Oct 011984
 

María Murillo De Quiros.

Interesada por averiguar datos de nuestros antepasados, especialmente por uno de los que acompañó a Pizarro, natural del entonces arrabal de Trujillo denominado Centenera, pregunté al ilustre extremeño amigo, archivero en el Archivo de Indias. Me dijo que a él le estaba prohibido buscarme esos datos, que fuera yo a buscarlos y me animó tanto, que me decidí a ir. Y entré a investigar en el Archivo de indias con desconfianza en mi misma, temerosa de no sacar nada en limpio; pero a medida que fui metiéndome en aquel maremagnum de papeles mi desconfianza y mi temor se convirtieron en entusiasmo, admiración y asombro al irme adentrando, a través de los viejos legajos en las vidas de tantos extremeños que, a pesar de haber nacido tierra adentro, tuvieron redaños para embarcarse en aquellas frágiles naves y cruzar todo un Océano para ir a descubrir, conquistar, poblar y evangelizar un Mundo Nuevo, con el gran bagaje de nuestra lengua y nuestras costumbres. Muchos llegaron; pero ¡cuantos quedaron en el camino! por enfermedades, naufragios, hambres, luchas con los indios, etc., etc.

He ido al Archivo durante dos temporadas, porque allí no se puede ir con prisas ni contando los días y las horas y pienso volver (D.m.) quitando el tiempo a mis quehaceres. Como quien tira de los cabos de una gran madeja de hilos partidos y enredados, he ido sacando infinidad de datos interesantísimos, no sólo de los personajes principales que todos conocemos y sabemos que su participación en el descubrimiento fue importante e indiscutible, sino de otros muchos hombres y mujeres de Trujillo y su comarca que figuran en el catálogo de Pasajeros y que tuvieron una notable intervención aunque lo hayamos ignorado en Extremadura, porque no hemos hecho nada para enterarnos de su existencia. Por ejemplo una de mis notas: “Alonso de Trujillo dice que es natural de Trujillo e hijo legitimo de Cristóbal García y de Isabel Ortiz y que hará ocho años que con su casa, mujer e hijos, pasó a esta Nueva España y la dicha su mujer hará año y medio que falleció de la cual le quedaron dos hijos; y tiene su casa poblada con sus armas y caballo e intento de permanecer en esta tierra…”.

Tendría para escribir un libro refiriéndome solo a tres de los que partieron hacia Indias en distintas fechas y expediciones, dos naturales de Centenera: Pero Alonso de Centenera y Alonso Álvarez de Pineda; y otro, Martín de Centenera, sacerdote de allí posiblemente por haber adoptado el nombre de aquel pueblo como apellido, siendo otros los apellidos de su hermano y de su tío, que le acompañaban. Se firma al principio Martín de Centenera, como hicieron tantos otros que cambiaron los apellidos de sus padres por el nombre del pueblo del que procedían. Y aunque nacido en Logrosán como él mismo dice, sin duda no adoptó el de su pueblo porque ya había un Martín de Logrosán, fue uno de los 90 hombres que embarcaron con Cristóbal Colón en su primer viaje saliendo del puerto de Palos el 3 de agosto de 1492 y llegando a tierras de América el 12 de octubre. Volvió con Colón y no era tan culto ni letrado como Martín de Centenera. Antes de embarcarse había sido contrabandista, según la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana. Pero Alonso de Centenera, fue con Pizarro acompañándole en todas sus expediciones, encontrándose en los más arriesgados combates.

En 1534 ayudó eficazmente a la conquista de Cuzco (Perú). Fue procurador general y ocupó la alcaldía de dicha ciudad hasta su muerte en 1557. Existen datos que demuestran que fue hombre importante. En la relación de lo fundido y quintado en el Cuzco el 20 de mayo de 1535 hasta el último de junio del mismo año, dice:

“Pedro Alonso, fundó e quintó ciento e veinte y siete mil pesos de oro que reducidos por la ley que tovieron, montaron veinte y siete mil e novecientos cuarenta maravedís, de que sacados derechos, pagó de quinto cinco mil e ducientos e treinta e dos maravedís que registró el dicho tesosrero Diego de Mercado”. Y otra: “Pedro Alonso, quintó siete marcos e medio de plata, de que sacados los derechos, pagó de quintos cuatro marcos della, a dicho tesorero Diego de Mercado”.

