Nov 202018
 

Fernando Moreno Domínguez, Francisco Pérez Solís, Alberto Durán Sánchez, Gregorio Francisco González.

Como viene siendo habitual desde hace tres años, aprovechamos el inmejorable canal que nos brindan los XLVII Coloquios Históricos de Extremadura para presentar algunos hallazgos de carácter arqueológico, realizados por nosotros mismos, en la comarca de Trujillo. Al igual que en ediciones anteriores, se trata de descubrimientos de naturaleza muy diversa, pero, creemos, de sumo interés para ir completando el aún sucinto bosquejo histórico de estas tierras en sus etapas más remotas. Unas tierras que, un año más, no dejan de sorprendernos en cuanto a su inagotable potencial y extraordinaria riqueza arqueológica. En concreto, exponiéndolos en orden cronológico, traemos a colación una cueva-santuario en el paraje de San Juan el Alto (Santa Cruz de la Sierra), una nueva estela del suroeste en el término de Garciaz y un fragmento de epígrafe romano, hallado en el Puerto de Santa Cruz, de singular interés en cuanto que recoge el gentilicio latino de la ciudad de Trujillo, Turgaliensis, en uno de sus escasos registros conservados.

Una vez más, el principal objetivo de nuestra comunicación consiste en dar a conocer estos tres monumentos al gran público, intentando ofrecer una primera interpretación de los mismos. Solo el tiempo, y las futuras investigaciones que tengan a bien retomar estos vestigios, podrán determinar lo acertado o lo equivocado de nuestras hipótesis.

No podemos dejar de agradecer la ayuda prestada por Antonio González Cordero y por Joaquín L. Gómez-Pantoja, a la hora de abordar este trabajo. Por su colaboración, siempre entregada, incondicional y desinteresada, no podemos dejar de hacerles partícipes de estos descubrimientos.

 

  1. LA CUEVA DE SAN JUAN EL ALTO, SANTA CRUZ DE LA SIERRA.

 

Comenzamos nuestra presentación con uno de los hallazgos más singulares que hayamos podido realizar en los últimos años, no solo por la entidad de sus manifestaciones sino también por su destacado emplazamiento: una cueva-santuario al pie del monte-isla de Santa Cruz, en Santa Cruz de la Sierra (Cáceres); una montaña ya de por sí cargada de simbolismo que ha conocido una intensa ocupación humana desde la prehistoria como atestiguan los innumerables restos arqueológicos que la jalonan desde su base hasta la cumbre.

Ilustración n.º 1: Vista de la entrada principal de la cueva desde el norte

 

Se trata de una pequeña covacha, formada por el amontonamiento caótico de una decena de enormes bolos graníticos dejados al descubierto por la erosión atmosférica y pluvial, en la base norte del cerro de San Juan el Alto, la estribación estrecha y alargada que sirve de antesala a la sierra de Santa Cruz. Es decir, nuestra cueva se sitúa en una posición privilegiada, si se nos permite el término militar, constituyendo la avanzadilla o punta de lanza de un sistema montañoso que alcanza en el pico de San Gregorio su cota más elevada, a 844 m. s. n. m. Al cerro de San Juan el Alto, rodeado por cercas de pastos, se accede fácilmente desde el núcleo urbano de Santa Cruz de la Sierra, siguiendo una antigua calleja que conduce también al cementerio. De hecho, desde la población hasta la cueva hay apenas 600 m. de distancia, lo cual multiplica las posibilidades del monumento como importante recurso patrimonial y cultural para este municipio.

La cueva de San Juan el Alto, a 485 m. de altitud s. n. m., se configura en realidad como un espacio bastante abierto, con un total de cuatro entradas, como resultado de la formación geológica del berrocal. De todas ellas, destaca el acceso del lado norte, con forma de largo corredor de 4 m. de longitud, flanqueado por bolos graníticos, que debió de ser y sigue siendo hoy día el acceso principal. El área interior presenta una superficie de 14 m.² (6,7 m. de longitud máxima × 2,8 m. de anchura máxima), con planta trapezoidal y una altura visible de 1,70 m. en su punto más elevado. Se trata por tanto de un espacio relativamente amplio en su mitad oriental, que se va estrechando conforme se avanza hacia el lateral occidental, debido a la pared redondeada que cierra la cueva por el sur. Cabe destacar que el suelo actual, en su mayor parte de tierra, es el resultado del arrastre de sedimentos y de la actividad antrópica en el interior de la cueva. En efecto, se observan claras evidencias de su reutilización hasta la actualidad, posiblemente como establo, además de lugar de juegos de los niños de Santa Cruz: la entrada suroeste está cerrada con una malla metálica, la entrada este se encuentra parcialmente cegada con palos, tablas y tierra mientras que, en el interior de la cueva, se observan marcas de fuego en la pared sur. Mucho más lesivas resultaron las extracciones de piedra, fácilmente reconocibles en el ángulo nordeste, destinadas quizás al aumento de volumen de la cavidad. Con todo, podemos considerar que el estado de conservación del monumento es bastante aceptable, manteniendo inalterados su ambiente, el aspecto exterior y la configuración interior.

Por motivos prácticos hemos distinguido cuatro paneles principales, aunque en el interior de la cueva se observan otros elementos aparentemente dispersos en todas sus paredes. La descripción se realiza siguiendo el sentido de las agujas del reloj, a partir de la entrada principal.

Ilustración n.º 2: Plano general de la cueva de San Juan el Alto

 

En la “jamba” derecha, vista desde el interior, se localizan dos líneas paralelas de cuatro y dos cazoletas cada una, ejecutadas someramente. Estas cazoletas presentan un diámetro medio de 2 cm. Precisamente este lateral nordeste es el más dañado por las extracciones de piedra, que podrían haber destruido otros paneles existentes. Pese a todo, se distingue otra cazoleta más, de 5 cm. de diámetro, en la zona central de la pared.

El lateral este de la cueva se encuentra completamente abierto, pues el bolo granítico allí situado presenta escasa altura. Precisamente en dicho bolo encontramos un rebaje semicircular, a modo de asiento de bordes redondeados, que sin embargo no fue tallado mirando hacia el interior de la cavidad sino hacia la pared de enfrente. Junto a él se sitúa el Panel I, un grabado formado por cinco líneas horizontales paralelas, más o menos rectas, cortadas por una gran Y vertical. Estos motivos se aprecian con suma dificultad, y solo en determinadas horas del día, debido a la erosión de la superficie de la roca. En el mismo bolo, en su cara interna, se observan un par de cazoletas aparentemente aisladas.

El Panel II se sitúa contiguo al I, en el ángulo sudeste de la cueva. Se trata de una especie de banco o poyete, claramente tallado en la pared sur, en cuya superficie se labraron media docena de cazoletas de desigual tamaño (entre 12 cm. y 2 cm. de diámetro), en ocasiones emparejadas en grupos de dos mediante un canal. No obstante, el elemento más llamativo es un orificio semicircular, de 13 cm. de anchura, abierto en la pared vertical, cuya base está muy pulimentada, quizás (a modo de suposición, puesto que el orificio parece invitar a ello) por haber introducido la mano en él repetidamente. Por otro lado, en la base del poyete, casi a ras de tierra, encontramos otras dos cazoletillas unidas mediante un canal.

En la pared sur de la cueva, sobre una de las protuberancias de la roca, encontramos tallado un canal rectilíneo, de sección en V, de 63 cm. de longitud, de trazado horizontal en su arranque y caída vertical en su tramo final. De difícil interpretación, solo hemos encontrado algunas similitudes con los llamados goterones del yacimiento de las Marradas[1] (Cáceres), cuya función consistía en evitar que el agua de lluvia alcanzase ciertas partes de los abrigos.

El Panel III se localiza en el suelo de la cueva, junto a la entrada principal, aunque solo es visible parcialmente debido a la tierra que lo cubre. Se trata de un cancho redondeado, aparentemente sin trabajos previos de desbaste, en el cual son visibles en la actualidad 31 cazoletas de desigual tamaño (con un diámetro comprendido entre los 6 cm. y los 2 cm.) y profundidad. La mayor parte de ellas se sitúan ordenadas en una larga y sinuosa línea que recorre el panel de este a oeste.

Ilustración n.º 3: Panel III, en el suelo de la cueva

 

Por último, el Panel IV es el de mayor complejidad del monumento. Se sitúa en un estrecho corredor que prolonga el espacio de la cavidad hacia el oeste, precisamente en la zona más inaccesible de toda la cueva. En la pared norte de dicho corredor, sobre un panel inclinado que aparentemente no precisó de trabajos previos, se localiza una constelación de 233 cazoletas que, sin embargo, dista mucho de verse completa pues basta con remover la hojarasca acumulada junto a la alambrada para descubrir nuevos grabados. Se aprecia claramente cómo las cazoletas se concentran en las zonas más lisas de la roca, marginando las partes más abruptas e irregulares. Resulta también notable el cuidadoso trabajo de ejecución de las mismas, especialmente en el pulido y la profundidad que alcanzan algunas de ellas. El diámetro de las semiesferas oscila entre los 2 cm. y los 8 cm., sin que se pueda distinguir composición jerarquizada alguna. Por el contrario, la mayor parte se muestran aparentemente aisladas, aunque en seguida es fácil reconocer alineaciones de cazoletas tanto en sentido vertical como horizontal. Estas líneas se manifiestan de modo aún más claro en los ejemplares unidos por canalillos o directamente ensartados uno a continuación de otro. Son frecuentes, como en el resto de paneles de la cavidad, los grupos de dos cazoletas ligadas mediante un canal (en seis ocasiones), así como las cazoletas que muestran un apéndice lateral, de mayor o menor longitud, que no es otra cosa que un canalillo que no desemboca en ningún lado. El motivo más complejo del panel es el ancho canal labrado en su zona este, de 33 cm. de longitud, con dos tramos en ángulo recto, que incluso parece fagocitar a otras dos cazoletillas de menor tamaño.

 

Ilustración n.º 4: Panel IV, panel principal

 

Los grabados de cazoletas son una de las manifestaciones más frecuentes en el arte rupestre de la prehistoria extremeña y suelen vincularse con asentamientos cercanos, monumentos megalíticos o espacios de culto. Sin embargo, los paneles de San Juan el Alto presentan varias peculiaridades singulares que resultan poco frecuentes en el amplísimo corpus de este tipo de grabados: su situación en una cueva y la prolijidad de sus manifestaciones. De hecho, apenas conocemos cavidades que presenten características similares a la nuestra. Entre ellas la más cercana es la situada en el alcázar de los Altamirano, en pleno casco histórico de Trujillo, que tuvimos ocasión de presentar en estos mismos Coloquios en el año 2016[2], si bien parece claro que la cueva trujillana ha sufrido muchas más alteraciones que la de San Juan el Alto, de resultas a la edificación de su entorno.

En la provincia de Badajoz, en Almendralejo, encontramos la Casa del Moro[3], en la vega del arroyo del Harnina, descubierta a principios del s. XX por el marqués de Monsalud. Al igual que nuestra cueva, se trata de un enorme amontonamiento de bloques de gneis, si bien su espacio es mucho más reducido y parece presentar un único panel de cazoletas, también en número elevado. En su día, el marqués de Monsalud refirió la presencia de una fosa con gran número de huesos humanos junto a la Casa de Moro. En la actualidad, en la zona del Harnina se han localizado varios grabados de cazoletas al aire libre, además de otros importantes yacimientos calcolíticos.

Sin embargo, el caso más conocido es el de la cueva de la Santa Cruz en Conquezuela (Soria). Se trata de una profunda grieta vertical en un farallón de arenisca, en cuyo interior brota un manantial. En la cueva se han documentado cinco grupos de grabados que reúnen un total de 1226 cazoletas, 48 figuras antropomorfas y varios serpentiformes[4]. Por otro lado, en su entorno se han identificado varios altares rupestres de la Edad del Hierro[5], mientras que la cavidad se mantuvo como lugar de culto tanto en la Antigüedad como en la Edad Media, como evidencia la bóveda de medio cañón construida en su interior. Aún más tardíamente, en tiempos modernos, se edificó una ermita junto a la entrada.

A nuestro entender, estos cuatro monumentos presentan suficientes características comunes como para comenzar a definir una nueva tipología de yacimiento, en forma de cueva-santuario con grabados masivos de cazoletas. Se trata de cavidades de reducido tamaño, localizadas en parajes de especial significación, con una larga tradición cultual. Albergan paneles con una altísima concentración de cazoletas, de diferentes tamaños, en ocasiones unidas con canalillos, y clara disposición a alinearse en largas filas. Se tiene cierta querencia por las paredes verticales o inclinadas y, es más, se escogen las zonas más recónditas e inaccesibles de la cavidad. Así, por ejemplo, el grabado de la cueva de los Altamirano se realizó en una grieta estrecha que no supera el metro de anchura. La cueva de la Santa Cruz presenta una anchura inferior al metro y medio, situándose, además, los paneles principales a cierta altura. Pero esta apreciación resulta aun más clara en la Casa del Moro, donde hay que superar un desnivel inicial de 1,2 m. y avanzar después por un angosto pasaje hasta llegar al grabado. Podemos afirmar por tanto que estas manifestaciones tenían cierto carácter ctónico, siendo su contemplación, en el interior de la cavidad, de acceso restringido.

