias cualesquiera intervenciones urbanas, que ciudades como la nuestra han perdido gran parte de las señas de identidad y carácter que hicieron de ellas espacios paisajísticos y arquitectónicos reiteradamente admirados -. Los caprichos de hosteleros y promotores de obras, “las necesidades del turismo” y las políticas propagandísticas han modificado paulatinamente la fisonomía y la impronta de muchas ciudades que tardaron siglos en ser modeladas y diseñadas.

Esta realidad que hoy les transmitimos no es una visión diseñada al azar, ni busca castigar políticamente lo que durante décadas han hecho e hicieron políticos y gobernantes; tampoco pretende enjuiciar a quienes por desconocimiento o desidia ignoraron el valor de los monumentos y espacios que intervenían, pero sí es una reflexión con la que pretendemos remover la conciencia de los trujillanos y alertarlos humildemente sobre las obligaciones que tienen para con su ciudad, aquella que disfrutan y explotan a diario, como si de una fuente inagotable de agua y recursos se tratase. – ¡Señores! -, el patrimonio no es un recurso inagotable, ni su valor histórico, artístico y paisajístico, son los mismos tras una mala intervención. Muy al contrario, es éste, como bien sugieren las nuevas acepciones planteadas en la “Carta de Cracovia de 2000”[8]un símbolo de la autenticidad, identidad y memoria de los pueblos, del que somos meros garantes y gestores y cuya conservación estamos obligados a promover[9]. Es pues una obligación de todos los particulares, como señala el artículo 3º de la ley 2/1999 de 29 de marzo del Patrimonio Histórico y Cultural de Extremadura, que observen peligro de destrucción o deterioro en nuestros monumentos, promover con los mecanismos legales a su alcance -desde auditar las partidas dedicadas a la gestión y conservación de nuestros monumentos hasta incoar expedientes administrativos o manifestarse públicamente- la transmisión de este patrimonio en condiciones de reversibilidad óptima, como mínimo, a las generaciones futuras. No obstante, exigir unas condiciones de reversibilidad óptima, puede resultar una ambición conformista y negativa que asume ex antes cualquier intervención, que ésta no será lo correcta que sería de esperar, pero tal es la práctica restauradora exhibida los últimos años en Trujillo, que no podemos sino conformarnos con tan exigua aspiración.

Con todo, no está de más recordar otros mínimos exigibles que pocas veces, a fuer de ser sinceros, se han tenido en cuenta los últimos tiempos en las intervenciones promovidas en la ciudad por políticos y particulares, excepción hecha de la reciente restauración del Altar Mayor de Santa María, dirigida por el I.P.H.E.; algunas de las recuperaciones promovidas por don José Mª Pérez de Herrasti en el palacio de la Conquista -puerta principal, forjados y esgrafiados-; o de las obras de acondicionamiento recién terminadas en las casas de los Barrantes-Cervantes, marqueses de Sofraga. Nos referimos a aspectos tan extendidos en la práctica restauradora y en la intervención sobre el patrimonio, que su sola mención para cualquier experto en la materia no sería sino mera obviedad. Les hablamos de la organización y estructuración del trabajo científico que exigen toda restauración y rehabilitación antes, durante y después de la intervención, es decir, de los conocimientos históricos, documentales, artísticos, físicos, químicos y arqueológicos, entre otros, que nos sirven de aproximación al diagnóstico del problema real que esconde el espacio a recuperar. Sin esta fase previa, no siempre necesaria, desde luego, en todos los aspectos referidos, resulta incomprensible toda ejecución de la obra; como imprudente será también su realización sin una dirección facultativa, aunque paradójicamente no todas las direcciones facultativas están preparadas, y pluridisciplinar que la dirija y conozca de modo responsable en sus siempre complejas y múltiples variantes. Y por supuesto, debemos exigir también que los espacios y monumentos intervenidos lo sean por empresas especializadas y con una amplia experiencia en el campo de la recuperación de monumentos y no por cuadrillas de inexpertos constructores. Qué decirles también de la necesidad de que antes y durante las intervenciones estén claros los criterios restauradores que se van a seguir y que estos sean acordes a los principios que marcan las leyes y las cartas de restauración[10]. Finalmente, parece exigible a todos, una cualidad que no es fácil hallar ni en políticos, ni en particulares: sentido común, ese que Miguel de Cervantes calificó como el menos común de los sentidos y que combinado con ciertas dosis de buen gusto garantiza, en la mayor parte de las obras, resultados razonables.

II. La problemática entre el contenido fragmentario de la normativa actual y su compleja aplicación. Las intervenciones de los últimos años.

El Trujillo de los últimos treinta años ha visto colmatado su casco histórico de viviendas de nueva planta que han modificado los volúmenes originales de sus calles y transformado con ello la perspectiva y fisonomía de la ciudad, cuales son los casos, entre otros varios, de la casa de los Mayans, junto al castillo; o de las nuevas estructuras levantadas junto a la muralla en las traseras del palacio de las Casas Bejarano, hoy hotel NH Palacio de Santa Marta. Intervenciones que no han contado a pesar de su cercanía con el alcázar califal, zona arqueológica prioritaria del conjunto trujillano, con estudios arqueológico sistemáticos que alumbraran algo de luz siquiera sobre uno de los períodos más ignotos de la historia trujillana.

Al margen de los espacios reseñados, fundamentales para la visión de conjunto del recinto amurallado, cabe señalar también la pérdida de carácter de numerosas calles y casas particulares que han perdido todo principio regulador en sus fachadas con la desaparición de las líneas de imposta y cornisa o los zócalos esgrafiados, ahora sustituidos por revestimientos continuos de cemento Pórtland y placados de moderno granito, cuando no por descortezados de mampostería retomada con cemento, que paradójicamente pretenden evitar humedades por capilaridad[11]. Las normas subsidiarias restringen la gama cromática de acabados para fachadas a una mínima cantidad de colores que ni siquiera forman parte de aquellos empleados históricamente en la ciudad, ignorando también toda referencia a la importancia de aplicar capas de sacrificio o lechadas de cal.

La normativa aplicable en el casco histórico, a la espera de la aprobación del Plan Especial de Protección del Casco Histórico Artístico de Trujillo (P.E.P.C.H.A), sin duda mejor que las sucintas normas subsidiarias, permite e invita a la realización de cornisas de ladrillo visto, que imitan las del viejo edificio de la avenida de Monfragüe, paradójicamente destruido el año pasado, cuando jamás, salvo en el citado edificio y en el cimborrio de la iglesia de La Sangre, carecieron de su preceptivo enlucido de cal. Los colores de fachadas se establecen, sin el estudio estratigráfico previo aplicable para cada caso, según una insólita definición cronológica que considera como blancos a todos aquellos anteriores al último cuarto del siglo XIX, ignorando así la policromía original de numerosas fachadas del siglo XVI o anteriores, como las de Santa María o el palacio de la Conquista. La composición de los huecos de fachada, según la citada normativa, han de tener un predominio de la vertical sobre la horizontal, ignorando nuevamente que son muchos los huecos de edificios de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, entre otros períodos, en los que las ventanas se hacían también cuadrangulares (un único paseo por los barrios de San Clemente y de la Morería -calle Nueva- resultan esclarecedores). En cuanto a las chimeneas sólo se permiten las troncopiramidales y paralelepípedas, pero en cambio, se consiente, en tanto en cuanto la normativa se aplica a gusto del consumidor, la destrucción de las antiguas y se prohíben las circulares, tan características de Trujillo. Y qué decir de las fachadas de piedra vista, permitidas y promovidas a pesar de que constituyen una moda nueva, acientífica, patológica y que obliga a la destrucción de los paramentos de cal impuestos en otro apartado de la norma.

Todo esto nos lleva a dudar sobre la idoneidad de tener una nueva normativa, tan paradójica y contradictoria, por otro lado. Es evidente que la necesitamos, pero también lo es que ésta debe ser flexible y efectiva y que no puede servir de amparo para defender posturas razonablemente acientíficas y que carecen de fundamento.

Tampoco podemos olvidar que son muchos los activos con valor histórico, artístico y arqueológico que no se hallan protegidos ni inventariados en las normas subsidiarias, cuales son los casos del Hospital de Espíritu Santo, el Matadero Viejo, la Ermita de Santa Ana o la iglesia de Santo Domingo, por citar tan solo algunos. Es evidente que la categoría de estos edificios impediría en la mayor parte de los casos su total destrucción, pero no es menos evidente que al hallarse sin inventariar resultan más vulnerables y carecen de la atención conservadora necesaria.

Los dos últimos años hemos contemplado impasibles como se destruían, a diario, antiguos acerados de granitos de grano ancho y tez patinada, algunos como los de la calle Gurría y la plaza del Azoguejo de muy antigua factura, por modernos e incómodos adoquines que han alterado la gama de colores del entorno. También se han producido varias unificaciones de fachadas en edificios como el Hotel Isla del Gallo y el Hostal la Emilia, en los que se han introducido modificaciones de volumen por encima de la cornisa original, nuevos huecos y falsas molduras barrocas en los guardapolvos de las ventanas, dando lugar a lecturas erróneas y falsos históricos. Qué decir de esa moda a caballo entre un neorenacimiento y un western-style que descubrimos en algunas viviendas de la Avenida de Monfragüe y la calle Pardos, donde modernas logias con balaustres de escayola compiten con elegantes e históricas construcciones como las casas de los Higuero o el convento de San Antonio, hoy hotel Meliá.