En una ocasión que le hieren dice el cronista: “Escapóse como pudo a la población donde tenía su repartimiento de indios…».

Alonso Álvarez de Pineda, natural también de Centenera figura entre los ocho famosos navegantes descubridores de las «Rutas del Atlántico».

  • 1506.- Vicente Yáñez Pinzón.
  • 1512.- Juan Ponce de León.
  • 1517.- Francisco Hernández de Córdoba.
  • 1518.- Juan de Grijalba.
  • 1519.- Hernán Cortés.
  • 1519.- Alonso Álvarez de Pineda.
  • 1527.- Pánfilo de Narváez.
  • 1538.- Hernando de Soto.

Estos datos figuran en «Historia Gráfica de Nueva España» de José R. Benítez, editada por la Cámara Oficial Española de Comercio en México.

En esta historia se dedican algunos párrafos Álvarez de Pineda del que dice: “Descubrió leídos y territorios y al que debemos las primeras cartas de mar que se formaron de nuestro golfo de Méjico, pues es su viaje fue anotado todos los lugares más interesantes de su recorrido y aunque esas cartas tienen las incorrecciones consiguientes a un trabajo de geografía náutica hecho en forma rápida, no cabe duda de que fueron de gran interés en aquellos tiempos para conocer el litoral de lo que se llamó desde entonces Seno Mejicano”. Este plano original está en el archivo de Indias.

Martín de Centenera o Martín Barco de Centenera va a Indias en la armada de Ortiz de Zárate (este fue herido cuando mataron a Francisco Pizarro).

Trabajo y tiempo le costó a Ortiz de Zárate reunir los hombres con los que partió para el Río de la Plata. Antes habían salido seis expediciones que habían sido otros tantos fracasos.

  • En 1535 La expedición de Pedro de Mendoza, 1.500 personas.
  • En 1537 Armada de Alonso cabrera, 95 personas.
  • En 1537 Nave de León Pancaldo, 28 personas.
  • En 1540 Expedición de Álvarez Núñez Cabeza de Baca, 400 personas.
  • En 1550 Expedición de Sanabria, 300 personas.
  • En 1555 Armada de martín Orúe, 48 personas.
  • En 1572 Expedición de Juan Ortiz de Zárate, que sale con 536 hombres en cinco navíos.

Va de cronista Centenera que escribe varias cartas en a S.M. el Rey y al presidente del Consejo de Indias en las que cuenta las incidencias del viaje y las calamidades que pasaron.

Fue nombrado arcediano de la catedral de La Asunción y juez eclesiástico. Se le conoce como defensor de indios. Acompañó a Garay en que la conquista del norte durante la cual bautizó a muchos indios Nuarás. Pasó a Santiago del Estero. Tuvo la capilla de la Real Audiencia en Chuquisaca y la vicaría de Porco. Fue secretario del III Concilio de Lima en 1538. Escritor y poeta, le denominaron algunos el poeta trujillano.

Comisario del Santo Oficio en la villa de Cochabamba, entre 1585 y 1588, fue acusado y procesado por el visitador Ruiz de Prado, seguramente por no estar deacuerdo con el Teniente de Gobernador Mendieta. Al fin fue absuelto de casi todos sus cargos y condenado a privación de todo oficio de Inquisición y 250 pesos de multa el 14 de agosto de 1590. Volvió a Asunción y de allí bajó a Corrientes, Santa Fe y Buenos Aires, trayendo víveres en dos barcos cuando se anunció como posible un ataque de los ingleses en 1593.

