Oct 011980
 

Valeriano Gutiérrez Macías.

A orillas del inmenso Guadiana, el río de los ojos verdes en frase del que fue ágil periodista y cronista de España, Víctor de la Serna, en el paso de Portugal, se halla situada Badajoz, población fundada por los romanos que le dieron el nombre de Batallium; en 1089 recibió el nombre de Batalayoz y fue la capital del pequeño reino moro de los Aftásidas.

Badajoz es tierra de fronteras. Plaza fuerte. Ávida de pronto y en ocasiones frondosa, Badajoz es cuna de héroes, vivero de grandes hombres y luz especial del Oeste español, en frase del ilustre escritor y comediógrafo Alfonso Paso.

Badajoz registra activa vida industrial y comercial. Sus fiestas principales se celebran en honor de multitud jubilosa del 23 al 30 de junio en torno a San Juan. Hay que mencionar las típicas romerías de Botoa y de San Isidro.

Badajoz se distingue por su carácter regional y rico y auténtico folklore, que ahora está siendo estudiado en la mayor profundidad por investigadores plenos de inquietudes.

Los gentilicios propios de esta ciudad son los que consignamos seguidamente con los que se conocen a sus recios hijos: Badajocenses, Badajoceños y Pacenses, tal vez en lo eclesiástico. También hay que consignar Badajocies.

Entre la monumentalidad de Badajoz, hay que destacar la Catedral, dedicada a San Juan Bautista, fundada por Alfonso el Sabio el año 1528; la torre del Alpendiz o de Espantaperros, que presenció la reconquista de la ciudad a los musulmanes por Alfonso IX en 1230, la Puerta de Las Palmas, especie de arco triunfal con inscripciones que aluden a Carlos V y a su hijo el Príncipe Felipe, etc.

La ciudad de Badajoz vio nacer a Serafín Asensio Vega y Muñoz el año 1836. Era hijo de Ángel Asensio Vega y de doña Estrella Muñoz.

Fue Teniente Coronel de Caballería, Caballero Laureado de San Fernando, que puso siempre de relieve sus sólidas virtudes castrenses y sobresalió por su valor en grado sumo, heroico. Ostentó el empleo de Teniente con el famoso General Prim, una de las más grandes figuras militares y estadista de la nación que tanto se distinguió en la célebre batalla de  Los Castillejos, demostrando extraordinario valor militar y personal.

Más vayamos a registrar la carrera militar y vicisitudes de Serafín Asensio Vega, que bien merece ser estudiado por cuanto encierra ya que si se ha afirmado que todas las cosas tienen su historiador, con más motivo y satisfacción debe requerirlo una figura de la reciedumbre de ésta que estudiamos.

Cursó vocacionalmente los estudios propios que le dieron la gran formación castrense que tenía en la Academia General de la imperial ciudad de Toledo. Alcanzó el empleo de Alférez de Caballería en 1853. En el ejercicio de su carrera profesional participó en la guerra de África, donde conquistó la preciada recompensa de la Cruz Laureada de San Fernando por su heroico comportamiento en la batalla de Was-Ras, que los españoles, dignamente mandados por el glorioso General Leopoldo O’Donell (1809-1867) ganaron a los marroquíes, capitaneados por Muley Abbas, hermano del Emperador el año 1860.

Asensio Vega contribuyó a sofocar el movimiento revolucionario de Loja en 1863.

Durante la guerra Carlista, prestó sus servicios en la División que mandaba el General Don Domingo Morlones y Muhillo, Marqués de Orioqueta, (1823-1891), de extraordinarias dotes de mando y condiciones de gobernante.

Habiendo sido destinado a Cataluña, Asensio Vega fue Comandante General de Valls. Venció en diferentes combates a los Carlistas. Libertó a Caldas de Montbuy y levantó el bloqueo de Villanueva y la Geltrú.

Asensio Vega, a la caída del Rey Amadeo, fue de los primeros que proclamaron el régimen republicano en Badajoz.

Cuando Asensio Vega ostentaba el empleo de Teniente Coronel y movido por sus ideas proclamó la República en Badajoz el día 25 de julio de 1882. Le secundaron los Regimientos de Caballerías Villaviciosa, de su mando y de Infantería Gravelinas. La guarnición se le unió toda. Sin embargo no recibió los apoyos de las fuerzas con las que creía contar. No le secundaron otras guarniciones.