 

Ilustración n.º 5: Panel IV, vista general

 

El monte-isla de Santa Cruz representa un hito visual y paisajístico de primer orden en la comarca de Trujillo, siendo fácilmente distinguible por su singular forma puntiaguda. En sus laderas encontramos una larga retahíla de restos arqueológicos: vestigios de la Edad del Bronce, un castro de la Edad del Hierro[6], un castillo y un despoblado medieval… No en vano a sus pies discurre la vía natural que comunica las vegas del Guadiana con la penillanura trujillano-cacereña que, con el paso de los siglos, terminó materializándose en la Cañada Real Leonesa. En cuanto al cerro de San Juan el Alto, toma su nombre de la antigua ermita de San Juan Bautista, actual cementerio de la localidad. Al oeste del promontorio, en la zona de Mariprado, se localizó a mediados del s. XX un enterramiento orientalizante, mientras que el propio altozano conserva restos de murallas de un castro del Bronce-Hierro[7], en cuyas inmediaciones han sido identificados recientemente hasta cuatro altares de sacrificio, un espacio ritual[8] y otros grabados rupestres al aire libre.

Resulta por tanto inevitable relacionar nuestra cueva-santuario con este poblado fortificado, pues la cavidad se sitúa prácticamente al pie de las murallas, a menos de 50 m. de distancia. Sin entrar a valorar la atribución cultual, siempre problemática, de las estructuras rupestres identificadas como altares de sacrificio, lo que sí parece seguro es que nuestra cavidad habría constituido un lugar sagrado para los habitantes del castro, siendo por tanto el antecedente de todas ellas. En este sentido, teniendo en cuenta los materiales cerámicos procedentes del asentamiento, así como las referencias cronológicas que suelen manejarse para la cueva de la Santa Cruz, deberíamos situar nuestra cueva-santuario en la Edad del Bronce.

Resulta curioso comprobar cómo al menos tres de las cuevas-santuarios referidas en el presente trabajo han conocido un prolongado uso cultual que, a lo largo de los siglos, ha llegado prácticamente hasta la actualidad mediante la cercanía de ermitas cristianas. El caso más claro es de la Santa Cruz de Conquezuela, pero también en la Casa del Moro que se halla en las proximidades de la ermita de San Marcos o en el propio San Juan el Alto que conserva el topónimo cristiano.

 

Ilustración n.º 6: Panel IV, vista general

 

  1. NUEVA ESTELA DECORADA DEL SUROESTE EN GARCIAZ.

 

En la orilla oriental del río Garciaz, a los pies del Cerrón de la Butrera, encontramos una estela decorada del suroeste reutilizada en el umbral de un pozo, junto a un camino de tierra. En esta zona de su tramo medio, el serpenteante cauce del río Garciaz se encuentra jalonado por sugerentes topónimos de reminiscencias prehistóricas, tales como el Castillejo o el Toruñuelo, siendo además zona de tránsito utilizada por los cordeles de Madrigalejo o de Belén. No en vano la presencia humana está bien atestiguada en el término de Garciaz desde tiempos prehistóricos, con manifestaciones rupestres en el paraje del Cándalo (o Venero)[9] o, más cercanos a la posición de la estela, con diversos vestigios en los cerros de los Castillejos, la Butrera o Valdeagudo.

Cabe reseñar, por la entidad que presentan sus construcciones, el tercero de ellos, el castro de Valdeagudo, situado en una prominente elevación a poco más de 3 km. de distancia en línea recta del lugar del hallazgo. Este castro, aunque fechado formalmente en la segunda Edad del Hierro, cuenta con algunos elementos (un pequeño dolmen o grabados con cazoletas) que podrían apuntar a periodos de ocupación más antiguos. En cuanto al cerro de la Butrera y los Castillejos, se emplazan respectivamente a un lado y al otro del encajonado río Garciaz, flanqueando el paso del cordel de Madrigalejo, es decir, justo en el lugar donde hemos descubierto la nueva estela decorada. Según la guía turística de Garciaz publicada en el año 2014[10], en el entorno de estos dos cerros se han localizado diversas herramientas líticas talladas y pulimentadas, así como fragmentos de cerámica a mano y algunos molinos de piedra, materiales todos encuadrables en las fases Calcolítica o del Bronce. En el collado de los Castillejos, además, se reseñan paneles rupestres de cazoletas, así como una placa con damero de estas mismas representaciones. Todos los indicios apuntan, por tanto, a que la nueva estela decorada que presentamos en estos Coloquios Históricos de Extremadura pudiera vincularse directamente con esta red de poblamientos, que de hecho conforma su entorno sociocultural más inmediato.

Ilustración n.º 7: Plano topográfico de la zona, con la situación de la estela decorada (triángulo) y los asentamientos prehistóricos más cercanos (MTN50-edición1. Fuente: Iberpix4).

 

Se trata de una laja de pizarra gris con una longitud máxima de 99 cm., una anchura total de 56 cm. y un grosor de 19,5 cm. El estado de conservación de la pieza es muy deficiente. Reaprovechada en el umbral de un pozo, el desgaste producido por el paso de todos aquellos que se han acercado hasta el brocal a recoger agua es más que evidente. Muestra solo dos de los elementos característicos de este tipo de estelas: el escudo y la lanza. El escudo, formado por tres círculos concéntricos, presenta forma ovalada (diámetro de entre 48 cm. y 55 cm.), con una distancia de línea a línea de entre 8 cm. y 7 cm. El círculo interior cuenta con 18 cm. de diámetro. Carece de la habitual escotadura en V, aunque sí se aprecia una abrazadera central en forma de I mayúscula, que resulta típica en estas representaciones. Aunque con dificultad, también se distinguen las habituales cazoletillas que, normalmente de tres en tres, suelen identificarse con los clavos o remaches del escudo. Otras cazoletas de nuestra estela, que claramente no respetan las bandas concéntricas, habrían sido realizadas más tardíamente, quizás en alguna reutilización de la pieza. En cuanto a la lanza, solo se aprecian algunos trazos discontinuos de su figura, con una longitud total visible de 35 cm. En cualquier caso, cabe destacar cierta tosquedad en su ejecución, dada la curvatura apreciable en el astil. La punta de la lanza no llega a ser visible. Faltaría un tercer elemento, una espada, en el lateral derecho de la estela, que probablemente se perdió cuando la laja fue recortada para encajarla en el pozo.

Las llamadas «estelas decoradas del suroeste» o «estelas de guerrero» han suscitado un enorme interés en la bibliografía, nacional e internacional, hasta el punto de convertirse en verdaderos fósiles guías del tránsito al primer milenio a.C. en nuestra región. En realidad, bajo dicha expresión se agrupa una realidad muy heterogénea en cuanto a representaciones, técnicas, materiales, cronologías y áreas de dispersión, aunque, es cierto, todas comparten un territorio común, el cuarto suroeste de la Península Ibérica y, grosso modo, vienen siendo encuadradas entre los s. X y VII a. C., es decir, entre el Bronce Final y la primera Edad del Hierro. En cuanto a su función, las distintas interpretaciones ofrecidas hasta la fecha oscilan entre su consideración como elementos funerarios o, por el contrario, como marcadores de territorios o vías de comunicación.[11]

Ilustración n.º 8: Estela decorada del suroeste reutilizada en el brocal de un pozo en Garciaz (Cáceres)

 

Nuestra pieza se incluye en el tipo más sencillo de los establecidos para las estelas decoradas, el denominado tipo IIA por Almagro Gorbea[12], «estelas básicas» por Celestino Pérez o grupo 1 por Martín Bravo[13]. Este grupo se caracteriza por la composición simple de la lanza, el escudo y la espada, estando siempre el escudo en posición centralizada. Habitualmente es considerado el tipo más antiguo, o primigenio, de las estelas decoradas. En este sentido la nueva estela se encontraría en concordancia con el resto de estelas decoradas halladas en las comarcas linderas al valle del río Tajo, donde predomina el consabido trinomio lanza-escudo-espada[14], aunque comiencen a aparecer también otro tipo de elementos o figuras más complejos.[15]

A pesar de que no muy lejos de Garciaz se produjo uno de los primeros hallazgos de esta tipología, a finales del s. XIX, en Solana de Cabañas, los ejemplares más cercanos a nuestra estela los encontramos en el castro de Almoroquil, en el vecino término de Madroñera, a poco más de 9 km. de distancia en línea recta. Este yacimiento ha proporcionado varias estelas en pizarra, mostrando una de ellas un escudo de tres círculos concéntricos asociado a una figura antropomorfa.

El corpus de estelas decoradas del suroeste no cesa de aumentar cada año y, en nuestro caso, nos orgullecemos de incrementar este catálogo por segundo año consecutivo, después de que en el pasado 2017 presentáramos en estos mismos Coloquios otro ejemplar inédito, esta vez procedente de la localidad de Villamesías[16] (Cáceres). Si damos por cierto que este tipo de monumentos tiene un significado funerario, debemos entender que la nueva estela de Garciaz habría sido trasladada desde alguna tumba o necrópolis de los cercanos asentamientos de los Castillejos, la Butrera o Valdeagudo. Pero, si por el contrario, otorgamos a estos monumentos una función señalética, junto a antiguos caminos, en zonas de vados o pasos de montaña[17], quizás debamos considerar que nuestra estela se ha mantenido en el mimo paraje desde tiempos prehistóricos, aunque, eso sí, en posición secundaria. Debido a su peculiar situación, junto al río Garciaz, en una vía de comunicación natural, entendemos que en este caso la segunda opción sería la más acertada.

 

Ilustración n.º 9: Dibujo de la estela decorada de Garciaz (Cáceres)

 

  1. UN NUEVO TESTIMONIO DEL GENTILICIO TURGALIENSIS.

 

En ocasiones, los restos arqueológicos menos vistosos, aquellos que en apariencia presentan menor entidad, pueden contener una información valiosísima, de vital importancia, que nos ayude a completar el fragmentado panorama del pasado más remoto de nuestras ciudades. Tal podría decirse de nuestra siguiente pieza, un pequeño fragmento de epígrafe recortado por todos sus lados que, sin embargo, alberga uno de los rarísimos testimonios del primer nombre documentado de nuestra ciudad, Turgalium, en forma de gentilicio: Turgaliensis.

Ha sido hallada en el paraje de la Bazadera, término municipal de Puerto de Santa Cruz (Cáceres), un lugar aparentemente anodino entre el río Burdalillo y el arroyo Farfallo, en el camino que une las localidades de Ibahernando y Villamesías. Sin embargo, la penillanura que se extiende al sur de la ciudad de Trujillo debió de conocer un importante grado de romanización, a tenor de la ingente cantidad de yacimientos tardoantiguos presentes entre esta ciudad y la de Miajadas. En concreto, en el sitio de la Bazadera se observan abundantes materiales constructivos en superficie: tégulas, opus signinum, fragmentos cerámicos, piedras de molino, sillares e incluso un fragmento de columna. Tenemos noticias, además, sin confirmar, de la aparición en el lugar de alguna otra inscripción y hasta de un sarcófago.

El fragmento de inscripción que presentamos conserva unas medidas máximas de 39 cm. × 21 cm., con un grosor de 18 cm. Tan solo nos han llegado ocho caracteres en dos líneas de texto:

P . TVRG(aliensis) [-] / [–] E S [–]

Las letras son capitales cuadradas, con una altura de 7 cm. e interpunción redonda.

En la cara posterior, la inscripción muestra una caja rectangular, de 23 cm de longitud y 10 cm. de anchura, que evidencia su reutilización, en un momento por determinar, como lapis pedicinus en una prensa de aceite o vino.

Ilustración n.º 10: Fragmento de inscripción de la Bazadera, Puerto de Santa Cruz (Cáceres)

 

Para comprender mejor la importancia del hallazgo, debemos quizás llevar a cabo una relación de los registros, conocidos hasta la fecha, del topónimo/gentilicio de la Trujillo romana, pudiendo comprobar que la mayor parte de ellos se encuentran perdidos o en paradero desconocido. En cuanto a las fuentes escritas, la más antigua es el texto de Higinio Gromático, agrimensor de época de Trajano, que cita dos prefecturas dependientes de la colonia Augusta Emerita, una de ellas la turgaliensis. Posteriormente, en el s. VII, el Anónimo de Rávena hace mención a la mansio Turcalion.[18]

Por otro lado, a pesar de que la región trujillana ha proporcionado un elevado número de epígrafes romanos, el gentilicio resulta extraordinariamente escaso, más aún si lo comparamos con los vecinos norbensis, cauriensis, caparensis o incluso metellinensis. Hasta el día de hoy, solo se tenía constancia de tres inscripciones[19]:

  1. Ara votiva del Genio Turgaliense. Aunque se la conoce desde el s. XVII, en la casa de Blanca Salón, reapareció en los años 80 del pasado siglo en las obras del palacio de los Carvajal, junto al cementerio de la villa trujillana, siendo depositada en los antiguos huertos del convento de San Francisco el Real. Actualmente vuelve a estar desaparecida.