Este es el panorama constructivo y renovador que, poco a poco, contribuye a robar y menoscabar nuestra memoria histórica, al tiempo que introduce en la localidad esa estética del terrace house más propia de una ciudad dormitorio que de un conjunto declarado Monumental e Histórico Artístico[12]. Paralelamente comprobamos, como la distribución original de muchos interiores se altera sin criterio alguno con modificaciones o derribos de antiguas ventanas, escaleras, bóvedas tabicadas, pavimentos de barro o armaduras y forjados inclinados de madera, ahora sustituidos por huecos sin recercados, escaleras de ladrillo hueco, suelos de ferro-gres y recias cubiertas con vigas de hormigón pretensado. No menos desalentador resulta comprobar cómo los esgrafiados de fachadas e interiores se demuelen y arruinan y los contenedores de obra se engalanan con restos de solados hidráulicos (que tanto recuerdan a los pavimentos de trama geométrica de nuestros pintores castellano flamencos) y azulejería decimonónica de Pickman, cuando no de piezas sevillanas del cuatrocientos de recorte y cuenca y arista, como las de la torre del Alfiler. No quiero olvidarme tampoco de las recientes destrucciones de otros elementos patrimoniales que forman parte del encanto de nuestras calles y plazas, cuya percepción desgraciadamente está al alcance de unas pocas sensibilidades, como los colores, texturas y olores de los jardines. La destrucción de los suelos pardo-anaranjados de la plaza mayor, exponentes de la mejor herencia legada por los arquitectos-restauradores del movimiento moderno, como Valcárcel, que lograron así equilibrar la arquitectura y el urbanismo de espacios históricos como la plaza Mayor de Cáceres o la explanada cercana al acueducto de Segovia, ha supuesto una perdida irreparable. El espíritu cromático de un recinto antaño exornado con escudos policromados en lapislázuli y azul de azurita, conjuntos cerámicos sevillanos o fachadas y chimeneas esgrafiadas tuvo en este proyecto su mejor adalid; un proyecto que supuso también la ordenación definitiva del recinto placero a partir de un conjunto de pavimentos simbólicos que establecían un diálogo con los documentos cromáticos históricos y adquiridos como pátinas biológicas; con las diagonales de los huecos esquinados de los palacios de San Carlos y de la Conquista y con el palacio de los Orellana-Toledo, que estaba precedido de un espacio placero secundario, regular y acotado, que hallaba sus orígenes en recursos propios del urbanismo renacentista[13].

La última reforma de la plaza Mayor, si bien necesaria en lo relativo a la modernización de ciertas infraestructuras como alcantarillado, iluminación o cableado, ha supuesto, en cambio, la destrucción de un proyecto urbanizador que había resuelto con cierta brillantez las dificultades que imponía un espacio condicionado por constantes desniveles y tensiones perspectívicas. El resultado final ha supuesto una pérdida de comunicación y diálogo entre el pavimento y los edificios adyacentes, la destrucción de la paleta de colores existente, además de la introducción de un repertorio de materiales y acabados inadecuados e incorrectamente diseñados.

La situación actual que atraviesa la ciudad de Trujillo en relación con la conservación de su patrimonio presenta pues muchos interrogantes, algunos de las cuales nos obligan a reflexionar sobre la verdadera necesidad de intervenir en edificios y espacios que se encuentran en un estado razonable de conservación, tanto más si atendemos a los mecanismos legales locales de que disponemos para garantizar una buena recuperación, como hemos planteado, insuficientes y científicamente mal redactados; o si consideramos la labor realizada por la administración local los últimos años, en muchos aspectos más deficiente que la realizada durante la Autarquía.

ESPACIOS Y PATRIMONIOS PERDIDOS.

  1. Fachada principal del palacio de los Chaves-Orellana, casas de la Cadena (Construida en la ½ del s. XVI – Destruida en 1828)
  2. Fachada principal de la casa de Fieles y Veedores (Construida en la 2ª mitad del s. XVI – Destruida en la ½ mitad del s XX)
  3. Galería Sur o soleador del convento de dominicos de la Encarnación (Construida en la 2ª mitad del s. XVI – Destruida a finales del s. XIX)
  4. Galería Sur o soleador del convento de San Francisco (Construida en la 2ª mitad del s. XVI – Destruida a finales del s. XIX).
  5. Corral de comedias (Construido en la ½ s. XVII- Destruido en ¿…?)
  6. Humilladero (Construido en el s. ¿? – Destruido en ¿?)
  7. Cruces de la calle Cruces (Construidas en el siglo XVI – Destruidas en el s. XX).
  8. Sinagoga (Construida a finales del s. XV – Destruida en ¿…?).
  9. Capilla de la Virgen de la Victoria (Construida por Sancho de Cabrera en 1548 – Destruida entre 1912 y 1951
  10. Plaza de Abastos (Construida por Eduardo Herbás en 1896 – Destruida en 1962). Magnífico conjunto neoárabe, cuyos elementos estructurales de hierro se encuentran repartidos entre la finca de un antiguo alcalde trujillano y en una plaza cercana a la Albuera.
  11. Fachadas principales del Ayuntamiento Viejo (Construidas: 1ª en la ½ mitad del siglo XVI; 2ª por Sebastián Rebollar a finales del s XIX – Destruidas: 1ª a finales del s. XIX; 2ª en 1957)
  12. Ermita de Guadalupe (Construida en el s. XVIII?- Destruida en 2004)

PATRIMONIOS OLVIDADOS Y ESPACIOS DE TITULARIDAD PRIVADA O MUNICIPAL DESCUIDADOS O CUYA POSESIÓN NO DETENTA EN LA ACTUALIDAD EL AYUNTAMIENTO

  1. Casa nº 4 de la Calle Sillerías (Construidas la primera década del s. XVI)
  2. Barrio de San Clemente, donde al menos se conservan una decena de casas de la primera mitad del siglo XVI.
  3. Plazuela de Guadalupe, uno de los centros vitales de la ciudad durante la modernidad en los que se han realizado intervenciones muy dudosas.
  4. Corralada de la calle Sillerías, cuyo pavimento ha sido recientemente intervenido.
  5. Casa nº 13 de la calle Nueva (Construidas en la 2ª mitad del s. XVI).
  6. Casas del Obispo de Plasencia (s. XV) y de los Martínez en la calle Parra.
  7. Matadero Viejo (finales del siglo XV), edificio fabril en peligro de ruina y catalogado fuera de la zona de protección del casco histórico.
  8. Casa de los condes de Valdelagrana
  9. Casas de los Orozco-Saldaña en el camino de Garciaz
  10. Casa de los Sanabria, segregada y en lamentable estado de conservación.
  11. Iglesia de San Andrés en el cementerio, en la que se conserva todavía un magnífico repertorio iconográfico esgrafiado.
  12. Ermita de Santa Ana, situada entre la Cañada Real Leonesa-Occidental y el Camino Real a Sevilla, zona de especial relevancia dentro del paisaje urbano trujillano, hoy colmatada con cobertizos para ganado vacuno e inmuebles fabriles.
  13. Convento de franciscanos alcantarinos de la Magdalena, segregado y empleado en la actualidad como cobertizo
  14. Ermita de Loreto y basílica mozárabe, situadas junto a la Puerta de Coria.
  15. Callejas y cañadas que rodean la cerca amurallada, algunas de las cuales cercan espacios de gran valor arqueológico que pueden ser destruidos con el trazado urbano de la nueva autovía Trujillo-Cáceres.
  16. Pinturas rupestres de tipo esquemático (época protohistórica) del Pradillo.
  17. Entorno de las plazuelas de Burgos y del Azoguejo, donde aún son visibles importantes edificios civiles de los siglos XVI y XVII, muchos de ellos parcialmente reformados o destruidos en los últimos diez años.
  18. Ermita del Reposo en el ábside de la parroquia de San Martín. Tiene un magnífico conjunto de motivos ornamentales esgrafiados de finales del siglo XVI, además de una hornacina e imagen de Nuestra Señora también de ese siglo.
  19. Antigua calle de Olleros, situada en las traseras del palacio de la Conquista
  20. Palacio de los Orellana en la plaza Mayor: interesante conjunto civil con repertorios esgrafiados; elementos ingenieriles y excelentes muestrarios de cortes de piedra en escaleras de caracol en usillo, troneras, etc.
  21. Casa nº 1 de la calle Tintoreros en cuyo interior se hallan los restos de la Ceca Trujillana. Destacan sus bóvedas de medio cañón y sus puertas en rincón y esquina y en viaje.
  22. Conjunto cerámico de Nuestra Señora realizado en Talavera a mediados del s. XVI, emplazado en lo que actualmente es el restaurante Chíviri en la calle Sillerías. Edificio en el que destacan también sus forjados de cintas y saetinos, su portada principal y la panda de un claustro no concluido.
  23. Numerosos escudos de la ciudad, que debieron pertenecer a edificios municipales como los hallados en la zapatería Trenado o en la casa de la calle del Pavo.
  24. Conjunto de pinturas y motivos ornamentales barrocos de la iglesia de San Francisco y de la Sangre, estos últimos ejecutados por los maestros Pentiero y Sebastián Prieto autores de la decoración de la Sacristía de del Monasterio de Guadalupe.

LA MEMORIA ROBADA: BIENES PARCIALMENTE DESTRUIDOS O QUE HAN DESAPARECIDO DE LA CIUDAD.