Los golpes militares son así. Como ha dicho el agudo periodista y laureado escritor militar, José Ramón Alonso: «Eran días terribles, con la convulsión histórica de nuestra nación. Había entonces conatos  de sublevación por todas partes».

El el siglo XIX hubo en España casi cerca de 200 Ministros de la Guerra. Esto da idea de los constantes cambios que se experimentaban y también en los demás Ministerios. Producto, al fin y al cabo, de una España agitada.

A la altura en que se hallaba la Restauración, resulta muy interesante esta proclamación de la República que indudablemente respondía a unas convicciones.

Fracasado en su intento, Asensio Vega penetró en Portugal con sus tropas, no obstante la resistencia que se le opuso de donde paso a Francia.

Amnistiado, en 1891 regresó a España y fijó su residencia en La Parra, donde falleció, ya entrado el presente siglo, el día 8 de febrero del año 1905.

Entre las anécdotas que se refieren del militar badajocense, militar de fuste, hay una en la que se alude a que al proclamar la República en Badajoz ordenó colocar un centinela a la puerta del Palacio Episcopal para evitar que nadie se metiese con el Prelado de la Diócesis, lo que prueba la distinción de que le hizo objeto y el concepto que tenía de la jerarquía eclesiástica y el respeto que le merecía. Un ordenanza gritaba constantemente: «¡Viva el Herodes!», en vez del héroe.

Asensio Vega, como buen militar, era de mucho carácter y francamente enérgico. Tenía buena cabeza, no obstante sus desaciertos de los que nadie está libre. A pesar de todo, hondamente humano, Serafín Asensio Vega y Muñoz era un personaje llamativo.

Su pensamiento lo exteriorizaba en lo concerniente al régimen republicano en estos términos:

– «Insisto: Unido por la razón hasta la fuerza». Así lo exclamaba arrogante, erguido y dirigiéndose al símbolo de la República, una alegría que tenía en su domicilio, de la que se mostró siempre tan partidario y defensor.

A su regreso del exilio dio una lección soberana de su energía en la propia estación de Madrid donde fue recibido con motivo de una interperancia de que fue objeto, casi diríamos persecución que pudo costarle la vida a  no ser por sus excelentes reflejos y rápida actuación de defensa personal.

Por las ideas que mantuvo en su existencia y que pretendía con su actuación plasmar en realidad, Serafín Asensio Vega fue conocido por el sobrenombre de «El Republicano de Badajoz».

Conforme consta anteriormente, Asensio Vega se refugió para siempre en La Parra, villa badajocense, perteneciente al partido judicial de Zafra que está ubicada en las faldas convergentes de dos sierras.

El terreno es montuoso en la mayor parte con una vega cercana a la localidad.

Su iglesia parroquial -considerada como una verdadera joya- está dedicada a la Asunción de Nuestra Señora. Es un edificio sólido.

Entre las construcciones de tipo espiritual hay que incluir las ermitas del Apóstol Santiago, que servía de ayuda a la parroquia y la de San Juan Bautista que se conserva en buen estado, Santa Lucía, los Santos Mártires y San Pedro, hoy en ruinas. (Ya habló Ortega y Gasset el original pensador, ahora más de actualidad con motivo del 25 aniversario de su fallecimiento, de la lírica de las ruinas).

La villa de La Parra fue en el pasado siglo arciprestazgo. Comprendía los siguientes pueblos: Morera, Nogales, Torres, Almendral, Valverde de Leganés, Salvaleón, Barcarrota, Salvatierra, Feria, Arconera, Villalba, Solana, Albuera y Santa Marta. Esta jurisdicción eclesiástica habla bien claro de la importancia espiritual de la localidad que abordamos.

La Parra tuvo un convento de clausura de Religiosas Clarisas fundado en 1673 por Sor María de Cristo, hija del pueblo.

HISTORIA

La villa se originó al ser el único paso de Mérida a Jerez y como era tan peligroso, los templarios tenían una fortaleza donde estuvo la primera casa del pueblo, que hoy es huerta y una horca en el pico de la sierra, así llamada a sus inmediaciones.