GENIO / TURG(alensi) / L(ucius) CRUSI / NUS PR / IMIGEN / IUS V(otum) S(olvit).

Nota: En Gómez Santa Cruz[20] y Esteban Ortega[21] se prefiere la forma Genio Turg(alensium).

  1. Estela de Maxima Teia. Felipe León Guerra[22] la vio a mediados del s. XIX en el suelo de la iglesia de Sierra de Fuentes, en el presbiterio hacia la epístola. Actualmente se considera perdida.

MAXSU / MA TEIA / TURCALE(ensis) / ARCONI / AN(norum) XX / (hic) S(ita) E(st) S(it) T(ibi) T(erra) L(evis).

Nota: Para Esteban Ortega,[23] sería: Arconi / [f(ilia)]

  1. Estela de Libaeco. Aunque en la bibliografía se la cita procedente de la finca Casilla de don Álvaro (Plasenzuela), en realidad procede del Palacio de Casillas, en el término municipal de Trujillo aunque, es cierto, próximo a la localidad de Plasenzuela. En este mismo lugar debió de existir un yacimiento tardoromano a tenor de los dos contrapesos acopiados junto a la vivienda. La estela, por su parte, según el testimonio de Callejo Serrano[24], se halló al desmontar la puerta de una verja en las obras de reforma que se estaban ejecutando por aquel entonces. El mismo bloque presentaba, además, un escudo. Bajo la inscripción se dispone una hornacina con una figura antropomorfa (para Callejo, una niña) de piernas separadas y manos en alto. Aunque en el año 1967 Callejo la fotografió junto a la casa, y en el 2012 Esteban Ortega[25] afirma que continuaba allí, actualmente se desconoce su paradero.

LIBA[—] / CAENICI F(ilius o filia) / TURGALE(nsis) / H(ic) S(itus o sita) E(st).

Nota: En Esteba Ortega se considera que el nombre del difunto es Libaeco.

Más allá de los, cada vez más numerosos, testimonios de arte rupestre prehistóricos hallados en su núcleo urbano, los orígenes de la ciudad de Trujillo suelen situarse en época prerromana. El oppidum vetón de nombre Turaca/Turaga[26], habría sido posteriormente latinizado como Turgalium en su doble papel de civitas y mansio de la vía EmeritaToletum. Como indica el texto de Higinio, en Turgalium se estableció una de las prefecturas de la colonia Augusta Emerita, cuyo territorio podría delimitarse entre los ríos Tajo, Tamuja y Gibranzos, al norte y oeste, y la comarca de las Villuercas por el oeste. Al sur, los límites de la praefectura regionis turgaliensis debían de coincidir, grosso modo, con el actual límite provincial.[27]La población alcanzó la categoría de municipio romano en época Flavia.

Teniendo en cuenta estos datos, y dadas las reducidas dimensiones de nuestro epígrafe, a la hora de interpretarlo nos encontramos en disposición de apuntar tres hipótesis distintas: 1) Que se trate de un fragmento de la estela funeraria de un/a turgaliense, establecido/a en los llanos al sur del Puerto de Santa Cruz, pues, como bien apuntan Redondo y Galán[28], son los difuntos que mueren lejos de su patria chica los que sienten la necesidad de manifestar su origo, tal y como les ocurría a Máxima Teia y a Libaeco. 2) Que se trate de un ara votiva dedicada a una divinidad tutelar de la civitas turgaliensis, similar por tanto al ara del Genio Turgalensium o a la bien conocida por estas tierras Ataecina Turobrigensis. 3) Que se trate de una mención a la praefectura turgaliensis, como bien pudiera indicar la P visible en nuestra inscripción, separada del gentilicio por una clarísima interpunción. De ser así, nos encontraríamos ante el primer testimonio epigráfico de esta división territorial administrativa.

La tercera opción, sin lugar a dudas la más compleja debido al estado fragmentario del epígrafe, es sin embargo, a nuestro entender, la más plausible.[29]Pero somos plenamente conscientes de que esta senda nos conduce de forma irremediable a nuevos interrogantes para los que, lamentablemente, no tenemos respuesta: ¿Se trata de la estela funeraria de algún funcionario vinculado a la praefectura? ¿Se trata de un mojón que delimitaba los, como hemos visto, difusos territorios de esta institución?

Habitualmente en epigrafía el término praefectus se escribe completo, o bien abreviado como praef(ectus) o pr(aefectus). En cuanto a la palabra praefectura resulta extraordinariamente escasa aunque, en nuestro país, podemos encontrarla tanto abreviada p(raefecturam), en el modius de Ponte Puñide (O Pino, A Coruña)[30] como completa.[31]

Las prefecturas eran divisiones territoriales necesarias cuando la colonia contaba con una gran extensión, como era el caso de Emérita. En la sede elegida para tal fin, los prefectos ejercían sus funciones, evitando así que la población tuviera que trasladarse a la capital, aunque de facto sus ciudadanos eran ciudadanos de la colonia.[32] Las fronteras de la prefectura solían establecerse siguiendo accidentes geográficos señalados, tales como río o montañas o, en su defecto, se utilizaban mojones de piedra.[33]

Para terminar, nos gustaría hacer un llamamiento para fomentar la conservación y estudio de los centenares de epígrafes romanos que aún permanecen diseminados en los territorios de esta praefectura turgaliensis. Muchos de ellos, además, lamentablemente, se encuentran reutilizados en paredes y construcciones, encalados, pintados o cementados, cuando no ocultos con celo en viviendas particulares. Pese a los encomiables esfuerzos que se están llevando a cabo en los últimos años en nuestra provincia,[34] estamos convencidos de que la correcta utilización de esta inagotable fuente histórica nos llevaría a resolver numerosas dudas para las cuales, a día de hoy, solo disponemos de hipótesis más o menos afortunadas; quién sabe si también para las dudas planteadas en nuestro pequeño epígrafe.

 

  1. BIBLIOGRAFÍA.

 

ALMAGRO GORBEA, M., 1977: El Bronce Final y el Periodo Orientalizante en Extremadura, Biblioteca Prehistórica Hispánica, 14, Madrid.

CALLEJO SERRANO, C., 1967: Cédulas epigráficas del campo norbense, Zephyrus revista de prehistoria y arqueología n.º 18, pp. 85-120

CASTILLO PASCUAL, M.J., 2011: Espacio en orden, el modelo gromático-romano de ordenación del territorio, Universidad de la Rioja, Servicio de Publicaciones.

DELGADO CORREIA DOS SANTOS, M.J., 2015: Santuarios rupestres de la Hispania indoeuropea, Tesis de la Universidad de Zaragoza, dirigida por Francisco Marco Simón.

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Notas

[1] Rubio Andrada, M., Moreno Domínguez, F., 2012.

[2] Moreno Domínguez, F., Pérez Solís, F., Durán Sánchez, A., Francisco González, G., 2016.

[3] Murillo González, J.M., 2014, p. 127.

[4] Gómez-Barrera, J.A., 1993, p. 440.

[5] Delgado Correia dos Santos, M.J., 2015, p. 402.

[6] Martín Bravo, A.M., 1999, p. 88.

[7] Rubio Andrada, M., Rubio Muñoz, F.J., Rubio Muñoz, M.I., 2008.

[8] Ramos Rubio, J.A., Esteban Ortega, J., De San Macario Sánchez, O., 2014.

[9] Pastor González, V., Rubio Andrada, M., 1999.

[10] De La Llave Muñoz, S., 2014, p. 30.

[11] González Ledesma, C., 2007, www.estelasdecoradas.es/paginas/cronología.php

[12] Almagro Gorbea, M., 1977, p.169.

[13] Martín Bravo, A.M., 1999, p. 63.

[14] Vide la cercana estela del Carneril, Trujillo (Museo de Cáceres).

[15] Vide las estelas de Almoroquil, Madroñera (Museo de Cáceres) o de Solana de Cabañas, Cabañas del Castillo (Museo Arqueológico Nacional).

[16] Moreno Domínguez, F., Pérez Solís, F., Durán Sánchez, A., 2017.

[17] Sanabria Marcos, P.J., 2011, p. 378.

[18] Redondo Rodríguez, J.A., Galán Sánchez, P.J., 1987, p. 106.

[19] Las lecturas son de Redondo Rodríguez, J.A., Galán Sánchez, P.J., 1987, p. 107.

[20] Gómez Santa Cruz, J., 2017, p. 509.

[21] Esteban Ortega, 2012, p. 228.

[22] León Guerra, F., 1854, p. 21. Este autor, aunque acertaba con el gentilicio turcalensis, no lo identificó con la ciudad de Trujillo, sino con una supuesta Turcalia, «nombre de algun lugar, tal vez aquel» (refiriéndose al lugar del hallazgo, Sierra de Fuentes).

[23] Esteban Ortega, 2007, p. 231.

[24] Callejo Serrano, C., 1967, p. 112.

[25] Esteban Ortega, 2012, p. 181.

[26] Redondo Rodríguez, J.A., Galán Sánchez, P.J., 1987, p. 109.

[27] Gómez Santa Cruz, J., 2017, p. 501.

[28] Redondo Rodríguez, J.A., Galán Sánchez, P.J., 1987, p. 107.

[29] Tenemos que agradecer, un año más, al profesor Joaquín L. Gómez-Pantoja su inestimable ayuda y orientación a la hora de interpretar este epígrafe.

[30] De Ureña, R., 1915, p. 489.

[31] Placa de mármol de Graciano «el Joven», Mérida. Hispania Epigraphica, n.º: 10464.

[32] Castillo Pascual, M.J., 2011, p. 259.

[33] Castillo Pascual, M.J.,2011, p. 260.

[34] Esteban Ortega, 2007, 2012, 2013,2016.

Dic 232017
 

 Fernando Moreno Domínguez, Francisco Pérez Solís y Alberto Durán Sánchez. Provisional.

 

INTRODUCIÓN

Presentamos este año, siguiendo la línea de años anteriores, una serie de hallazgos inéditos en Trujillo y en su antigua comarca.

No pretendemos con esto un trabajo exhaustivo sobre cada elemento, nuestra intención es darlo a conocer para que interesados o profesionales del tema puedan, si así lo desean, profundizar en la materia, sin menoscabo de que aportemos nuestra opinión sobre cada elemento.

Esta colección es fruto de muchas horas de prospección, una afición duradera en el tiempo, de mucha ilusión y deseos de sensibilizar sobre la importancia que tienen pequeños hallazgos, en principio de escaso valor arqueológico, pero con un apreciable sentido histórico en el contexto: unas simples cazoletas no aportan ninguna novedad, pero si las ubicamos en el casco histórico y aledaños de la ciudad de Trujillo sí que adquieren un sentido histórico destacado. Esta recopilación es, sobre todo, el resultado de una labor de constante búsqueda, que se convierte en pasión, siempre con la pretensión de poner en valor nuestro patrimonio.

Somos aficionados a la historia y a la arqueología, amantes de la historia de estas tierras, por eso nuestro esfuerzo es notorio a la hora de realizar estos trabajos y sólo pretendemos, repetimos, dar a conocer estos hallazgos y poner en valor nuestra historia desconocida.

1 ESTELA DE GUERRERO DEL SUROESTE EN VILLAMESIAS

Las estelas de guerrero del suroeste, que genéricamente se datan en el Bronce Final y Hierro I, por su iconicidad, su carácter simbólico, y el hecho de representar una forma de reproducir los valores sociales de una sociedad autóctona que empieza a recibir influencias precoloniales, constituyen una apasionante fuente de estudio de esas sociedades.

Están datadas más de 300 estelas de este tipo. Incluso la comarca de Trujillo –Sierra de Montánchez constituye un grupo especial de estudio, con lo que esta nueva aportación contribuye a este aspecto.

Se trata de una estela de guerrero del suroeste, inédita, sita en la finca Las Caballerías Grandes, de Villamesías, Cáceres, reubicada en el cerramiento de una casa. Está partida y durante mucho tiempo estuvo de poyete o asiento en la entrada de la casa de los pastores, por eso está muy desgastada y pulida. Ha resultado por ello difícil su interpretación.

Cuenta el personal de la finca que cree que proviene de unos montones de piedra próximos a la casa. Ellos la denominaban “la piedra del indio”

DESCRIPCIÓN

Se trata de una representación muy esquemática de guerrero con arco, la cabeza es una cazoleta algo ovalada, con fondo bien pulido. Cuello y cuerpo se resuelven con una sola línea, ligeramente curvada en tórax y abdomen. Los hombros no tienen continuidad clara con la línea del cuerpo. Las manos enormes resueltas en 5 líneas que convergen hacia la muñeca. Resalta el medio perfil del personaje con pies pequeños escorados a derecha. Parece que en las rodillas se han ensanchado, a modo de calzas.