  1. Iglesia de la Sangre, segregada, transformada y parcialmente destruida a mediados del s. XX.
  2. Busto romano de mármol hallado y perdido en el convento de las Jerónimas.
  3. Laudas sepulcrales, estatua orante del s. XVI (vendida a un anticuario de Mallorca) y puerta principal del templo conventual de San Pedro.
  4. Libros de Fábrica de Santo Domingo y Protocolos notariales referidos a la estancia de Fray Gabriel Téllez en el Convento de la Merced, desaparecidos o robados hace menos de una década.
  5. Tabla hispano-flamenca y ajuar argénteo de la parroquia de San Martín.
  6. Tres tablas del Altar Mayor de Santa María pertenecientes a la mano de Fernando Gallego y a la de artista de su taller.
  7. Puerta principal de madera del convento de La Merced (destruida durante las obras recientes de acondicionamiento del edificio como Museo del Queso y el Vino).
  8. Pavimentos y solados simbólicos de la plaza Mayor realizados por Valcárcel.
  9. Conjuntos cerámicos de la torre del Alfiler, de los tipos llamados de recorte y de cuenca y arista (ss. XV-XVI)
  10. Revestimientos de cal esgrafiada del palacio de Santa Marta
  11. Suelos y pavimentos de granito del Azoguejo y la calle Gurría.img2

Plaza Mayor tras la intervención de 1960

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Paseo Ruiz de Mendoza a comienzos del s. XX y en la actualidad

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Torre de Alfiler antes de su parcial destrucción y con el escudo nuevo de azulejería


NOTAS:

[1] RUSKIN, John, Las siete Lámparas de la Arquitectura, Cuadernos de Restauración V, cuadernos del Instituto Juan de Herrera de la Escuela de Arquitectura de Madrid, Madrid, 1998, p., 13.

[2] En este sentido, aquellos intelectuales promovieron la defensa del paisaje y del conjunto histórico de Trujillo de un modo global como un todo coherente, adelantándose así a los principios defendidos años después en el artículo 3º de la Carta de Nairobi de 1976.

[3] A.M.T. 6 de febrero de 1964. Carta firmada por el director general de Bellas Artes, don Gratiniano Nieto

[4] A.M.T. 3 de febrero de 1969.

[5] Carta de Venecia de 1964. Hemos utilizado el texto publicado por el Instituto Juan de Herrera de la Escuela Técnica superior de Arquitectura de Madrid.

[6] Sobre las intervenciones ejecutadas en estos dos edificios véase nuestro trabajo: SANZ FERNÁNDEZ, Francisco, “El paisaje urbano trujillano en el siglo XX (1940-1980). Intervenciones en el patrimonio histórico-artístico”, Mérida, Ciudad y Patrimonio, Revista de Arqueología, arte y urbanismo, nº. 6, Mérida, 2002, pp., 367-383. Cfrs. etiam, FERNÁNDEZ MUÑOZ, Yolanda, “Evolución y restauraciones sufridas en el castillo de Trujillo durante el siglo XX, Norba-Arte, XX-XXI, Cáceres, 2000, pp., 155-157.

[7] A.M.T. 26 de marzo de 1963.

[8] RIVERA BLANCO, Javier (2001), De Varia Restauratione. Teoría e historia de la restauración arquitectónica, R&R, Restauración & Rehabilitación, Valladolid, 2001, pp., 188-190.

[9] La convención para la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de la UNESCO, celebrada en París el año 1972, sugiere acerca de los deberes de políticos, civiles y gestores sobre la conservación del patrimonio que estamos “obligados a identificarlo, protegerlo, conservarlo, rehabilitarlo y transmitirlo a las generaciones futuras”Cfrs. CASTILLO, M. Ángel et alter (2000), Ciudades Históricas: conservación y desarrollo, Visor, Madrid, 2000, p., 168.

[10] No obstante, entendemos que no todos los principios emanados de las cartas de restauración – Cartas de Atenas, Venecia, del Restauro, Parías, Ámsterdam, Nairobi, Toledo, Ravello o Cracovia – se han mostrado eficaces, si bien los textos más recientes solventan algunos de los errores planteados en los primeros postulados.

[11] Esta execrable moda que poco o casi nada tiene de tradición histórica entre las técnicas constructivas de tipo civil llevadas a cabo en el alfoz trujillano, al margen de estructuras militares y arquitecturas populares, es hoy el paradigma de los falsos rústicos. Día a día comprobamos como en muchas construcciones trujillanas del siglo XIX, los muros interiores y de fachada son picados y descortezados -pensemos, por ejemplo, en el interior de Pillete, en la plaza Mayor-, desprovistos de sus morteros originales de cal que los protegían de humedades, arenizaciones y exfoliaciones. En otras ocasiones, el picado de la fachada se reduce exclusivamente al zócalo, manteniendo los revocos en las restantes plantas, cuales son los casos de las casas de los Pérez Aloe en la calle San Antonio o en la Casa de los Barbado en la plaza de la Encarnación, lo que genera estampas inauditas con dobles lecturas que intentan combinar la elegancia y sencillez de nuestra arquitectura decimonónica con ciertos resabios neorústicos y populares, que imitan modelos y maquetas decorativas de una mala revista de interiorismo.

[12] La declaración de la ciudad como Conjunto Monumental e Histórico Artístico tuvo lugar el año 1962. Véase el documento guardado en el A.M.T. leg., 1918/5.

[13] Acerca del cromatismo de la plaza mayor véase nuestro trabajo: SANZ FERNÁNDEZ, F., “Las casas principales de Hernando y Francisca Pizarro. Del documento escrito a las miradas intangibles”, Actas de los XXXIII Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2003.

Oct 011978
 

Eleuterio Sánchez Alegría.

Con ciertas ciudades se produce idéntico fenómeno al de las novias, al menos de la primera que causó un sentimiento más entrañable. Parece que surgen no pocos parecidos. Es posible que en todo esto haya mucho de subjetivo. No podemos negarlo. Con todo, en no pocos casos se dan afinidades de común origen, coincidencias de lugares estratégicos y técnicas similares de planificación y estructura de determinadas poblaciones. Las mas de las veces idénticas circunstancias históricas y unas mismas influencias estéticas en una región o nación pueden ser la base de semejanzas insospechadas.

Sin ir más lejos, he de confesar que quedé estupefacto, cuando en la primera decena de julio del pasado año visité Oxford y observé que la piedra de los muros de algunos Colegios, sus espléndidos y famosos «Colleges», era dorada exactamente como la de nuestros centros universitarios y palacios de Salamanca. Le hice notar mi extrañeza a la documentada guía Ivanna -una erudita italiana afincada en Londres- y me replicó que efectivamente así era, porque a 30 kms. de allí existía una calidad de piedra de estas características, pero que me hacía constar que desde luego era bastante menos consistente que la salmantina de Villamayor, según le habían atestiguado y personalmente ella había comprobado en su visita a nuestra no menos célebre ciudad universitaria.

Épocas no muy distanciadas, unos mismos objetivos y fines docentes obligaban a unas construcciones similares, pero he aquí que una circunstancia imprevista, la de piedra dorada, colmo la semejanza entre estas dos famosas ciudades universitarias.

I

Pues bien: coincida o no coincida con la apreciación de otros, he de manifestar que cuantas veces he visitado Ibiza me parece que estoy en Trujillo, tan pronto como diviso aquella formidable masa de su encaramado barrio antiguo de la Peña, coronado por un extenso recinto fortificado que sobre la rocosa colina construyera el ingeniero italiano Juan Batiste Calvi, por encargo del emperador Carlos V. ¡Magnífico heptágono irregular flanqueado de siete bastiones! Una inscripción con el escudo de armas de España nos declara que la obra se remató bajo el reinado de Felipe II, en el año 1585.

Al pisar aquellas empinadas y muy angostas calles, de losas y cantos pizarrosos, surge por fuerza el recuerdo hermoso del recinto trujillano, también «conjunto histórico-nacional». Aunque en Ibiza se agudiza el problema, al aparecer numerosas callejuelas que se entrecruzan en la misma roca, adaptando el sistema de escaleras. Recuerdo que atrochando por una de estas salidas que más bien parecen trampas, abordé la muralla y sin saber como me vi ante la «Portella», de tanto sabor árabe. El conjunto de humildes casas bien blanqueadas evoca naturalmente el recuerdo de la viviendas de tierras del Sur, Andalucía y Extremadura, en donde esta nota de llamativa blancura salta a la vista por doquier como característica de todo el litoral mediterráneo y que alcanza, no poco a un Trujillo como lugar de interferencia de hombres del Norte y del Sur en pasadas épocas. El castillo de Trujillo es buena atalaya para contemplar la inmensa planicie de su comarca, pero la acrópolis ibicenca posee el más espléndido «Mirador» en el referido barrio de la Peña, desde donde se divisa toda la isla, campo y ciudad, y el mar hasta su infinita lejanía.

Un buen numero de habitantes algo aproximado en época normal y un buen puñado de hombres muy valientes, destacándose entre todos Vara del Rey, el héroe de la batalla de Caney, réplica de Francisco Pizarro, acaban por acentuar cierta semejanza con nuestra ciudad de Trujillo, gran plataforma lanzadora de hombres intrépidos a tierras americanas.

II

En el otoño de 1976, con ocasión del IV Congreso Nacional de Escritores de Turismo en la Costa del Sol, visitamos ante todo Málaga y una vez más con otros colegas di un romántico paseo al declinar de una tarde muy gris y hasta lluviosa por esta suave, dulce, hechicera ciudad, a la que los griegos denominaron «Malaká» por su blandura y sensualidad.

Paseamos por su bello Puerto; contemplamos con agrado sus típicos «Cenachero» y «Bizhaguero», no dejando, por supuesto, de mirar una y otra vez a sus joviales y garbosas hembras, con flores en el pelo, y deambulando por la calle Larios, tras tomar unas copas en el «Bar Quita-penas» y en algún otro del curioso Pasaje de Chinitas, donde radicara el famoso «Café de los Cantaores», nos acercamos a la Catedral, de cuyas bóvedas exiguas a modo de parasoles y todo su interior tan armónico quedamos, en verdad prendados. Tras andar por calles atestadísimas de macetas, alcanzamos los «Jardines de Puerta Obscura»,»verdadera apoteosis vegetal»; nos detuvimos unos momentos ante la estatua de Aben Gabirol, poeta y filósofo árabe y admiramos la monumental puerta en arco de herradura del Mercado Central de Atarazanas.