Con el séquito del Marqués de Castel Rodrigo, cuando le nombraron Virrey de Portugal, marchó a Lisboa como capellán y allí escribió la novela “Desengaños del Mundo” y una crónica rimada denominada “Argentina”, impresa en 1602, que es de donde ha tomado el nombre la actual República Argentina. En la primera página dice: “Argentina y conquista del Río de la Plata, con otros acaecimientos del Perú, Tecumán y estado del Brasil por el arcediano don martín del Barco Centenera”. En este poema habla de la historia de Trujillo que, según él, estaba habitado por los Ricinos, a los que atacan otros denominados caribes y dice:

“… Hicieron los Ricinos grande guerra
contra aquestos caribes fuertemente,
en tiempo que no estaba edificada
la Torre de Mambros tan afamada
ni menos el alcázar trujillano
en que vive la gente trujillana”.

Al margen dice:

“Recinos en la comarca de Trujillo vivían en tiendas…”.

Y en otro verso:

“Caribes inhumanos habitaban
Y toda la comarca maltrataban… ”.

Otra estrofa:

“Ponían en angustia y en trabajo
gente con su rabia cruda y dira,
no dejan cosa buena que de cuajo,
cuando pude el Caribe, roba y tira,
a cual quitan el hijo y los haberes,
y a otras propias vidas y mujeres,
visto por los Ricinos Trujillanos
con ánimo invencible bellicoso,
contra aquellos Caribes inhumanos
formaron campo grande y poderoso,
venido este negocio ya a las manos
de entrambas partes fue muy fanguinoso…”

Sigue el poema contando las desdichas de los Ricinos que son expulsados por los Caribes de la comarca y fabrican barcas y bateles en los que apriesa muchos de ellos se embarcaron:

“Y al viento sin agujas velas dieron,
A las furiosas aguas se entregaron,
y así de Extremadura se salieron,
y a las islas que dicen fortunadas…”.

En los versos XVI y XVII relata:

“Platón escribe y dice que solía
el mar del Norte Atlántico llamado
ser islas lo más del y se extendía
la tierra desde España en grande grado,
y en tiempos pasados se veían
por tierra mucha gente, y se han llamado
las islas Fortunadas que quedaron,
cuando otras del Mar del Norte se agregaron.
Y así a muchos pilotos he yo oído,
que ha visto navegando las señales,
y muestras de edificios que han habido,
cosas son todas estas naturales
que bien pueden haber acontecido…”.

Y explica como:

“Llegando pues allí, ya reforzados
sus barcas y bateles, con gran p ío
tornándose a entregar a las hinchadas
ondas del bravo mar y su albedrío,
las barcas iban rotas, desbocadas
cuando tomaron tierra en Cabo frío,
ques tierra del Brasil yendo derecho…”.

Explica como empiezan a poblar aquellas tierras y se separan en dos tribus por haber reñido los “cabezas” que eran dos hermanos, Tupí y Guaraní porque la mujer de uno pidió a la del otro un papagayo y no dándosele «hubo pasión entre los dos hermanos» y unos que se quedan en tierras del Brasil; otros se van tierra adentro.

Y dice que por eso son tan sangrientos los combates de los Chiriguanos contra los conquistadores, porque todos descendían de esta tierra y eran duros y recios como ella.

No puedo citar a todos los que quisiera en el tiempo limitado de este trabajo; pero voy a referir un gracioso episodio relacionado con Gonzalo Pizarro, según Gutiérrez de Santa Clara. Dice así: «De como Gonzalo Pizarro dio la conducta del generalato a Francisco de Carvajal, su Maestre de Campo, contra el capitán Diego Centeno y sus aliados…” (Copio algunos párrafos):

“,,. No la faltaba a Gonzalo Pizarro para del todo acabar sus negocios en lo que tocaba a lo de arriba del Cuzco, como a lo de abajo, sino era deshacer el campo del Visorrey y de Diego centeno para que del todo quedara hecho señor absoluto de los reinos y provincias del Perú para los gobernar a toda su voluntad. Tratóse, pues entre sus capitales y consejeros la manera y forma desearía de tener en los recaudos y provisiones que se habían de dar a Francisco de Carvajal para que llevase en lo que por allá habían de hacer. Y con aqueste acuerdo le dio Gonzalo Pizarro grandes poderes, comisiones y facultades con otros recaudos eran muy necesarios para la presente jornada que habían de hacer en su nombre.

