Nov 042013
 

 Francisco Vicente Calle Calle.

Más allá de las puertas, con sus arcos y figuras, más arriba de todos los adornos, arquitrabes, hojarascas y tímpanos, frisos y guirnaldas, encima incluso de ventanales y vidrieras, tan altas que no alcanza la vista de los niños, allí surgen las gárgolas y monstruos que sobresalen de la piedra con cuerpo de animal y expresión torturada, canalones que abren de par en par la boca, con mueca de dolor, y vomitan las aguas de pecados que no pueden rebasar los tejados de la iglesia, sátiros divertidos y diablillos traviesos que sirven de estética a la fealdad.

            Las gárgolas de la catedral de Coria se agarran al alero del tejado con una fuerza casi sobrehumana que pudo soportar el terremoto de Lisboa y los siglos de miedo a las alturas. Pero sus ojos pétreos siguen condenados a sufrir con envidia la amistad de las golondrinas que, obstinadas, regresan cada primavera para arrullarse sobre la cara exagerada, sobre el cuerpo deforme, sobre la fea belleza de las gárgolas”.

                                                                                                                     José María ÁLVAREZ PEREIRA

 

             El 22 agosto de 1558 el escribano de S. M. Pedro Salcedo levantaba acta de la creación de una capellanía en la ermita de Nuestra Señora de Monserrate de la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo por parte del capitán Rodrigo Quiroga y de Inés Suárez, su legítima mujer, para que en

ella digan perpetuamente los frailes de dicho convento de Nuestra Señora del Rosario, (…) en cada año, para siempre jamás, por la conversión de los naturales de esta tierra e por el alma del (…) gobernador D. Pedro de Valdivia e por las animas del dicho Rodrigo de Quiroga y de la dicha doña Inés Suárez y de sus padres y aguelos e de sus hijos e de sus descendientes e por los demás conquistadores desta tierra una misa rezada, de tres a tres viernes, de manera que sea desde un viernes la dicha misa e dos viernes no, e asi por esta orden se han de continuar perpetuamente (…)[1]”.

 

            Esta acta es uno de los pocos documentos conservados sobre la conquista de Chile en el que se menciona expresamente a Inés Suárez. La hemos citado al inicio de esta ponencia porque pone de manifiesto una de las facetas de los conquistadores, la de constructores de iglesias y catedrales en el Nuevo Mundo. Sin embargo, no sólo se levantaban nuevos templos en aquellas lejanas tierras. También en España, y más en concreto, en Extremadura, se estaban edificando o remodelando en la misma época importantes construcciones religiosas como la catedral de la ciudad que vio nacer a Inés Suárez o la de la cercana ciudad de Coria.

            Por ello nos ha parecido interesante estudiar las gárgolas de la catedral de Coria, porque creemos que, a través de dicho estudio, podemos acercarnos a algunas de las ideas que había en nuestra tierra, mientras que nuestros hombres y mujeres, como diría Chamizo, “trunfaban” en América.

            Aunque la diócesis de Coria es la más antigua de las que existen hoy en Extremadura, la Catedral de la Asunción es en su mayor parte un edifico del siglo XVI. Curiosamente, las principales etapas de la construcción de la catedral coinciden con el período vital de Inés Suárez, ya que la placentina vivió de 1507 hasta 1580, y la fase principal de construcción de la catedral se llevó a cabo entre 1496, fecha de los inicio de los trabajos de la nueva catedral por Martín de Solórzano y 1570, año de la muerte de Pedro de Ybarra, el principal arquitecto que trabajó en la obra[2].

Las gárgolas que vamos a estudiar se encuentran en partes que ya estaban diseñadas a mediados del siglo XVI, según podemos ver en un plano de Pedro de Ybarra que data de 1550 conservado en el archivo de la Catedral (legajo 361, obras).

            Del primitivo templo queda una sola gárgola de factura bastante simple que se encuentra hoy día en el suelo del el patio del claustro y que representa una cara en la que se ven claramente unos ojos almendrados y parte de la nariz.

            El resto de las gárgolas de la catedral cauriense nada tienen con ver con esta gárgola primitiva ya que son esculturas mucho más complejas tanto desde el punto de vista de su talla como en lo que respecta a su simbología, y eso, a pesar de que un gran número de ellas se encuentran muy deterioradas.

            Para su estudio aplicaremos el método iconológico consistente en describir y descifrar la figura que observamos interrelacionándola con conceptos literarios, filosóficos, etc., para a continuación intentar averiguar cuál es su significado concreto en el contexto en que aparece, en este caso la Catedral de la Asunción de Coria.

           

            En otros estudios hemos clasificado las gárgolas en tres grandes grupos: gárgolas antropomorfas, gárgolas animales y gárgolas fantásticas o monstruosas[3]. En el caso que nos concierne no vamos a seguir este esquema porque no existe más que un ejemplo claro de gárgola con forma de animal, en concreto un león. El resto de las gárgolas, excepción hecha de algunas con formas geométricas, las podemos clasificar en gárgolas antropomorfas y gárgolas de temas renacentistas.

 

Gárgolas animales:

            La única gárgola completa en forma de animal conocido que encontramos en la catedral de Coria es una en forma de león que se encuentra en el muro este (fig. 1). Aparece sentado sobre los cuartos traseros. La pata delantera derecha está levantada hasta la altura de la cabeza y tiene asido un objeto que no hemos podido identificar, porque está roto y muy deteriorado. La pata delantera izquierda está tocando la melena a la altura del pecho con las uñas mirando hacia dentro. Su cabeza es de león macho con abundante melena en la que destaca la lengua que sobresale entre las mandíbulas. Lo más curioso de este animal es que entre sus patas lleva una calavera en la que claramente se esboza una sonrisa.

Desde un punto de vista simbólico león, que desde la antigüedad fue considerado como el rey de los animales, es un animal polivalente[4]. Por regla general, el león está íntimamente ligado en la iconografía cristiana a la imagen de Cristo. Según los bestiarios, el león borra tras de sí sus huellas con la cola, lo mismo que Cristo escapa al Diablo. Además, los leones nacen muertos pero al cabo de tres días el león los resucita, en un gesto cargado de un claro simbolismo. También es un animal conocido por su lealtad hacia las personas que lo ayudan. No olvidemos el caso del león que acompaña a San Jerónimo.

Además, el león no cierra nunca los ojos, por lo que se convierte en un símbolo de la vigilancia. Por esta razón aparece con tanta frecuencia en las tumbas pero también encaramado en las entradas y tejados de iglesias y palacios, tal y como lo recuerda Alciato en sus Emblemas: “Est leo: sed custos oculis quia dormit apertis, Templorum idcirco ponitur ante fores[5] “. (“Y aquí está el león, y como este guardián duerme con los ojos abiertos, se pone por lo tanto como custodio ante las puertas de los templos”).

Valorado negativamente el león puede simbolizar a los pecados de ira, orgullo y soberbia indistintamente[6].

Además de todo lo que hemos dicho, el león puede ser también un símbolo del Diablo: “¡Sed sobrios y estad en guardia! Vuestro enemigo, el Diablo, como león rugiente, da vueltas y busca a quien devorar” (1 San Pedro, 5, 8).

Ya hemos indicado que, en la gárgola que estamos estudiando, el león tiene una calavera entre las patas. Ésta podría representar el alma de un condenado llevada hacia las penas infernales por un diablo con forma de león. Se trataría en este caso de lo que se conoce como un diablo psicopompo; aunque también podría tratarse de un diablo ejerciendo como torturador infernal.

Sin embargo, a pesar de estas posibles interpretaciones creemos que la más acertada es ver a este león como una representación de la muerte, ya que la calavera es símbolo por antonomasia de la muerte y de lo perecedero desde la Edad Media[7].

 

Gárgolas antropomorfas.

            Encima de la citada gárgola en forma de león se encuentra otra que representa a un hombre sentado tocado con una especie de turbante o gorro redondo (fig. 2). Está vestido con un traje de la época en el que se aprecian claramente las mangas y los gregüescos acuchillados. Tiene una barba abundante. Su cabeza parece descansar sobre su mano derecha mientras que la izquierda se apoya en el muslo de la pierna izquierda. Ambas piernas están cruzadas a la altura de las pantorrillas.

            Esta gárgola va a servirnos de punto de partida para hablar de otras gárgolas antropomorfas de la catedral cauriense cuyos gestos y posturas están más o menos relacionados con los de la gárgola que acabamos de describir.

Parecida a la gárgola que acabamos de estudiar es otra que se encuentra en el lado sur, en una cornisa que da hacia el Paredón. Lo mismo que la gárgola de la fig. 2 representa a un hombre con las piernas cruzadas a la altura de las pantorrillas que se lleva la mano derecha a la barba y tiene la izquierda sobre el muslo de la pierna izquierda. Parece que también viste unos gregüescos aunque está tan deteriorada que no podemos afirmarlo con exactitud. Visto desde los lados parece llevar una especie de capa. Su cara y su cabeza son algo deformes, con la frente muy despejada y los cabellos rizados y enmarañados. Sobresalen los pómulos y los arcos superciliares.

La diferencia que existe entre las dos gárgolas citadas y la que vamos a estudiar a continuación radica en el hecho de que ésta no está tocándose la barba o el mentón, ya que su mano derecha está sobre el sexo y la izquierda sobre el pecho. Sin embargo, el resto de características físicas son más o menos similares.

Por último, hay otra gárgola (fig. 3) que comparte las principales características físicas de las otras tres gárgolas, aunque tiene los brazos cruzados a la altura del abdomen. Sin embargo, lo que la diferencia de las otras es que las piernas, que también están cruzadas a la altura de las pantorrillas, no se terminan en unos pies humanos sino en unas volutas o zarcillos de apariencia vegetal.

Estas mismas volutas vegetales en lugar de los pies las encontramos asimismo en otra de las gárgolas, aunque en ésta la posición del cuerpo es un poco más retorcida que en las gárgolas precedentes. Las piernas siguen estando cruzadas; la mano izquierda parece reposar sobre la rodilla izquierda, aunque, dependiendo del punto de vista, también parece sujetar una bolsa con dicha mano. El brazo derecho cruza por debajo de la cabeza y sujeta algo en el lado izquierdo de la misma aunque no sabemos de qué se trata. Los rasgos de la cara vuelven a ser exagerados con ojos saltones, arcos superciliares y pómulos marcados.

La postura retorcida es aún más evidente en otro grupo de gárgolas que se encuentran en los muros norte y sur de la nave central. En general, la talla de estas gárgolas es más tosca que las que acabamos de estudiar, quizás porque cronológicamente parecen ser más antiguas.

Cada una tiene su particularidad. En la primera del muro norte, (fig. 4) un hombre desnudo, más bien entrado en carnes, sostiene el canalón con la mano derecha mientras apoya su mano izquierda sobre la cadera izquierda. Aparentemente está sentado con las piernas giradas hacia la izquierda del espectador. En su cara, que parece una máscara, sobresale la nariz, bastante ancha y parece tener barba y bigote.

El segundo personaje (fig. 5), está sentado de frente con las piernas cruzadas a la altura de la pantorrilla. En lugar de pies humanos parece tener unas pezuñas que salen de unas perneras. Como el personaje anterior tiene la mano izquierda sobre la rodilla izquierda y la derecha cruzada bajo la cabeza para sostener el canalón. Curiosamente, a la vez que sostiene el canalón agarra el extremo izquierdo de unos bigotazos que adornan su cara. Su cabeza es ovalada, con la cara aplanada en la que se aprecian claramente, además de los mencionados bigotes unas narices aplastadas, los ojos saltones y los arcos superciliares. El gesto de tirarse de los bigotes, igual que el de tirarse de las barbas, podría indicar desesperación.

La tercera gárgola (fig. 6) también tiene bigotes aunque lo que más resalta es la hipertrofia de la cabeza. También tiene una gran nariz, orejas separadas y los ojos medio cerrados. Como las otras dos, tiene las piernas cruzadas aunque los pies terminan en pezuñas partidas. En este caso, la mano derecha reposa sobre el vientre mientras que es la izquierda la que se cruza sobre el pecho para descansar a la altura de la clavícula derecha.

En el muro sur de la nave también hay otras tres gárgolas con posturas retorcidas. La figura 7 está arrodillada. Con los brazos y la pierna derecha abraza una especie de filacteria que acaba en una voluta en su parte inferior. Las manos están hipertrofiadas y la cara parece una máscara de ojos saltones y orejas despegadas.

La siguiente gárgola (fig. 8) también sostiene algo entre sus brazos, aunque en este caso, el objeto está en el lado derecho. Está mirando hacia la derecha del espectador y en su cara sobresalen los mofletes. Por debajo de la rodilla de la pierna izquierda hay una pequeña planta, cuya finalidad creemos que no es otra que la de rellenar este espacio.

La última gárgola de la serie (fig. 9), también tiene las piernas cruzadas. Su mano derecha reposa sobre la rodilla de la pierna derecha mientras que la mano izquierda se apoya sobre la cabeza, inclinada hacia ese lado, en un gesto que podría significar pesadumbre. Los brazos están cubiertos por una manga que va haciendo espirales. La cabeza, bastante deteriorada es más redonda que la de las otras gárgolas de la serie.

¿Cuál es el significado de todas estas gárgolas? No creemos que tengan un solo significado sino varios. Las actitudes contorsionadas o el pathos angustioso de algunas caras nos hacen pensar en las representaciones de las almas de los condenados que están recibiendo refinados tormentos en los infiernos medievales. No podemos olvidar que ciertas gárgolas podrían representar el alma de algunos condenados que no han ido a parar al fuego eterno. En su lugar han sido transformadas en piedra y colocadas en el exterior de las iglesias para advertir a los otros fieles de la suerte que les aguarda si no cumplen con los mandamientos cristianos. Así, aquéllas que tienen las piernas cruzadas, gesto que en el arte medieval solía representar la idea de superbia[8], podrían representar a los orgullosos; las que están apoyando una de sus manos en la barbilla, gesto que indica tristeza, podrían representar el sufrimiento de no poder contemplar a Dios, que era una de las más terribles penas infernales[9]. También podrían representar a los melancólicos. Según Luis Peñalver Alambra, la melancolía fue el peor y más cruel de los demonios de un autor tan conocido como El Bosco, para quien, como para otros artistas y pensadores de su época, la melancolía es “[un estado de angustia en] el individuo que anticipa el porvenir no como «vida futura» sino como muerte futura, no como «vida eterna» sino como muerte sin fin –es el infierno en vida-. (…) No en vano, (…) la tradición asoció la acedia y el estado melancólico con la acción del Diablo o –como lo llamará Lutero- «Espíritu de la Tristeza»[10]“.

Aquellas gárgolas que parecen estar sosteniendo los canalones con un cierto aire de sufrimiento y esfuerzo nos hace pensar en los soberbios del Purgatorio de Dante agobiados por el peso de las piedras que cargaban sobre sus espaldas:

Cual, para sustentar bóveda o techo,

Por ménsula se mira una figura

Que toca sus rodillas con el pecho,

y lo que no es verdad pena procura,

que es verdadera, al que su aspecto fía,

así los ví llegar por la angostura.

Más o menos cada uno se encogía

Según el peso fuese tanto o cuanto;

Y el que con más paciencia procedía

Sollozar parecía: “¡Ya no aguanto”![11]

 

En cuanto a las gárgolas cuyos pies terminan en zarcillos vegetales, decir que estas extremidades pueden ser una manera de representar las almas de estos pecadores deformadas por culpa sus pecados. No olvidemos que: “El pie es portador de una universalidad semántica que se explica fácilmente por su función: ¿no es, en definitiva, el soporte del cuerpo y el que hace del hombre un hombre, sosteniéndolo en la posición erecta y posibilitando así su movimiento? No es extraño, por lo tanto, que (…) el pie haya llegado a convertirse en figura del alma (…). Ahora bien, cuando el pie es vulnerable (tal es el caso de Aquiles), está hinchado (Edipo) o cojo y deformado (como en Hefesto) se está indicando una debilidad o una deformidad del alma[12]”. Estas últimas observaciones servirían también para otras gárgolas antropomorfas con pies en formas de pezuñas o garras. Incluso se podría aplicar a aquellas que estando vestidas, tienen los pies descalzos[13]

 

Gárgolas de temas renacentistas

En su mayoría, las gárgolas de la catedral de Coria son gárgolas renacentistas y no sólo porque se esculpieran en pleno Renacimiento, sino también porque alguno de los temas en ellas representados es propio del arte de este período.

Tal es el caso de la gárgola de la figura 10 que puede ser interpretada como una variación del tema del niño o amorcillo tan frecuente en el arte del Renacimiento, pues, no en vano, comparte muchas de sus características: cabello corto, pelo ondulado, piernas cortas y pies descalzos, brazos rollizos. En el caso que nos ocupa se trataría de un amorcillo áptero y ligeramente vestido con una túnica que deja al descubierto los hombros y las piernas. Está sentado y tiene la pierna derecha adelantada y la izquierda un poco plegada. Con su frágil cuerpecito parece estar soportando todo el peso del canalón, que sujeta con ambas manos, sobre su hombro izquierdo. La erosión no permite definir con exactitud si el rictus de su rostro es de alegría o de tristeza. Su presencia entre las demás gárgolas podría estar relacionada con el hecho de que “(…) tal como acontece en el arte romano antiguo, el amorcillo en la cultura renacentista suele tener un simbolismo de carácter funerario, ligado a la muerte y a la resurrección. La inocencia de la infancia está vinculada a la vida, pero también a la vanalidad (sic) del destino humano[14]”.

 

Otra gárgola de temática renacentista es la gárgola de la figura 11 que representa a un ser difícil de describir debido a gran deterioro. Lo que destaca sobremanera en esta gárgola es la cabeza. Todos los rasgos de la misma: la frente estrecha, el pelo corto, las orejas redondas, los arcos superciliares muy marcados, los ojos saltones, la nariz aplastada y la boca muy abierta, nos recuerdan las máscaras de la tragedia clásica. El hecho de que en los costados se vean mechones de pelos podría hacernos pensar que representa a un león. Sin embargo, dado el carácter humano de los rasgos de la cara creemos que representa a un hombre salvaje.

El tema del hombre salvaje fue bastante utilizado tanto en la literatura como en el arte del Renacimiento. Sin embargo, el primer retrato completo de uno de estos personajes aparece ya en la novela de Chrétien de Troyes titulada Yvain o el caballero del león, escrita entre 1176 y 1181.

¿Qué significa el adjetivo salvaje? Es la traducción del latín agrestis, es decir “campestre, grosero, inculto“, de lo que se deduce que el hombre salvaje es, ante todo, un individuo que vive al margen de la sociedad, lejos del espacio civilizado, es decir, en las montañas, los bosques o las landas.

Como ocurría con los animales descritos en los Bestiarios, el hombre salvaje podía ser visto como un ejemplo de pedagogía moral. Por ello, hasta finales de la Edad Media el salvaje se identificó con el mal, con la lujuria y con la brutalidad. Tal es el caso de los salvajes que aparecen en la novela pastoril Los siete libros de Diana de Jorge de Montemayor, escrita a mediados del siglo XVI:

Y fué que (…) saliedon de entre unas retamas altas, a mano derecha del bosque, tres salvages, de estraña grandeza y fealdad. Venían armados de coseletes y celdas de cuero de tigre. Eran de tan fea catadura que ponían espanto; los coseletes trayan por braçales unas bocas de serpientes, por donde sacavan los braços que gruesos y vellosos parecían, y las celadas venían a hazer encima de la frente unas espantables cabeças de leones; lo demás trayan desnudo, cubierto despesso y largo vello, unos bastones herrados de muy agudas púas de azero. Al cuello trayan sus arcos y flechas; los escudos eran unas conchas de pescado muy fuerte. Y con una incríble ligereza arrementen a ellas (…)[15]”.

Por curioso que pueda parecernos, estos salvajes están enamorados de unas ninfas, pero son incapaces de tratarlas con la debida cortesía y delicadeza que el “fino” amor pastoril requiere y por ello morirán a manos de una pastora.

Asimismo, el salvaje sirvió de ejemplo para mostrar que aquellos que de cualquier manera eran excluidos de la sociedad se rebajaban a la altura de las bestias salvajes. Sin embargo, poco a poco el concepto cambió y el salvaje pasó a ser un ejemplo del hombre en estado puro y perfectamente integrado en la naturaleza. También pasó a ser símbolo del caballero virtuoso vencedor de las pasiones como es el caso de una gárgola de la catedral de Plasencia, en la que el hombre salvaje, armado con una maza y protegido con un escudo, tiene a sus pies la cabeza cortada de un enemigo vencido, símbolo de las ya mencionadas pasiones[16].

            Una de las características del Renacimiento fue el redescubrimiento de la cultura clásica greco-latina. Este hecho se plasma en todos los campos del arte, incluidas las gárgolas. Así, tenemos una gárgola que representa a un hombre luchando contra una serpiente que, enroscada a su brazo izquierdo, intenta morderle el costado (fig. 12). La primera idea que se nos viene a la mente cuando observamos esta gárgola es la de relacionarla con la famosa escultura helenística de Laocoonte y sus hijos luchando con las serpientes (Museos Vaticanos, Roma), descubierta en Roma en 1506, que sirvió de fuente de inspiración para escultures y pintores, y, quizás, para el autor de nuestras gárgolas. Si ello es así, en la gárgola estaría representada la historia de Laocoonte. Según cuenta Virgilio en el libro II de la Eneida, el sacerdote de Apolo Laocoonte advirtió a los troyanos que no introdujeran en la ciudad el caballo de madera de los griegos, supuesto regalo de la diosa Minerva. Pero Apolo, para vengar un sacrilegio de su sacerdote que, cegado por la lujuria, se había unido a su mujer delante del altar del dios, mandó dos serpientes marinas que lo mataron junto con sus dos hijos. Los troyanos pensaron que se trataba de un castigo de Minerva e introdujeron el caballo en la ciudad.

Asimismo, relacionada con la Antigüedad clásica se encuentra la gárgola de la (fig. 13) que representa a Hércules, el semidios griego, luchando contra uno de sus numerosos adversarios. Se percibe perfectamente la piel del león de Nemea sobre la cabeza y sobre su cuello. Con sus brazos poderosos parece desgarrar algo difícil de describir y de identificar. Es una especie de escudo con una máscara en la que se aprecian algunos rasgos de un rostro humano: ojos, nariz, boca con bigotes. Podría ser la representación ideal de uno de los muchos adversarios contra los que combatió Alcides, aunque por el gesto que realiza en con el que parece desgarrar la máscara con la mano izquierda pensamos que puede tratarse del rey Diomedes de Tracia. Este rey tenía unas yeguas a las que alimentaba con carne humana, para lo cual no dudaba en matar a cualquier persona que sus soldados encontrasen por los caminos e incluso a algunos de sus propios súbditos. Según cuenta el Marqués de Villena en su libro Los doce trabajos de Hércules (1417):

Alguno dellos, sabiendo que Hércules zelador del bien común virtuoso y provado cavallero contrariava y corregía por el mundo tales monstruosidades y maneras desaguisadas (…), invocaron demandando la su ayuda. (…) Entonce Hércules, movido por valiente coraçón provocado a la piadosa quexa, doliéndose de tan grand reyno, fue poderosamente al reyno de Tracia y tomó al rey Diómedes tajando y partiendo por menudas partes sus carnes y diolas a comer a los sus cavallos por vengança y pena a quien el dicho rey avía fecho inhumanamente carne de tantos hombres comer sin medida. E después mató los dichos cavallos y partiólos por miembros apartados lançándolos en desviados lugares por que no quedase exemplo de tan no oída fasta entonces abusión[17]”.

 

Junto a esta gárgola de Hércules se haya otra que representa a un ser híbrido (fot. 14): el torso y la cabeza son de hombre, aunque tiene cuernos curvados hacia atrás como los de los carneros; el brazo izquierdo también es humano y pasa por encima del pecho para sujetar a la altura del hombro un escudo con forma de mascarón. Además del brazo señalado se puede ver que del hombro izquierdo arranca una ala con plumas que se pliega hacia atrás buscando el canalón. Este apéndice es el primer miembro animal del ser híbrido. Además de esta ala podemos observar que la parte inferior del cuerpo está formada por unas poderosas patas semejantes a las de los leones acabadas en tres garras. No sabemos exactamente a qué ser representa. El hecho de que se encuentre al lado de la gárgola que representa a Hércules nos hace pensar en otro de sus enemigos. Podría tratarse de Caco. Según las diferentes tradiciones, Caco robó de manera dolosa el ganado a Hércules y éste lo mató. Virgilio en la Eneida dice que estrangulándolo (Eneida, VIII, 256-265), Dante en la Comedia señala que lo mató a golpes de maza (Comedia, Infierno, XXV, 31-33); lo mismo opina Enrique de Villena: “(…) con la su fuerte maça feriéndolo tanto que lo mató[18]”. Tampoco se aclaran muchos los autores sobre el aspecto de Caco. En la Eneida era un sátiro descrito por Virgilio en estos términos:

 

Allí en muy honda cueva tuvo nido

El medio fiera Caco, nunca abierto

A los rayos del sol y por defuera

Cubierto de apariencia horrible y fiera.

                                       (VIII, 193-196)

Era hijo de Vulcano el monstruo horrendoY así iba siempre fuego escupiendo.                                      (VIII, 198-199)[19]

 

Según Dante:

Y vi a un centauro airado que llegaba, (…)

Maremma, según creo, no se alaba

De tener tantas bichas cual tenía

De la grupa a do humano se tornaba.

De alas abiertas, un dragón yacía

Tras la nuca, en los hombros, que abrasado

Dejaba al que delante se ponía.

Infierno, XXV, 17-25[20]

 

El Marqués de Villena también lo describe como un centauro, hijo de Vulcano, que arroja fuego por la boca[21]. Quizás las alas que vemos sobre las espaldas del ser híbrido sean las del dragón mencionado por Dante. En cambio, según la enciclopedia Wikipedia “Caco, (…), era un gigante mitad hombre y mitad sátiro que vomitaba torbellinos de llamas y humo[22]”.

 

Más extraño todavía es el ser de la figura15. Se trata de un ser con cabeza de animal, que recuerda un poco a la de un león, con el hocico saliente y una barba partida en dos de aspecto vegetal. Visto de frente se aprecia que su brazo derecho es humano mientras que el izquierdo es un ala. Sin embargo, visto desde el lado izquierdo se aprecian otros dos brazos, uno acabado en dedos más o menos humanos y el otro terminado en garras. Con el primero de ellos sujeta un escudo parecido a los otros que hemos descrito en las gárgolas 13 y 14 con una máscara cuyos rasgos nos recuerdan a algunos cuadros de Arcimboldo, mientras que con el segundo se aferra a la cornisa. El resto del cuerpo parece humano, los pies son difíciles de apreciar por estar ocultos por el escudo, aunque parecen acabar en terminaciones vegetales. Siguiendo con los seres relacionados con Hércules, no podemos dejar de pensar en Gerión, el antagonista del décimo trabajo del semidios a quien éste debía robar su rebaño de vacas y bueyes.

Según Massimo Izzi, en su Diccionario de los monstruos,

Gerión “era rey de los muertos del Hades, tal vez una forma paralela de la misma muerte (Thanatos). Estaba formado por tres cuerpos enteros unidos. Tenía por consiguiente tres cabezas, seis piernas y seis brazos. Con todo hay varias hipótesis sobre su verdadera forma. El único hecho seguro parece la presencia de tres cabezas, recordada por Hesíodo, Luciano y otros escritores; Estesícoro lo describe como un ser alado (…); según Apolodoro (II, 5, 10), los tres cuerpos de Gerión se funden en la región epigástrica en uno solo (lo que le da tres cabezas y seis brazos, pero sólo dos piernas); la única voz discordante es la del Mythographus vaticanus (I, 68), para el cual las cabezas son 53. (…) En la Divina Comedia (Infierno, XVI, 131 –ss; XVII, 7-ss), Dante lo transforma en un ser con cabeza de hombre, dos branquias peludas, que le permiten volar, la piel multicolor y una cola acabada en una punta venenosa como la del escorpión[23]

 

Hércules lo mató con una flecha envenenada con la sangre de la Hidra que atravesó sus tres cuerpos.

Como señalaba Massimo Izzi en su artículo, la forma de Gerión no estaba definida y podía sufrir variaciones. Partiendo de este hecho y observando alguno de los elementos de nuestra gárgola como el ala del lado izquierdo y los dos brazos del mismo lado creemos que se trata de una representación del monstruoso gigante alado, hijo de Crisiaor y Calírroe.

Junto a estas gárgolas hay otra (fig.16) que representa a un hombre vestido con una especie de manto cruzado sobre el pecho. Tiene las piernas cruzadas y se tapa las orejas con los brazos a la vez que parece estar gritando con cara de horror. Tampoco sabemos quién es pero siguiendo con la serie de Hércules podría representar al rey de Mecenas Euristeo, que fue el quien le mandó los doce trabajos. Este rey dio muestra de ser un cobarde. Así, cuando Hércules le llevó el jabalí de Erimanto corrió asustado a esconderse en una tinaja. La gárgola podría representar a Euristeo asustado, motivo que fue representado repetidas veces en la Antigüedad.

Pero ¿qué hace un héroe pagano como Hércules en una catedral?

Varias son las posibles respuestas a esta pregunta. En primer lugar, no debemos olvidar que Hércules fue uno de los personajes más frecuentes de la plástica española de los siglos XVI y XVII, entre otras cosas, por la supuesta relación entre el héroe y la Península. En segundo lugar, el mito de Hércules era fácilmente asimilable al pensamiento cristiano, tal y como señala Jesús María Caamaño Martínez:

El mito de Hércules era fácilmente asimilable al credo cristiano. Sus hazañas redentoras –pues así pueden llamarse, ya que no son sino la lucha y triunfo sobre el mal- se imponen como prefiguración pagana de la misión mesiánica. Al igual que en tantos otros personajes del Antiguo Testamento –entre ellos Sansón, el Hércules bíblico- se le mira, y desde los primeros siglos del cristianismo, como imagen pagana prenunciante de Cristo. Surge así en la literatura eclesiástica, donde alcanzará el valor de tópico, la ‘semejanza’ Hércules-Cristo[24]”.

 

Creemos que las imágenes de Hércules y de sus enemigos están en la Catedral no sólo por la semejanza de Alcides con Cristo sino también el hecho de que tal y como señalan Luis Cortés y Paulette Gabaudan, para algunos autores como Enrique de Villena, “(Hércules) es (en general) el caballero defensor de la Iglesia, protector de la justicia, socorro de los débiles. (…) y llega a encarnar la prudencia y la elocuencia. Es el hombre ejemplar por excelencia, según la visión renacentista. A este nuevo prototipo de Hércules se le suele llamar “Hércules libiano[25]”.

Esta riqueza de matices del semidios ya era explicada a finales del siglo XVI por autores como J. Pérez de Moya para quien se pueden descubrir en él “hasta cinco sentidos: literal, alegórico, anagógico, tropológico y físico o natural; por literal “no se entiende otra cosa que lo que la letra suena. Y según la alegoría o moralidad, por Hércules es entendida la victoria contra los vicios. Y según sentido anagógico significa el levantamiento del ánimo, que desprecia las cosas mundanas por las celestiales. Y según sentido tropológico, por Hércules se entiende un hombre fuerte, habituado en virtud y buenas costumbres (…)”[26].

Además de todo lo dicho, en el citado libro de Luis Cortés y Paulette Gabaudan se puede leer que en la época renacentista las casas reinantes y de alta alcurnia, tuvieron una gran afición a identificarse con Hércules, prototipo del conquistador, o de ponerlo entre sus antepasados. La casa de Alba, de las más ilustres de España, fue una de ellas y se conservan numerosos testimonios de referencias a los duques como Hércules[27]. Si tenemos en cuenta la estrecha relación entre la catedral cauriense y los duques de Alba, que tenían reservados sitiales en la sillería del coro y cuyo palacio, construido por el maestro Martín Caballero a finales del siglo XV, se hallaba enfrente, no es de extrañar la presencia de Hércules entre las gárgolas de la catedral[28]. Dicha presencia se ve además reforzada por el hecho de que Hércules también aparece representado en la fachada-retablo del Perdón, concretamente en el medallón de la calve del arco de la Puerta del Evangelio y en el friso de la misma puerta, estrangulando las serpientes que de niño le mandó la diosa Hera.

 

Uno de los elementos que el Renacimiento legó al arte fue el grutesco. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, se da esta denominación en el campo de la arquitectura y de la pintura al “adorno caprichoso de bichos, sabandijas, quimeras y follajes, llamado así porque imita los que se encontraron en las grutas o ruinas del palacio de Tito”. Mucho se ha escrito sobre su significado y función[29]. Entre los que defienden el carácter simbólico del grutesco se encuentra J. Fernández Arenas, para quien “en la decoración renacentista, y sobre todo en la española, se mezclan grutescos de pura fantasía con temas mitológicos y poéticos y se intercalan escenas o personajes bíblicos en forma de alegoría. Por lo cual el grutesco adquiere un carácter moralizante y religioso en obras como iglesias y sepulcros y una forma de exaltación triunfal en las fachadas[30]”. Estas afirmaciones son totalmente válidas por lo que respecta a las gárgolas que estamos analizando de la catedral cauriense, ya que junto a las gárgolas de temática mitológica que hemos señalado, se encuentran otras que, como veremos, forman parte de las diferentes formas y símbolos que pueden adoptar los grutescos[31].

La gárgola de la figura 17 representa a un hombre de edad madura de cintura para arriba. Su torso es fuerte, como se aprecia claramente por tener la musculatura muy marcada; sus brazos están situados a ambos lados de la cabeza agarrando con fuerza los cabellos; en la cara, de rasgos muy marcados que nos recuerdan una vez más a los de las máscaras, destaca el bigote. El hecho de que la parte inferior del tronco parezca diluirse en unas terminaciones vegetales lo emparentaría con las figuras “sans nom” que aparecen en algunos grutescos. Lo podemos definir como un mascarón de proa pétreo que podría simbolizar, con su gesto de tirarse de los pelos y su torso musculoso, la desesperación que ya hemos visto en otras gárgolas; también podría representar como dice Ana Ávila, “la agresividad incontrolada que en principio debería ser aplacada o dominada por la razón, pero lo imposibilita el apresamiento al que el hombre se ve sometido en una maraña de intrincadísimas ramas, por lo que su rostro adquiere espeluznantes signos de angustiosa tragedia (…)[32]”.

Emparentados formalmente con los grutescos se encuentran algunas de las gárgolas que vamos a estudiar a continuación, la mayoría localizadas en el tramo correspondiente a la fachada oeste y al lado sur de la cornisa denticulada que recorre todo el perímetro de la nave central de la catedral, así como en otra pequeña cornisa situada en la parte superior de la fachada oeste. La mayoría está muy deteriorada. He aquí su descripción:

– Gárgola de la cornisa denticulada. Fachada oeste. Representa a un ser híbrido con cabeza alargada que recuerda en cierta manera a la de un équido aunque tiene la parte izquierda deformada por una especie de bulto. Sólo se le ve la parte delantera del cuerpo en el que se aprecia un pecho abombado y dos patas cuyas terminaciones no están claras. Sobre el lomo lleva unas alas con plumas.

– Gárgola de la cornisa denticulada. Fachada oeste. Ser híbrido con cuerpo parecido al de la gárgola precedente, aunque con mechones de pelo. Lo más llamativo de esta gárgola es la gran cabeza girada hacia la derecha del espectador en la que, a pesar del deterioro, se ven claramente dos cuernos retorcidos como los de los carneros.

– Gárgola de la cornisa denticulada. Fachada oeste. Gárgola híbrida muy deteriorada. Su cabeza está girada hacia la izquierda del espectador. Destaca sobremanera su largo cuello en el que se aprecian unas estrías. También parece tener alas. En el pecho se aprecia un bulto correspondiente a un objeto imposible de identificar que está sujeto por la pata derecha de la gárgola. También se aprecia una filigrana en la zona del vientre.

– Gárgola de la cornisa denticulada. Lado sur. Ser híbrido. También tiene el cuello girado hacia la izquierda del espectador. Está muy deteriorada. Parece tener alas. Lo más curioso de esta gárgola es que a pesar de su deterioro se perciben en el vientre y en la zona de los muslos tres cabezas que recuerdan a la de los leones.

– Gárgola de la cornisa denticulada. Fachada oeste. Ser híbrido muy deteriorado. Puede tener alas.

– Gárgola de la cornisa denticulada. Lado sur. Ser híbrido con alas; la cabeza parece de león; tiene el pecho muy abombado. En este caso las patas terminan en pezuñas partidas y parecen sostener un objeto.

– Gárgola de la cornisa denticulada. Lado sur. Gárgola muy deteriorada. Ser híbrido con apariencia animal. Tiene un objeto imposible de describir en su pata derecha.

– Gárgola de la imposta del contrafuerte norte de la cabecera. Ser híbrido con cabeza de hombre. Tiene barbas y bigotes y un cuello muy largo que recuerda al de un camello. También tiene alas.

– Gárgola de la imposta del contrafuerte norte de la cabecera. Ser híbrido con apariencia animal. Tiene alas, el pecho muy abombado, largas orejas y patas terminadas en pezuñas partidas. Parece estar sonriendo.

– Gárgola de la imposta del contrafuerte sur de la cabecera. Ser híbrido. Parece un águila aunque está tan deteriorado que es imposible saber qué representa.

– Gárgola de la imposta del contrafuerte sur de la cabecera. Ser híbrido con alas. Como el anterior está tan deteriorado que es imposible describirlo e identificarlo.

¿Qué pueden simbolizar todas estas gárgolas? Creemos que pueden simbolizar los vicios y las pasiones desordenadas que amenazan al hombre. Según Máximo Izzi en su Diccionario de los monstruos:

“(…) es en la época renacentista cuando se asiste al más vistoso alarde de monstruos alegóricos: los vicios y las virtudes se convierten en complejas formas híbridas; en ellas cada parte tomada de algún animal tiene un significado preciso, y el conjunto no deriva de una composición de las partes según un criterio lógico y respetuoso con ciertas reglas biológicas, sino únicamente de la suma de valores que representan. La consecuencia de ello es que las formas monstruosas alcanzan una complejidad y una falta de lógica tan grande que contradice las propias sutiles telarañas que constituyen las estructuras simbólicas de los monstruos mitológicos. Se pierde así todo aspecto inconsciente, toda seducción sutil; el monstruo así construido no despierta ya ninguna emoción profunda, sino únicamente, a veces, una fugaz y estéril curiosidad. No hay ni un solo caso en que alguno de esos monstruos haya sobrevivido a la época en la que fue creado y para la cual encarnaba un significado preciso: como no habían nacido de una necesidad psíquica, sino de una fría lógica combinatoria, ligados a casos específicos limitados en el tiempo, no tenían motivos para sobrevivir más allá de ellos[33]”.

Estas representaciones guardan ciertos parecidos con otras como las que se aprecian en la portada de un libro de teología de principios del siglo XVII, citado por Massimo Izzi en su obra (p. 22).

Las últimas cuatro gárgolas que vamos a estudiar se encuentran también en los contrafuertes de la fachada oeste. Como vamos a comprobar entre las cuatro hay un aire de familia a pesar de que dos de ellas están muy deterioradas. Todas representan a seres híbridos.

Del primero de ellos, que está muy deteriorado sólo se aprecian unas patas poderosas con pezuñas partidas y una especie de espolones pilosos. También se aprecian restos de alas y unas plumas como si fueran de una cola entre las patas.

Junto a esta gárgola hay otra muy parecida, aunque está más completa ya que sólo le falta la cabeza.

La siguiente gárgola (fig. 18) guarda algunas semejanzas formales con las dos gárgolas anteriores. En esta caso está completa y podemos apreciar la cabeza, con rasgos humanos bastante bien definidos, aunque ocultos por una abundante capa de líquenes. A pesar de ello se ve que representa un hombre con un rostro que denota una cierta angustia. En cuanto al resto del cuerpo podemos observar que las piernas no terminan en pezuñas sino que se funden a la altura de los tobillos con la piedra y que las alas que ocupan el lugar de los brazos son parecidas a las tradicionales alas de los ángeles, aunque no son demasiado grandes. También se aprecian las plumas de la cola en la entrepierna.

La última de las gárgolas, la figura 19, es la que se encuentra en mejor estado. Aquí se aprecian mucho mejor las características físicas que hemos señalado en las otras gárgolas; además, podemos observar perfectamente la cabeza en la que destacan dos cuernos, unas orejas alargadas y un rostro bello y a la vez angustiado. Al ver esta gárgola nos parece que estamos contemplando a Lucifer, el más brillante de todos los ángeles, en el momento de su caída y de su transformación en el horrible Satán. Podemos ver en una sola imagen el cambio que Martínez Montañés trata de representar en el retablo de la Batalla de los ángeles (1649) de la iglesia jerezana de San Miguel, en el que mediante varias representaciones de diablos se va apreciando el cambio físico que estos sufren a medida que se van alejando del cielo para hundirse en el mar de llamas del infierno (fig. 20)[34].

 

Llegamos así al final de nuestro recorrido por este mundo tan visible y, al mismo tiempo, casi tan imposible de ver, que componen las gárgolas de la Catedral de la Asunción de Coria. Decíamos en la introducción de nuestro trabajo que íbamos a intentar estudiar las gárgolas y darles un significado, a pesar de las numerosas dificultades que a veces se nos iban a plantear. Una vez hecho esto, presentamos a continuación un cuadro sinóptico de los significados generales que, con las debidas reservas, hemos atribuido a las diferentes gárgolas:

Gárgola                                                         Significado

León                                                              muerte

Gárgolas antropomorfas                                ¿condenados infernales?

                                                                       Soberbios

                                                                       Melancólicos

Amorcillo                                                       muerte / resurrección

Hombre salvaje                                              lujuria / brutalidad

Laoconte                                                        lujuria

Hércules                                                         caballero virtuoso

Enemigos de Hércules:

Diomedes de Tracia                                         crueldad

Caco                                                                 robo

Gerión                                                              fraude

Euristeo                                                            cobardía

Mascarón pétreo                                            agresividad incontrolada

11 Seres híbridos                                           vicios

4 ángeles caídos                                             Mal

 

Viendo este cuadro llagamos a la conclusión de que, excepción hecha de la gárgola que representa a Hércules, el resto de las gárgolas de la catedral cauriense tienen un marcado negativo, relacionado con el Mal en todas sus manifestaciones: demonios, vicios, pecados, muerte, etc. Parece realmente que los autores quisieron poner. “más allá de las puertas, con sus arcos y figuras, más arriba de todos los adornos, arquitrabes, hojarascas y tímpanos, frisos y guirnaldas, encima incluso de ventanales y vidrieras, tan altas que no alcanza la vista de los niños,” a toda esa serie de seres “que abren de par en par la boca, con mueca de dolor”, para recordarnos que el Mal está siempre acechando y que la única salvación posible se encuentra, además de siendo un virtuoso caballero cristiano a la manera de Hércules, en el interior de la iglesia-catedral, “cuyos tejados no pueden rebasar las aguas de pecados”.

 



[1] Jesús Vicente CANO MONTERO, Inés Suárez. Un placentina en Chile, Plasencia, 2007, Excmo. Ayto. de Plasencia, p. 234.

[2] Sobre la catedral de Coria ver: Florencio Javier GARCÍA MOGOLLÓN, La Catedral de Coria. Arcón de Historia y Fe, León, 1999, Edilesa; Florencio Javier GARCÍA MOGOLLÓN, La Catedral de Coria. Historia de Fey Cultura. Patrimonio Artístico y Documental, Coria, 1996, III Feria Rayana-Ayto. de Coria-Cabildo Catedral Coria-Cáceres; V. V. A. A., Extremadura. La España gótica, 14, Madrid, 1995, Ediciones Encuentro, ERE, Junta de Extremadura, pp. 138-154; Monumentos artísticos de Extremadura, ed. de Andrés SALVADOR ORDAX, Mérida, 1988, Junta de Extremadura, Consejería de Educación y Cultura – ERE, pp. 240-246. Como iniciación al conocimiento de Pedro de Ybarra se pueden consultar las referencias y la bibliografía que sobre él aparecen en el artículo que se le consagra en la Gran Enciclopedia Extremeña (tomo X), Mérida, 1992, Ediciones Extremeñas, S. A.

[3] Francisco Vicente CALLE CALLE, Gárgolas de la provincia de Cáceres, Jaraíz de la Vera, 2003, IC “El Brocense”; “Notas sobre algunas gárgolas de la Catedral de Plasencia”, en Actas de los XXXII Coloquios Históricos de Extremadura, Badajoz, 2004, pp. 105-125.

[4] Sobre la polisemia del león en el arte medieval, ver Manuel GUERRA, Simbología Románica, Madrid, 1978, pp. 73-ss. ; Francisco V. CALLE CALLE, Les représentations du Diable et des êtres diaboliques dans l’art et la littérature en France au XIIe siècle, Villeneuve d’Ascq, 1999, Atelier National de Reproduction des Thèses, (Thèse à la carte), p. 347.

[5] Alciato’s Book of Emblems nº XV, The Memorial Web Edition in Latin and English, ed. William Barker, Mark Feltham, Jean Guthrie, Department of English, Memorial University of Newfoundland, 2001, D:\alciato\Alciato Welcome Page.htm

[6] Isabel MATEO GÓMEZ, Temas profanos es la escultura gótica española. Las sillerías de coro, Madrid, 1979, pp. 84-85 que cita ejemplos sacados del Libro de Alexandre y de la Divina Comedia de Dante.

[7] Ana ÁVILA, Imágenes y símbolos en la arquitectura pintada española (1470-1560), Barcelona, 1993, Anthropos, (Palabra plástica, 18; serie Iconografía), p. 157; Jesús Manuel LÓPEZ MARTÍN, La arquitectura en el renacimiento placentino. Simbología de las fachadas, Cáceres, 1986, Institución Cultural “El Brocense”, Excma. Diputación Provincial de Cáceres, pp. 79; 82.

[8] Cf. Michael CAMILLE, El ídolo gótico. Ideología y creación de imágenes en el arte medieval, Madrid, 2000, Akal, Arte y estética, 57, p. 71.

[9] Según un anónimo manual de confesión de la segunda mitad del siglo XV titulado Modo de hacer confesión y examinar la conciencia, los suplicios del infierno son dobles, espirituales y corporales: “(…) fuego calor no en remedio mas tormento frio terrible, humo lloros y lagrimas interiores. Conpanyas de diablos clamores improperios sequedat set hedor Remordimiento. Carçer invidia rancor tristeza, desesperación olvidança de todo bien”. Cf. Modo de hacer confesión y examinar la conciencia, Biblioteca Nacional de Madrid, Ms. 9535, fol. 24rº y vº. Citado por Hélène THIEULIN-PARDO, “La vision de l’enfer et de la damnation dans les manuels de confesión (Castille, XIVe-XVe siècles), en Actes du Colloque International Enfers et damnations dans le monde hispanique et hispano-américain, Paris, 15-17 de noviembre de 1994, Paris, 1996, Presses Universitaires de France, Histories, p. 223, nota 32.

[10] Cf. Luis PEÑALVER ALAMBRA, Los monstruos de El Bosco, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 1999, Estudios de Arte, 1, p. 38 y passim.

[11] Dante ALIGHIERI, Divina Comedia, Purgatorio, Canto X, vv. 130-139, edición de Ángel Crespo, Madrid, 1982, Ediciones Orbis, S.A., Editorial Origen, S.A., (Historia Universal de la Literatura, 56), p. 288.

[12], Cf. . Luis PEÑALVER ALAMBRA, op. cit., p. 140.

[13] En algunos casos, los pies descalzos se han visto como un ejemplo de pertenencia al mundo salvaje, y porqué no, al mundo del pecado. Cf. Paolo GALLONI, Il sacro artefice. Mitologie degli artigiani medievali,, Roma, 1998, Editori Laterza, (Collana di Fonti e studi, 5), p. 214.

[14] Cf. Ana ÁVILA, op. cit., p. 126.

[15] JORGE DE MONTEMAYOR, Los siete libros de Diana, (libro II), ed. de Francisco Estrada, Madrid, 1970, Espasa-Calpe, S.A., Clásicos Castellanos, 127, pp. 89-90.

[16] Cf. Francisco Vicente CALLE CALLE, “Notas sobre algunas gárgolas de la Catedral de Plasencia”, pp. 116-118.

[17] Cf. Enrique de Villena, Los doze trabajos de Hércules, (Burgos, Juan de Burgos, 1499), ed. de Eva Soler Sasera, Anexos de la Revista Lemir (2005), p. 24.

[18] Ibid. p. 39. .

[19] VIRGILIO, Eneida, Madrid, 1985, Editorial Planeta, Aula, Biblioteca del estudiante, 93, p. 290; 293.

[20] Maremma es una zona pantanosa de Toscana en la que abundaban los reptiles. La cita de la Comedia está sacada de la edición de Ángel Crespo, Madrid, 1982, Ediciones Orbis, S.A., Editorial Origen, S.A., (Historia Universal de la Literatura, 55).

[21] Cf. Enrique de Villena, op. cit., p. 39. .

[22]http://es.wikipedia.org/wiki/Caco. Fecha de consulta 10-05-07.

[23] Massimo IZZI, Diccionario ilustrado de los monstruos: Ángeles, diablos, ogros, dragones, sirenas y otras criaturas del imaginario, Palma de Mallorca, 2000, José J. De Olañeta, Editor, (Alejandría), pp. 201-202.

[24] Jesús María CAAMAÑO MARTÍNEZ, “Iconografía Mariana y Hércules cristianado en los textos de Paravicino”, Boletín del Seminario de Arte y Arqueología de Valladolid, 1967, p. 211. Sobre las representaciones de Hércules en el Renacimiento español, ver los capítulos que le dedican Isabel Mateo Gómez y Ana Ávila en los libros ya citados, páginas 115-124 y 163-199, respectivamente, con abundante bibliografía. Por lo que concierne a nuestra área de estudio, señalar que hay representaciones de Hércules en las sillerías de Plasencia y de Yuste, así como en la catedral placentina.

[25] Luis CORTÉS VÁZQUEZ  y Paulette GABAUDAN, La fachada de San Esteban, Salamanca, 1995, Ediciones Diputación de Salamanca, p. 43.

[26] Cf. J. PÉREZ DE MOYA, Philosophia secreta I, (Çaragoça, 1599), cap. II. Citado por J. M. LÓPEZ MARTÍN, op. cit.,  p. 115.

[27] Ibid. pp. 42-43.

[28] Baste recordar que la esposa del Duque de Alba García Álvarez de Toledo fue enterrada en la Catedral en 1448. Cf. Eugenio ESCOBAR PRIETO, “La Catedral de Coria”, Revista de Extremadura, Tomo V, 1903, p. 199.

[29] Una visión general sobre su significado y su fortuna crítica la encontramos en Ana ÁVILA, op. cit., pp. 107-114. 

[30] J. FERNÁNDEZ ARENAS, “La decoración grutesca. Análisis de una forma”, D’Art, 5, (1979), p. 12. Citado por Ana ÁVILA, op. cit., p. 110.

[31] Dentro de su estudio sobre el grutesco en la arquitectura pintada durante el Renacimiento español, Ana Ávila clasifica las diferentes formas y símbolos de la siguiente manera: formas humanas; niños, putti y querubes; metamorfosis de la figura humana; formas del reino animal y figuras de animales monstruosos; elementos vegetales; elementos de factura artesanal; elementos militares (trofeos); elementos heráldicos y elementos inertes.

[32] Ibid., p. 119.