Mas era obligada la visita a la milenaria Alcazaba y no la omitimos. Las circunstancias no eran aquella tarde muy propicias para mantenerse allí a la intemperie. Sin embargo, yo cuando menos procuré contemplarla desde puntos muy diversos y cada vez encontraba nuevas perspectivas: unas veces me parecía contemplar en la lejanía la Alhambra de Granada y otras estar observando la semblanza de Trujillo en la morisca fachada de esta grandísima fortaleza, con dos muy elevadas torres a base de ladrillo, que franqueaban la entrada de un gran arco de herradura y en la parte inferior bonitos jardines en lo que antiguamente fuera su Patio de armas. Este costado de la famosa Alcazaba es el que, a mi juicio, evoca el natural recuerdo del espléndido castillo de Trujillo contemplado a lo lejos desde la carretera de Mérida, con su perfecto arco de herradura y el camarín de la Virgen de la Victoria en su parte superior, pero con la diferencia de que el material de construcción en nuestra ciudad extremeña es la dura piedra de sus extensos campos.

Nada tendría de particular, pues, que la Alcazaba de Málaga hubiera servido de inspiración para este extraordinario castillo árabe, aunque de hecho ya existiera el precedente de una primitiva y formidable base romana ,a juzgar por sus vetustos y bien labrados sillares.

Creemos que hay ciudades divinas con la entera plenitud de este atributo, porque Dios lo quiso así; las predestino para serlo desde la eternidad e inspiró a los hombres para que se luciesen en aquel sitio determinado y allí concentro de manera providencial arquitecto y escultores, como si se hubiera producido una lluvia celestial de artistas. En verdad, desde el punto de vista pagano, no andaban tan descaminados los antiguos al atribuir origen divino a ciertas ciudades. Parece que había su fundamento para tal espejismo.

En efecto, los casos de Atenas, Florencia, Siracusa y otras varias ciudades griegas o italianas, al igual que los de Cáceres, Trujillo, Córdoba, Málaga, Toledo o Granada… son tan singulares que a duras penas se repiten una veintena de casos parecidos en el ancho mundo.

Pues bien, las dos veces que en mis peregrinajes a Roma he visitado Florencia he quedado estupefacto al contemplar en un barrio céntrico no muy extenso una infinitud de soberbios edificios de la mas alta calidad histórico-artística, en que surge armoniosamente la flor y nata del «Quattrocento» italiano y siglos posteriores, fecunda época creadora, afortunada para la humanidad, por obra y gracia de los soberanos Médicis.

En Florencia te encuentras que a poca distancia uno de otro se alzan el centro religioso y el centro político de la ciudad, planeados ambos por un mismo arquitecto, Arnolfo di Cambio. Como hace notar A. Storti, «de las construcciones que los componen arrancó y se desarrollo la arquitectura florentina a lo largo de dos directrices: la religiosa, aligerada por el color en función de dulcificar los ánimos, y la civil, actuada para la defensa y ofensa, articulada sobre los valores de la lógica y del raciocinio».

Todo aparece allí planificado y, por haberlo sido previamente, todo es allí tan hermoso y sublime. Es bonito el paisaje junto a las riberas del Arno; deliciosa la contemplación de la basílica de Santa María del Fiore; majestuosos cada uno de sus palacios, como preciosas cada una de sus plazas. Pero en una zona antiquísima de la ciudad, a espaldas del primer cinturón de murallas, el viajero se hallará puntualmente en el punto clave de Florencia, en que se desarrollaron los principales hechos de sus muchas vicisitudes políticas.

Nos referimos a la Plaza de la Señoría, la plaza de los grandes duques Médici. Es una plaza en forma de L, grandiosa y solemne, limitada por el «Palazzo Vecchio» y la «Loggia», por el «Tribunale di Mercanzia» al fondo y por el «Palazzo Uguccioni» en su lado mas extenso. Sus cuatro estatuas colosales, obra de geniales artistas, en plena plaza, semejan nuestros excelsos «pasos» de Semana Santa, en ciudades andaluzas, repletos de faroles y luces. En ese aspecto la «Loggia de los Lanci» resulta una verdadera exposición.

Ahora bien, tras esta alusión general a la sublime ciudad de Florencia y con referencia a Trujillo, aun reconociendo muy acusadas diferencias por las distintas épocas de los monumentos y la desproporción de categoría entre ambas ciudades, encuentro para mi unas ciertas similitudes, tal vez bastante subjetivas, pero con fundamento suficiente para evocar un recuerdo, si es que no llega a una verdadera semblanza, a unos aspectos comunes, que ofrecen la apariencia de verdad.

Confieso que en un momento emocional pueden concurrir circunstancias que hacen ver las cosas en un sentido dado, lejano de la realidad. Y efectivamente, la primera vez que visité Florencia fue con un numeroso grupo de la diócesis placentina, bajo la dirección del gran organizador de Peregrinaciones diocesanas, el canónigo D. Ceferino González, y teniendo a mi lado al ejemplarísimo párroco-arcipreste de San Martín D. Mariano Duprado (q.s.g.h.). Y por supuesto, el recuerdo constante de Extremadura y concretamente de Trujillo era algo que llevaba de manera muy entrañable muy dentro de mi.

Y de hecho sucedió que tanto la primera como la segunda vez nos alojamos en el Hotel Columbia-Parlamento (Piazza di San Firenze), cuyo egregio comedor fue el gran salón de Cortes en el periodo crítico de la Unitá Italiana, bajo la égida de Garibaldi, cuando Florencia fuera capital de Italia (1865-1871). El «albergo» era, por de pronto ,un auténtico palacio, como lo eran otros fenomenales edificios adláteres en calles estrechas al estilo de las de Trujillo, y de repente desembocar en una grandísima Plaza, cual era la de la Señoría tenía que causarme, por fuerza, un verdadero impacto. Exactamente el mismo efecto, la maravillosa impresión que causa a todo turista la repentina contemplación de la Plaza de Trujillo, cuando a través de la angostísima calle de García Paredes, ha llegado a las puertas del extraordinario Palacio de los Duques de San Carlos.

Apenas había fijado yo la vista en la fuente monumental de Neptuno («Il Biancone»),en la hermosa copia del David de Miguel Ángel, así como en Hércules y Caco de Baccio Bandinelli, cuando reparé inmediatamente en la incomparable «Loggia della Signoría», de gótico tardío con rasgos renacentistas, una especie de iglesia al aire libre, apta para ceremonias oficiales, y hoy en día repleta de bellas esculturas de famosos artistas. Sin tener que reflexionar nada, al punto evoqué el soberbio palacio de estilo italianizante y resabios góticos en su crestería del marqués de San Juan de Piedras Albas en la Plaza Mayor de Trujillo. Y no hice mas que girar a mi derecha y contemplé con rendida admiración el monumento ecuestre del gran duque Cosme I de Medicis, obra de Juan de Bolonia, con su gordo y bien lucido caballo y príncipe florentino con talante flamenco. Inmediatamente lo relacioné con la fantasmal figura ecuestre de nuestro Francisco Pizarro, el auténtico guerrero de Trujillo, con su casco al estilo del bárbaro Atila, infundiendo pavor a los indios del Perú, a quienes pulveriza y somete definitivamente.

Pero es que además el gallardo palacio de Hernando Pizarro, marqués de la Conquista supone y es ciertamente para Trujillo lo que el «Palazzo Vecchio» es para Florencia. Aunque edificados en distintas épocas y distintos estilos, ambos coinciden en que fueron construidos a manera de fortalezas y con idéntico espíritu de hinchada grandeza y señorío sobre sus paisanos. En efecto, la «Loggia» nos ofrece varias estatuas con el signo de la violencia: «Rapto de las Sabinas», «Hércules derribando, al centauro Neso», «Menelao sosteniendo el cuerpo de Patroclo», «Perseo»… y dícese que los Señores de Florencia forzaban a sus vencidos a besar las nalgas del «Marzocco», el león tendido, símbolo de la fuerza de Florencia.

Y en un parangón, en menor escala, podemos también afirmar que en Trujillo el tan flamante escudo de la dinastía de los Pizarros, -posiblemente el mejor labrado de España-, acusa vehementemente de violencias bélicas en el Perú y otras tierras del Continente Sudamericano, acusa de esclavitud a unos soberanos, acusa de la secular distinción entre amos y siervos en la antigua Extremadura y en el resto de la nación, acusa de sempiternos feudalismos y banderías en nuestra España que tanto se ha jactado de católica…

Y es que desgraciadamente la anhelada unidad entre los hombres e incluso la cacareada igualdad entre los mismos, defendida y proclamada por los comunistas, nunca ha sido posible y así nos lo atestigua la historia, repleta de hechos sangrientos. La insigne ciudad de Florencia, objeto de nuestro estudio, constituye un claro exponente de como se derrumba una floreciente Patria por culpa de aciagas contingencias políticas.