El arco y la flecha están muy claros. La cuerda del arco tiene algo de tensión. Ocupa toda la parte derecha de la estela, mide 34,5 cm, que frente a los 33,5 cm que mide el guerrero, pudiera significar que el arco tiene tanta importancia o más que el propio guerrero. Quizás por este motivo las manos son tan exageradas.

A la derecha, y junto a la cabeza, aparece una fíbula, un tanto borrosa, y en su esquina inferior derecha parece que hay una forma redondeada, como si la fíbula tuviese una vuelta.

Encima, entre cabeza y fíbula, hay una cazoleta, bastante pulida, que no sabemos cómo interpretar.

Bajo la fíbula hay un peine con sus púas en vertical. Sólo se aprecian las púas, se intuye lo que sería el cuerpo del peine.

A la derecha del guerrero, bajo su mano izquierda, hay lo que parece un espejo, pero en esta zona se ven restos de trabajos de desbaste, por ello se descarta.

Debajo de ambas figuras principales, y bajo el pie izquierdo de nuestro guerrero, hay tres esbozos de líneas casi horizontales, una línea perpendicular y, al lado derecho, líneas arqueadas, lo que pudiera ser un carro de dos ruedas tirados por caballos. Así lo sugiere una línea que se asemeja a las líneas dorso cervicales que representan caballos en otras estelas; la posible línea dorso cervical inferior está incompleta. No podemos dar seguridad de este elemento, pero por inspección ocular, fotos con luz rasante, y técnica de calco en “frotage” más inversión de color, así lo creemos.

Parece que la técnica de grabado ha sido por incisión y luego pulido el fondo. El grosor máximo es de 1,5 cm y la profundidad no supera 1 cm. Con luz rasante se aprecian los trabajos de desbaste de la piedra por cincelado, como trabajo previo al grabado. La sección de los grabados es en U, que en ocasiones se transforma en V más cerrada, y en la cazoleta encima de la cabeza, y en la propia cabeza, se aprecia un pulido fino que recuerda a las cazoletas por abrasión. El soporte es un granito bastante fino, con alguna veta de color rojizo, abundante en la zona.

Medidas: 48cm x 38 cm. Verdaderamente es una de las estelas de guerrero más pequeñas.

Pero no son raras las de este tamaño, un 13% de las estelas conocidas están en este rango de medidas, (Díaz-Gurdamino 2010)

Toda interpretación está supeditada al hecho de que está cortada, es probable que falten elementos de la parte perdida, pero a tenor de lo que estimamos que está presente en la estela podemos resaltar algunos aspectos que detallaremos.

Desde luego en esta comarca son frecuentes estas estelas de la misma época: Ibahernando, Trujillo, Benquerencia, Zarza de Montánchez, Robledillo de Trujillo, Santa Ana, Salvatierra de Santiago y Almoharín. Todas ellas como grupo representan una transición entre las estelas del Guadiana y el Guadalquivir, por un lado, y las del Tajo y norte de la provincia de Cáceres, por otro. El hecho de que estas Sierras sean frontera natural y pasos obligados hacia el norte avalan tal cantidad de estelas.

La predominancia del arco en el campo de la estela es notoria. Teniendo en cuenta que se han clasificado las estelas por la predominancia del escudo sobre la figura del guerrero (Celestino Pérez, 2001), en este caso único, figura y arco comparten protagonismo, o incluso predomina el arco. Esta quizás sea su mayor singularidad, desde el punto de vista comparativo con las estelas en general. Si contamos con el arco como protagonista se explica muy bien el tamaño exagerado de las manos, que desde el punto de vista visual es el elemento más llamativo de la composición.

Hasta ahora, y analizando la situación que ocupan los arcos de todas las estelas conocidas, en el conjunto de la composición vienen ocupando un lugar cercano al guerrero junto a la mano izquierda en Torrejón El Rubio I, Alamillo y El Viso VI. Cuando el arco aparece en estelas de una sola figura humana suele estar alejado de ella, en la parte superior o inferior´, como quitándole importancia al propio arco a favor de otros atributos del guerrero y quizás darle más importancia a atributos de cazador. Esta es pues otra singularidad que nos viene a decir que es el arco la pieza clave del mensaje que esta estela quiere transmitir. Podría interpretarse que la presencia del arco sugiere aspectos menos guerreros y más cazadores.

En las estelas de la zona de Gata el arco está ausente. Hasta ahora en las estelas de la zona de Valle del Tajo- Sierra de Montánchez sólo se conocían tres :Torrejón el Rubio, y en Portugal San Marinho I y II. En las estelas de la zona geográfica del Guadiana-Zújar, 6 casos: Olivenza, Zarza Capilla I, El viso I y VI (Córdoba), Capilla II y Alamillo (Ciudad Real). En la zona del valle del Guadalquivir está presente el arco en 5 casos. Nuestra estela, pues, parece más afín a las sureñas.

No olvidemos que aunque estemos en la provincia de Cáceres, en la Sierra de Montánchez, las aguas del paisaje donde se encuentra esta estela son de la cuenca del Guadiana: Arroyo de Aguas Viejas, Arroyo del Infierno, Rio Burdalillo, Rio Búrdalo, Guadiana). El paraje donde se haya está dominado por valles y llanos suaves al sur de la sierra de Montánchez y de modo equidistante al oeste está La Sierra de San Cristóbal y, al este, la Sierra de Santa Cruz. Toda esta zona es de pastos muy apreciados y aptos para la labor.

Destacar que la estela está junto al camino natural prehistórico que en dirección sureste-noroeste conectaba Cancho Ruano con Villas Viejas del Tamuja por el puerto Viejo, que luego en época romana conectaría Corduba y Bracara Augusta, (F Moreno Domínguez: La calzada romana del Puente de Alcántara. Coloquios Históricos de Extremadura. 2011)

No son raras las explotaciones mineras en la zona: Botija, Plasenzuela, Robledillo de Trujillo, Ibahernando etc.

Fotografía 1,1.- Estela de guerrero de la Edad del Bronce

 2 GRABADO DEL MATADERO VIEJO DE TRUJILLO

Su importancia es notoria por tratarse de grabados con posible datación en bronce- hierro, en el casco histórico de Trujillo, enfrente de la puerta del Matadero Viejo, Calle Matadero. En relación con los orígenes de la ciudad de Trujillo, es importante este documento.

Se trata de un grabado realizado a base de cazoletas y canalillos. Consta de tres canalillos tallados que acaban cada uno en una pequeña cazoleta, a esto se le añade otra cazoleta menor que está unida a un rebaje hecho en la propia roca, que hace una forma redondeada hacia el canalillo más alejado, dándole la forma de una mano con cuatro dedos.

Es típico, tanto en grabados como en pinturas, representar manos, así como pies, pero en este caso particular tiene el añadido de que es una mezcla de canales y cazoletas, además del rebaje de la roca que, de forma natural por esa zona, tiene más altura, por lo que le da un sentido ritual mágico-religioso, en cuyo lugar podrían llevarse a cabo ciertos ritos.

Existen una serie de cazoletas aisladas en las inmediaciones, divididas en varios conjuntos. Alguno de ellos representa patrones de constelaciones, por lo que conecta directamente con la cueva de Altamirano y sus posibles patrones estelares, ya sea por el tipo de representaciones de sus alrededores como por su cercanía.

También puede estar conectado con la cueva larga del Pradillo, que tiene pinturas rupestres, y otros conjuntos del batolito trujillano (Cerca enfrente del Convento de la Magdalena, cercado del Terrero y otros).

Fotografía 2,1.- Grabado del matadero viejo. Trujillo.

 

  1. UMBRAL FUNERARIO ROMANO DEL CONVENTO DE LAS JERÓNIMAS, TRUJILLO

Esta pieza está empotrada en el muro del Convento de las Jerónimas que da a la calle Alhamar.

Medidas: 96 cm de largo, 33cm de ancho y el morro o remate de 20 cm

El umbral funerario es típico de la cultura funeraria de la Lusitania, adoptado por los romanos en varias zonas (en la provincia de Cáceres y en Portugal) que formaron parte de esta provincia romana. Su uso en el culto funerario estaba relacionado como una entrada o umbral al otro mundo, colocándose del mismo modo que aparece en la foto, delante de la tumba. Éste presenta como puede observarse una acanaladura idéntica a los encontrados en Idanha a Vella. Este ejemplo es una muestra de la adaptación romana a algunos cultos y costumbres indígenas de cada zona, adoptando incluso algunas deidades.

Fotografía 3,1.- Umbral funerario romano del convento de las Jerónimas, Trujillo

ESTELAS ROMANAS

Os mostramos una serie de estelas de origen romano de Trujillo (en su casco urbano y alrededores) y de algunos pueblos de la zona, todas inéditas hasta ahora y que tienen ciertas características que las hacen muy interesantes, aparte de su traducción, que no daremos (esto lo dejamos en manos de los epigrafistas) ya que este trabajo trata de hacer una pequeña catalogación que estará a disposición de quien quiera estudiarlas y traducirlas.

  1. ESTELA MILITAR EN TRUJIILLO

Creemos que se trata de una estela funeraria romana, probablemente de un militar.

Se halla previa al umbral de la portada de entrada del palacio de los Chaves-Mendoza (antiguo Hospital)

.Medidas: largo 1,20 y ancho 48 cm.

Granito muy fino, casi arenisca. Está muy deteriorada, pero se intuyen restos de inscripción y lo que es más significativo, un águila militar romana de 30×30 cm.

Por comparaciones con otras estelas de Hispania, creemos que es la estela de un militar sepultado en Trujillo, lo que demuestra la gran importancia desde tiempos antiguos de la ciudad, siendo un enclave estratégico, militarmente hablando, y que dio lugar a que desde época prerromana fuera una población a tener en cuenta y que, con la llegada de los romanos, sirviera de lugar de control de la zona, por lo que probablemente hicieran varios campamentos y más tarde se instalara una población romana en el propio Trujillo, formando parte de ésta un destacamento militar.

Se encuentra en el suelo de la calle, expuesta a pisadas y rodadas de coches. Creemos que merece una reubicación más digna.

Fotografía 4,1.- Estela militar en Trujillo

 5. PAREJA DE ESTELAS INEDITAS EN MADROÑERA

Esta pareja de estelas, inéditas, están situadas en una ventana de la calle Encina, de Madroñera (Cáceres).

La estela superior tiene como curiosidad la media luna sostenida con dos pies

Medidas:

Estela superior: 95 cm de largo, 30 cm de ancho y 24 cm de fondo.

Estela inferior: 76 cm de largo, 30 cm de ancho y 22 cm de fondo.

Este es otro claro ejemplo de reutilización de elementos de otras épocas, en este caso estelas romanas. En estas reutilizaciones les llamaban la atención las piedras y las ponían de tal forma que se vieran las inscripciones y símbolos, por suerte para todos nosotros.

Fotografía 5,1.- Pareja de estelas inéditas en Madroñera (Cáceres).

  1. ESTELA EN MOLINO DEL MAGASCA Y ESTELA DE PLASENZUELA

 

ESTELA DEL MOLINO DEL MAGASCA

Ubicada en la finca de Casa Casco, y en el molino corriente abajo al puente medieval, en una ventana situada al oeste.

Sus medidas son de largo 37 cm, de ancho 40 cm y de fondo 14 cm

La estela conserva poco de su inscripción ya que está partida y reutilizada en una de las ventanas del molino, que seguramente esté hecho sobre otro más antiguo y muchas de sus piedras sean reutilizaciones del yacimiento próximo que coincidiría con el actual palacio (muy clara la fórmula DMS, consagrado a los dioses manes).

 

ESTELA DE PLASENZUELA

Esta estela se encuentra en el patio interior de la casa número 5 de la Plaza de España, en Plasenzuela (Cáceres).

La pieza está incompleta, es inédita y solo se ve parte de su inscripción. Ha sido reutilizada en la vivienda, como parte de la ventana. No se han tomado medidas exactas porque estar partida de forma irregular por lo que solo tenemos unas medidas aproximadas.

Una curiosidad sobre esta estela es el nombre de la difunta, que se llamaba “Vernacia”, nombre que se repite en otra estela que hay en el castillo de Trujillo, registrada con el número 20324 del archivo epigráfico.

El nombre de Vernacia y la sencillez de la estela nos hacen pensar que se trataría de una sierva o liberta, pero no podemos asegurarlo porque está incompleta y también carece de apellidos (nomen y cognomen romanos).

Fotografía 6,1.- Estela en el molino del Magasca y estela de Plasenzuela

  1. ESTELA-LAPIS DE MADROÑERA

Como puede apreciarse se trata de una estela funeraria, que posteriormente es convertida en lapis de lagar. Hoy está como dintel de la casa.

Localización: se encuentra en Madroñera (Cáceres), en la calle Trujillo Nº 15.

Por su ubicación en una calle que es prolongación del camino que lleva a Trujillo y por cercanía, creemos que quizás proceda del yacimiento de la Mohadilla, Madroñera.

Medidas: largo 178cm, ancho 27 cm y fondo 26.