[33] Massimo IZZI, op. cit., p. 23. En la página 22 de dicho diccionario aparece reproducido el frontispicio alegórico de un libro de teología de 1609 que muestra algunas de las representaciones de los vicios que se hacían en la época; comparándolas con las gárgolas que acabamos de estudiar se puede apreciar su semejanza. Ver también otras representaciones en Jurgis BALTRUISAITIS, op. cit., pp. 309-310, así como en Philippe MOREL, op. cit., ill. 69-103.

[34] Sobre la belleza del Diablo y la caída de los ángeles rebeldes, ver Francisco V. CALLE CALLE, Les représentations…, passim, así como Luther LINK, El Diablo. Una máscara sin rostro, Madrid, 2002, Editorial Síntesis, pp. 27-32. La ilustración está sacada del artículo de Carlos SERRANO, « Le diable aux portes du ciel (à la poursuite du beau démon) » en Actes du Colloque International Enfers et damnations dans le monde hispanique et hispano-américain, Paris, 15-17 de noviembre de 1994, Paris, 1996, Presses Universitaires de France, Histories, p. 471, il. 6.

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   Francisco Vicente Calle Calle

La fachada occidental empezó a edificarse a comienzos del siglo XIII, en la primera fase constructiva de la catedral, y se terminó, a lo largo del siglo XIV, en la segunda etapa constructiva1.

Para facilitar el estudio de la fachada la dividiremos, en una primera fase, en varios espacios claramente definidos, para, al final, hacer un estudio de con- junto. Los espacios son los siguientes (ver figura 1):

1.  La portada, en la que se incluye el arco rebajado cuyo intradós está de- corado con motivos “vegetales”.

2.  La hornacina con el grupo de la Anunciación.

3.  El rosetón.

4.  La parte alta de la fachada.

image002 Lám. 1.  Vista general de la fachada de la Catedral Vieja de Plasencia y sus diferentes espacios.

1. LA PORTADA.Presenta a ambos lados zócalo a media altura, sobre el que descansan los quicios de la puerta, los extremos de las jambas y la parte central de las mismas compuesta por cinco columnillas con basa, fuste liso y exento y capitel decora- do, que remata a su vez en cimacio corrido. Entre las columnas se encuentran cinco filas verticales de la característica decoración de clavo de herraje o de punta de clavo (vid. lám. 2).En las jambas encontramos a su vez tres espacios diferentes:1a. Los extremos (lám. 3). Están formados por dos pilarcitos adornados hasta la altura de los capiteles con un conjunto de bajorrelieves de iconografía bastante rica, aunque la erosión que han sufrido así como la tosquedad de la talla hace que sea muy difícil su interpretación. Estos bajorrelieves se agrupan en 36 escenas, con tres figuras en cada una de las 6 hiladas, formando series, más o menos simétricas, en sentido vertical. En ellos se aprecian los siguientes motivos generales:

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 Lám. 2. Portada

10 diez en los que encontramos figuras más o menos antropomorfas (lado derecho2: 2a, 2b, 3a, 3b, 4a, 4b, 4c, lado izquierdo: 2a, 2c, 4b);

1 uno en forma de serpiente (lado izquierdo, 5b),

7 siete con motivos vegetales (lado derecho: 2c, 3c, 5b, 6c; lado izquierdo: 1b, 2b, 4c);

7 siete con forma de puntas de diamante (lado derecho: 1a, 1c, 5a, lado iz- quierdo: 1a, 1c, 3a, 6a);

1 uno sin clasificar (lado derecho, 1b);

7 siete que están muy deteriorados o son ilegibles (lado derecho: 5c, 6a; lado izquierdo: 3c, 4a, 5a, 5c, 6c) y3 tres que no tienen ningún tipo de figuración (lado derecho: 6b; lado iz- quierdo: 3b, 6b).

  image013      image007      image009     image011A1                                  A2                                  B1                              B2

 Lám. 3. Extremos de las jambas. A1, A2 lado izquierdo / B1, B2 lado derecho (según el punto de vista del espectador)

1b. El espacio comprendido entre el extremo de las jambas y los qui- cios de la puerta está ocupado por una sucesión de 5 columnillas de fuste liso alternado con 5 filas de puntas de diamante. Los capiteles de estas columnillas los estudiaremos más adelante.

1c. Los quicios. (lám. 4)

Jamba derecha. De arriba hacia abajo.

  1. Dos ramos de flores muy frondosos, aunque bastante deteriorados.
  2. Cuatro cabezas humanas unidas dos a dos por el occipital entre las que aparecen dos manos que se unen entrelazando fuertemente los dedos. Para estu- diarlas las vamos a denominar Aa, Ab y Ba, Bb, siendo A las dos superiores y B las dos inferiores. Si observamos detenidamente las cuatro cabezas podemos apreciar que hay un gran parecido entre la cabeza Aa y la cabeza Bb y entre la cabeza Ab y la cabeza Ba, hasta tal punto que podemos decir que son las mis- mas cabezas colocadas en forma de X. Las cabezas (Aa y Bb) llevan una espe- cie de golilla en torno al cuello, el pelo cortado “a tazón” y no tienen barba; sus rasgos, en general, son los de una persona joven. En cambio, las cabezas Ab y Ba, tienen el pelo largo, con un mechón en medio peinado hacia atrás que parte la cabellera en dos. La cabeza Ab parece que tiene barba y bigote; también aparentan más edad que las otras dos cabezas.
  3. Hombre agachado que se agarra las piernas con los brazos a la altura de las rodillas; entre las piernas se aprecia su sexo. Está de frente y tiene barba. Detrás de su cabeza, a la altura de las orejas, surgen dos elementos estriados imposibles de identificar.
  4. Figura imposible de interpretar ya que está muy deteriorada3.

                            image017                            image015

Lám. 4 Quicios de la puerta.

Jamba izquierda. De arriba hacia abajo.

  1. Ramos de flores muy frondosos del que sale una máscara.
  2. Cuatro plantas muy erosionadas unidas dos a dos como las cabezas humanas de la jamba derecha.
  3. Personaje antropomorfo en cuclillas. Está desnudo. La cara está muy de- teriorada. A la altura de las orejas tiene dos elementos imposibles de identificar. El brazo derecho reposa sobre las piernas mientras que con la mano izquierda parece agarrarse la garganta.
  4. Ser antropomorfo en cuclillas. La cabeza ha sido completamente des- truida. Tiene un cuerpo ancho, con fuertes brazos y costillas muy marcadas. Entre sus brazos está aprisionando a otro ser antropomorfo más pequeño del que quedan restos de la cabeza y de las piernas.

Podría decirse que entre los dos quicios hay una gran simetría, pues la estructura general de las imágenes que aparecen en el derecho se repiten casi de forma especular en el izquierdo, aunque el espejo que las refleja sea un espe- jo deformante.

¿Qué significado tienen todas estas figuras? Para contestar a esta pregunta tendremos que volver a repasar algunos de los rasgos que las definen, como por ejemplo los gestos en el caso de las figuras antropomorfas4.

En las figuras antropomorfas que pueblan los extremos de los jambas, a pe- sar de ser de una factura tosca, el gesto más repetido es el de cruzar las manos a la altura del bajo vientre (lado derecho: 2a, 2b, 3a, 4b; lado izquierdo: 2ª). Este gesto puede ser interpretado como una señal de sumisión, de humillación, de sujeción e incluso de terror; aparece con frecuencia en las representaciones de los condenados infernales5.

En el lado derecho, la figura 4a también tiene las manos cruzadas a la altura del bajo vientre aunque en este caso el personaje aparece cayendo de cabeza. Esta postura posee una simbología muy rica: “Invertir, colocar cabeza abajo a una figura conlleva inmediatamente su negación. Podemos ver que esta inver- sión está relacionada con las imágenes arquetípicas de la caída de los ángeles y del propio hombre, pero en el arte románico las figuras puestas boca abajo también se utilizan para representar a los tiranos derrocados y a los vicios sucumbiendo ante las virtudes. Representa asimismo la deshumanización esen- cial de la postura de pie, la normal del hombre en el mundo, y es, por lo tanto, utilizada para representar a titiriteros y a acróbatas insidiosas como Salomé6”. Podríamos añadir que también se usa en otra imagen arquetípica como es la de los condenados infernales, en los que la caída simboliza a menudo el castigo del orgullo7.

Un gesto diferente es el de la figura 4b del lado izquierdo que representa a un hombre con las manos unidas a la altura del pecho, gesto típico de oración para solicitar una intercesión8; podría representar a un alma condenada en acti- tud de súplica tal y como aparecen en otros infiernos medievales9.

En los quicios de la puerta encontramos tres ejemplos del conocido tema del hombre en cuclillas10. Debido a que estas figuras aparecen en un contexto relacionado con el mundo infernal creemos ver en la primera figura analizada una representación de un condenado infernal, quizás un lujurioso, al estar des- nudo y mostrando su sexo. Según O. Beigbeder: “Toda una serie de personajes en cuclillas se presentan de frente en una actitud sea infamante, sea lúbrica. Los sexos femeninos son a veces visibles, o bien un hombre, pasando sus manos por debajo de las piernas, agarra los dos mechones de su barba. Tenemos así la representación de todas las variantes de los vicios más reprensibles, en pri- mer lugar la lujuria y la avaricia11.

El segundo personaje en cuclillas es aquel que se lleva una mano a la gar- ganta. Creemos que con su postura, el personaje trata de manifestar la pesa- dumbre que siente al haber sido condenado al infierno12.

El tercer personaje en cuclillas es aquel que está abrazando o más bien apri- sionando a otro ser antropomorfo más pequeño. Las características físicas del primer ser, sobre todo sus poderosos brazos y sus marcadas costillas, nos llevan a pensar en los demonios torturadores. Estaríamos aquí ante un demonio tortu- rador que oprime entre sus brazos a un alma condenada a las penas eternas. La pequeñez de esta última contrasta con el gigantismo del primero, tal y como sucede en el famoso capitel de San Pierre de Chauvigny que representa a un dragón devorando a un hombre desnudo, símbolos del infierno y del alma, res- pectivamente.

Relacionadas con las penas infernales se encontrarían también las figuras 4a, 4b y 5b del lado izquierdo. Esta última es la única figura con forma serpentiforme y parece dirigirse hacia el hombre que está rezando en la casilla superior (4b). No es difícil ver en esta serpiente una de aquellas que en infinidad de representaciones y de textos torturan a los condenados13. En cuanto a la figura 4a, podría representar a uno de esos animales devoradores, como los sapos, (parte inferior de la figura) que también castigan a los pecadores (cabeza de la parte superior), aunque sabemos que esta hipótesis es bastante arriesgada, dado el gran deterioro que sufre la figura.

El personaje que figura en la casilla 3b del lado derecho a diferencia de los otros, no tiene brazos. Lo que resalta en él es una especie de tallo vegetal que saliendo del bajo vientre se parte en dos y sube hasta la altura de los senos don- de se abre en forma de palmeta. Este detalle nos hace pensar en las representa- ciones de las mujeres mordidas pro serpientes. Según Émile Mâle, el tema de “la femme aux serpents” que en su origen simbolizaba a la Tierra amamantando a sus hijos, cambió de significado en el siglo XII para convertirse en el modelo del castigo de la lujuria. Este puede ser el simbolismo de la figura que estamos estudiando ya que se encuentra al lado de la figura 3a que posee una larga cabe- llera, uno de los símbolo de la lujuria14, y que a su izquierda se haya un grupo formado por tres frutos, posiblemente tres manzanas, fruto que, en ocasiones, puede evocar los apetitos de la carne15.

La figura 4b del mismo lado, podría ser una mujer, ya que se aprecian unas protuberancias a la altura del pecho que podrían ser los senos. Esta figura, al igual que la mayoría de las que hemos mencionado, está desnuda. Sin embargo, tanto las figuras 2a y 4b del lado izquierdo, están vestidas con una especie de pantalón o de faldón. Este hecho puede interpretarse como un símbolo de que han pecado con el espíritu, ya que según, O. Beigbeder, “El hombre desnudo representa los pecados de la carne, la lujuria; el hombre vestido, los del espíri- tu, en particular el orgullo16”.

Por lo que se refiere a la figura 4c del lado derecho, su principal caracterís- tica es el tener el cuello más ancho y abultado que el resto de las figuras. Esto nos hace pensar en las numerosas representaciones del castigo del avaro en los infiernos medievales en donde aparece con una bolsa llena de dinero colgada al cuello y de la que existen infinidad de ejemplos17.

Terminaremos el análisis de las figuras antropomorfas estudiando las cua- tro cabezas humanas unidas el occipital. Dada su situación en el quicio de la puerta y el hecho de que sean dos cabezas (repetidas dos veces), nos lleva a pensar en el dios Jano bifronte, quien en algunos casos podía ser representado con cuatro rostros18. Según el Dictionnaire des Symboles, Jano era “[el] dios ambivalente de dos caras adosadas, (…). Su doble cara significa que vigila tanto las entradas como las salidas, que mira tanto el interior como el exterior, la derecha como la izquierda, delante y detrás, arriba y abajo, el por y el co- ntra (…). En otros casos Jano, representado como un joven imberbe y como un viejo barbudo, puede representar al pasado y al futuro19.

Quizás en Plasencia se ha adoptado la estructura de cruce20 para indicar de una manera más clara el poder de Jano como dios que todo lo ve; incluso se podría interpretar como imagen de Dios, que ve al que va a franquear el umbral de la puerta. Por lo tanto, se puede considerar esta imagen como un signo de prohibición.

En cuanto a las manos pueden ser vistas como un símbolo de la unidad de esas cuatro cabezas, que en realidad no son más que dos.

A medio camino entro lo humano y lo vegetal se encuentran las figuras 2c del lado derecho, la 4c del lado izquierdo y la primera figura del quicio izquier- do, caracterizadas por representar a tres cabezas que rematan un tronco vegetal. El marco en que aparece en nuestra portada nos hace creer que estas cabeza con cuerpos vegetales son más bien representaciones de almas atrapadas entre el follaje, símbolo de la eternidad, en espera del final de los tiempos, tal y como aparecen en otros monumentos21.

También relacionadas con el mundo vegetal se encuentran las figuras 5b del lado derecho, las figuras 1b, 2b y 4c del lado izquierdo, así como la figura 1 del quicio derecho y la figura 2 del quicio izquierdo. No es fácil de explicar la presencia de esta decoración vegetal. Siguiendo con la hipótesis de que en las jambas aparecen “escenas” relacionadas con el mundo infernal, estas plantas podrían ser representaciones de los bosques y de la vegetación de las regiones infernales, como los que aparecen descritos en algunos viajes medievales al más allá. El “barroquismo” de algunas de ellas podría simbolizar la densidad de estas selvas, lo intrincado de las mismas, opuesto todo ello a la claridad y lumi- nosidad del paraíso22. No olvidemos que “(…) lo vegetal tiene a veces un valor negativo. El exceso de follaje alude al caos, a un mundo o pensamiento confuso y penetrado por las fuerzas del mal. De ahí que bajo el punto de vista de la doctrina, la maraña signifique en ocasiones la desviación herética. (…) El cris- tianismo cuenta con numerosos textos que evidencian la oposición entre el jardín: paraíso o mundo ordenado, y el inframundo dominado por el caos23”.

El último bloque que vamos a analizar está compuesto por la figura 1b del lado derecho y las diferentes representaciones de las puntas de diamante, tanto la de los extremos de las jambas como la de los intercolumnios. En ambos casos podemos estar ante representaciones más o menos simbólicas del fuego del infierno. La figura 1b se puede comparar con ejemplos citados por O. Beigbe- der24, mientras que en el caso de las puntas de diamante, llenas de un simbolis- mo solar25, quizás porque su forma hace pensar en los rayos solares, nada nos impide pensar que, dada su posición en las jambas de la portada de la Catedral de Plasencia, podrían representar, no ya el fuego solar, sino las llamas inferna- les que rodean a los condenados del submundo. Tampoco podemos pasar por alto el hecho de que las puntas de diamante representan a una flor de ocho péta- los y de que el ocho, entre otras cosas, es el número de la vida futura26, aunque aquí esa futura vida sería en el infierno. Como también señalamos en su mo- mento, la sucesión de columnillas y de puntas de diamante da un ritmo a la parte inferior de la portada y, en cierto modo, sirve para unir, gracias a la repeti- ción del motivo de las puntas de diamante, el mundo infernal de la parte exte- rior de las jambas con el de los quicios de la puerta.

Una vez acabado el análisis de los elementos que componen esta parte de la portada formada por los extremos de las jambas, las jambas propiamente dichas y los quicios podemos apreciar que hay una gran cantidad de indicios como son los gestos de súplica, de sumisión o de pesadumbre; la postura invertida del cuerpo que cae, símbolo del orgullo; la bolsa al cuello, símbolo de la avaricia; el sexo al aire, símbolo de la lujuria; los animales y los demonios torturadores o las plantas con un follaje exuberante y “barroco” que son típicos de las repre- sentaciones que en la época se hacían del mundo infernal. Por lo tanto, creemos que es el inframundo el que, con un mayor o menor acierto técnico, se ha inten- tado plasmar en esta parte inferior de la portada.

1d. Capiteles decorados de las columnillas. (Lám. 5)

Capiteles del lado derecho numerados de fuera hacia dentro.

Capitel nº 1. “Palmas” cerradas e invertidas. La cesta está adornada por tres elementos vegetales compuestos por tres hojas carnosas en forma de trián- gulo invertido, que coinciden con las esquinas del ábaco. Entre cada una de las hojas, a partir del collarino, sale un tallo, abierto a derecha e izquierda, dibujan- do una Y, que va a parar a cada de las hojas.

Capiteles 2 y 4: Cepa de vid con los sarmientos, los racimos y las hojas.

Capitel nº 3. Su cesta está compuesta por tres palmetas abiertas a la mi- tad; los ángulos del capitel están formados por tres volutas. Este capitel es muy parecido al 6 del lado derecho, que se encuentra mejor conservado.

Capitel nº 5. Capitel con elementos vegetales. Se aprecian tres hojas con cuatro tallos y dos volutas.

Capitel nº 6. Ocho palmetas. Conviene recordar que “la palmeta es un mo- tivo de ornamentación clásico, inspirado en las hojas de la palma, y aplicado en diversos aspectos y estilizaciones27”.

Capiteles del lado izquierdo numerados de fuera hacia dentro.

Capitel nº 1. Tres volutas, tallos y hojas. Este capitel es muy parecido al capitel número 3 del lado derecho.

Capitel nº 2. Capitel con motivos vegetales. Está bastante deteriorado. Tiene el collarino roto. Las esquinas de la cesta están ocupadas por tres elemen- tos vegetales que vamos a denominar “rosas”. Entre ellos, a media altura de la cesta, hay otras dos “rosas”. Se pueden apreciar también unos finísimos tallos o nervios como los que aparecen en le capitel número 5 del lado derecho.

Capitel nº 3. Capitel compuesto por palmetas abiertas formando aba- nicos de anchas hojas.

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Lám. 5. Capiteles de la portada.

Capitel nº 4. Ser híbrido encapuchado semiescondido entre palmetas muy abiertas. Es un ser con alas, la izquierda levantada, llenando el espacio intermedio superior del capitel, y la derecha plegada, cuyo cuerpo está cubierto de unas protuberancias que podrían ser interpretadas como plumas o escamas; tiene dos patas acabadas en cascos como los de los caballos y una larga y gruesa cola. Lleva la cabeza cubierta por una capucha. Su cara, que mira hacia la iz- quierda y hacia arriba, tiene grandes ojos y un rictus de sufrimiento.

Capitel nº 5. Dos aves afrontadas y unidas por el pico. Su talla es tosca. Tienen el ala que da hacia el exterior plegada y la otra abierta, ambas cubiertas de plumas representadas en forma de escamas. En la cabeza lucen un penacho de tres plumas lo que nos hace pensar que se trata de pavos reales. En el espacio restante entre los dos cuerpos hay un elemento alargado, más estrecho en la base y más ancho a la altura de los picos de los pavos reales. Podría tratarse de un árbol.

Capitel nº 6. Hojas de higuera.

Si estudiamos la literatura en torno a estos capiteles veremos que los diver- sos autores siguen la opinión de Florencio Javier García Mogollón para quien estos capiteles tienen fundamentalmente un valor ornamental28. Sin embargo, creemos que su elección no ha sido fortuita y que corresponden a una intencio- nalidad del autor, intencionalidad que vamos a tratar de explicar en las líneas que siguen.

En primer lugar estudiaremos los capiteles que tienen motivos cuya simbo- logía es fácil de interpretar como son aquellos que representan una cepa de vid (2 y 4 del lado derecho). Es una planta que desde los orígenes del arte cristiano ha sido vista con una simbología positiva29, aunque muy variada. Así, es un “símbolo común de Cristo quien dice en una parábola: “Yo soy la vid verdadera…” (Juan 15, 1-1730). También puede designar al Reino de Dios (parábola de los vendimiadores homicidas (Mateo, 21, 28-46)); en este Reino de los Cielos, el fruto de la vid es la Eucaristía. En otros casos, simboliza a cada alma huma- na: Dios es el viñador que pide a su hijo que visite su viña (Marcos, 12, 6). Puede ser una figuración del Árbol de la Vida31 y también del mundo, “(…) al que Cristo cuya sangre se identifica con el vino que de ella se obtiene, quiere cultivar con su palabra32”. Además puede simbolizar, junto con la higuera, al hombre bueno que, a pesar de vivir en el mundo junto a los malos, no se mezcla con ellos (Lucas, 6, 43-45)33.

También tiene una simbología conocida la palmeta, representada en los ca- piteles 6 y 3 del lado derecho y en los capiteles 1 y 3 del lado izquierdo. Recordemos que ya desde las primeras manifestaciones artísticas mesopotámi- cas aparece como un árbol sagrado. En el arte griego, romano y hebreo es per- cibida como distintivo de la victoria, concepto conservado en el simbolismo cristiano, al evocar el triunfo del mártir ante la muerte, representando en un sentido más amplio la inmortalidad del alma y la resurrección de los muertos. En el arte bizantino, la palmera y su abstracción la palmeta, evocaba la idea del Paraíso Celestial, recogida más tarde por el arte prerrománico y románico, etapa esta última en donde tuvo un gran predicamento iconográfico, asociándola sim- bólicamente con el Paraíso Celestial, en contraposición con el Terrenal, cuyos máximos representantes son la vid, la higuera, el olivo y el manzano34, aunque también podría ser una representación de este paraíso o de la misma tierra.

Las hojas de higuera del capitel 6 del lado derecho también tienen una simbología bastante codificada: la higuera es un árbol muy bíblico ya que apa- rece citado infinidad de veces: Génesis, 3, 7; Núm, 13, 23; Dt., 8, 7-10; Jue., 9, 10-11; 1Sam. 25, 18; 1 Re. 4, 25; Jer., 5, 17; 24, 1-10; Os., 9, 10; Nah., 3, 12; Hab., 3, 17; Ag. 2, 12; Prov., 27, 18; Mt. 7, 16; 21, 19-21; 24, 32; Mc., 11, 12-14; 13, 28; Lc., 21, 29; Jn., 1, 48.

Esta gran cantidad de citas bíblicas en torno a la higuera hace que su sim- bolismo sea variado: imagen del pueblo judío, del género humano, del Reino de Dios, de Cristo35.

En San Lucas 13, 6-9 se narra la parábola de la higuera que no da frutos. Esta imagen ha sido interpretada en algunos casos como un símbolo de la Sina- goga, que al no haber reconocido al Mesías de la Nueva Alianza, ya no da fru- tos; incluso puede representar a una iglesia en concreto cuya herejía habría secado las ramas36.

Nos gustaría subrayar la penúltima interpretación mencionada ya que, en el caso que nos ocupa, no deja de ser curioso el hecho de que las hojas de la higue- ra se encuentren mirando hacia abajo, en dirección contraria a las de las palme- tas del capitel número 6 del lado derecho. Esto nos lleva a pensar en las diferen- tes representaciones de la Sinagoga, en las que una de sus características princi- pales es la idea de caída expresada de múltiples maneras37.

Otro motivo bastante conocido en el arte románico es el que aparece en el capitel número 2 del lado izquierdo: dos pavos reales afrontados con un árbol estilizado en medio. Su origen hay que buscarlo, según Émile Mâle38, en los textos religiosos de la antigua Caldea, de Asiria y de Persia en los que se habla de genios que custodian árboles sagrados como el hom mesopotámico. Estos genios, que podían tener forma de león, de gacela o de ave, estaban colocados a ambos lados de los árboles tal y como aparecen grabados en numerosos sellos y cilindros. De aquí serían copiados por los árabes, quienes al no comprender el verdadero significado de las representaciones estilizaron los árboles o el árbol que sirve de eje a la composición hasta convertirlo en un simple tallo como también ocurre en el capitel que estamos estudiando.

En cuanto a su simbología, decir una vez más, que es variada. En el arte cristiano de los orígenes, el pavo real, “con las gemas que salpican su plumaje, daba la idea de la Ciudad y tenía valor de eternidad, porque se creía que su carne era incorruptible39”; por esta razón era también un símbolo de la inmorta- lidad y de la resurrección de Cristo40. Cuando aparecen a ambos lados del Árbol de la Vida41, como en nuestro caso, simbolizan el alma incorruptible y la duali- dad física del hombre, aunque también pueden ser símbolos del Paraíso final42.

¿Qué puede simbolizar el ser híbrido con capucha del capitel número 4 del lado derecho? Las plumas o escamas, mucho más abultadas e irregulares que las de los pavos reales del capitel vecino, podrían situarlo en el mundo del mal o del pecado ya que no es difícil encontrar demonios con el cuerpo cubierto por estas excrecencias43; además, según algunos estudiosos, las plumas y las escamas son una manera de señalar el carácter impuro y demoníaco de estos seres, ya que en la Edad Media, donde las enfermedades de la piel eran frecuen- tes, graves y temidas, las manchas (que en las esculturas aparecen como esca- mas o rayas) representan la caída más baja que se pueda imaginar44. En este sentido, podría tratarse de un pecador que ha pecado con la carne, ya que “el hombre se transforma en bestia por la cabeza, cuando ha pecado con el espíri- tu, y por el cuerpo cuando ha pecado con la carne45”. El pecado carnal puede asimismo estar simbolizado en esa larga y gruesa cola, ya que la cola de los animales es, en ocasiones, una imagen del sexo46. Los cascos de caballos que rematan las dos patas, lo acercan aún más a la bestia, encarnación del desorden y de las pulsiones instintivas irracionales47. Está oculto entre las palmetas, que pueden ser aquí un símbolo de la esclavitud del pecado48. Mira hacia fuera y hacia arriba, como si esperara un castigo venido de lo alto, de ahí su rictus de tristeza, o como si no quisiera ver la salvación que está más allá de las puertas del templo. En cuanto a la capucha que cubre su cabeza podemos interpretarla también como un símbolo del pecado que sume al hombre en las tinieblas y le impide, una vez más, ver la luz de la salvación.

Los capiteles número 5 del lado derecho y el número 2 del lado izquierdo presentan una gran dificultad a la hora de interpretarlos, hasta tal punto que no sabemos qué pueden simbolizar.

En cuanto al capitel número 1 del lado derecho, lo más importante, quizás más que el tipo de planta representado, que hemos denominado “palmas cerra- das e invertidas”, sea la figura en forma de Y que domina la cesta. Esta figura ha sido ampliamente estudiada por O. Beigbeder quien la relaciona, para empe- zar, con el Árbol del bien y del mal del Génesis. Según este autor: “(…) Muchos textos del Nuevo Testamento eran propicios a la representación de un árbol con dos ramas en Y o de dos árboles, que se encontrarán en el arte románico o en el gótico. En la Y se pueden explicitar los dos caminos, estableciendo una des- igualdad, una asimetría entre las ramas, la una más larga que la otra, alusión a las palabras de Cristo sobre la puerta estrecha o el camino angosto. (…) La oposición entre los dos caminos y las dos puertas es explícita en Mateo 7,13- 1449”.

Además de estas consideraciones sobre la Y no hay que olvidar que “la palmeta puede estar achatada, desdoblada, dividida en dos; (…) puede estar incluso asociada a un motivo, vegetal también, que evoca a un mismo tiempo la Y y la omega. (…) Este motivo, al restablecer la alianza entre el triángulo recto e invertido, entre comienzo y fin, entre alfa y omega, (…) implica la idea de Juicio, la vida y la muerte50”.

¿Cómo interpretar todos estos análisis que acabamos de hacer? La verdad es que no resulta fácil dar una interpretación uniforme; sólo podemos aventurar la hipótesis de que, en general, los capiteles pueden ser una representación simbólica del mundo, de la viña del Señor, sobre todo los que poseen figuraciones de la vid y alguno en los que se representan las palmetas. En este mundo, el hombre, con su dualidad, cuerpo–alma (pavos reales), deberá elegir entre el camino fácil o el camino difícil (Y), y tener cuidado con las tentaciones y pecados (el ser híbrido), para no quedarse en el umbral de la puerta (símbolo de Cristo), como hicieron los judíos (representados por la higuera con las hojas hacia abajo).

1e. Arco y arquivoltas. La puerta en sí, está compuesta por un arco en bo- cina, desdoblado en cinco arquivoltas más el arco interior con dovelaje de medio tamaño sin ningún tipo de decoración. A estas arquivoltas habría que añadir el arco rebajado con el intradós decorado con relieves variados, que engloba todo el conjunto.

1f El arco rebajado (Lám. 6). El arco, sostenido por dos atlantes, está compuesto por veinte dovelas con bajorrelieves. Los atlantes, de una talla tosca, tienen las piernas flexionadas para mejor soportar el peso, aunque sus caras no denotan esfuerzo sino más bien felicidad, con una extraña sonrisa. Al de la izquierda se le nota más la cabellera y tiene la nariz aguileña. Ambos visten una túnica talar bajo recogida hacia las rodillas, lo que permite ver la punta de los zapatos asomando por debajo. Como señala O. Beigbeder, “los atlantes se hallan representados con frecuencia en el arte románico; no tienen, sin embargo, una finalidad puramente ornamental51”, es decir, que tienen un significado concreto. En nuestro caso, es posible conocer su función una vez comprendido el significado de los relieves del arco que sostienen.

Analicemos las dovelas del arco.

1.  Dos cuadrifolias formado una X. En el rombo que forma la unión de las dos X hay otra planta más pequeña cuya silueta recuerda a la flor de lis.

2. Roseta de ocho pétalos.

3.  Roseta de ocho pétalos, aunque diferente de la de la segunda dovela.

4.  Esta dovela tiene la apariencia de una hoja polilobulada.

5.  Hoja polilobulada parecida a la de la cuarta dovela.

6.  Planta con hojas pinneadas y ¿flor? en el extremo. Tiene once hojas, seis a la derecha del tallo y cinco a la izquierda. La flor tiene forma de corazón invertido con seis pétalos.

7.  Cuatro hojas con cinco lóbulos cada una. Las cuatro hojas están unidas por el peciolo a un botón central y forman una figura en forma de X. Estas figu- ras con hojas pentalobulares es muy parecida a la de la dovela número quince. Podrían ser hojas de hiedra.

8.  Roseta de ocho pétalos. La disposición de los pétalos es la misma que ya hemos visto en las dovelas 2 y 3 aunque con algunas diferencias.

9 y 10. En las dovelas 9 y 10 vuelve a repetirse el motivo de la primera do- vela, es decir, una planta cuadrifolia formado una X, con hojas más o menos lanceoladas, un nervio central, aunque en estos dos últimos casos no hay botón central.

11.  Triskeles. Según el Diccionario de términos de arte de G. Fatás y G. M. Borrás, el triskeles es una “figura que muestra tres piernas unidas por la parte superior del muslo y en posición radial. Es frecuente en Grecia, Roma y el arte céltico en donde se transforma pareciéndose a una S”. En el caso del triskeles de la catedral de Plasencia de los talones de las tres piernas salen tres palmas o tres alas que nos recuerdan las alas de los pies del dios Hermes. El giro de las piernas es hacia la derecha, como el de las agujas de un reloj.

12.   La dovela siguiente, bastante deteriorada, permite apreciar una silueta que podría representar a cuatro peces unidos por la cabeza.

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 Lám. 6. Arco rebajado.

13.  Roseta de ocho pétalos semejante a la de las dovelas 13 y 17.

14.  Seis ramas entrecruzadas. Estas seis ramas salen todas de un botón central parecido al que encontramos en la dovela 15. Las ramas terminan en hojas pentalobuladas que recuerdan a las palmetas, sobre todo las dos que están abiertas. En cambio, las cuatro que están cerradas son muy parecidas a las alas de las piernas del triskeles.

15.  Cuatro hojas de cinco pétalos. Ver la explicación de la dovela número siete.

16.  Hoja parapinneada con 16 hojuelas o foliolos. Es un motivo parecido al de la dovela número 6, aunque aquí no hay ninguna flor en el extremo de la hoja.

17.  Roseta de ocho pétalos semejante a la de las dovelas 8 y 13.

18.  Cabeza monstruosa que vomita o devora una roseta de ocho péta- los. Se trata de una especie de cabeza de felino con los ojos y el morro muy abultados, las orejas muy grandes, en forma de punta de lanza y separadas de la cabeza. A ambos lados de la misma se aprecian las patas delanteras con las que parece estar cogiendo la planta que tiene en las fauces.

19. Ave rapaz y presa.

20.  Ramillete de hojas retorcidas. Tiene un elemento central que parece un mango del que salen las hojas que se van abriendo en un movimiento girato- rio en el sentido de las agujas del reloj. Es una especie de cornucopia.

De las 20 dovelas señaladas, 17 representan motivos relacionados de una manera u otra con el mundo vegetal. Por lo tanto, podemos decir que en las dovelas predomina una decoración fitomórfica. Entre esta decoración fitomórfi- ca destaca el motivo de la roseta o rosácea de ocho pétalos, que aparece, con ligeras variaciones, en seis dovelas (2, 3, 8, 13, 17, 18). La rosácea de ocho pétalos tiene su origen “(…) en el mundo del arte hacia el tercer milenio a. C. en la región de Mesopotamia. (En el) arte Sumerio, (…), fue entendida como (…) el símbolo de la (…) diosa Madre Tierra, representante de las fuerzas reproductoras de la tierra y la fertilidad de la Naturaleza. [Más tarde este tema iconográfico, pasa a formar parte del arte persa, así como del arte asirio, del arte griego y del romano, pasando antes también al hebreo]. El arte cristiano (…), incorporó este signo de origen pagano asociándolo iconográficamente al número de pétalos, ya que las cifras para los primeros cristianos no eran solo expresiones cuantitativas sino que revelaban distintas ideas, perfectamente adaptables a las flores. Así las flores de ocho pétalos, con botón central, (…) pueden ser entendidas como una clara alusión a la regeneración, al renaci- miento por el bautismo, a la resurrección y a la vida futura. Siendo este sentido de regeneración el que le valió al número ocho, el ser considerado como em blemático de la Edad Media, de ahí que los baptisterios y las pilas bautismales tuvieran la configuración, en muchos casos, octogonal52. Esta última idea también la corrobora Carlos Domínguez Herrero: “(…) la rosácea se asimila a la flor del loto, con la que guarda parecido a través del número ocho (…), expresando la idea de regeneración en el marco de un deve- nir cíclico. Asociada al círculo y a la esvástica, la rosa de los vientos es una de sus múltiples variaciones. (…) [También puede] evocar el sol y sugerir la idea de rotación junto a la de perpetuo movimiento53”Junto a las rosetas otro elemento fácil de identificar es el triskeles. Según el ya citado Diccionario de términos de arte, el triskeles, “parece estar referido muchas veces al movimiento sideral”. Por otra parte, “se puede relacionar di- rectamente el triskeles con la esvástica, que también es un motivo giratorio. Se le atribuye un valor solar, lo que resulta un poco vago. La esvástica parece ser una combinación de la cruz que expresa las direcciones y de la espiral, símbolo de creación, Dicho con otras palabras, expresa la repetición, la creación repe- tida. Gira en un sentido o en otro para expresar la rotación del cielo durante la noche o del sol durante el día, las fuerzas pasivas o activas, negativas y des- tructoras o positivas y restauradoras. Su fuerza es tanto más indudable cuanto sus valores múltiples se refieren a los signos que la componen54”. En nuestro caso, el hecho de que gire hacia la derecha, significaría que se quiere colocar la infinitud y lo sagrado, en lo temporal y lo profano55. En cuanto a las alas podrí- an representar el elemento aire y si las relacionamos con Hermes, que es el mensajero de los dioses infernales Hades y Perséfone, simbolizarían la fuerza de la elevación y la aptitud para desplazarse rápidamente. Este dios también es psicopompo, por ello se convertirá en el cristianismo en una prefiguración al Buen Pastor y puede considerársele un mediador entre la divinidad y los hom- bres. Su simbolismo se emparenta además con el del dios egipcio Thot, lo que le convierte en personificación de la revelación de la sabiduría a los hombres y del camino de la eternidad56.

En la dovela número doce hemos creído identificar un tipo de combinación fantástica en la cual varias figuras se agrupan de tal manera que sus partes pare- cen pertenecen tan pronto a una como a otra. Jurgis Baltrusaitis, en su libro Le Moyen Âge fantastique (pp. 145-150, il. 98) cita algunos ejemplos. Si reduci- mos la figura representada a su esquema más simple vemos que aparece de nuevo un triskeles o una esvástica, con todo lo que esto conlleva. Por lo que se refiere al pez, señalar que es el símbolo del elemento agua en el que vive. “También es un símbolo, para algunas culturas, de vida y de fecundidad. En el cristianismo es símbolo de Cristo ya que las letras que forman su nombre en griego Ichtus dan lugar a las iniciales de Iesu Cristos Theou Uios Soter (Jesu- cristo Hijo de Dios, Salvador). También es símbolo de la comida eucarística ya que Cristo comió peces tras su resurrección (Lc, 24, 42), y figura a menudo al lado del pan. Como vive en el agua se le relaciona con el bautismo: el cristia- no, nacido del agua del bautismo es como un pececillo, a imagen del mismo Cristo57”.

Dovela 14. Seis ramas entrecruzadas. Si reducimos una vez más la figura a su esquema básico volvemos a encontrar figuras como la esvástica o la cruz de seis brazos. El número seis, según San Agustín, “es un número especial porque es la suma de los tres primeros números (1+2+3=6) (…). Así, hay una relación entre la obra de la creación hecha en seis días y la creación misma significada por el Diez58”.

Dovela número 15. Hoja parapinneada con 16 hojuelas o foliolos. Es un motivo parecido al de la dovela número 7, aunque aquí no hay ninguna flor en el extremo de la hoja. “El número 16, cuadrado de 4, número terrestre por excelencia, expresa la potencia total, el desarrollo completo y dinámico, como se demuestra en la esvástica [¡una vez más!], cruz con brazos doblados tres veces que multiplica cuatro por cuatro59”.

18.  Cabeza monstruosa que vomita o devora una roseta de ocho péta- los. Como ya señalamos, a ambos lados de la cabeza se aprecian las patas delan- teras con las que parece estar cogiendo la planta que tiene en las fauces. Este hecho es el que nos lleva a pensar que más que vomitar está engullendo la rose- ta. Pensamos que representa una máscara de la tierra, semejante a otras muchas que existen en el arte románico, aunque son una imagen universal. Según Carlos Domínguez Herrero: “Al igual que en otras épocas y lugares, la máscara de la Tierra posee en el románico un sentido telúrico. Conforme a una simbología matricial, representa las fuerzas fecundas y generadoras de la vida, que emer- gen de lo más profundo del abismo60”.

19.  Ave rapaz y presa. Esta dovela plantea algunos problemas de interpre- tación ya que no sabemos cuál es exactamente el ave de presa representada. El motivo del águila con una presa entre las patas (conejo, liebre, cordero o pájaro) puede ser una variación del tema del enfrentamiento del ave celeste (águila) y del reptil telúrico (serpiente). Según Guerra sería un motivo antiguo que en el arte románico simbolizaría el enfrentamiento entre un ave celeste, símbolo de Cristo o del alma, y un ser terrestre, símbolo del demonio y de la carne61.

Sin embargo, en vez de un águila puede tratarse de un halcón. En Le dyc- tionnaire de symboles podemos leer que “durante la Edad Media, el halcón es a veces representado desgarrando una liebre; si las liebres simbolizan la lasci- via, según algunas interpretaciones, el halcón significaría en este caso la victo- ria sobre la concupiscencia. Más generalmente, es la victoria del principio macho, diurno y solar, sobre el principio hembra, nocturno y lunar.

Pues el halcón, cuyo simbolismo es siempre solar, celeste, macho, diurno es un símbolo ascensional, en todos los planos, físico, intelectual y moral. Indi- ca una superioridad o una victoria, ya sea adquirida, o en vías de adquisición” (pp. 429).

Dovelas 7 y 15. Cuatro hojas con cinco lóbulos cada una formando una figura en forma de X. Ya hemos señalado que estas hojas pueden ser hojas de hiedra y que simboliza, entre otras cosas, la fuerza vegetativa y el eterno retor- no62.

Las cuatrifolias es otro de los motivos más representados en el arco. En concreto, aparecen en las dovelas 1 (dos veces), 9 y 10. Independientemente de la planta concreta que pueda representar, lo que más nos puede interesar de estas dovelas es el esquema, las líneas de fuerzas que se encuentran en su base y que no es otro que el de la X, el cruce, la cruz invertida. He aquí lo que dice O. Beigbeder sobre esta figura: “Resumamos los diversos sentidos del Cruce. Está estrechamente ligado a la multiplicación, de la que es, en matemáticas, el signo bien conocido; de manera análoga es la hierogamia o la fecundidad que en- gendra la multiplicación; esta última se expresa mediante la multiplicación de un triángulo recto y otro invertido. Es también la chi, la regulación del univer- so, la X como incógnita, el paso a una realidad superior, la aspiración a lo absoluto, la sublimación de la carne y, finalmente, la destrucción y la muerte63”.

También hay que señalar, que según O. Beigbeder, algunas plantas cuyas hojas tienen forma de punta de lanza simbolizan la abundancia otoñal64.

En cuanto a las dovelas 4, 5, y 6 que representan hojas polilobuladas no sa- bemos muy bien cuál es su simbología. Lo mismo nos ocurre con las hojas retorcidas de la dovela número 20, aunque en este caso el hecho de que dichas hojas dibujen un movimiento en espiral les confiere una determinada simbolo- gía ya que, “en todas las culturas, esta figura se encuentra, cargada de significados simbólicos: Es un motivo abierto, y optimista (…), que simboliza emana- ción, extensión, desarrollo, continuidad cíclica pero en progreso, rotación creadora65”.

Una vez estudiada, más o menos en profundidad, la rica simbología de las dovelas podemos apreciar que hay una serie de términos tales como fecundidad, multiplicación, rotación, regeneración, eterno movimiento, retorno eterno, pro- pagación de la especie, creación, que se repiten a los largo del análisis. Por lo tanto, ¿qué ha querido representar el artista en este arco sostenido por dos atlan- tes? Pensamos que se trata de una figuración simbólica de la fuerza creadora de la naturaleza eterna e incansable66.

Para cerrar el estudio de esta parte de la fachada hablaremos de las dos co- lumnillas extremas que enmarcan el saliente de la puerta. Se encuentran en el rincón producido por dicho saliente con el muro de la portada. Estas columni- llas descansan sobre sendos responsiones esculpidos. El del lado izquierdo es ilegible por culpa de la erosión mientras que el del lado derecho representa a una cabeza monstruosa en la que todavía se aprecian una gran boca, los ojos saltones, parte de las orejas y una especie de diadema sobre la frente. Es de suponer que en el lado izquierdo había una cabeza similar; ambas podrían tener una función de prohibición como la de los llamados leones lombardos, que llevan sobre sus lomos las columnas del atrio67.

La parte superior de las columnillas está incompleta ya que el fuste se detiene justo por debajo de la hornacina que cobija la escena de la Anunciación. Según Florencio Javier García Mogollón, en ese punto debió interrumpirse la obra hasta que recibió nuevo impulso en el siglo XIV68.

 

2. LA HORNACINA DE ARCO REBAJADO QUE COBIJA EL MISTERIO DE LA ANUNCIACIÓN (FIG. 7).

En esta hornacina tenemos que distinguir dos grandes espacios, el arco pro- piamente dicho y la escena central que representa el misterio de la Anunciación.

2a. El arco rebajado, con las jambas incluidas, se divide en 26 dovelas69 que vamos a numerar empezando por la izquierda para poder así interpretar más claramente diferentes motivos que las adornan.

El motivo más repetido podemos calificarlo como cuatripétalas en torno a un botón central, con la particularidad de que las hojas son sustituidas por círcu- los. Aparece en doce dovelas: 5, 8, 11, 12. 17, 18, 19, 20, 22, 24, 25 y 26.

El segundo motivo más repetido son unas cuatripétalas de hojas cordifor- mes en torno a un botón central que aparece en ocho dovelas: 1, 2, 4, 6, 7, 10, 21, 23.

Una cuatripétala de hojas espatuladas figura en las dovelas 9 y 16.

En las dovelas 14 y 15 también aparecen cuatripétalas aunque no es fácil distinguir el tipo de hojas que las componen debido a la erosión.

Las dovelas 3 y 13. En la dovela 3 se puede apreciar un animal con alas y orejas puntiagudas y en la dovela 13, que corresponde a la clave del arco, dos personajes, uno subido sobre los hombros del otro70.

2b. La escena de la Anunciación está formada por dos de los tres elemen- tos esenciales que suelen aparecer en la representación tradicional de dicha escena: el arcángel Gabriel y la Virgen, ambos de grandes dimensiones y bellí- simas facciones, a pesar de estar bastante deteriorados por estar expuestos a la intemperie. El ángel se encuentra a la izquierda del espectador mientras que la Virgen se halla en la parte derecha.

La Virgen está de pie. Tiene un libro cerrado en la mano izquierda, que aludiría a la profecía de Isaías (29, 11-12) “Toda visión se ha hecho para voso- tros como las palabras de un libro sellado71”. El brazo derecho, al que le falta parte de la mano por culpa de la erosión, está levantado. Quizás llevara algún objeto o simplemente lo tiene levantado para simbolizar, bien la aceptación de la voluntad del Altísimo, el “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”, bien la sorpresa y el temor ante la súbita aparición del arcángel, quien, no lo olvidemos, le dice, “No temas María” (Lc. 1, 26-38). En cuanto a su indumentaria, decir que viste con una túnica de escote redondo ajustado al cuello y ceñida al cuerpo con un cinturón. También lleva un manto de elegantes

pliegues. Su cabeza está cubierta con el velo de la sabiduría que deja ver, por los laterales, los rizos de una abundante cabellera.

El arcángel también se encuentra de pie, frente a la Virgen. Porta en sus manos un rollo de pergamino, en el que posiblemente estuvieron escritas algu- nas frases como: “Ave Maria” o “Ave gratia plena Dominus tecum” (Salve, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc. 1, 28). Tiene una larga cabellera peinada al medio. En sus espaldas se aprecian claramente dos grandes alas.

Viste túnica talar, de pliegues angulosos y afilados, ceñida a su cuerpo mediante un cíngulo72.

Ya hemos sindicado que en la tercera dovela, justo detrás del arcángel se puede apreciar un animal con alas y orejas puntiagudas. Creemos que se trata de un dragón. Según el Bestiario de Philippe de Thaon: “Y sabed que el dragón tiene apariencia de serpiente. Tiene cresta, alas, dos pies y dientes; Se defiende con la cola y hace mal a la gente”. (vv. 567-572)73.

Pero ¿qué hace aquí un dragón? Una primera explicación podemos encon- trarla en el hecho de que el dragón es uno de los avatares más conocidos del Diablo74. A pesar de ello, seguimos sin saber a ciencia cierta qué hace el Malig- no en una representación de la Anunciación. Quizás haya que buscar la explica- ción en el significado de la escena de la Anunciación o, si se prefiere, de la Encarnación del Hijo de Dios y su relación con la doctrina cristiana de la Ex- piación. Esta doctrina fue formulada originalmente por Ireneo de Lyon a finales del siglo II, aunque sería Gregorio de Nisa el que, ya en el siglo IV, terminara de darle una forma que perduró durante mil años y que la mayoría de cristianos creía a pies juntillas. Las ideas básicas de dicha doctrina son las siguientes: tras el pecado de Adán, Dios permitió que el Hombre cayera en poder del Diablo, quien adquirió por ello unos derechos sobre la Humanidad. Sin embargo, Dios quería liberar al Hombre de este poder y la única manera de hacerlo era ofre- ciendo un tributo a cambio de dicha libertad. Este tributo fue Jesús, cuya verda- dera naturaleza, desde el momento mismo de la Encarnación, había sido oculta- da al Diablo. Por eso, cuando al morir Jesús el Diablo se acercó para cobrar su tributo descubrió que había sido víctima de un engaño. El Jesús-hombre no era sino un cebo en cuyo extremo opuesto se encontraba el otro Jesús, la divinidad. Gracias a esta treta, el Hombre se liberó de las cadenas del Diablo75.

Por lo tanto, la posición en la que el artista esculpió el dragón-diablo en la fachada de la Catedral Vieja de Plasencia no es casual. Si nos fijamos bien, está justo detrás del arcángel, es decir, en el único lugar en el que, debido a la pre- sencia del cuerpo del mensajero divino, que actúa como pantalla, no puede ver el trascendental misterio que está teniendo lugar, quedando así la Encarnación del Hijo de Dios en secreto.

Es además interesante comparar la escena de la Anunciación con la escena del Génesis en la que el “diablo-serpiente-dragón” tienta a Adán y Eva. En las representaciones del pecado original, la serpiente suele aparecer en medio de los otros dos protagonistas marcando así su papel primordial y triunfante. En la escena que nos ocupa, el “diablo-dragón-serpiente” ha sido vencido y por eso se encuentra en un lugar apartado, oculto tras las alas del arcángel. Su actitud es de huida, de alejamiento de la escena, lo mismo que la de Adán y Eva cuando fueron expulsados del Paraíso. Viendo la actitud huidiza del dragón no podemos dejar de pensar en las palabras de sermón 3, n. 4 de San Agustín: “Por una mujer la muerte, por una mujer la vida. Por Eva la caída, por María la salva- ción. Aquella, corrompida siguió al seductor; ésta, pura, engendró al Salvador. Aquélla recibió de buen grado el veneno de la serpiente y lo transmitió al hom- bre, de suerte que ambos mereciesen morir. Ésta, llena de gracia celestial, engendra la vida por la que la carne muerta puede resucitar76”.

Ya hemos señalado que la dovela que hace la función de clave del arco también es diferente de las que tienen forma de cuatripétalas. También dijimos que no estábamos de acuerdo con la interpretación dada por Florencio Javier García Mogollón y Jesús Vicente Cano Montero para quienes se trataría de “una mofletuda cabeza de querubín. Aunque está bastante erosionada todavía  se puede apreciar que representa a dos personajes, uno apoyado sobre los hombros del otro. El que está debajo tiene el cabello largo, ¿barba y bigote? y aparenta tener más edad que el que está encima. El de abajo mira al frente y el de encima hacia la izquierda. Tiene los ojos saltones, muy marcados; la nariz es casi in- apreciable por la erosión y la boca aparece entreabierta ¿Quiénes son estos dos personajes? No lo sabemos con certeza. Su actitud nos hace pensar en una de las vidrieras de la catedral de Chartres que representa las famosas palabras de Bernardo de Chartres: “Somos enanos subidos sobre los hombros de gigantes. Por esta razón vemos más y más lejos que ellos, no porque nuestra vista sea más aguda y nuestra talla más alta, sino porque nos llevan cogidos y nos alzan sobre su talla gigantesca77. Sin embargo, creemos que más bien podría tratarse de una representación de Dios Padre llevando sobre sus hombros una figura de un niño o de un humúnculo que representaría el alma de Cristo, el Logos: “(…) El conjunto de la imagen intenta sugerir el momento de la concepción de la Virgen, es decir, de la encarnación de Cristo por obra del Espíritu santo que es enviado por Dios78”. Evidentemente, esta interpretación la hacemos con todas la reserva del mundo.