Ahí están los desafortunados sucesos de su historia medieval referentes a las encarnizadas luchas entre güelfos y gibelinos (1152-1190) y a su vez más adelante, en los finales del siglo XIII, entre güelfos blancos y güelfos negros. Más tarde, a base de combatir con ciudades rivales como Pistoya, Arezzo, Volterra y Siena, el territorio de Florencia llegará a ampliarse en gran medida y en la primera parte del siglo XIV esta ciudad figurará ya entre las primeras de Italia desde el punto de vista cultural y económico. Mas he aquí que los últimos decenios del siglo XIV se caracterizan en Florencia por los contrastes más violentos entre el «pueblo graso», es decir, la rica burguesía que rige el Estado a través de las Artes Mayores y el «pueblo minuto», alcanzando su punto álgido en el tumulto de los Ciompi, humildes cardadores de lana,(año 1370). Muy efímeramente se hace la plebe con el poder, que de nuevo vuelve a las manos de una oligarquía manipulada por los Albizi y tras una serie de alternativas en que el protagonista es el mismo pueblo, más concretamente aquel «pueblo minuto», la Señoría de los Médicis queda constituida y afianzada en la ciudad, conservando todavía las apariencias republicanas. Se sucede toda una época de esplendor; es la edad del Humanismo y del gran Arte del Renacimiento en Florencia, faro de la Cristiandad.

Por una de tantas locas reacciones del pueblo se produce la expulsión de Pedro de Médicis, sucesor de Cosme el Viejo y Lorenzo el Magnífico, para acabar volviendo al poder más adelante, apoyado por el Emperador y el Pontífice. Su gran figura fue, por fin, Cosme el-gran Duque. Y es precisamente de este famoso Medici, de quien la historia nos cuenta y los guías nos repiten que hizo retirar del frontispicio de su palacio aquella inscripción fervorosa de inspiración savonaroliana, colocada durante el famoso sitio y que diría: «Iesus Christus, Rex florentini populi S.P. Decreto electus» y que Cosme, a fin de no aparecer excluido del mando, la modificó con una fórmula un tanto ambigua. Enmarcada en un artístico monograma de Cristo, I H S, entre dos flamantes leones, ordenó poner esta leyenda con sabor bíblico: «Rex Regum et Dominus dominantium».

¡Dichosos tiempos aquellos en los que quienes mandaban eran soberanos católicos y creían que su poder les venía de Dios, que, esta muy por encima de ellos y de todos los gobernantes!

Las gentes serían mejores o peores o iguales que nosotros, pero es indudable que eran siglos de mucha fe e infinidad de lemas religiosos estuvieron leyéndose de siglo en siglo sobre blasones de emperadores y reyes, de obispos y caballeros cristianos, de instituciones múltiples. Recuerdo, por cierto, que me emocionó leer sobre el blasón de la ciudad de Londres esta invocación latina:

«Domine, dirige nos». Al igual que me cautivó en Colegios Universitarios de Oxford esta otra de «Dominus illuminatio mea». Invocaciones que, en verdad, semejan fragmentos de salmos.

Es posible que parecidos lemas abundasen en los pasados siglos en este Trujillo glorioso, pero también cristiano, en completa consonancia con las grandes ciudades de España y del extranjero, como fruto espontáneo de aquel sublime espíritu caballeresco que pervivió en la Edad Media y en la ponderada Edad de Oro.

Como muestra de ello; y colofón de este improvisado estudio, queremos tan sólo hacer constar que todavía nos queda una muy significativa y espléndida inscripción sobre la portada del airoso alcázar de los Bejaranos, cuyas dos torres, perpetuos vigías, son el testimonio perenne de la primitiva edificación. El fundador del mayorazgo, D. Diego García Bejarano, quiso distinguir a su linaje por medio de un blasón en que figura un león rampante con cuatro cabezas de dragón en negro sobre campo de oro. Pero, hombre fervoroso de la Virgen de la Victoria, estampó sobre el frontispicio de su palacio, cual si fuera todo un soberano florentino, esta invocación: «Sub umbra alarum tuarum protegenos». Si, en efecto, no muy lejos de su fortificada morada, como dos alas protectoras de la Madre de Cristo, tenía por un lado el Arco de Triunfo de la muralla y por el otro el minúsculo santuario del Castillo, con sus sendas imágenes, y naturalmente D. Diego García Bejarano, hombre devoto, contaba muy confiado con la protección de la divina Señora, del mismo modo que contaron con ella Francisco Pizarro y tantos ilustres conquistadores trujillanos.

Toda una lección histórica de fe, que debemos asimilar los hombres de hoy, de los cuales muchos se hallan tan llenos de funestas ideas de puro pragmatismo utilitario o ahítos de vanos sueños existencialistas o inconfesables bajezas de ateos teóricos y prácticos. ¡Tristes equivocados de la generación actual, librepensadores de mínima talla o libertinos incorregibles, ya muertos por su vida miserable en cuerpo y alma! ¡O tempora! ¡O mores!…

E. Sánchez Alegría
Hospitalet,15-V-78

Oct 011974
 

Eleuterio Sánchez Alegría.

«Que por mayo era por mayo cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan y están los campos en flor,
cuando canta la calandria y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados van a servir al amor»

Con estos candorosos versos se inicia el «romance del prisionero» y cabalmente era por mayo de 1955 cuando tuve mi primer encuentro con la nunca bien ponderada Gregoria Collado ¡Hallazgo muy afortunado, por cierto, conocimiento providencial de esta gran mujer, de talento singular y de corazón repleto de amor por su Extremadura!

En calidad de Inspectora de Enseñanza Primaria y en funciones de servicio había llegado a nuestro Trujillo y pronunciaba una interesantísima conferencia. Yo, muy conocedor de su fama, me persone en el local y al finalizar me disponía a saludarla. Ella, por su parte, se había apercibido de mi presencia y al observar que me removía un poco, mandó «ex professo» una persona amiga que me apresó inmediatamente, diciéndole: «Procura que no se me escape Sánchez Alegría, que quiero hablar con él» Ya se había formado también una idea de mi, a través de la prensa regional, y anhelaba conocerme, al igual que yo a ella.

Así, pues, en cuestión de segundos estuvimos frente a frente y a las pocas palabras que intercambiamos, nos comprendimos perfectamente. Me encontraba ante una hermosa y gentil mujer, con su característica morenez cacereña y su inconfundible talante extremeño, pero sobre todo con un corazón inmenso, lleno de optimismo y audacia, con una clarividente inteligencia y arrolladora simpatía, que me cautivó en verdad. Su cultura extraordinaria, su notable fantasía y sensibilidad poética y el gran amor su tierra, la heroica Extremadura, me conquistó para siempre. Mujer de profunda agudeza psicológica se percató de ello en nuestra primera entrevista privada y tal vez bien informada de mis sentimientos e ideales, me esbozó seguidamente todo el programa de acción en su Asociación «Amigos de Guadalupe» y a los pocos días tornó a Trujillo, con la sola finalidad de constituir nuestra Delegación Local sobre la base de personas relevantes de la docencia y sociedad trujillana, a quienes personalmente ella convocó a esta primera reunión y con las altas miras siempre puestas en la excelsa Virgen morena de las Vllluercas y la progresiva promoción de su inefable Extremadura…

Constitución de la delegación y nombramiento Junta Directiva

Eran las 12,30 de la mañana del día 16 de mayo de 1955. En la Biblioteca del Instituto Laboral «García de Paredes», de la que yo estaba encargado, se habían ido congregando un buen número de personas, previamente invitadas y que podrían ser posibles miembros de la futura Asociación de «Amigos de Guadalupe» en Trujillo. Sus simples nombres propios evocan ya de por sí múltiples recuerdos y facetas de la vida trujillana de aquellos tiempos: Don Juan Tena Fernández, Pbro. Archivero del Excmo. Ayuntamiento, D. Marcelino González Haba, Abogado, Delegado Comarcal de Sindicatos, don Felipe Trejo,Pbro.y Doña Adela Martí Martí, ambos juntamente conmigo Profesores del Instituto Laboral, don Juan Manuel Fernández Bernal, Abogado y Maestro, D. Paulino Azores Naharro, Maestro, Concejal y Director de Biblioteca Municipal, don Fernando Gutiérrez del Egido, Maestro y Secretario de la Hermandad de Trabajadores, juntamente con su hermana doña María Gutiérrez del Egido, Maestra, don Tomás Avila Valdecantos, Maestro así como el también Maestro Nacional don Alipio Rodríguez y una paralela representación de prestigiosas Maestras Nacionales, tales como doña María del Pilar García Peña, doña Esther Holgado Casado, doña María Poblador Sánchez, además de otro Maestro, don Santiago Navareño Díaz, y el más amable hotelero de la provincia y acaso de España, don Julio Prieto González, dueño del Restaurante y Residencia «Madrid-Lisboa».

Ante tal culta concurrencia y puntual a la cita acude nuestra ilustre Inspectora de Enseñanza Primaria, y con esa gracia femenina tan suya y con la convicción que la siempre la verdad expuso de manera clara cuál era el motivo de habernos citado a esta reunión, ni más ni menos que declararnos la finalidad de la Asociación «Amigos de Guadalupe» y su funcionamiento en Cáceres, para que en parecida proporción hiciésemos otro tanto en Trujillo colectivamente y cada cual dentro de la esfera en que actúe. Con referencia a la fundación, recordamos tres nombres claves de la Comisión Ejecutiva de Cáceres: el Rdo. P. Jerónimo Bonilla, O.F.M. su Consiliario, la propia Gregoria Collado y Ricardo Becerro de Bengoa, quienes han acertado a la auténtica entidad y personalidad a dicha asociación. Su gran propósito en términos generales, ha sido desde su inicio «el intentar por todos los medios posibles que el nombre de Extremadura vuelva a sonar en el ámbito nacional con la fuerza de antaño y procurar elevar paulatinamente el nivel cultural de nuestra región.»