Su lectura es muy difícil por los diferentes usos que ha tenido: estela, lapis y dintel. A pesar de ello creemos que la pieza está entera.

Aparte de sus múltiples reutilizaciones, lo curioso de esta estela no es que haya acabado siendo parte de una vivienda más moderna, formando el dintel de la puerta de entrada, sino que la cronología de la cultura romana en la zona ha sido tan amplia que, incluso elementos propios como una estela funeraria romana, haya sido reutilizada como un lapis de un lagar, también romano, pero de época más moderna, seguramente tardorromana. Sus diferentes usos: primero funerario, después como parte del artilugio de un lagar y más tarde como dintel de la puerta de una casa, hacen que esta pieza sea digna de un estudio y puesta en valor, dada su amplia cronología.

Fotografía 7,1. Estela-lapis de Madroñera

  1. LAPIS DE LAGAR EN PLAZUELA DE SANTIAGO (TRUJILLO) – CONTRAPESO DE LAGAR EN PALACIO DE LUIS CHAVES EL VIEJO (TRUJILLO)

Con estas dos piezas que se muestran a continuación tenemos una prueba clara de que la economía de la zona estaba relacionada con el uso agrícola-ganadero, en estos dos casos particularmente para la producción de aceite y muy posiblemente de vino, ya que ambas piezas pertenecen a artilugios de prensado de los lagares; añadiendo a todo esto que las características naturales de la zona son ideales para el cultivo de olivares y viñedos.

Una característica de la zona trujillana es la escasa presencia de lagares rupestres, y la gran cantidad de “lapis” y “contrapesos”, lo que hace pensar que los lagares estaban construidos a base de piedra, ladrillo y cal, y que su tamaño y producción era mayor que los de los lagares rupestres.

Su cronología es muy extensa y normalmente se datan desde época romana (se le dio mucha importancia al olivo y la vid) hasta casi nuestros días, pasando por un importante auge en época medieval a raíz de la Reconquista, y sin apenas cambios en su tipología y funcionamiento.

– LAPIS:

Ubicado en esta plazuela, empotrado en la pared del alcázar de Luis de Chaves el Viejo, colegio Sagrado Corazón.

Medidas: Largo 125cm y 34 cm de ancho

El lapis es una pieza perteneciente al artilugio que formaba parte de los lagares, en la cual se ponían dos postes que sujetaban la viga del lagar, que estaba unida al contrapeso mediante un tornillo. Dicha pieza estaba en el extremo opuesto del contrapeso. Lo más probable es que sea de época romana, momento en el que era muy típico el uso de esta pieza; lo que indica que en el lugar donde se encuentra, o en las cercanías, debió de haber un lagar romano para la extracción de aceite o de vino, y que con el paso del tiempo acabó siendo reutilizado para formar parte de las paredes de una edificio más moderno.

 

– CONTRAPESO:

Se encuentra ubicado en el jardín del palacio de Luis Chaves el Viejo, hoy colegio Sagrado Corazón

Medidas: alto 60 cm, y diámetro, en su parte más ancha, 75cm.

Por cercanía, creemos que pudiera tratarse del mismo lagar del que hemos referido el lapis anterior; aunque lo más probable, y por su forma, tamaño y conservación, este contrapeso sea más moderno, posiblemente de época medieval, y que pertenezca al mismo lagar romano al que pertenecía el lápis anteriormente expuesto, que fue reutilizado durante siglos y que se encontraba en el mismo lugar, es decir en los terrenos del palacio.

En época medieval era muy típico que los palacios y casas fuertes de familias nobles, aun dentro dentro del casco urbano o recinto amurallado, tuvieran su propio horno, lagar, incluso su propio ejército privado, por lo que no es de extrañar que el palacio de Luis Chaves el Viejo tuviera un lagar en los terrenos del palacio, a donde traían toda la aceituna que sacaban de los olivares de las tierras que le pertenecían, así como la uva de sus viñedos. Así se aseguraba de que no se perdía parte de la producción y tenía su negocio controlado ya que seguramente, al ser un lagar dentro de la ciudad, muchos otros pequeños propietarios llevaban sus productos a este lagar. Todo esto en una época en la que el cultivo del olivar y el viñedo tuvo un auge que no había tenido desde época romana en la zona.

Fotografía 8,1. Lapis de lagar en la plazuela de Santiago, Trujillo. Contrapeso de lagar en el palacio de Luis Chaves, el Viejo, Trujillo

 

9 ESTELA ROMANA- ALQUERQUE MEDIEVAL – ALQUERQUE DE NUEVE EN LA CRUZ DE LOS ANGELES

– ESTELA ROMANA – ALQUERQUE MEDIEVAL

Está situada en la jamba izquierda de la portada de la entrada al cortijo de Las Carboneras, término municipal de Madroñera, por la carretera de esta localidad a Santa Cruz de la Sierra.

Es una curiosa estela que, aparte del epitafio sepulcral, sirvió posteriormente de base para la talla de un alquerque de nueve, con sus correspondientes ficheros para depositar las fichas de juego (trebejos),por lo que sabemos que estuvo en época medieval en posición horizontal y que más tarde fue reutilizada como parte de la portada, por lo que ha tenido tres usos.

Hasta ahora no se conoce en la zona ninguna estela que haya sido reutilizada como tablero de juegos posteriormente en época medieval. Constatar que más abajo de donde se encuentra existe un cercado llamado del Oro, que probablemente se trate de la necrópolis, pues de allí sacaron otras que se encuentran en Madroñera.

Sus medidas son 1,20 metros de largo, 46 cm de ancho y 21 cm de fondo.

La segunda fotografía muestra el calco tras invertirle el color con el programa de Windows Paint.

– ALQUERQUE DE NUEVE EN LA CRUZ DE LOS ANGELES

Está situado en un canchal, junto al cordel que se dirige a Huertas de Ánimas, a mano derecha, frente a la Barriada de Juan Fernández Paredes.

Creemos que está relacionado con el ocio de los canteros que trabajaban en la antigua cantera donde se sitúa. Sus medidas son 34 X 30 cm.

Fotografía 9,1. 1 estelaromana – alquerque medieval de Las Carboneras. 2 estela romana– alquerque medieval de Las Carboneras, Calco. 3Alquerque de nueve, Cruz de los Ángeles.

10 GRABADOS PREHISTORICOS  DEL CAÑEJAL

Fotografía 10,1. Roca soporte con los grabados

Descripción:

Se trata de dos grandes paneles tallados en dos pizarras apenas separadas por 5 metros, con grabados de varias épocas prehistóricas, con gran variedad de estilos y de técnicas de ejecución, de complejidad enorme. Su estado de conservación no es del todo bueno.

El Paisaje:

El Cañejal ocupa la vertiente sur de la Sierra de Guadalupe, al cobijo del Pico Venero, que domina estos paisajes. Los grabados están en la zona baja, entre grandes cerros y un arroyo que incluso en el mes de agosto sigue corriendo. Se trata, por lo tanto, de una zona especial, tanto para un asentamiento como para lugar mágico-religioso. Sumando a todo esto podemos decir que se encuentra a unos tres kilómetros al sur de los grabados del Cándalo.

La finca está situada en la carretera de Trujillo a Guadalupe, entre las localidades de Zorita y Logrosán, a la altura del km 35, a mano izquierda, pasada la casa y a la derecha del cobertizo.

La zona es considerada de muy buenos pastos y cuenta con varios referentes en minería prerromana, como el propio cerro de San Cristóbal en Logrosán. Aspecto este que la hace muy importante en estas Edades de los Metales, ya sea para la cultura Atlántica del Bronce o el mundo Tartésico.

Se trata de un conjunto de grabados rupestres excepcional en Extremadura: hay varios tipos de grabados de diferente antigüedad y con diferentes técnicas, entre las que sobresale la del piqueteado. También hay grabados lineales, cazoletas y otros que han sido pulidos y no se les nota el piqueteado. Dadas estas características, dichos grabados pueden iniciarse incluso desde el Calcolítico en adelante. La mayoría de los grabados se pueden datar en el Bronce Medio y Final.

Está compuesto por dos peñas: una horizontal, de la cual mencionaremos algunos de sus grabados, y otra vertical, más importante, con el grueso total de grabados y tipologías, por lo que será ésta en la que más nos centremos.

Las medidas de las diferentes peñas con sus grabados son:

Peña vertical: 9 metros de largo y 1,10 metros de alto aproximadamente. Estado de conservación aceptable.

Peña horizontal: 12 metros aproximadamente de largo, su altura es mínima al estar a ras del suelo.3 metros de ancho. Su estado de conservación no es bueno ya que hoy está en los aledaños de un cobertizo, como cerca anexa a las instalaciones ganaderas de esta finca.

Lo más destacado de todo el conjunto, tanto por su número como por su tipología, son la gran cantidad de círculos grabados. La mayoría tienen círculos concéntricos o una cazoleta o circunferencia en medio. Entre las dos peñas se pueden contar bastante más de cincuenta círculos, teniendo la peña vertical más del noventa por ciento de ellos. Pensamos que podría tratarse de representaciones de escudos formando parte de un ejército, ya que muchos parecen estar en formación, unidos unos con otros. Unos de mayor tamaño que otros (lo que demostraría mayor estatus social). También hay algunos más separados, que parecen estar en solitario. Estas representaciones de escudos se relacionan con otras representaciones que se dan en la roca tales como antropomorfos, ídolo y carro.

Lo más parecido que hemos podido encontrar son los grabados de la Hoya del Caño, en la sierra de Jaén, donde hay un conjunto de unos treinta círculos prácticamente iguales a los del Cañejal junto a otros grabados; y en Montoro, Córdoba, donde hay una representación similar y con la misma técnica en una estela. En El Madroño, Sevilla, en La Cueva de los Pobres, también hay grabados similares. Las mejores referencias aparecen en los grabados de Galicia y en otros países del norte de Europa.

La peña vertical tiene representaciones en varios paneles. A continuación iremos explicando los más representativos:

– PANEL CENTRAL DEL GUERRERO

Este panel puede ser de los más importantes de todo el conjunto por su contenido, ya que junto a los círculos anteriormente descritos también se representan otros elementos muy importantes. Creemos que por sus intenciones narrativas puede considerarse como un precursor de las estelas del Bronce Final, pero tallado en la roca. En este panel contamos con la representación de un guerrero, su escudo, lanza y espejo, todo realizado con la técnica del piqueteado. También aparece debajo una representación de un carro, aunque nos da la impresión de que es una superposición de elementos y este carro pudo ser posterior y unido al conjunto de escudos en formación del panel que lo sigue. Cuando decimos posterior es por cómo se han conservado y el terminado que tienen el grabado del carro y escudos, mucho mejor acabado y pulido, aunque pensamos que también se utilizó la técnica del piqueteado, a diferencia del guerrero y sus armas, que está en la parte superior del panel y que está piqueteado pero sin pulir, peor conservado, peor definido y con una pátina diferente .Esto os lleva a pensar que pudiera tratarse de representaciones de diferentes épocas, pero muy próximas entre sí; aunque también depende de lo que haya afectado la climatología y el paso del tiempo a las diferentes partes de la roca. Lo destacable de este panel, aparte de los círculos concéntricos, es que estamos ante un prototipo de estela de guerrero de la Edad del Bronce, es decir, una proto-estela del Bronce, donde aún eran representados estos guerreros en las rocas y no en estelas hechas en piedras separadas de la roca madre. Por lo que tenemos ante nosotros una representación de un guerrero, que nos une al inicio de nuestro trabajo con la estela de Villamesias, y un conjunto de carro y escudos, también de la misma época, pero que no tiene relación con la anterior y que bien pudieran representar un ejército en formación.

Fotografía 10,2. Panel central del Guerrero

– PANEL DEL ÍDOLO

En este panel tenemos representado lo que podría ser un ídolo, que nos recuerda a los de algunos grabados en conjuntos gallegos, representado entre dos grandes escudos, y que están relacionados con la guerra. Parece un alto cargo, miembro de la élite, jefe, rey o incluso uno de sus dioses relacionados con la guerra. En el mismo panel hay algunas cazoletas (o restos del centro de escudos) y otros escudos, más pequeños y de diferentes tamaños, dando a entender que son guerreros, de estatus inferior a la representación principal y más sobresaliente que es el ídolo y los dos escudos. La forma del ídolo, con el pequeño escudo central, nos recuerda a las famosas figuras de guerreros galaicos, mucho más modernas pero que también debieron de tener un inicio parecido a las estelas del Bronce y pasaron de ser representaciones simples en la roca madre a estar mejor acabadas y exentas.

