Ene 142014
 

María Murillo de Quirós.

    En una biblioteca de un pueblo de la provincia de Cádiz existe una publicación impresa en Cáceres en la imprenta de D. Lucas de Burgos en el año 1.838.

   En su portada se lee lo siguiente: “Memoria de la Causa de Dilapidaciones de Guadalupe que ofrece al público el Juez que ha entendido en su formación don José García de Atocha, Diputado Provincial de la de Cáceres, Jefe Político cesante de la de Badajoz, y Ministro honorario de la Audiencia nacional de Extremadura”.

    En todo lo expuesto se aprecia el río revuelto de los problemas de la exclaustración de los frailes y la incautación de los bienes del convento.

    Al parecer se creía encontrar en Guadalupe grandes tesoros que no hallaron.

    Tuvo Trujillo mucha relación con la causa de las “dilapidaciones” ya que aquí vinieron a venderse las cabezas de ganados que encontraron al hacer inventarios por segunda vez y también vinieron conducidos “con escolta a Trujillo los mantos de la Virgen y alhajas de plata…”

    En la lista de “ocultaciones” figuran entre otras cosas insólitas “dos tinajas pequeñas”y un crédito a favor del Monasterio “contra Lord Londonderri” por valor de 104.875 reales.

    Esta causa fue motivo del cese del Juez encargado de su formación, que recurre a la Reina en varias cartas aquí publicadas y que al consignar sus honorarios, pone los 17 días de estancia en Guadalupe a 66 reales cada uno y los “cuatro de camino de ida y vuelta” (de Trujillo a Guadalupe) a 132 reales.

Sep 272013
 

María Murillo de Quirós.

Martín de Centenera o Martín del Barco Centenera o Martín Barco de Cen­tenera que de las tres formas firmó, era un clérigo natural de Logrosán, nacido en 1544 que marchó a las Indias y allí fue Arcediano de Asunción y defensor de Indios.

Le denomina «poeta trujillano», otro poeta, que con algunos más le dedi­can varios sonetos a modo de prólogo en su obra «Argentina», poema que canta las bellezas del Nuevo Mundo; pero empieza recordando a su querida Extremadura bella, habla de Mérida, de Plasencia y de Trujillo y su prehistoria, de la que cuenta cosas peregrinas.

En el nombre de este poema se inspiraron para denominar a la actual Re­publica Argentina.

Esto no es nada nuevo y lo sabemos muchos, pero lo sorprendente es que el Diccionario Espasa lo ignora, ya que en algunas de sus ediciones dice que Martín Barco de Centenera nació en Logroño y en otras más modernas, que, «nació en Gressa, cerca de Trujillo», siendo tan falso lo uno como lo otro.

Podría hacer un largo trabajo sobre este conquistador y poeta, y su aza­rosa vida ya que tengo más de ochenta folios fotocopiados de trabajos suyos o que se refieren a él, sacados del Archivo General de Indias; pero considero más importante rogar a los señores componentes de estos coloquios que­ desde aquí nos dirijamos al Diccionario Espasa para que en el primer apén­dice corrija los errores sobre el lugar de nacimiento de Martín Barco de Centenera, haciendo constar que también firmó Martín de Centenera y además conseguir que se haga para Extremadura un facsímil de la primera edición del poema «Argentina», del que existe un ejemplar en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid y del que se han hecho ediciones para la Republica Ar­gentina.

 

Sep 272013
 

María Murillo de Quirós.

En Torrecillas de la Tiesa, tuvo lugar a principios de siglo un episo­dio digno de ser mencionado. En la finca denominada «Los Baldíos», propiedad de la familia Flores, que llega muy cerca del pueblo, existe un arroyo y en este, un arroyo con buen manantial. Desde tiempo inmemorial, la mayoría de las mujeres del pueblo iban a lavar la ropa allí, por la cercanía y las bondades de1 agua, denominando al manantial el “Charco Lavandero”.

Murió el dueño de la finca y al pasar a los herederos, que no vivían en Torrecillas, se dieron cuenta de que era un gran perjuicio para los ganados que el agua fuera enjabonada y sucia. Se consideraron con derecho a prohibir la entrada de las lavanderas, muraron la finca y pusieron un guarda junto al charco. Un albañil levantaba al muro de día y las mujeres lo caían de ­noche y al guarda le acobardaron y dejó la guardería.

Después de denuncias y juicios en el pueblo y en Trujillo, los dueños en­tablaron un pleito poniéndolo en manos de un letrado de Madrid de mucha fa­ma. Al enterarse las torrecillanas de que había venido un abogado de campa­nillas, recorrieron el pueblo en filas bien ordenadas, cogidas del «bracete” y cantando, acompañadas de “la tocaora» del acordeón, relatando el episodio en coplas.

El abogado vio aquellas filas nutridas de mujeres cantautoras y no quiso encargarse del asunto; hizo lo que el guarda del charco, dejarlo.

Además de la mayoría de las mujeres del pueblo, los principales protago­nistas fueron: los dueños de la finca, el Juez de Torrecillas, el albañil, el guarda del charco, el arrendatario de la dehesa, que estaba del lado del dueño, así como algunos testigos que fueron a declarar a Trujillo y en las coplas les sacan a relucir sus trapos sucios.