Y en consecuencia con estos ideales, he aquí que en aquel momento había la sublime aspiración de erigir un templo a la Virgen de Guadalupe en Mongomo, Guinea Española, como conmemoración del pasado Año Mariano, y precisamente el Rvdo. P. Permúy, destacado claretiano, director de la revista «El Misionero», venía alentando, con más calor que nadie dicha iniciativa. Asimismo manifestó Gregoria Collado con su peculiar entusiasmo que había la intención de ofrecer el patronazgo del famoso monasterio de Guadalupe al gran Archiduque Otto de Habsburgo, legítimo descendiente de los Austrias, tradicionales protectores de Guadalupe, quienes lo convirtieron en el santuario de la Hispanidad, heredando de los Reyes Católicos su devoción a la Virgen extremeña. Se había pensado, al efecto, otorgarle el título de Vicepresidente del Consejo de Honor de la Junta Rectora de la Asociación Provincial «Amigos de Guadalupe».

Acto seguido, se procede al nombramiento de la Junta Directiva de esta Delegación Local de Trujillo y, tras breves instantes de coloquio con la Señora Collado de García Aguilera, se preconizan como Presidente a D. Marcelino González Haba, como Secretario a don Eleuterio Sánchez Alegría, como Tesorero a don Tomás Avila Valdecantos y como Consiliario a don Juan Tena Fernández. Y finalmente, se decide nombrar Presidente de Honor de nuestra Delegación Local al Ilmo. señor Alcalde de Trujillo, don Julián García de Guadiana.

Los «Amigos de Guadalupe» en pos de sus caros ideales

Apenas si había transcurrido un mes, cuando nos reunimos de nuevo los componentes de la Delegación de Trujillo, aceptando el consejo que nos dieran los directivos cacereños de señalarnos un día fijo, por ejemplo, el último jueves de cada mes y como cuota mensual mínima de cada socio dos pesetas, cuota simbólica que figura escrita en segunda Acta de fecha 30 de junio de 1955.

Una y otra vez con gran constancia y más o menos concurrencia nos reuníamos, de forma que figuran en Acta unas dieciocho sesiones, es decir, hasta el 12 de febrero de 1957, en que más o menos se produjo el colapso de la Asociación de Cáceres, por vergonzosos manejos y presiones de altas personalidades que intrigaron siempre ante el Gobierno Civil contra «Amigos de Guadalupe», en una serie infinita de ruindades, inconcebibles en gentes de cultura, y a las que volveremos a aludir más adelante. Con referencia ahora a nuestras reuniones periódicas, hagamos constar que aceptamos de buen grado el consejo que nos dieran Ricardo Becerro de Bengoa en carta escrita a raíz de nuestra fundación: «celebrad reuniones, aunque vayáis dos o tres, recordando las palabras del Evangelio: «donde os reunais dos en mi nombre, allí estaré yo con vosotros». Celebrad las y dadlas a la publicidad en «Extremadura» y «Hoy», porque así serviréis de ejemplo a otros con vuestra perseverancia y entusiasmo. Llevad «Libros de Actas», pues es muy útil, además de obligatorio. El índice de problemas locales tenedlo siempre a la vista y sed promotores de soluciones. En resumen que en Trujillo los «Amigos de Guadalupe» sean los mejores amigos de Trujillo, que en Alcántara sean los mejores amigos de Alcántara… Pizarro y Orellana o lo que es lo mismo Perú y Brasil no los descuideis»…

Nuestras comunicaciones con los Directivos de Cáceres eran continuas, intercambiando cartas y mensajes y alguna que otra visita. Y así en el Acta 3ª consta el telegrama que Presidente y Secretario redactamos y enviamos a Directivos de Cáceres y al Prior de Guadalupe, al leer en los periódicos la noticia relacionada con nuestra Asociación de que el Emmo. Cardenal Primado, Plá y Deniel, les había enviado su fotografía con una paternal dedicatoria, bendiciendo el proyecto de erigir un templo a la Virgen de Guadalupe en la Guinea Española. Más sobre todo era muy grande nuestra íntima satisfacción al saber que el Real Monasterio de Guadalupe según reciente rescripto recibido de Roma quedaba constituido en Basílica. He aquí el texto del telegrama cursado por nosotros: «Celebramos todo corazón privilegio pontificado concedido glorioso Monasterio Guadalupe, templo, hogar, solar bendito raza hispana, trono encumbrado Purísima Madre de Dios, fúlgida Estrella heroica Extremadura -Salúdanle respetuosamente Amigos de Guadalupe. Trujillo, 25 octubre de 1995 y horas 13:30.

Jornadas hispanoafricanas en Cáceres con participación trujillana.

Como un lema de Cruzados, los «Amigos de Guadalupe» se había fijado en sus bravos corazones uno bien expresivo que los personificaba a la perfección: «Frangar, non flectar», que ellos traducían por «Morir, no doblegarse», algo similar al famoso «Prius mori quam foedari» («Antes perecer que mancharse»). Y como no dejarse abatir por la frialdad e incomprensión de un ambiente tibio y atónico era el grito de combate de sus socios, he aquí que todos los años por los meses de octubre o noviembre de manera habitual y en forma solemne, a la vez que más solidaria, se concentraban unos días en Guadalupe, para el sesiones de estudió abordar los problemas extremeños y aspectos culturales, sociales y espirituales de la región.

Según datos que tengo la vista, el noviembre de 1954 se había celebrado nada menos que un Congreso Regional Mariano, bajo la inspiración de los «Amigos de Guadalupe» y en el mismo tomó parte activa precisamente el Rdo. P. Fernando R. Permúy, Hijo del Inmaculado Corazón de María, Director de la revista «El Misionero» y representante de Pontificio de las Misiones Católicas de Fernando Poo y Guinea Española. En un hermosísimo artículo Gregoria Collado nos narra de manera emocionante algo de lo que debió ser aquel enfervorizado Congreso Regional Mariano. Dicho artículo que lleva por título «Guadalupe en Hispanoáfrica», publicado en la revista «El Misionero», nº 355, de noviembre, y en «Extremadura» de 17 del mismo mes fue el tema y comentario de nuestra cuarta reunión mensual en Trujillo el día 21 de noviembre de 1955 y de dicha acta recojo ahora los conceptos más notables de nuestra insigne amiga. Gregoria Collado nos revela la formidable impresión de asombro ante el misionero claretiano P. Permúy y su expansión espiritual en el recinto del esplendoroso monasterio cacereño: «Como el cielo está sembrado de estrellas, el mundo está sembrado de Guadalupes, y hasta un Nuevo Mundo reza a Dios en español por esta Señora Morena de las Villuercas. Más para deciros esto, con ser tanto, no hubiese ya venido. He venido para deciros que está sin terminar la obra misional de España y está incompleta por tanto la Hispanidad… En ese trozo de la nueva España que se está formando en el África Ecuatorial y que se llama Guinea Española, donde hoy se vive la epopeya misional, los mejores tiempos, no hay la menor huella que recuerde, como en América, a Guadalupe y Extremadura. Ni una sola iglesia, ni una sola capilla, ni una sola imagen de esta Virgen Misionera de la Hispanidad. Extremadura como tal se haya ausente de Hispanoáfrica. La Virgen de Guadalupe tan «conquistadora» y «misionera» en América no está paternalmente presente en el Africa Española. ¡Y sería ella tan feliz entre los morenos!…

Es necesario, pues, que Extremadura haga, como tal, acto de presencia en Hispanoáfrica y que allí reinen, como en el Nuevo Mundo, la Virgen de Guadalupe y que por lo menos tenga un hermoso templo, una Misión consagrada a Ella en la Guinea Española…»

Y aludiendo a la magna jornada de clausura de dicho Congreso Regional Mariano que se verificó al domingo siguiente, con la consagración de Extremadura al Corazón de María verificada privadamente por este misionero y en la que la imagen de la Virgen de Guadalupe salió en procesión hasta los mismos umbrales del templo, lo cual únicamente se había realizado tres veces en el espacio de seis siglos, nos refiere la Señora Collado que el P.Permúy con voz muy emocionada exclamó: «Necesito de esta hoguera de hoy una centella para Mongomo. La necesito para que la gloriosa obra de Extremadura en Hispanoamérica se renueve en Hispanoáfrica».

El coche arranca y sólo podemos decirle apresuradamente «¡Adiós!»; pero él sabe muy bien que hemos querido decirle: «Cuente con la centella».

¡Y vaya si contó con la centella! Pues Gregoria, haciendo honor a su nombre griego de «vigilante», cual fiel vestal de la Roma clásica, nos soltó ya la antorcha del fuego sagrado y con un tan incomparable heraldo de Extremadura, como Becerro de Bengoa, secretario de la Asociación «Amigos de Guadalupe», no es de extrañar que, no finalizado todavía noviembre, hubieran esbozado un Programa de «Jornadas Hispanoafricanas» con las miras puestas en ensañado templo a la Virgen de Guadalupe en Mongomo. Y bien pronto nos cursaron invitaciones a los de Trujillo, quienes ya no tuvimos tiempo para improvisar nada y les prometimos asistir a alguno de los actos, como en realidad lo hicimos e incluso en nuestro honor decidieron celebrar una reunión a las 13 horas del día 23 en el «Colegio de San Antonio», bajo la presidencia del P. Bonilla, cambiando impresiones sobre problemas y aspiraciones comunes de nuestra Asociación. Allí se habló ya de la posibilidad de celebrar en Trujillo algún acto de propaganda pro templo a N.ªS.ª de Guadalupe en Africa.