Fotografía 10,3. Panel del Ídolo

 – PANEL DEL ANTROPOMORFO

En este panel tenemos representado una figura antropomorfa, al estilo de las pinturas rupestres esquemáticas, al lado de un escudo o círculo mayor y otros más pequeños que también parecen estar en formación, lo que nos hace pensar en otra representación de un guerrero, con su escudo. Al lado de este panel hay otro en el que se representa una forma rectangular dividida en dos por una línea, que nos recuerda a un carro, por lo que parece ser que se repiten las representaciones en varios paneles de la misma peña. Aunque no todos estén juntos, sí forman todos parte del conjunto en general, el cual representa guerreros, escudos, algún carro. Todo nos da a entender que podrían estar contándonos la historia de personajes importantes, cada uno en su época, no muy lejana unos de otros. En este conjunto en especial destaca en tamaño la figura antropomorfa sobre los escudos, teniendo a su lado un escudo de mayor tamaño, y con dos círculos concéntricos, que le hace superior al resto, excepto a otro escudo que hay un poco más alejado y que forma parte del conjunto de escudos que parecen estar en formación. Como hemos comentado en los paneles anteriores, estas representaciones posiblemente sean proto-estelas del Bronce, pertenecientes a una época en la cual no se representaban exentas de la roca madre.

Fotografía 10,4. Panel del Antropomorfo

– GRABADOS LINEALES Y CAZOLETAS

En el conjunto del Cañejal hay otros tipos de grabados: los grabados lineales y las cazoletas, dos tipos de grabados muy antiguos y que están extendidos mundialmente. Creemos que son más antiguos que el resto de grabados descritos anteriormente y que aún así, en el caso de las cazoletas, se siguieron utilizando durante milenios, mientras que otros evolucionaron hacia otro tipo de grabados e incluso dentro del concepto simbólico, como es el caso de los grabados lineales.

Hay un conjunto de unas once cazoletas en la peña vertical. Se ha trabajado la parte superior de la peña, por encima del panel del ídolo, allanándolo para después hacer las cazoletas, las cuales tienen la característica de estar hechas con la técnica del piqueteado, pero que no fueron pulidas después, como es típico encontrar en este tipo de grabados. El conjunto no forma un patrón común con otros conjuntos. Su uso debió de ser para algún tipo de rito religioso. Hay que tener en cuenta que estos lugares se utilizaban para el mismo fin desde milenios, y que, en muchos casos, incluso en la actualidad, muchos lugares religiosos están sobre zonas que fueron ya usadas incluso en la prehistoria para la realización de ritos religiosos. Hay otras cazoletas en el conjunto pero forman parte de las otras representaciones, de algún escudo borrado y que solo se aprecia la cazoleta central o de la representación de los guerreros.

Creemos que los grabados lineales son los más antiguos de todo el conjunto. Están por todos los alrededores inmediatos, si nos alejamos hacia los cerros ya apenas hay. También hay algunos en la peña vertical, pero donde destacan por su gran cantidad y variedad es en la peña horizontal, que está prácticamente llena, excepto en las zonas donde se realizaron círculos y otros grabados y en las cuales prepararon la roca para la realización de dichos grabados, por lo que los lineales fueron borrados. La erosión y el paso de animales también han dañado algunos provocando que apenas se vean o haciéndolos desaparecer. Aclarar que para la realización de grabados lineales había una preparación de la roca antes de hacerlos. Se pueden observar muchas líneas en todos los sentidos, se ven símbolos que se repiten en otros lugares de la Península como por ejemplo las X y las Y, y alguna figura cuadrada o una especie de cruciforme, pero no llegan a repetirse y a representar formas tan claras como los de la Serena o los del Cándalo.

Fotografía 10,5. Grabados lineales y cazoletas

 OTROS GRABADOS

Aquí mostramos otros grabados que se dan en las dos rocas y que suelen estar en solitario, son diferentes, otra técnica. Son figuras que nos llaman la atención pero que no sabemos que pueden significar. Así tenemos, por ejemplo, lo que podría ser un carro, la forma de una cabeza solamente perfilada, representaciones de círculos, con varios círculos concéntricos y de mayor tamaño de los que denominamos escudos, que quizás sean representaciones de guerreros en solitario, algo que se podría hacer para tener buena suerte en la batalla. Otros escudos están solapados y hay alguna representación que recuerda a formas ovoidales, tal vez alguna representación femenina.

Fotografía 10,6. Otros grabados

Destacamos la importancia de estas repeticiones de círculos concéntricos, que nos sugieren influencias atlánticas, y por su rareza en estos lares nos parece de notoria importancia. De igual modo las figuras humanas y otros elementos evocan las influencias mediterráneas. Creemos que estos grabados reflejan las mismas inquietudes narrativas que luego desarrollaron las estelas de guerreros del suroeste, exentas del Bronce Final.

Los escudos sin escotadura en V nos pueden aproximar cronológicamente a periodos entre el Bronce Medio y el Bronce Final

Ampliando el punto de vista sobre este periodo histórico y teniendo en cuenta publicaciones sobre este periodo y de esta zona, el trabajo ya citado de Manuel Rubio Andrada y Vicente Pastor González, El Grabado del Cándalo, Garciaz (Cáceres) 1991, donde se hace mención a escudos sin escotadura en V y a formas estelares, fijas en la roca madre, a apenas 3 ó 4 km de distancia hacia el Norte.

No menos importante son los trabajos sobre la Estela de Logrosán I, que han investigado varios trabajos (Alvarado y González Cordero, 1991;Celestino Pérez, Sebastián, 2001, nº 23;Díaz-Guardamino Uribe, Marta, 2010,nº 318; Galán Domingo, Eduardo, 1993, nº 28; quien la atribuye al lugar o finca El Cañejal, como lugar de aparición, y da las coordenadas del centro de la finca (39º 21´00” Lat. N, 5º 34´46” Long W). Esta información puede resultar muy interesante, máxime si esta estela tiene un escudo sin escotadura en V, extraordinariamente significativa; pero por varias razones hay que ser cautos: primero porque es el único autor que ubica su lugar de procedencia, la estela original está en casa del Sr Rodríguez Pazos, de Cañamero, Cáceres. Y, segundo, porque la finca con ese nombre hoy tiene varias divisiones que en conjunto suman unas 1000 has. Tampoco podemos descartar esta relación entre esa estela “móvil” Logrosán I y nuestros grabados, esteliformes.

Creemos que estas sierras pueden aportar en un futuro, cuando se realicen trabajos más profesionales, importantes avances en cuestiones como las influencias acaecidas en estas artes plásticas con vocación de narrar los hechos que identifican a un grupo social, quizás como fundacional, expresado a través de la idealización de sus jefes/élites. Quizás se pueda intuir en estos grabados de este estudio que el propio hecho de grabar en la roca sea un hecho ritualizado en sí mismo.

Otras referencias cercanas son la magnífica Estela de Solana de Cabañas, Roso de Luna, 1898, y la estela del Moroquil, o de Madroñera, hacia el Norte, que también representa un escudo sin escotadura; y hacia el Sur, todos los grabados rupestres de la zona de la Serena.

 

La importancia de estos grabados, en el conjunto del arte rupestre en Extremadura, es extraordinaria y única, al darse una combinación de elementos galaicos y elementos más sureños. De algún modo representan la combinación de elementos atlánticos y elementos mediterráneos que ha hecho de las estelas algo tan singular e importante a la hora de comprender como fluyen las influencias en estas sociedades. Influencias que aquí parece que se dan la mano. Por su complejidad, su rareza, y cantidad, creemos que son excepcionales.

 

BIBLIOGRAFÍA

-“Corpus de arte rupestre en Extremadura, Vol. II Arte rupestre en la Cepa de la Serena” (Hipólito Collado Giraldo y José Julio García Arranz)

– “Lagares rupestres, aportaciones para su investigación” (Margarita Contreras y Luís Vicente Elías)

– “Motivos de fauna y armas en los grabados prehistóricos del continente europeo” Fernando Javier Costas Goberna y José Manuel Hidalgo Cuñarro

– ”Paleoetnología del área extremeña” (Sebastián Celestino Pérez, Juan J Enríquez Navascués, Alonso Rodríguez Díaz)

– ”Las estelas decoradas en la Prehistoria de la Península Ibérica”, tesis doctoral de Marta Díaz Guardamino Uribe, bajo la dirección del doctor Martín Almagro Gorbea,2010

– ”Grabados prehistóricos del río Tejadilla, Madroñera, Garciaz y Aldeacentenera” Manuel Rubio Andrada y Vicente Pastor González, Coloquios Históricos, 2013.

– ”El grabado de El Cándalo, Garciaz, Cáceres. Universidad de Salamanca, Manuel Rubio Andrada y Vicente Pastor González.

– ”Petroglifos gallegos y arte esquemático”. Richard Bradley, Ramón Fábregas Valcarce, Complutum Extra, 6 (II) 1996,103-110)

– ”Los petroglifos gallegos, grabados rupestres prehistóricos al aire libre”(Uniliber)

– ”Historia de España(vol II). Protohistoria y Antigüedad en la Península Ibérica. La Iberia Prerromana y la Romanidad” (F.Sánchez Moreno-Joaquín L. Gómez-Pantoja)

– ”Epigrafía romana y cristiana del Museo de Cáceres”(Julio Estaban Ortega-José Salas Martín)

– ”Lagares Rupestres, aportaciones para su investigación”(varios autores-ADRA)

– ”Patrimonio histórico español del juego y el deporte: los juegos de tablero en la iconografía de la península ibérica medieval” (Miguel Fdez. Pérez y otros…2012)

– ”El alquerque de 9 o la danza de los nueve hombres”(Arqueovigo-José M.Jesús Sánchez)

– «Estelas de Guerreros y Estelas diademadas». 2001. Sebastián Celestino Pérez.

– «Estelas, paisaje y territorio en el Bronce Final de la Península Ibérica» . 1994. Eduardo Galán Domingo.

Nov 172016
 

Fernando Moreno Domínguez, Francisco Pérez Solís, Alberto Durán Sánchez, Gregorio Francisco González.

PROVISIONAL 

Aprovechamos la inmejorable oportunidad que nos brindan los XLV Coloquios Históricos de Extremadura para presentar dos monumentos de carácter rupestre, uno en la ciudad de Trujillo y otro en término de Madroñera, de especial singularidad debido a su rara tipología y a las múltiples posibilidades que ofrecen para su estudio e interpretación. Ambos monumentos, sin relación alguna entre sí, son muestra de la dilatada y prolífica historia de Trujillo y su territorio. El primero, en pleno casco histórico, puede ser, de acuerdo a una de las hipótesis planteadas, uno de los testimonios de ocupación humana más antiguos documentado hasta la fecha en el núcleo urbano trujillano. Por su parte, el segundo, situado hoy día en término municipal de Madroñera, nos ofrece un riquísimo reflejo del desmembrado alfoz trujillano en la primera mitad del s. XVII.

El objetivo de nuestra comunicación es tan sencillo como poco ambicioso: dar a conocer ambos monumentos al gran público y ofrecer una primera interpretación de los mismos. Con el tiempo, esperamos, la oportuna intervención de especialistas en los periodos históricos correspondientes, podrá arrojar nueva luz sobre estos dos excepcionales ejemplos que ahora presentamos.

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Ilustración n.º 1: Situación del grabado de los Altamirano (1) y de la inscripción de la Atalaya (2). Fuente: Iberpix.

Son muchas las personas a las que hemos realizado consultas acerca de los múltiples aspectos que ofrecen estos dos monumentos. No podemos dejar de agradecer su buena disposición y las inmejorables referencias aportadas por Antonio González Cordero, Juan Gil Montes, José Antonio Ramos Rubio, Roberto Hernández Castaño, Fernando Pérez Brun y Ángel Mayoral Castillo.

 

  1. EL GRABADO DE LOS ALTAMIRANO.

En el mismo corazón del casco antiguo de la ciudad de Trujillo se encuentra, semioculta, una covacha resultante del hueco formado entre dos formaciones graníticas naturales. Sobre ellas se asienta una de las torres del alcázar de los Altamirano, que queda unida al resto de la edificación mediante un airoso arco ciego realizado con sillares. La pared meridional de esta oquedad contiene más de un centenar de cazoletas grabadas, descubrimiento que debemos al buen ojo de Fernando Moreno. Actualmente el acceso a la zona se realiza a través del patio de la fortaleza de los Escobar. [1]

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Ilustración n.º 2: Entrada a la covacha bajo el alcázar de los Altamirano.

La villa de Trujillo se asienta sobre los puntos más elevados del cerro Cabeza de Zorro (601 m.), que corona el batolito granítico conocido popularmente como el berrocal. Esta singular formación geológica[2] se originó a partir de un cuerpo plutónico durante el plegamiento hercínico que, posteriormente, debido a la meteorización causada por el agua subterránea, se fracturó en multitud de bloques que fueron aflorando a la superficie debido a la erosión atmosférica y fluvial. El resultado es el paisaje del berrocal, caracterizado por la acumulación desordenada de rocas en mil y una formas singulares.

Buena parte de los edificios históricos del casco trujillano se asienta sobre estos afloramientos de granito, aprovechando la solidez de la roca como inmejorable cimentación. Es el caso del alcázar de los Altamirano, también llamado Alcazarejo, en el que las construcciones más antiguas conservadas, según J. Tena[3], son sus aljibes árabes. La familia Altamirano, tan vinculada a la reconquista de la ciudad, era uno de los dos linajes (frente a los Bejarano) que se disputaban el control del concejo trujillano a finales de la Edad Media. Debido a estas disputas, a menudo violentas, el edificio familiar adquiere un carácter eminentemente defensivo.