Después de mucho tiempo y muchos disgustos, los dueños hicieron lo mismo que el guarda y el abogado, dejarlo también.

Aun se cantan en Torrecillas las coplas del «Charco Lavandero» y una vie­jecita, que era niña cuando ocurrieron los hechos, nos ha dictado varias letras de estas coplas.

 

 

Oct 011987
 

María Murillo de Quirós.

En una de las comunicaciones que presenté en el VI Congreso de Estudios Extremeños, cité la “Historia de Extremadura” de Muñoz de San Pedro, trabajo que el ilustre extremeño desaparecido aportó como ponente de Comunicaciones de Varias en el II Congreso de Estudios Extremeños, en el que recopila falsedades y plagios de la historia de nuestra tierra.

Dice que la mayor culpa en la propagación de la antihistoria extremeña corresponde a Nicolás Díaz y Pérez, que en su obras “Extremadura” y “Diccionario”, propaló las más asombrosas, indignantes y divertidas sartas de patrañas, patetizando su audacia y su falta de cultura. Entre otras muchas, publica Díaz y Pérez: “En las guerras de Viriato, anterior a los romanos, la hoy ciudad de Badajoz se conocía con el nombre de Civitas Pacis”.

Y dice Muñoz de San Pedro: “Es decir, que Viriato luchó contra alguien que no eran los de Roma y que ya entonces había por aquí nombres latinos, como ese inexistente y pintoresco que asigna a Badajoz”.

Y así una larga colección de textos y datos falsos, entre estos, algunos sobre Trujillo, como las fechas de nacimiento y muerte de García de Paredes y una amplia explicación sobre la casa que sin justificación, según Muñoz de San Pedro, se ha dado en llamar Solar de los Pizarro Conquistadores. “Pero este error –dice Muñoz de San Pedro- no es de Díaz y Pérez, sino del peruano Rómulo Cuneo Vidal, que con más entusiasmo y cariño que acierto y competencia escribió en 1925 un amplio libro sobre el conquistador Francisco de Pizarro”.

En mi libro recientemente publicado “Historia de unos hallazgos arqueológicos y algo sobre los Congresos de Estudios Extremeños”, vuelvo a citar a Muñoz de San Pedro y digo que como él escribió la antihistoria, habría que escribir la antiarqueología extremeña. ¡Y cuánto habría que escribir! Ya Floriano Cumbreño publicó la destrucción en el Casar de Cáceres de una piedra móvil que llevaba siglos meciéndose nuevamente según la fuerza del viento y un labrador al tender su parva, para trillarla, la demolió. Segura estoy que si se preguntara sobre este tema por nuestros pueblos, se recogería material para escribir muchas páginas, pero yo me voy a referir sólo a algunas de las cosas que he conocido y me atañen.

Cuando di noticia del yacimiento de “Los Villares de Parapuños” en el término de Monroy (que explico en el libro cuándo y cómo los encontré), se vendió el castillo de Monroy al poco tiempo. Lo compró un famoso pintor del que figuran cuadros en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid. A este señor le dio el Estado una subvención, según me dijeron, para restaurar el castillo y no se le ocurrió otra cosa que comprar las piedras de las ruinas del antiguo poblado para dicha restauración. M llevé un gran disgusto cuando me enteré y creo que quedaría todo aquello destrozado. No he vuelto por allí.

A mi pueblo han venido buscadores de tesoros con detectores de metales. Concretamente, un individuo que se hizo acompañar de quien me lo ha explicado. Llegó al castro de Castillejos y después de recorrerlo con el detector, quedó en volver con otros compañeros que habían estado con él, en el Cerro de Santa Cruz de donde traían un montón de cosas en el coche.

En una finca a dos kilómetros, aproximadamente, de mi pueblo, había una zona que denominaban “Las Piedras Hincás”. Todavía viven algunos de los que conocieron estas grandes piedras, pero fueron arrancadas y utilizadas en el puente de cillos, tozas, corraladas, etc.

Podría citar otros destrozos, pero el más reciente ha sido el de la peña de la que publico un fragmento fotografiado en la portada de mi libro. Hacía tiempo que no la veía. Este verano, al describirme unos arqueólogos que están intentando recoger el arte rupestre de nuestra región, fui a ver la peña para limpiarla de líquenes por si venían y me encontré con la desagradable sorpresa de que habían hecho fuego en el centro de la pizarra, que al limpiara de cenizas ha quedado un gran trozo desconchada. Precisamente los signos de la fotografía de la portada del libro están intactos, así como otros muchos de los que hay en los bordes de dicha peña. Tengo calcos y dispositivas con los que podemos apreciar el daño hecho.

¿Quién hizo la lumbre? No quiero pensar que fue alguien sabedor de la existencia de los signos.

Lo cierto es que como la piedra del casar que llevaba siglos balanceándose con el viento, estos signos también estaban en esta peña hacía siglos cubiertos de viejos líquenes.