El programa se cumplió en la forma ritual proyectada, pronunciando sendas conferencias Ricardo Becerro de Bengoa el primer día bajo el título de «Africa, misión de España» y el segundo día Gregoria Collado disertó sobre «Guadalupe, plataforma de la empresa africana». Caldearon el ambiente cacereño, con su oratoria brillante y convincente, y le dispusieron favorablemente para el gran día de clausura, 27 de noviembre, 11:30 de la mañana, en el cine Capitol de Cáceres. Un vibrante discurso del Rdo. P. Permúy, C.M.F., representante de las Misiones Católicas de Fernando Póo y Guinea Española, con el lema «Isabel la Católica, España y Africa» entusiasmó a los numerosos asistentes y ganó sus simpatías. A continuación se proyectó la película «Herencia imperial». Tras de lo cual, hubo unos momentos de descanso, reanudándose después con unas palabras de Gregoria Collado, si mal no recuerdo, sobre «Guadalupe, Extremadura de Hispanoáfrica». Luego de nuevo otra película: «La por tanto nada», poniendo el broche de oro unas palabras del Excmo. y Rdmo. Sr. Obispo diocesano, Dr. Llopis Iborra. Con verdadero éxito y brillantez se habían conseguido los objetivos propagandísticos pro templo en Mongomo a la Virgen Morena de las Villuercas.

No contentos con eso, los «Amigos de Guadalupe» de Cáceres ya se disponían a celebrar acto parecido en Badajoz el 11 de diciembre y nuestras gestiones en Trujillo ya estaban hechas para celebrarlo también en el Teatro Gabriel y Galán el día siguiente 12, fecha oportuna por ser la festividad de la Virgen de Guadalupe en México, cuando la Vocal de Propaganda Gregoria Collado nos telefoneó primero y luego confirmó por carta que todo se aplazaba pues el P. Permúy, alma de esta propaganda oficial, a su regreso a Madrid, había sido nombrado Superior de una casa de París y habría de tomar inmediatamente posesión de su cargo.

Los «Amigos de Guadalupe», entusiastas propagandistas de grandes ideas

Fieles a nuestras consignas y consecuentes con nuestros ideales, los «Amigos de Guadalupe» tanto en Cáceres como en Trujillo, decidimos seguir defendiendo cuanto creíamos de buena fe ser la verdad y justicia en cada caso, así desde el punto de vista religioso, social y patriótico como en el aspecto cultural y turístico de nuestra noble Extremadura. Y hace constar en el acta de nuestra sexta sesión de 26 de enero de 1956. Y al efecto, nuestro catolicísimo Presidente don Marcelino González Haba, inició una campaña en torno al monasterio de Guadalupe con genuino carácter Mariano, mientras que yo, hacia otro tanto en la prensa regional e incluso en la revista del Instituto «Semilla» había iniciado una sección sobre el «Valor turístico de Extremadura», en los primeros meses de 1995, y que continúe ya en todos sus números. Nuestra ilustre amiga la señora Collado me escribió una amable carta en que me felicitaba sinceramente por esta serie de artículos y me instaba a que así como había elogiado al pintor catalán Bernardo Ylla en su exposición de pinturas sobre Trujillo (HOY, 5 de enero de 1956 y «SEMILLA»,dic. 1995-ene 1956), no dejará de hacer lo mismo con Solís Avila, egregia figura de Extremadura. Por supuesto que así lo hice y publiqué mi entrevista en «ALCÁNTARA», en fecha que ahora no puedo precisar ni puedo buscar en mi Biblioteca. Cumplir igualmente sus otros encargos y muy pronto redacté un esmerado artículo sobre la «RUTA DE CONQUISTADORES» y otro de alto tono sobre el «I Centenario del Casino de Trujillo», aparecidos ambos en «HOY», de Badajoz, lo cual constituyó el tema de la octava sesión de 31 de marzo de 1956.

Gregoria Collado era una entusiasta de Trujillo y en una de sus interesantes cartas me solicitaba unos datos sobre María Escobar, esposa de Diego Chaves y notable mujer que fue la primera que sembró trigo en el Perú y fue elogiada oficialmente por su extraordinaria labor de colonización. Igualmente quería unas amplias noticias de Nuflo o Nuño Chaves, fundador de Santa Cruz en Bolivia y me encargaba fuera a consultar, si fuera preciso a don Juan Tena. Tenía sumo interés, pues casualmente había entablado amistad con un prestigioso Profesor de Sucre, grande voto por cierto de la Virgen de Guadalupe. Su extensa carta de alguno de febrero de 1956, llena de sugerencias, terminaba pidiéndome una nota en que le especificara «Cómo se educaban en Roma las jóvenes de alta sociedad». Satisfice yo cómo pude todos sus encargos y me dio las gracias, muy complacida.

Nuestros animosos compañeros de Cáceres no cesan de sus actividades y aquí que en estos primeros meses de 1956 evitaron un folleto con el título «El Movimiento de Unión Latina en Extremadura», en que se destaca la gran figura del arquitecto lusoromano Cayo Julio Lacer, constructor del Puente de Alcántara en la época del emperador español Trajano. Con dichas ideas va vinculando el propósito de inaugurar en octubre la cartera «Roma» en Guadalupe e invitar a ello al P. Mircea, Director de la Misión Católica Rumana en España, como así se verificó en el I Ciclo de Conversaciones Extremeñas.

Los «Amigos de Guadalupe» en Cáceres en enero de 1956 no dudaron en solicitar al capitán de la motonave «Guadalupe» la instalación de una hucha para recoger donativos para el templo de Guadalupe en la Guinea Española entre los pasajeros de la misma. Pero creemos que ante todo debemos destacar su organización de la «Semana de homenaje a Menéndez Pelayo» del 22 al 29 de abril, y a los que llegamos como invitados a la primera de dichas conferencias con motivo del I Centenario del nacimiento del eximio polígrafo Presidente y Secretario de Asociación de Trujillo. Para dar sumo realce al acontecimiento fue invitado y vino a Cáceres el General don Jorge Vigón, jefe de la Defensa Pasiva de España, y hecha la presentación del orador por Becerro de Bengoa, pronunció su interesantísima conferencia «Menéndez Pelayo, guía de España». El salón de actos de la Diputación estaba bastante lleno, en atención a tan alta personalidad y además aquel día 22 de abril era domingo.

Y para que se vea a que los «Amigos de Guadalupe» siempre estaban dispuestos a la continua actividad y tenían una muy amplia visión de las cosas que afectan a Extremadura y no querían desaprovechar ninguna circunstancia propicia, haré notar que en la Junta General del 25 de septiembre de 1956, presidida por el Delegado Provincial de Información y Turismo, Vicepresidente de nuestra Asociación, don Narciso Maderal, ya se habló de las gestiones realizadas para solemnizar el IV Centenario de la muerte del Emperador Carlos V en Yuste, hecho que no tendría lugar hasta el 21 de septiembre de 1958. Sus ideales les hacían volar muy lejos, muy lejos…

En Cáceres como en Trujillo los «Amigos de Guadalupe» fuimos los mejores colaboradores. Un buen ejemplo lo dimos públicamente con motivo de la Consagración de Extremadura al Inmaculado Corazón de María y todos lo recordaréis. A mi puerta llamó el día 8 de mayo de 1956 un Misionero claretiano que me conocía y era nada menos que el eminente teólogo P. Joaquín Mª Alonso y me expuso su idea y yo le ofrecí todo mi concurso y el de la Asociación. Luego partió para Cáceres. Tras él vinieron otros más y el acontecimiento se fue preparando y culminó en Cáceres el 16 de septiembre en el Cine Norba y en Trujillo el día 23 en el Teatro Gabriel Galán, siendo protagonistas nosotros don Marcelino González Haba y yo, con el Rdo. P. Evaristo Riol, C.F.M., Alcalde don Julián García de Guadiana y Sr. Arcipreste don Mariano Duprado. Así contribuimos de manera eficaz a la gran Consagración regional en Guadalupe. Cumplíamos en lo que podíamos como buenos, consecuentes con nuestros ideales…

Oct 011971
 

Juan Moreno Lázaro.

Muchos historiadores trujillanos hablan de este magnífico edificio, y de sus vicisitudes: Acedo, en la «Guía de Trujillo»; D. Clodoaldo en su obra «Solar de Conquistadores», y hasta el anticlerical Ramos Sanguino, autor de la «Historia Cómica de Trujillo», le dedica satírico capítulo. Pero quien da más extensos detalles de sus transformaciones es, sin duda, don Juan Tena Fernández, como habéis podido comprobar cuántos hayáis tenido la fortuna de leer su documentado libro «Trujillo histórico y monumental».

Por él sabemos que los dominicos, que ya tenían otra casa más antigua en Trujillo, se trasladaron en 1489 al nuevo monasterio, edificado sobre terrenos cedidos por el Ayuntamiento. Y sabemos que del nombre del convento nació el de la calle en que está situado, y la plaza que tenía enfrente, que se llamó de la Encarnación hasta 1908, en que se le dio el nombre de Ruiz de Mendoza y Velarde, luchó contra los invasores franceses en Madrid, y vino a morir, herido, en esta histórica ciudad.

En 1489 pudo ser el traslado oficial autorizado por bula Pontificia. Pero debió tener vida y existencia anterior, pues ya en 1484 concedió la Reina Católica al monasterio determinados privilegios, confirmados después por Carlos I en 1527, y Felipe II en 1561.

El Ayuntamiento trujillano contribuyó con generosidad en varias ocasiones a la construcción del convento y de la iglesia, sobre los que, por ello, tuvo derecho de patronato. Sin embargo, en 1492 el Concejo limita a los 88 pasos en cuadro cedidos en principio la superficie edificable, ya que, al parecer, hubo intento de sobrepasarla.

Hemos de notar que estos finales del siglo XV y principios del XVI coinciden con el descubrimiento y conquista de América. Y tanta pujanza debió tomar el monasterio, que ya en 1530 sale del fray Vicente Valverde como Superior de otros cinco dominicos que con él acompañan a los hombres que Pizarro llevará a la conquista del Perú, llegando fray Vicente a ser, como sabéis, el primer obispo de Cuzco.