En cuanto a las rosetas que adornan casi por completo el arco que encierra la escena de la Anunciación-Encarnación también tienen, a nuestro juicio, un significado concreto. Pensamos que están ahí para simbolizar el hecho de que según la tradición la Anunciación tuvo lugar en primavera, período del año donde tradicionalmente se engendra la vida79. Por lo que se refiere a las cuatri- pétalas de hojas circulares no es descabellado ver en ellas una referencia simbó- lica al “hortus conclusus”, al “jardín cerrado”, símbolo de María, relacionado, una vez más con las flores y el mundo vegetal80.

El marco del pórtico de la Anunciación está delimitado por una imposta, adornada con rosetas de cuatro pétalos. Estas mismas rosetas aparecen en las dos roscas que rodean la figura central del rosetón, así como en todas las corni- sas que recorren las vertientes de los cuerpos laterales y el resto de los corona- mientos parietales de las naves. Por esta razón, no creemos que su simbología esté relacionada con la que hemos visto en el arco que encierra la escena de la Anunciación. Su presencia en el óculo y en las cornisas que rematan los muros las relacionan con el simbolismo solar. En cuanto a la horizontalidad de la im- posta podría simbolizar una ruptura entre el mundo y las regiones celestes don- de habita la divinidad.

3. EL ROSETÓN. (FIG. 8)

Bajo el hastial del espacio central se abre un gran óculo cuya tracería ac- tual se realizó con motivo de la restauración del edificio en 1982 a partir de los restos de la tracería primitiva81”. Se trata de una ventana abocinada con dos roscas alrededor del motivo central. Como ya hemos señalado, ambas están decoradas con un gran número de rosetas cuatripétalas. Por lo que respecta a la tracería debemos indicar que gira en torno a un pentágono central invertido del que salen cinco hojas; entre cada una de ellas se encuentra un círculo. Por lo tanto, es un rosetón presidido por el número cinco.

Según Titus Burckhardt, este elemento arquitectónico, además de dar luz está cargado de simbolismo: “Desde los inicios del cristianismo, todo emblema en forma de rueda asociaba un significado cristológico al símbolo de la rueda del mundo; este doble sentido iba a expresarse de nuevo en la decoración figu- rativa de la rosa gótico82”. Además de esto, el rosetón puede ser visto como una alusión al sol; se pude interpretar también como una rosa emblema de María, según la letanía laurentina que la invoca bajo el nombre de “rosa sin espina”; se puede ver asimismo como una “maqueta” de la Jerusalén celeste83. Otros sím- bolo sería el del rosetón como una imagen del ojo de Dios que todo lo ve, junto a la idea de “ventana abierta al más allá84”. Además, el hecho de que esta venta- na circular se encuentre situada en la fachada oeste, por donde se pone el sol, que es el lado escatológico, tendría además la idea de juicio final, o Dios Sol de Justicia85. Por todo ello, atribuimos anteriormente simbolismo solar a las rose- tas cuatripétalas que lo adornan86. Aunque quizás la simbología más importante del rosetón en este momento histórico entre el siglo XII y el XIII es la de ser el elemento que representa por excelencia la desmaterialización de la divinidad, tal y como se estaba sugiriendo en una larga tradición filosófica que arranca en el Areopagita y Erígena y culmina en el arte de Suger. El rosetón sería la imagen de Dios-Luz, Dios primer foco, Dios-Unidad, que hace desaparecer de las fa- chadas románicas la figura masiva del Pantocrátor y al convertirse en un haz de luz “difunde por su sustancia misma los rayos de toda bondad a todas las co- sas… para dar consistencia a todas las sustancias inteligibles e intelectuales… inmunes a toda corrupción y muerte87”.

A la derecha del rosetón, más o menos a la altura de la mitad de la circunfe- rencia, se aprecia una pequeña escultura en forma de cabeza aunque es difícil de precisar si se trata de una cabeza humana o animal, debido que sus rasgos están bastantes desfigurados por la erosión. Cuando se observan fotos anteriores a las últimas restauraciones se divisan todavía en el lado izquierdo restos que atesti- guan que en ese lado también hubo otra escultura de parecidas características.

4. LA PARTE ALTA DE LA FACHADA.

En la parte alta de la fachada, entre el rosetón y la cornisa encontramos otro grupo escultórico que representa a la Virgen de pie con el Niño en brazos y a un personaje arrodillado ante ella con los brazos a la altura de la cara en actitud de oración. Ambas figuras están encastradas en el muro, aunque se apoyan sobre sendas ménsulas. La de la Virgen representa una carátula humana y la del orante una roseta como las que adornan el rosetón y las cornisas. A pesar de las dificultades para hacer un análisis estilístico debido a la gran altura a la que se hallan así como al desgaste sufrido por su permanencia a la intemperie Floren- cio Javier García Mogollón opina que se ejecutarían a finales del siglo XIV, precisamente cuando se concluía la obra de las naves catedralicias. Y añade citando a Mélida que el individuo genuflexo puede ser el rey Alfonso VIII88.

Por encima de las citadas esculturas de la Virgen y del orante sólo queda el hastial, limitado por dos contrafuertes y rematado por una cruz de tipo trebolado en el vértice. En la cornisa encontramos la ya mencionada decoración de rosetas de cuatro pétalos y el remate a base de merlones, que, al igual que las rosetas, también recorren las vertientes de los cuerpos laterales y el resto de los corona- mientos parietales de las naves. Estos merlones no son sólo un elemento arqui- tectónico de carácter defensivo, dado que durante cierto tiempo la catedral se encontró cercana a la frontera musulmana y debido a su fortaleza pudo servir de refugio en caso de ataque. Creemos que también tienen una función simbólica que sería la de representar a la iglesia-catedral como una imagen de la Jerusalén celeste del capítulo 13 del libro de Tobías (Tob., 13, 17) y del capítulo 21 del Apocalipsis.

El contrafuerte del lado derecho termina en un pináculo decorado con gan- chillos y una figura triangular en relieve con labores de tracería. En el punto en el que se unen dicho contrafuerte y la cornisa del hastial podemos ver una gár- gola bastante deteriorada, aunque todavía se aprecian algunos rasgos que nos recuerdan a una cabeza animal, aunque es casi imposible saber de qué animal se trata. Su función simbólica sería la de ser visto como un símbolo de amenaza para todo aquel que se acerque a la iglesia sin la debida preparación89.

Hasta aquí el análisis pormenorizado de la Puerta del Perdón de la Catedral Vieja de Plasencia. Teniendo en cuenta el mismo podemos ver que, en su con- junto, esta portada presenta ante el espectador una estructura bastante organiza- da y llena de simbología y de sentido. Si iniciamos el análisis de la misma par- tiendo del primer espacio que analizamos, la portada con sus diferentes partes, y vamos subiendo hasta llegar a la cruz que remata el hastial encontramos que en la parte inferior de la fachada , es decir en los extremos de las jambas y en los quicios de la puerta, los artífices de la misma representaron el inframundo, el reino del pecado y de los castigos infernales; en un segundo nivel que corres- pondería a los capiteles de las jambas, estaría representado el mundo, la viña del Señor, en el que el hombre puede optar entre dos caminos, uno el del mal sim- bolizado por el ser híbrido encapuchado y la higuera, símbolo del pueblo judío, y otro el de la salvación y la vida eterna, simbolizado por las palmetas y los pavos reales afrontados. Sobre este mundo, estaría el cielo material, representa- do por las arquivoltas desprovistas de cualquier decoración y por encima de todo ello, el arco rebajado sostenido por dos atlantes con adornos florales y varios motivos como el triskeles, la cornucopia, la cabeza que devora una planta que remiten a la naturaleza, siempre en movimiento, siempre creando.

Damos a hora un salto en el orden de la fachada, dejando a un lado la hor- nacina con el misterio de la Encarnación para pasar al óculo-rosetón, símbolo material de un Dios inmaterial, Dios-Luz, Dios-Unidad, Dios primer foco, que ilumina con su luz toda la creación desde el principio de los tiempos hasta el final. Por encima de él, sólo queda la gloria eterna, la Jerusalén celeste, simbo- lizada en las almenas que rematan el hastial.

Entre el rosetón y la portada está la hornacina con la escena de la Anun- ciación-Encarnación. Para nosotros es el elemento fundamental de la fachada ya que por una parte dicha escena, que alberga los personajes de mayor tama- ño de la fachada, supone, como muy bien señala Carlos Domínguez Herrero, una alteración del orden espacial y simbólico de la escultura monumental tradicional, ya que se quiebra inevitablemente la antigua visión teofánica, en la que el Pantocrátor domina el tímpano y, por ende, la fachada románica. Pero a la vez, la colocación de la escena de la Anunciación-Encarnación a medio camino entre el mundo, llamémoslo “terrenal”, que se aloja por debajo del arco rebajado y el rosetón símbolo del Dios, sirve para mostrar sin ningún género de dudas, el papel de la Virgen María, nueva Eva, como mediadora, como acueducto, que diría san Bernardo, mediante el cual Dios derrama sugracia sobre toda la creación90.

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1 La Catedral Vieja de Plasencia comenzó a construirse a finales del siglo XII o comienzos del siglo XIII como consecuencia de la necesidad que la ciudad, fundada por Alfonso VIII en junio de 1186, tenía de ampliar la primera sede catedralicia. Se siguieron los modelos castellanos-leoneses de la época: una iglesia de tres naves, con la central más elevada, con bóvedas de crucería, sencillas en las laterales y con terceletes en las altas. La iluminación lateral se llevaba a cabo mediante ventanas lancetas con tracería de trebolado. La segunda etapa de la construcción tiene lugar a lo largo del siglo XIV, y en ella se terminan la iglesia, la torre de las campanas y las alas Norte y Este del claustro. Durante el siglo XV, tendrá lugar la tercera y última etapa de la Catedral Vieja. En ella, entre otras actuaciones, se modificó la capilla mayor, se crearon nuevas capillas de enterramiento y se terminaron las alas Oeste y Sur del claustro. En el año 1498, siendo obispo Gutiérrez Álvarez de Toledo, se decidió construir una nueva catedral comenzando su construcción por la cabecera del antiguo, al que irá sustituyendo poco a poco. Sin embargo, la paralización de las obras en el segun- do tramo de las naves a finales del siglo XVI por problemas técnicos y financieros, salvarán la desaparición total de la Catedral Vieja, y la conservación de cuatro tramos de naves, el claustro y la sala capitular. Sobre la Catedral Vieja de Plasencia ver AA.VV. Extremadura. Cáceres y Badajoz (Volumen 14 de la serie La España Gótica), Madrid, 1995, pp. 223-224.

2 En principio, y salvo que se indique lo contrario, Siempre que hablemos de “lado derecho, lado izquierdo” será desde el punto de vista del espectador. En cuanto a la signatura que hemos dado a las escenas, decir que el número se refiere a la hilada empezando por la parte superior y la letra a la escena que hay en cada hilada empezando desde la parte más cercana a la puerta.

3 Florencio Javier Garacía Mogollón sugiere que este relieve puede corresponder a una especie de sátiro o demonio. Cf. GARCÍA MOGOLLÓN, Florencio Javier, Imaginería medieval extremeña. Esculturas de la Virgen María en la provincia de Cáceres, Cáceres, 1987, Editorial Extremadura, S.A., p. 126.

4  Incluiremos en este análisis tanto las figuras de los extremos de las jambas como las de los quicios.

5   A este respecto ver BONNE, Jean–Claude, L’art roman de face et de profil. Le tympan de Conques, Paris, 1985, S.F.I.E.D. / Féodalisme, p. 101 : “Les damnés, les mains croisées sur le ventre, se tiennent le poignet en signe d’impuissance devant leur destin (leur péché et sa punition)”; también en pp. 289 y 299. Más ejemplos en YARZA LUACES, Joaquín, Formas artísticas de lo imaginario, Barcelona, Arthropos, (Palabra plástica, 9), pp. 65 y 84.

6  CAMILLE, Michel, El ídolo gótico. Ideología y creación en el arte medieval, Akal, Madrid, 2000, Arte y estética, 57, pp. 19-20.

7     Podemos ver algún ejemplo en VILLENEUVE, Roland, Le Diable dans l’art. Essai d’iconographie comparée à propos des rapports entre l’Art et le Satanisme, Paris, 1957, Éditions Denoël, p. 112; HERRERO MARCOS, Jesús, Arquitectura y simbolismo del románico palentino, Palencia, Ayuntamiento de Palencia, 1994, pp. 178-179; NÉRET, Pilles, Devils. Icons, Barcelona, 2003, Taschen, pp. 119, 120, 125, 134, 136-137, 144, 148, 151. Sobre el simbolismo de la caída puede ver, CHAMPEAUX Gérard de et DOM Sébastien STERCKX O.S.B., Introduction au monde des symbols, La Pierre-qui-Vire, 1966, Zodiaque. Introduction à la Nuit des Temps, pp. 334-ss. Ver también, BONNE, Jean-Claude, op. cit., pp. 203-205.

8  SCHMITT, Jean-Claude, La raison des gestes dans l’Occident médiéval, Paris, 1992, Gallimard, NRF (Bibliothèque des Histories), p. 304.

9  Ver VILLENEUVE, Roland, op. cit. pp. 72 y 73; Ver también NÉRET, Gilles, op. cit., pp.119 y 134.

10  BEIGBEDER, O., Léxico de los símbolos, Madrid, 1989, p. 164.

11  BEIGBEDER, O., op. cit., p. 164.; GUERRA, Manuel, op. cit., p. 299. El mismo gesto aparece en algunos canecillos. Cf. HERRERO MARCOS, Jesús, op. cit., pp. 121, 213 y GUERRA, Manuel, op. cit., p. 299 y también en representaciones del infierno posteriores al período románico cf. VILLENEUVE, Roland, op. cit., p. 73 o LORENZI, Lorenzo, Devils in Art. Florence, from the Middle Ages to the Renaissance, Firenze, 1999, Centro Di, p. 54.

12  YARZA LUACES, Joaquín, «Aproximación artística e iconográfica a la portada de Santa María de Covet (Lérida)», op. cit., p. 202.

13  En el Elucidarium de Honorio de Autun, especie de catecismo del siglo XII, se citan nueve penas infernales, de las cuales la tercera consiste en serpientes, gusanos y dragones inmortales con aspecto y silbidos terribles, que viven en las llamas como los peces en el agua. Cf., P.L. CLXXII, col. 1159- 1160. Este catecismo es también un compendio de la demonología oficial a principios del siglo XII. A este respecto ver CALLE CALLE, Francisco Vicente, Les représentations du Diable et des étres diaboliques dans la littérature et l’art en France au XIIe. siècle, Villeneuve d’Ascq, 1999, Presses Universitaires du Septentrión, (Thèse à la carte), pp. 125-138. La cita del Elucidarium puede com- pletarse con las diversas representaciones que aparecen en las ya citadas obras de Roland VILLENEUVE, Lorenzo LORENZI y Gilles NÉRET. Un personaje famoso torturado por serpien- tes fue el rey Don Rodrigo; ver al respecto, MOYA CASAS, Pablo César, op. cit, pp. 324-330.

14 “Contrapunto femenino de la barba masculina, que es símbolo de virilidad, los cabellos largos son el atributo normal de la mujer lujuriosa”. Cf. BEIGBEDER, O., op. cit., p. 79. También hay numerosas referencias a la capacidad que la larga cabellera femenina tiene de provocar la concupiscencia en MOYA CASAS, Pablo César, op. cit., pp. 261, 270-273, 276, 311.

15 DOMÍNGUEZ HERRERO, Carlos, El románico zamorano en su marco del noroeste. Iconografía y simbolismo, Salamanca, 2002, p. 172, nota, 630.

16  Ibid. p. 162.

17  http://www.ucm.es/centros/cont/descargas/documento18737.pdf

18   GRANT, Michael et John HAZLE, Dictionnaire de la Mythologie, Paris, 1986, Marabout (Col- lection Marabout Service, 366), p. 221.

19   BALTRUŠAITIS,  Jurgis,  Le  Moyen  Âge  Fantastique,  Paris,  1993,  Garnier-Flammarion,  Champs-Flammarion, 603. p. 40,

20  Sobre el cruce ver BEIGBEDER, O., op. cit., pp. 105-115.

21 Véase al respecto, HERRERO MARCOS, Jesús, op. cit., pp. 86, 114, 132. Estas figuras nos hacen pensar en la figura 6c del lado derecho que representa una rama con un número de hojas enfrentadas difícil de precisar (entre 12 y 14) ya que la erosión dificulta una vez más la lectura del número exacto de hojas así como el saber si la punta de la rama termina en dos hojas o en una cabeza, como en el caso de 2c.

22  PATCH, Howard R., El otro mundo en la literatura medieval, Madrid, 1983, Fondo de cultura económica, (Lengua y estudios literarios), passim. Manuel Guerra, op. cit., pp. 296-297.

23 HERRERO MARCOS, Jesús, op. cit., 293-294.

24  BEIGBEDER, O., op. cit., pp. 373, 399.

25 HERRERO MARCOS, Jesús, op. cit., pp. 76, 229.

26 O. BEIGBEDER, op. cit., p. 336.

27   WARE, D.; B. BEATTY, Diccionario manual Ilustrado de arquitectura con los términos más comunes empleados en la construcción, Barcelona, 1977, Editorial Gustavo Gili, voz: palmeta.

28   ”los (capiteles) de la jamba de la Epístola sólo contienen motivos ornamentales de carácter vegetal: palmetas, hojas con tallo, etc., que se corresponden bien con el momento protogótico que se vivía en la fecha de su labra. Los capiteles de la parte del Evangelio también presentan elemen- tos vegetales, salvo uno en el que se ve a un extraño personaje encapuchado que sale de entre la hojarasca, y otro con dos aves afrontadas y unidas por el pico“. Cf. Florencio Javier GARCÍA MOGOLLÓN, op. cit., p. 126. Lo mismo opinan Francisco Javier PIZARRO GÓMEZ y Pilar MOGOLLÓN CANO-CORTÉS en el volumen de Extremadura Gótica: “[Las arquivoltas] apoyan en columnillas de fuste liso y capitel decorado con motivos vegetales, a excepción de uno en el que se presenta una figura humana encapuchada y de aquel en que se esculpieron dos aves afrontadas y unidas por el pico”. op. cit., p. 224. Parecidas palabras encontramos en Jesús Vicente CANO MONTERO, Breve guía de las catedrales placentinas, Cáceres, 2002, p. 10: “Los capiteles [están] decorados con ornamentación vegetal, lo que indica el momento protogótico de su construcción. Los capiteles del lado del evangelio (sic) al igual que los de la Epístola presentan varios motivos salvo en uno en el que se ve a un extraño personaje encapuchado que sale de entre la hojarasca, y otro con dos aves afrontadas y unidas por el pico”.

29   James HALL, Diccionario de temas y símbolos artísticos, Madrid, 1996, Alianza editorial, (Alianza Diccionarios), voz: vid; Jean CHEVALIER et Alain GHEERBRANT, Dictionnaire des symboles, París, 1999, Robert Laffont/Jupiter, coll. Bouquins, p. 1012.

30 James HALL, op. cit., p. 376.

31  Jean CHEVALIER et Alain GHEERBRANT, op. cit., p. 1013. Sobre el Árbol de la Vida, ver O. BEIGBEDER, op. cit., p. 49-ss.

32 O. BEIGBEDER, op. cit., p. 390; Jesús HERRERO MARCOS, op. cit., p. 112

33  Las principales menciones de la vid en la Biblia aparecen recogidas en el capítulo titulado “El vi alegra el cor de l’home” del libro de Miquel YLLA-CATALÀ, Les plantes en la Bíblia, A la recerca de símbols, Barcelona, 1995, Editorial Claret, (Els daus, 141), pp. 41-47.

34  D. ANGULO IÑIGUEZ, Historia del Arte, Tomo I, Madrid, 1973, p., 62; IDEM., Historia del Arte, Tomo I, Madrid, 1979, pp., 80 y 195.

35 O. BEIGBEDER, op. cit., p. 53.

36   Jean CHEVALIER et Alain GHEERBRANT, Dictionnaire des symboles, París, 1999, Robert Laffont /Jupiter, coll. Bouquins, p. 439, voz: figuier.

37  “Aunque el judaísmo no tenía imágenes, la Iglesia cristiana crearía una, para decretar su destruc- ción. Esta es la figura de la Sinagoga, creada como una anti-imagen, un pseudoídolo, con el propósito específico de ser derribada en el momento de la Crucifixión (…). A veces las inscripciones con- trastan la figura erguida de la Nueva Ley, la Ecclesia, con el desplome de la Antigua Ley, la Syna- goga, por medio de la dicotomía de las palabras surgit y cadit –ésta se levanta, esta otra se cae. La representación de la Sinagoga es una creación puramente cristiana, que los judíos del período carolingio habrían interpretado como un ídolo. Pero ésta es un paradigma de la creación de las imágenes cristianas construida a partir de los textos (Jeremías, Mateo, Corintios) con un objetivo concreto. En el arte gótico «representa» o quizá con más exactitud «se cae por» todos los judíos. Sus atributos varían; a veces sostiene una lámpara de aceite invertida, que se asocia con las vírgenes necias junto a las que con frecuencia aparece representada en algunos programas de las portadas escultóricas, aunque por lo general aparecen las tablas de la Ley cayéndose de sus manos. Su bas- tón, a menudo con una bandera, está roto y ella tiene los ojos vendados (…)”. Cf. Michel CAMILLE, op. cit., pp. 195-196; sobre las representaciones de este motivo en el ámbito hispano, ver Paulino RODRÍGUEZ BARRAL, La imagen del judío en la España Medieval, Barcelona, 2008, Universitat Autònoma de Barcelona, pp. 20-38.

38  Émile MÂLE, op. cit., pp. 346-349.

39  O. BEIGBEDER, op. cit., p. 46.

40  James HALL, op. cit., p. 295, voz pavo real.

41  Sobre el Árbol de la Vida, ver Jean CHEVALIER et Alain GHEERBRANT, op. cit., pp. 63-64, voz Arbre.

42 O. BEIGBEDER, op. cit., pp. 82, 88.

43  O. BEIGBEDER, op. cit., p. 43.

44 Cf. Michel PASTOUREAU, “Le bestiaire iconographique du diable: animaux, formes, pelages, couleurs», Démons et merveilles au Moyen Âge, Actes du IVe Colloque International du Centre d’Études Medievales de Nice, Nice,1990, p. 190. Ver también. Francisco CALLE CALLE, op. cit., pp. 333-334.

45  O. BEIGBEDER, op. cit., p. 49.

46 Ibid., pp. 102-103.

47 Carlos DOMÍNGUEZ HERRERO, op. cit., p. 171.

48  “(…) lo vegetal tiene a veces un valor negativo (…). Los tallos que en la decoración románica envuelven a los animales o al hombre recuerdan los vicios y ataduras de la carne, capaces de aprisionar al ser hasta impedirle su liberación. Como expresión del pecado, roleos y floresta se asocian a animales monstruosos o fantásticos, entre ellos el basilisco”. Cf. Carlos DOMÍNGUEZ HERRERO, op. cit., 293-294.

49  O. BEIGBEDER, op. cit., pp. 52-53.

50 Ibid., pp. 397-398.

51 O. BEIGBEDER, op. cit., p. 73.

52  Rafael TOBÍO CENDÓN, La iglesia románica de Santa María de Doroña. Su iconografía medie- val, en http://www.estudioshistoricos.com/articulo/rtc/rtc_01.doc, nota 54. (fecha de consulta, 22/06/2010)

53  Carlos DOMÍNGUEZ HERRERO, op. cit., p. 213.

54  O. BEIGBEDER, op. cit., p. 380.

55  Jean CHEVALIER et Alain GHEERBRANT, op. cit., p. 912, voz: svastika.

56  Ibid., pp. 499-500, voz: Hermès; Jurgis BALTRUSAITIS, op. cit., p. 71.

57  O. BEIGBEDER, op. cit., pp. 773-774.

58  Ibid. p. 333.

59  Jean CHEVALIER et Alain GHEERBRANT, op. cit., p. 605, voz: Maison-Dieu.

60 Carlos DOMÍNGUEZ HERRERO, op. cit., p. 165.

61  Manuel GUERRA, op. cit., p. 251.

62  O. BEIGBEDER, op. cit., p. 396.

63  O. BEIGBEDER, op. cit., p. 109.

64  Ibid. p. 106.

65 Jean CHEVALIER et Alain GHEERBRANT, op. cit., voz: spirale, pp. 906-907.

66  Carlos DOMÍNGUEZ HERRERO, op. cit., pp. 238-245.

67 O.BEIGBEDER, op. cit., p. 141.

68  Florencio Javier GARCÍA MOGOLLÓN, op. cit., p. 126.

69 Por razones prácticas vamos a llamar también “dovelas” a los sillares de las jambas del arco.

70   No se trata por lo tanto de “una mofletuda cabeza de querubín” como señalan Florencio Javier García Mogollón y Jesús Vicente Cano Montero.

71  James HALL, op. cit., voz Anunciación, p. 46.

72  Según Florencio Javier García Mogollón, “los rasgos estilísticos señalados, así como la tipología de la indumentaria, nos hacen fechar ambas figuras en la primera mitad del siglo XIV”. Cf. Floren- cio Javier GARCÍA MOGOLLÓN, op. cit., p. 127.

73 PHILIPPE DE THAON, Le Bestiaire, ed. de Emmanuel Walberg, Ginebra, 1970, Slatkine Reprints.

74 Ver al respecto, Francisco Vicente CALLE CALLE, Les représentations…, pp. 493-512 así como Ignacio MALAXECHEVERRÍA, op. cit., pp. 223-225.

75 Ver al respecto Luther LINK, op. cit., pp. 37-39 y Francisco Vicente CALLE CALLE, Les repré- sentations…., pp. 86-87. Esta idea también subyace en un texto tan conocido como la Leyenda Áurea de Jacobo de Vorágine quien señala que José se casó con la Virgen María para que el misterio de la Encarnación permaneciera oculto a los demonios. Cf. Jacques de VORAGINE, La Légende Dorée, I, Paris, 1990, Garnier-Flammarion, (GF, 132), p. 249.

76  Sobre la contraposición Eva-María ver O. BEIGBEDER, op. cit., pp. 389-390, de donde hemos sacado la cita de San Agustín así como Ana ÁVILA, Imágenes y símbolos en la arquitectura pinta- da española (1470-1560), Barcelona, 1993, Anthropos, (Palabra plástica, 18; serie Iconografía), p. 69-70. Señalar por último que la aparición del Diablo en la Anunciación es un tema raramente representado aunque hay algunos casos como un cuadro del pintor italiano Lorenzo Lotto pintado entre los años 1534-1535 en el que el Diablo, esta vez en forma de gato, está huyendo de la estancia en la que tiene lugar la Anunciación. Se puede ver una representación en Rosa GIORGI, op. cit., p. 90.

77  Jacques LE GOFF, Les intellectuels au Moyen Âge, p. 17.

78  James HALL, op. cit., p. 46. Ver sobre todo el artículo de Julio I GONZÁLEZ MONTAÑÉS: “Parvulus puer in Annuntiatinone Virginis” en http://www.xente.mundo-r.com/juliomonta/ anuncia- cion/albumes.htm

79 Jacques de Voragine, La Légende Dorée, I, Paris, 1990, Garnier-Flammarion, (GF, 132), p. 249.

80 Sobre el tema del “hortus conclusus” ver ÁVILA, Ana, op. cit., pp. 65-76.

81  AA.VV. Extremadura. Cáceres y Badajoz (Volumen 14 de la serie La España Gótica), Madrid, 1995, p. 123.

82  Ibid.

83  Hans H HOFSTÄTTER, Architecture Universelle: Gothique, Italie, 1964, Office du Livre, p. 50.

84  Ibid. p. 217.

85  Jesús HERRERO MARCOS, op. cit., pp. 42-43.

86  “Como otras muchas veces, la filiación románica se superpone a un sustrato más antiguo. Los óculos y rosetones medievales enlazan con símbolos solares como la rueda celta, con sus tres círculos primordiales”. Carlos DOMÍNGUEZ HERRERO, op. cit., p. 147, n. 533.

87  DIONISIO AREOPAGITA, “De los nombres divinos”, en C. FERNÁNDEZ, “Los filósofos medievales”, I, Madrid, 1980, p. 502. Citado por Carlos DOMÍNGUEZ HERRERO, op. cit., p. 231.

88  Florencio Javier GARCÍA MOGOLLÓN, op. cit., p. 127. Aunque también podría tratarse del obispo benefactor de las obras.

89  Sobre el resto de gárgolas de la catedral, ver Francisco Vicente CALLE CALLE, “Notas sobre algunas gárgolas de la Catedral de Plasencia”, Actas de los XXXII Coloquios Históricos de Extremadura celebrados en Trujillo del 22 al 28 de septiembre de 2003, Indugrafic Artes Gráficas, Badajoz, 2004, pp. 105-125. Otros ejemplos de gárgolas en forma de jabalí o de cerdo se pueden encontrar en Francisco Vicente CALLE CALLE, Gárgolas de la provincia de Cáceres, Cáceres, 2003, I. C. “El Brocense”, pp. 62-63.

90   Sobre este tema de la Encarnación ver Carlos DOMÍNGUEZ HERRERO, op. cit., pp. 249-254. en estas páginas aparecen abundantes textos de autores de la época con los que se ejemplifica el papel de intermediadota de María. Unas páginas más adelante, el mismo autor, estudia el tema-guía de las representaciones del poder real en las fachadas románicas. Algunas de las reflexiones que hace podrían aplicarse a la imagen de la Virgen con el Niño y el orante del hastial. Ibid., pp. 254- 261.

Oct 012009
 

 Francisco Vicente Calle Calle

 Nuestra intención es estudiar en esta ponencia la imagen de Plasencia y de varias comarcas vecinas en algunos relatos de viaje escritos por viajeros franceses durante los siglos XVIII-XIX, completando de alguna manera los estudios que sobre otras comarcas y ciudades de Extremadura hemos hecho en estos Coloquios y en otros foros1.

En primer lugar, resulta curioso constatar que de la docena de autores que hemos estudiado en otros trabajos sólo tres, Alfred Jouvin, Alexandre Laborde y Jean—Charles Davillier, dedican algunas páginas al territorio objeto de nuestro estudio.

He aquí unas breves notas biográficas sobre estos viajeros:

Alfred JOUVIN, (¿?). En 1762 publicó, en París y en 8 tomos, la obra Le voyageur d’Europe, cuyo segundo volumen está dedicado íntegramente a España y Portugal2.

Alexandre-Louis-Joseph, conde de LABORDE, (1774-1842) fue arqueólogo, político y también un gran viajero. Es uno de los viajeros más conocidos gracias a su Voyage pittoresque et artistique de l’Espagne (1806-1820), monumental obra en la que se recogen, acompañados de magníficos grabados, los principales monumentos de la España de la época. Aunque citaremos algunos fragmentos del Voyage pittoresque…, seguiremos principalmente la traducción de otra de sus obras titulada Itinerario descriptivo de las provincias de España y de sus islas y posesiones en el Mediterráneo3.

Jean-Charles DAVILLIER (barón de) (1823-1883). Experto en cerámica y alfarería, coleccionista de loza hispano-morisca y enamorado de España. En 1862 emprendió un largo viaje, acompañado por Gustave Doré, que dio como resultado una serie de artículos que fueron apareciendo en la revista Le tour du monde de 1862 a 1873, y que fueron publicados en un solo volumen en 1874 bajo el título de L’Espagne4.

Curiosamente, para un viajero anónimo del siglo XVII, la ciudad que hoy forma la cabeza de la diócesis no figura entre las ciudades principales de Extremadura:

“Las principales ciudades (de Extremadura) son: Badajoz, capital de esa provincia; Mérida, Trujillo, Alcántara, Alburquerque, Jerez y Llerena5”.

En cambio, Alexandre Laborde sí la incluye en la introducción a lo que el denomina “la provincia de Extremadura”:

“Extremadura es una de las grandes provincias de España. (…) Comprehende 3 obispados, que son: Badajoz , Plasencia, y Coria, (…). Las principales poblaciones son, Badajoz, que es la capital, Plasencia, Coria, Mérida, Medellin, Truxillo, Xeréz de los Caballeros, Llerena, Alburquerque, Alcántara, Za- fra, Cáceres, Olivenza, y otras6”.

En este texto de A. Laborde podemos comprobar la importancia que Plasencia tiene dentro del conjunto de la provincia de Extremadura ya que no sólo aparece citada entre las ciudades importantes, sino que además figura como cabeza de uno de los tres obispados de la región.

Esta situación señera se debe, además de a ciertos factores históricos, a su posición geográfica ya que Plasencia se encuentra situada estratégicamente en un cruce de caminos. Si observamos el mapa del obispado de Plasencia del año 1797 levantado por el geógrafo D. Tomás López (fig. 1) podemos ver cómo de Plasencia salen numerosos caminos, 8 en concreto, de los cuales los más importantes serían el camino de la Plata (nº 7), el camino del Puerto, hacia Villar de Plasencia, que hoy conocemos como “Camino Viejo” (nº 2), el de Malpartida hacia Almaraz, donde se unía al Camino Real de Madrid a Lisboa, tras atravesar el río Tiétar por la Barca de la Bazagona (nº. 5) y el camino a Trujillo que cruzaba el Tajo por el Puente del Cardenal (nº 6).

Por estos caminos llegan nuestros autores a la ciudad del Jerte: Alfred Jouvin, que viene desde Salamanca, recorre la Vía de la Plata y al llegar a la altura de Villar de Plasencia se desvía para coger el denominado “Camino Real o del Puerto”. Tras visitar la ciudad, la abandonará en dirección a Trujillo. Para ello cruzará el puente del mismo nombre y cogerá el camino de Malpartida para a continuación desviarse hacia el Tajo, que atravesará por el Puente del Cardenal.

Por Malpartida también pasa A. Laborde, aunque procedente de Almaraz. Tras visitar la ciudad seguirá su ruta hacia el norte, por el Camino Real y la Ruta de la Plata, tal y como había hecho Alfred Jouvin, pero en sentido inverso. Llegará hasta los límites de la provincia de Salamanca y desde allí se dirigirá a Coria (Ver mapa).

Jean-Charles Davillier llega a Plasencia procedente de Cáceres, es decir, recorre el tramo de la Ruta de la Plata que separa estas dos ciudades. Una vez visitada la ciudad, saldrá de ésta por el llamado Puente Nuevo en dirección a La Vera.

Independientemente de las dificultades que entrañaba el viajar por cualquier camino de la época7, en general, los tres autores estudiados señalan la gran diferencia de paisajes que existen entre Plasencia y los territorios que hay que atravesar para llegar hasta ella, excepción hecha de la ruta por La Vera y del tramo de la Ruta de la Plata que une Plasencia con la provincia de Salamanca.

Según Jean-Charles Davillier, desde el sur, hay que atravesar “un acciden- tado país8”.

El camino de Trujillo también es árido como podemos leer en A. Jouvin:

“Después de haber pasado el río a la salida de Plasencia, encontramos un país desierto lleno de montañas y de multitud de arenales, de lo que fuimos bien advertidos por nuestro conductor, que nos aconsejó hacer provisión de una botella de cuero que llaman bota, llena de ese buen vino que habíamos bebido en aquella posada, puesto que durante cinco largas leguas no encontraríamos nada más que el puente de Almaraz, donde hay dos o tres casas, pero en las que entonces no había nadie9.

Una cierta sensación de escasez de población y de terrenos cultivados, aunque sin llegar a la desolación del camino de Trujillo, también se desprende recorriendo el camino desde Almaraz a Plasencia:

“Á la salida de Almaraz se dexa el camino de Portugal, y atravesando campiñas cubiertas de encinas y pastos con pozos y lagunas de trecho en trecho, se llega a la villa de Toril dexando a la izquierda el lugar de Cerrajon (Serrejón), y á la derecha los de Saucerila (Saucedilla), y de Casa-texada (Casatejada). Á dos leguas se pasa por una barca el rio Tietar10, en cuyas riberas se ven encinas verdes y blancas, robles, y alcornoques: sigue luego un terreno todavía mas inculto, por el qual se llega á Malpartida. (…) Su salida es poco agradable, y solo encuentra la vista con algunos arbustos. Todavía sigue un terreno mas árido, hasta llegar á las cercanías de Plasencia, donde el suelo recobra su vigor, y fertilidad (p. 389)”.

Estas sensaciones contrastan con las que sienten los viajeros que vienen del Norte o que recorren La Vera:

Del camino del Norte, descrito por Alfred Jouvin, queremos destacar la repetición de la palabra río y otros términos relacionados con el agua, ya que producen en el lector de la sensación de recorrer una tierra muy fértil.

“Pasamos a la salida de Montemayor el río que corre entre pequeñas colinas, que son muy agradables y de grandes viñedos, en donde vimos montecillos bajos que no tenían otra cosa más que una cierta planta muy olorosa y muy corriente en varios sitios de España, que llaman jara, y los franceses llaman bálsamo de Andalucía, porque su olor tiene mucha relación con ésa, y no su altura ni la hoja, que es untuosa y de olor de incienso.

Seguimos a la Abadía, pueblo con un castillo sobre un río que viene de las montañas que teníamos a mano izquierda. Las costeamos para ir a El Villar, pueblo que forma un valle, que teníamos a mano derecha, en el cual desagua otro pequeño río que vimos a la salida de El Villar, cuando se sube a una alta montaña, en el alto de la cual está Santa María del Portuas (…).

Desde encima de ese alto vimos a mano izquierda un largo valle regado de un río que pasa por delante de Plasencia [El río Jerte y su valle], y a mano derecha dejamos aquel en que se juntan esos dos pequeños ríos susodichos, que por bajo de la ciudad de Plasencia se vierten en aquel que vemos más grueso a mano izquierda [El río Ambroz]; de suerte que descendiendo de esa montaña nos encontramos entre las viñas un largo acueducto, que lleva las aguas desde una montaña vecina a la ciudad de Plasencia, adonde llegamos (p. 835)”.

La misma sensación de frescura y verdor se desprende en la descripción que Jean-Charles Davillier hace de La Vera.

“La Vera de Plasencia (este es el nombre que se da a la fértil comarca que se extiende al oeste de la ciudad11) se considera con justicia como uno de los lugares más favorecidos de la Península. Este fue el camino que tomamos para ir al célebre lugar donde se retiró y murió Carlos V, el Monasterio de Yuste, uno de los rincones más agradables de España. Encontramos en él verdor, cosa poco corriente en varias provincias de España, límpidos arroyos y hermosos árboles seculares. En los pueblos que atravesábamos, las viejas casas, adornadas de balcones de madera, y el pintoresco traje de las mujeres, nos recordaron ciertos cantones de Suiza y del Tirol12.

Pero sin lugar a dudas el lugar más privilegiado de todos es la ciudad de Plasencia.

1.  LA CIUDAD DE PLASENCIA

Nuestros tres autores hablan de la ciudad en distintos términos. El más prolijo es Alexandre Laborde, el más sencillo Alfred Jouvin, mientras que Jean- Charles Davillier es el que aporta más elementos que podemos definir como “anecdóticos”. Nosotros hemos intentado agrupar los datos que nos proporcionan sobre la ciudad siguiendo un esquema compositivo que en ocasiones es utilizado, con ligeras variaciones, por A. Laborde para describir las distintas ciudades que vistita. Según Miguel Ángel Pérez Priego “(…) ese esquema, a nuestra manera de ver, procede de la antigua tradición retórica y es el que catalogan algunos textos, como los Excerpta rhetorica del siglo IV, en el apartado de laudibus urbium. Sustancialmente, conforme allí se recomienda, la descripción debe atender a los siguientes aspectos:

a la antigüedad y fundadores de la ciudad a su situación y fortificaciones

a la fecundidad de sus campos y aguas a las costumbres de sus habitantes a sus edificios y monumentos

a sus hombres famosos

para todo ello, en fin, se encarece el uso de la comparación, como era propio de todo el género epideíctico13)”.

Jean-Charles Davillier es el único de los tres viajeros que hace referencia a la antigüedad y los fundadores de la ciudad:

“Plasencia es una ciudad muy antigua que se llamó Ambroz. Alfonso VI, rey de Castilla y de Toledo, cambió su nombre en el siglo XII, como lo demuestra una carta cuyo texto ha sido conservado: …Cui Plasencia, ut Deo placeat, nomen imposui”. (p. 367)14.

En cuanto a su situación y fortificaciones he aquí lo que nos dicen nuestros tres autores:

Tanto Alfred Jouvin como Alexandre Laborde, señalan que se halla en las montañas:

“Plasencia es una ciudad de Castilla la Vieja, situada en las montañas, sobre una eminencia, (…)” (p. 622)

Veamos el texto de A. Laborde:

“PLASENCIA se halla en medio de las montañas, en un estrecho valle bastante fértil que se extiende en su longitud nueve leguas, regado por el rio Xerte, que rodeándola en parte forma como una península hermoseada con un agradable paseo” (p. 387)

Jean-Charles Davillier:

“Plasencia, (…), es una pequeña ciudad que se considera como una de las bonitas de España. Está situada sobre un ribazo, desde donde la vista alcanza las cumbres de la alta sierra de Béjar, coronada de nieves” (p. 425)

De las fortificaciones, Jouvin menciona el alcázar y Davillier las murallas, que compara con las de Ávila:

“(…) hay un castillo grande y fuerte, dotado de varios torreones, hechos de gruesas piedras de cantería, que está por donde nosotros llegamos

La ciudad está rodeada de murallas de la Edad Media, que hacen un efecto muy pintoresco y que nos recordaron las de Ávila, modelo en su género15”.

Fecundidad campos y aguas:

“Sus jardines, plantados de árboles frutales y regados por las límpidas aguas del Gerte, todo hace de Plasencia una residencia de las más agradables para aquellos a quienes gusta la naturaleza riente y tranquila”. (Davillier. p. 386).

Laborde señala que “los alrededores de esta ciudad son agradables por la parte del río Xerte, cuyas laderas están plantadas de alamedas deliciosas16”. (p. 425)*

El capítulo más amplio es el que los autores dedican a edificios y monumentos. El más breve es A. Jouvin quien, además de citar el acueducto junto al castillo, la iglesia de San Martín y la catedral, que “si (…) estuviese acabada, sería tan bella como la de Salamanca”, señala que “(…) las calles son largas y estrechas; pero eso no impide el que sean hermosas y estén llenas de algunos comerciantes y obreros que hacen paños y sargas finas. [Además] hay una gran plaza, cuyo centro está adornado con una hermosa fuente17”.

Laborde primero sitúa a la ciudad desde el punto de vista de su importancia como centro de poder religioso y civil y, a continuación, enumera los principales monumentos que son la iglesia de los Dominicos, la catedral y el palacio del Marqués de Mirabel, más el acueducto, que ya se encuentra “en los alrededores de la ciudad”:

Es silla episcopal sufragánea de la de Santiago18, y en otro tiempo poderosa, pues 1a historia nos presenta á su obispos combatiendo con los moros mas de una vez. Su diócesis tiene 174 parroquias; es residencia de un corregidor, y alcalde mayor. En esta ciudad hay 7 iglesias parroquiales, 7 conventos, y muchas capillas u oratorios19

La iglesia de los dominicos, que tiene una hermosa fachada de orden compuesto, es de una nave grande del género gótico, con un altar mayor de buena arquitectura. En la capilla de San Juan está el sepulcro de Martín Nieto, cuya estatua armada y de rodillas, está tan llena de gracia, nobleza y expresión, que se mira como uno de los mas insignes monumentos, después de la restauración de las artes20.

En la iglesia catedral, fabricada también de granito, se distingue fácilmente el gusto de los diferentes siglos y épocas en que ha sido construida. En el presbiterio está el sepulcro de Don Ponce de León, obispo de esta iglesia, executado con bastante gusto. El medio del altar mayor ocupa una Asunción de la Virgen de escultura, con grupos de ángeles y apóstoles, y otras varias estatuas distribuidas en varias partes del altar; obra excelente del famoso estatuario español Gregorio Hernandez. La sala capitular contiene entre otras buenas pinturas, el desposorio de Santa Catalina, á la manera de Rubens; el nacimiento de Jesucristo de Diego Velazquez; y un San Agustín, del Españoleto.

La casa del marqués de Miravel es el principal edificio de esta ciudad y no es lo más precioso el patio rodeado de dos órdenes de pórticos uno sobre otro, sino una gran colección de antigüedades que se conservan en una de sus galerías, donde entre varias urnas, cabezas, bustos, aras é inscripciones, se observa una cabeza y un pie colosales, de Tiberio, calzado de borceguí; una cabeza de Cárlos Vº, de mármol, de León Leoni, y de su hijo Pompeyo, y un bello busto de Antonio Pio.

(…) También es digno de observarse el bellísimo aqüeducto, de mas de 80 arcos, que conduce el agua á la ciudad de dos leguas de distancia21.

Jean-Charles Davillier, menos propenso que A. Laborde a hablar de los monumentos principales de la ciudad, quizás por su espíritu más romántico, se centra en la catedral y sobre todo en las tallas de la sillería y la leyenda en torno al conocido como Ícaro Placentino:

“La catedral, aunque ha llegado a nosotros sin terminar, es un hermoso monumento que pertenece a la época de tránsito entre el estilo ojival y el renacimiento. Observamos entre otras partes interesantes las tallas en nogal de la sillería del coro. Estas sillas, en número de sesenta, están adornadas con motivos de animales fantásticos, figuras extrañas y ciertos detalles más que profanos y que nos habrían asombrado mucho en una iglesia de no haber visto otros ejemplos de estas singulares libertades.

El autor de estas tallas vivía a principios del siglo XVI, y se cuenta a este respecto una leyenda de las más extrañas referida en un libro impreso en 1610. Como Dédalo, quiso intentar atravesar los aires volando, y para conseguir mejor su propósito comenzó por adelgazar, disminuyendo poco a poco su alimento, que sólo consistía en pájaros, con la esperanza—decía él—de convertirse él mismo en pájaro. Siempre que comía un volátil tenía cuidado de separar la carne y las plumas y de pesarlas muy exactamente para tomar nota de sus pesos respectivos. Sus experiencias le enseñaron que hacían falta cuatro onzas de plumas para sostener un cuerpo que pesase dos libras. Después de haberse pesado, puso aparte la cantidad de plumas que según sus cálculos correspondían a su propio peso, y después de haberse untado el cuerpo con una cola que había preparado para fijar las plumas, reservó las mayores para sus brazos, que debían servirle de alas.

En este singular traje se lanzó un buen día desde lo alto del campanario de la catedral. Todos los habitantes de Plasencia le vieron tomar vuelo y elevarse en los aires. Parece ser que planeó algún tiempo por encima de la ciudad, pero, nuevo Icaro, no pudo sostenerse mucho tiempo en el aire. Sus fuerzas se agotaron en seguida, las alas cesaron de agitarse y fue a caer a un cuarto de legua de la ciudad, en una pradera llamada Dehesa de los Caballos, donde encontra- ron su cuerpo inanimado22”.

Nada en concreto dicen nuestros autores sobre los hombres famosos y las costumbres de los habitantes de Plasencia. Nosotros supliremos estas carencias con dos citas: La primera es de A. Ponz, quien hace un breve elenco de las principales familias placentinas, y la segunda es del padre Jerónimo Román sobre los naturales de esta ciudad:

“No se le puede negar á Plasencia, y á su Obispado haber sido madre de varones de esclarecida fama, y no pocos han salido de las ilustres familias de Monroyes, Zúñigas, Nietos, Paniaguas, Chaves, y otras muchas. De los Carvajales ha habido tres Obispos de Plasencia, cuya fama extendida por el mundo, es muy superior á sus alabanzas, particularmente la de D. Juan de Carvajal, creado Cardenal por Eugenio IV, de quien fue muy querido23”.

Sobre los naturales de esta ciudad dice el Padre Jerónimo Román “Es la gente desta ciudad naturalmente belicosa, de grandes ánimos, y como sus antepasados siempre se curaron en guerras, porque fueron los conquistadores de mucha gente de la estremadura, y guardaron esta ciudad, de aqui les quedó por mucho tiempo seguir vandos y parcialidades, que es en cierta manera vnos pequeños ractros de las guerras antiguas, y como la tierra es regalada, y de muchos entretenimientos, de aqui es que era poco deuota, y en estremo viciosa, como lo suelen ser todas las que están en fronteras, como los de los marinos y costas del mar. Y quando Dios quiso hacerles merced de remediarlos, heruia en disensiones, abrazauase con vandos, ardia en particulares odios, mucho mas sabian de la espada, casco y rodela que de Dios y de su saluacion. Entre estas parcialidades se les conocieron algunos buenos respectos de agradecimiento, buenos entendimientos, y tenaces de lo que una vez aprehenden (…)24”.

2. DIFERENTES ITINERARIOS DESDE PLASENCIA

Tras estos breves apuntes sobre la ciudad, nuestros autores salen de la misma pero por rutas diferentes: Laborde va hacia el norte por el camino de la Plata para subir hasta la Abadía y luego bajar en dirección a Coria; Davillier va hacia el este, hacia La Vera, para visitar Yuste y desde allí dirigirse a Almaraz, donde cogerá el Camino Real a Madrid. A. Jouvin, sale por el sur en dirección a Trujillo. Veamos estos itinerarios que nos acercan un poco más a las comarcas que limitan con Plasencia, aunque antes de ver estas dos rutas citaremos la descripción que Laborde hace de Malpartida, población situada en el camino desde Almaraz a Plasencia y veremos también cuál es la ruta seguida desde el sur por Jean-Charles Davilier, a partir de Casar de Cáceres:

“Malpartida: Este lugar tiene 1300 habitantes, y está bastante bien construido: su iglesia parroquial es de granito de una cantera vecina llamada de los cinco hermanos. Forman su magestuosa fachada dos cuerpos de arquitectura, de orden corintio25. Su salida es poco agradable, y solo encuentra la vista con algunos arbustos26”.

3. CAMINO DESDE CÁCERES HASTA PLASENCIA SEGÚN EL RELATO DE JEAN-CHARLES DAVILIER

“Algunas horas después de haber atravesado el pueblo de Casar de Cáceres llegamos a Cañaveral, donde pasamos la noche. Cerca de aquí estaba el famoso puente de Alconétar27, por el que pasaba la vía romana de Salamanca a Mérida. Este es el mismo puente que el de Mantible, del cual hablaba Don Quijote, y que se hizo famoso por la aventura de Fierabrás, que sucedió en tiempos de Carlomagno. El puente de Mantible, que estaba formado por treinta arcos de mármol blanco, estaba defendido—dice el historiador de Carlomagno—por el gigante Galafre, que antes de haber sido vencido por Fierabrás exigía de los cristianos por derecho de pasaje treinta parejas de perros de caza, cien jóvenes doncellas, cien diestros halcones y cien caballos ricamente enjaezados, con herraduras que pesaban cada una un marco de oro fino28.Vimos cerca de Cañaveral vestigios de la vía romana. Algunos arcos del puente de Alconétar se alzan aún en la orilla derecha del río29”.La ruta de A. Laborde desde Plasencia a Coria subiendo hasta la Abadía:

“Al salir de Plasencia se halla una legua de mal camino siguiendo la cañada en que está aquella ciudad30; súbese despues una colina bastante cubierta de árboles, y a la baxada se encuentra con el territorio llamado Tras-sierra31, que conduce á Villar; vese á lo lejos una cordillera que se extiende desde la Peña de Francia hasta la montaña de Jalama en la frontera de Portugal, distinguiéndose también las del Gamo, y de los Ángeles. Villar es una aldea de agradable posición, recomendable por la abundancia, y excelencia de las aguas, y por las inscripciones romanas que conserva en las paredes de muchas casas32. Sus cercanías están llenas de castaños, y de árboles frutales; todavía se ven allí vestigios de un aqüeducto, por el qual los romanos conducían el agua á Caparra. Hállase despues Aldea nueva que cuenta 1500 habitantes, y está sobre la ladera de una montaña cubierta de castaños. Aquí se pasa el rio Ambroz por dos puentes, uno á la entrada, y otro a la salida de la aldea, de los quales el último se llama de la Doncella; costeando el rio se descubre á la derecha el puerto de la Gumilla (Lagunilla), y se llega á Abadía, aldea perteneciente al duque de Alva, cuyos jardines están adornados de soberbias fuentes, bustos, y estatuas de mármol antiguas y modernas33. Poco después se pasa segunda vez el Ambroz por un mal puente, y se presenta un convento de franciscanos, y á media hora se descubre una columna miliaria asolada, y se llega á la Granja; desde esta aldea hasta Caparra se van siempre atravesando bosques de verdes encinas, y de robles; y se dexa á la izquierda el lugar de Villería (Villoria), ya la derecha el de la Zarza.

