Oct 011986
 

Miguel Pérez Revirigo.

La historiografía -escasa- de Fregenal, sitúa al sureste las ruinas de una antigua ciudad: Valeria.

Rodrigo Caro, en su obra “Antigüedades de Sevilla y chorographia de su convenio jurídico” (1634), confunde reiteradamente los topónimos Valera y Fregenal como si de una misma ciudad se trataran.

Martín Moreno, en su “Historia de Fregenal” (I844) escribe: “Como a media legua distante del pueblo y a Mediodía o Sur, se hallaba este santuario (San Fructos). Es posible que no estuviese muy separado de la población de Valera, sitio que se conoce desde la más remota antigüedad con el nombre de San Fructuoso”.

José Ramón Mélida, en su “Catálogo Monumental de España, provincia de Badajoz” (1925) recoge un texto de Arias Montano -del que desconocemos su referencia bibliográfica- en el que el eminente humanista cita “las ruinas existentes a unos dos kilómetros al sureste de esta villa…”.

Quintero Carrasco, por último, en su obra “Historia de Fregenal de la Sierra”, (1981), sitúa las ruinas de Valera (o Valeria) sobre la llamada “Lama del Mocho” a más de cuatro kilómetros al sureste de Fregenal, a la vista de los muy escasos restos allí encontrados.

Así, el enigma de Valeria, su posible entidad histórica quedan en entredicho sin que hasta hoy pueda afirmarse o negarse con exactitud su existencia.

Todos los textos y autores mencionados la nombran como ciudad, lo que supone “a priori” su descripción jurídica, lo que, a falta de pruebas, resulta excesivamente arriesgado en estricta metodología histórica. Por otra parte, si existió, resulta especialmente extraña su excesiva proximidad al municipio de Nertóbriga Concordia Iulia, cuyas ruinas se encuentran a poco más de media legua al Sur. Más aún si consideramos como cronológicamente contemporáneos los restos arqueológicos descubiertos en uno y otros yacimientos.

¿Existió Valeria?

Los restos encontrados en un área de un kilómetro al Oeste de la “Loma del Mocho” son, en su totalidad, fragmentos de “tegula” y “later” fácilmente datables entre los siglos II al III d.C. Asimismo, un minúsculo resto de “terra sigillata” descubierto a unos diez centímetros de profundidad, sitúa al inicio de nuestra Era el posible asentamiento.

Extraña, no obstante, la ausencia total de materiales suntuarios lo que nos lleva a pensar en un hábitat de carácter agrario (“villa”) subsidiario de Nertóbriga.

Al Sur de la provincia de Cuenca existió otra Valeria íbero-romana de la que todavía se conservan importantes restos. Llegó a ser sede episcopal en tiempo de los godos, lo que también ha dado lugar a frecuentes confusiones con ésta de Extremadura.

Por último, la memoria colectiva de Fregenal recuerda sólo aquella vieja ermita de Valera, de la que, según la tradición renovada cada 8 de septiembre, fuera traída al pueblo la venerada imagen de la Virgen de la Encarnación, hoy de la Salud. Ninguna ciudad ni restos de construcción civil.

Tampoco el nombre de San Fructuoso, mencionado al inicio por Martín Moreno como el del empinamiento de Valeria, se recuerda. Ni tampoco la gente campesina del lugar sabe de hallazgos por aquellas tierras.

No obstante los análisis de suelo efectuados (ver anexos) determinan índices “anormalmente altos de fósforo (P) y potasio (K)”, vestigios orgánicos de un hábitat hoy desaparecido.

Tampoco las fotografías aéreas realizadas, a una altura de seis metros sobre la zona, descubren indicios de muros u otras construcciones en su superficie, lo que confirma nuestra primitiva hipótesis de un asentamiento agrícola abandonado y definitivamente destruido por las labores del campo, la erosión geológica y la múltiple e irreversible actividad humana.

Quintero Carrasco, en su ya citada obra, contempla este aspecto, si bien sus conclusiones carecen de base científica:

“En la que digo Valera, los labriegos, a medida que en el transcurso de los años e incluso de siglos, fueron labrando la tierra, irían recogiendo las piedras en los citados montones y majadas que aún se ven; cerramientos de ganado y paredes separativas de sus fincas cosa que, como en otras muchas del término, no les eran precisas si no tuvieran la piedra a mano y en abundancia, conformándose sólo con simples lindes que separan unas de otras, como se ve por otros lugares”[1].

Los “pedrizos” situados sobre la “Loma del Mocho” a que alude Quintero en su obra, no determinan necesariamente a ese lugar las ruinas de Valera, o de cualquier otro asentamiento cercano si consideramos, lógicamente, que cuando los labriegos “fueran recogiendo las piedras en los citados montones” no lo harían en otro lugar sobre sus propias tierras, sino en un erial de forma que esos restos líticos abandonados no entorpecieran más su actividad. Si consideramos que la “Loma del Mocho” es el único área de la zona improductiva, nuestra hipótesis concuerda plenamente con los indicios historiográficos citados alusivos a un yacimiento “como a media legua del pueblo”, un kilómetro al Oeste de la “Loma del Mocho”, donde, a su vez, hemos encontrado la mayor parte de los restos que nos ocupan.

En definitiva, creemos en la entidad histórica de Valeria como una “villas subsidiaria de Nertóbriga cuyo nombre acaso proceda del de la ciudad de Cuenca, antes mencionada, producto de alguna de las muchas migraciones que durante el Bajo Imperio trajeran colonos de la Tarraconensis a la Baetica en busca de tierras más productivas y romanizadas.

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NOTAS:

[1] CARRASCO, Quintero: “Historia de Fregenal de la Sierra”. Los Santos de Maimona, 1981.

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