Lo que yo sé en este caso y vide, que estuve a ello presente es, que una noche los capitanes Hernando Bochicao, Pedro Carmeño, Juan Vélez de Guevara, Francisco Maldonado, que eran entonces Maestre Sala de Pizarro y alguacil mayor del Perú, y el secretario Juan Bustillo y el camarero Luis de Almao, se fueron todos juntos a casa de Francisco de Carvajal, el que los recibió muy bien. Estando en buena conversación mandaron a Alonso Martín Granado, botiller mayor, que fue llamado, que truxese una botija perulera de vino cardial y otra de vino tinto y un queso de Mallorca con dos docenas de sardinas arincadas, porque aquella noche se querían holgar secretamente. Traído este recaudo se comenzó entre los seis una buena borrachera y asentaron en una silla grande al Maestro de Campo y servíale de Maestre Sala Hernando de Bochicao, y de paje de copa era Francisco Maldonado. Y así comenzaron a le dar de beber, y ellos hacían lo mismo, que aunían lo tinto con él vino blanco porque era muy espeso, brindándose los unos a los otros y de acuerdo en cuando y desde el principio comían sendos bocados de queso y algunas sardinas. Y allí se comenzó de hablar la cosa largamente, diciendo que auían de corazón a Gonzalo Pizarro por rey de toda la tierra del Perú, y que por tal lo auían de jurar todos los ciudadanos, capitanes y los soldados, pues lo merecía muy bien y era hombre muy suficiente para ello. Y después de hecho rey que le auían de suplicar hiciese duques, condes y marqueses y otros grandes estados, porque siempre tuviese personas que le vadeasen, y que de esta manera sería señor absoluto y permanecería por siempre jamás en la tierra. Estas cosas se dijeron y otras muchas y cómo estaban ya algo calientes comenzaron a decir el alta voz, como franceses ¡viua, viua lo Roy Gonzalo Pizarro nuestro verdadero rey y señor si, par ma foy, y muera el malvado Juan Blas! que era el Visorrey, que así les llamaban sus enemigos a cada paso por escarnio que hacía del doña Catalina de Leitán, mujer del Maestro de Campo, que estaba delante a todas estas cosas, cuando vido que aquellos hombres hablaban francés, o como tudescos, dixo con gran cuita de los ver de aquella suerte bien borrachos: ¡Mirad, por vida vuestra, en que cabezas está el gobierno y el regimiento de los reinos del Perú!. Decíalo por estos seis hombres, principalmente su marido, que gobernaban a Gonzalo Pizarro y por consejo de ellos se hacía y ordenaba lo que se había de hacer en algunas partes. Todas estas cosas que dicho de brindar fue en casa de Francisco de Carvajal y pasaron en la ciudad de Lima, así como entro Gonzalo Pizarro en ella cuando bajó de la ciudad de Cuzco a oponerse a las nuevas leyes y ordenanzas que truxo el Visorey Basco Núñez de Vela”.

Eran humanos y como tales tenían sus debilidades; pero si comparamos una noche de reunión de amigos contemporáneos de la categoría de aquéllos, no podemos menos que reconocer que eran bien humildes sus manjares y sus juergas bien diferentes a las que ahora.

En la gesta más asombrosa que han llevado a cabo los hombres desde que el mundo es mundo, Trujillo estuvo presente en Nueva España, en el Perú, en Méjico, en el Río de la Plata y en tantas otras partes. Con capitanes y soldados, con clérigos y artesanos, con hombres, mujeres y niños; en la leyenda y en la realidad… y allí quedó su impronta para siempre.

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