Oct 012009
 

Luisa Clemente Fuentes

INTRODUCCIÓN

“Aunque los servicios de Higiene Escolar estuviesen debidamente atendi- dos, la Sanidad no podría permanecer indiferente y sin conocimiento del estado del niño en una época en la cual se presentan la mayor parte de las infecciones, las cuales, no solo influyen sobre la mortalidad infantil, sino que ejercen una indudable repercusión sobre el estado sanitario general del país”.1

Estas palabras emanan de la boca de responsables políticos del ámbito sani- tario durante la etapa republicana. Constituyen un excelente reflejo del interés que mostró la clase médica de esa época por la vigilancia sanitaria de las escue- las. También ponen de manifiesto cómo la necesidad de incidir sanitariamente sobre los colegios respondía a una lamentable pero evidente situación, la eleva- da persistencia de las enfermedades infecciosas durante los años de la infancia. Las tasas de mortalidad infantil eran tan elevadas, que había que aprovechar todos los posibles frentes para tratar de atajarlas. La escuela era uno de ellos. En ella se daba de manera cotidiana, la mayor concentración posible de niños. En esta lucha contra la mortalidad infantil se asienta el sustrato más compacto de lo que hoy conocemos como Educación para la Salud.

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