Y digo, como dijo el Conde de Canilleros, que Extremadura tiene mala suerte.

Oct 011986
 

María Murillo de Quiros.

Me sorprendió ver en una biblioteca andaluza una curiosa publicación de la que busqué réplica, porque supuse que la tenía. D. Francisco Fernández Serrano me confirmó la existencia de dicha réplica, que encontré en la biblioteca del Monasterio de Guadalupe.

El primer documento es una “Memoria sobre la causa de dilapidaciones de Guadalupe que ofrece al publico el juez que ha entendido en su formación D. José García de Atocha, diputado provincial de la de Cáceres, jefe político cesante de la de Badajoz y Ministro Honorario de la Audiencia Nacional de Extremadura” (Cáceres. Imprenta de D. Lucas de Burgos, 1835).

La réplica a esta publicación se titula: “Vindicación de D. Felipe Rosado de Belalcázar, mayordomo que fue del extinguido Monasterio de Guadalupe: contra la memoria publicada por el subdelegado de rentas de Trujillo; D. José García de Atocha sobre la causa de dilapidaciones del mismo monasterio”(Cáceres. Imprenta de D. Lucas de Burgos, 1839).

Muchos extremeños hemos oído hablar de la exclaustración de los monjes jerónimos de Guadalupe y a muchos nos ha extrañado que la preciosa manga de nominada el “Trapo Viejo” estuviera en la antigua iglesia como nos han contado, enrollada y atada, sirviendo de pelota a los monaguillos durante varios años. Después de leer como ocurrió la exclaustración y ocupación del monasterio, se explica que esto fuera posible y que desaparecieran muchas cosas sin saber quien se las llevaba. Leyendo las dos publicaciones que cito, se hace una idea bastante aproximada de los hechos.

El día 18 de Septiembre de 1835, la comisión formada por D. Tomás Pinto, D. Pedro Nava y D. Antonio Casilda, vecinos de Guadalupe, fue la que llevó a cabo la exclaustración. Repentinamente ocuparon llaves, oficinas, libros de cuentas, etc., y a los “ex-monges” los expulsaron de Guadalupe.

Hace los primeros inventarios D. Santiago Sánchez Mora, encargado de la Comisión de Arbitrios de Trujillo con intervención y asistencia del Delegado de la Contaduría y demás personas que por instrucción se requerían y dice D. Felipe Rosado: “Este sujeto, circunspecto y juicioso, y obediente a las disposiciones superiores que gobernaban en la materia, obró conforme a la letra del artículo 7º del Real Decreto de 25 de Julio de 1835 que decía: …. comprendiendo en ellos solamente los bienes y efectos que correspondían al Monasterio de Guadalupe. Y respetando como debía los pertenecientes a terceras personas; excluyendo también los muebles de uso particular de los monges a cuyo cuidado y administración estaban encomendados los caseríos donde te habitaban…”.

Pero estos inventarios no se dan por buenos, porque según dice el juez García de Atocha, llamó mucho la atención de que “las inmensas riquezas, que se suponían existentes en el monasterio, se habían reducido a un producto mezquino e insignificante”. “Apenas se hablaba de otra cosa en aquella época que de la exclaustración y de la distracción de alhajas y objetos de Guadalupe… Unos critican a los encargados de la ocupación del monasterio y formación de sus inventarios; otros atribuían a los monges y a sus huéspedes la ocultación de lo más precioso: todos hablan de dilapidaciones escandalosas…”.

“Llegaron estos rumores a las Autoridades Superiores. El Intendente de Extremadura D. José de Codecido y la Dirección General de Rentas y Arbitrios de Amortización no fueron indiferentes a ellos…”.

Tuvo principio la causa de dilapidaciones en 17 de Octubre de 1835. Autorizan al Subdelegado de Rentas de Trujillo, el Sr. García de Atocha, para la formación del sumario y al Comisionado Principal de Amortización de Plasencia D. José Munilla para formar nuevos inventarios y dice García de Atocha que “presentándose en Guadalupe a este intento por disposición del Intendente, fue auxiliado por mi autoridad hasta retirar y conducir con escolta a Trujillo los mantos de la Virgen y alhajas de plata, que no se necesitaban para el culto”.

Es el Notario de Reinos D. José González Trejo quien extendió el auto de oficio conveniente, de donde han partido todas las actuaciones (según Atocha) y aunque este dice “tan solo me mezclé en la parte puramente judicial y necesaria para calificar los hechos de la distracción de alhajas y efectos”, es él quien nombra para formar los nuevos inventarios a D. Manuel Tena, Regidor de Guadalupe y Subteniente de su milicia Nacional. Y sigue Atocha: “Auxiliado por mí con la escolta de Nacional que reclamé para resguardo de su persona, formalizó los inventarios con toda escrupulosidad y exactitud”. Y dice el ex-mayordomo Mayor: “Hecho Tena amo del cortijo asistido de la fuerza armada y de un escribano (porque el apenas sabe hacer palotes) gastó muchos días en hacer alarde de su comisión… Fue un atropellamiento escandaloso y despótico, por el cual una multitud de dueños se vieron desposeídos de lo suyo”.