Caparra, (la Ambracía de los romanos) es un lugar despoblado, y conserva preciosas reliquias de los monumentos que construyeron aquellos. Estaba situada en una eminencia en la orilla del rio Ambroz, que se pasa por un hermoso puente de 4 arcos de construcción romana: actualmente esa reducido a una mala aldea, cuyo antiguo suelo cubren ruinas interesantes34.

Síguese atravesando bosques de encinas verdes hasta Oliva, villa de cerca de 240 habitantes, patria del poeta Juvenco, y después se encuentran en la llanura las aldeas de Carcaboso y Aldeguela, la quál estuvo un tiempo abandonada y casi destruida, pero se reedificó, y de dia en dia. se va repoblando. En seguida se pasa el rio Xerte por un buen puente de 7 arcos35, y sé sube a la villa de Galisteo que es de 1200 habitantes. Toda esta ruta ofrece rastros de la despoblación, y de la voracidad del tiempo, que al mismo paso sirven de pábulo á los amantes de la antigüedad; los quales llegan hasta Coria casi sin sentir la travesía de 4 leguas, entretenidos en observar las muestras que quedan de la grandeza romana, inscripciones, columnas miliarias, y trozos de via militar (pp. 387-389))

Ruta desde Plasencia a Yuste y Cuacos según el relato de Jean-Charles Da- villier.

La Vera de Plasencia36

“… Divisamos a lo lejos el Monasterio de Yuste37, en medio de los bosques, al pie de la Sierra de Tormantos, en la vertiente del Cerro del Salvador.

El Monasterio de Yuste (…), se llama así por un arroyo del mismo nombre que desciende de la vecina sierra. El 3 de febrero de 1557 llegó Carlos V a su último retiro, donde murió el 21 de septiembre del año siguiente. (…) El emperador no vivió nunca con los frailes, como tantas veces se ha dicho, sino en un pabellón bastante amplio que había hecho construir para él y que estaba al lado del convento. Su alcoba, la misma en que exhaló el último suspiro, daba a la iglesia, y podía, cuando estaba enfermo, oír misa desde su cama y asistir a los oficios sin encontrarse entre los religiosos. El pabellón de Carlos V, sin ser tan suntuoso como un palacio, estaba amueblado con cierto esmero. Cuadros del Ticiano y de otros maestros, tapicerías donde el oro, la plata y la seda formaban variados dibujos, bellos relojes y otros objetos de arte de diferente clase embellecían la morada imperial.

De todo esto, sólo queda el recuerdo, pues el Monasterio de Yuste, antiguamente muy rico, ha tenido que sufrir mucho, tanto de la incuria como del fuego y de la guerra38. El único recuerdo que encontramos allí del poderoso emperador es un ataúd de madera, que según se dice contuvo su cuerpo hasta que lo trasladaron al panteón del Escorial39.

Después de un corto paseo, llegamos a Cuacos, el pueblo más próximo a Yuste y cuyo nombre ha adquirido una cierta notoriedad, tanto a causa de la estancia en él de Don Juan de Austria, siendo niño, bajo el nombre de Jerónimo como por las humillaciones que los habitantes se atrevieron a hacer con el hijo de Carlos V y con el mismo emperador. Ya se apoderaban de una de sus vacas, ya robaban las truchas reservadas a su mesa. Se cuenta incluso que un día llegaron a tirar piedras al futuro vencedor de Lepanto, que había trepado a un cerezo del pueblo.

Salimos de Yuste al clarear el día, pues para coger en Miravete la carretera de Talavera de la Reina teníamos que atravesar una comarca de las más salvajes, en donde volvimos a encontrar el recuerdo de Carlos V. Cuando se dirigía hacia Yuste, la carretera estaba en tan mal estado que tuvo que mandar exploradores para que pudieran pasar él y su comitiva. Y después de haber franqueado un paso de montañas por el que íbamos a subir nosotros, se dice que exclamó divisando la Vera de Plasencia: No pasaré ya otro en mi vida, sino el de la muerte40”.

La impresión que se tiene tras leer los testimonios de estos viajeros es que Plasencia y las comarcas que la rodean, sobre todo las que se encuentran al norte de la misma, son, tal y como señala Laborde en su Voyage pittoresque, unos parajes privilegiados que ofrecen un contraste maravilloso con lo restante de Extremadura”.

Curiosamente, ningún viajero se adentra en el Valle del Jerte, quizás por el escaso interés artístico o histórico que sus poblaciones tenían para ellos. Sin embargo, se alaba, como hemos visto, sus límpidas aguas así como la fertilidad del terreno. A ello se refiere también Laborde en su Voyage pittoresque cuando señala que “Hay también otros distritos que disfrutan de un cultivo dirigido con mas celo é inteligencia, como cerca (…) de Plasencia y su vega, en cuyas montañas se ven viñas, olivos, morera., limoneros azamboas y otros árboles frutales”.

Más adelante explica cómo los habitantes de la cañada de Béjar cultivan las tierras en bancales, tal y como se continúa haciendo hoy día en el Valle o en La Vera:

“En la cañada de Béjar se entregan los habitantes á la agricultura con actividad, á pesar de los obstáculos que les presenta el terreno de montañas, colinas y ramblas, formando lo campos otros tantos terraplenes levantados unos sobre otros; de modo que al verlos se cree uno transportado á las montañas de Valencia; ofreciendo estos parages privilegiados un contraste maravilloso con lo restante de Extremadura”.

4. ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES

Además de estas informaciones, los viajeros que recorrieron estas tierras anotan en sus diarios algunos detalles curiosos sobre la manera de vivir de los habitantes. Por ejemplo, A. Jouvin lleva para el camino vino blanco que compra en una posada de Plasencia en “una botella de cuero que llaman bota. Este recipiente, de uso tan corriente entre nosotros, era sin embargo una novedad para los viajeros de la época así como para sus lectores, tal y como se deduce de la descripción dada por A. Jouvin del mismo. Descripción que puede ser completada por esta de otro viajero francés, el capitán Chalbrand , que estuvo en España durante la Guerra de la Independencia, y que vio una bota por vez primera en una venta en la provincia de Valladolid:

“El vino estaba en una bota, odre de piel de macho cabrío. Prepararon ellos mismos su comida en la sartén de los muleros; se sentaron a la mesa, amos y sirvientes; y todos comieron con buen apetito, picando por turnos de la sartén y bebiendo de la misma bota, pero a la catalana, es decir cogiendo la bota con una mano, y elevándola de manera que caiga el líquido en la boca sin que los labios toquen el brocal. El uso de vasos es desconocido en el campo y en los albergues de este país: es muy curioso ver a un grupo de Españoles bebiendo así mientras comen, uno detrás de otro, a chorro. Son tan duchos en este ejercicio, que, incluso levantando la bota lo más alto que les permite el brazo, no dejan caer una gota sobre el rostro o sobre las ropas41”.

 También A. Jouvin deja constancia de la costumbre de dormir al raso en las tórridas noches de verano al hablar del calor que hace en las cercanías de Torrejón el Rubio, camino de Trujillo:

“Como los calores son excesivos (…) ordinariamente se duerme en lo alto de una galería o de una terraza para encontrar allí el fresco y algún poco de viento, que comienza a levantarse al ponerse el sol, pues sin eso sería imposible vivir en España, y principalmente en Portugal y en Extremadura (…)42

Para terminar citaremos una anécdota que le ocurrió a mismo Jouvin en el mismo camino

“y allí nos ocurrió una divertida historia.

Es que descansábamos en una habitación, después de haber comido, donde el huésped y algunos de sus vecinos se distraían juntos, por ser día de fiesta, cuando aquel caballero que me acompañaba sacó de su maleta el mapa del  país para examinar la situación de los alrededores y por dónde habíamos de pasar, viendo lo cual se mostraron curiosos de saber lo que aquello era y a qué fin llevábamos ese papel que nos mostraba todas las partes de España, las ciudades, los pueblos, los castillos y los ríos, con el atrevimiento de querernos encerrar en el cuarto; lo que dio deseo a ese caballero, compañero mío, de tomar sus armas y maltratar a aquellos insolentes; a lo que por remedio juzgué a propósito con algunas palabras amables, de rogarles nos hicieran hablar al señor o al cura del pueblo, con lo cual hicieron venir al cura, el cual, después de haber sabido el insulto que esos campesinos nos habían hecho, nos vino a encontrar en aquel cuarto, rogándonos les excusáramos, burlándose de su ignorancia, visto que, como nos dijo, jamás habían salido de dos leguas de su pueblo.

Habíamos visto también en España gentes de gran saber, y hasta un general de la Artillería, que jamás había visto mapas geográficos, y por eso nos tomaban por brujos, después de haberle enseñado un mapa del reino de España, cuando le decíamos la distancia de un lugar a otro, las ciudades, los ríos, la situación del país y de los pueblos que había sobre el camino, por ejemplo, de Sevilla a Zaragoza. Por eso es por lo que no aconsejaré jamás a nadie enseñar a ningún español el mapa del país cuando por él viaje, por miedo a ser tomado por espía y detenido.

Por fortuna, los tiempos han cambiado y, no sólo nos atrevemos a ver los mapas de aquellos viajeros sino que también leemos los escritos que nos legaron y que nos permiten, a través de sus miradas lejanas, conocernos un poco más.

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1 Francisco Vicente CALLE CALLE, “Desempolvando viejos caminos y viejos mapas por el Campo Arañuelo”, en Casatejada, Revista Anual de Cultura, nº 47, septiembre 2007, pp. 39-42; “Trujillo visto por algunos viajeros de lengua francesa” en Actas de los XXXVII Coloquios Históricos de Extremadura celebrados en Trujillo del 18 a l24 de septiembre de 2006, Indugrafic Artes Gráficas, Badajoz, 2007, pp. 369-390; “La ciudad de Badajoz en los textos de algunos viajeros franceses”, en Actas del VIII Congreso de Estudios Extremeños, 2007, pp. 1454-1470; “Las tierras de la diócesis de Coria-Cáceres vista por algunos viajeros franceses de los siglos XVII-XX”, en Revista de Estu- dios Extremeños, 2007, I, pp. 319-340; “Viajeros de lengua francesa por el Campo Arañuelo y La Vera durante los siglos XVII-XX”, Actas de los XII Coloquios Históricos-Culturales del Campo de Arañuelo, pp. 29-67; “Alusiones al Quijote en los textos de algunos viajeros franceses por Extrema- dura”, en Actas de los XXXVI Coloquios Históricos de Extremadura Extremadura celebrados en Trujillo del 19 al 25 de septiembre de 2005, Indugrafic Artes Gráficas, Badajoz, 2006, pp. 115-125; CALLE CALLE, Francisco Vicente y ARIAS ÁLVAREZ, María de los Ángeles, “Extremadura en los relatos de viajes de viajeros franceses (1698-1894)”, en Guadalupe, nº 779-780, año 2003, pp. 32-43. Sobre los viajeros franceses en España ver, Bartolomé et Lucile BENNASSAR, Le voyage en Espagne. Anthologie des voyageurs français et francophones au XVIe au XIXe. siècle, Paris, 1998. (En adelante lo citaremos como VE). También se puede consultar la introducción a la obra Viaje por España del Barón J.-Charles DAVILLIER, Madrid, 1949, pp. VII-XL. Sobre los viajeros europeos en Extremadura entre 1750 y 1850, se puede consultar el artículo de Pilar ROMERO DE TEJADA, “La visión de Extremadura en los viajeros europeos”, en Antropología Cultural en Extremadura, Actas de las I Jornadas de Cultura Popular celebradas en Cáceres del 18 al 21 de marzo de 1987, Mérida, 1989, pp. 779-790. Algo parecido puede verse en el artículo que la Gran Encicl pedia Extremeña consagra a los viajeros; tomo 10, voz: viajeros.

2  Nosotros seguimos la edición que aparece en GARCÍA MERCADAL J., Viajes de extranjeros por España y Portugal, tomo III, 1999, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, pp. 622-630. En adelante VEEP.

Itinerario descriptivo de las provincias de España y de sus islas y posesiones en el Mediterráneo (1816). trad. libre de Mariano de Cabrerizo y Bascuas, Valencia, 1816. Hemos respetado la grafía de la época en que se hizo la traducción. El libro original fue escrito en 1808.

4  Cf. Barón J.-Charles DAVILLIER, Viaje por España, Madrid, 1949. Además de estos dos autores, citaremos otros viajeros coetáneos para completar o matizar algunas de sus informaciones.

ANÓNIMO, en VEEP, tomo V, p. 56.

6  Cf. Itinerario…, ed. cit., pp. 386.

7   Sobre los transportes y caminos en esta época, ver las referencias generales ofrecidas en María Dolores MAESTRE, Doce viajes por Extremadura (en los libros de viajeros ingleses desde 1760 a 1843), Plasencia, 1995, Imprenta La Victoria, pp. 25-27, 551-583. Como haremos bastantes referencias a este libro, a partir de ahora lo citaremos como VI. Ver también Jesusa VEGA, “Viajar en España en la primera mitad del siglo XIX: Una aventura lejos de la civilización”, en Revista de Tradiciones Populares, LIX, 2, 2004, pp. 96-97; 111-117.

8  Cf. op. cit., p. 367.

9  p. 623. Se trata en realidad del puente del Cardenal. Sobre este camino he aquí lo que dice el inglés dice Richard Roberts, que pasó por allí en diciembre de 1860: “Nuestro siguiente lugar era Trujillo, a una distancia de sesenta millas. El camino discurría por una de las partes menos pobladas de la escasamente poblada Extremadura, a través de paisajes que difería totalmente de cualquier otro que habíamos visto. Al alcanzar la cima de los altos que encierran el valle del Jerte por el sur examinamos con detenimiento una región donde se ha dejado a la Naturaleza enteramente a su albedrío y se puede cabalgar un día entero de verano sin ver nada más quizás que un solitario grupo de casas o ninguna otra señal de la presencia permanente del hombre. Una ondulante sucesión de colinas suavemente redondeadas, recordándonos en su contorno las «ondulantes praderas del Lejano Oeste» según las describen los viajeros, se extendía delante de nosotros durante muchas leguas revestidas con una extensión de jaras que, en algunas direcciones, parecía interminable mientras que más lejos la propia mano de la Naturaleza había dispuesto las masas de alcornoques y encinas, con los que el campo más despejado estaba salpicado, al estilo de un parque inglés. Una quietud perfecta reinaba por todas partes en esta vasta soledad dándole un punto de grandeza al paisaje cuyas características generales nunca se podrían reproducir en ninguna otra situación. La acción del sol en esta extensa superficie de jaras llenaba el aire con una fragancia deliciosa como si la tierra estuviese enviando hacia el Cielo una incesante nube de incienso en honor de su Creador Todopoderoso. Algunas veces nuestro camino transcurría por una gran extensión de arena y piedras, prolongándose durante millas como una carretera por donde, durante los aguaceros de la estación lluviosa, un torrente podría haber seguido su caprichoso curso”. Citado por Jesús A. MARÍN CALVARRO, Viajeros ingleses por Extremadura (1760-1910), (Volumen II), Diputación de Badajoz, Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura, Diario Hoy, Plan de Fomento de la Lectura de Extremadura, Badajoz, 2004, (Viajes a Extremadura), pp. 119-120.

10  Quizás la barca que había en La Bazagona, ya que en el mapa que acompaña al texto aparece la venta de La Bazagona.

11  En realidad, la comarca de La Vera se encuentra al este de este de Plasencia.

12  “Los pueblos de la que propiamente se llama la Vera de Plasencia, empezando desde poniente á oriente, son los siguientes, según un práctico de la tierra me dixo: Piornal, Barrado, Garguera, Arroyomolinos, Pasarón, Gargatalaolla, Xarandilla, Gujo de Xarandilla, Xaraiz, Cuacos, Robledi- llo, Aldea nueva de la Vera, Viandar, Villanueva, y el Osar”. Cf. A. PONZ, Viajar por Extremadura. En cuanto a este libro, señalar que la Editorial Universitas publicó en 1983 en su colección Biblioteca Popular Extremeña dos tomos (3, 4) con el recorrido del insigne geógrafo por la región extremeña bajo el título Viajar por Extremadura (I y II). Cuando citemos esta obra lo haremos de la siguiente manera: primero citaremos el tomo de la edición original, así como las cartas y los párra- fos correspondientes; a continuación, vendrán el volumen (I o II) y las páginas correspondientes de la edición moderna. Por lo tanto he aquí la referencia de la cita anterior: Op. cit., Tomo Séptimo, Carta Sexta, 20. Op. cit., Vol. I, pp. 139. En la actualidad, Piornal y Barrado están englobados en la Mancomunidad de Municipios del Valle del Jerte.

13  Cf. Miguel Ángel PÉREZ PRIEGO, Viajeros y libros de viajes en la España medieval, Madrid, 2002, pp. 14-15

14  Sin embargo, fue Alfonso VIII quien fundó Plasencia en marzo de 1189. “Según testimonio del célebre arzobispo de Toledo D. Rodrigo Jiménez de Rada en su célebre «Historia contemporánea de los hechos», Plasencia fue conquistada a los moros por Alonso (sic) VIII en 1180… En el privilegio de fundación fechado en marzo de 1189, se dice que «para honor de Dios, en el lugar que antiguamente se llamaba Ambroz, se edifica una ciudad con el nombre de Plasencia, para que agrade a Dios y a los hombres “VT PLACETA DEO ET HOMINIBUS” (…)». Cf. M. LÓPEZ SÁNCHEZ-MORA, Las catedrales de Plasencia, Plasencia, 1971, p. 7, en V. I., pp. 410-411, nota 89.

15  Cf. Viaje por España, ed. cit., pp. 606..

16   “(…) entre [las] cuales es una isla bien arbolada, formada por un rio, que Xerete se llama, y gózala más que nadie Don Favian de Monroyo, que es un caballero de muchas partes, el cual tiene allí una huerta y su casa a la orilla del rio, cosa de ver, con una barca para pasar. La cual casa nuestro pelegrino vio muy despacio por medio de una señora que con benignidad correspondió con su deseo. Á la entrada halló un cenador muy bien aderezado con azulejos, y un poco más adelante una dama ó ninfa en carnes, muy hermosa, que estando de rodillas por todas partes echaba agua, y más adelante una dama hecha un réspice finem la cual tenia una serpiente, y un Cupido y una bivora, que todas tres habian instado, el fin. A nuestro pelegrino dióle gusto la metáfora, y en el escudo de las armas fijó esta copla que le hizo:

«Ninfa que habéis fenecido,

pues tenéis esa serpiente,

y bivora, y á Cupido,

dezi cuál os ha mordido más áspera y duramente.

Que segun vuestra hermosura

es grande y vuestro valor, no se atreviera ventura

á llevar tanta cordura si no fuera por Amor.»

Y disimuladamente acabó de ver el jardin, y halló un circulo ladrillado de azulejos de Talayera, y una reina que, de rodillas, por muchas partes esparcía agua; y una glorieta que tiene (es bien de arcediano) que cae sobre el rio con mucha frescura. Demás desto tiene mucha jardinería; la cual viendo llegó el señor della, y acarició á nuestro pelegrino. Este con su compañero volvióse á embarcar para volver a la ciudad, en la cual le acontecieron muchas cosas notables (…)”. Cf. Bartolomé de Viallabalba y Estaña, en citado por A. RODRÍGUEZ MOÑINO, en “Extremadura en el siglo XVI. Noticias de viajeros y geógrafos (1395-1600), Revista de Estudios Extremeños, 1-4, 1954, pp. 342-343.

17 pp. 228.

18 Al igual que el resto de las diócesis extremeñas, la diócesis de Plasencia pasó a ser sufragánea de la de Toledo a raíz del Concordato de 1851.

19 pp. 287.

20  Según A. Ponz, D. Martín Nieto, fue Baylío de la Orden de S. Juan de las Nueve Villas y Comen- dador de Yébenes; fundó la capilla en la que se encuentra el sepulcro, y murió, según dice el epitafio, el 29 de julio de 1597. cf. op. cit., Tomo Séptimo, Carta Quinta, 68. Op. cit., Vol. I, p. 114. Sobre la iglesia y el convento de los Dominicos ver AA. VV., La España Gótica (14). Extremadura, pp. 245-247.

21  Cf. pp. 378. Este acueducto, conocido popularmente como “los Arcos”, fue construido imitando el estilo romano en 1574. Cf. José Antonio SÁNCHEZ DE LA CALLE, Plasencia. La Perla del Valle del Jerte, Montijo, 1994, Editora Regional de Extremadura, (Cuadernos populares, 49), p. 23. Todas estas noticias que hemos señalado sobre Plasencia, aparecen mucho más ampliadas y detalladas en A. PONZ, Op. cit., Tomo Séptimo, Cartas Quinta y Sexta, 39-96 y 1-8. Op. cit., Vol. I, pp. 95-134.

22  Cf. Viaje por España, ed. cit., p. 606. El libro impreso en 1610 es el libro VI de los comentarios a Virgilio del Padre Luis de la Cerda, citado por A. PONZ, quien, a su vez, recoge diferentes versiones de la leyenda. Cf. Op. cit., Tomo Séptimo, Carta Sexta, 1-8. Op. cit., Vol. I, pp. 130-134.

23  Este Prelado fue el que costeó el todavía hoy llamado Puente del Cardenal, en el Camino desde Plasencia a Trujillo. Los otros dos Carvajales famosos fueron, D. Bernardino de Carvajal, sobrino del anterior y D. Gutierrez de Carvajal. Cf. A. PONZ, Op. cit., Tomo Séptimo, Carta Quinta, 92. Op. cit., Vol. I, pp. 127-128.

24   Cf. P. Jerónimo ROMÁN, citado por A. RODRÍGUEZ MOÑINO, en “Extremadura en el siglo XVI. Noticias de viajeros y geógrafos (1395-1600), Revista de Estudios Extremeños, 1-4, 1954, p. 398.

25   Curiosamente A. PONZ no pudo visitar la iglesia “por ser ya al caer la tarde”. Sin embargo, cuando se entera de que es una buena iglesia, “[se procura] desde luego noticias de ella, y las sup[o] muy puntuales de sugeto inteligente en la arquitectura”. Dichas noticias, incluida una referencia a la cantera de los cinco hermanos, “(…) de donde se llevó la piedra para hacer el puente del Cardenal que dista seis leguas”, ocupan los párrafos 29-39 del Viage de España, Tomo Séptimo, Carta Tercera. Op. cit., Vol. I., pp. 90-94. Sobre el puente del Cardenal, ver el artículo a él dedicado en la Gran Enciclopedia Extremeña, tomo 3, p. 16.

26 pp. 345.

27  De hecho, en el Diccionario de P. Madoz, el pueblo figura como Cañaveral de Alconétar, llama- do también Cañaveral de las limas. Cf. P. MADOZ, Diccionario…, tomo 5, voz: Cañaveral de Alconétar.

28  A. Ponz no da ningún crédito a esta leyenda, que para él son “errores” propios de criados y peones. Cf. Cf. Op. cit., Tomo Octavo, Carta Tercera, 20. Op. cit., Vol. II, p. 97. Sobre la leyenda de Fierabrás, Carlomagno y la princesa Floripes así como su reflejo en las tradiciones extremeñas, ver

Moisés MARCOS DE SANDE, “Del folklore garrovillano: usos y costumbres”, en Revista de Estudios Extremeños, t. I, 1945, pp. 447-460.

29   Cf. DAVILLIER, J. -Ch. Op. cit., p. 605. Los restos del puente, que datan del siglo II, fueron trasladados de su lugar original a 29 kilómetros de Cáceres, para evitar que fueran sumergidos por las aguas del pantano de Alcántara. En V. I. aparece una fotografía (ilustración nº 8) que muestra la barca de Alconétar y los restos del puente en su ubicación original. Ver Gran Enciclopedia Extremeña, tomo 1, voz: Alconétar, Puente de. En este artículo se señala que en un grabado de Alexandre Laborde del siglo XVIII (sic) aparece el puente con un arco más de los que se han conservado hasta nuestro momento. Según Pascual Madoz, los lugareños llamaban al arco central “Bigotes” y a otro “Andaniña”. Cf. Pascual MADOZ, Diccionario..., tomo I, voz: Alconétar, puente de. El puente de Mantible aparece citado en la primera parte del Quijote, capítulo XLVIII. Sobre la leyenda de Fierabrás, Carlomagno y la princesa Floripes así como su reflejo en las tradiciones extremeñas, ver Moisés MARCOS DE SANDE, “Del folklore garrovillano: usos y costumbres”, en Revista de Estudios Extremeños, t. I, 1945, pp. 447-460.

30   También A. PONZ se queja del estado de este camino: “El camino hasta Villar es en la mayor parte cosa rematada; lo peor es la primer legua: y no sé cómo la ciudad de Plasencia no lo tiene compuesto, ó siquiera no lo ha conservado, pues se conoce, que en tiempo pasado estuvo bueno”. Cf. Op. cit., Tomo Octavo, Carta Primera, 2. Op. cit., vol. II, p. 1.

31  Se llama así “por estar entre él, y el valle de Plasencia (del Jerte) una lata sierra que los divide”,

A. PONZ, Op. cit., Tomo Octavo, Carta Primera, 2. Op. cit., vol. II, p. 2.

32  A. PONZ cita algunas. Cf. Op. cit., Tomo Octavo, Carta Primera, 4. Op. cit., vol. II, p. 3.

33   A. PONZ ofrece una detallada descripción de los jardines, Cf. Op. cit., Tomo Octavo, Carta Primera, 27-42. Op. cit., vol. II,. pp. 18-28. También Bartolomé de Villalba y Estaña es prolijo en su descripción del palacio del Duque de Alba. Cf. A. RODRÍGUEZ MOÑINO, en “Extremadura en el siglo XVI. Noticias de viajeros y geógrafos (1395-1600), Revista de Estudios Extremeños, 1-4, 1954, p. 350.

34  Curiosamente, A. LABORDE no menciona el monumento más famoso de Cáparra, su “famoso arco de trofeo”, como lo define A. PONZ, quien sí dedica unas páginas a la antigua ciudad romana. Cf. Op. cit., Tomo Octavo, Carta Primera, 48-56. Op. cit., vol. II, pp. 31-36.

35  Construido en 1546 por orden del Conde de Osorio Don García Fernández Manrique, según reza en una inscripción que se halla en mitad del puente.

36  El inicio del recorrido lo hemos reproducido un poco más arriba.

37  Una breve historia del monasterio puede leerse en la Gran Enciclopedia Extremeña, tomo 10, pp. 217-220, así como en VI, pp. 151-154; 214-215; 416-425.

38  Parte del monasterio fue destruido por las tropas francesas a mediados del mes de agosto de 1809. Cf. Pedro Antonio de ALARCÓN, Una visita al monasterio de Yuste, en El monasterio de Yuste y la retirada de Carlos V, Jaraíz de la Vera, 1983, Monjes Jerónimos, Imprenta La Verata, pp. 29-30.  39 En febrero de 1574. Cf. Ibid., pp. 42-44.

40  Esta última referencia no es exacta porque para ir desde Yuste a Miravete no hay que pasar por el Puerto de las Yeguas (1500 m. de altitud), que separa el Valle del Jerte de la Vera, y que fue el puerto en el que el emperador pronunció las conocidas palabras mencionadas por J. –Ch. Davillier: “Partió su Majestad de Valladolid por fin de octubre de cinquenta y seys, y pasó un puerto muy áspero que llaman en aquella tierra el Puerto nuevo, que aunque los de Plasencia hizieron quanto pudieron para facilitarle, fue menester en muchos passos difíciles llevarle a manos en una silla. Encareciendo algunos la aspereza del camino, y de tan mal puerto, dixo su Majestad: No passare ya otro en mi vida sino el de la muerte, y no es mucho que tierra tan buena y sana como la de Yuste, cueste cara de alcanzar”. Cf. Fr. José de SIGÜENZA, Historia de la Orden de San Jerónimo. Parte III. Lib. I. Cap. XXXVI. Citado por Luis CORTÉS VÁZQUEZ, Viaje literario al norte cacereño, Salamanca, 1984, Gráficas Cervantes, pp. 50-52.

41   Cf. Capitán CHALBRAND, Les Français en Espagne. Souvenir des guerres de la Péninsule, (1808-1814), Tours, 1856, Ad. Mame et cie, Imprimeurs-Libraires, p. 6.

42  Cf. pp. 622.

Oct 012008
 

Francisco Vicente Calle Calle.

Esta ponencia es, principalmente, la traducción de las páginas dedicas a la figura de Manuel Godoy en la obra titulada Les Français en Espagne. Souvenirs des Guerres de laPéninsule (1808-1814), publicada en Tours en 1856, por el editor Just Jean Étienne Roy, (1794-1871). En dicha obra se transcriben, como señala el propio editor en el prólogo, “losrecuerdos de las Guerras de la Penín- sula” de un coronel del ejército francés apellidado Chalbrand, recogidos por diferentes amigos y familiares y completados con diversosdocumentos históri- cos como proclamas, órdenes del día, actas oficiales, etc.1.

Poco sabemos de la biografía de dicho coronel, excepción hecha de las fe- chas de su nacimiento y muerte (1773-1854) y de lo que nos cuenta (o nos

1  El citado libro es uno de los varios volúmenes que J. J. E. Roy publicó con los recuerdos de las distintas guerras en las que participó el coronel Chalbrand durante la Revolución y el Imperio. Otros títulos de lacolección son: Les Français en Italie, Les Français en Egypte, Les Français en Allema- gne o Les Français en Russie. Queremos señalar que en el año 2003 publicamos junto con María de los Ángeles AriasÁlvarez, un artículo titulado “Aventuras y desventuras de un capitán francés por tierras extremeñas durante la Guerra de la Independencia”, Revista de Estudios Extremeños, año 2003, tomo LIX, nº III,septiembre-diciembre, pp.1037-1057. Dicho artículo era fundamentalmente la traducción de las páginas en las que se describe el paso del militar francés, entonces capitán, como prisionero de guerra por tierras de la provincia de Badajoz y de la Raya durante los años 1808 y 1809. En este artículo, señalábamos que el nombre del capitán era J. J. E. Roy. Evidentemente, este dato es erróneo ya que, como hemos señalado,J. J. E. Roy es el nombre del editor, mientras que el apellido del verdadero protagonista es Chalbrand. Nuestra confusión derivó del hecho de que en la edición que utilizamos no figura en ninguna parte el nombre delentonces capitán Chalbrand, y sí el de J. J. E. Roy que aparece en la portada interior precedido de la preposición “par”, tal y como vemos en esta trascripción: “Les Français en Espagne. Souvenirs des Guerresde la Péninsule (1808-1814) par J. J. E. Roy, Tours, Ad Mame et Cie, Imprimeurs-Libraires, MDCCCLVI. Apro- vechamos este foro y esta nota para rectificar dicho error.

 

 

 

cuentan) en sus “recuerdos” sobre sus aventuras en las principales guerras de la Revolución y del Imperio.

De los recuerdos de su paso por España vamos a reproducir la traducción de las páginas que en ellos consagra a la figura de Manuel Godoy, “personaje famoso, quetiene una gran importancia en la historia de la revolución de Es- paña, (y que) es necesario que el lector lo conozca un poco más ampliamente”.

Esta misma opinión es la que nos ha llevado a traducir las citadas páginas esperando que su versión al español sirva para profundizar en el estudio y el conocimiento de laGuerra de la Independencia y de los personajes de nuestra región que en ella participaron de una u otra manera.

He aquí dicha traducción: (pp. 16-38, capítulos II y III)

“(La paz de Basilea, firmada el 22 de julio de 1795), honorable para Espa- ña, había sido posible gracias a un joven ministro que había alcanzado rápida- mente el favor real:era Emmanuel Godoy, que recibió en esa ocasión el título de Príncipe de la Paz2. Ya que acabo de pronunciar el nombre de este personaje famoso, que tiene una gran importanciaen la historia de la revolución de Espa- ña, es necesario que el lector lo conozca un poco más ampliamente.

Manuel Godoy, nacido en Badajoz en Extremadura, pertenecía a una fami- lia noble de esta provincia3. Había entrado en la Guardia de Corps del rey de España en 1784.Remarcado por el rey y por la reina, obtuvo (p. 16) fácilmente los favores de su soberano, y su ascenso fue rápido. En 1791, fue nombrado ayudante general y Gran Cruz de laOrden de Carlos III. En 1792, Carlos IV le nombró duque de Alcudia4, teniente general y ministro de asuntos exteriores, sustituyendo al anciano conde de Aranda, el veterano dela diplomacia españo- la, a quien la edad no había alterado la justeza de espíritu, pero había debilitado la energía del carácter. Este ascenso súbito del joven favorito provocó, comoes de suponer, el descontento de los grandes y de toda la corte. ¿Qué motivos, se decía entonces, tiene el rey, que necesitaba la sabiduría de sus más viejos conse- jeros, paraponer el cuidado de los asuntos extranjeros en manos de un joven sin experiencia y sin antecedentes políticos? La malicia, el odio, los celos no deja- ron de encontrar o de inventarsegún la necesidad razones más o menos reales, más o menos vergonzosas para explicar el extraño favor de Godoy5. El rey no tuvo en cuenta los rumores, y cada día colmaba asu protegido de más riquezas,

 

2  La concesión del título de Príncipe de la Paz tuvo lugar el 4 de septiembre de 1795.

3  Nació en la capital pacense el 12 de mayo de 1767.

4  Sobre la relación de cargos, títulos y honores de Manuel Godoy, ver A. A.V. V., La imagen de Manuel Godoy, Badajoz, 2001, “Cronología”, pp. 15-33.

5  Sobre las razones del monarca para dar cada vez mayor poder a Godoy, ver Emilio LA PARRA LÓPEZ, “La aventura personal de Manuel Godoy. Consideraciones sobre un encumbramiento personal”,en A.A. V. V., Manuel Godoy y su tiempo, (vol. 2), Badajoz, 2003, ERE, (Colección

Estudio, 23), pp. 447-ss.

 

 

 

poderes y honores. Hemos visto que tras el tratado de Basilea, Godoy había sido sombrado Príncipe de la Paz. Al año siguiente, tras la firma del tratado de San Ildefonso6, que encierto modo renovaba el pacto de familia con Francia (¡el pacto de familia entre la rama más joven de los Borbones y la Revolución que acababa de exterminar a la rama másantigua, entre el rey católico y el Directo- rio, enemigo de los curas!), Carlos IV quiso que su ministro fuera aliado de la familia real, y le hizo casarse con la condesa deChinchón, doña María-Teresa de Vallabriga Borbón, hija del infante don Luis, y descendiente de Felipe V. En 1798, como el Príncipe de la Paz había levantado algunas sospechasen el go- bierno francés, el Directorio solicitó y obtuvo del rey de España su cese del ministerio. Pero a pesar de (p. 17) haber perdido el título de ministro, Godoy no habíaperdido su poder; al contrario, su crédito no había hecho más que aumen- tar. Carlos IV lo nombró generalísimo del ejército de tierra y de la armada7; convertido en el alter egodel rey, aunque ya no estuviera al mando del ministe- rio, era él quien nombraba y cesaba ministros, y quien gobernaba en realidad el reino.

El Directorio no tuvo tiempo de quejarse del cambio que no respondía a sus intereses ya que el poder se le escapó para pasar a manos del vencedor de Arco- le y de las Pirámides. Carlos IV aplaudió con entusiasmo el 18 de brumario, y la ascensión de un hombre que sabía comprimir con firmeza las facciones y des- truir el espíritu revolucionario.

La existencia de un poder más concentrado y más enérgico en Francia afianzó los lazos de la alianza franco-española. Durante todo el mandato del Consulado y losprimeros años del Imperio, España puso al servicio de Francia sus soldados, sus tesoros, su armada. Esta armada sucumbió en Trafalgar (el 21 de octubre de 1805) junto a la armadafrancesa y España compartió así nuestros desastres en el mar sin compartir nuestros triunfos en el continente. En efecto, el emperador Napoleón, el mismo día en que se enteródel desastre de Trafalgar, acababa de derrotar en Ulm a un ejército austriaco; algunos días más tarde de- rrotaba en Austerlitz a los emperadores de Austria y de Rusia, y nuevostriunfos le esperaban todavía en Italia.

El rey de Nápoles, contrariamente al tratado firmado con Napoleón el 21 de septiembre de 1805, cuando supo la declaración de guerra a Austria, recibió en sus estados unejército ruso e inglés, e intentó invadir Toscana y atacar la reta-

 

 

6  El Tratado de San Ildefonso, firmado el 1 de octubre de 1800, tenía carácter secreto, y en él se pusieron las bases del denominado acuerdo de Madrid (21 de marzo de 1801). En este Tratado, Napoleónfavorecería la creación del reino de Etruria como ampliación del ducado de Parma, que quedaría vinculado a la corona española (la hija de Carlos IV estaba casada con el duque de Parma). A cambio, España se obligaba a contribuir a la formación de cuatro escuadras franco-españolas y se declaraba la guerra a Portugal por su claro apoyo naval a los ingleses.

7  El día 4 de octubre de 1801.

 

 

 

guardia del ejército francés mandado por Masséna. El emperador había tenido conocimiento de esta agresión algunos días antes de la batalla de Austerlitz. Guardó silencio;pero cuando (p.18) hubo vencido a Austria y a Rusia, el mis- mo día en que los plenipotenciarios firmaban el tratado de Presbourg, publicó una proclama en la que reprochaba alrey de Nápoles su falta de fe, y que aca- baba así: “¡La dinastía de Nápoles ha cesado de reinar! Su existencia es incom- patible con la tranquilidad de Europa y el honor de micorona”. Bastaron algu- nas semanas a los ejércitos franceses para cumplir esta amenaza; Fernando (Fernando I, de Borbón-Dos Sicilias), expulsado de su capital, tuvo quehuir a Sicilia, y José Bonaparte, hermano del emperador, fue nombrado rey de Nápo- les y reconocido como tal por todas las potencias de Europa en paz con Francia.

Sólo España dudó en reconocer al nuevo rey. Lo que había ocurrido en Ita- lia había hecho reflexionar a Carlos IV, pues era la misma familia la que reina- ba en Nápoles y enMadrid. Incluso se dice que Napoleón, enterado de la nega- tiva del rey de España a reconocer a José, respondió: “Bien, si se niega a reco- nocer a mi hermano como rey deNápoles, su sucesor lo hará”.

Carlos IV, herido en sus afectos familiares, amenazado con correr la misma suerte que su hermano el rey de Nápoles, prestó oídos más fácilmente a las potencias quetrataban de arrastrarlo a una coalición contra Francia. Negociaba con Strogonoff, que había sido enviado por Rusia, y encargaba a Agustín Ar- güelles que fuera a Londrespara entablar negociaciones con Inglaterra. Final- mente, sin esperar el resultado de estas gestiones, antes de que nada estuviera preparado para la guerra, en uno de esosarranques de imprudencia que han supuesto en ocasiones la ruina de un Estado, el Príncipe de la Paz publicó un manifiesto en el que llamaba a los españoles a las armaspara combatir a un enemigo que no nombraba, pero que señalaba claramente8. (p. 19)

Fue al comienzo de la campaña de Prusia cuando el emperador conoció la proclama del Príncipe de la Paz. Si el gabinete español había pensado que in- numerables revesesesperaban al ejército francés en este nuevo campo de bata- lla, pronto se vio desengañado. Sólo habían pasado unos días desde la publica- ción de este documento, cuando lanoticia de la batalla de Jena y de la conquista de Prusia llegó a Madrid. El, rey, la reina, el favorito, los ministros, todos que- daron consternados. Godoy no pensaba más que enla manera de apaciguar a Napoleón, al que suponía muy irritado contra él, ya que él había sido el único firmante de la proclama y que hablaba en su propio nombre. Envió aBerlín a don Eugenio Izquierdo, su agente particular y confidencial, para tratar de calmar al emperador. Sembró oro y presentes entre los agentes de la diplomacia france-

 

 

 

8  Ver al respecto, Emilio LA PARRA LÓPEZ, Manuel Godoy. La aventura del poder, Barcelona, Tusquets Editores, Tiempo de Memoria, pp. 329-330.

 

 

 

sa. Se rebajó delante del héroe de Austerlitz y de Jena, le suplicó, le pidió cle- mencia.

Napoleón, no viendo todavía decidida la lucha que sostenía en el norte, mientras no hubiera firmado la paz con Rusia, no creyó que fuera posible para Francia combatir almismo tiempo en los Pirineos y en el Vístula, en Cádiz y en Moscú. Aceptó las explicaciones del Príncipe de la Paz, y dejó su venganza hasta el día en que ésta fueracompatible con su política. Pero a pesar de todo quiso despojar a España de una parte de sus fuerzas, y lanzarla aún más en su sistema continental, que acababa de completarcon su famoso tratado de Berlín9. En consecuencia, exigió, en virtud del tratado de San Idelfonso, que España le suministrara tropas auxiliares. Feliz de poder escapar a tan bajoprecio a una ira que había temido tanto, el Príncipe de la Paz se apresuró a poner a disposición de Napoleón un cuerpo de quince a dieciséis mil (p. 20) hombres, la élite de los soldados españoles, mandados por La Romana10, general reconocido. Estas tropas fueron enviadas a orillas del Báltico. Al mismo tiempo, José Bonaparte fue reconocido rey delas Dos Sicilias. El decreto de Berlín, que obligaba al bloqueo permanente de Inglaterra, y condenaba a las llamas a los productos de la industria inglesa, fue proclamado yejecutado en España. Tantas concesiones parecieron satisfacer al emperador francés, quien se dignó en señalarlo al rey Carlos IV y a su favorito.

Uno se pregunta cómo el rey de España pudo estar tan ciego ante este hom- bre, cuya inconcebible ligereza, después de haber comprometido a la monar- quía, noencontró, para reparar su falta, más que concesiones humillantes al hombre que le había ofendido. Loco de contento, Carlos IV, no sabiendo muy bien cómo recompensar alhombre que veía como el salvador de su monarquía, le dio el título de Alteza Serenísima, y, mediante una real cédula, le nombró protector del comercio. El favorito fanfarrón,quiso hacer, en los primeros días de 1807, en calidad de Alteza Serenísima, una especie de entrada triunfal en Madrid, en medio de una enorme cantidad de personas atraídas porla novedad del espectáculo, y a las que él hubiera con gusto llamado su pueblo.

 

 

 

9  Mediante este tratado, firmado el 21 de noviembre de 1806, se decretaba el bloqueo continental, la prohibición de todo comercio y correspondencia con las Islas Británicas.

10   Pedro Caro y Sureda. Nacido el 30-X-1761 en Palma de Mallorca, fallecido el 23-I-1811. III Marqués de la Romana, y Teniente General. En 1793, pidió su pase al ejército de tierra para

combatir a los franceses, campaña en la que ascendería hasta teniente general, destacando como brigadier al frente de una agrupación de Cazadores. En 1800, fue nombrado capitán general de Cataluña.En 1807, fue puesto al mando del ejército expedicionario que guarnecería las costas

bálticas en apoyo de los franceses que luchaban contra Inglaterra. Enterado en Dinamarca del estallido de la Guerra de la Independencia, logró llegar a España con 9000 de sus hombres tras multitudde vicisitudes. Más tarde, recibió el mando de uno de los ejércitos, el de la Izquierda, que

luchaban contra los invasores franceses. Murió en Cartaxo (Portugal) el 23 de enero de 1811.

 

 

 

Este fue el apogeo, la plenitud del poder de Godoy. Los títulos y los hono- res habituales en la monarquía no bastaban a la inagotable bondad de sus amos, y le habíancreado el título de Príncipe de la Paz. Era la primera vez, desde el origen de la monarquía española, que ese título de príncipe era llevado por un súbdito de origen español. Unaporción de los poderes públicos le había sido concedida como si fueran un don; armas en su coche, prerrogativas en palacio que sólo se daban a los miembros de la familiareal, honores militares exclusi- vos, (p. 21) y finalmente un cuerpo militar destacado especialmente para prote- ger su persona11, lo habían elevado a un rango al que nadie podíaaspirar. La dignidad de gran almirante, suprimida desde hace mucho tiempo, había sido restablecida en su favor. Era generalísimo del ejército, y además jefe particular de todoslos ejércitos, director de todos los servicios. También se le había nom- brado protector del comercio y de las colonias. Así el monarca había depositado en sus manos la plenituddel poder real, en un país en el que el rey era absoluto. En la cima de su poder, Godoy no olvidó a sus parientes. Sus tíos fueron minis- tros; su hermano, nombrado duque deAlmodóvar del Campo, fue nombrado comandante del regimiento de guardias españoles; sus hermanas se casaron con grandes de España. Nunca en España, donde, según laexpresión de un célebre escritor, la raza de los favoritos es indigna12, se vieron tantos honores y poder acumulado sobre uno de ellos, pero nunca tampoco se había acumuladocontra él más odio en todos los rangos de la sociedad. Pues desde los más grandes del reino, con el propio heredero al trono a la cabeza, hasta el simple artesano de

los pueblos, hasta el último agricultor de los campos, Godoy era detestado; los unos trabajaban para derribarlo, los otros esperaban con impaciencia el día en que pudierancelebrar su caída.

El Príncipe de la Paz no se hacía ilusiones sobre su posición; la política le aconsejaba prepararse un refugio que la edad avanzada y las enfermedades del rey harían prontonecesario. Este refugio, ¿no podía encontrarlo bajo la protec- ción del hombre que era ahora el árbitro de Europa, y que distribuía a su antojo los principados y los reinos? ¿Por quéGodoy, que presidía los destinos de Es- paña y que rendía inmensos servicios a Francia, no podía obtener un principado (p. 22), como Talleyrand había obtenido el deBenevento, como Fouché había recibido el ducado de Otranto13? Vamos a ver que por un momento pudo creer en la realización de ese sueño.

 

 

11  Se trata de los Cazadores de la Guardia de Honor del Excelentísimo Príncipe de la Paz, Generalí- simo de los Ejércitos.

12  El general Foy, Histoire de la guerre de la Péninsule, t. II.

13  Charles Maurice de Talleyrand-Périgord; (París, 1754-1838) Eclesiástico, político y diplomá- tico francés. Aunque vivió siempre como un sibarita, libertino y carente de escrúpulos, ascendió en

la jerarquía impulsado por su origen nobiliario: en 1789 fue nombrado obispo de Autun. En los Estados Generales que convocó Luis XVI en 1789 representó al estado eclesiástico. Fue elegido

presidente de la Asamblea Constituyente, apoyó la nacionalización de los bienes de la Iglesia y su

 

 

 

Se había firmado en Tilsitt la paz entre Francia y Rusia, entre Francia y Prusia. Alejandro y Federico-Guillermo se habían sumado al sistema continen- tal, y de esta manera,todas las costas del continente europeo se hallaban cerra- das al comercio inglés. Sólo Portugal era accesible a la influencia directa de Gran Bretaña; allí era donde Napoleóndebía tratar de alcanzar a su rival. Sus proyectos sobre ese reino habían sido debatidos en las conferencias de Tilsitt; Alejandro no estaba en contra de lo que Napoleónpudiera hacer al sur de su imperio, siempre y cuando éste no le molestara en sus aspiraciones sobre Fin- landia.

Tan pronto como llegó a París, el emperador juntó en Bayona un primer cuerpo de ejército de veinticinco mil hombres, con el nombre de cuerpo de

 

sometimiento al nuevo Estado surgido de la Revolución. El papa Pío VI le excomulgó por aquella actitud (1791), momento en que Talleyrand abandonó el obispado. Desde entonces se dedicó a la diplomacia,en la que demostró una gran habilidad y capacidad de supervivencia bajo diferentes regímenes políticos. Abandonó Francia cuando la Revolución tomó un rumbo radical bajo la dicta- dura de Robespierre(1792-94); Talleyrand regresó a Francia y sirvió como ministro de Asuntos Exteriores bajo el régimen del Directorio (1797-99). El acceso al poder de Napoleón no le apartó del cargo, en el cualpermanecería como uno de los grandes dignatarios del Consulado y del Impe- rio. En 1806 recibió el título de “príncipe de Benevento”. Cuando los ejércitos aliados derrotaron a Napoleón en 1814,Talleyrand contribuyó a restaurar a los Borbones en el Trono de Francia. Siguió siendo miembro de la Cámara de los Pares y participó en la oposición liberal contra el absolutismo de Carlos X. Apoyó laRevolución de 1830 que llevó al Trono a Luis Felipe de Orléans; y colaboró con el nuevo régimen constitucional. Se retiró de la política en 1834.

Joseph Fouché, duque de Otranto; (La Martinière, Bretaña, 1759 – Trieste, 1820). Era religioso de la orden de los oratorianos. Al estallar la Revolución en 1789, la apoyó con ardor, integrándose en

el Club de los Jacobinos. Su participación política activa comenzó cuando la Revolución evolucionó hacia posiciones más radicales en 1792: fue diputado de la Convención (del partido radical de laMontaña), miembro del Comité de Instrucción Pública y votó por la ejecución de Luis XVI. Duran-

te la dictadura del Comité de Salvación Pública fue uno de los representantes enviados a provincias para implantar el Terror. Sintiéndose en peligro, Fouché participó en el golpe de Estado de thermi- dor quepuso fin a la dictadura de Robespierre y su Comité (1794). Una vez liquidado el régimen de

la Convención e implantado el Directorio, los nuevos dirigentes también desconfiaron de este político hábil y calculador, al que encarcelaron en 1795 como partícipe de la política robespierrista (1795).En 1799 fue nombrado ministro de la Policía y tejió por toda Francia una eficaz red de

agentes, que puso al servicio del golpe de Estado que llevó al poder a Napoleón Bonaparte; éste formó inmediatamente un gobierno provisional con Fouché al frente de la policía, ministerio que ocupó en1799-1802 y 1804-09. Dicho puesto significaba que Fouché controlaba el poder de hecho en Francia durante las largas ausencias del emperador, ocupado en misiones bélicas y diplomáticas.

Su caída en desgracia tuvo que ver con la desconfianza del emperador ante las continuas intrigas entre Fouché y Talleyrand. En 1809 fue apartado de París, encargándole el gobierno de las Provin- cias Ilíricas(actual Croacia), anexionadas por Francia. Desde 1810 conspiró para el retorno de los

Borbones, aunque aceptó volver a ser ministro del Interior cuando Napoleón regresó de su destierro en Elba y recuperó el poder (Imperio de los Cien Días, 1815). Demostró gran capacidad de supervi- vencia política al encabezar el gobierno provisional que se formó tras la derrota definitiva de Napo-

león en la batalla de Waterloo; negoció el traspaso de poderes con los aliados y contribuyó al retor- no del rey Luis XVIII. En 1816 se exilió huyendo de la Ley de Luis XVIII contra los regicidas, estableciéndose en el Imperio Austriaco (en la ciudad de Trieste, antigua capital de su gobernación

ilírica).