En el año 1706 fue desenterrada una lápida de mármol, que hoy sirve de pila del agua bendita en la citada ermita de San Juan, de vara y media de alta y media de ancha, con la inscripción, que traducida, dice: «Sagrados dioses Manes: Helvia, de una familia ilustre y virtuosa, murió de edad de cuarenta años. S.T.T.L. Lucio Blayo Calpurniano dedicó este monumento a su querida madre».

La Parra perteneció al famoso ducado de Feria. Fue bastante mayor de lo que es en la actualidad. Todavía existen restos de las calles Matadero, Tralasierra y Amarguras que han sido transformadas en productivos olivares. También se conservan restos de lo que antiguamente fue Palacio de los Templarios.

El gentilicio correcto con que son conocidos los hijos de esta localidad es el de «parreños».

En este pueblo son abundantes las cosechas de cereales y aceite.

En su termino municipal se cría bastante ganado: cerda, lanar, cabrío, vacuno. También hay que mencionar la caza mayor, que supone un renglón importante en la vida económica.

Las tradicionales ferias y fiestas locales tienen lugar en los meses de mayo, agosto y septiembre. Es famosa la feria de San Bartolomé con animación, extraordinaria. La afluencia de visitantes es grande, lo mismo de emigrantes que de viajeros visitantes de pueblos limítrofes. Es la época en que el pueblo cobra nueva vida cuando se congregan gozosamente todos los «parreños».

La Parra tuvo un establecimiento de Beneficencia que funcionó bien y después quedó arruinado. Servía para el abrigo de transeúntes y mendigos.

El bachiller Alonso Martín Galindo, de grata memoria, fundó una obra piadosa.

La Parra es una población con inquietudes y afanes culturales. Tuvo siempre una verdadera élite intelectual. Una biblioteca particular con buenos fondos fue la de don José Antonio Diosdado, persona que se distinguió además de por el placer por la lectura por sus acendrados sentimientos religiosos y acusada espiritualidad.

También hay que destacar que en esta casa existe un oratorio particular con puerta abierta al público dedicado a San Antonio de Pádua.

En este precioso escenario rural encontró refugio Serafín Asensio Vega, que amó mucho a La Parra, por lo que bien puede considerarse «parreño».

Tan experimentado y desengañado de la vida se hallaba Serafín Asensio Vega, que al final de su existencia sólo amaba los pájaros y las flores. No quería cuentas con nadie más. Esta es la realidad que hay que evocar.

Supone mucho la mujer en la vida del hombre. Es fundamental para su desenvolvimiento.

La mujer con quién Serafín iba a contraer matrimonio se llamaba Irene. Falleció en días anteriores a la unión, quedando por ello, sumido en la mayor tristeza, hasta el extremo de que no volvió a tener relaciones tan avanzadas con ninguna otra dama.

Cual si dijéramos que, cercado por sí propio, el viejo león se había retirado.

Serafín tenia casa en La Parra, pero vivía siempre en el término municipal, en una huerta de su propiedad que dedicó por entero a jardín para lo cual se auxiliaba de dos jardineros consagrados a su servicio, uno de ellos su antiguo asistente en la vida militar. El jardín lo tenia cuidado perfecta y amorosamente. Casi puede decirse que vivía en los últimos tiempos para sus flores.

Sin embargo, mostraba una rareza singular. No daba una flor a nadie ni siquiera para el exorno de la iglesia parroquial, aunque se lo pidiese con el mayor interés el sacerdote. Es cosa insólita y hay que registrarla.

Pero un día se le presentó una niña de unos siete años a pedirle también flores. Asensio Vega hizo con ella lo propio que con todo el mundo, se negó rotundamente a facilitarle las bellas flores que dieron fama a su jardín.

Ya cuando la despidió y se iba la niña, acertó a pasar por el sitio uno de los jardineros que la conocía y le dijo:
-Adiós, Irene.

Al escuchar este nombre el bravo militar puede decirse que se transformó como por encanto. Llamó a la niña:
– ¿Tú te llamas Irene?
– Sí, dijo tímidamente
.