“Nada de víveres, nada de provisiones, nada de ropa llevó esta comparsa a los caseríos. Resueltos sus individuos a vivir sobre el país, tal vez por las promesas que Tena les hiciera, comenzaron a devorar carneros, panes, chacina, tocinos, y cuanto había disponible por aquellos contornos, pertenecientes bien al extinguido Monasterio, bien al dominio de terceras personas…”.

Refiriéndose a los mantos de la Virgen, dice el Juez: “se echaron de menos muchas piedras preciosas de cuya falta había necesidad de hacer los cargos correspondientes a las personas a quienes estaba encomendada la custodia”.

A esto dice D. Felipe Rosado: “Verdad es que los vestidos (no solo los mantos de la Virgen) de Nuestra Sra. y el Niño, y mucha plata se condujo a Trujillo… Pero ¿Se hizo por ventura un escrupuloso inventario de las muchas, ricas y diversas joyas de pedrería y aljófar que daban tanto ornato y estimación a estas sagradas vestiduras? ¿Se pesó la plata conducida a Trujillo por innecesaria para el culto y servicio de altar?.., nada de esto se hizo en Guadalupe”.

“… en el inventario que a presencia del Juez se hizo, resultaron solamente 23 diamantes de menos, cuya falta, según se dice en el mismo inventario “Consta también en el libro que contienen estas preciosidades”. Esto prueba: primero, que la falta no es reciente; segundo, que no hubo al verificarse la exclaustración, dolo, mala fe ni ocultación o defraudación de estas piedras preciosas; y, tercero, que si hubo esta falta antes, fue una pérdida pare el monasterio y no para nadie. Los vestidos han estado en marcha muchas veces a diferentes puntos. Se llevaron en tiempos de la guerra con Napoleón a Cádiz; en la época de 1820 al 23, a Trujillo, Badajoz y Portugal y no será extravío que estas 23 piedras faltasen o padeciesen entonces extravió; pero me consta que hace mucho tiempo existía la falta”. Y continua D. Felipe Rosado refiriéndose al juez: “Como averiguó la falta de los 23 diamantes ¿Por que no contó los que existían en los vestidos, y las perlas, y los rubíes, y las Esmeraldas, y el aljófar y todas sus preciosidades? Se creyó necesario inventariar ocho campanas que había en la torre y no se consideró necesario inventariar específicamente la rica y estimable pedrería que ornaba las sagradas vestiduras de la Imagen?…”.

Dice también el ex-mayordomo mayor que se presentó al Subdelegado en Trujillo, cuando le fue dada la comisión para pasar a Guadalupe “Ofreciéndole mi compañía, exigida por las instrucciones de la Dirección General, como Apoderado y Administrador del Monasterio, cuya propuesta fue oída por él y repudiada omnímodamente…”.

“El bordador del Monasterio, vecino de Guadalupe, que por su pericia y conocimiento de aquellas alhajas, tan convenientemente hubiera debido ser llamado para el reconocimiento de los vestidos y sus joyas y para la formación del escrupuloso inventario que de ellos debió hacerse, fue echado al olvido”.

“Llegó a Guadalupe el Subdelegado y para asegurarse más en su plan quitándome todos los medios de cumplir con los deberes que me imponía mi destino anterior de mayordomo General del Monasterio, conforme provenía la Dirección, quedando él a sus anchas, me comunicó una orden sultánica por la que me prevenía, entre otras cosas, saliese en término de ocho horas desterrado”.

En una llamada del apéndice dice: “D. Felipe Rosado de Belalcázar fue desterrado a Torrecillas por orden del Subdelegado; y después preso e incomunicado por veintitrés días en el convento de San Francisco de Trujillo con un centinela de vista, ganando 5 reales diarios a sus expensas. D. Vicente de Baterno, desterrado al Escurial, y después preso en San Francisco más de dos meses. D. Sebastián y D. Cándido Pedraza, desterrados a Abertura, D. Santiago Sigüenza retenido en Logrosán, y D. Cenón Cabanillas de Carbayuela, ex-Prior, desterrado a Benquerencia de Montánchez…”.

Hace el juez un estado comparativo de los primeros y segundos inventarios de los efectos de los cortijos de San Isidoro, Rincón, Maillo y Vega y el mayordomo mayor, analiza y replica una por una las partidas de lo inventariado en los cortijos así como en Guadalupe en casas particulares donde “por razón de parentesco, de afecto o de caridad” habían recogido los muebles particulares de los ex-monges; les embargan estos muebles, ropas, sombreros de teja, breviarios, etc. y a particulares de Guadalupe les embargan casa, ganados, aceite, garbanzos, etc. Denuncian los hechos y duran dos años los litigios.

Sería largo citar todas las partidas donde se embargan cosas tan dispares como cubiertos de plata, mulos de paso, ovejas, machos cabríos, colmenas y corchos vacíos, una casa en Guadalupe, fanegas de trigo, barbechos, pollos, pavos, palomas, etc., etc.