 

 

 

observación de la Gironde. Al mismo tiempo, se negociaba para regular me- diante un tratado de qué manera contribuiría España a la guerra y cómo se re- partirían lasconquistas. Este tratado se firmó, no entre el embajador oficial de España, el príncipe Masserano, y el ministro de asuntos exteriores de Francia, como sería lo ordinario, sinoentre el general Duroc, gran mariscal del palacio del emperador, y don Eugenio Izquierdo, agente del Príncipe de la Paz, a escon- didas del embajador y del ministro.

La negociación se llevó a cabo en la sombra. Duroc sólo informaba al em- perador; Izquierdo al Príncipe de la Paz, y sólo a él. Los dos negociadores con- cluyeron, el 27 deoctubre de 1807, en Fontainebleau, un tratado que borraba a Portugal de la lista de (p. 23) las potencias. De las seis provincias que componí- an ese reino, la más septentrional,llamada Duero y Minho, se le daba en pro- piedad y soberanía, incluida la ciudad de Oporto, al rey de Etruria, infante de España, convertida en reino con el título de Lusitaniaseptentrional. Las provin- cias de los Algarves y el Alentejo se convertirían en un principado cuya sobera- nía, con derecho de transmisión a sus descendientes, se darían alPríncipe de la Paz con el título de príncipe de los Algarves. El resto de Portugal sería secues- trado para ser restituido, cuando se firmara un paz general, a la casa de Bragan- za, acambio de Gibraltar, la isla de Trinidad y otras propiedades marítimas conquistadas por los ingleses a los españoles. El emperador de los franceses debía tomar posesión rápidamente del reino de Etruria, y el rey de España toma- ría el título de emperador de las dos Américas.

Este tratado de reparto de Portugal se firmó en Fontainebleau el 27 de oc- tubre de 1807; pero ya desde el día 18 el cuerpo de observación de la Gironde había atravesado elBidasoa a las órdenes de Junot. En todas partes por las que pasaban, el ejército francés era saludado con júbilo por los habitantes de todas las clases sociales. El nombre y la gloria de Napoleón habían adquirido en aque- lla época una popularidad extraordinaria en España. Los españoles son religio- sos y caballerescos en grado sumo: tanto horror leshabían inspirado la irreligio- sidad y las escenas sangrientas de 1793, tanta veneración tenían hacia aquél que había destruido la hidra revolucionaria, que había elevado de nuevolos altares del verdadero Dios, y recibido la unción de manos del soberano pontífice. Además las brillantes victorias de los ejércitos franceses y de su ilustre jefeexcitaban el más vivo entusiasmo, y de todas partes acudía la gente hacía las (p.

24) carreteras atravesadas por nuestros soldados para saludarles con gritos de bienvenida y desearles nuevos triunfos.

Pero mientras que los franceses entraban tan apaciblemente en España, y cuando Junot apenas había pasado de Vitoria, un acontecimiento de la mayor gravedad vino aocupar la atención del público, y a provocar una serie de acon- tecimientos imposibles de prever. El 30 de octubre, el enemigo más implacable de Godoy, el príncipe de Asturias,es arrestado fulminantemente como jefe de

 

 

 

un complot que pretendía destronar a su padre. El mismo día, el rey Carlos IV presenta a sus consejeros un comunicado en el que se encuentran los siguientes pasajes: “…La vidamía, que tantas veces ha estado en riesgo, era ya una carga para mi sucesor, que, preocupado, obcecado y enajenado de todos los princi- pios de cristiandad que le enseñómi paternal cuidado y amor, había admitido un plan para destronarme. Entonces yo quise indagar por mí la verdad del hecho, y sorprendiéndole en su mismo cuarto,hallé en su poder la cifra de inteligencia e instrucciones que recibía de los malvados. Convoqué a examen a mi gobernador interino del Consejo, para que asociado conotros ministros practicasen las diligencias de indagación. Todo se hizo, y de ella resultan va- rios reos, cuya prisión he decretado así como el arresto de mi hijo en su habi-tación…14

El mismo día, Carlos IV escribía al emperador Napoleón una carta en los siguientes términos: “Señor hermano mío, en el momento me ocupaba en los medios de cooperar ala destrucción de nuestro enemigo común, cuando creía que todas las tramas de la exreina de Nápoles se habían roto con la muerte de (p. 25) su hija15, veo con horror quehasta en mi palacio ha penetrado el espíri- tu de la más negra intriga. ¡Ah! Mi corazón se despedaza al tener que referir tan monstruoso atentado. Mi hijo primogénito, elheredero presuntivo de mi trono había formado el horrible designio de destronarme, y había llegado al extremo de atentar contra los días de su madre. Crimen tanatroz debe ser castigado con el rigor de las leyes. La que le llamaba a sucederme debe ser revocada; uno de sus hermanos será más digno de reemplazarle en mi corazón yen el trono. Ahora procuro indagar sus cómplices para buscar el hilo de tan increíble maldad, y no quiero perder un sólo momento en instruir a V. M. I. y R16. suplicandoleme ayude con sus luces y sus consejos. Sobre lo que ruego, etc.”

He aquí lo que había precedido y dado de sí este suceso extraordinario, que traía el recuerdo de Felipe II y del infortunado don Carlos17.

Fernando, príncipe de Asturias, de apenas veintitrés años, era desde hacía dieciséis meses viudo de una hija de la reina de Nápoles (María Antonia de la Dos Sicilias†1806). El rey su padre, por instigación de Godoy, quiso que se desposara en segundas nupcias con doña María Luisa de Borbón, hermana me- nor de la mujer del príncipe de laPaz. Este matrimonio, en cierta manera, no

 

14  Este decreto de 30 de octubre, parece ser que fue redactado siguiendo las instrucciones de Godoy, quien, pese a no encontrarse en El Escorial, se hizo cargo del asunto rápidamente. Cf. Emilio LA PARRALÓPEZ, op. cit., p. 368.

15  El príncipe de Asturias había desposado en primeras nupcias María-Antonieta de Nápoles, hija de la reina Carolina, enemiga implacable de Napoleón y de los franceses.

16  Su Majestad Imperial y Real.

17  Felipe II mandó el 18 de enero de 1568 encerrar a su hijo Don Carlos en sus aposentos porque a causa de su demencia, se había convertido en un ser peligroso.

 

 

 

hería las conveniencias, pues la esposa designada era nieta de Felipe V; pero el joven príncipe se enfadó contra un acuerdo cuyo efecto sería el de acercarle al hombre que el veíacomo un enemigo mortal y como el azote de la monarquía. (p. 26)

Sus consejeros aprobaron su justa repugnancia. Le sugirieron, para librarle de la obsesión del rey y de su favorito, la feliz idea de pedir al emperador de los franceses unaesposa de su casa y de su elección, haciéndole entender que ese monarca se sentiría halagado con una marca de condescendencia que aseguraría la duración de supreponderancia en España, al mismo tiempo que una princesa de sangre imperial serviría a Fernando de égida contra a perdición de sus padres y contra los ataques de Godoy.

François de Beauharnais era entonces el embajador de Francia en Madrid. Si no fue el autor del proyecto, al menos ayudó en él con una pasión que no dejaba de serinteresada; pues en las conferencias que hubo sobre el príncipe de Asturias, le aconsejó pedir al emperador la mano de Mlle. Tascher de la Page- rie, sobrina de la emperatrizJosefina.

El príncipe de la Paz, informado de todas estas intrigas por sus espías, no se alarmaba en absoluto; mantenía una correspondencia particular con el gran mariscal Duroc,y recibía informes de su negociador Izquierdo. El tratado de Fontainebleau, que empezaba a ejecutarse, contribuyó bastante a afirmarle fren- te a sus enemigos; pero Fernandopodía frenar su ejecución: El medio más rápi- do de acabar con esta dificultad era buscar la pérdida del príncipe. El favorito creyó por fin haber encontrado la ocasión.

Los amigos de Fernando, apremiados por cumplir su deseo, y apoyándose en el consentimiento que el embajador de Francia parecía dar, hicieron escribir al príncipe deAsturias, el 11 de octubre, una carta a Napoleón en la que pedía a

S. M. I. el honor de aliarse a su augusta familia. Godoy no tardó en enterarse de la existencia de dicha carta por sus espías. (p. 27).

Este paso tan simple, en el que Fernando no había cometido otro error que el de haberse ocultado a sus padres, no haberles pedido su consejo y su consen- timiento, fuetransformado por el pérfido favorito en un crimen capital. Enga- ñado por estas mentiras, el crédulo Carlos IV fue persuadido de que se había tratado nada menos que dearrancarle la corona, e incluso de atentar contra sus días y contra los de la reina. Habiéndose puesto al frente de sus guardias, arrestó él mismo a su hijo y a varios de susconfidentes, entre otros al canónigo Escoi- quiz, su antiguo preceptor, y al duque del Infantado; después escribió a Napo- león la carta que hemos trascrito, y publicó undecreto en el que convocaba al consejo de Castilla para juzgar a su hijo y a sus cómplices.

No podemos decir cuál hubiera sido el final del proceso de El Escorial en otras circunstancias. La reina odiaba mortalmente a su hijo; Carlos IV no pen-

 

 

 

saba y no veía más que por los ojos y la voluntad de su favorito. Pero el nombre de Napoleón se había visto mezclado en esta intriga; el extremo peligro que se hubiera corridohiriendo la susceptibilidad del emperador fue la salvación de Fernando. El príncipe de la Paz, asustado por la implicación que el embajador de Francia había tomado en elasunto, se apresuró a atajar el proceso. Se hizo firmar al príncipe de Asturias unas actas de arrepentimiento que habían sido redactadas por Godoy. Se confesó culpable, denunció a sus cómplices, y prome- tió una amistad inalterable al príncipe de la Paz. Esta reconciliación se parecía bastante a la de aquellos personajes puestos en escena por LeSage, quien hace decir a uno de ellos: “Nos han reconciliado, nos abrazamos y desde entonces somos enemigos mortales18”. A este precio la libertad fue devuelta a Fernando,

y sus amigos fueron dispersados en varios lugares de exilio. Por otra parte, esta medida fue ejecutada con tan poco rigor, que (p. 28) el príncipe de Asturias no dejó de escribirsecon Escoiquiz y con los otros individuos de su partido. Pronto Carlos IV, cediendo a su bondad habitual, pareció olvidar el complot de El Escorial, y él mismo, llevado por lafuerza de las circunstancias, escribió al emperador, pidiendo para Fernando la mano de una princesa de sangre imperial. Napoleón, que por entonces se encontraba en Italia, yque sin duda todavía no había parado de manera definitiva las intenciones que tenía respecto a España, propuso a Lucien que diera la mano de su hija al príncipe de Asturias;pero los acontecimientos se sucedieron con tal rapidez que este proyecto de alianza fue abandonado tan pronto como fue concebido.

Muchos historiadores han pretendido que Napoleón había asumido la tarea, en estas circunstancias, de dividir y liar todavía más a la familia real, para así conseguir másfácilmente su ruina. Yo estoy convencido de que Napoleón no sabía nada de las intrigas de El Escorial, como tampoco supo nada más tarde de los sucesos de Aranjuez; peroque estas disensiones de la familia real hayan determinado su política en relación a España, de esto no tengo la menor duda. El príncipe de la Paz había creído perder aFernando con el asunto de El Esco- rial; lo único que había conseguido era convertirse en más impopular, y con él el rey y la reina de España, mientras que Fernando había crecidoante la nación. (p. 29).

La agitación causada por el complot de El Escorial no frenó ni un instante la marcha de los franceses. Junot penetró en Portugal sin encontrar resistencia; y, el 30 de diciembre,llegó a Lisboa, que el príncipe regente de Portugal acaba- ba de abandonar para refugiarse en Brasil con toda la familia real. Los españo- les por su parte, bajo el mando del marquésdel Socorro y de Francisco Taranco,

 

 

18  Se trata de los diablos Asmodeo y de Pillardoc, dos personajes de la novela de Alain René Lesa- ge, Le diable boîteux, que se habían enfrentado entre sí por un niño de París en el capítulo III de dicha obra.

 

 

 

habían tomado parte en dicha invasión, tal y como había sido convenido en el tratado de Fontainebleau.

Una vez conquistado Portugal, el emperador no tenía ningún pretexto para mandar nuevas tropas a la Península. Sin embargo, un segundo ejército, bajo el nombre de segundocuerpo de observación de la Gironda, había penetrado en España a finales de diciembre de 1807 y (p. 30) principios de enero de 1808. Este cuerpo, del que yo formaba parte,no estaba en absoluto destinado a refor- zar al ejército de Portugal; se ha visto que no abandonamos ni un instante el camino de Madrid, y que nos habíamos acercado poco apoco a esta capital. Nuestro ejército había sido seguido a poca distancia por un tercer ejército lla- mado cuerpo de observación de las costas del Océano, bajo el mando delma- riscal Moncey. Al mismo tiempo, en el otro extremo de los Pirineos, en Perpi- ñán, tropas francesas e italianas se reunían bajo el nombre de división de los Pirineosorientales, y avanzaban por Cataluña, bajo la dirección de los genera- les Duhesme, Chabran y Lecchi. Para paliar estas infracciones del tratado de

Fontainebleau, el Moniteur19 publicó, el 24 de enero de 1808, un informe de M. de Champagne al emperador, en el que se indicaba que los ingleses se prepara-

ban para atacar las costas de Andalucía, de manera que el emperador debía vigilar toda la Península. Por otra parte, esta precaución era casi innecesaria, ya

que los espíritus estaban poco dispuestos a concebir la menor sospecha sobre un despliegue tan grande de fuerzas, que se llevaba a cabo sin ruidos, y del que ni

los  españoles  ni  los  franceses  parecían  darse  cuenta.  Sin  embargo  algunos

hechos extremadamente graves ocurrían en Cataluña y debían haber servido para abrir los ojos a los menos clarividentes. Los fuertes de Barcelona, de San Fernando, deFigueras y la ciudadela de Barcelona habían sido cogidos por sorpresa y quedaron en poder de los franceses.

Cada día nuevas tropas entraban en España. Ya había más de cien mil fran- ceses, que eran acogidos en todas partes como aliados, como amigos. Nosotros los oficiales, aligual que los generales, no sabíamos qué misión (p. 31) nos esperaba. Pero no oyendo en casa de nuestros anfitriones más que maldiciones en contra del indigno favorito, elautor de todos los males de la patria, no po- díamos más que unirnos por simpatía a la indignación popular, y gran parte de nosotros repetía, contagiados por la fuerza de unpueblo tan comunicativo, que el ejército venía a España a hacer justicia frente a un malvado.

Los cuerpos de tropas que habían entrado en la Península uno tras otro formaban otros tantos ejércitos distintos, cada uno con su comandante, su esta- do mayor y suadministración. Cuando Napoleón pensó que se acercaba el mo- mento de hacer funcionar a todos estos ejércitos a la vez, les dio un jefe: era,

 

19  Periódico fundado en 1789 durante el período revolucionario. Diez años más tarde, en 1799, se convirtió en el Journal Officiel, y fue utilizado con frecuencia por Napoleón con fines propagandís- ticos.

 

 

 

como ya he dicho, el príncipe Murat, gran duque de Berg, cuñado de Napoleón, quien fue enviado a España con el título y la autoridad de teniente del empera- dor. Al mismotiempo, para prolongar la seguridad de la nación española, Napo- león hizo presentar al rey y a la reina, por medio de un chambelán, doce caba- llos de los más hermosos, y escribióa Carlos IV diciéndole que pronto le haría una visita, y que iban a arreglar juntos, de forma amigable y sin las convencio- nes de las formas diplomáticas los asuntos de España yPortugal. Esta franqueza y estas preocupaciones tan graciosas tranquilizaron por completo a la corte de Madrid.

Pero esta seguridad no duró mucho y la llegada de Izquierdo, el agente pre- ferido de Godoy, el negociador del tratado de Fontainebleau, hizo desvanecerse todas lasilusiones. Traía nuevas proposiciones del gobierno francés, que no eran en absoluto un ultimátum, pero que anunciaban los nuevos intereses de Napoleón sobre laPenínsula. He aquí el texto de las notas redactadas según las transmisiones verbales del gran mariscal de palacio, Duroc: “El emperador (p.

32) quiere cambiar Portugal por las provincias al norte del Ebro, a fin de ahorrar el inconveniente de un camino militar a través de Castilla. Su Majestad desea que los franceses ylos españoles comercien libre y recíprocamente en las colo-

nias de cada una de las dos potencias, pagando los derechos a los que están

sujetos los indígenas. Un nuevo tratado ofensivo y defensivo le parece necesario para unir más estrechamente España al sistema federativo continental. La tran- quilidad de suimperio depende de que el orden de sucesión al trono de España sea fijado de manera irrevocable. Su Majestad está dispuesto a permitir que el rey lleve el título de emperador delas Indias occidentales, y a dar a su sobrina como mujer al príncipe de Asturias; pero este matrimonio será objeto de una negociación especial”.

Godoy quedó aterrado al leer esta notas, y más todavía al oír el comentario que le hizo su confidente Izquierdo; pues este último estaba demasiado versado en la intriga comopara no intuir que Napoleón quería disponer a su antojo de toda la Península, y hacer de ella, como había hecho con Italia y con el reino de Nápoles, un anexo de su imperio. Elpríncipe de la Paz no veía en los futuros deseos del emperador más que amenazas para él mismo, pues su principado de los Algarves se desvanecía en humo, y no podría evitarlos resentimientos de su enemigo, el príncipe de Asturias, convertido en aliado del emperador. Ante esta situación de peligro para la monarquía, el favorito no pensó más queponer su persona a salvo, y en buscar en otro hemisferio el poder y las alegrías de la fortuna que estaban a punto de escapársele en éste. Aconsejó a Carlos IV y a su mujerque se refugiara en América con toda la familia real, tal y como acababa de hacer la familia real portuguesa. ¿Quién sabe si este consejo, dictado (p. 33) por el egoísmo del favorito,no hubiera tenido en definitiva buenos resultados para los pueblos y para los soberanos? España no hubiera combatido con menos

 

 

 

heroísmo por sus príncipes exiliados que lo ha hecho por sus príncipes cautivos; Méjico, Perú y todas las demás provincias de la América española, habrían acogido conentusiasmo a su legítimo soberano, y nunca hubieran soñado en adoptar esa forma de gobierno republicano, tan poco compatible con los cos- tumbres y usos de los habitantes de esas regiones. Si una separación de la madre patria hubiera sido juzgada necesaria, hubiera habido estados suficientes para dotar a todos los miembros de la familiareal, con títulos de reyes o de empera- dores; hubieran prosperado como ha prosperado el imperio de Brasil, fundado en condiciones y circunstancias idénticas; y no tendríamoshoy día el espectácu- lo penoso de esas repúblicas efímeras, que cambian cada instante de nombre, de jefe, de constitución, y que desde hace medio siglo son presa de la anarquía y de las revoluciones. Pero dejemos estas conjeturas más o menos probables para entrar en la realidad de los hechos consumados.

Carlos IV no tenía más voluntad que la de su favorito; acogió con compla- cencia su proyecto de emigración a América, y soñó con ponerlo en ejecución rápidamente. Lacorte residía en ese momento en Aranjuez, palacio real a orillas del Tajo, a algunas leguas de Madrid. Se hizo venir a una parte de las tropas que estaban acuarteladas en la capital,a fin de que sirvieran de escolta a la corte en su viaje hasta Cádiz, donde debía embarcase. A pesar del secreto con que se llevaron a cabo los preparativos, el pueblo se enteró.Los habitantes de Aranjuez y de los alrededores acudieron en masa al palacio, para saber si era verdad que su rey quería (p. 34) abandonarlos. Carlos IV los tranquilizó medianteuna pro- clama dada en Aranjuez el 16 de marzo. Sin embargo se continuaba preparando el equipaje, y las postas estaban preparadas en el camino de Sevilla. Se corrió el rumor deque la marcha tendría lugar la noche del 17 al 18 de marzo. El prínci- pe de Asturias dijo a un guardia real que encontró en la sala de la guardia: “Es esta noche cuando tendrá lugarel viaje; pero yo no quiero partir; Godoy es un traidor, quiere llevarse a mi padre; impedidle que ejecute su proyecto”. Estas palabras corrieron pronto de boca en boca, yelevaron al más alto grado la exas- peración del pueblo y de los soldados. No hacía falta más que una chispa para encender una terrible revuelta; todavía se ignora quién dio laseñal de la insu- rrección. La reina acusa de ello a su hijo Fernando. El Conde de Toreno preten- de que fue un tiro de fusil disparado casualmente lo que determinó el movi- miento20. Sea como sea, un gentío inmenso, compuesto por gente del pueblo, sirvientes, soldados, atacó la residencia del Príncipe de la Paz, al grito de ¡viva

el rey! ¡muera Godoy! Se redujo a la guardia, se entró en el palacio, registrando todos los apartamentos para descubrir a Godoy. Fue inútil; no se le encontró. Se cree que sehabía escapado por alguna salida secreta, y el pueblo saqueó el

palacio sin dejar ningún mueblo, ni ningún objeto precioso.

 

 

20  Sobre este hecho puntual, ver Emilio LA PARRA LÓPEZ, op. cit., p. 389, n. 127.

 

 

 

Las mismas escenas se repitieron en Madrid en cuanto se supo lo que había ocurrido en Aranjuez. La multitud amotinada se precipitó hacia el palacio del Príncipe de la Paz,así como hacia las casas habitadas por sus parientes y ami- gos allegados. Rompió los cristales, arrojó los muebles por las ventanas y los quemó en las plazas públicas; losdisturbios y el pillaje duraron dos días. Los bustos del favorito fuero atados en las horcas, sus retratos arrojados a las alcan- tarillas; en varias ciudades (p. 35) se cantó el TeDeum, se hicieron fogatas y la caída de Godoy fue celebrada como lo hubiera sido una victoria gloriosa21.

Sin embargo, el Príncipe de la Paz no se había evadido, como se había pen- sado. En el momento en que el tumulto estalló, estaba a punto de acostarse. Se envolvió en unabrigo de muletón, llenó sus bolsillos de oro, se armó con un par de pistolas, y cogió un panecillo de la mesa en la que acababa de cenar. Trató primero de salir por una puertatrasera y de llegar a una casa vecina, pero esta puerta también estaba vigilada; entonces subió a un granero y se escondió en el rincón más oscuro, bajo un rollo de una estera deesparto22. Pasó treinta y seis horas en esta horrible posición. Finalmente, vencido por la sed, se vio forzado a salir de su escondite. Se había dejado su palacio bajo la vigilancia dedos com- pañías de guardias valonas. Fue reconocido por un centinela que dio la alarma. El pueblo, enterado de que Godoy acababa de ser descubierto, se lanzó sobre él. Lohubieran masacrado si no hubieran intervenido algunos guardias de Corps que llegaron a tiempo de arrancárselo de las manos a la multitud y de conducir- lo al cuartel, hastadonde todavía le siguió el populacho. El pueblo no se calmó hasta que el Príncipe de Asturias prometió que Godoy sería puesto en manos de la justicia23.

Desde el primer momento de la revuelta, el rey, para apaciguar a la multi- tud, había retirado al Príncipe de la Paz los cargos de generalísimo y de gran almirante, declarandoque su intención era la de mandar él mismo sus ejércitos de tierra y de mar. Había explicado estas intenciones al emperador Napoleón en

 

 

21   Unas páginas más adelante, durante la descripción de los monumentos de Madrid, Chalbrand vuelve a mencionar las consecuencias del motín al referirse al Jardín Botánico: “No lejos de (El BuenRetiro) se encuentra el Jardín Botánico, que contribuye a embellecer el Prado. Esté jardín está rodeado de una verja de hierro, y los paseantes pueden admirar sus bellezas, aunque son admitidos en elinterior. Godoy había enriquecido este establecimiento con una infinidad de plantas exóticas y raras que había querido aclimatar en España; jardines parecidos habían sido creados por él en Sevilla, enSan Lúcar de Barrameda y en otras ciudades. En el momento de la caída del favorito, los jardines que había fundado en Andalucía fueron desvastados, a pesar de la utilidad reconocida que tenían estosestablecimientos. Los invernaderos fueron demolidos, los cristales rotos, las plantas más preciosas (43) arrancadas. Sin embargo este de Madrid fue respetado porque era una antigua fundación de losreyes” pp. 42-43.

22  Aunque parece ser que la famosa estera no encubría a Manuel Godoy sino a su hermano Diego. Cf. Alberto GIL NOVALES, “La historiografía sobre Godoy”, en Manuel Godoy y su tiempo, (vol. 2), p. 365.

23  Sobre este episodio de la huida y el arresto de Godoy, ver Ibid., pp. 389-391.

 

 

 

una carta extremadamente obsequiosa: “Persuadido yo de que será muy agrada- ble á mis vasallos, y muy conveniente para realizar los importantes designios (p.

36) de nuestra alianza, encargarme yo mismo del mando de mis ejércitos de tierra y mar, he resuelto hacerlo así y me apresuro á comunicarlo á V. M. I. y

R., queriendo dar en esto nuevas pruebas de afecto á la persona de V. M. de mis

deseos de conservar las íntimas relaciones que nos unen, y de la fidelidad que forma mi carácter, del que V. M. I. y R. tiene repetidos y grandes testimonios”. Se queja, al final dela carta, de dolores reumáticos que, impidiéndole el uso de la mano derecha, no le permiten escribir él mismo a Su Majestad.

Esta carta está fechada el 18 de marzo. Al día siguiente 19, Carlos IV fir- mó, a favor del Príncipe de Asturias, un acta de abdicación motivada por las enfermedades que loaquejaban y que no le permitían soportar por más tiempo el peso del gobierno de sus Estados.

Esta acta fue publicada el día 20, y el Príncipe de Asturias fue proclamado rey con el nombre de Fernando VII. El primer acto de su autoridad fue un edicto que confiscaba, enbeneficio de la corona, todos los bienes muebles e inmuebles del Príncipe de la Paz.

Pero desde el día 21 (otros dicen que el 23; por otra parte la fecha es poco importante), Carlos IV firmó una protesta contra la abdicación del día 19, decla- rando que se habíavisto forzado a ello para evitar males mayores e impedir la efusión de sangre entre sus súbditos; y se apresuró a enviar la protesta al empe- rador24.

Al enterarse de los acontecimientos de Aranjuez, Murat, que estaba de ca- mino hacia Madrid, se apresuró en llegar a la capital. El 23 de marzo, entró en ella en medio de unagran multitud atraída por la curiosidad. La guardia impe- rial abría la marcha. Un estado mayor numeroso y brillante rodeaba al teniente del emperador. Venía detrás una divisiónde infantería, varias compañías de artillería a caballo y dos regimientos de coraceros.

 

24  He aquí el texto: “«Señor mi hermano: V. M. sabrá sin duda con pena los sucesos de Aranjuez y sus resultas; y no verá con indiferencia á un rey, que forzado á renunciar la corona, acude á poner- seen los brazos de un grande monarca aliado suyo, subordinándose totalmente á la disposición del único que puede darle su felicidad, la de toda su familia y la de sus fieles vasallos. Yo no he renun- ciadoen favor de mi hijo sino por la fuerza de las circunstancias, cuando el estruendo de las armas y los clamores de una guardia sublevada me hacían conocer bastante la necesidad de escoger la vida ó lamuerte, pues esta última se hubiera seguido después de la de la reina.

Yo fui forzado á renunciar; pero asegurado ahora con plena confianza en la magnanimidad y el genio del grande hombre que siempre ha mostrado ser amigo mío, yo he tomado la resolución de

conformarme con todo lo que este mismo grande hombre quiera disponer de nosotros y de mi suerte, la de la reina y la del príncipe de la Paz.

Dirijo á V. M. I. y R. una protesta contra los sucesos de Aranjuez y contra mi abdicación. Me entrego y enteramente confío en el corazón y amistad de V. M., con lo cual ruego á Dios que os conserveen su santa y digna guarda. De V. M. I. y R. su muy afecto hermano y amigo. = Carlos»

Cf. http://elgranerocomun.net/article250.html. Fecha de consulta: 11/05/2008.

 

 

 

Al día siguiente 24, Fernando hizo su entrada en Madrid a caballo. No se había preparado nada para su recepción; siendo sustituida por la alegría del pueblo. Más dedoscientas (p. 37) mil personas se lanzaron delante del joven rey, haciendo retemblar el aire con sus aclamaciones. La coincidencia de la llegada de las tropas francesa y delos sucesos de Aranjuez hacía creer a una gran parte del pueblo que nosotros habíamos sido la causa de esta feliz revolu- ción, y en sus gritos de alegría que llegaban hasta eldelirio, gritaban al mismo tiempo: “¡Viva el rey Fernando! ¡Viva el emperador Napoleón!”.

Sin embargo Murat, testigo de los sentimientos de amor de los habitantes de Madrid hacia sus soberanos, no tomó parte en esta demostración pública. El mismo día de laentrada del rey, él pasaba revista a sus tropas en el magnífico paseo del Prado: más por mostrarlas que por verlas. El general Grouchy fue nombrado comandante militar deMadrid, y las tropas españolas colaboraron con las francesas en el mantenimiento del orden. Por otra parte, nadie se extrañó de que ni Murat ni el embajador francés nosaludaran el advenimiento de Fer- nando VII; esta reserva en su conducta era conforme a los usos diplomáticos: no debían reconocerlo como rey antes de haber recibido lasinstrucciones del em- perador. Esta circunstancia no cambió pues en nada las buenas disposiciones de los españoles hacia los franceses.

Fue en el momento en que estos acontecimientos acababan de tener lugar cuando llegué a Madrid, como ya he dicho al comienzo del capítulo precedente. Se entiende queno me enteré inmediatamente de todos los detalles que acabo de referir; la mayoría eran ignorados o mal conocidos por los franceses y por los españoles mismos; y no fue hastamucho tiempo después, cuando los documen- tos oficiales, patentes o secretos, las memorias y la correspondencia de los di- versos personajes que jugaron un papel importanteen este asunto, fueron publi- cados, que la verdad fue conocida por completo”.

En el capítulo IV, Chalbrand vuelve a mencionar a Godoy en varias ocasiones. La primera de ella es la página 51, en unas líneas en las que explica que

Fernando VII estaba preocupado por la intensísima correspondencia que mante-

nían sus padres con Murat, y en la que, entre otras cosas, pedían con insistencia la liberación del príncipe de la Paz, a la vez que criticaban su conducta y la de

sus consejeros.

Dos páginas más adelante, en la 53, lo vuelve a citar como responsable di- recto, junto con la reina María Luisa de las denominadas Abdicaciones de Ba- yona:

“Tan pronto como llegó a Bayona, Fernando fue conminado a devolver la corona de España y de las Indias a cambio del pequeño reino de Etruria que el emperador leofreció. El joven rey rechazó en un primer momento esta proposi- ción deshonrosa, y persistió enérgicamente en su rechazo durante varios días;

 

 

 

pero pronto llegaron también a Bayona Carlos IV y la reina María Luisa, prece- didos por Godoy, al que Murat había arrancado de su prisión25.- El resto es conocido: por losconsejos del infame favorito, y bajo la influencia de las pasio- nes odiosas de la reina, Carlos IV se convirtió en un instrumento de la política del enemigo de su casa. El viejo reyforzó a su hijo a que cediera de nuevo la corona que él había abdicado en su favor, después la cedió al emperador Napo- león mediante un tratado firmado el 5 de mayo.Algunos días más tarde, el 10 de mayo, Fernando renunció, mediante un nuevo tratado, a todos sus derechos a la corona de las Españas y de las Indias.- El mismo día, los viejossoberanos se pusieron en marcha hacia Compiègne; al día siguiente, Fernando y sus herma- nos salieron hacia Valencia, donde deberían residir”. (pp. 53-54).

En las páginas 54 y 55, Chalbrand vuelve a hablar de la liberación de Go- doy por Murat, señalando que este hecho creó un gran malestar en el pueblo español que, a partirde ese momento, empezó a dar muestras de un odio cada vez mayor hacia los franceses. Sucesos como la revuelta que tuvo lugar el 21 de abril en Toledo, en la que se asaltaronla casa del corregidor y las de dos ricos propietarios, fueron el preludio de lo que iba a acontecer en Madrid y en el resto de España a partir del 2 de mayo

25  Esta liberación, que Murat “exigió imperiosamente a la junta gubernamental instituida por Fer- nando, amenazando incluso con emplear la fuerza en caso de necesidad para sacarle de la prisión de Villa-Viciosa, donde estaba estrechamente vigilado” (p. 54), fue muy mal vista por el pueblo. Murat pasó a ser “execrado por los españoles, porque lo veían como el amigo, el protector, el salvador de Godoy” (p.55).

Oct 012006
 

Francisco Vicente Calle Calle.

Una de las razones por las que surgió este trabajo fue la lectura del excelente libro de Bartolomé et Lucile Bennassar, Le voyage en Espagne. Anthologie des voyageurs français et francophones au XVIe au XIXe. siècle[1]. Aunque los autores citan algunos textos sobre nuestra región, los autores señalan que Extremadura es “le parent le plus pauvre de cette littérature de voyage[2]”. A pesar de ser cierta esta afirmación, sobre todo si comparamos los testimonios que los viajeros franceses dejaron sobre nuestra región con los que dedicaron a otras, todavía es posible encontrar un aceptable número de relatos sobre Extremadura.

Nuestra intención es, en este caso, el estudiar la imagen de Trujillo y de algunas tierras vecinas en estos relatos de viaje, completando de alguna manera los estudios que sobre otras comarcas y ciudades de Extremadura hemos hecho en otros foros[3].

He aquí para empezar unas breves notas biográficas sobre estos viajeros:

Anónimo 1700

Del anónimo de este viaje no hay más referencias que las que nos da en su advertencia el librero de Amsterdam Jorge Gallet, que lo publicó en 1700.

Aunque la expedición se celebró algunos años antes, su publicación no se hizo hasta esa fecha; (…). El autor de este relato estuvo en España y en Portugal, y, con posterioridad, en Alemania, en Francia y en otras partes[4]”.

Étienne de SILHOUETTE (1709-1767)

Hijo de un recaudador de impuestos de Limoges, nació en esta ciudad en 1709. Desde muy joven visitó además de Francia, Inglaterra, Italia, España y Portugal. Fue consejero del Parlamento de Metz y controlador general de Finanzas en 1757, gracias al apoyo de Mme de Pompadour. Murió en Brie-sur-Marne en 1767.

Su Relation d’un voyage de Paris en Italie, Espagne et Portugal, du 22 avril 1729 au 6 février 1730, fue publicada en 1770[5].

Alfred JOUVIN.

Pocos datos biográficos tenemos de este sacerdote que nació en la ciudad francesa de Roquefort. En 1762 publicó, en París, y en 8 tomos la obra Le voyageur d’Europe, cuyo segundo volumen está dedicado íntegramente a España y Portugal[6].

Alexandre LABORDE, (1774-1842).

Hijo del rico banquero de Bayonne, el marqués Jean-Joseph de Laborde, de origen español, viajó muy pronto a España y, a los veinticinco años, acompañó, en noviembre de 1800, a Lucien Bonaparte, embajador del Primer cónsul ante Carlos IV, en calidad de agregado. También visitó Austria, Holanda e Italia. Apasionado pedagogo, viajó a Inglaterra en 1814 para estudiar la enseñanza mutual y el método Lancaster que intentó propagar en Francia. Liberal, fue elegido diputado varias veces (1822-1827, 1830-1841) y fue también prefecto del Sena con Louis-Philippe.

Si hoy día sigue siendo conocido, es gracia a su obra de arqueólogo en Francia (Les Monuments français classés chronologiquement, 1816-1826) y más todavía en España. Cuando acompañó a Lucien Bonaparte, él mismo se hizo seguir por un grupo de dibujantes con los que recorrió la mayor parte del país (excepción hecha de las provincias del Noroeste). Como también era artista, dibujó y midió los monumentos árabes y cristianos de la Edad Media y los del Renacimiento, y dio así una suma monumental de España que sigue siendo importante porque mucho de aquellos monumentos han desaparecido. Se trata del Voyage pittoresque et artistique de l’Espagne, en cuatro grandes in-folio, publicado de 1806 a 1820. También intentó escribir un Itinerario descriptivo de España (1808), que quedó inacabado, aunque sí redactó el capitulo dedicado a Extremadura[7].

Jean-Charles DAVILLIER (barón de) (1823-1883).

Experto en cerámica y alfarería, coleccionista de loza hispano-morisca, amigo de los pintores Mariano Fortuny y Raimundo de Madrazo, y enamorado de España. Viajó en numerosas ocasiones a nuestro país. En 1862 emprendió un largo viaje, acompañado por Gustave Doré, que dio como resultado una serie de artículos que fueron apareciendo en la revista Le tour du monde de 1862 a 1873, y que fueron publicados en un solo volumen en 1874 bajo el título de L’Espagne[8].

Eugène DEMOLDER, (1862-1919)

Escritor belga de expresión francesa fue abogado, juez, crítico de arte y novelista. En 1904 visitó España, dejando testimonio de su recorrido por nuestro país en un relato de viajo titulado L’Espagne en auto (1904[9]).

Además de estos autores, citaremos otros viajeros coetáneos para completar o matizar algunas de sus informaciones.

Tras haber conocido un poco más a nuestros guías, veamos qué dicen en sus escritos de nuestra ciudad y de sus tierras aledañas.

Trujillo es una de las principales ciudades de Extremadura, tal y como podemos apreciar en esta enumeración hecha por un viajero anónimo del siglo XVII:

La Extremadura de Castilla puede tener sesenta leguas de larga sobre cuarenta de ancha. Tiene al norte León y Castilla la Vieja; al levante, Castilla la Nueva; al sur, Andalucía, y al poniente, Portugal.

(…)

Las principales ciudades son: Badajoz, capital de esa provincia; Mérida, Trujillo, Alcántara, Alburquerque, Jerez y Llerena; estas ciudades no tienen nada de notable, de no ser que la mayor parte fueron construidas para los soldados romanos por las legiones en recompensa de sus servicios[10]”.

Algo parecido hace Alexandre de Laborde en su introducción a lo que el denomina “la provincia de Extremadura”:

Extremadura es una de las grandes provincias de España. (…) Su longitud es dé 50 leguas de N. á S., y su latitud de 40 de E. á O. Tiene al reyno de León al N. á Castilla la Nueva al E. al reyno de Sevilla al S. y á Portugal al O.

Comprehende 3 obispados, que son: Badajoz, Plasencia, y Coria, (…). Las principales poblaciones son, Badajoz, que es la capital, Plasencia, Coria, Mérida, Medellin, Truxillo, Xeréz de los Caballeros, Llerena, Alburquerque, Alcántara, Zafra, Cáceres, Olivenza, y otras[11]”.

La situación señera que ocupa Trujillo en Extremadura se debe, además de a ciertos factores históricos, a su situación geográfica ya que se encuentra estratégicamente situada en un cruce de caminos. Si observamos este mapa del obispado de Plasencia del año 1797 levantado por el geógrafo D. Tomás López podemos ver cómo de Trujillo salen numerosos caminos, 7 en concreto (Fig. 1)

De estos siete caminos que aparecen en el mapa sólo tres son los utilizados por nuestros autores para venir hasta Trujillo: el camino que unía Trujillo y Plasencia, el que llevaba de Trujillo a Guadalupe y el camino Real de Madrid a Lisboa, el más importante y, por ello, el más transitado.

Los dos primeros caminos los utilizó Alfred Jouvin que venía de Plasencia y se dirigía a Guadalupe. He aquí su descripción de los mismos, a partir de las tierras más cercanas a Trujillo:

Después de haber pasado el río a la salida de Plasencia, encontramos un país desierto lleno de montañas y de multitud de arenales (…) puesto que durante cinco largas leguas no (se encuentra) nada más que el puente de Almaraz[12], donde hay dos o tres casas, pero en las que entonces no había nadie.

No he visto puente mejor construido que éste que se encuentra sobre el río Tajo, entre dos rocas, de las que está fabricado. No sé si le dan otro nombre que el de Almaraz, porque no lo encuentro en ningún mapa, desde donde subimos y hallamos algunos pastores al borde de una fuente, que tenía por taza un trozo de corcho, de la que nos servimos para acabar de beber lo que había en nuestra bota. A continuación subimos por bosques, desde donde bajamos a Las Corchoelas, pueblo y castillo, donde comimos (…) Continuamos nuestro viaje a la salida de ese pueblo de Las Corchoelas por bosques hasta el pueblo de Torrejón, y después pasamos un río que corre por una gran pradera rodeada por ese mismo bosque, para ir a Aldea del Obispo (…) (también) tuvimos que pasar un río próximo a Trujillo. (…) (En este lugar) Era donde debíamos tomar el camino de Santa María de Guadalupe por lo más corto; pero allí hubiésemos hallado muchas montañas que atravesar, que evitamos bajando desde Trujillo al puente, para pasar a continuación un llano de tres leguas largas hasta Santa Cruz, pueblo al pie de una montaña que es la última de la sierra de Guadalupe, donde se encuentra Santa María de Guadalupe, que teníamos a mano izquierda, donde pasamos por Alcollarín, y costeando el pie de esas montañas, nos encontramos en Zorita, después Logrosán,(…)[13]”.

El otro camino utilizado para llegar a Trujillo es, como ya señalamos, el muy transitado Camino Real de Madrid a Lisboa. He aquí las leguas que había según Alexandre de Laborde entre Almaraz y Miajadas, seguidas de la descripción de los accidentes, lugares y monumentos más importantes del Camino: (Figs. 2 y 3)

Almaráz, villa. 1
Rio Tajo.
Puente de Almaráz. 3/4
Venta nueva. 1
Casas del Puerto. 1
Jaraycejo, villa.
Rio Almonte, puente. 2
Puerto de Miravete, algunas casas. 1 1/2
TRUXILLO, ciudad. 2
Puerto de Santa Cruz. 3
Una rambla sin puente
Miajadas, villa.
Rio Burdaló, puente. 3

Al cabo de hora y media se entra en Almaráz, pequeña villa, cuya población apenas llega á 1000 habitantes, y tiene una iglesia parroquial, cuya portada adornan 4 columnas dóricas. A tres quartos de legua de esta villa se pasa el Tajo por el famoso puente de Álmaráz construido en la época mas brillante de la monarquía española, siendo por su belleza y solidez comparable con las mejores obras de los romanos. (…). Á un lado se ven las armas de la ciudad de Plasencia, al otro las del rey, y mas abaxo una inscripción[14].

Á una legua del puente de Almaráz se encuentra la Venta Nueva[15], y á igual distancia las casas del puerto[16]: atravesadas las montañas al cabo de dos leguas se llega á Jaraycejo, villa que apenas cuenta hoy 9000 habitantes, y que tiene una iglesia parroquial, y un convento de religiosas, siendo la residencia de un vicario general del obispo de Plasencia.

Al salir de esta villa se pasa el rio de Álamonte, por un puente de 9 arcos[17], internándose después el camino por unas montañas escabrosas que son la continuación de las famosas de Guadalupe. Al cabo de dos horas se llega al Puerto de Miravete, paso arriesgado, y expuesto antiguamente á latrocinios[18]. Se va baxando en seguida, y después de dos leguas se halla á Trujillo. (…)

Dexando á Truxillo se pasan 3 leguas de montañas, y en ellas el Puerto de Santa Cruz; luego se atraviesa la rambla de Perales, por lo común sin agua, pero arriesgada en tiempo de lluvias, tres horas después del Puerto de Santa Cruz, y se llega á Miajadas, villa pobre, atravesando por un puente el rio Burdalo. (…)[19]”.

Jean-Charles Davillier también llega a Trujillo procedente de Madrid. Lo mismo que a Laborde, le impresiona el Puerto de Miravete:

El puerto de Miravete, adonde después fuimos a parar, es un desfiladero que tuvo antaño muy mala fama y siempre se pasaba con miedo. Desde este elevado punto, muy favorable en efecto, a las expediciones de los bandoleros, empezamos a formarnos una idea de los despoblados o dehesas de Extremadura, inmensa extensión de llanuras que se pierden de vista sin que aparezca, leguas y leguas, el más pequeño pueblo en el horizonte.

A unas quince leguas alzábase a nuestra izquierda, la agreste Sierra de Guadalupe, famosa por su monasterio de monjes Jerónimos, (…)[20]”.

A continuación señala:

Nos acercábamos a Trujillo. Antes de llegar a él pudimos comprobar la exactitud de este refrán español:

Por doquiera que a Trujillo entrares
Andarás una legua de berrocales”
.

Estos berrocales también los ve el belga Eugène Demolder, aunque el venga desde el sur y en automóvil por la carretera de Extremadura, futura Nacional V[21].

Un pueblo sucio, de mal aspecto: Miajadas. (…) Después, el llano se hace cada vez más pedregoso. Se diría que un volcán ha escupido escorias sobre el país. Montes de rocas cierran el horizonte, parecen aullar contra el cielo. La tierra es gris, azufrada. Pasamos por aldeas rupestres, donde gentes semisalvajes salen de cabañas de negros adobes. El sol desciende lentamente, ilumina trágicamente esa provincia desolada, llena de rencor, árida, y cuyos raros habitantes parecen ellos mismos más duros que su región. Como se hace tarde, nos decidimos a detenernos en Trujillo (…)

Tras pernoctar en Trujillo, sigue su camino hacia Madrid:

Abandonando Trujillo al día siguiente por la mañana, íbamos hacia Navalmoral de la Mata. Un cielo azul pálido, bonito. Al principio la carretera está bien, pero pronto la hallamos llena de piedras, y los camineros, avisados, han puesto en los bordes grandes piedras que nos obligan a seguir por las ingratas rodadas y a tener que machacar la grava. ¡Qué martirio para los neumáticos! Se ven entregados a un despellejamiento vivo, que se diría inventado por el Santo Oficio.

Después de haber pasado Almonte, alcanzamos las montañas: la sierra de Guadalupe que se trata de cruzar. Una muralla inmensa. La atacamos por circuitos en las laderas de colinas vertiginosas. El auto en su esfuerzo recobra su ronquido de campana grande. Después de muchas vueltas y de bruscos cambios de dirección, ¡las cumbres! Planeamos. (…)[22]”.

Estos viajeros cuyos testimonios acabamos de leer se acercan a nuestra ciudad utilizando medios de locomoción diversos: Alfred Jouvin, llega a Trujillo a lomos de mulas que habían alquilado en Plasencia[23]; Alexandre de Laborde y Jean-Charles Davillier utilizan la diligencia; Eugène Demolder el automóvil. En cuanto a los otros viajeros que mencionan de una manera u otra Trujillo, como son el anónimo de 1700 y Étienne de Silhouette no sabemos con exactitud qué medios utilizaron, aunque, dada la época en que viajaron, debió de ser sobre todo de tracción animal, bien a lomos de mulas, bien a caballo o bien a bordo de algún carruaje como la diligencia señalada por Laborde y Daviller.

La diversidad de medios de locomoción nos sirve de punto de partida para hablar de otro tipo de diversidad como es la de los motivos que movían a estos viajeros a emprender sus viajes.

La variedad de motivos, unida a la propia personalidad de cada viajero, trae consigo la variedad en la manera de expresar el testimonio de la visita. Como vamos a tener ocasión de comprobar a continuación, la visión que cada autor nos da de Trujillo varía claramente de un autor a otro.

Así, vamos a encontrarnos descripciones de la ciudad reducidas a la más mínima expresión como es la que hace el viajero anónimo de 1700:

Llegaron a Trujillo, que es un ducado perteneciente al rey. La ciudad es pequeña, situada en las montañas”.

Tampoco Alfred Jouvin, más preocupado por ir a Guadalupe y a Medellín para ver si allí el Guadiana se perdía bajo tierra, se extiende demasiado en la descripción de la ciudad:

(…) Trujillo. Si ese pueblo estuviera cerrado por murallas, pasaría en tamaño y belleza a varias ciudades, por la cantidad de gente que hay allí, y de ricos mercaderes que allí se ven en la plaza Mayor, en lo alto de la cual aparece el castillo muy alto y fuerte”.

En cambio, Étienne de Silhouette, Alexandre de Laborde y Jean-Charles Davillier, sí van a darnos descripciones más o menos detalladas de la ciudad. Estos tres autores tiene una característica en común y es el hecho de que todos ellos son viajeros instruidos, aunque con notables diferencias en cuanto su formación y manera de describir la ciudad.

Para hacer la descripción de Trujillo, y de otras ciudades que visitan, los tres parten de un esquema compositivo más o menos fijo. Según Miguel Ángel Pérez Priego“(…) ese esquema, a nuestra manera de ver, procede de la antigua tradición retórica y es el que catalogan algunos textos, como los Excerpta rhetorica del siglo IV, en el apartado de laudibus urbium. Sustancialmente, conforme allí se recomienda, la descripción debe atender a los siguientes aspectos:

  1. a la antigüedad y fundadores de la ciudad (urbium laudem primum conditoris dignitas ornat),
  2. a su situación y fortificaciones (de specie moenium locus et situs, qui aut terrenus est aut maritimus et in monte vel in plano),
  3. a la fecundidad de sus campos y aguas (tertius de fecunditate agrorum, largitate fontium),
  4. a las costumbres de sus habitantes (moribus incolarum),
  5. a sus edificios y monumentos (tum de his ornamentis, quae postea accesserint),
  6. a sus hombres famosos (si ea civitas habuerit plurimos nobiles viros, quorum gloria lucem praebeat universis);

para todo ello, en fin, se encarece el uso de la comparación, como era propio de todo el género epideíctico (in his quoque faciemus breviter comparationem[24])”.

El primero de los viajeros que usa este esquema, aunque de manera muy simplificada es Étienne de Silhouette ya que de los seis puntos del esquema de losExcerpta rhetorica sólo emplea 4:

2. su situación y fortificaciones.

Trujillo está situada en las montañas en la falda de una colina

1. la antigüedad y fundadores de la ciudad.

se cree que es la antigua Turris Julii, construida por Julio César

6. sus hombres famosos.

Es ilustre porque allí nació Francisco Pizarro, que descubrió y conquistó Perú

5. sus edificios y monumentos.

“y se puede ver el palacio de Pizarro que da a la plaza. Los exteriores están adornados, pero con un gusto gótico. Se ven también las ruinas de un viejo castillo construido por los moros[25]”.

Alexandre de Laborde, mucho más meticuloso en su Itineraire descriptif, vuelve a basar su descripción en el mismo esquema aunque mucho más desarrollado:

1. la antigüedad y fundadores de la ciudad.

TRUXILLO, ciudad antigua, conocida según unos antes de la fundación de Roma, por Scalabis, y según otros es la Castra Julia de Plinio, y últimamente la Tur Gellum del arzobispo Don Rodrigo. Fue memorable en tiempo de los moros, en donde permanecieron 520 años hasta que fue reconquistada en 1233 por las tropas de las órdenes militares, y el obispo de Plasencia”.

2. su situación y fortificaciones.