Al contestar en forma afirmativa la prodigó palabras cariñosas, ya que el nombre le traía la viva presencia de su amada y a continuación le dijo:

– Mira, vete al jardín y coge todas las flores y de la clase que quieras. Desde ahora tienes permiso para venir cuantas veces lo desees y coger las flores.

Así empezó la protección de la angelical criatura. Que no en balde le recordaba a su gentil prometida de la que estaba tan profundamente enamorado.

Todo esto nos refleja la importancia, del nombre a lo que aludía con tan buen sentido Antonio Reyes Huertas -que buscaba nombres escogidos y significativos para sus narraciones- el maestro de la novela, el creador de la «estampa campesina extremeña», nuevo género literario, que dio a conocer en «El Debate», de Madrid, periódicos de Argentina, etc.

La escena que hemos descrito no es una bella leyenda, si no una realidad, que pone bien claro de relieve el aspecto humano del guerrero y los sentimientos que anidaban en su corazón atribulado por la pérdida tan enorme que experimentó al frustrar el destino un futuro de esperanza.

Cuanto queda expuesto sirve admirablemente para llevar a cabo un estudio interesante de la personalidad de Serafín Asensio Vega, que mostraba una rareza singular.

Su comportamiento con la niña pone de manifiesto el sentir de su corazón, pese a encarnar un militar de cuerpo entero y aparentemente rudo.

No todo es áspero en la vida castrense. También hay en sus componentes, en sus hombres los más puros sentimientos. Irene, la niña de siete años ablandó el corazón del laureado soldado.

Las flores de su jardín eran, como si dijéramos, una ofrenda a la bien amada que personificó en la niña.

La conducta, la anécdota reflejada no es si no el producto de la época del Romanticismo, que dio en Extremadura tipos ejemplares, muy representativos y en lugar destacado hay que citar a Carolina Coronado, la más bella flor del romanticismo.

LA FAMILIA

En la época que estudiamos en éste trabajo, la familia del ínclito Jefe de Caballería estaba constituida en la forma siguiente:

Ángel Asensio Vega y Muñoz, Coronel de Infantería. Era hermano del Jefe que proclamó la República en la capital badajocense. La vida militar casi toda y con grandes vicisitudes de Ángel, discurrió por el Caribe regresando enfermo a la Patria y al poco tiempo falleció. Contrajo matrimonio con una dama cubana.

Ángel también tenía mucho amor a la villa parreña, a cuyo regazo se acogió.

Al recibir el ordenanza de Serafín a la cuñada de éste, después, en un informe que facilitó a su Jefe, en las primeras impresiones ponderó sus encantos, no obstante su baja estatura. La información la facilitó en este estupendo retrato: «Como fea no lo es del todo; esmirriá, más negra que el carbón; habla como un hombre y encima juma».

Ángel, de brillantísima campaña y rápida y meritoria carrera, falleció a consecuencia de las fiebres que contrajo en Cuba.

Otro hermano de los anteriores fue Ventura, farmacéutico y hombre de campo, persona de no común inteligencia, que vivió en la capital de la Alta Extremadura entregado a sus afanes. Dos hijas suyas contrajeron matrimonio con dos dignos militares también. Ventura heredó de sus hermanos y recogió el archivo y la biblioteca, bastante importante, de Serafín.

BIBLIOGRAFÍA

  • BECERRA. DE BECERRA, Emilio: Información facilitada al autor de este ensayo.
  • DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO ESPASA-CALFE. MADRID.
  • GARCÍA GUTIÉRREZ, Antonio: » La Parra». «Conozca su tierra». Sección semanal del Diario «Hoy». Badajoz. 5 de Julio 1980.
  • MADOZ, Pascual: «Diccionario histórico-geográfico de Extremadura», (La edición consultada fue debida al Departamento de Seminarios de la Jefatura Provincial del Movimiento. Cáceres 1953, que dirigió Domingo Sánchez Loro.
  • MIJARES ASENSIO VEGA, Antonio: Datos proporcionados al autor.
  • RAMÓN ALONSO, José: «Una censura: La crisis de Castelar». «El Noticiero Universal». Número correspondiente al día 28 de mayo de 1980.

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