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Ilustración n.º 3: Vista general de la covacha desde el patio Escobar.

Nuestro abrigo forma parte en realidad de una serie de oquedades naturales que se comunican entre sí, si bien actualmente el tránsito por ellas no es posible debido a la cantidad de derrubios, cascotes y desperdicios acumulados en su interior.

Como decíamos, en la pared sur de la covacha se aprecian un total de 107 cazoletas visibles, distribuidas en dos rocas de la pared (si bien una de ellas, la más cercana a la entrada, tan sólo alberga una cazoleta, que se encuentra aparentemente aislada). Estas cazoletas presentan formas redondeadas, de unos 4 cm. de diámetro de media (entre 2,8 cm. y 7,2 cm.) y sección lenticular poco profunda que, en ningún caso, llega a superar los 2 cm. La superficie pulimentada de estas pequeñas concavidades nos indica que la técnica de ejecución fue por abrasión. El grabado visible en la actualidad ocupa unas dimensiones de 2,93 m. de longitud × 1,37 m. de altura.

Centrándonos en el panel principal, las cazoletas (106) que contiene se agrupan en dos áreas, una inferior y otra superior. En su mayoría aparecen aisladas y sólo en ocasiones es posible distinguir alineaciones formando trazos tanto rectos como curvos. A pesar de las diferencias de tamaño no se advierte una composición jerarquizada, ya que ninguna cazoleta parece destacar sobre las demás. No obstante, algunas sí presentan formas singulares: agrupadas en racimo (en una ocasión, se trata de cinco cazoletas), dos cazoletas unidas tangencialmente (en tres ocasiones), cazoleta con apéndice lineal (en tres ocasiones) o las dos cazoletas unidas por un canalillo curvo.

Este panel principal fue ejecutado sobre una superficie previamente alisada ex profeso, mediante la fragmentación del bolo granítico usando (probablemente) cuñas y marras. En un principio, al observar el panel, llama la atención la ausencia de pátina en la roca, que aparece como recién cortada. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que, con toda seguridad, estas oquedades permanecieron cubiertas o tapiadas al menos durante los siglos bajo medievales, mientras el edificio del Alcazarejo desempeñó una función militar. Por lógica sería impensable ofrecer a posibles asaltantes un refugio seguro bajo la torre, desde donde se pudiera, además, socavar los cimientos de la fortaleza. Con el paso del tiempo, para aprovechar estos espacios como corrales (o más recientemente como escombreras), las covachas se volvieron a abrir, ofreciendo el aspecto que muestran hoy.

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Ilustración n.º 4: Panel de las cazoletas.

Esta puntualización no es en absoluto baladí, pues nos ayuda a plantear una de las cuestiones claves en el estudio de nuestro monumento: ¿cuándo se pudieron grabar las cazoletas? A nuestro entender cabe plantear dos posibles opciones: bien en tiempos prehistóricos (probablemente entre la edad del Cobre y la edad del Bronce) o, por el contrario, en etapas históricas más avanzadas, en un momento en el que se disponía de avanzados conocimientos de astronomía que quedaron plasmados en la pared de la cueva. Veamos los pormenores de cada opción.

Los grabados de cazoletas son una de las manifestaciones más habituales del arte rupestre extremeño, conociéndose centenares de conjuntos en un corpus que no cesa de incrementarse cada año. No obstante, esta abundancia de representaciones no se ha traducido aún en un mayor conocimiento sobre ellas y, hasta la fecha, han sido objeto de todo tipo de conjeturas más o menos afortunadas. Generalmente estas manifestaciones[4] suelen ser interpretadas como delimitadoras del espacio de poblados, como elementos de función cultual o suelen asociarse a monumentos megalíticos o incluso berracos. La asociación de cazoletas y canalillos y la organización jerarquizada de acuerdo a su posición y tamaño (indicios que, lamentablemente, como hemos visto, no son característicos del panel Altamirano) suelen ser elementos comunes a paneles de la edad del Bronce y del Cobre en nuestra región.

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Ilustración n.º 5: Grabado rupestre del alcázar Altamirano.

En segundo lugar, como decíamos, debemos tener en cuenta las posibilidades de interpretación del panel Altamirano como un mapa astronómico. Tras el intenso trabajo comparativo llevado a cabo por Alberto Durán, hemos conseguido agrupar la totalidad de las cazoletas conforme a patrones de constelaciones de estrellas. La propuesta, aún siendo ciertamente muy atractiva[5], plantea toda una serie de interrogantes acerca de quién y en qué momento pudo grabar un mapa astronómico en un lugar semi-subterráneo, estrecho y casi clandestino, eligiendo además un soporte vertical. En cualquier caso, y puesto que la mayor parte de los patrones de las constelaciones visibles en el hemisferio norte provienen directamente del mundo grecorromano, estaríamos moviéndonos indudablemente dentro de períodos históricos.

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Ilustración n.º 6: Mapa astronómico.

Por otro lado, la potencialidad astronómica de la covacha Altamirana debería verse confirmada con un seguimiento continuado, planificado a largo plazo, que determinase si las cazoletas llegan a recibir los rayos solares en algún momento (y en qué días), la relación visual del panel con la luna o las constelaciones propuestas por Durán Sánchez etc. Todo un mar de cuestiones, aún sin resolver, y un enorme campo de trabajo, aún por abordar. Anteriormente en otros grabados rupestres de la comarca trujillana, algo más alejados de la ciudad, se han identificado representaciones astrales (sol y otros cuerpos destacados) en forma de cazoletas (en Valdehonduras[6], Santa Marta de Magasca o en Tejadilla[7], Madroñera), cazoletas radiadas (en Boticojo[8], Torrecillas de la Tiesa) o, en su defecto, de otras representaciones radiadas (en el Cándalo[9] Garciaz).

Dentro del término trujillano no carecemos de otras estaciones de grabados de cazoletas como los del Carneril[10], la Cueva de los Frailes o el Avión[11]. Sin embargo, a nuestro entender, la singularidad del panel Altamirano consiste en que se trata del grabado rupestre más complejo que, hasta el momento, se haya localizado en el interior del casco urbano de la ciudad. Además, de verse confirmada su cronología prehistórica, podríamos estar, conjuntamente con las pinturas de la cueva larga del Pradillo[12], ante uno de los testimonios de ocupación humana más antiguos de la ciudad de Trujillo.

Quizás, algún día, tras la limpieza y prospección de estas cavidades se puedan localizar nuevas manifestaciones que permitan interpretar con mayor fiabilidad todo el conjunto y confirmar alguna de las dos hipótesis aquí planteadas, u otras diferentes que pudieran desarrollar investigadores especialistas en la materia.

 

  1. LA INSCRIPCIÓN DE LA ATALAYA.

Nos desplazamos en esta ocasión hacia el nordeste hasta alcanzar el cerro de la Atalaya, en el término de Madroñera, que, pese a su escasa altura (562 m. s. n. m.), destaca sobremanera en la extensa penillanura que se extiende al pie de las estribaciones de los cerros de Aldeacentenera-Madroñera. Este paisaje de pizarras y grauvacas del Precámbrico, se caracteriza por las formas suaves y onduladas[13] entre las que, de tanto en tanto, destacan algunas elevaciones poco pronunciadas. El cerro está jalonado con abundantes afloramientos pizarrosos, a menudo erosionados en forma de dientes de perro. Su entorno está regado por los arroyos de la Gironda y de Torres.

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Ilustración n.º 7: Vista general del cerro de la Atalaya.

El paraje estuvo habitado desde la antigüedad a tenor de los materiales romanos visibles al sur del cerro, que evidencian la presencia de una posible villa, de reducidas dimensiones, cuyos mampuestos se aprovecharon a posteriori en la construcción de corrales, cercados y un pozo dotado con 6 pilas de granito.

Sin embargo, es la cumbre del cerro la que nos interesa. En ella, mirando hacia el sur, a unos cien metros de las casas de la finca y sin relación aparente con ellas, encontramos una inscripción religiosa-conmemorativa realizada en el año 1637. Se grabó en una placa de pizarra, con una orientación general norte-sur, con unas dimensiones de 1,06 m. de altura máxima visible y 3,5 m. de longitud. La técnica de ejecución fue por incisión (más o menos profunda, según la letra). El texto, de cuatro líneas, se inscribe en un rectángulo de 1,50 m. × 60 cm., que aprovecha la zona más regular de la roca. No obstante, las dos últimas palabras de la invocación religiosa sobrepasan los límites del referido campo epigráfico, mientras que el AMEN directamente se graba en otro plano del afloramiento, situado en su extremo sur. Todo el conjunto está coronado por dos símbolos cruciformes, uno de ellos asociado al monograma IHS. Debemos el descubrimiento a la incansable labor investigadora de Francisco Pérez Solís.

(Cruz) IHS

(Cruz)

ALABADo SEA . EL SATSMo SACRAMENTO AMEN /

AÑO DE. 1637 ME FIÇO /

JVo SOTERO SEGOVIANO/

VZo DE ALDEVIESCA

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 Ilustración n.º 8: Inscripción rupestre de la Atalaya.

En el mismo afloramiento pizarroso hay varios grafiti grabados seguramente por pastores (José MCML, R L G), en épocas mucho más recientes, que nos indican que, debido a la inscripción, la roca continuó siendo un hito de referencia en época contemporánea. Sin embargo nos consta que su memoria se había perdido en la actualidad.

Se trata de un monumento modesto, de carácter ciertamente rural, aunque el autor, seguramente por encargo, hizo gala de una ejecución cuidada y previamente planificada. Se muestra una clara preocupación en los detalles, por ejemplo en los extremos de los caracteres, la interpunción o en las terminaciones patadas de las cruces.

En cuanto al promotor del monumento, Juan Sotero Segoviano, vecino de Aldeviesca, debía ser un personaje de cierta categoría socioeconómica. Sotero es un apellido frecuente en el norte peninsular. En cuanto a Segoviano entendemos que él o parte de su familia provenía de esta ciudad castellana aunque, por otro lado, no podemos ignorar que en esta época en ocasiones los topónimos y gentilicios empleados como apellidos intentaban ocultar un origen étnico – religioso problemático o crear una falsa apariencia de hidalguía[14].

En cuanto al lugar de procedencia, Aldeviesca, el topónimo nos es desconocido por completo puesto que no hemos encontrado un núcleo de población, actual o desparecido, que responda a este nombre. No obstante, al tratarse de una forma compuesta, Aldea Viesca, nos permite rastrear (si quiera de forma aproximativa) el origen de esta población. En efecto, Viesca del latín versus (vertere “torcer”), es un topónimo frecuente en el norte peninsular con el significado de matorral o bosque frondoso, presente en las poblaciones asturianas de Viesca (Mieres), Viescas (Salas, ) o La Viesca (Langreo), por citar sólo algunos y sin entrar en variantes, así como en el leonés valle de la Viesca (Aviados).

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Ilustración n.º 9: Detalle de la inscripción.

Sin duda no podemos vincular a nuestro dedicante con ninguno de estos núcleos de población en concreto, pero, no obstante, debemos situar su origen en el norte peninsular y, por añadidura, identificarle como un mayoral trashumante. No en vano el cortijo de La Atalaya se sitúa junto al cruce de dos cordeles, el de la Mascalina y el de Torrecillas de la Tiesa, enlazando este segundo con la Cañada Real de Merinas a la altura de Albalat. Precisamente desde el s. XVII el Concejo de la Mesta vive uno de sus momentos de mayor auge, habiendo visto reforzados sus privilegios y poder. Aunque las relaciones de la Mesta con el concejo de Trujillo fueron a menudo tumultuosas,[15] entablándose numerosos pleitos por los pastos, deslindes, o los daños que causaba el ganado, muchos de estos mayorales debieron estar bien integrados en la sociedad de los pueblos del alfoz trujillano.[16]

Pasando a los aspectos religiosos de la inscripción de la Atalaya, debemos destacar la utilización del anagrama IHS con la cruz latina apoyada en el travesaño de la H. Se trata de un símbolo con origen en la Edad Media, formado a partir del monograma IHS, cuyo origen último se remonta a los inicios del cristianismo, a partir del nombre de Jesús escrito en griego. No obstante el signo alcanza su mayor difusión en el s. XVII (vinculado a los principios contrarreformistas que veremos a continuación en relación a la aclamación laudatoria) cuando su presencia se hace habitual en dinteles y arcos de fachadas de numerosas viviendas de nuestros pueblos. Incluso podemos encontrarlo en los revocos del aljibe del castillo de Monsalud[17] (Nogales, Badajoz). Además el anagrama fue usado por Ignacio de Loyola como sello y, a raíz de ello, se ha convertido en el símbolo más reconocible de la Compañía de Jesús, a pesar de que la orden nunca lo adoptó como escudo oficial.