Situación. Está situada sobre una montaña, ocupando sus alturas y los lados del mediodía. Puede dividirse en tres partes: el castillo, la ciudad antigua, y la nueva. El castillo que está en la parte mas elevada, era en otro tiempo muy fuerte, y provisto de muchas cisternas, de las quales existen algunas, con un depósito de agua manantial, adonde se baxa por una escalera espiral. La segunda parte es la ciudad antigua, pero de construcción posterior al castillo, y está circuida de murallas, guarnecida de torres muy altas, y de una plaza de armas. Sus casas tienen torres, cerbatanas; almenas, troneras y saeteras y están adornadas del blasón de sus dueños. La tercera parte es la ciudad nueva, de una construcción mucho mas moderna, y se extiende hacia el mediodía por la falda de la colina hasta la llanura, siendo sus calles muy regulares”.

5. sus edificios y monumentos

6. sus hombres famosos

Hay en Truxillo 5 parroquias, 4 conventos de religiosos, 4 de religiosas, un beaterio, 4 hospitales, un corregidor y un alcalde mayor y unos 4000 habitantes.

Tiene una plaza notable por su belleza y regularidad; es quadrada, y está circuida de pórticos, con arcos y columnas de los órdenes toscano, dórico y jónico.

La iglesia parroquial de San Martín, que está en la misma plaza, construida de piedra de sillería, conserva buenas pinturas, una de San Pedro y otra de la Adoración de los Reyes, enviadas desde Roma por el cardenal Gaspar Cervantes de Gueta. La iglesia de San Jayme tiene una bella estatua de este santo apóstol, de Gregorio Hernández. En la de Santa María se encuentra el sepulcro de Diego García de Paredes, hijo de esta ciudad. También es patria de Francisco Pizarro, conquistador del Perú. El hermoso salón de la casa del ayuntamiento, contiene pinturas bastante buenas; entre otras la que representa a Alonso Perez, de Guzman el bueno, en el acto de ver asesinar á su hijo, desde los muros de Tarifa”.

Por último, tenemos la descripción de la ciudad hecha por Jean-Charles Davillier que, como veremos, es el que adapta más libremente el esquema retórico señalado, debido a la influencia que el romanticismo y los relatos de autores que como Prosper Mérimé, Théophile Gautier o Alexandre Dumas habían ejercido en él. Este espíritu romántico hace que se centre más en hablar de las hazañas de personajes como Pizarro y de Diego García de Paredes, que en la descripción de la ciudad propiamente dicha, que para él no es más que “una pequeña ciudad de cuatro a cinco mil almas, que, aparte de sus dos iglesias, no ofrece más que algunas ruinas muy pintorescas, testimonio de su pasado esplendor” y que se puede visitar perfectamente en las dos horas que para allí la diligencia.

La importancia concedida a cada apartado queda reflejada claramente en el número de palabras que lo componen. De las 888 palabras que forman el texto dedicado por Davillier a Trujillo:

unas 151 componen la descripción de la ciudad.
unas 276 son para Pizarro y los conquistadores.
unas 459 se refieren a Diego García de Paredes y sus hazañas.

En la breve descripción de Trujillo sólo se mencionan las casonas palaciegas de Pizarro y de algún que otro hidalgo que siguiendo el ejemplo del Celoso extremeñode Cervantes, volvió rico a su ciudad natal tras haber hecho las Américas. Según Davillier la mayoría de estas casas nobles se encuentran “en la ciudad alta, llamada la Villa, (…) [donde vieron] también una antigua torre que se dice dio nombre a Trujillo (Turris Julia)[26]”. Asimismo cita la visita que hicieron a las iglesias de la Concepción y de Santa María. En la primera de ellas, quizás llevado por su espíritu romántico, sitúa a la tumba de Pizarro, confundiéndola con la de Gómez Sedeño de Solís. Según Davillier: “El conquistador del Perú, revestido de su armadura, está representado de rodillas, en actitud de orante, como conviene a un jefe cuyas crueldades necesitan el perdón celeste[27]”.

No es este ni el único error ni el único juicio de valor que aparece en las referencias que Jean-Charles Davillier hace de Pizarro. Antes había señalado que el conquistador se había embarcado en uno de los navíos de Cristóbal Colón, cuando en verdad, Pizarro se embarcó a principios de 1502 en uno de las naves de Nicolás de Ovando, gobernador de las Indias. Y de las breves líneas que le dedica se colige que a pesar de las aventuras y hazañas increíbles que realizó, su imagen es, más bien, la de un capitán “codicioso, embustero y cruel”.

Este retrato de Pizarro contrasta en cierto modo con el de Diego García de Paredes, un héroe cuyas “hazañas (…) dignas realmente de los tiempos fabulosos sobrepasan con mucho todo lo que se cuenta de los héroes de la mitología”. Por ello es digno de figurar en las Crónicas antiguas como la Crónica del Gran Capitán, impresa en Alcalá de Henares en 1584, o el mismísimo Quijote. Davillier no sólo cita pasajes de estas obras para poner de manifiesto la grandeza del héroe extremeño, sino que también refuerza la leyenda con datos más menos objetivos como son la existencia no lejos de Trujillo un pozo de treinta pies de anchura que, según se dice, franqueó de un solo salto el héroe extremeño y la presencia de media armadura que pertenecía a García de Paredes en la Armeríade Madrid[28].

Tras este breve análisis podemos comprobar que Jean-Charles Davillier sólo utiliza los dos últimos apartados de los seis del esquema clásico, es decir, los referentes a sus edificios y monumentos (5) y a sus hombres famosos (6), siendo notable la diferencia de extensión entre el quinto y el sexto, a favor de este último.

Lejos de estos esquemas clásicos se halla la última de las descripciones de Trujillo que vamos a estudiar, la del belga Eugène Demolder. Este escritor belga de expresión francesa que, como ya señalamos, fue abogado, juez, crítico de arte y novelista, nos ha dejado una descripción de Trujillo digna de figurar en una antología de nuestros mejores escritores de la generación del 98. Como veremos, en ella vuelven a aparecer las iglesias, los palacios, el recuerdo de los tiempos gloriosos de la Conquista, pero, ¡qué diferencia con los textos anteriores! Sólo con leer el título del capítulo y las primeras frases del mismo vemos la distancia que lo separa del texto de Davillier:

Nuestra diligencia paró allí durante dos horas. Este era el tiempo que necesitábamos para visitar una pequeña ciudad de cuatro a cinco mil almas, que, aparte de sus dos iglesias, no ofrece más que algunas ruinas muy pintorescas, testimonio de su pasado esplendor”. (Davillier)

XXVI. Trujillo. La plaza, la fuente y la iglesia. La samaritana. Dos señoras goyescas. La ciudad de los conquistadores. Cena en la fonda. Un cómico español.

Como se hace tarde, nos decidimos a detenernos en Trujillo -pequeña localidad encantadora y tranquila-, donde encontramos una fonda familiar y limpia, del mejor aspecto”.

La descripción de Demolder, cargada de poesía, se va desarrollando lentamente articulada en torno al paso del tiempo y la caída de la noche sobre la ciudad. Es la hora del crepúsculo y esa hora invita al paseo tranquilo, que contrasta con el recorrido de sólo dos horas de Davillier o el paso todavía más apresurado de los otros viajeros. Es esa tranquilidad del paseo la que permite captar a un viajero sensible como es Demolder los pequeños detalles de la ciudad como son las campanadas del reloj de una iglesia que da las horas, el chorro de agua de un pilón que solloza, el vuelo y el crotorar de las cigüeñas, el paso por la plaza de una piara de cerdos, “pequeños odres taimados”, todo ello bajo una luz ambarina.

Junto a estos detalles, el viajero percibe también a los habitantes de esta ciudad, no los grandes conquistadores de antaño, sino los que la pueblan hoy día con sus quehaceres rutinarios, héroes no ya de la Historia sino de la intrahistoria: una joven aguadora que es comparada con la samaritana de los Evangelios; dos señoras en un balcón semejantes, al igual que el lugar en el que se encuentran, a otras mujeres que aparecen en algunos cuadros de Goya; una niña campesina que descansa de acarrear una pesada cesta en un banco de piedra; todo de nuevo envuelto en un aire de nostalgia y paz que continúa en el interior de la posada en la que se aloja, en la que reina una perfecta armonía entre huéspedes y anfitriones.

No queremos seguir desmenuzando y “destrozando” el texto de Demolder que publicaremos como anexo. Es un verdadero texto literario que nos da una visión completamente diferente de Trujillo, una visión en la que parecen resonar aquellos versos de Juan Ramón Jiménez:

Y va cayendo la sombra
Dulce y grande, en paz, con esos
Rumores lejanos que
Se escuchan desde los pueblos.

Tras leer estos testimonios, hemos podio comprobar, que Trujillo a pesar de no ser visitada por todos los viajeros franceses que recorrieron nuestra región entre los siglos XVIII y XX, si es una de las ciudades extremeñas más visitadas. Ello es debido, sobre todo, a su situación estratégica en un cruce de caminos por el que pasan rutas tan importantes como son el Real Camino de Madrid a Lisboa con su continuación, la carretera de Extremadura.

Trujillo también atrae por su historia y su monumentalidad aunque la atención que los distintos autores le prestan varía en función de sus propios intereses, del tiempo que dediquen a la visita o de su formación.

De entre los diversos testimonios que hemos recogido nos han llamado la atención, a parte del magnífico texto de Eugène Demolder, los textos de Étienne de Silhouette, Alexandre de Laborde y Jean-Charles Davillier, ya que los tres basan sus descripciones de la ciudad en un esquema de la retórica clásica, aunque adaptándolo cada uno a su estilo. Esto es interesante porque nos permite no sólo conocer la ciudad desde diferentes puntos de vista, sino también porque nos permite comparar cómo adaptan los distintos autores un mismo esquema compositivo a sus necesidades y gustos.

En cuanto al texto de Demolder, ya hemos dicho que lo mejor es leerlo sin hacer demasiados comentarios. Sin embargo, hay que señalar que descripción consagrada a Trujillo, puede ser considerada como una excepción dentro del relato del eviaje de Demolder por Extremadura ya que es una de las pocas localidades extremeñas citadas por el viajero belga que merece unas páginas de elogio y no sólo la ciudad sino también sus habitantes. Baste señalar que los habitantes de Almendralejo son descritos como bandoleros despiadados que desean que el coche de Demolder caiga en barranco; Miajadas es “un pueblo sucio, de mal aspecto”, habitado por “palurdos” que amenazan a los viajeros; también los habitantes de Navalmoral tienen una actitud agresiva hacia los viajeros que tienen que salir a toda velocidad esquivando a la multitud que rodea el coche que se había detenido a echar gasolina en casa de ¡un farmacéutico!

Terminaremos nuestra comunicación sobre Trujillo visto algunos viajeros de lengua francesa con estas palabras de Alexdre de Laborde:

“(…) delante de la antigua ciudadela de Trujillo, que fue dada a la familia de Pizarro con el nombre de la Conquista que todavía hoy lleva, se perdona al orgullo nacional el exaltarse, y se la da espontáneamente el mismo homenaje que el poeta guerrero Ercilla daba a la memoria.

De aquellos Españoles esforzados

Que la cerviz de Arauco no domada
Pusieron duro yugo por la espada
[29]“.

Anexo. Texto de Demolder

Después (de Miajadas), el llano se hace cada vez más pedregoso. Se diría que un volcán ha escupido escorias sobre el país. Montes de rocas cierran el horizonte, parecen aullar contra el cielo. La tierra es gris, azufrada. Pasamos por aldeas rupestres, donde gentes semisalvajes salen de cabañas de negros adobes. El sol desciende lentamente, ilumina trágicamente esa provincia desolada, llena de rencor, árida, y cuyos raros habitantes parecen ellos mismos más duros que su región.

XXVI. Trujillo. La plaza, la fuente y la iglesia. La samaritana. Dos señoras goyescas. La ciudad de los conquistadores. Cena en la fonda. Un cómico español.

Como se hace tarde, nos decidimos a detenernos en Trujillo -pequeña localidad encantadora y tranquila-, donde encontramos una fonda familiar y limpia, del mejor aspecto.

Aguardando la hora de la cena, nos paseamos. Una iglesia pequeña, encima de unas callejuelas que suben, guijarrosas, da las horas; enfrente, el teatro; representan esa noche. Sin embargo la villa está muy tranquila. Se diría que nadie tiene deseos de salir. Trujillo está lejos de todo. Está muerto, bien muerto.

El sol desciende lentamente. Delante de la fonda, sobre la plaza donde han establecido un jardín, con bancos y un pilón con un chorro de agua que solloza, pasan en fila, completamente solos, cerditos negros, que han ido a hociquear por el llano abrupto. Trotan alegres, con los ojillos malignos, pequeños odres taimados. Uno de ellos, despertado, atraviesa la plaza con el fin de reducir su camino. Llegan por grupos galopantes, ejecutan un ruido de granizo sobre las piedras de la calle. Nadie los guía y gruñen de alegría ante la idea de que sacuden las orejas lejos de los porqueros.

En e1 fondo de la plaza se alzan una pequeña fuente y una iglesia abandonada; ésta, sin carácter debe su belleza a las cigüeñas: han establecido sus nidos en lo alto de los cimbalillos, y se han hecho una percha de las bolas de piedra que adornan los altos del templo. Los bellos pájaros crotoran con el pico, riñen entre sí, vuelan con la cabeza para abajo y las patas estiradas, añadiendo las rarezas del biombo japonés al viejo estilo español. Poco a poco, al obscurecerse el día, todo se ambarina, la iglesia, los pájaros; los nidos son bermejos; los tejados de la pequeña ciudad se impregnan de un oro fluido. Y en esa luz, a lo largo de las paredes encaladas de cal amarilla, una mujer, descalza, se dirige a la fuente, con el cántaro bajo el brazo. Joven, ágil, abraza la pilastra de fundición que le llega a la garganta y, alzada sobre sus dedos, enseñando sus tobillos y el nacimiento de una pierna morena, envolvente como una liana, mantiene bajo el grifo el cántaro que se llena lentamente, mezclando un ruido cristalino con el seco latido del pico de la cigüeña. Luego, en el silencio de la pequeña ciudad que se adormece, la pobrecilla se va pensativa y lenta, apoyando el jarro sobre su cadera, bella como fue Rebeca, la samaritana, o Marsyane*, poetizada por esa noche de nostalgia y por la gracia sencilla y salvaje de su gesto.

Y como si quisieran ellas también verse magnificadas por ese hermoso crepúsculo, dos señoras, en la casa que forma esquina con la carretera, cerca de la iglesia, aparecen en su balcón -un largo balcón, una especie de paseo, que tiene finos barrotes paralelos, tal como se ven en algunos cuadros de Goya- Han abierto una de las maderas azul marino, cerca de la cual florece un laurel rosa, y, soñadoras, se inclinan sobre el camino donde la noche va a caer. Llevan trajes blancos y negros, bastante largos, y su elegancia hace pensar en los sepias anticuados de Constantino Nuys.

Deliciosas, destacan, sobre la pared color crema, siluetas desconocidas que la luz desfalleciente orla con un nada de claridad. Miran por encima de Trujillo, en el poniente, las ruinas de un viejo castillo que las cigüeñas llenan de un rumor melancólico y monótono, y parecen respirar el silencio lleno de oro de la ciudad como se huele el perfume exasperado de una bella rosa de té, buchada de claridades.

Entre tanto, una niña campesina de diez años viene a sentarse sobre un banco de piedra, cerca de nosotros, y deja su cesta demasiado pesada. Cruza las manos, contempla vagamente la gran fachada de la iglesia.

Prisionera en esa vieja ciudad lejana, que antaño proporcionó a Perú los conquistadores célebres, que fue inmensamente rica de los tesoros del Nuevo Mundo, y tuvo palacios, duques y condes, todas esas mujeres, la maja del aro, las señoras del balcón, la niña parecen soñar con algún pasado fabuloso que les recuerda ese día moribundo sobre la pequeña ciudad. ¿Dónde está el amor que ellas han soñado, o en nada?

La aguadora desaparece en su callejuela, la niña ha vuelto a coger su cesto, y las dos señoras, cogiéndose por el talle, el corazón lleno de confidencia, vuelven a entrar graciosamente, y cierran la madera. La noche cae.

Volvemos al albergue. Un comedor embaldosado de rojo y blanco, coquetón; cuarto de campesinos acomodados de Provenza. Cenamos frente a frente con un actor español, muy hablador, que se fabrica cigarrillos entre plato y plato, y con un viajante que ha tenido una discusión con su cochero y está por ello sumamente emocionado. Las gentes de la casa están deliciosas con nosotros; sirven con mil atenciones pan de almidón y una tortilla con aceite. El viajante come con sumo gusto.

XXVII. Hacia Navalmoral de la Mata. Almonte y la sierra de Guadalupe. La de Gredos (…).

Abandonando Trujillo al día siguiente por la mañana, íbamos hacia Navalmoral de la Mata. Un cielo azul pálido, bonito. Al principio la carretera está bien, pero pronto la hallamos llena de piedras, y los camineros, avisados, han puesto en los bordes grandes piedras que nos obligan a seguir por las ingratas rodadas y a tener que machacar la grava. ¡Qué martirio para los neumáticos! Se ven entregados a un despellejamiento vivo, que se diría inventado por el Santo Oficio.

Después de haber pasado Almonte, alcanzamos las montañas: la sierra de Guadalupe que se trata de cruzar. Una muralla inmensa. La atacamos por circuitos en las laderas de colinas vertiginosas. El auto en su esfuerzo recobra su ronquido de campana grande. Después de muchas vueltas y de bruscos cambios de dirección, ¡las cumbres! Planeamos. Delante de nosotros, en el fondo de un embudo gigantesco, un pueblo de tejados oscuros, campos, bueyes bastante pequeños, como pulgones. A lo lejos, colosal, la sierra de Gredos, de un azul transparente, diáfano: se diría un trozo de cielo que se hubiera obscurecido”.


NOTAS:

[1] Bartolomé et Lucile BENNASSAR, Le voyage en Espagne. Anthologie des voyageurs français et francophones au XVIe au XIXe. siècle, Paris, 1998. (En adelante lo citaremos como VE). Sobre los viajeros franceses en España también se puede consultar la introducción a la obra Viaje por España del Barón J.-Charles DAVILLIER, Madrid, 1949, pp. VII-XL. Otro resumen sobre los viajeros franceses en España lo encontramos en la obra de Paulette GABAUDAN, El romanticismo en Francia (1800-1850), Salamanca, 1979, pp. 283-304. Sobre los viajeros europeos en Extremadura entre 1750 y 1850, se puede consultar el artículo de Pilar ROMERO DE TEJADA, “La visión de Extremadura en los viajeros europeos”, en Antropología Cultural en Extremadura, Actas de las I Jornadas de Cultura Popular celebradas en Cáceres del 18 al 21 de marzo de 1987, Mérida, 1989, pp. 779-790, en el que, entre otras cosas, se recogen los nombres de los principales viajeros extranjeros que visitaron la región durante la Ilustración y el Romanticismo, así como los principales temas por ellos tratados. Algo parecido puede verse en el artículo que la Gran Enciclopedia Extremeña consagra a los viajeros; tomo 10, voz: viajeros.

[2] Cf. VE, p. 390.

[3] Cf. Francisco Vicente CALLE CALLE, “Viajeros de lengua francesa por el Campo de Arañuelo y La Vera durante los siglos XVII-XX”, Actas de los XII Coloquios Históricos-Culturales del Campo de Arañuelo, pp. 29-67; “Alusiones al Quijote en los textos de algunos viajeros de lengua francesa por Extremadura” Actas de los XXXIV Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2005, pp. 115-125; CALLE CALLE, Francisco Vicente y ARIAS ÁLVAREZ, María de los Ángeles, “Extremadura en los relatos de viajes de viajeros franceses (1698-1894)”, en Guadalupe, nº 779-780, año 2003, pp. 32-43.

[4] Nosotros seguimos la edición que aparece en J. GARCÍA MERCADAL, Viajes de extranjeros por España y Portugal, tomo IV, 1999, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, p. 495. En adelante VEEP.

[5] Seguimos el texto que aparece en VE, pp. 392-393.

[6] Seguiremos el texto que aparece en VEEP, tomo III, pp. 623-624.

[7] Itinerario descriptivo de las provincias de España y de sus islas y posesiones en el Mediterráneo (1816). trad. libre de Mariano de Cabrerizo y Bascuas, Valencia, 1816. Hemos respetado la grafía de la época en que se hizo la traducción. El libro original fue escrito en 1808. Citaremos las páginas 387-389.

[8] Barón Jean-Charles DAVILLIER, Viaje por España. Ilustrado por Gustavo Doré. Prólogo y notas de Arturo del Hoyo. Estudio crítico-biográfico, tituladoGustavo Doré por Antonio Buero (3 tomos), Madrid, 1949, Ediciones Castalia, tomo 2, pp. 586-591.

[9]. En VEEP, VI, pp. 725-729.

[10] ANÓNIMO, en VEEP, tomo V, p. 56.

[11] Cf. Itinerario descriptivo…ed. cit., p. 386.

[12] Hace bien A. Jouvin en dudar ya que el puente que cruzaron es el llamado puente del Cardenal, que sí está en el camino entre Plasencia y Trujillo y cerca del pueblo y el castillo de las Corchuelas, como bien explica A. Ponz, quien señala además que “desde el puente se va a las Corchuelas, lugar en el que hay un palacio arruinado”. La Editorial Universitas publicó en 1983 en su colección Biblioteca Popular Extremeña dos tomos (3, 4) con el recorrido del insigne geógrafo A. Ponz por la región extremeña bajo el título Viajar por Extremadura (I y II). Cuando citemos esta obra lo haremos de la siguiente manera: primero citaremos el tomo de la edición original, así como las cartas y los párrafos correspondientes; a continuación, vendrán el volumen (I o II) y las páginas correspondientes de la edición moderna. Por lo tanto la referencia de la cita que hemos mencionado sería: Op. cit., Tomo Séptimo, Séptima, 7-18. Op. cit., Vol. I, pp. 152-159.

[13] Cf. VEEP, III, pp. 623-624.

[14] La inscripción dice así: “Este puente hizo la ciudad de Plasencia, ano de 1552. Reynando en España la Majestad Cesárea de Carlos V Emperador. Fue maestro Pedro Uría”. Cf. A. PONZ, op. cit., Tomo Séptimo, Carta Quinta, 24. Op. cit., Vol. I, p.87.

[15] No es “Venta Nueva”, sino “Venta del Lugar Nuevo”, como bien señala y documenta María Dolores MAESTRE en su obra Doce viajes por Extremadura (en los libros de viajeros ingleses desde 1760 a 1843), Plasencia, 1995, Imprenta La Victoria, p. 208, nota 17. En adelante VI.

[16] El actual municipio de Casas de Miravete.

[17] Se trata del puente en los Montes del Tozo que es descrito en estos términos por el viajero inglés Robert SOUTHEY en sus Letters written during a Journey in Spain (1808): “El puente que cruzamos es muy singular tiene nueve arcos; tres delante y después un contrafuerte que va inclinándose muy gradualmente hasta quedar abierto en el puente y forma un camino a una pequeña isla en la corriente”. Cf. María Dolores MAESTRE, Op. cit., p. 212. Sobre este puente ver A. A. V. V., Monumentos artísticos de Extremadura, Mérida, 1995, Editora Regional de Extremadura, pp. 363-364.

[18] Curiosamente, el puerto de Miravete citado por A. Laborde y que figura en el mapa de la lámina 25 de su obra, está situado al salir de Jaraicejo mientras que según el Diccionario de P. Madoz, el puerto “(…) principia poco después del puente de Almaraz, subiéndose por espacio de una legua y media con suma pendiente en alguna de sus vueltas y bajando al Sur igual espacio con no tanto declive”. P. MADOZ, Diccionario geográfico-estadístico de España y sus posesiones de Ultramar, (tomo III), reimpresión, Zafra, 1989.

[19] Cf. Itinerario descriptivo…, ed. cit., pp. 387-389.

[20] Cf. J.-Ch. DAVILLIER, op. cit., pp. 586-587.

[21] “La carretera de Extremadura, la más importante vía desde Madrid a Badajoz, fue inaugurada en 1854. Atravesaba los pueblos de Calzada de Oropesa, Navalmoral y Almaraz. Cruzaba el Tajo por el puente de Almaraz, reconstruido en 1854”. Cf. José BUENO ROCHA, Navalmoral, 600 años de vida, Navalmoral de la Mata, 1985, p. 209.

[22] Cf. VEEP, VI, pp. 727-728.

[23] “Advertiréis de pasada que se viaja mal en España, sea a causa de los víveres y de las comodidades para viajar, que allí son muy caras, como también por el mal trato de los posaderos que os proporcionan mulas, que es la montura corriente en todo el reino, llevando un hombre que va siempre corriendo en cuya casa habéis alquilado las mulas, que os enseña el camino, no yendo vestido más que de tela y calzado con alpargatas. Encontramos en esta posada mulas para ir a Medellín”.Cf. VEEP, III, pp. 623-624.

[24] Cf. Miguel Ángel PÉREZ PRIEGO, Viajeros y libros de viajes en la España medieval, Madrid, 2002, UNED, (Textos de Educación Permanente. Programa de Enseñanza Abierta), pp. 14-15.

[25] Cf. Étienne de SILHOUETTE, Relation d’un voyage de Paris, en VE, pp. 392-393.

[26] “Quieren los naturales instruidos, que esta ciudad en la antigüedad mas remota se llamase Scalabis, y que despues por una torre, que Julio Cesar mandó hacer, tomó el nombre de Truxillo, pero se cree ser la Castra Julia, que nombra Plinio. El arzobispo D. Rodrigo la llamó Turgellum. El vulgo Truxillano tiene por indubitable que no ha muchos años se leía en cierta piedra de la fortaleza:

Hércules me edificó,
Julio César me rehizo
Sobre la cabeza de zorro
En este cerro Virgillo.

Aunque existiese esta copla, nada probaría para el nombre de Truxillo, pues se conoce lo moderna que es”. Cf. A. PONZ, Op. cit., Tomo Séptimo, Carta Séptima, 32. Op. cit., vol. I, pp. 166-167. Según Antonio M. Castaño Fernández, “El nombre deriva del latín TURGALIUM, evolucionado a Trujillo por mediación de la pronunciación árabe, que palatalizó la consonante velar, como sucede en TAGUS > Tajo (…) La voz latina es presumiblemente de origen prerromano y su significado permanece oculto (…)”. Cf. Antonio M. CASTAÑO FERNÁNDEZ, Los nombres de Extremadura. Estudios de toponimia extremeña, Badajoz, 2004, Editora Regional de Extremadura, Colección Ensayo, 24, p. 340.

[27] Como acabamos de señalar, se trata de la tumba de Gómez Sedeño de Solís, muerto en 1554. Cf. Juan Carlos RUBIO MASA, Trujillo, León, 1988, Editorial Everest, S. A., p. 118.

[28] A este respecto ver Francisco Vicente Calle Calle: “Alusiones al Quijote en los textos de algunos viajeros de lengua francesa por Extremadura”. en Actas de los XXXIV Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 2005, pp. 118-120.

[29] Cf. A. LABORDE, Voyage pittoresque et historique de l’Espagne, Paris Didot l’aîné, 1806-1820, p. 130.

Oct 012005
 

Francisco Vicente Calle Calle.

Desde el mismo momento de su publicación en 1605, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha fue lo que hoy día llamaríamos un best-seller, un éxito de ventas. El mismo Cervantes da cuenta de ello cuando en la segunda parte, publicada en 1615, pone en boca del bachiller Sansón Carrasco las siguientes palabras dirigidas a Don Quijote: “(…) es vuestra merced uno de los más famosos caballeros andantes que ha habido, ni aun habrá, en toda la redondez de la tierra” gracias a la historia donde se recogen sus hazañas. [Por ello], “(…) el día de hoy están impresos más de doce mil libros de la tal historia: si no, dígalo Portugal, Barcelona y Valencia, donde se han impreso, y aun hay fama que se está imprimiendo en Amberes; y a mí se me trasluce que no ha de haber nación ni lengua donde no se traduzca[1]”.

La afirmación del bachiller Sansón Carrasco se corresponde perfectamente con la realidad pues ya en 1614 César Oudin había traducido la primera parte de la novela al francés y cuatro años más tarde François de Rosset había traducido la segunda. El éxito de la novela allende los Pirineos fue total, como lo demuestra el hecho de que ya en durante el siglo XVII se hicieron siete reimpresiones y a lo largo del siglo XVIII existieron 36 ediciones diferentes del Quijote en francés. A partir de ese momento, Don Quijote pasó a convertirse en un mito, y como tal, se instaló, si no en la conciencia colectiva del pueblo francés, si al menos en la conciencia de sus clases cultas e ilustradas[2].

Lo que pretendemos aportar en esta comunicación son una serie de ejemplos recogidos entre los escritos de algunos viajeros franceses en los que se menciona de manera directa o indirecta a Cervantes y a personajes y lugares de su novela, pero con la particularidad de que estos testimonios están relacionados a la vez con Extremadura, por lo tanto estaríamos intentando seguir trazas del Quijote en viajeros franceses que recorrieron Extremadura durante el siglo XIX.

Antes de citar los textos veamos unas breves notas biográficas sobre sus autores.

Las principales citas pertenecen al barón Jean-Charles Davillier (1823-1883). Fue experto en cerámica y alfarería, coleccionista de loza hispano-morisca, amigo de los pintores Mariano Fortuny y Raimundo de Madrazo, y enamorado de España. Viajó en numerosas ocasiones a nuestro país. En 1862 emprendió un largo viaje, acompañado por Gustave Doré, que dio como resultado una serie de artículos que fueron apareciendo en la revista Le tour du monde de 1862 a 1873, y que fueron publicados en un solo volumen en 1874 bajo el título de L’Espagne[3].

También veremos algún texto de Jean-François Bourgoing (1748-1811). El barón de Bourgoing llegó a pasar doce años en España en calidad de diplomático, lo que le permitió conocer a fondo el país. Escribió dos obras sobre España: Nuevo Viaje a España (1789) y Cuadro de la España moderna (1797).

El texto de Jean-François Bourgoing nos remitirá a otro de la condesa de Aulnoy(1650-1705), quien publicó dos obras sobre España, las Memorias de la corte de España (1690) y la Relación del viaje de España (1691).

El último autor que mencionaremos será el capitán de estado mayor J. -J. –E. Roy, quien en 1856 publicó su libro titulado Los franceses en España. Recuerdos de las guerras de la Península. (1808-1814). El libro, como su propio título da a entender, relata las vivencias del capitán Roy durante la Guerra de la Independencia, desde su movilización en enero de 1808, para incorporarse al ejército del general Dupont, hasta su salida de nuestro país en diciembre de 1813. Los únicos datos biográficos del capitán Roy que hemos conseguido reunir son los que él mismo aporta en su libro. Sabemos que entró en España el 25 de enero de 1808, “à quatre heures de l’après-midi” (p. 2), siendo capitán de estado mayor, y que abandonó España en diciembre de 1813, con el grado de jefe de escuadrón de estado mayor. Entre estas dos fechas tenemos la narración de un recorrido por España de norte a sur y viceversa, en la que J. –J. –E. Roy, no sólo va a referirse a los acontecimientos históricos ligados a la Guerra de la Independencia como el Tratado de Fontainebleau, la sublevación del dos de mayo de 1808 o la derrota de Bailén, sino que además describirá costumbres, como los toros, la Semana Santa; personajes como los serenos de Madrid o los guerrilleros; monumentos como El Escorial, El Real Sitio de Aranjuez o la Alhambra e, incluso, dará explicaciones sobre instituciones, como la Inquisición. En este sentido, su relato no está demasiado lejos de los de otros compatriotas suyos que también recorrieron España a lo largo del siglo XIX como Charles Davillier, Alexandre Laborde o Théophile Gautier, por citar alguno de los viajeros más famosos. Sin embargo, las páginas que dedica a Extremadura son algo diferentes ya que pasó por nuestra región como prisionero de guerra y esta situación personal hace que la visión de la realidad sea muy distinta de la que tiene un viajero tradicional[4].

Como ya hemos señalado la mayoría de los textos que vamos a citar están sacados del Viaje por España del barón Davillier.

En el primero de ello se menciona a Miguel de Cervantes y la visita que realizó, en calidad de peregrino, al monasterio de Guadalupe:

Hacia mediados del siglo XIII, un pastor de Cáceres descubrió una virgen de madera atribuida a San Lucas y que había sido dada por el Papa Gregorio el Grande a San Leandro, arzobispo de Sevilla. Esta imagen, oculta en la montaña durante la invasión de los moros, había sido milagrosamente conservada durante seiscientos años, y en el mismo lugar en que el pastor la encontró se construyó el monasterio.

Nuestra Señora de Guadalupe es desde esa fecha la patrona de Extremadura, como la Virgen del Pilar, en Zaragoza, es de Aragón. Los cautivoslibertados por su intercesión acudíana colgar sus cadenas en señal de exvoto. Cervantes, en su novela Persiles y Sigismunda, habla de la «Santísimaimagen, libertad de los cautivos, limade sus hierros y alivio de sus prisiones[5]».

En el capítulo XLIX de la primera parte, Don Quijote en su disputa con el canónigo sobre la autenticidad de los hechos narrados en los libros de caballería responde en un momento dado:

“(…) porque, ¿qué ingenio puede haber en el mundo que pueda persuadir a otro que no fue verdad lo de la infanta Floripes y Guy de Borgoña, y lo de Fierabrás con la puente de Mantible, que sucedió en el tiempo de Carlomagno, que voto a tal que es tanta verdad como que ahora es de día?[6]

El barón Davillier menciona este pasaje al pasar cerca del puente de Alconétar, durante su viaje desde Cáceres hacia Plasencia, señalando que aquel puente es el famoso puente de Mantible:

“Algunas horas después de haber atravesado el pueblo de Casar de Cáceresllegamos a Cañaveral, donde pasamosla noche. Cerca de aquí estaba el famoso puente de Alconetar, por el quepasaba la vía romana de Salamanca aMérida. Este es el mismo puente que elde Mantible, del cual hablaba Don Quijote, y que se hizo famoso por la aventura de Fierabrás, que sucedió en tiempos de Carlomagno. El puente de Mantible, que estaba formado por treintaarcos de mármol blanco, estaba defendido—dice el historiador de Carlomagno—por el gigante Galafre, que antesde haber sido vencido por Fierabrásexigía de los cristianos por derecho depasaje treinta parejas de perros de caza,cien jóvenes doncellas, cien diestros halcones y cien caballos ricamente enjaezados, con herraduras que pesaban cada una un marco de oro fino[7]”.

El Quijote vuelve a ser citado por J. Ch. Davillier en el momento de hablar de la ciudad de Trujillo y de su héroe Diego García de Paredes:

Tuvimos también tiempo de ver en la iglesia de Santa María la Mayor la tumba del famoso García de Paredes, otro capitán del que Trujillo y toda España se enorgullece. Este temible García, apodado el Sansón de Extremadura y el Hércules de España, era compañero de armas de Gonzalo de Córdoba y pasó su vida guerreando contra los portugueses, los turcos y los franceses. Las hazañas del guerrero español dignas realmente de los tiempos fabulosos sobrepasan con mucho todo lo que se cuenta de los héroes de la mitología. Como los más famosos caballeros andantes, daba golpes terribles con su larga espada. Bajo este aspecto no podía faltar en el Quijote. Ya se recordará que cuando el cura y el barbero se disponen a echar al fuego algunos libros de caballería hacen gracia a dos obras, que son «historias verdaderas»: la vida del Gran Capitán y la de Don Diego García de Paredes. «Y este Diego García de Paredes fue un principal caballero, natural de la ciudad de Trujillo, en Extremadura, valentísimo soldado, y de tantas fuerzas naturales que detenía con un dedo una rueda de molino en la mitad de su furia; y, puesto con un montante en la entrada de una puente, detuvo a todo un innumerable ejército que no pasase por ella; y hizo otras tales cosas, que si como él las cuenta y las escribe él asimismo, con la modestia de caballero y de cronista propio, las escribiera otro libre y desapasionado, pusieran en olvido las de los Héctores, Aquiles y Roldanes[8]».

La cita textual del Quijote que reproduce J. Ch. Davillier pertenece al capítulo XXXII de la primera parte y se refiere a los libros que el ventero de la venta en la que servía Maritornes guardaba en una maletilla vieja para que fueran leídos en voz por alguno de sus huéspedes para solaz del resto[9].

J. Ch. Davillier continúa su relato señalando algunas de las hazañas de Diego García de Paredes citadas en La Crónica del Gran Capitán así como otros lugares y hechos relacionados con el héroe trujillano.

“La Crónica del Gran Capitán, impresa en Alcalá de Henares en 1584, refiere también cómo Diego García de Paredes tomó una espada con las dos manos, y puesto sobre el puente de Garellano, que los franceses acababan de construir, y combatiendo contra ellos, comenzó a hacer tales pruebas de su persona como no las hicieran mayores en su tiempo Héctor, Julio César, Alejandro el Grande ni unos antiguos valerosos capitanes, pareciendo realmente otro Horacio Cocles por su resolución e intrepidez. A poca distancia de Trujillo se enseña un pozo de treinta pies de anchura que, según se dice, franqueó de un solo salto el héroe extremeño, tan ágil como valiente y vigoroso, demostración tan digna de crédito, por lo demás, como sus hechos de armas.

Parece ser que el Sansón de Extremadura se entretenía también en hacer estas demostraciones a la edad de setenta y cuatro años. Según cuenta uno de sus historiadores, murió en Bolonia, |en 1530, a consecuencia de una caída que tuvo queriendo demostrar su vigor y su agilidad.

Hemos visto en la Armería de Madrid media armadura que pertenecía a García de Paredes. Pesa en conjunto dos arrobas y cinco libras, es decir, un poco menos de treinta kilogramos.

Cuando se tiene fuerza suficiente parallevar unas armas tan pesadas, puedeuno muy bien aspirar a ser llamadoHércules español[10]”.

Tampoco puede J. -Ch. Davillier evitar comparar a los cabreros que encuentra en su caminar por tierras extremeñas con aquellos a los que Don Quijote dirigió su discurso sobre la Edad de Oro.

La región comprendida entre Trujillo y Mérida está ocupada por inmensas dehesas. Así se llaman los terrenosdonde crecen pastos naturales. En ellos pastan infinitos cerdos negros, que son, con los rebaños de corderos (…), una de las principales riquezas de Extremadura. Estos negros animales, que se designan con el nombre de ganado de cerda, se nutren principalmente de las bellotas que producen las encinas. Sus guardianes, que cuentan entre sus antepasados al conquistador del Perú, tal vez desciendan también de aquellos cabreros ante los que Don Quijote, cogiendo un puñado de bellotas en su mano, alabó tan elocuentemente las dulzuras de la dichosa edad a que los antiguos dieron el nombre de dorada[11]”.

Tal episodio aparece en el capítulo XI de la primera parte de la novela.

J. -J. -E. Roy a pesar de estar prisionero tampoco puede evitar comparar algunas de las personas que se va encontrando con personajes del Quijote, como ocurre en el caso del encargado de custodiar el castillo pacense de Piedra-Buena y de sus acompañantes:

Tras haber caminado todo el día, bajo la lluvia, por caminos impracticables, llegamos a las nueve de la noche ante la puerta del castillo de Piedra-Buena [Cerca de San Vicente de Alcántara[12]] Llamamos varias veces con violencia; esperamos bastante rato sin que nadie nos respondiera. Por fin las troneras del castillo se iluminaron con un resplandor que parecía venir del patio; poco después la puerta se abrió: nuestros soldados iban a hundirla a culatazos. Estaba expectante por conocer a los habitantes de esta antigua morada, cuando un viejo hidalgo, grande, delgado, seco, armado con una larga espada, se presentó ante nosotros. Si había creído reconocer a Sancho Panza en el alcalde de Madrilejos (Madridejos), debía, con más razón, reconocer a su amo en el castellano del castillo de Piedra-Buena: allí estaba realmente el héroe de Cervantes, pero a la edad de ochenta años. Le seguía una vieja mujer, mucho más pequeña que él, pero no menos seca, y, quizás, más arrugada. Esta pareja decrépita estaba acompañada por dos niños; uno llevaba en la mano un puñado de juncos encendidos, de la especie llamada esparto, con la que se hacen, en algunas partes de España, cuerdas para pozos y sombreros de espartería, y que se utiliza también como antorcha o hacha, como era el caso. El otro niño tenía bajo el brazo una gavilla de la misma planta, de la que cada cierto tiempo sacaba un puñado para sustituir a la que estaba a punto de apagarse. Fue con la ayuda de este primitivo alumbrado como entramos en el castillo[13]”.

En cuanto al mencionado alcalde de Madridejos he aquí su descripción:

Inmediatamente vi entrar al magistrado; era un hombre bajo, mofletudo, de vientre prominente, y que me hubiera recordado bastante a su compatriota Sancho Panza, a no ser por una cierta afectación de gravedad y de importancia incompatible con la simplicidad y el descuido del famoso escudero del caballero de la Mancha[14]”.

Los dos textos que a continuación vamos a citar no hacen referencias directas al Quijote pero queremos incluirlos aquí porque nos parecen guardar una cierta relación con las imágenes y con episodios de la novela cervantina.

El primero de ellos es la descripción general que hace J. -J. –E. Roy al comienzo de su libro de una venta, lujar quijotesco por excelencia:

[Durante la ruta que va de Vitoria a Valladolid] tuve la ocasión de conocer lo que se llama una venta[15] o posada, es decir un albergue español. Voy a tratar de dar una idea a mis lectores de cómo son. Se entra en general en la venta por una especie de cobertizo que sirve de caballeriza; se la atraviesa arriesgándose uno a llevarse una coz, y se llega a la cocina. Se da ese nombre a un reducto oscuro, de diez a doce pies cuadrados, que no recibe luz más que por una larga abertura hecha en el techo. El hogar está en el medio; el humo del fuego y de las carnes que allí se fríen o asan no tiene otra salida para escapar que la abertura mencionada: lo que obliga a permanecer bastante tiempo en la “oficina”, con gran desagrado para la vista y el olfato. El ventero, la ventera y su familia están sentados en unos bancos de piedra colocados a lo largo de los muros de la cocina, no teniendo otra ocupación más que la de calentarse, peinarse mutuamente y fumar el purito. Nunca se encuentra nada para comer en estos albergues; pero rápidamente os indican las casas dónde se vende pan, legumbres, carne, caza, frutas, pimienta, aceite y cualquier otro comestible necesario para la comida. Tiene que ir uno mismo a comprar esas provisiones, y aderezarlas también uno mismo en la sartén de la venta, a menos que el ventero se encargue de este trabajo, cosa que evitábamos, sobre todo al comienzo de nuestra estancia en España, a causa de la suciedad asquerosa de estos personajes (…)

La primera vez que se me ocurrió entrar en una venta, fue entre Torquemada y Dueñas. Algunos muleros estaban comiendo en la sartén el guisado, una especie de “ragoût” español (…). Preguntamos que si podíamos comer nosotros también; el ventero nos respondió que estaba dispuesto a prepararnos nuestra comida, pero que había que esperar a que acabaran aquellos señores, puesto que había que preparar, servir y comer nuestro guisado en la misma sartén que los muleros tenían por le mango. Preferimos entonces un trozo de queso antes que la bazofia del ventero, excusándonos de no poder degustar su cocina, porque la exigencia del servicio no nos permitía pararnos más que para eso.

Mientras tomábamos esa modesta comida, una familia completa desembarcó en el albergue; (…) Las mujeres venían en una galera, especie de carro de cuatro ruedas, tirado por dos mulas; los hombres las seguían montados en mulas. (…) Estos viajeros cogieron de la galera las provisiones necesarias para su almuerzo, pan, arroz y tocino. El vino estaba en una bota, odre de piel de macho cabrío. Prepararon ellos mismos su comida en la sartén de los muleros; se sentaron a la mesa, amos y sirvientes; y todos comieron con buen apetito, picando por turnos de la sartén y bebiendo de la misma bota, pero a la catalana, es decir cogiendo la bota con una mano, y elevándola de manera que caiga el líquido en la boca sin que los labios toquen el brocal. El uso de vasos es desconocido en el campo y en los albergues de este país: es muy curioso ver a un grupo de españoles bebiendo así mientras comen, uno detrás de otro, a chorro. Son tan duchos en este ejercicio, que, incluso levantando la bota lo más alto que les permite el brazo, no dejan caer una gota sobre el rostro o sobre las ropas.

Paseando alrededor de la galera, vi baúles y dos enormes paquetes envueltos en cuero con forma de maletas; eran los colchones, las sábanas, las mantas y las almohadas de toda la familia; necesariamente hay que tomar precauciones en un país en el que falta de todo en los albergues. El que se descuida o no puede, por la razón que sea, procurarse estos objetos, duerme en el suelo o en el banco que hay alrededor de la mesa. Añadamos, para terminar lo que tenemos que decir sobre las ventas, que la hospitalidad que en ellas se recibe, aunque reducida a su más mínima expresión, está lejos de ser gratuita[16]”.

Jean Charles Davillier describe a su vez una venta que se hallaba entre Mérida y Cáceres. Como veremos en esta descripción vuelve a aparecer alguno de los elementos señalados por J. J. E. Roy[17]:

Ya hemos entrado varias veces en algunos de esos caravanserail de España, pero ninguno de los que habíamos visto tenía un aspecto tan miserable y tan salvaje como la venta donde nos detuvimos entre Mérida y Cáceres. En la primera habitación o zaguán-cocina, que sirve a la vez como su nombre indica, de pórtico y de cocina, divisamos acurrucados alrededor del fuego, a algunos individuos de aspecto huraño, que nos parecieron arrieros. Iban vestidos de tosco paño y tocados con esos sombreros que se llaman monteras. La patrona, una mujer pequeña y arrugada, cuya nariz y barbilla se juntaban, era el perfecto tipo de esas viejas que los españoles llaman brujas. Vigilaba una media docena de pucheros colocados sobres los carbones y de los que salía un olor a aceite rancio, acre y nauseabundo. En cuanto al ventero, estaba sentado sobre un banco cojo y cantaba con voz nasal, acompañándose de una mala guitarra. Esta escena se nos apareció como a través de una espesa niebla, pues no había chimenea en la habitación. El hogar, compuesto simplemente de algunas piedras, estaba colocado en uno de los ángulos, sobre el suelo, y el humo se escapaba con dificultad por un agujero hecho en el techo.

El ventero, viéndonos entrar, interrumpió su canción y avanzó hacia nosotros y los asistentes nos hicieron sitio cortésmente. Por fortuna para nosotros, nuestras alforjas contenían abundantes provisiones, pues no habríamos encontrado en la venta más que pan y vino malo[18], y si le hubiéramos preguntado al ventero lo que tenía en su venta, habría podido contestarnos la respuesta tradicional: «Hay de todo… lo que lleven ustedes».

Nos contentamos, pues, con pedir aguardiente para las gentesde la galera[19].

Si hemos citado estos dos textos sin que en ellos se mencione al Quijote es porque nos parece clara su relación con el mundo quijotesco, relación demostrada con estas palabras que el mismo J. Ch. Davillier dedica al final de su digresión sobre los alojamientos en España, en general, y sobre las ventas en particular:

No eran mejores las ventas en tiempos de Cervantes, como puede unocomprobar leyendo algunos pasajes desus novelas y de su Don Quijote, principalmente el capítulo donde el Ingenioso Hidalgo tomó a la venta porcastillo. «En esta venta, el lecho estaba formado simplemente por cuatrotablones acepillados puestos sobre dosbancos desiguales y de un colchón tandelgado que más bien parecía colcha.El cual colchón estaba cubierto de protuberancias que al tocarlas se hubieran tomado por guijarros, si no se hubiera visto por algunos rasgones queeran pelotes de lana.[20]»

Los dos últimos textos se refieren a una forma de penitencia llamada disciplina en la que el penitente se golpea voluntariamente las espaldas con instrumentos de varias clases que causan dolor. Es posible que Cervantes mismo practicara este tipo de penitencia, ya que desde 1609 hasta su muerte perteneció a la Hermandad y Congregación de Esclavos del Santísimo Sacramento, en la que había ejercicios de oración y disciplina los lunes, miércoles y viernes. Quizás por esta razón aparecen cinco menciones expresas a los disciplinantes en el Quijote, concretamente en el capítulo 52 de la primera parte y en los capítulos 32, 35, 36 y 71 de la segunda.

Esta costumbre, bastante arraigada en nuestra tierra, sorprende a los viajeros franceses, sobre todo porque va unida a un extraño ritual en el que participa una mujer, tal y como nos lo cuenta Jean-François Bourgoing:

Un hombre digno de creer me ha asegurado haber sido testigo, hace algunos años, en un pueblo de Extremadura de la escena siguiente. Conocía en dicho pueblo a una joven de buenas costumbres, con un carácter amable y jovial, adornada con todos los encantos de su edad y de su sexo. Va a verla un viernes santo. La encuentra con aire de fiesta en sus rasgos, en toda su persona, llevando un vestido resplandeciente de blancura. Le pregunta el porqué de esta vestimenta extraordinaria en un día de duelo y de penitencia. Lo vas a saber ahora mismo, le responde ella. Era el momento en el que los flagelantes debían de pasar por su barrio. Ella los esperaba con impaciencia. Por fin aparecen. Se acerca a la ventana de su casa que estaba a ras de la calle separada de ésta por unos barrotes. Los flagelantes se paran delante de ella y se golpean. En unos instantes está cubierta por las gotas de sangre que salen de sus espaldas. Ella parecía deleitarse viendo sus ropas mojadas por aquel horrible rocío, y el enigma de su vestido blanco quedó explicado al espectador. Supongo, si se quiere, que la galantería jugaba un papel en esta obra de penitencia, y que el amante de la joven se encontraba entre los actores. ¿Pero la escena no parece por ello todavía más atrozmente extraña?[21]

Esta misma costumbre también había sido explicada por Madame d’Aulnoy en su Viaje por España en 1679 y 1680, aunque en su caso tuvo lugar en Madrid:

Me ha parecido muy desagradable el espectáculo que ofrecen los disciplinantes. Al ver el primero, creí desmayarme. No sé cómo puede parecer bien un espectáculo que horroriza y asusta. El disciplinante se os acerca tanto, que al azotarse salpica con su sangre vuestro vestido, y esto se considera una galantería…

Para darse azotes gallardamente y hacer que salte la sangre a un punto determinado, hay reglas formuladas y maestros que las enseñan y caballeros que las aprenden como se aprenden las artes de la danza y de la esgrima. Los disciplinantes visten una túnica muy delgada que los cubre desde la cabeza hasta los pies, con menudos pliegues, y tan amplia, que para cada túnica se necesitan de cuarenta a cincuenta varas de tela. Llevan sobre la cabeza una caperuza muy alta, delante de la cual cuelga un trozo de lienzo que cubre la cara y tiene dos pequeñas aberturas por donde asoman los ojos del disciplinante, que lleva guantes y zapatos blancos, muchas cintas en las mangas de la túnica y desnudos los hombros. Generalmente, llevan también enlazada en las disciplinas una cinta que a cada penitente regala su amada, y ellos la lucen como un señalado favor. Para ser admirado y hacer bien las cosas precisa no levantar el brazo, mover solamente la muñeca, darse los azotes sin precipitación, y que la sangre, al saltar de las heridas, no manche la túnica. Se despellejan de una manera horrible los hombros, de los que brota mucha sangre. El disciplinante anda pausada y ceremoniosamente, y al llegar junto a las rejas de su amada se fustiga con un brío estupendo. La dama observa esta caprichosa escena desde las celosías de su aposento, y por alguna señal bien comprensible le anima para que se desuelle vivo, dándole a entender lo mucho que le agradece aquella bárbara galantería.

Cuando los disciplinantes tropiezan en su camino con una hermosa mujer, suelen pararse junto a ella y sacudirse de modo que al saltar la sangre caiga sobre su vestido. Esta es una interesante atención, como ya os expliqué antes, y la señora muy agradecida, les dirige palabras amables[22]”.