Otro dominicos famoso de la época fue el trujillano fray Diego de Chaves, confesor primero del Príncipe Carlos, de la reina Isabel de la Paz luego, y por último del rey Felipe II junto a él destaca fray Felipe de Meneses trujillano también, catedrático de la Universidad de Alcalá, escritor, y Prior de los conventos de Toledo y Segovia.

A principios del siglo XVII -1604 concretamente- el obispo González de Acevedo dota con 10.000 ducados una cátedra de Teología y Moral. En el año de 1619 (29-V) tuvo lugar la visita de Felipe III a la ciudad, y en aquellas fechas se fundó la cátedra de Arte y Estudios Generales, cuyos beneficiosos efectos se hicieron sentir pronto en la ciudad, por el provecho que de ella obtuvieron los trujillanos y numerosos alumnos de la comarca.

En 1706, el Ayuntamiento de Trujillo acuerda conceder a los dominicos autorización para acercar un extenso terreno al sitio del Humilladero y Fuente Juana, cercado que entonces se llamó el Olivar de los Frailes, nombre con que aún se le conoce.

En 1733, el obispo Laso de la Vega compra unas heredades, estableciendo sobre ellas rentadas para sostenimiento de la cátedra de Artes. Este obispo, textó en Trujillo, donde murió y fue enterrado, habiendo terminado a sus expensas la iglesia donde reposan sus restos, recibiendo sepultura al pie del altar mayor del Convento de la Encarnación.

Con tan insignes y generosos bienhechores, el convento llegaba al cenit de su prosperidad, y de ella se beneficiaban los trujillanos que a su sombra se formaron, aunque los acontecimientos del siglo siguiente habían de tirar por tierra gran parte de este provecho.

Llegamos a 1809, y con él a la venida de los franceses. Algunos historiadores relatan que el 5 de marzo de aquel año, habiendo salido huyendo esta Comunidad, que entonces era de 26 religiosos, fue destrozada esta Casa por los enemigos, saqueando su templo, quemados sus altares y holladas las sagradas imágenes, después de dar muerte al Prior que se negó a abandonarla.

No soportaron mejor en 1811 los ingleses, que lo convirtieron en cuartel, llevándose hasta las rejas de sus ventanas. Y aún que los frailes volvieron de nuevo al convento en 1814, poco les duró la estancia. Pues en 1820 el comisario político de Badajoz reclamaba la extinción y reforma de los frailes, y en 1836 se decretaba por R.O. la expulsión de los religiosos del convento, subastándose de sus bienes, por cuya venta se obtuvieron 56.000 reales, comprendidos iglesia y convento.

Y así terminó la vida de los dominicos en Trujillo, aunque seguimos relatando las vicisitudes del edificio, que en el año de 1888 compró el Concejo trujillano en 40.000 pta, para la instalación de uno de los cuatro colegios preparatorios militares creados por el general Casasola.

Arreglado el edificio en el breve espacio de seis meses, al año siguiente se inició su funcionamiento como Colegio Preparatorio Militar, con auténtico provecho para los trujillanos de la época que siguieron la carrera de las armas, algunos de los cuales llegaron a ser Jefes del Ejército español, que conocimos en nuestros días, como el comandante Mediavilla, o el Teniente Coronel de Estado Mayor Don Felipe Fernández-Durán, Fiscal del Tribunal Supremo de Justicia Militar.

El beneficio del C.P.M., tampoco fue duradero. En 1902 el general Weiler suprimió el Centro de un plumazo, y con el las enseñanzas que los trujillanos recibían, que no se limitaban a la preparación para la carrera militar, ya que también impartían enseñanza de bachillerato, aprovechada por quienes no habían de seguir la carrera de las armas.

Y así volvieron a ver los trujillanos muerto y desolado el magnífico edificio, que en el primer cuarto del presente siglo estuvo abandonado, y dedicado a los más bajos fines: Esquiladero de ovejas, casa de vecinos, garaje, etc… Solo un vago recuerdo conservo de lo que era este edificio antes de 1921. Pero puedo asegurar haber visto su hermoso templo convertido en taller de cerrajería, y de mecánica cuando llegaban a Trujillo los primeros vehículos de tracción mecánica.

Por fortuna, la Providencia le deparaba ser destinado a más elevados fines. Trujillo tuvo la suerte de que la iglesia y parte de lo que antes había sido Colegio Preparatorio Militar, lo comprara la benemérita dama doña Margarita de Iturralde, a fin de fundar un colegio para enseñanza de niños.

Quizás resulta curioso señalar aquí que la caritativa señora fue de posición económica modesta. Tuvo una hija bellísima que casó con el acaudalado señor don Mariano Quijano, quien murió joven dejando a su esposa cuantiosa fortuna, condicionada a establecer con ella unas fundaciones benéficas si moría sin sucesión.

Falleció pronto también la bella esposa, y vino a quedar dueña de esta enorme fortuna la bondadosa doña Margarita, ya viuda, y casi anciana.

Esta caritativa señora tuvo prisa por cumplir las disposiciones testamentarias del yerno, y entre otras importantes fundaciones, que no detallo por no hacer excesivamente largo este trabajo, compró el antiguo convento de la Encarnación, fundó el Colegio, y encomendó la agencia a los Agustinos.

La estancia de los Agustinos en Trujillo duró menos de un cuarto de siglo. Pero la labor educativa por ellos realizada, perdura a través de los años; ya que la enseñanza de gratuitamente impartieron en este centro docente, permite que uno de aquellos alumnos escriba y lea ante vosotros el presente trabajo, que quiero sea homenaje sincero, y expresión de mi gratitud a cuántos de alguna manera participaron en mi formación.

Corría el año 1921 cuando las clases se inauguraban. Entonces yo, que Dios mediante, cumpliré hogaño los 60, tenía nueve años, y tuve la fortuna de ser uno de los primeros muchachos que se inscribieron entre los 200 alumnos admitidos en aquel curso, que empezó en plena primavera.

De buena gana citaría a todos y cada uno de los Agustinos que pasaron por Trujillo, y aquí ejercieron su fecundo apostolado. Pero, coincidiendo con el pensamiento de don Francisco Fernández Serrano, sólo diré que fue una Comunidad que laboró con entusiasmo por cumplir los elevados fines de la benéfica Fundación, lográndolo tan plenamente, que la gratitud de los trujillanos perdura a pesar de los muchos años transcurridos.

Aquellos benditos religiosos se encargaron durante 20 años de la educación de los niños de Trujillo. Y tanto entusiasmo y amor derrocharon en la tarea formativa, que, cuando tras los años de la República, estalló el Movimiento Nacional, habíamos pasado por allí más de 1000 muchachos educados en el temor de Dios, el amor a la Patria, y el cariño al prójimo.

Con este bagaje y una excelente formación primaria, sorprendió el Alzamiento a este millar de muchachos, y ellos fueron el valladar dispuesto por la Providencia para salvar a Trujillo de los horrores de la guerra, que llegó hasta Mérida por el sur; hasta Navalmoral por el Norte; a Guadalupe por oriente, sin dejar de salpicar algunos puntos más próximos, como Miajadas y Villamesías, por ejemplo hasta los que llegó el ejército rojo ya entrado el mes de agosto del 36.

Durante los tres años de guerra civil española, de este millar de muchachos, uno se encontraron muerte gloriosa en los campos de batalla; otros alcanzaron el grado de oficiales en el ejército de Franco; muchos fueron suboficiales o clases de tropa, y todos cumplieron como buenos al ahora de la verdad, aunque no faltaron leyendas de que alguno encarnó la persona del célebre «Campesino», quizás sin otro fundamento que la coincidencia de nombre y apellido de un antiguo alumno con el renombrado jefe rojo.

Y estamos acabando ya la historia del que fue Convento de la Encarnación. Durante la guerra, el edificio quedó convertido en Hospital de Sangre desde los primeros meses. Cuando terminó esta, los Agustinos renunciaron a la regencia del Colegio, porque, con tantos frailes, habían matado los rojos, no les quedaba suficiente personal para atender al resurgimiento de las numerosas casas que la Orden de San Agustín sostenía en la nación española, y el colegio permaneció un año cerrado.

Hubo muchas dificultades para la reapertura. Aunque sea de pasada, quiero mencionar los esfuerzos del actual Vicario de la Diócesis de placentina para abrir el Colegio. Por fin, se logró que los Hermanos de las Escuelas Cristianas se hicieran cargo de la benéfica Fundación, y ellos se encargaron de cumplir sus fines, habiendo celebrado ya las Bodas de Plata de su llegada a Trujillo, en cuyas fiestas tomaron parte más de 2000 muchachos por ellos educados, dando testimonio de la fecunda labor realizada por los discípulos de San Juan Bautista, a los que Trujillo tanto quiere.

Pero tanto cambian los tiempos como los vientos. Aquella Fundación, que en principio fue generosamente dotada en lo económico por doña Margarita, poniendo a renta una fuerte cantidad con cuyos intereses del Colegio pudiera sostenerse, como el capital fundacional fue constituido en Títulos de la Deuda, cuyos intereses no aumentan, los ingresos del Colegio van perdiendo capacidad adquisitiva a medida que aumenta el coste de la vida con el paso de los años, y cada vez se encuentran más dificultades para su sostenimiento y desarrollo, dificultades que llegarán a hacerse insuperables, si Dios no lo remedia.

Quienes hemos recibido educación en este Colegio, donde también se han formado nuestros hijos, deseamos de todo corazón que estas dificultades tengan una solución rápida y satisfactoria, para qué el Convento de la Encarnación siga siendo el lugar donde reciban adecuada formación los hijos de Trujillo.

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