Precisamente por ser un signo tan extendido, entendemos que resulta demasiado arriesgado relacionar directamente nuestra inscripción con los jesuitas.[18] En la primera mitad del s. XVII, la Compañía se encontraba en plena expansión por tierras extremeñas e incluso intentaron establecerse en la ciudad de Trujillo a mediados de la centuria; pero no lo consiguieron. [19]Pero hay, además, otra curiosa coincidencia: tanto las tierras de Madroñera como las de Torrecillas fueron compradas en 1558 (sea 79 años antes de la ejecución de nuestra inscripción) por el poderoso obispo placentino don Gutierre de Vargas Carvajal que, en los últimos años de su vida, fue un ferviente benefactor de la Compañía de Jesús. Fue precisamente don Gutierre quien había otorgado a los jesuitas pingües beneficios para que se instalaran en la ciudad del Jerte, que fue la primera fundación de la orden en Extremadura. Un año antes de su muerte el prelado vendió Madroñera al regidor de Trujillo, Alonso Ruíz de Albornoz, que se convirtió en el señor de esta villa, mientras que Torrecillas acabó en manos de Diego Pizarro Hinojosa. [20]

Lo que parece claro es que el cerro de la Atalaya, seguramente debido a su destacada presencia en el paisaje, sirvió de hito referencial a la hora de establecer los límites territoriales de las nuevas villas de Torrecillas y Madroñera,[21] tras su segregación de la ciudad de Trujillo, que anteriormente ostentaba la jurisdicción de estas tierras. Estas cuestiones solían resolverse mediante larguísimos pleitos, especialmente teniendo en cuenta la obstinada oposición que la ciudad de Trujillo ejerció en el proceso de compra-venta por parte de don Gutierre. Por todo ello, entendemos que la relación de nuestra inscripción con el proceso de formación de los términos de estas poblaciones debe ser una línea de investigación a tener en cuenta en futuros trabajos sobre el tema. Aún hoy, hemos de recordar, el trazado de la delimitación de los términos municipales de Trujillo y Madroñera discurre por la Atalaya. Pero, en este sentido, la inscripción de la Atalaya no debe ser considerada como mero elemento de demarcación, puesto que su tipología es mucho más elaborada. En efecto, en nuestra inscripción la información fundamental parece ser la fecha: el año 1637. Seguramente Juan Sotero quiso conmemorar con ella algún acontecimiento ocurrido en ese momento, que fue considerado de especial significado. Desgraciadamente, lo que no se nos escapa por completo es la naturaleza de este evento.

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Ilustración n.º 10: Vista general de la roca de la inscripción y su entorno.

En segundo lugar, entre los aspectos religiosos, cabe destacar la conocida oración Alabado sea el Santísimo Sacramento que entronca directamente con el contexto histórico de la inscripción. Se trata de una aclamación que ensalza el sacramento de la Eucaristía y su culto, en la convicción de que el pan representa el verdadero cuerpo de Cristo, y el vino la verdadera sangre. La controversia sobre el principio de la transustanciación era una cuestión debatida por numerosos autores cristianos desde el s. IX. Sin embargo es a partir del s. XVI, tras el estallido de la Reforma protestante en Europa, que otorgaba a las especies en la Eucaristía un papel meramente simbólico, cuando en los países católicos surgen múltiples manifestaciones religiosas de carácter popular en defensa del valor de este sacramento: procesiones del Corpus, cofradías del Santísimo, aclamaciones grabadas en puertas y dinteles de las residencias etc. En muchas ocasiones la aclamación se complementa con la defensa del dogma inmaculista en la concepción de la Virgen María. Estas doctrinas contrarreformistas surgen del ideario del Concilio de Trento (1545-1563).

En definitiva, al igual que ocurría con nuestro primer monumento, somos conscientes que esta comunicación deja abiertos demasiados interrogantes acerca de la inscripción de la Atalaya que, por el momento, no sabemos responder. Si Juan Sotero Segoviano fue un mayoral mesteño que intervino en alguna cuestión relacionada con los pleitos sobre la delimitación de las tierras de las recién creadas villas de Madroñera y Torrecillas, o no, sólo el tiempo y futuros trabajos de investigación lo dirán. Por el momento, nosotros nos damos por satisfechos recuperando su inscripción del olvido.

 

  1. ANEXO I. POSIBLE MAPA ASTRONÓMICO CUEVA DE ALTAMIRANO TRUJILLO. A. DURÁN SÁNCHEZ.

Dada la cantidad de cazoletas, la disposición de estas y la orientación de la cueva (oeste-suroeste), se ha pensado en la posibilidad de que pudiera tratarse de un mapa astronómico, ya que la distribución de las cazoletas se corresponden con patrones que existen en otros conjuntos del berrocal trujillano y en otras zonas de la provincia de Cáceres, los cuales tienen un gran parecido a una serie de constelaciones, que se ven a simple vista mirando al cielo.

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Ilustración n.º 11.

Aquí podemos ver las posibles constelaciones representadas en la cueva de Altamirano, un total de 20:

Casiopea                                 Jirafa

Auriga (Carro)                        Delfín

Tauro                                      Corona Boreal

Pléyades                                 Berenice

Flecha                                     Perro de Caza

Dragón                                     Serpiente

Cáncer                                     Piscis

Lince                                      Ballena

Osa Menor                               Buey

Polaris                                     Triangulo – Aries – Caballo Menor[22]

 

También podemos ver los patrones más comunes representados en conjuntos de cazoletas de Trujillo, Conquista de la Sierra, Ibahernando-La Cumbre y Mata de Alcántara, en los cuales se observa el parecido con los de la cueva de Altamirano, pudiendo representar las constelaciones de Delfín, Aries, Casiopea, Serpiente, Cáncer, Osa Menor y Polaris.

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Ilustración n.º 12.

En esta muestra se pueden ver siete conjuntos, uno de ellos con pileta además de cazoletas (Huerto Grande – Mata de Alcántara) y otro con cazoleta y canalillo (Calle Fragüa – Mata de Alcántara), en estos siete conjuntos pudieron ser representadas una serie de constelaciones, ya que muestran patrones iguales o parecidos a los de la cueva de Altamirano y al resto de ejemplos de los patrones más comunes representados anteriormente, aparte de otros menos comunes. Pertenecen a conjuntos de Trujillo, Ibahernando – La Cumbre y Mata de Alcántara, y las posibles constelaciones representadas son Cáncer, Triangulo, Aries, Casiopea, Osa Menor, Polaris, Serpiente, Ballena, Hidra y León Menor. Todas estas posibles constelaciones están representadas en la cueva de Altamirano, a excepción de Hidra y León Menor.

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Ilustración n.º13.

En esta última muestra se pueden ver cinco conjuntos, en los cuales, aparte de cazoletas, varios incluyen piletas (Arroyo de la Sierpe I – Mata de Alcántara; La Giralda I – Mata de Alcántara; Los Villarejos – Ibahernando), que bien pudieran servir para ofrendas o algún tipo de rito religioso, también algún canalillo artificial y natural retocado (La Giralda I – Mata de Alcántara; Los Villarejos – Ibahernando; Mesa de los Moledores – Mata de Alcántara), y en uno de los conjuntos hay cazoletas con rabillo (los Villarejos – Ibahernando) que también es un detalle existente en la cueva de Altamirano.

Los diferentes conjuntos son de Ibahernando y Mata de Alcántara, y muestran patrones iguales o muy parecidos a los de la cueva de Altamirano y los conjuntos mostrados anteriormente (con los patrones más comunes), pudiendo representar las constelaciones de Casiopea, Jirafa, Perro de Caza, Berenice, Serpiente, Ballena, Pléyades, Lince, Auriga, Cáncer, Dragón, Piscis, Aries, Triangulo, Can Menor, Hidra, Perseo *(incompleta), Pegaso *(incompleta), Virgo *(incompleta) y León Menor. Todas estas constelaciones están representadas en la cueva a excepción de Can Menor, Hidra, Perseo, Pegaso, Virgo y León Menor.

* Las posibles constelaciones de Perseo, Pegaso y Virgo aparecen incompletas ya que la roca, en la cual se encuentran representadas, fue utilizada como cantera hace unos cuarenta años (información obtenida a través del dueño de la finca en la que se encuentran).

Todos los conjuntos mencionados para hacer la comparación con el conjunto de la cueva de Altamirano, están sobre rocas trabajadas y muchas claramente allanadas, y las cazoletas están en horizontal, en campo abierto, fuera de abrigos o cuevas, mientras que las cazoletas de la cueva están en vertical y en su interior en una de sus paredes.

Para comparar los diferentes patrones, representados en los conjuntos, con constelaciones, nos hemos basado en un mapa astronómico muy básico de hace 25 años, en el cual se puede ver la representación de las constelaciones como a simple vista mirando al cielo.

Por último, el significado de estas representaciones quizás pudiera ser de tipo mágico-religioso, sobre todo en los conjuntos en campo abierto, muchos situados en zonas altas o cerros y otros al lado de arroyos y manantiales o fuentes. También pudieran ser tipo funerario, en este caso la cueva de Altamirano tiene la misma orientación (oeste-suroeste) que los dólmenes, en muchos de los cuales está comprobado que se cuelan, por su entrada, los rayos del sol en ciertas épocas del año, durante los solsticios o los equinoccios, con la peculiaridad de que muchos de esos dólmenes tienen grabados rupestres, a base de cazoletas, en su interior, formando parte de la decoración de los ortostatos. Al estar relacionados estos conjuntos de grabados tanto con los solsticios y los equinoccios como con lugares importantes de culto para el ser humano de aquellos tiempos como son los manantiales y las zonas altas (donde se veía y se ve mucho terreno) nos da a pensar de que se hicieran ritos en ciertas estaciones del año, como ocurre en algunos lugares con posibles observatorios solares o astronómicos, en los cuales, en cierta época del año, el sol los ilumina o se cuela por alguna zona de la roca marcando ciertas partes de ésta (muchas veces cazoletas), mostrando así una especie de calendario astronómico, ya que suele coincidir con los cabios estacionales, todo esto seguramente relacionado con los cultivos, la caza, las lluvias, ritos funerarios o de veneración a dioses, e incluso con la guerra y la paz con otros pueblos.

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TENA FERNÁNDEZ, J., 1968: Trujillo histórico y monumental, Gráficas Alicante.

[1]              Agradecemos la amabilidad y colaboración de D. Felipe Iglesias.

[2]              Jiménez García, J.M., 2013.

[3]              Tena Fernández, J., 1968, p. 511.

[4]              González Cordero y Barroso Bermejo, 1996-2003.

[5]              Belmonte Avilés, J.A. 2005-2006.

[6]              Rubio Andrada, M., Pastor González, V. 2002.

[7]              Rubio Andrada, M., Pastor González, V. 2001.

[8]              Rubio Andrada, M. 2003.

[9]              Rubio Andrada, M., Pastor González, V. 1999.

[10]             Moreno, Pérez, Durán, Francisco, 2015.

[11]             Rubio Andrada, M., 2001 y 2001b.

[12]             Rubio Andrada, M., Rubio Muñoz, M.I., Rubio Muñoz, F.J., 2006.

[13]             Jiménez García, J.M., 2013.

[14]             Galende Díaz, J.C., García Gallarín, C., 2006, p.174-176.

[15]             Galiana Núñez, M. 2004, p.164-165.

[16]             Vide por ejemplo a Joseph de Bribiesca actuando de testigo de bodas en Aldeacentenera. Murillo Mariscal, 1996, p. 21.

[17]             González Cordero, A., Gilotte, S., 2002, p.256.

[18]             Aunque sí está bien documentado que otras congregaciones religiosas traían sus rebaños a Trujillo, como en el caso de los cartujos del monasterio de Santa María del Paular (Rascafría, Madrid). Tena Fernández, J., 1968, p. 287.

[19]             De la Peña Gómez, M.P., 1993 , p. 99. Los jesuitas volvieron a intentar asentarse en Trujillo a principios del s. XX.

[20]             Sánchez Rubio, M.A., Sánchez Rubio, R., 2006.

[21]             Para determinar si a una u a otra habría que realizar un trabajo de investigación archivística que, lamentablemente, no hemos llevado a cabo para esta comunicación. Las referencias bibliográficas encontradas más bien sitúan la Atalaya en Torrecillas puesto que en 1642, a la muerte de don Alonso de Santa Cruz, señor de Madroñera, en el inventario de bienes del mayorazgo no se menciona ninguna Atalaya (González Solís, Orellana y Pizarro, Sánchez Abril, 2010, p. 3). y, sin embargo, en 1791 el Interrogatorio de la Real Audiencia sí cita una Atalaya Labrada en los confines de los términos de Torrecilla, siendo su poseedora la marquesa de Villa García. La cuestión no deja de ser problemática porque, en esta zona, confluyen los términos de Madroñera, Torrecillas, Trujillo y Aldeacentenera.

[22] Triangulo-Aries-Caballo Menor, está en duda por el parecido entre ellas y la proximidad con otras constelaciones en el mapa astronómico.

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