Según la Condesa d’Aulnoy hay que distinguir entre los verdaderos penitentes, los amantes y los hipócritas. El ejemplo citado se refiere claramente al segundo grupo. En cuanto al primer grupo citaremos el ejemplo que pone, por ser una descripción muy cercana a la de los tradicionales “empalaos” de Valverde de la Vera:

También hay verdaderos penitentes que inspiran verdadera compasión… Sólo van cubiertos de los pies a lacintura y llevan arrollada en el desnudo torso y en los brazos una cuerda de esparto, cuyas vueltas oprimen de tal modo la carne, que toda la piel se pone amoratada y sanguinolenta. En la espalda llevan siete espadas metidas entre cuero y carne, que les producen dolorosas heridas a cada paso que dan, y como llevan los pies desnudos y las piedras de la calle son puntiagudas, con frecuencia se caen los infelices[23]”.

Conclusión

Estos ejemplos de referencias al Quijote en textos de viajeros franceses por tierras extremeñas han pretendido ser, por una parte, homenaje a la novela de Cervantes en este IV centenario de su publicación y, por otra, una “excusa” para acercarnos a nuestra tierra a través de la visión que de ella tuvieron unos viajeros extranjeros hace ya más de un siglo.

Esperamos y deseamos que su lectura sirvan para acercarnos una vez más al universal texto cervantino y, también, para interesarnos por conocer desde otros puntos de vista nuestra región.


NOTAS:

[1] Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha, (II, III), ed. de Jonh Jay Allen, Madrid, Cátedra, 1997, Letras Hispanas, 101, p. 46.

[2] “Podemos casi afirmar que de César Oudin a Claude Nougaro y su canción “Don Quichotte et Sancho”, pasando por Serge Reggiani, Jacques Brel, (…) Bernard Buffet y Gérard Garouste, todas las épocas, todos los géneros, han utilizado, en Francia, la imagen del Caballero andante y de su fiel Sancho que Daumier y Doré, particularmente, ilustraron a las mil maravillas. Sorel con El Pastor extravagante, Flaubert con Bouvard y Pécuchet, Stendhal, Balzac, Daudet conTartatin de Tarascon, Rostand con Cyrano son algunos de nuestros autores que se han inspirado en el Quijote y que en parte lo han resucitado a través de sus personajes”. Cf. Serge FOHR; Jean-Luc PUYAU, “Le Quichotte et la France – Histoire(s) d’une fascination ancestrale”. Cf.http://www.ambafrance_es.org/article.php3?id_article=1352 (Consulta: 12/04/05). La traducción es nuestra. En otra página Web podemos leer lo siguiente: “(…)Chateaubriand se ve a sí mismo como un Cervantes y un Quijote y en su Itinerario de París hasta Jerusalén, (1811), ensalza al Caballero de la triste figura, que ocupa también su lugar en El genio del Cristianismo como el más noble, el más valiente, el más amable y el menos loco de los mortales. Hay bastante de Cervantes en ese militar frustrado romántico que fue Alfred de Vigny. Los viajeros Prosper Merimée y Theophile Gautier llenan sus diarios de viaje de alusiones cervantinas. Para el crítico Saint-Beuve, Don Quijote es un libro que empieza por constituirse en una sátira de los libros de caballerías y termina por hacerse espejo de la vida humana. Victor Hugo, que pasó algunos de sus años infantiles en España como hijo del general Hugo, considera a Cervantes el poeta del contraste entre lo sublime y lo cómico, lo ideal y lo grotesco, y apercibe el influjo de La gitanilla en su novela Nuestra Señora de Paris. Henri Beyle, más conocido como Stendhal, que tenía diez años cuando leyó Don Quijote por primera vez, escribió que «el descubrimiento de ese libro fue quizá la más grande época de mi vida»; Honoré Balzac representó casi más a Don Quijote en su vida que en sus escritos y Gustave Flaubert asumió este espíritu en sus dos novelas Bouvard y Pecuchet, póstuma e inacabada, cuyos dos personajes principales enloquecen leyendo libros que no pueden asimilar, y su Madame Bovary, cuya protagonista es en realidad una quijotesca dama que pierde la sensatez leyendo noveluchas sentimentales, como José Ortega y Gasset ya apreció («es un Quijote con faldas y un mínimo de tragedia sobre su alma). (…). En Les oiseaux de la lune o Los pájaros de la luna (1956), de Marcel Aymé, el inspector de un colegio adquiere el poder de transformar a los pelmazos en aves de tanto leer novelas, lo que parece ser una parodia cómica de la locura de Don Quijote de la Mancha y de los magos que transforman sus desilusiones. La escritora Monique Wittig, por otra parte, en su novela Le voyage sans fin (1985) reelabora el Quijote de Cervantes sustituyendo a caballero y escudero por dos mujeres. En 1968 Jacques Brel compuso y grabó un disco de música, L’Homme de la Mancha. Y para cerrar una lista que podría prolongarse mucho, mencionaremos sólo a Léon Bloy, Tailhade, Henri Bergson, Maurice Barrès, Alfred Morel-Fatio, Paul Hazard, André Maurois y André Malraux”. Cf. www.elquijote.com/enelmundo.php/ch/mundFr/PHPSESSID. (consulta el 15/07/05)

[3] Nosotros seguiremos esta edición: J.-Charles DAVILLIER, Viaje por España, ilustrado por Gustavo Doré. Prólogo y notas de Arturo del Hoyo. Estudio crítico-biográfico, titulado Gustavo Doré por Antonio Buero (3 tomos), Madrid, 1949, Ediciones Castalia.

[4] J. J- ROY, Les Français en Espagne. Souvenir des guerres de la Péninsule, (1808-1814), Tours, 1856, Ad. Mame et cie, Imprimeurs-Libraires. El relato completo de los avatares del capitán Roy en Extremadura puede consultarse en Francisco Vicente Calle Calle y María Ángeles Arias Álvarez. “Aventuras y desventuras de un capitán francés por tierras extremeñas durante la Guerra de la Independencia”, Revista de Estudios Extremeños, nº III, 2003, pp. 1037-1057.

[5] Cf. J. -Ch. DAVILLIER, Op. cit., pp. 587-588. El texto de Los trabajos de Persiles y Sigismunda dice así:
“… y nuestros peregrinos llegaron poco a poco, a las santísimas tierras de Guadalupe.
Apenas hubieron puesto los pies los devotos peregrinos en una de las dos entradas que guían al valle, que forman y cierran las altísimas sierras de Guadalupe, cuando, con cada paso que daban, nacían en sus corazones nuevas ocasiones de admirarse; pero allí llegó la admiración a su punto, cuando, vieron el grande y suntuoso monasterio, cuyas murallas cierran la suntuosa imagen de la emperadora de los cielos; la santísima imagen, otra vez, que es libertad de los cautivos, lima de sus hierros y alivio de sus pasiones; la santísima imagen que es salud de las enfermedades, consuelo de los afligidos, madre de los huérfanos y reparo de las desgracias… Cuatro días se estuvieron los peregrinos en Guadalupe, en los cuales comenzaron a ver las grandezas de aquél santo monasterio; digo comenzaron porque acabarlas de ver es imposible
”. Cf. Miguel de Cervantes, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, Madrid, 1980, Espasa-Calpe, Austral, pp. 188.

[6] Cf. El Quijoteed. cit., p. 568.

[7] Cf. DAVILLIER, J. Ch. Op. cit., p. 605. Sobre la leyenda de Fierabrás, Carlomagno y la princesa Floripes así como su reflejo en las tradiciones extremeñas, ver Moisés MARCOS DE SANDE, “Del folklore garrovillano: usos y costumbres”, en Revista de Estudios Extremeños, t. I, 1945, pp. ***

[8] DAVILLIER, Op. cit., pp. 588-591.

[9] Diego García de Paredes también es citado en el capítulo 49 y en el capítulo 51 de la primera parte del Quijote: “Y si todavía, llevado de su natural inclinación, quisiere leer libros de hazañas y de caballerías, lea en la Sacra Escritura el de los Jueces; que allí hallará verdades grandiosas y hechos tan verdaderos como valientes. Un Viriato tuvo Lusitania; un César, Roma; un Anibal, Cartago; un Alejandro, Grecia; un conde Fernán González, Castilla; un Cid, Valencia; un Gonzalo Fernández, Andalucía; un Diego García de Paredes, Estremadura; un Garci Pérez deVargas, Jerez; un Garcilaso, Toledo; un don Manuel de León, Sevilla, cuya leción de sus valerosos hechos puede entretener, enseñar, deleitar y admirar a los más altos ingenios que los leyeren” ; “Sentábase en un poyo que debajo de un gran álamo está en nuestra plaza, y allí nos tenía a todos la boca abierta, pendientes de las hazañas que nos iba contando. No había tierra en todo el orbe que no hubiese visto, ni batalla donde no se hubiese hallado; había muerto más moros que tiene Marruecos y Túnez, y entrado en más singulares desafíos, según él decía, que Gante y Luna, Diego García de Paredes y otros mil que nombraba; y de todos había salido con vitoria, sin que le hubiesen derramado una sola gota de sangre”.Cf. ed. cit., pp.567;580.

[10] Ibid.

[11] Ibid. p. 591.

[12] Sobre este castillo ver. AA. VV., La España Gótica (14). Extremadura, Madrid, 1995, Ediciones Encuentro, S. A., pp. 363-364.

[13] J. J. ROY, Op. cit., pp. 145-146.

[14] Ibid. pp. 122-123.

[15] Las palabras subrayadas aparecen en el español en el original.

[16] J. J. ROY, Op. cit., pp. 4-7.

[17] Ver por ejemplo I, 2 ; I, 16-ss; I, 32-ss;

[18] En cambio, A. Jouvin dice “haber bebido [en una posada de Plasencia] un vino blanco muy excelente, mucho mejor y más natural que el que transportan a Francia y a los países extranjeros (…)”. Cf. A. JOUVIN, El viaje de España y Portugal, en J. GARCÍA MERCADAL, Viajes de extranjeros por España y Portugal, 1999, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura., tomo III, p. 623.

[19] Cf. J. -Ch. DAVILLIER, Op. cit. pp. 594-595. En las páginas 595-598 J. –Ch. Davillier explica la diferencia que existe entre el parador, la posada y el mesón; cita además opiniones, casi todas negativas, de varios viajeros como A. Ponz, el holandés Aersens de Sommerdyck (1655), Madame de Aulnoy o el inglés Swinburn (1775) sobre estos todos establecimientos; también aparece una ilustración de Gustave Doré que representa una posada.
Sobre los transportes y caminos en esta época, ver también las referencias generales ofrecidas en María Dolores MAESTRE, Doce viajes por Extremadura (en los libros de viajeros ingleses desde 1760 a 1843), Plasencia, 1995, Imprenta La Victoria, pp. 25-27, 551-583 así como Jesusa VEGA, “Viajar en España en la primera mitad del siglo XIX: Una aventura lejos de la civilización”, en Revista de Tradiciones Populares, LIX, 2, 2004, p. 96-97; 111-117.

[20] Cf. J. Ch. DVILLIER, Op. cit., p. 596.

[21] Cf. Jean-François BOURGOING, Tableau de l’Espagne moderne, en Bartolomé et Lucile BENNASSAR, Le voyage en Espagne. Anthologie des voyageurs français et francophones au XVIe au XIXe. siècle, Paris, 1998, Robert Laffont, (Bouquins), p. 986. En este mismo libro parecen otras referencias a los flagelantes en las páginas 973-974; 978-979; 984-985.

[22] Cf. Condesa d’AULNOY, Viaje por España en 1679 y 1680 y Cuentos feericos, trad. y notas por Marta Corominas y Mercedes M. Villalta, Barcelona, 1962, Editorial Iberia, S.A., Col. Obras maestras, tomo I, pp. 194-195.

[23] Cf. Ibid., pp. 196-197.

Oct 012004
 

Francisco Vicente Calle Calle.
El origen de esta ponencia hay que buscarlo en la que hicimos el año pasado sobre las gárgolas de las catedrales, ya que alguna de ellas, como aquélla del claustro de la Catedral Vieja de Plasencia (D. 38) que representaba a un ser con cuernos, alas y una expresión de angustia en su rostro u otra de la Catedral Nueva con forma de ser antropomorfo de grandes orejas, con cuernos, el pecho abultado, con las piernas cruzadas y las manos sobre las rodillas, cuyo cuerpo está cubierto de escamas (D. 39, D 40), fueron interpretadas como diablos. En esta ocasión vamos a estudiar otras representaciones del Maligno que se encuentran en dicha catedral.

 

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Oct 012004
 

 Manuel Bazaga Ibáñez.

 Contemplando que en Europa y en determinadas zonas de España aparecen líneas férreas  que van proporcionando un medio cómodo y rápido para trasladar personas y mercancías, se piensa que también nosotros, región apartada y  de escasos medios económicos, en aquel entonces, podíamos considerar el agregarnos a regiones que ayudaran a desarrollar nuestros recursos económicos, ya que al  sumarnos al auge que están tomando las construcciones de vías férreas, nos pondríamos en igualdad, o casi, con el Norte, Este y Centro, al alcance de la mano, donde cada día van apareciendo industrias, y líneas férreas que podían trasladar personas de unos a otros lejanos lugares, imposibles sin la realización de este medio de comunicación, por ello se considera que  nuestra zona,  también podría beneficiarse con este medio de transporte y sacarla del aislamiento, que hasta ahora se viene padeciendo, ya que se nos consideraba como zona pobre y atrasada.

       

En nuestra Comarca, carente de vías regulares de transportes, aislada desde años atrás, sólo disponíamos de pocas carreteras y malos caminos, que imposibilitaban o hacían difícil, que en ciertas épocas del año pudiésemos salir de nuestra región y quedásemos casi aislados y sin  poder sacar al mercado nuestros ganados y productos agrícolas, o recibir los necesarios para  nuestras explotaciones. Por todo ello, se intenta, varias veces, hacer realidad, lo que en otras regiones ya habían realizado, la construcción de una línea férrea. A ello se dedicaron muchos esfuerzos y gestiones, sin ser capaces de llegar a soluciones que resolvieran  el problema.

 

Se formaron Gestoras en las cabeceras de Comarcas y se invitó a las personas de relieve municipal o Comarcal para que se integrasen en éstas, para que uniendo fuerzas y voluntades, se tratara de solucionar la cuestión. Las  Gestoras se formalizaron en Trujillo y empezaron sus trabajos a finales del siglo XIX.

 

No fue nada fácil reunir voluntades e intentar que otras poblaciones además de Trujillo, Cáceres y Plasencia se implicaran en este tema. Aunque se estaba conforme y era unánime el sentir, podían más los poderes políticos o económicos que superar las discrepancias. Siempre fueron superiores los intereses particulares, a los de la Comunidad.

 

Con buena voluntad y muchos sacrificios se reúnen personajes y Alcaldes en las cabeceras de Comarca, para tratar el tema, personas que querían lo mejor, y todos nombrados por los Municipios para tal fin.

 

Desde un principio no fueron capaces de ponerse de acuerdo, aunque se reconocía la necesidad de hacer realidad lo que se tenía entre manos. Las subvenciones del Estado, la aportación económica de los Ayuntamientos o de los propios particulares, nunca fueron capaces de unir voluntades.

 

Reuniones y más reuniones, proyectos que nunca encontraron un apoyo decidido ni del Estado, que con miras políticas sólo apoyó a los de su misma ideología, ni de particulares entusiasmados con el proyecto.

 

Empezaron bien los Ayuntamientos que querían implicarse en el tema, ayudando tanto económica, como políticamente a las líneas férreas que pasasen por nuestra zona.

 

En los años finales del siglo XIX, se construyó la línea férrea del TAJO, llamada así por su proximidad a este río. Para la construcción, algunos Ayuntamientos aportaron cantidades a las que la Constructora, que habían creado Obligaciones, documentos representativos de las entregas, que pagaban por éstas un 6% de interés y daban un plazo máximo de 75 años para reintegrar sus importes. Llegado el momento en que la Compañía terminó su obra antes de transcurrir el plazo para el vencimiento de las Obligaciones, ofrece a las personas que aportaron sus capitales dos opciones: traspasar sus Obligaciones a otra Compañía, que realizaría la línea Madrid- Cáceres- Portugal y se subrogaría en las mismas condiciones anteriores o la segunda opción era  entregar los  capitales en efectivo.

 

La mayoría de los Ayuntamientos están dispuestos a invertir sus capitales en  la nueva Compañía, constructora de la línea antes mencionada, pensando razonadamente entonces que no sería difícil la construcción de ramales o derivaciones que beneficiase a los pueblos cercanos, y sus capitales serían mucho más rentables con la explotación de la línea, más cuando también se aprovecharían de las facilidades que  encontrarían para el desplazamiento de personas o productos de sus tierras, teniendo el ferrocarril mucho más cerca. Otros por el contrario quieren recibir sus aportaciones en efectivo, que entregarían en la Caja de Bienes de Propios, donde percibían el 2%, de interés, con la ventaja de poder disponer de ellos, siempre  con la aprobación del Estado, y los destinasen a beneficiar o solucionar necesidades de sus Municipios. (Algunos carecían de Escuela, mal abastecimiento de agua o con calles intransitables).

 

Los deseosos del ferrocarril empiezan por crear Comisiones Gestoras   en las que se trataría de defender una u otra alternativa, tema para los que habían de aportarse  soluciones. Se discute y se formalizan en algunos casos los trayectos que habrían de construirse y las aportaciones  dinerarias que debían realizarse por los pueblos, más la posibilidad de obtener ayudas del Estado, empezando las discrepancias, que nunca llegaron a superarse.

 

Trujillo y algunos otros Ayuntamientos ven interesante y  propicio el destinar sus Capitales a la Construcción del ferrocarril siempre que  asegurasen su paso  por sus terrenos. Por el contrario hubo Ayuntamientos que defendían que no pasasen por sus propiedades, pensando egoístamente que les perjudicaría, sin recibir por ello compensación económica.

 

De todo esto la Prensa de aquel entonces empieza a tomar partido por una u otra solución, defendiendo o atacando al Ferrocarril, según sus ideales o los futuros económicos de sus dirigentes.

 

Uno de los temas de discusión que se presenta en principio, sería la construcción o no de la línea férrea PLASENCIA- ASTORGA. Unos decían  que los pueblos del Norte o cercanos a Plasencia, serían los beneficiados con esta línea.  El tema fue acogido con calor en las páginas de los periódicos de la época.

 

En el año 1880 ,“EL EXTREMEÑO”, periódico de Cáceres, dice que Plasencia y Trujillo, deben ser las promotoras haciendo lo  necesario para conseguir la adjudicación de tal línea, pues si bien, en principio, sólo afectaría a la Comarca del Norte de Plasencia, ofrecían la posibilidad de su prolongación hasta Béjar y Salamanca y más tarde, siempre existiría la probabilidad de construir ramales de vía para la Zona al Sur y por ello no debían retirar, si no entregar sus capitales.  Otros periódicos reiteran que sólo se beneficiarían las zonas de Plasencia y Norte de la Provincia de Cáceres, puesto que la línea sería Plasencia- Astorga, y por ello nada se ofrecía a las otras zonas de la Provincia, haciendo vacilar a los que en principio,  habían decidido integrarse con los que pensaron ayudar a este ferrocarril.

 

Se trata una y otra vez de la línea férrea PLASENCIA- ASTORGA, de sus pro y de sus contras. Pasa el tiempo y no se llega a una solución y con ello se va demorando el proyecto. A partir de 1881 todos o casi todos los periódicos  tratan del tema: Atacándolo o defendiéndole.

 

Al tratarse de  la construcción de la línea PLASENCIA- ASTORGA, como primeriza de todas las que estaban proyectadas construir, se dice  que más tarde se podría prolongar a Béjar, Salamanca y a la zona de Cáceres, Trujillo y Logrosán.

La “IZQUIERDA DINASTICA” y “EL ECO DE CÁCERES”, defienden en sus páginas esta idea. Otros por el contrario, se oponen a la construcción de una línea que no pasara por Trujillo, cabeza de comarca, y  la construcción de una línea secundaria de 46 kilómetros, que saliendo de Cáceres, siguiera  más tarde, con una prolongación de 50 kilómetros hasta Logrosán, aprovechándose para beneficiar el traslado de los minerales explotados en este término municipal. Más tarde, la Comisión Estatal defiende este trazado Cáceres- Trujillo- Logrosán.

 

A partir de 1881 empiezan a tomar carta, como se ha dicho, todos los periódicos regionales, opinando en uno u otro sentido:

 

 En 1881, en “EL EXTREMEÑO” se vuelve a tratar el tema, así como en “EL PROGRESO”, “LA CORRESPONDENCIA ILUSTRADA” y otros.

 

 En “EL ECO DE CACERES”, mayo de 1883, se cita la reunión que se celebró el  23 de abril, y se decía que si la línea PLASENCIA- ASTORGA, no pasaba por Trujillo se beneficiaría solamente a los pueblos situados en el Norte de la Provincia y más a los  Municipios del Norte de Plasencia, dejando nuestra zona abandonada. Tema ya discutido.

 

En la reunión del 6 de enero de 1882, se habló del ferrocarril de CASATEJADA- MÉRIDA, con ramal a Logrosán. En el mismo sentido se pronunciaba el periódico “IZQUIERDA DINASTICA” de 14 de septiembre  de 1883 recogiendo la opinión de los  partidarios de la línea PLASENCIA- Astorga, que la rebatieron  57 representantes de los pueblos que acudieron a la cita, los demás abogaban por el paso de la misma.

                                                                             

Por la Zona Trujillana, “LA IZQUIERDA DINASTICA” y “EL AVISADOR MUNICIPAL” de Cáceres, llegan a publicar los planos del ferrocarril que pasaría por Trujillo, donde mucho más tarde se llegó a colocar una 1ª piedra el 28 de Enero de 1912, aprovechando los planos que se habían redactado anteriormente. Del ramal a Logrosán se hicieron explanaciones para colocar los raíles, estaciones de servicios, puentes e incluso un magnífico acueducto, todos estos proyectos  quedaron sin continuidad y así siguen.

 

Se discutieron además de la línea Plasencia-Astorga otras como: MÉRIDA-CASATEJADA, MÉRIDA- NAVALMORAL DE LA MATA, TRUJILLO-LOGROSÁN- CÁCERES.

 

De todos estos proyectos pocos o ninguno se hicieron realidad, más cuando empiezan a surgir dificultades financieras, no porque no se dispusiese de los fondos necesarios, puesto que los Ayuntamientos tenían los fondos depositados en las Cajas de Depósitos, sobre todo los que habían optado por  la amortización de la  Obligaciones  de la constructora de la línea del TAJO, ya que  otros quisieron colocarlos en la Compañía Madrid, Cáceres, Portugal, pues seguían percibiendo los intereses contratados con la anterior empresa.

 

De estas constructoras participaban como Consejeros personas influyentes que no querían en forma alguna desprenderse del importante montante dinerario que manejaban a su voluntad, obligando en muchos casos a los Ayuntamientos, con el poder político que podían ejercer sobre ellos, para que actuasen según su criterio.

 

En Trujillo en 1904, se había formado otra de las Comisiones que aparecen, con la buena voluntad de hacer realidad alguna de las líneas que pudieran pasar por Trujillo.

 

El 6 de septiembre de 1904, a propuesta del Alcalde de Trujillo, se convoca a  18 personalidades de la Ciudad, para tratar de formar una nueva Comisión Gestora para la construcción de un ferrocarril, con el trazado NAVALMORAL- CÁCERES, pasando por Trujillo, con un ramal a Logrosán.

 

En esta reunión se acuerda convocar nuevamente a los Ayuntamientos de la zona. Reunidos 41 Representantes de los Municipios de Cáceres, Trujillo, Navalmoral y Montánchez, de los  que salen elegidos 11 delegados para formar la nueva Gestora, en la que se adoptarían lo trámites y gestiones a realizar para conseguir una línea férrea que pasase por las localidades antes mencionadas. En estas reuniones se acuerdan que los Municipios señalen las cantidades que estarían dispuestos a consignar para construir la línea, tratando también, que como resultas de las gestiones realizadas por anteriores gestoras en 1891, podría formalizarse la construcción de la vía férrea Cáceres- Trujillo- Logrosán, ya que en el expediente incoado en este año, se exigía por Orden Ministerial de febrero del mismo año, que se contestase si se aceptaba o no el Pliego de Condiciones, que regularía la concesión de ayudas por el Gobierno. Como quiera que aquella Gestora se disolvió por especiales y complejas causas, se aprueba renunciar a lo allí dispuesto y  empezar de nuevo.

 

Se siguen celebrando reuniones con los Representantes de los Pueblos, el 18 de septiembre, se da a conocer a los de Trujillo, Cáceres, Montánchez, Logrosán, Herguijuela y Ruanes, las nuevas gestiones para tratar el mismo tema: Ferrocarril Secundario, con arreglo al proyecto  formado por el Ingeniero Jefe D. Alfredo Mateos. En esta reunión se toma el acuerdo de solicitar a los propietarios la cesión gratuita de los terrenos por donde pasase el ferrocarril y a que cooperasen con generosas ayudas para construirla, ya que ellos serían los primeros en  beneficiarse al pasar por sus tierras. 

 

Los Ayuntamientos estaban dispuestos a conceder de ayuda el 10% del presupuesto municipal, aunque cada uno con arreglo a sus  posibilidades económicas y  acogiéndose también  a la subvención Estatal.

 

En otra reunión, días más tarde, se comunica a los reunidos que la Comisión Central del Plan de Ferrocarriles aprobó y propuso al Gobierno la construcción de la línea férrea secundaria del ferrocarril que saliendo de Cáceres recorriera 46 kilómetros hasta Trujillo y de aquí otros 50 kilómetros hasta Logrosán. Esta línea ya se había tratado, pero de nuevo no se llegó a un acuerdo y  la subvención estatal fue anulada.

 

En este estado se encuentra la nueva Comisión Gestora, que no renuncia a llevar a cabo la construcción. Buscando soluciones se recibe ofrecimiento de un Sindicato Portugués, formado por Ingenieros y Constructores, respaldado por un Grupo Financiero residente en París y Berlín, que revisaría los  planos ofreciéndose para construir la línea. Con su ofrecimiento para la construcción, también estaban dispuestos, si la Gestora daba su conformidad, a financiar la construcción, siempre que la Gestora influyera para la concesión de la obra a su favor, por parte del Estado y facilitara la adjudicación, incluyendo en su propuesta que también serían  favorables a la prolongación de la línea hasta Logrosan, ya que ellos tenían  alguna relación con la explotación de las Minas de Logrosán.

 

Naturalmente los representantes reunidos contestan que carecen de facultades para adjudicar las obras y por ello, tampoco para optar por uno u otro postor, ya que el Estado tenía que sacar a subasta las obras y adjudicarlas a la mejor oferta, al menos en teoría.

 

Siguen las gestiones durante algún tiempo, pero  la Comisión Gestora  se da cuenta que sin la intervención oficial no es posible acceder a las propuestas de ningún  Grupo Financiero, más cuando perciben que no está la Comisión legalmente constituida, y por ello sin fuerzas para la adjudicación, y para obtener la ayuda Estatal.

 

Estos inconvenientes enfriaron los ánimos de los que llevaban tanto tiempo trabajando por la consecución del ferrocarril, y allí quedaron archivadas todas las actas de las muchas reuniones celebradas y los buenos deseos fueron evaporándose, más cuando van apareciendo otros medios de transporte, tanto de personas como de mercancías.    

 

La Comisión  Gestora sigue recibiendo propuestas y contra-propuestas: “LA IZQUIERDA DINÁSTICA” representante de la Provincia, es  partidaria de la construcción de la vía PLASENCIA- ASTORGA, con la idea de prolongarla con la de Mérida, y así hacerla pasar por Trujillo.

 

En Trujillo ya se había constituido la Gestora, como se ha dicho, pero en algún Periódico se dice: “Trujillo dificulta la construcción de la línea Plasencia-Astorga”, sin que fuera cierto, pues consta que defendió tal trazado, aunque también se proyectara construir más líneas, complementarias  a otras posibilidades o recorridos.

 

Al empezar los trabajos de la Gestora Trujillana, no se quiere dejar apartado a nadie interesado y pide que se cite a los representantes de 36 pueblos de la Comarca, que acuden para que se les escuche y se actúe de acuerdo con la mayoría, pues se quería contar con todos los posibles beneficiados, si como se esperaba se construía la línea CÁCERES- TRUJILLO- LOGROSÁN.

 

El 18 de septiembre de 1891, la Junta Gestora Trujillana formada anteriormente, recibe la comunicación del Ministro de Obras Públicas, resultado de anteriores gestiones, y  donde se especificaban los trámites a seguir para obtener la concesión del ferrocarril Cáceres-Trujillo, con ramal a Montánchez y Logrosán, otro de los ramales posibles, y que no llegó a concertarse, ya que la anterior Gestora había desaparecido por razones no muy claras y complejas, y habría que  empezar de nuevo las gestiones.

 

En  esta sesión de 18 de septiembre de 1891 se les explica a los asistentes, representantes de los Municipios de Trujillo, Cáceres, Montánchez, Logrosán, Herguijuela, y Ruanes, las cantidades que tendrían que aportar para la construcción de una línea, que podía afectarlos, y que sería el 10% del importe total de las obras, a repartir según las posibilidades de cada Ayuntamiento, según los planos y proyectos presentados por el  Ingeniero Sr. Alfredo Mateos.

 

En esta misma reunión se comunica a los presentes que se acaba de recibir otra comunicación por la que la Comisión Central de Ferrocarriles aprobó, y propone al Gobierno la construcción de una línea férrea secundaria de 46 kilómetros, que saldría de Cáceres hacia Trujillo, vía que se prolongaría 50 kilómetros desde esta población hasta Logrosán.

 

Más tarde, al hacerse pública esta comunicación, siguen las ofertas, pero siempre fueron rechazadas por una causa u otra. Algunos pretendieron nuevamente que la Gestora adjudicase directamente las obras ofreciendo a cambio mejoras que no fueron nunca aceptadas puesto que las obras debían salir a pública subasta para su  adjudicación, pues era obvio que según lo legislado habría de hacerse en Madrid, con los Representantes y Organismos del Estado, pues la Gestora no tenía facultades para tal compromiso. El Grupo financiero quiere implicar  también a las explotaciones mineras de Logrosán como término de trayecto para que abogue en su adjudicación, resaltando el beneficio que reportaría tanto a Logrosán como a su Comarca el funcionamiento de esta vía. Por lo que también se les hace saber que para la Gestora es difícil hacer tal recomendación, cuando esto no está dentro de sus atribuciones.

 

Con el ofrecimiento que hacen las constructoras a las Gestoras, se dan cuenta, que jurídicamente no están legalmente constituidas estas Gestoras, por la forma anormal de su creación, quedando por tanto inhabilitadas para realizar ningún compromiso.

 

Unas cosas y otras, más las dificultades  que se presentan con la anteriores Comisiones Gestoras, anulan todo lo realizado y hay que empezar de nuevo formando Gestora conforme a Ley, y por ello presentan su dimisión todos los miembros de la constituida anteriormente.

 

Los periódicos de estos años, se inclinan por uno u otro fin, todos  o casi todos están conforme en que se haga la línea férrea, pero incordiando sobre el destino de los capitales, trazado de líneas y posible beneficios. En 2 de septiembre de 1883, “EL EXTREMEÑO” de Plasencia defiende la construcción de la línea PLASENCIA- ASTORGA, con posible prolongación hasta Trujillo. La “IZQUIERDA DINÁSTICA” el 14 de Septiembre de 1883, también se adhiere a la construcción de la Línea Transversal, así llamada. El 6 de Enero de 1884 los 57 pueblos antes citados y que tienen representantes en las reuniones que se realizan, también son  partidarios de invertir sus fondos en la realización de las obras que estimaban eran necesarias y ventajosas para todos, destinando  de sus Bienes  Propios lo necesario para llevar acabo a la construcción del ferrocarril.

 

En Diciembre de 1883 “EL EXTREMEÑO”, “LA CORRESPONDENCIA ILUSTRADA”, “EL ECO DE CÁCERES” y “LA IZQUIERDA DINÁSTICA” comentan los argumentos antes detallados, pues estimaban que la explotación de las líneas, unos sí otros no, que no sería económicamente viable, pues no rentaría su  explotación lo suficiente para compensar las inversiones y asegurar su continuidad.

 

En 1888 una Comisión Gestora, de las muchas que se formaron, en un nuevo intento, comunica a los pueblos de la Comarca, la posible construcción de la línea Zafra a Huelva, con prolongación a Vigo, que podría pasar por la Comarca. También  empieza a realizarse la línea ZAFRA- VILLANUEVA- TALAVERA y se dirige a los pueblos del partido judicial  de Logrosán, Montánchez  y Trujillo, para animarles a la consecución de un ramal.

 

Todas las gestiones fueron infructuosas  y aunque algunas señales quedaron: explanaciones, puentes, edificios para estaciones, etc. como se ha dicho, evidenciando las señales de que algunas obras se empezaron, otras no llegaron a iniciarse, pero ninguna llegó a buen fin.

 

En todos los intentos, además de la cuestión económica, principal y esencial, hubo otras razones: políticas, egoístas, ya que todos querían, o por lo menos muchos, que el ferrocarril pasara por la puerta de su casa, no llegando a considerar que lo mejor para todos no era lo bueno para otros.

 

En Trujillo no se deja de considerar las ventajas que este medio de transporte proporcionaría pasara o no por su zona cercana, ya que aliviarían con mucho,  las dificultades         que venían sufriendo para poder trasladar sus ganados o mercancías a otras regiones o recibirlas de aquellas y lo mismo con las personas, que debían trasladarse a otras regiones, necesidades mal servidas por escasa líneas de autobuses y por ello no cejan en el empeño, resaltando de nuevo su deseo de tener algún enlace con el ferrocarril, como se probó cuando se coloca una primera piedra, en la cercanía de Trujillo, que se celebró con toda pompa.

 

El 18 de septiembre del 1904 en Trujillo, vuelve a constituirse otra Gestora, estaban los planos y condiciones en el Ayuntamiento, y se pensaba con razón tener mucho adelantado para conseguir el paso del ferrocarril por nuestra zona. Pero como otras varias veces no cuajaron los deseos de ver realizados lo que había preocupado y ocupado una y otra vez.

 

En septiembre de 1908, y para evitar lo sucedido anteriormente fue constituida la Sociedad Colectiva Cortés, Guillén y Cano, formalizándose por escritura Notarial, para acomodar la Gestora a la legalidad, intentando lo que otras veces no fue posible, hacer realidad, una línea férrea que pasara por nuestra Comarca. Pero a pesar de tener efectuados los cálculos de construcción, conservación y explotación, de una de las líneas férreas que pudiera   recorrer toda la Comarca y zonas de Cáceres, Trujillo, Logrosán, Montánchez, y Navalmoral, que podrían  ser  puntos de arranque para otras.

 

En Trujillo la  última Gestora que se  formalizó, donde acudieron representantes de toda la Comarca,  y que  en principio se llegó a contar con aportaciones del pueblo trujillano al ofrecer cantidades para los primeros gastos de la línea, pronto se cansó al  no ver una rápida solución, llegando a tener que reclamar repetidas veces las pequeñas cuotas dinerarias que se habían comprometido a dar para que la Comisión Gestora empezara funcionar. Hubo días que por la mañana hubo reunión y por la tarde reunión, sin que llegase al acuerdo unánime que se necesitaba.

                          

 Uno de los proyectos que se hicieron  conocer fueron:

 

               La construcción de la línea Cáceres-Trujillo………..  2.093.200 Ptas.

               Gastos de explotación …………………………………………    174.750  “

               Ingresos aproximados …………………………………………..  485.500  “

 

Fueron contratados los servicios de la Compañía Anónima y Sociedad de Tracción Eléctrica de Madrid para los primeros trabajos.

 

Esta Gestora estaba bajo la Presidencia de D.Vicente Martínez Malo y el trazado enlazaría los pueblos de Cáceres, Trujillo y Logrosán.

 

Todas estas Gestoras y alguna otra de más corta duración fueron la que pusieron todos sus esfuerzos y buenas voluntades para que se pudiera contar con un ferrocarril que pasara por Trujillo, pero sólo quedará el recuerdo de las personas que defendieron estas mejoras para sus pueblos, ya que los nuevos medios de transportes han solucionado casi todos los problemas que soportaba nuestra Región y Comarcas.

 

Tampoco pudo hacerse realidad este proyecto en 1913 cuando se hacen gestiones  nuevamente para construir la línea CÁCERES- TRUJILLO- LOGROSÁN. A pesar de que se tenían los planos y proyectos de Cáceres a Logrosán y como se ha dicho construidas algunos trozos de explanaciones para colocar los raíles, y también los edificios de varias de estaciones, puentes y acueductos. Ya se ha dicho que incluso  en Trujillo se colocó la primera piedra el 28 de enero de 1912 y sobre lo proyectado, se inició la colocación de algunos servicios y obras que a la postre quedaron sin utilidad.

   

Esta última Gestora empezó a trabajar en Septiembre de 1904, por iniciativa y Presidencia de D. José Maria Grande con la Representación de 41 Alcaldes de las Comarcas de Cáceres, Trujillo y Navalmoral de la Mata ,llegando el 6 de septiembre del año citado donde se detallan  por el Sr.Grande, en extensa exposición las gestiones que habrían de realizarse para llevar a cabo la construcción de la vía férrea NAVALMORAL DE LA MATA- CÁCERES, pasando por Trujillo, con un ramal a Logrosán. Varias veces vuelven y se reúnen, mañana y tarde los representantes de los pueblos de Trujillo, Cáceres y Montánchez. Aunque se llegó a comunicar a los reunidos que la Comisión Central del Plan de Ferrocarriles, proponen que se realice la línea, pero como otras veces se  ha dicho nunca se logró, por una o varias razones, y  todo quedó en el recuerdo de los trujillanos que hicieron lo posible y lo imposible, por sacar adelante el proyecto por el que tanto trabajaron. Trujillo se quedó sin ferrocarril y así seguimos.

 

 

 

 

 

 

Manuel Bazaga Ibáñez.

Oct 012003
 

Francisco Vicente Calle Calle.

Qué plenitud llegar a la catedral de Plasencia por esas callejasperfumadas de azahar en las tardes de mayo, con las sierras metidas en los ojos. Hacerlo así, purificado, tan puro como es el cielo de mediados de primavera que arriba se ensancha con una profundidad infinita. Sin pensar en nada, dejándose arrastrar por el vuelo de las golondrinas, por el grito de los grajos medievales y por el sonar de una campana desde la torre mayor. Qué plenitud ver arder el crepúsculo rojizo como una vela de cera y saber que ante la contemplación de esta catedral no caben las preguntas, que sólo es posible el éxtasis. ¿Cómo preguntar por esa luz que se filtra desde los vitrales y va iluminándolo todo, abriendo un mundo secreto? ¿Qué decir de esta soledad, de este abandono, de este recogimiento de arcos, de columnas y de cúpulas que crean tanta armonía, la propia armonía de la materia cuando se eleva en un lugar sagrado? ¿Y del silencio frío de las tumbas mostrando lo inefable del destino? Las catedrales son espacios del alma y explicarlas es tanto como saber la esencia de nosotros mismos. Ellas guardan toda la memoria y el secreto de nuestro futuro. Si han detenido el tiempo y si al paso del tiempo han sobrevivido es para mostrarnos en qué consiste la eternidad. Por eso, aquí en Plasencia, sentado sobre la piedra de los siglos, sentado sobre la propia historia de mi alma, abro un libro, leo unas páginas, sueño, dejo pasar el tiempo igual que corre el agua del río de la vida allá abajo. Y ni siquiera lo pienso, ni tampoco lo veo”.

Diego Doncel

Cuando se llega desde la calle de las Claras a la plaza de la catedral, una de las primeras cosas que atraen nuestra atención son las dos gárgolas que junto con un pináculo se recortan sobre la masa de la seo placentina. La una representa a una cerda hilando y la otra a un gaitero. Siempre me sorprendieron, al igual que las demás gárgolas de la fachada principal. Ellas han sido una de las muchas razones que me han llevado a escribir esta ponencia, que en realidad no es más que una parte de un estudio más amplio consagrado a las gárgolas de la provincia de Cáceres.

Aunque todo el mundo sabe qué es una gárgola podríamos definir este elemento arquitectónico como un canalón decorado, cuya función, como la de cualquier otro canalón, es la de proyectar el agua lejos del muro, para que ésta no lo destruya.

Su origen es muy antiguo pues los egipcios, los griegos, los etruscos y los romanos hacían canalones de mármol, piedra y terracota con formas animales.

Por lo que se refiere a las gárgolas medievales y del Renacimiento, que son las que nos interesan, las primeras gárgolas eran poco numerosas, estaban muy pegadas a los muros y, por lo general, su talla era más bien tosca, como lo demuestran los numerosos ejemplos que se encuentran en la Catedral Vieja de Plasencia. Poco a poco se irán separando de las paredes, serán más numerosas y se convertirán en auténticas joyas de arte, como algunas de las que estudiaremos de la Catedral Nueva. A finales del siglo XVI comenzarán a ser sustituidas por canalones más simples. Hoy día, a pesar de la competencia de los nuevos materiales o junto con ellos, siguen realizando su función primitiva.

El porqué de las gárgolas: reflexiones varias sobre la razón de ser de estas esculturas

¿Cuál es la razón de ser de las gárgolas medievales y renacentistas? La respuesta no es ni fácil ni simple.

En primer lugar, podemos pensar que las gárgolas, al igual que otras obras artísticas que encontramos en las iglesias y catedrales, servían para la instrucción de un público en el que sólo una gran minoría sabía leer. Sin embargo, su utilidad pedagógica pueda ser puesta en entredicho, ya que se aprendía gracias a la repetición de las escenas y de los rasgos de los personajes, y, en general, no hay dos gárgolas iguales. A esto hay que añadir que las gárgolas no sólo aparecen en los edificios religiosos sino también en edificios civiles como las residencias privadas o los palacios.

La variedad de temas y de formas, aunque no sea un punto a favor de la finalidad pedagógica de las gárgolas, es una de sus características más sobresalientes.

Una de las explicaciones de esta variedad puede ser el hecho de que para muchos historiadores del arte existe una estrecha relación entre las gárgolas y el Diablo, una de cuyas características principales es la “diversitas”, diversidad que se manifiesta, por ejemplo, en sus acciones y, sobre todo, en la infinidad de formas y disfraces que puede adoptar.

Además de la “varietas”, y al mismo tiempo relacionada con ella, los diablos medievales y las gárgolas comparten otras características.

La primera son los gestos. Según el pensamiento medieval, los gestos de los diablos “(…) eran los más orgullosos, los más indecentes y los más horribles que se puedan imaginar[1]” y estos calificativos también pueden aplicarse a alguno de los gestos que encontramos en las gárgolas.

Entre los gestos comunes a los diablos y a las gárgolas tenemos que destacar los gestos de burla, inspirados, según algunos investigadores, en las máscaras y los disfraces que se lucían durante los misterios medievales o durante algunas fiestas como la Fiesta de los Locos o el Carnaval[2].

En la época que nos ocupa cualquier máscara era vista desde el punto de vista de la Iglesia como algo diabólico[3]. Por esta razón, algunas gárgolas, bien por estar inspiradas directamente de las máscaras, bien por guardar una estrecha semejanza con ellas, podrían ser consideras como algo diabólico o, cuanto menos, maligno, inquietante, como es el caso de una gárgola del ábside de la Catedral Nueva de Plasencia en forma de mascarón humano con grandes orejas, que parece estar soplando o más bien cantando pues, a su lado, en un pináculo, se aprecia una figurita que está tocando una especie de trompeta[4](fig. 1).

Otra de las características de los diablos medievales que también aparece en las gárgolas es su fealdad, manifestada de múltiples maneras[5]. La fealdad, tanto de los diablos como de algunas gárgolas, hay que entenderla a menudo como un recurso dentro de una pedagogía del miedo, y su finalidad sería la de causar espanto en los fieles para que estos se alejaran del pecado.

Las gárgolas también podrían simbolizar a las fuerzas del mal -tentaciones y pecados- encaramadas en el exterior del santuario acechando al creyente, como ocurría en algunos modillones de las iglesias románicas[6]. Serían una representación simbólica y, a menudo, monstruosa, de la multiplicidad disgregadora y caótica del exterior amenazador opuesta al recogimiento y la protección que brindan la unidad y la intimidad del templo.

Para algunos historiadores del arte las gárgolas podrían incluso representar el alma de algunos condenados que no han ido a parar al fuego eterno. En su lugar han sido transformadas en piedra y colocadas en el exterior de las iglesias para advertir a los otros fieles de la suerte que les aguarda si no cumplen con los mandamientos cristianos.

En el lado opuesto se encuentran aquéllos para los que las gárgolas son más bien guardianes de las iglesias, seres en piedra dotados de poderes mágicos, especie de espantapájaros o «espantadiablos» sagrados, que alejaban el mal y protegían al pueblo.

En cuanto a las gárgolas de los edificios civiles, su finalidad, en algunos casos, no está demasiado lejos de la función edificante que pueden tener algunas de las gárgolas de los edificios religiosos, como en el caso del Ayuntamiento de Plasencia, desde donde parece mandarse un mensaje indicando que el juego, representado por una gárgola en forma de prestidigitador, la lujuria, simbolizada por un ser con aspecto simiesco que muestra claramente su sexo en erección, y la bebida,simbolizada por un hombre borracho agarrado a un odre, conducen a la muerte, representada por un león con una calavera entre las patas; en otros casos pueden ser un símbolo de fuerza y poder, como las gárgolas en forma de león de la torre del Palacio de los Golfines de Arriba de Cáceres; hay otras que quizás no tengan más que una simple función ornamental, como es el caso de las que se encuentran en la fachada del Palacio de Piedras Albas de Trujillo o en la fachada del Palacio de los Golfines de Abajo de Cáceres.

Clasificación de las gárgolas

Para simplificar su estudio, y siguiendo el esquema propuesto por Janetta Rebold en su libro Saintes Terreurs[7], hemos hecho tres grandes grupos: gárgolas antropomorfas, gárgolas animales y gárgolas fantásticas o monstruosas, aunque estos tres grupos no forman compartimentos estancos y, de hecho, muchas de las obras podrían acomodarse con igual justicia en varios de ellos.

Gárgolas antropomorfas

Dentro de este grupo se encontraría la gárgola que representa al gaitero que mencionamos al principio (fig. 2). Representa a un hombre de cara ancha, cejas y sobrecejas muy marcadas y cabello rizado; va vestido con una camisa acuchillada aunque está descalzo; el hecho de que tenga entre sus manos una gaita, nos hace pensar que estamos ante un juglar o un músico ambulante. Aunque a primera vista pueda parecer un personaje pintoresco, este músico no tiene nada de inocente ya que hay algunos indicios que lo colocan en la órbita de los personajes demoníacos. El primero de ellos es su pelo rizado, que al igual que el pelo desgreñado, fue durante toda la Edad Media un símbolo del Demonio[8]. Otro indicio de su pertenencia al mundo del mal es su cara en la que, como ya hemos indicado, sobresalen las cejas, lo que le da un aspecto entre simiesco y salvaje[9]. Sin embargo, lo que le hace más inquietante y sospechoso es la gaita. Frente a instrumentos “nobles” como el arpa y el laúd, consagrados en la Biblia a alabar al Señor, la gaita es un instrumento “innoble”[10]. Además, este instrumento está cargado de fuertes connotaciones sensuales y malignas, como puede verse en numerosos cuadros de Pieter Brueghel el Viejo o de El Bosco[11] o en el pomo del sitial nº 27 de la sillería alta del coro de la Catedral Nueva de Plasencia que representa a un juglar tocando la gaita y descubriendo sus órganos sexuales[12].

Al lado de la gárgola del gaitero encontramos otra que representa a una cerda o a un jabalí hembra en la que se aprecian perfectamente los colmillos, las tetas y las pezuñas (fig. 3). Lo más curioso de esta gárgola es que la jabalina está hilando con un huso. Este motivo de la “jabalina hilandera” lo encontramos igualmente en el monasterio de Batalha (Portugal), aunque aquí aparece desdoblado en dos gárgolas, una al lado de la otra, que representan respectivamente a un jabalí hembra y a una mujer desnuda hilando. Aunque a primera vista pueda parecernos extraño, el motivo de la cerda hilandera es habitual en el arte de la época. Isabel Mateo Gómez lo ha estudiado en las sillerías de coro y estamos de acuerdo con ella en que es un símbolo de la lujuria[13]. Sin embargo, nosotros vamos un poco más lejos ya que pensamos que no sólo se trataría de un símbolo de la lujuria sino que podría ser además un símbolo del adulterio. Veamos. En primer lugar tenemos que tener en cuenta que el huso era un símbolo del hogar[14]. Por lo tanto, estaríamos ante una mujer casada. Por otra parte, tanto en el caso de Plasencia como en el de Batalha, ambas “hembras” están desnudas y muestran sus atributos sexuales, actitud nada recatada en mujeres casadas. Por último, la presencia en ambos casos del cerdo, animal que simboliza la lujuria y los apetitos carnales[15], termina por aclarar el significado. Sin embargo, el artista placentino ha ido más lejos que el artista luso pues, al mezclar en una misma gárgola la mujer y el jabalí hembra, está dando a entender que el adulterio ha transformado a la mujer en un animal, en una forma de vida inferior, puesto que, según la mentalidad de la época, la falta da como resultado el desorden en las leyes de la naturaleza, la trasgresión de la división querida por Dios entre hombres y animales, el establecimiento del desorden físico y espiritual.

Volvamos ahora a la gárgola del gaitero. Su presencia al lado de la gárgola de la “mujer jabalina” nos hace pensar en un conocido capitel de la iglesia francesa de San Lázaro de Autun donde aparece un juglar, con la giga en el cinto, tocando una flauta cuya música hace bailar a una mujer desnuda a la que acaricia un demonio horrible. Es el capitel conocido como “la música profana y el diablo de la impureza”. Creemos que en ambos casos se intenta poner de manifiesto la relación que existe entre la música profana[16] y la lujuria, al igual que en otras dos gárgolas del claustro de San Juan de los Reyes de Toledo de finales del siglo XIX que representan a un gaitero y a un joven desnudo. Otro ejemplo significativo sería la misericordia de la silla alta nº 2 de la sillería del coro del Monasterio de Yuste que representa a un cerdo tocando una gaita.

No lejos de la gárgola del gaitero encontramos otra gárgola que representa a un hombre que se mesa las barbas[17], cuyas extremidades inferiores terminan en garras de aves de presa (fig. 4). Entre sus piernas apreciamos una cabeza monstruosa que nos hace pensar en los diablos gastrocéfalos. Según Émile Mâle, las cabezas sobre el vientre significarían el desplazamiento de la sede de la inteligencia, puesta servicio de los más bajos instintos[18]. Es decir, como en el caso de la mujer-jabalina, el hombre alcanza el nivel de la bestia como lo demuestran sus pies con garras de animal. El gesto de tirarse de la barba podría interpretarse en este caso como un gesto de dolor o de aflicción por haber caído tan bajo[19].