Entre las ocultaciones cita el Juez una partida de 3.447 cabezas de ganado lanar, cinco caballos hateros y 16 perros, tasándolos en 138,720 reales. Y dice el que fue Administrador del monasterio: “Supongo que hablará de la cabaña. Cuando yo la despaché para la montaña a pastos de verano en 1835 salieron del esquileo 5.150 cabezas propias del monasterio y además los caballos hateros, perros y útiles de esta ganadería, así debe constar en los libros, pues yo en ellos hice el asiento…”.

“En 18 de Septiembre de 1835, que fue disuelta la comunidad, estaba la cabaña en la sierra. Cuando vino, ya estábamos exclaustrados. Véase si hay ocultación”. Y pregunta: Si salieron del esquileo 5.150 cabezas ¿Dónde están las 1.703 que faltan Sr. Subdelegado? ¿Dónde está toda la cabaña? En las oficinas de amortización nada consta sobre esta granjería ni en ella ha entrado un cuarto, ni saben oficialmente qué se ha hecho de tan considerable y rica porción de ganado…”.

En Trujillo fueron subastados mulas, mulos de paso y otros ganados.

Son tales los excesos de Manuel Tena al formar los inventarios de los cortijos que D. José Gordón, Subdelegado de policía de Trujillo se enfrentó al Subdelegado Atocha por la causa criminal que se sigue a Tena.

Forma el Juez dieciséis expedientes que componen 2.308 folios. Según el ex-Mayordomo Mayor “con una pieza bien instruida había sido suficiente para haber presentado la verdad. Pero no se quiso la sencillez; se quiso la confusión. Para eso se escribió mucho; y con mucho desacierto”.

Es D. José Secos Bueno, “Escribano de S. M., público y del número de esta ciudad de Trujillo” el que certifica y da fe de algunos de los documentos que forman este sumario en uno de los cuales dice: “constan reales órdenes para que se concluya dentro del término que manda, la causa de dilapidaciones ocurridas en el extinguido Monasterio de Guadalupe… Pero los plazos pasan y el Juez sigue hasta que al cabo de tres años se le arrancó”.

Le habían trasladado a Badajoz y se había llevado los expedientes. Escribió varias cartas a la Reina y a otras autoridades, pero le quitan la causa definitivamente.

Llama la atención la frase del juez diciendo que se comenzó el proceso de las dilapidaciones porque “las inmensas riquezas, que se suponían existentes en el monasterio se habían reducido a un producto-mezquino”. Incautan el monasterio, los mantos, la plata, obras de arte, varias dehesas con sus cortijos y ganados… ¿y dice que un producto mezquino?

Y volvemos al “Trapo viejo”. Como lo primero que hicieron fue expulsar a los frailes no solo del convento, sino de Guadalupe, aquello se supone que quedó en manos de quienes no tenían ni idea del valor de las cosas, así se explica que en los inventarios figuraran “los cestillos de costuras, los acericos, las madejas de lino hilado, granzas de trigo en cantidad de un celemín” Y muchas más cosas insignificantes y dejan de inventariar el “Trapo Viejo” y seguramente muchas más cosas valiosas que Dios sabe donde irían.

Oct 011984
 

María Murillo De Quiros.

Interesada por averiguar datos de nuestros antepasados, especialmente por uno de los que acompañó a Pizarro, natural del entonces arrabal de Trujillo denominado Centenera, pregunté al ilustre extremeño amigo, archivero en el Archivo de Indias. Me dijo que a él le estaba prohibido buscarme esos datos, que fuera yo a buscarlos y me animó tanto, que me decidí a ir. Y entré a investigar en el Archivo de indias con desconfianza en mi misma, temerosa de no sacar nada en limpio; pero a medida que fui metiéndome en aquel maremagnum de papeles mi desconfianza y mi temor se convirtieron en entusiasmo, admiración y asombro al irme adentrando, a través de los viejos legajos en las vidas de tantos extremeños que, a pesar de haber nacido tierra adentro, tuvieron redaños para embarcarse en aquellas frágiles naves y cruzar todo un Océano para ir a descubrir, conquistar, poblar y evangelizar un Mundo Nuevo, con el gran bagaje de nuestra lengua y nuestras costumbres. Muchos llegaron; pero ¡cuantos quedaron en el camino! por enfermedades, naufragios, hambres, luchas con los indios, etc., etc.

He ido al Archivo durante dos temporadas, porque allí no se puede ir con prisas ni contando los días y las horas y pienso volver (D.m.) quitando el tiempo a mis quehaceres. Como quien tira de los cabos de una gran madeja de hilos partidos y enredados, he ido sacando infinidad de datos interesantísimos, no sólo de los personajes principales que todos conocemos y sabemos que su participación en el descubrimiento fue importante e indiscutible, sino de otros muchos hombres y mujeres de Trujillo y su comarca que figuran en el catálogo de Pasajeros y que tuvieron una notable intervención aunque lo hayamos ignorado en Extremadura, porque no hemos hecho nada para enterarnos de su existencia. Por ejemplo una de mis notas: “Alonso de Trujillo dice que es natural de Trujillo e hijo legitimo de Cristóbal García y de Isabel Ortiz y que hará ocho años que con su casa, mujer e hijos, pasó a esta Nueva España y la dicha su mujer hará año y medio que falleció de la cual le quedaron dos hijos; y tiene su casa poblada con sus armas y caballo e intento de permanecer en esta tierra…”.

Tendría para escribir un libro refiriéndome solo a tres de los que partieron hacia Indias en distintas fechas y expediciones, dos naturales de Centenera: Pero Alonso de Centenera y Alonso Álvarez de Pineda; y otro, Martín de Centenera, sacerdote de allí posiblemente por haber adoptado el nombre de aquel pueblo como apellido, siendo otros los apellidos de su hermano y de su tío, que le acompañaban. Se firma al principio Martín de Centenera, como hicieron tantos otros que cambiaron los apellidos de sus padres por el nombre del pueblo del que procedían. Y aunque nacido en Logrosán como él mismo dice, sin duda no adoptó el de su pueblo porque ya había un Martín de Logrosán, fue uno de los 90 hombres que embarcaron con Cristóbal Colón en su primer viaje saliendo del puerto de Palos el 3 de agosto de 1492 y llegando a tierras de América el 12 de octubre. Volvió con Colón y no era tan culto ni letrado como Martín de Centenera. Antes de embarcarse había sido contrabandista, según la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana. Pero Alonso de Centenera, fue con Pizarro acompañándole en todas sus expediciones, encontrándose en los más arriesgados combates.

En 1534 ayudó eficazmente a la conquista de Cuzco (Perú). Fue procurador general y ocupó la alcaldía de dicha ciudad hasta su muerte en 1557. Existen datos que demuestran que fue hombre importante. En la relación de lo fundido y quintado en el Cuzco el 20 de mayo de 1535 hasta el último de junio del mismo año, dice:

“Pedro Alonso, fundó e quintó ciento e veinte y siete mil pesos de oro que reducidos por la ley que tovieron, montaron veinte y siete mil e novecientos cuarenta maravedís, de que sacados derechos, pagó de quinto cinco mil e ducientos e treinta e dos maravedís que registró el dicho tesosrero Diego de Mercado”. Y otra: “Pedro Alonso, quintó siete marcos e medio de plata, de que sacados los derechos, pagó de quintos cuatro marcos della, a dicho tesorero Diego de Mercado”.

En una ocasión que le hieren dice el cronista: “Escapóse como pudo a la población donde tenía su repartimiento de indios…».

Alonso Álvarez de Pineda, natural también de Centenera figura entre los ocho famosos navegantes descubridores de las «Rutas del Atlántico».

  • 1506.- Vicente Yáñez Pinzón.
  • 1512.- Juan Ponce de León.
  • 1517.- Francisco Hernández de Córdoba.
  • 1518.- Juan de Grijalba.
  • 1519.- Hernán Cortés.
  • 1519.- Alonso Álvarez de Pineda.
  • 1527.- Pánfilo de Narváez.
  • 1538.- Hernando de Soto.

Estos datos figuran en «Historia Gráfica de Nueva España» de José R. Benítez, editada por la Cámara Oficial Española de Comercio en México.

En esta historia se dedican algunos párrafos Álvarez de Pineda del que dice: “Descubrió leídos y territorios y al que debemos las primeras cartas de mar que se formaron de nuestro golfo de Méjico, pues es su viaje fue anotado todos los lugares más interesantes de su recorrido y aunque esas cartas tienen las incorrecciones consiguientes a un trabajo de geografía náutica hecho en forma rápida, no cabe duda de que fueron de gran interés en aquellos tiempos para conocer el litoral de lo que se llamó desde entonces Seno Mejicano”. Este plano original está en el archivo de Indias.

Martín de Centenera o Martín Barco de Centenera va a Indias en la armada de Ortiz de Zárate (este fue herido cuando mataron a Francisco Pizarro).

Trabajo y tiempo le costó a Ortiz de Zárate reunir los hombres con los que partió para el Río de la Plata. Antes habían salido seis expediciones que habían sido otros tantos fracasos.

  • En 1535 La expedición de Pedro de Mendoza, 1.500 personas.
  • En 1537 Armada de Alonso cabrera, 95 personas.
  • En 1537 Nave de León Pancaldo, 28 personas.
  • En 1540 Expedición de Álvarez Núñez Cabeza de Baca, 400 personas.
  • En 1550 Expedición de Sanabria, 300 personas.
  • En 1555 Armada de martín Orúe, 48 personas.
  • En 1572 Expedición de Juan Ortiz de Zárate, que sale con 536 hombres en cinco navíos.

Va de cronista Centenera que escribe varias cartas en a S.M. el Rey y al presidente del Consejo de Indias en las que cuenta las incidencias del viaje y las calamidades que pasaron.

Fue nombrado arcediano de la catedral de La Asunción y juez eclesiástico. Se le conoce como defensor de indios. Acompañó a Garay en que la conquista del norte durante la cual bautizó a muchos indios Nuarás. Pasó a Santiago del Estero. Tuvo la capilla de la Real Audiencia en Chuquisaca y la vicaría de Porco. Fue secretario del III Concilio de Lima en 1538. Escritor y poeta, le denominaron algunos el poeta trujillano.

Comisario del Santo Oficio en la villa de Cochabamba, entre 1585 y 1588, fue acusado y procesado por el visitador Ruiz de Prado, seguramente por no estar deacuerdo con el Teniente de Gobernador Mendieta. Al fin fue absuelto de casi todos sus cargos y condenado a privación de todo oficio de Inquisición y 250 pesos de multa el 14 de agosto de 1590. Volvió a Asunción y de allí bajó a Corrientes, Santa Fe y Buenos Aires, trayendo víveres en dos barcos cuando se anunció como posible un ataque de los ingleses en 1593.

Con el séquito del Marqués de Castel Rodrigo, cuando le nombraron Virrey de Portugal, marchó a Lisboa como capellán y allí escribió la novela “Desengaños del Mundo” y una crónica rimada denominada “Argentina”, impresa en 1602, que es de donde ha tomado el nombre la actual República Argentina. En la primera página dice: “Argentina y conquista del Río de la Plata, con otros acaecimientos del Perú, Tecumán y estado del Brasil por el arcediano don martín del Barco Centenera”. En este poema habla de la historia de Trujillo que, según él, estaba habitado por los Ricinos, a los que atacan otros denominados caribes y dice:

“… Hicieron los Ricinos grande guerra
contra aquestos caribes fuertemente,
en tiempo que no estaba edificada
la Torre de Mambros tan afamada
ni menos el alcázar trujillano
en que vive la gente trujillana”.

Al margen dice:

“Recinos en la comarca de Trujillo vivían en tiendas…”.

Y en otro verso:

“Caribes inhumanos habitaban
Y toda la comarca maltrataban… ”.

Otra estrofa:

“Ponían en angustia y en trabajo
gente con su rabia cruda y dira,
no dejan cosa buena que de cuajo,
cuando pude el Caribe, roba y tira,
a cual quitan el hijo y los haberes,
y a otras propias vidas y mujeres,
visto por los Ricinos Trujillanos
con ánimo invencible bellicoso,
contra aquellos Caribes inhumanos
formaron campo grande y poderoso,
venido este negocio ya a las manos
de entrambas partes fue muy fanguinoso…”

Sigue el poema contando las desdichas de los Ricinos que son expulsados por los Caribes de la comarca y fabrican barcas y bateles en los que apriesa muchos de ellos se embarcaron:

“Y al viento sin agujas velas dieron,
A las furiosas aguas se entregaron,
y así de Extremadura se salieron,
y a las islas que dicen fortunadas…”.

En los versos XVI y XVII relata:

“Platón escribe y dice que solía
el mar del Norte Atlántico llamado
ser islas lo más del y se extendía
la tierra desde España en grande grado,
y en tiempos pasados se veían
por tierra mucha gente, y se han llamado
las islas Fortunadas que quedaron,
cuando otras del Mar del Norte se agregaron.
Y así a muchos pilotos he yo oído,
que ha visto navegando las señales,
y muestras de edificios que han habido,
cosas son todas estas naturales
que bien pueden haber acontecido…”.

Y explica como:

“Llegando pues allí, ya reforzados
sus barcas y bateles, con gran p ío
tornándose a entregar a las hinchadas
ondas del bravo mar y su albedrío,
las barcas iban rotas, desbocadas
cuando tomaron tierra en Cabo frío,
ques tierra del Brasil yendo derecho…”.

Explica como empiezan a poblar aquellas tierras y se separan en dos tribus por haber reñido los “cabezas” que eran dos hermanos, Tupí y Guaraní porque la mujer de uno pidió a la del otro un papagayo y no dándosele «hubo pasión entre los dos hermanos» y unos que se quedan en tierras del Brasil; otros se van tierra adentro.

Y dice que por eso son tan sangrientos los combates de los Chiriguanos contra los conquistadores, porque todos descendían de esta tierra y eran duros y recios como ella.

No puedo citar a todos los que quisiera en el tiempo limitado de este trabajo; pero voy a referir un gracioso episodio relacionado con Gonzalo Pizarro, según Gutiérrez de Santa Clara. Dice así: «De como Gonzalo Pizarro dio la conducta del generalato a Francisco de Carvajal, su Maestre de Campo, contra el capitán Diego Centeno y sus aliados…” (Copio algunos párrafos):

“,,. No la faltaba a Gonzalo Pizarro para del todo acabar sus negocios en lo que tocaba a lo de arriba del Cuzco, como a lo de abajo, sino era deshacer el campo del Visorrey y de Diego centeno para que del todo quedara hecho señor absoluto de los reinos y provincias del Perú para los gobernar a toda su voluntad. Tratóse, pues entre sus capitales y consejeros la manera y forma desearía de tener en los recaudos y provisiones que se habían de dar a Francisco de Carvajal para que llevase en lo que por allá habían de hacer. Y con aqueste acuerdo le dio Gonzalo Pizarro grandes poderes, comisiones y facultades con otros recaudos eran muy necesarios para la presente jornada que habían de hacer en su nombre.

Lo que yo sé en este caso y vide, que estuve a ello presente es, que una noche los capitanes Hernando Bochicao, Pedro Carmeño, Juan Vélez de Guevara, Francisco Maldonado, que eran entonces Maestre Sala de Pizarro y alguacil mayor del Perú, y el secretario Juan Bustillo y el camarero Luis de Almao, se fueron todos juntos a casa de Francisco de Carvajal, el que los recibió muy bien. Estando en buena conversación mandaron a Alonso Martín Granado, botiller mayor, que fue llamado, que truxese una botija perulera de vino cardial y otra de vino tinto y un queso de Mallorca con dos docenas de sardinas arincadas, porque aquella noche se querían holgar secretamente. Traído este recaudo se comenzó entre los seis una buena borrachera y asentaron en una silla grande al Maestro de Campo y servíale de Maestre Sala Hernando de Bochicao, y de paje de copa era Francisco Maldonado. Y así comenzaron a le dar de beber, y ellos hacían lo mismo, que aunían lo tinto con él vino blanco porque era muy espeso, brindándose los unos a los otros y de acuerdo en cuando y desde el principio comían sendos bocados de queso y algunas sardinas. Y allí se comenzó de hablar la cosa largamente, diciendo que auían de corazón a Gonzalo Pizarro por rey de toda la tierra del Perú, y que por tal lo auían de jurar todos los ciudadanos, capitanes y los soldados, pues lo merecía muy bien y era hombre muy suficiente para ello. Y después de hecho rey que le auían de suplicar hiciese duques, condes y marqueses y otros grandes estados, porque siempre tuviese personas que le vadeasen, y que de esta manera sería señor absoluto y permanecería por siempre jamás en la tierra. Estas cosas se dijeron y otras muchas y cómo estaban ya algo calientes comenzaron a decir el alta voz, como franceses ¡viua, viua lo Roy Gonzalo Pizarro nuestro verdadero rey y señor si, par ma foy, y muera el malvado Juan Blas! que era el Visorrey, que así les llamaban sus enemigos a cada paso por escarnio que hacía del doña Catalina de Leitán, mujer del Maestro de Campo, que estaba delante a todas estas cosas, cuando vido que aquellos hombres hablaban francés, o como tudescos, dixo con gran cuita de los ver de aquella suerte bien borrachos: ¡Mirad, por vida vuestra, en que cabezas está el gobierno y el regimiento de los reinos del Perú!. Decíalo por estos seis hombres, principalmente su marido, que gobernaban a Gonzalo Pizarro y por consejo de ellos se hacía y ordenaba lo que se había de hacer en algunas partes. Todas estas cosas que dicho de brindar fue en casa de Francisco de Carvajal y pasaron en la ciudad de Lima, así como entro Gonzalo Pizarro en ella cuando bajó de la ciudad de Cuzco a oponerse a las nuevas leyes y ordenanzas que truxo el Visorey Basco Núñez de Vela”.

Eran humanos y como tales tenían sus debilidades; pero si comparamos una noche de reunión de amigos contemporáneos de la categoría de aquéllos, no podemos menos que reconocer que eran bien humildes sus manjares y sus juergas bien diferentes a las que ahora.

En la gesta más asombrosa que han llevado a cabo los hombres desde que el mundo es mundo, Trujillo estuvo presente en Nueva España, en el Perú, en Méjico, en el Río de la Plata y en tantas otras partes. Con capitanes y soldados, con clérigos y artesanos, con hombres, mujeres y niños; en la leyenda y en la realidad… y allí quedó su impronta para siempre.

Oct 011983
 

María Murillo de Quirós.

En una biblioteca de un pueblo de la provincia de Cádiz existe una publicación impresa en Cáceres en la imprenta de D. Lucas de Burgos en el año 1838.

En su portada se lee lo siguiente: «Memoria de la Causa de Dilapidaciones de Guadalupe que ofrece al público el Juez que ha entendido en su formación don José García de Atocha, Diputado Provincial de la de Cáceres, Jefe Político cesante de la de Badajoz, y Ministro honorario de la Audiencia nacional de Extremadura».

En todo lo expuesto se aprecia el río revuelto de los problemas de la exclaustración de los frailes y la incautación de los bienes del convento.

Al parecer se creía encontrar en Guadalupe grandes tesoros que no hallaron.

Tuvo Trujillo mucha relación con la causa de las «dilapidaciones» ya que aquí vinieron a venderse las cabezas de ganados que encontraron al hacer inventarios por segunda vez y también vinieron conducidos «con escolta a Trujillo los mantos de la Virgen y alhajas de plata…».

En la lista de «ocultaciones» figuran entre otras cosas insólitas «dos tinajas pequeñas» y un crédito a favor del Monasterio «contra Lord Londonderri» por valor de 104.875 reales.

Esta causa fue motivo del cese del Juez encargado de su formación, que recurre a la Reina en varias cartas aquí publicadas y que al consignar sus honorarios, pone los 17 días de estancia en Guadalupe a 66 reales cada uno y los «cuatro de camino de ida y vuelta» (de Trujillo a Guadalupe) a 132 reales.

Sevilla 31 agosto de 1983

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