Para cerrar este apartado sobre las gárgolas antropomorfas de la Catedral de Plasencia, señalaremos las dos gárgolas de la cornisa que corona la fachada meridional o del Enlosado de la Catedral Nueva de Plasencia. La de la derecha representa (fig. 5) a un ser monstruoso, de fea apariencia, con grandes senos y sin brazos. La de la izquierda (fig. 6), que tiene unos pies enormes, mira hacia el cielo mientras sostiene en sus manos una especie de cuerno. Podrían ser representaciones de los vicios o de los pecadores[20]. No en vano la gárgola de la izquierda, nos recuerda aquellas palabras del salmo 75, 5-8:

Digo a los arrogantes:

“¡Fuera arrogancias!”,
y a los impíos:
«¡No levantéis el cuerno,
no levantéis vuestro cuerno
contra el Altísimo,
no habléis contra Dios tan altaneros!”
Pues ya no de oriente o de occidente,
del desierto ni del lado de los montes
de donde viene la elevación,
sino que es Dios el juez,
el que a uno deprime y a otro exalta.

Y así parece ser en la fachada catedralicia, porque ambas gárgolas parecen estar abrumadas y aplastadas por la masa imponente del emblema que remata el hastial de la fachada, que no es otro que el de la Virgen María, quien fue ensalzada por Dios a lo más alto desde su humildad, derribando así a los poderosos y engreídos, tal y como se proclama en el Magníficat (Lc., 1, 46-55).

Gárgolas animales.

Por lo que se refiere al mundo animal, hay que decir que lo que la Edad Media y el Renacimiento conocían sobre los animales hay que buscarlo en libros como laSagrada Biblia, la Historia Animalium de Aristóteles, la Historia Naturalis de Plinio, que está en la base de la mayoría de los compiladores de enciclopedias medievales desde las Etimologías de San Isidoro hasta el De Universo de Rabano Mauro, pasando por el Speculum Majus de Vicente de Beauvais, De Naturade Tomás de Canterbury o el Libro de las Maravillas de Bruneto Latini. También hay que tener muy en cuenta el anónimo Physiologus, escrito en Alejandría entre los siglos II y III de nuestra era, y sus derivados los Bestiarios, en los que se presentaban diferentes animales, reales o fantásticos, explicando sus principales características a las que después se les buscaban analogías simbólicas de contenido religioso o moral[21]Por lo tantoel conocimiento de estos libros es fundamental para entender el significado moral o religioso que los diferentes animales pueden tener, aunque no hay que descartar que muchas de estas representaciones pudieran tener un simple valor decorativo.

Entre estos animales tenemos, en primer lugar, al león, que era el rey de los animales desde la antigüedad. El león es fácil de identificar gracias a la melena, que es su principal característica física y que se atribuye incluso a la leona

El león es un animal polivalente desde un punto de vista simbólico[22] que puede representar desde Cristo al Anticristo, pasando por ser símbolo de la muerte.

Valorado negativamente el león puede simbolizar a los pecados de ira y orgullo indistintamente[23]. También es el símbolo de la soberbia, al igual que el águila, soberanos, respectivamente, de la tierra y del aire en el reino animal.

Sin embargo, aunque tenga ciertos valores negativos, por regla general, el león está íntimamente ligado en la iconografía cristiana a la imagen del Salvador. Según los bestiarios, el león borra tras de sí sus huellas con la cola, lo mismo que Cristo escapa al Diablo. Además, las crías del león nacen muertas pero al cabo de tres días el león las resucita, en un gesto cargado de un claro simbolismo.

También es un animal conocido por su lealtad hacia las personas que lo ayudan. No olvidemos el caso del león que acompaña a San Jerónimo.

Además, el león no cierra nunca los ojos, por lo que se convierte en un símbolo de la vigilancia. Por esta razón aparece con tanta frecuencia en las tumbas pero también encaramado en las entradas y tejados de iglesias y palacios, tal y como lo recuerda Alciato en sus Emblemas: “Est leo: sed custos oculis quia dormit apertis, Templorum idcirco ponitur ante fores[24]” (“Y aquí está el león, y como este guardián duerme con los ojos abiertos, se pone por lo tanto como custodio ante las puertas de los templos”). En la Catedral Nueva de Plasencia encontramos un ejemplo de esta última función en el muro sur, a la altura de la balaustrada, semioculto por la Torre del Melón y otro en el ábside (fig. 7).

Otro animal muy representado en las gárgolas es el perro, que también está presente en una de las gárgolas del ábside la Catedral Nueva de Plasencia[25] (fig. 8).

Interpretado negativamente el perro puede ser un símbolo de la avaricia y de la gula[26]. También, como señala Isabel Mateo Gómez, en relación a su convivencia con el hombre, personifica a los hipócritas, lisonjeros e ingratos[27]”.

Para algunos bestiarios, la fábula del perro que va con un pedazo de carne en la boca y que al ver su imagen reflejada en el agua deja su bocado para coger el reflejo, indica también que el predicador debe alejarse del Diablo para impedir que éste se ampare de las almas de los cristianos[28].

El perro también puede ser símbolo del remordimiento y de la lujuria[29].

Valorado positivamente, el perro suele simbolizar al sacerdote que se encarga de su rebaño de fieles y los preserva del Diablo. Por eso, al igual que el león, es un símbolo de la vigilancia, función que creemos realiza la gárgola en forma de perro que señalamos más arriba.

En cuanto al cerdo, que no aparece en los bestiarios, hay que señalar que es símbolo de la lujuria y de la glotonería. Este animal suele representarse al lado de san Antonio para señalar la victoria del santo sobre estos pecados. Además de la mujer-cerda, tenemos otro ejemplo de gárgolas en forma de cerdo en la Catedral Vieja de Plasencia. Aunque quizás se trate más bien de un jabalí, por los colmillos que se aprecian claramente en la boca abierta. En la tradición cristiana, el jabalí simboliza al Demonio, porque su fuerza y su ímpetu recuerdan la fuerza de las pasiones, que acaban con todo lo bueno del hombre, al igual que el jabalí arrasa con campos y cultivos.

En la catedral de Plasencia encontramos varios ejemplos de gárgolas en forma buey (fig. 9). Su presencia en las gárgolas y en otro tipo de representaciones puede ser debida a un texto del profeta Isaías célebre en la Edad Media: «El buey conoce a su propietario y el asno el pesebre de su amo» (Isaías, 1,3), que justifica la presencia del buey y del asno en el nacimiento de Cristo, significando así que hasta el más vil animal reconoce la divinidad del Señor.

Estas gárgolas también podrían ser vistas como representaciones de toros, animales que, junto con los caballos, simbolizan las pasiones desenfrenadas, puestas, una vez más en el exterior del templo[30]. Sin embargo, creemos que la interpretación más plausible es la que ve en estas representaciones un homenaje de los constructores de la catedral a los animales que tanto les ayudaron acarreando los más diversos materiales[31].

Otro animal que aparece representado en las gárgolas de la catedral es el mono. Tiene apariencia simiesca una gárgola de la Catedral Nueva, semioculta entre un pináculo y la torrecilla circular que se levanta en uno de los laterales del ábside, cerca de la Torre de las Campanas. También tiene cierta apariencia simiesca una de las gárgolas del muro norte de la nave central de la Catedral Vieja.

Según los bestiarios este animal está íntimamente relacionado con el Diablo[32]. Además, el mono no sólo es símbolo de numerosas faltas y pecados como la burla, la adulación o la soberbia, sino que representa también al hombre degradado a la categoría de animal por el pecado.

En la Portada Norte de la catedral de Plasencia hay una gárgola en forma de águila bicéfala, cuyo cuerpo está cubierto de grandes plumas (fig. 10). En los bestiarios el águila tiene una clara simbología cristológica[33], pues según el Fisiólogo, cuando está vieja, sube cerca del sol para quemar sus alas y sus ojos. Después se precipita tres veces seguidas en una fuente y renace de nuevo, al igual que Cristo y que el hombre que se bautiza[34]. Sin embargo, en el caso que nos ocupa su posición, cercana a la puerta, nos hace pensar en ella, en primer lugar, como en un ser protector de la puerta; sus dos cabezas la ponen en relación con el dios Jano Bifronte, dios protector que vigila tanto las entradas como las salidas, el interior como el exterior, la derecha como la izquierda, detrás y delante, arriba y abajo[35]. Sin embargo, el que esté situada a la misma altura que otras tres gárgolas con valoración negativa nos hace verla como un ser nefasto. En la Biblia, además de ser citada entre las aves inmundas (Levítico, XI, 13 y Deuteronomio, XIV, 12), es ejemplo de rapacidad (Job, IX, 25-26; XXXIX, 27-30); así mismo puede ser un símbolo del Anticristo y también un símbolo de la soberbia, al igual que el león, como ya hemos indicado. Todos estos simbolismos negativos se verían reforzados por la duplicidad de la cabeza.

Gárgolas fantásticas o monstruosas.

Junto a las gárgolas antropomorfas y a aquéllas que representan animales encontramos un gran número de gárgolas que representan a seres que pertenecen a especies inexistentes; son, por decirlo de alguna manera, monstruos.

Según Gilbert Lascaux, “el monstruo, tal y como lo representa el arte occidental cristiano, se define grosso modo como la creación por la imaginación humana de un ser que su creador no ha podido ver ni en realidad, ni en pintura ni en foto, independientemente que ese creador haya creído o no en su existencia en un país lejano, aunque también podemos entender por monstruo cualquier ser que no presenta las características normales de una especie dada[36]”.

En la Edad Media, e incluso durante el Renacimiento, épocas en la que la mayor parte del mundo era terra incognita, en la que la ciencia no había desvelado muchos de los secretos de la naturaleza y en la que la razón no dominaba todavía el universo, la creencia en los monstruos era algo normal.

La teratología medieval, que tiene sus raíces en los textos de los autores antiguos como Herodoto (hacia 490-hacia 424 a. de C.), transmitidos a Occidente a través de las Etimologías de san Isidoro, bebió también de otras fuentes como la leyenda de Alejandro Magno o los relatos de los viajeros como Juan de Pian Carpino (1245), Guillermo de Rubruck (1253), Marco Polo (1254-1324) o Juan de Mandeville (1300-1372) para dar lugar a un conjunto de seres monstruosos difíciles de clasificar[37]

Entre estos seres monstruosos podemos incluir una gárgola que se halla en la pared exterior de la sacristía de la Catedral, perfectamente visible desde la terraza del Enlosado (fig. 11). Representa aun ser antropomorfo, con rostro casi simiesco, con barba y cabellera rizada. En la mano derecha blande una maza, mientras que en la izquierda ase un escudo en forma de mascarón, con el que parece aplastar la cabeza cortada de un enemigo que yace entre sus piernas. Creemos que esta gárgola representa a un hombre salvaje, un ser cuyo primer retrato completo aparece en la novela de Chrétien de Troyes titulada Yvain o el caballero del león, escrita entre 1176 y 1181. ¿Qué significa el adjetivo salvaje? Es la traducción del latín agrestis, es decir “campestre, grosero, inculto“, de lo que se deduce que el hombre salvaje es, ante todo, un individuo que vive al margen de la sociedad, lejos del espacio civilizado, es decir, en las montañas, los bosques o las landas[38].

Como ocurría con los animales descritos en los Bestiarios, el hombre salvaje podía ser visto como un ejemplo de pedagogía moral. Por ello, hasta finales de la Edad Media el salvaje se identificó con el mal, con la lujuria y con la brutalidad. Así mismo, el salvaje sirvió de ejemplo para mostrar que aquellos que de cualquier manera eran excluidos de la sociedad se rebajaban a la altura de las bestias salvajes. Sin embargo, poco a poco el concepto cambió y el salvaje pasó a ser un ejemplo del hombre en estado puro y perfectamente integrado en la naturaleza.

Se solía colocar las imágenes de estos hombres salvajes en las portadas de las iglesias, de los colegios, de las Casas Consistoriales o de los palacios nobiliarios.

En Plasencia encontramos un ejemplo de gárgolas con este tema en la Escuela Taller del Ayuntamiento[39] además de aparecer varias veces en la sillería del coro de la Catedral Nueva[40]. De estas últimas representaciones queremos señalar la que ocupa el apoyamanos derecho del sitial número dieciséis de la sillería alta. Se trata de “(…) un salvaje, con rostro fiero y gesto violento, provisto de maza y escudo. El salvaje está sentado, girando el tronco hacia su lado izquierdo y en actitud de lucha; en la mano derecha sostiene una maza, mientras que con la izquierda se protege mediante un escudo que cuenta con un mascarón. El cuerpo está cubierto de pelos en mechones y tiene una larga cabellera y barba[41]”. Si a estas palabras le añadimos que el salvaje tiene entre sus piernas la cabeza cortada de un enemigo, estaremos describiendo casi con total exactitud, la gárgola de la pared de la sacristía de la Catedral que mencionamos más arriba. Pensamos que tanto este salvaje de la Catedral Nueva como el de la Casa del Concejo, han de ser vistos no como ejemplos de brutalidad sino como ejemplos de virtudes. En el segundo caso, el hecho de el salvaje esté tocando una flauta lo acerca al idílico mundo de la novela pastoril. En el primer ejemplo, y teniendo en cuenta la evolución del tema, el salvaje podría llegar a ser visto como un caballero virtuoso vencedor de las pasiones, representadas por la cabeza cortada que yace a sus pies[42].

Otra figura monstruosa la encontramos en otra de las gárgolas de la rica fachada occidental de la Catedral Nueva de Plasencia. Se trata de un ser con cabeza de felino o de perro, con orejas puntiagudas que parecen las de un conejo, un cuerpo muy musculoso, con piernas acabadas en pezuñas y con unas manos que sujetan unas senos enormes. Esta gárgola podría simbolizar los vicios y las pasiones desordenadas que amenazan al hombre. No olvidemos que “es en la época renacentista cuando se asiste al más vistoso alarde de monstruos alegóricos: los vicios y las virtudes se convierten en complejas formas híbridas; en ellas cada parte tomada de algún animal tiene un significado preciso, y el conjunto no deriva de una composición de las partes según un criterio lógico y respetuoso con ciertas reglas biológicas, sino únicamente de la suma de valores que representan. La consecuencia de ello es que las formas monstruosas alcanzan una complejidad y una falta de lógica tan grande que contradice las propias sutiles telarañas que constituyen las estructuras simbólicas de los monstruos mitológico[43].

Sin embargo, este tipo de seres también pueden ser considerados como representaciones de los demonios. Como ya hemos señalado, en la Edad Media, se pensaba que el Diablo podía adoptar cualquier forma, creencia que sigue vigente en pleno Renacimiento[44].

A pesar de este carácter proteico, y de que podía adoptar formas hermosas, sobre todo a la hora de seducir y tentar a hombres y mujeres, en la mayoría de los casos se solía representar al Diablo como un ser feo. Esto es así porque según la teología Lucifer, el más bello de los ángeles, se rebeló contra Dios y fue expulsado del cielo junto con un gran número de seguidores. En su caída, su naturaleza y la de los que le siguieron cambió y de este modo, los seres más puros y hermosos se convirtieron en los seres más horribles y malvados de la creación, los demonios, presididos por su príncipe Satán[45].

Los artistas representarán la fealdad de los diablos de muy diversas maneras: formas humanas con cuernos, orejas puntiagudas, pieles escamosas, colmillos, barbas y pies de macho cabrío, alas de murciélago, garras, senos de mujer, etc[46]. El rico polimorfismo de estos seres demoníacos pretende explicar el infinito poder que el Diablo tiene para cambiar de formas. También es una manera de mostrar el caos que reina en el Infierno, lugar opuesto al cielo donde reina el orden, como podemos apreciar en los numerosos tímpanos de catedrales e iglesias medievales.

Lo que acabamos de señalar, nos hace pensar que el ser con cuernos, alas y una expresión de angustia en su rostro representado por una de las gárgolas del claustro de la Catedral Vieja de Plasencia sea un demonio (fig. 12).

Un demonio podría ser también una gárgola de la Catedral Nueva de Plasencia que representa a un ser antropomorfo de grandes orejas, con cuernos, el pecho abultado, con las piernas cruzadas y las manos sobre las rodillas, cuyo cuerpo está cubierto de escamas (fig. 13). Según algunos estudiosos, estas escamas, así como los cuernos, son una manera de señalar el carácter impuro y demoníaco de este ser, ya que en la Edad Media, donde las enfermedades de la piel eran frecuentes, graves y temidas, las manchas (que en las esculturas aparecen como escamas o rayas) representan la caída más baja que se pueda imaginar[47]. Además, las piernas cruzadas solían representar en el arte medieval la idea de superbia[48].

También creemos que representa a un diablo, la gárgola con forma de animal fantástico, ser híbrido con cuerpo de felino y alas, que se tira de los cuernos (fig. 14). En este caso, el hecho de que entre las patas de este ser monstruoso aparezca una cabeza de niño con alas, nos hace creer que pueda tratarse de un diablo psicopompo, es decir un diablo secuestrador y conductor de almas que, entre otras cosas, tortura a los condenados atronándoles con horripilantes gritos[49].

También podrían ser un diablo psicopompo la gárgola que se encuentra a la derecha de la que estamos estudiando (fig. 15), un animal con la cabeza mutilada y los pies de felino que se lleva las manos a la boca; el espacio existente entre las piernas está ocupado por un pájaro, que al igual que la cabeza de niño con alas puede ser un símbolo del alma.

Al mencionar estas gárgolas que pueden representar a los diablos no queremos pasar por alto las dos que existen en la iglesia de San Nicolás de Plasencia (figs. 16, 17) en las que apreciamos claramente los cuernos de cabra, la barba de chivo y las patas con garras de aves de presa, rasgos todos ellos que se corresponden con los que normalmente se atribuyen a los diablos medievales. Así el diablo Ariel, tenía cara de león; Astaroth, tenía pies con garras; por su parte Balam, era descrito como un ser peludo, con barbas de chivo, uñas largas y cuernos.

Junto a las gárgolas fantásticas o monstruosas antropomorfas también existen gárgolas que representan animales fantásticos o monstruosos. Tal el caso de una de las gárgolas de la fachada norte de la Catedral Nueva que puede representar a una sirena-pájaro[50] o en una de las arpías (fig. 18), monstruos alados, con cuerpo de pájaro, cabeza de mujer, garras agudas y olor nauseabundo que simbolizan las pasiones provocadas por los vicios.

En último lugar tenemos algunas gárgolas fantásticas imposibles de clasificar debido a la complejidad de su composición, como un ser con patas de cabra, cuernos y alas del ábside la Catedral Nueva de Plasencia (fig. 19) u otro animal híbrido con cabeza de perro, cuernos de carnero, alas y patas y melena de león representado en una gárgola de la fachada oeste de la Catedral Nueva de Plasencia (fig. 20). Su simbología puede ser variada y podrían representar tanto al Diablo, los vicios y las fuerzas del Mal como a las fuerzas protectoras que vigilan contra ese mismo mal.

No quisiéramos terminar nuestro recorrido por las gárgolas que pueblan la Catedral de Plasencia sin preguntarnos si en conjunto tienen algún significado. La respuesta es una conjetura, otra más, aunque no por ello vamos a dejar de hacerla. Si agrupamos las gárgolas según su situación conforme a un eje vertical, vemos que la mayoría de las gárgolas situadas en las partes más altas del edificio están, de una manera u otra, relacionadas con la función de vigilancia, independientemente de que se encuentren en la fachada norte, en la fachada sur o en el ábside. En cambio, las gárgolas situadas en las partes más bajas tienen, en su mayoría, una conexión con el mundo del mal, del pecado o del vicio. Esta relación con el mundo diabólico es más evidente en la fachada norte donde incluso las gárgolas superiores tienen una valoración negativa. Esto puede deberse a que tradicionalmente “(…) el norte representa el lado del Aquilón, símbolo del frío y la sequedad -por ello del vicio y el pecado-, y el sur según las Escrituras es el lado del austro, viento cálido y reconfortante equiparado a la gracia y a la labor de la Iglesia[51]”.

Hasta aquí nuestro recorrido por las gárgolas de la Catedral de Plasencia. Esperamos que haya sido interesante y deseamos que sirva de acicate para que tanto los estudiosos del arte como los profanos en la materia se acerquen un poco más a esos seres de piedra que muchas veces pasan desapercibidos en nuestras cada vez más rápidas visitas a los monumentos.


NOTAS:

[1] J-Cl. SCHMITT, La raison des gestes dans l’Occident médiéval, Paris, 1990, Gallimard, (Bibliothèque des Histoires), p. 140.

[2] J-Cl. SCHMITT, “Le maschere, il diavolo, i morti nell’Occidente medievale”, en Religione, folklore e società nell’Occidente medievale, Roma, 1988, Laterza, Quadrante, 14, pp. 206-238.

[3] “(…) porque la máscara destruye la similitud existente entre el hombre y Dios (Génesis, 1, 26). Puesto que Dios es la Figura absoluta, cuya Transfiguración no puede ser otra más que la reproducción radiante de Él mismo, el hombre, única criatura que lleva sus rasgos, no puede cambiar de semblanza sin caer en un sacrilegio: al ponerse una máscara hace de sí mismo un ídolo; disfrazarse es diabólico (…) y para la Iglesia toda máscara es diabólica, en su apariencia, en ocasiones, y en su significado, siempre”. J.-Cl. SCHMITT, Ibid., pp. 212-213. La traducción es nuestra.

[4] De los mascarones existentes en la cornisa que remata la Catedral Nueva, sólo citamos éste porque es el único que se aprecia claramente, ya que los otros están casi tapados por canalones metálicos de factura moderna.

[5] Sobre la fealdad del Diablo y sus diferentes manifestaciones, ver Francisco Vicente CALLE CALLE, Les représentations du Diable et des êtres diaboliques dans la littérature et l’art en France au XIIe. siècle, Villeneuve d’Ascq, 1999, Atelier National de Reproduction des Thèses, (Thèse à la carte), pp. 325-sq.

[6] Jesús HERRERO MARCOS, Arquitectura y simbolismo del románico palentino, Palencia, 1994, Ayuntamiento de Palencia, p. 20.

[7] Janetta REBOLD BENTON, Saintes Terreurs. Les gargouilles dans l’architecture médiévale, Paris, 1997, Éditions Abbeville.

[8] Francisco Vicente CALLE CALLE, Op. cit., índice temático, voz chevelure; Luther LINK, El Diablo. Una máscara sin rostro, Madrid, 2002, Editorial Síntesis, pp. 78-79.

[9] Sobre las relaciones del hombre salvaje y del mono con el mundo del mal, ver infra.

[10] “El grabado que ilustra el capítulo 58 de La nave de los locos de Sebastián Brant llevaba como lema: «Aquel al que la gaita da alegría y solaz y no presta ninguna atención al arpa y al laúd, tiene su sitio ciertamente en el trineo de los necios». Citado por Luis PEÑALVER ALAMBRA en Los monstruos de El Bosco, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, 1999, Estudios de Arte, 13, p. 150. Se puede ver una reproducción de dicho grabado en Luis CORTÉS VÁZQUEZ, Ad summum caeli. El programa alegórico humanista de la escalera de la Universidad de Salamanca, Salamanca, 1994, Ediciones Universidad de Salamanca, Acta salmanticensia, Historia de la Universidad, 38, p. 31.

[11] La gaita aparece en numerosos cuadros de estos pintores, cuadros en los que, por regla general, se reflejan escenas de fiesta en las que los personajes bailan y se besan. Véanse cuadros de Bruegel como Boda de aldeanos (1566), Banquete nupcial (1568) o Baile de labriegos, (1568). En algunos de ellos, como enBoda de aldeanos (1566), Bruegel ha marcado de manera intencionada la bragueta del gaitero. La gaita también aparece en los cuadros de El Bosco. Así, en el tríptico El carro de heno aparece por dos veces; la primera en el cuadro principal, donde podemos ver cómo una monja es atraída por un gaitero; el segundo ejemplo está en uno de los tableros laterales, el titulado. El peregrino, donde aparecen dos campesinos bailando al son de una gaita. El ejemplo más claro, y a la vez más misterioso, es el de la gaita que figura en el Infierno del tríptico El jardín de las Delicias. En el ya citado libro sobre la escalera de la Universidad de Salamancael profesor Cortés Vázquez da bastantes referencias más sobre las connotaciones sensuales y malignas de dicho instrumento. Op. cit., pp. 23-38.

[12] Pilar MOGOLLÓN CANO-CORTÉS y Francisco Javier PIZARRO GÓMEZ, La sillería del coro de la Catedral de Plasencia, Cáceres, 1992, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura, p. 59. En el arco que une la fachada de la Catedral Vieja de Plasencia con el palacio episcopal todavía son visibles los restos mutilados de otra representación de un gaitero.

[13]. Isabel MATEO GÓMEZ, Temas profanos en la escultura gótica española. Las Sillerías de coro. Madrid, 1979, CSIC, Instituto Velázquez, pp. 63-64.

[14] Pilar MOGOLLÓN CANO-CORTÉS y Francisco Javier PIZARRO GÓMEZ, Op. cit., p. 58.

[15] Luis PEÑALVER ALAMBRA, Op. cit., p. 136; Isabel MATEO GÓMEZ, Op. cit., pp. 61-64.

[16] “Convendría, antes de nada, que el lector tuviera en cuenta que, más que una música religiosa y otra profana, existe una música benéfica y otra depravadora, o como dice Chailley, p. 48: «Plus encore qu’une musique profane il y a une musique bénéfique et une musique dépravatrice. Une dévise gravée sous une gravure de Galle, d’après un tableau de Floris résume bien la doctrine courante: “Ut quidam magnetes ferrum attrahunt, et theamedes qui in Etiopía nascitur ferrum abigit, ita est musicae genus; est quod sedat affectus, et quod inciter”, que dicho en romance reza: “Así como las piedras magnéticas atraen al hierro, mientras que la theamedes que cría Etiopía lo rechaza, así es la naturaleza de la música: existe una que calma las pasiones, y otra que las excita”. Cf. Luis CORTÉS VÁZQUEZ, Op. cit., p. 23.

[17] En la sillería y el facistol del coro de la Catedral Nueva de Plasencia también podemos ver dos seres que se mesan las barbas. Cf. Pilar MOGOLLÓN CANO-CORTÉS y Francisco Javier PIZARRO GÓMEZ, Op. cit. p. 90, figs. 33, 127 y 128.

[18] Émile MÂLE, L’art religieux du XIIIe siècle en France, Paris, 1923, p. 383, citado por Jurgis BALTRUŠAITIS, Le Moyen Âge Fantastique, Paris, 1993, Garnier-Flammarion, Champs-Flammarion, 603, pp. 36-37. También podrían tratarse de una representación de un poseído por los demonios, pues se creía que “quienes están poseídos los demonios hablan con la lengua fuera de la boca, por el vientre, por sus partes naturales y emplean diversos lenguajes desconocidos”. Cf. Ambroise PARÉ, Monstruos y prodigios, ed. Introducción, traducción y notas de Ignacio Malaxecheverría, Madrid, 1987, Ediciones Siruela, p. 79.

[19]. Sobre el significado de este gesto y de otros parecidos como el de tirarse del pelo, ver Joaquín YARZA LUACES, “Aproximación artística e iconográfica a la portada de Santa María de Covet (Lérida)” en Formas artísticas de lo Imaginario, Barcelona, 1987, Anthropos, Palabra plástica, 9, pp. 206-208.

[20] Sobre las representaciones de los vicios en la época, ver infra.

[21] Sobre el Physiologus y los bestiarios medievales, ver Francisco V. CALLE CALLE, Op. cit., pp. 494-512 así como Ignacio MALAXECHEVERRÍA,Bestiario medieval, Madrid, 2000, Ediciones Siruela, (Biblioteca medieval, II).

[22] Sobre la polisemia del león en el arte medieval, ver Francisco V. CALLE CALLE, Ibíd., p. 347.

[23] Isabel MATEO GÓMEZ, Op. cit., pp. 84-85 que cita ejemplos sacados del Libro de Alexandre y de la Divina Comedia de Dante.

[24] Alciato’s Book of Emblemsnº XVThe Memorial Web Edition in Latin and English, ed. William Barker, Mark Feltham, Jean Guthrie, Department of English, Memorial University of Newfoundland, 2001.

[25] Cerca de esta gárgola hay otra en forma de animal cuadrúpedo difícil de definir con exactitud pues podría tratase tanto de un león como de un perro o incluso de un lobo. (¿?).

[26] “En el Bestiario Toscano, se indica, siguiendo al libro de los Proverbios, XXVI, 11, que “Y así como el can tiene la fea costumbre de volver a comer aquello que ha vomitado, así lo hace el falso pecador que va a confesar sus pecados y después vuelve a cometer aquellos mismos pecados…”; “Y así como el can, que deja lo que lleva en la boca por el reflejo que ve en el agua, así ocurre con mucha gente loca que pierde lo más importante, …sus almas por las cosas temporales”. Cf. Santiago SEBASTIÁN, El Fisiólogo atribuido a San Epifanio seguido de El Bestiario Toscano, Madrid, 1984, Edit Tuero, pp. 15-16. Citado por Cándido SERRADILLA MARTÍN, Op. cit., p.49.

[27] Isabel MATEO GÓMEZ, Op. cit., pp. 102-103.

[28] Richard BARBER, Bestiary, Being an English Version of the Bodleian Library, Oxford M.S. Bodley 764, Woodbrigde, Inglaterra, Boydell Press, 1993, p. 76.

[29] Ejemplos del primer significado los encontramos en numerosos grabados renacentistas que lo representan mordiendo la pierna del “fou” o bufón de corte. Ejemplos del segundo significado son otros tantos grabados en los que dicho animal aparece acompañando a prostitutas o a los “fous”. Se pueden ver varias representaciones de estos temas, así como información al respecto en Luis CORTÉS VÁZQUEZ, Op. cit., pp. 31-38.

[30] Sobre el toro y el caballo como símbolo de las pasiones desenfrenadas, ver Luis CORTÉS VÁZQUEZ, Op. cit., pp. 67-71.

[31] Otros ejemplos de este tipo de homenaje los podemos encontrar en capiteles de pequeñas iglesias rurales como la románica de Santa María de Bereyo (Cantabria) o en catedrales como la Nueva de Salamanca o en las torres de la catedral de Laon en la Picardía francesa; estos últimos llamaron la atención del arquitecto Villard de Honnencourt, quien los representó en su famoso Cuaderno. Mientras que en la catedral de Laon podemos ver 16 esculturas de bueyes a tamaño natural, en Salamanca se trata de un pequeño relieve que se encuentra en el interior de la Catedral Nueva, en un moldura plateresca que corre a lo largo de los muros, en el ala meridional del crucero, justo encima de la puerta que abre al Patio Chico. Dicho relieve representa a una carreta tirada por una yunta de bueyes guiados por su boyero, que va cargada con un gran bloque de piedra. Cf. Luis CORTÉS VÁZQUEZ, Salamanca,Dieciséis Claves, Salamanca, 1991, Librería Cervantes, pp. 55-56. El profesor Cortés también cita la presencia de esculturas de bueyes en la torre románica de Monbuey en Zamora. Sobre el Cuaderno de Villard de Honnencourt, ver la edición de Alain Erlande-Brandenburg, Régine Pernaud, Jean Gimpel y Roland Bechmann, Madrid, 1991, Akal, Fuentes del Arte, Serie Mayor, 9. En la lámina 19, aparecen representados los citados bueyes de la catedral de León.

[32]Singes est de laide figure,
De deable a forme et figure,
Plus resanble deable que beste.
Bestiaire de Gervaise
, vv. 361-363.

(El mono tiene fea apariencia / De Diablo tiene forma y apariencia, / Más parece diablo que bestia.). Le Bestiare de Gervaise, ed. de P. Meyer, Romania, 1, 1872, pp. 420-443. Ver también Ignacio MALAXECHEVERRÍA, Op. cit., pp. 103-106.

[33] Francisco V. CALLE CALLE, Op. cit., ver índice de temas, voz aigle.

[34] PHYSIOLOGUS LATINUS. (Éditions preliminaries versio B), ed. de Francis J. CarmodyParis, 1939, E. Droz, p. 19. Ver también Ignacio MALAXECHEVERRÍA, Op. cit., pp. 133-137.

[35] En la fachada principal de la Catedral Nueva de Salamanca también encontramos una gárgola en forma de águila bicéfala. Curiosamente, en dicha catedral son numerosos los ejemplos de seres bicéfalos.

[36] Gilbert LASCAUX, “Le diabolique et le monstrueux” en Actes des Entretiens sur l’homme et le Diable du Centre Culturel de Cérisy-la-Salle, 24 Juillet-3-Août 1964, p. 131.

[37] Sobre los problemas que surgen a la hora de hacer una taxonomía de estos seres, ver la voz Clasificación, del Diccionario de los monstruos de Massimo IZZI, Diccionario ilustrado de los monstruos: Ángeles, diablos, ogros, dragones, sirenas y otras criaturas del imaginario, Palma de Mallorca, 2000, José J. De Olañeta, Editor, (Alejandría), p. 113-115. También se puede consultar la voz, pueblos monstruosos de la misma obra, pp. 396-398. Sobre las fuentes y la interpretación de los monstruos durante la Edad Media, véase el libro de Claude LECOUTEUX, Les monstres dans la pensée médiévale européenne, Paris, 1993, Presses de l’Université de Paris-Sorbonne, Cultures et Civilisations médiévales, X.

[38] He aquí la descripción que aparece en el nuestro Libro de Alexandre (primera mitad del siglo XIII):

Entre la muchedumbre de los otros bestiones,
falló omnes monteses, mugeres e barones;
los unos más de días, los otros moçajones,
andavan con las bestias paciendo los gamones.

Non vistió ningún dellos ninguna vestidura,
todos eran vellosos en toda su tochura,
de noche como bestias yazién en tierra dura,
gui non los entediesse, avrié fiera pavura.

Ovieron con caballos dellos a alcancar,
ca eran muy ligeros, non los podién tomar;
mager les preguntavan, non les sabién fablar,
que non los entendían e avian a callar.

(cuadernas 2472-2474)
Cf. Libro de Alexandre, edición de Jesús Cañas, Madrid, 1995, Cátedra, (Letras Hispanas, 280), p. 545.

[39] Se trata de una talla de 51 cm de alto que data del siglo XV y que se encontraba en la Casa del Concejo. Representa a un hombre cubierto de pelos con una flauta en la mano. A.A.V:V:. Plasencia: patrimonio documental y artístico. Tesoros placentinos, 17-30 de Junio de 1988, Complejo Cultural Santa María, p. 97, il. 128.

[40] Pilar MOGOLLÓN CANO-CORTÉS y Francisco Javier PIZARRO GÓMEZ, Op. cit. pp. 38, 49, 54, y 63. Pilar MOGOLLÓN CANO-CORTÉS y Francisco Javier PIZARRO GÓMEZ, «El tema del salvaje en la sillería del coro de la catedral de Plasencia», El Urogallo, Extremadura, Diciembre 1995, pp. 16-20. También existe una representación del salvaje en la sillería del coro del Monasterio de Yuste, Cf. Cándido SERRADILLA MARTÍN, Op. cit., pp. 90, 92. Estos salvajes de la sillería de Yuste (hombre y mujer) son muy parecidos a los que existen haciendo la función de tenantes en la fachada de la iglesia de Gata. Sobre el salvaje, ver también Joaquín YARZA LUACES, «Reflexiones sobre lo fantástico en el arte medieval español», Op. cit., p. 21-22; Isabel MATEO GÓMEZ, Op. cit., pp. 213-221.

[41] Pilar MOGOLLÓN CANO-CORTÉS y Francisco Javier PIZARRO GÓMEZ, Art. cit., p. 19.

[42] Juliana SÁNCHEZ AMORES, “Psicomaquia medieval: El hombre salvaje”, Fragmentos. Revista de Arte, nº 10, 1984, p. 68.

[43] Massimo IZZI, Op. cit. p. 23. Se puede comparar la gárgola citada con las representaciones de los vicios que aparecen en un frontispicio alegórico de un libro de teología de 1609 citado por el mismo autor. Ibid., p. 22.

[44]. Sirva como ejemplo de lo dicho este texto de Ambroise Paré: “(Los Diablos) por su gran orgullo, fueron arrojados y echados fuera del Paraíso y de la presencia de Dios, por lo que unos viven en el aire, otros en el agua, en cuya superficie y orillas aparecen, otros sobre la tierra, otros en lo más profundo de ésta, y así permanecerán hasta que Dios venga a juzgar al mundo. Otros viven en las casas en ruinas y se transforman en todo lo que les viene en gana. Así como en las nubes vemos formarse muchos y diferentes animales y otras cosas diversas, a saber, centauros, serpientes, rocas, castillos, hombres y mujeres, pájaros, peces y otras cosas, así los demonios adoptan repentinamente la forma de aquello que les agrada, y a menudo los vemos convertirse en animales, como serpientes, sapos, autillos, abubillas, cuervos, chivos, asnos, perros, gatos, lobos, toros y otros; o bien se apoderan de cuerpos humanos, vivos o muertos, los manejan y atormentan, e impiden sus funciones naturales; no solamente se transforman en hombres, sino también en ángeles de luz; fingen estar presos y atados a argollas, pero semejante coerción es voluntaria y está llena de engaño”. Ambroise PARÉ, Op. cit., p. 79.

[45] Sobre la demonología en la Edad Media, véase Francisco V. CALLE CALLE, Op. cit, pp. 52-65; Luther LINK, Op. cit., passim.

[46] Sobre los diversos procedimientos de mostrar la fealdad de los diablos, ver Francisco Vicente CALLE, CALLE, Op. cit., índice de temas, voz laideur; Luther LINK, Op. cit., passim. En cuanto a los senos de mujer, decir que según Jurgis Baltrušaitis estos son muy frecuentes en los demonios, sobre todo durante el siglo XV. Jurgis BALTRUŠAITIS, Op. cit., p. 166.

[47] Michel PASTOUREAU, “Le bestiaire iconographique du diable: animaux, formes, pelages, couleurs», Démons et merveilles au Moyen Âge, Actes du IVe Colloque International du Centre d’Études Medievales de Nice, Nice, 1990, p. 190. Ver también. Francisco CALLE CALLE, Op. cit., pp. 333-334. Sobre los cuernos, ver infra.

[48]. Michael CAMILLE, El ídolo gótico. Ideología y creación de imágenes en el arte medieval, Madrid, 2000, Akal, Arte y estética, 57, p. 71.

[49] Francisco Vicente CALLE CALLE, Op. cit., índice de temas, voz démons psychopompes et démons râvisseurs d’âmes.

[50] Sobre la evolución morfológica de las sirenas, véase el magnífico artículo de Edmond FARAL, “La queue de poisson des sirènes”, Romania, CCXCVI, 1953, pp. 433-506 y sobre su simbología, Francisco V. CALLE CALLE, Op. cit., p. 359-361.

[51] Carlos DOMÍNGUEZ HERRERO, El románico zamorano en su marco del noroeste. Iconografía y simbolismo, Salamanca, 2002, Gráficas Lope, p, 146

Oct 012002
 

Francisco Vicente Calle Calle.

Como indica el título de esta ponencia, dos son los elementos fundamentales en torno a los que va a girar: la leyenda de la Serrana de la Vera y un capítulo de la novela titulada Cumbres de Extremadura, escrita por José Herrera Petere[1].

El primero de los elementos citados, la leyenda de la Serrana de la Vera, es bastante conocido. A pesar de ello vamos a presentar un resumen de la misma siguiendo las palabras del historiador jarandillano del siglo XVII Gabriel Azedo de la Berruela, uno de sus primeros estudiosos:

(…) Fue esta determinada serrana natural de Garganta la Olla, lugar bien conocido en la Vera de Plasencia, e hija de muy honrados padres (…). Puso los ojos esta bella serrana en un joven, natural de su mismo lugar, y conociendo sus padres el empeño en que su hija estaba, trataron divertirla por otro camino, proponiéndola un casamiento, al parecer, conforme a su calidad y estado (…). Mas (…) dijo a sus padres que no había de ser otro su esposo sino aquel a quien ella tenía más que rendida su voluntad; y viendo la repugnancia que los padres hacían en darla gusto, (…) determinose y como desesperada se salió de casa de sus padres y se fue como perdida a habitar entre las fieras que esconde la gran fragosidad de aquellas altas y empinadas sierras. (…). Dio esta hermosísima serrana, habitadora de los montes en salirse a los caminos con una flecha al hombro y una honda en la mano, y (…) salteaba a todos los pasajeros y caminantes que encontraba, y si no querían ir de grado y de su voluntad, los llevaba por fuerza a su cueva, y allí les quitaba lo que llevaban. Entreteníalos el tiempo que le parecía, haciéndoles perder el miedo y regalándolos lo mejor que podía con perdices y conejos que cazaba (…). Después de estos y otros muchos entretenimientos que con los pasajeros tenía, hacía que hubiesen sus gustos y deleites con ella; y después, por no ser conocida ni descubierta, les quitaba la vida (…). Esta es, en suma, la historia de la Serrana de la Vera[2]”.

En cuanto al segundo elemento, la novela Cumbres de Extremadura, decir que se trata como señala su subtítulo de una novela de guerrilleros, escrita en 1938 por José Herrera Petere. En ella se cuentan los avatares de Bohemundo, pastor del pueblo de Torviscoso (Cáceres), al que el estallido de la guerra civil va a convertir en jefe de un grupo de guerrilleros que luchará por tierras de Extremadura.

Su autor José Emilio Herrera Aguilera, (Guadalajara 1909-Ginebra 1977) (“Petere” era un apelativo cariñoso con el que le conocía su madre), fue uno de los principales poetas de la Generación del 27, combativo y comprometido. En 1931 publicó sus primeros poemas de tono surrealista. Durante 1933 y 1934 colaboró en la revista Octubre, dirigida por Rafael Alberti.

Antes del comienzo de la guerra civil, ingresó en el Partido Comunista, y en el transcurso de aquélla se alistó como voluntario en el bando republicano. Su participación activa en la contienda le llevó a escribir romances, canciones, obras de teatro, cuentos y novelas cuyo tema fundamental eran los avatares de la guerra, vistos, como en la novela que nos ocupa, desde una perspectiva muy personal. Por Acero de Madrid (1938), narración épica sobre la defensa de Madrid, le concedieron el Premio Nacional de Literatura.

Al terminar la guerra civil emprendió el camino del exilio. Estuvo en el campo de concentración francés de Saint-Cyprien, y desde allí se marchó a París y más tarde a Méjico. Tras su estancia en Méjico, en 1947 se trasladó a Ginebra (Suiza) como funcionario de la OIT, donde siguió escribiendo hasta su muerte en 1977.

Hecha esta introducción, y antes de analizar el capítulo octavo de la primera parte o cumbre de la novela y compararlo con las diferentes versiones del romance de la Serrana de la Vera, queremos señalar que en los capítulos precedentes se ha narrado cómo la sublevación sorprende a Bohemundo en Jarandilla, y cómo tiene que tirarse a la sierra Llana. También se nos cuentan sus primeras escaramuzas con los nacionales y cómo, una mañana caliente de verano, tras dejar a un lado Tornavacas, Jerte y Cabezuela, cayó por encima de Garganta la Olla (p. 40).

El capítulo octavo lleva por título “Allá en Garganta la Olla”. Es imposible no relacionar de inmediato este título con el primer verso de varias de las múltiples versiones que existen del Romance de la Serrana de la Vera:

Allá en Garganta la Olla

En la Vera de Plasencia

(…)

Ante este título, el lector avisado, que va siguiendo la azarosa huída de Bohemundo de Torviscoso por la sierra de Tormantos, debe ya darse cuenta de que hay muchas posibilidades de que el protagonista encuentre problemas en dicho pueblo. Esta sensación viene además avalada por la frase que cierra el capítulo precedente: “Bohemundo acababa de entrar en plena España fascista. Necesitaba andar con cuidado” (p. 42).

Lo que va a ocurrir a partir del momento en que Bohemundo llega a Garganta la Olla puede considerarse como una reescritura del romance de la Serrana de la Vera. Como vamos a ver, se trata de un “exercice de style” interesantísimo en el que José Herrera Petere no sólo muestra su gran conocimiento del mito, sino que además lo transforma sabiamente adaptándolo a las particulares circunstancias históricas y vitales en las que se halla inmerso el protagonista de su novela.

Según los estudiosos del romance, éste se divide en cuatro unidades temáticas:

  1. Retrato de la Serrana: vinculado a su conducta y comportamiento.
  2. Encuentro con un “intruso”: el leñador, el serrano, el pastor, el soldado, que nos vincula al hábitat de la serrana: cueva, montaña agreste…
  3. Engaño de que es objeto por el citado “intruso”, y persecución furiosa.
  4. Enigma final, definido o no, acerca del personaje al ser descubierto[3].

Como acabamos de señalar, José Herrera Petere maneja y adapta a su antojo la estructura original del romance. Así, en lugar de darnos al comienzo del capítulo elretrato de la serrana, lo que hace es darnos el de Bohemundo, a quien podemos calificar como “el serrano”, pues no en vano, acaba de descender de la sierra de Tormantos. He aquí la descripción de su entrada en Garganta la Olla:

Cuando un hombre tiene hambre, los campos parecen hogazas, los ríos vasos de vino blanco vertidos, el aire huele a cochifrito.

En ese estado entró Bohemundo en Garganta la Olla. Tenía hambre. Además su cuerpo era gigantesco; su espalda, corva de puro musculada. Si se estiraba y se subía el pantalón «podía hacer conquistas”. Al hombro traía una zamarra y en sus ojos sus treinta y cinco años de astucia”. (p. 43)

Si comparamos el retrato de Bohemundo con el de la Serrana del romance, podemos ver que ambos personajes comparten varias características como son su gigantismo y su hambre, ya de alimentos, ya de hombres, o de hembras, en el caso de Bohemundo:

Allá en Garganta la Olla,
siete leguas de Plasencia,
habitaba una Serrana
alta, rubia y sandunguera.

Con vara y media de pecho,
cuarta y media de muñeca
con una trenza de pelo
que a los zancajos le llega.

La Serrana es cazadora.
la cintura lleva llena
de perdices y conejos,
de tórtolas y aligüeñas.

Cuando tiene ganas de agua
se baja pa la ribera;
cuando tiene ganas de hombres
se sube a las altas peñas.
 (p. 176)

Al contrario de lo que ocurre en las diferentes versiones del romance, en las que la Serrana se lleva a su cueva al “intruso”, que puede ser un “pastorcillo”, un “soldadito”, un leñador, un “pajecito”, un “serranillo”, un caminante o un caballero, aquí, es el “intruso”, Bohemundo, que es pastor (p. 21; p. 35), quien se introducemotu proprio en el territorio de la Serrana, es decir, en Garganta la Olla.

El lugar donde vive la Serrana también es diametralmente opuesto en el romance y en el capítulo que estamos analizando. Si en el primero se trata de una cueva que se encuentra en lo más espeso del bosque:

No le lleva por caminos
Ni tampoco por veredas,
Lo lleva por altos montes,
Por donde nadie lo vea.
(p. 176)
Tomárame por la mano
para guiarme a su cueva;
no me lleva por caminos,
ni tampoco por veredas,
sino un robledal arriba
espeso como la hierba
(p. 178)

En el segundo, se trata de una posada, lugar público y de acogida, al que se llega por un camino empedrado y que se encuentra enclavado en medio de lo que pudiéramos calificar como un locus amoenus:

Más abajo divisó un pueblo pequeño, rodeado de robledales y cerros color de vino, atravesado por un arroyo de agua de jabón donde lavaban centenares de mujeres; cerca, la ropa tendida parecía nieve: era Garganta la Olla”. (p. 42).

Dejó de lado varios campos de patatas; cruzó callejas empedradas, sobre el agua de jabón.
A la posada se entraba por un corral grande, lleno de perros y de gallinas.
Una mujer sacaba agua de un pozo y peinaba sus cabellos negros con un peine niquelado; otra, echaba de comer a las gallinas, imitando graciosamente su canto”. (p. 43)

El único elemento negativo del lugar parece ser un “retrato del «generalísimo» Franco, en el que aparecía en una actitud que quería ser arrogante (…)” (p. 43), aunque a Bohemundo no le impresiona en absoluto, pues él ve tal actitud como “la de una croqueta enharinada”. (p. 43). Por ello, “Bohemundo entró decididamente en la cocina, atraído por el olor de los guisos, como el río de la vida por el mar de la muerte”. (p. 44).

Aquí se encuentra con una mujer, la hija del posadero, que era viuda, y que comparte con la Serrana del romance algunas características; por ejemplo su sensualidad:

Salteome una serrana
Blanca, rubia, ojimorena.
(p. 161)Sus hermosos ojos negros
Saltean como ella mesma;
Pues si ella quita las vidas,
Ellos matan y dan penas.
(p. 163)
Una mujer de ojos morenos, tal vez demasiado vivos, blanca, de dientes demasiado salientes, cara ovalada, de busto prominente, como dos rocas hermanas, cuerpo abundante como un río crecido, y pantorrillas como dos botellas de champán invertidas.”“La viuda estaba blanca, rubia, ojimorena, y caracoleaba apoyada en la pared”.
(p. 44)

Pero la sensualidad no está reñida, ni en el romance ni en la novela, con ciertos elementos que hacen de la serrana y de la posadera dos mujeres no muy “femeninas”:

Es hombruna y zanquilarga,
membruda y ojimorena,
y se baña desnuda
en los charcos de la sierra.
(p.166)Con vara y media de pecho,
cuarta y media de muñeca,
con una trenza de pelo
que a los zancajos le llega.
(p. 182)
No le pasó por alto el detalle que fumaba y bebía como un carretero”.
(p. 44)

Lo mismo que la Serrana, la hija del posadero ofrece a Bohemundo comida y cama:

De perdices y conejos
sirvióme muy rica cena,
de pan blanco y de buen vino
y de su cara risueña.
Si buena cena me dio
muy mejor cama me diera;
sobre pieles de venado
su mantellina tendiera.

(p. 179)
Aquí tenemos longanizas y huevos. Cama ya la arreglaremos aquí mismo en la cocina”.
(p. 44)

Hasta aquí llegaría la segunda unidad temática del romance, el encuentro con el “intruso” y la presentación del hábitat de la Serrana. Al referirse a este encuentro, Julio Caro Baroja señala en un artículo sobre la Serrana de la Vera que “a todo hombre que encuentra lo seduce, lo lleva a su vivienda y lo sume en un estado grande de erotismo[4]”. Este estado es reflejado con gran maestría por José Herrera Petere. El erotismo aparece por primera vez en la descripción de la viuda, sobre todo cuando explica como son su busto, su cuerpo y sus pantorrillas: “(…) busto prominente, como dos rocas hermanas, cuerpo abundante como un río crecido, y pantorrillas como dos botellas de champán invertidas” (p. 44); también está presente cuando la mujer le ofrece cama y comida, consistente esta última en ¡longanizas y huevos!; las frases “la viuda se abría, se abría como una rosa” y “caracoleaba apoyada en la pared” (p. 44), no dejan lugar a ninguna duda, así como las siguientes descripciones: “La viuda tenía medio desabrochada la blusa, y con sus dedos gordos se quitaba pajas y hierbas que tenía esparcidas por hombros y cuello. Empezó a mascar un trocito de lechuga” (p. 45); “(…) ella estaba medio desnuda, martilleando con los dedos en una sartén y mirando con ojos fijos a Bohemundo. Bohemundo la contemplaba también. ¡Cómo le gustaba en esa postura!” (p. 45). La frase “en la sartén hervía fragorosamente una morcilla, con el ruido de una inmensa catarata” (p. 45), resume magistralmente el ambiente cargado de erotismo que impregna toda la escena.

Al final, y como cabía esperar después del ambiente cargado de erotismo que se había creado en la cocina,

Bohemundo probó fortuna y la obtuvo. Le rodeó el talle y quedó clavado y atado de sus ojos como de dos ventosas. Después de una conversación no muy larga, saltó la cerca.

Las uvas -viudas y, por lo tanto, supongamos que negras- estaban maduras. Saboreándolas le sorprendió el atardecer, el amanecer, el día siguiente (…). Estaba decidido a quedarse allí unos días” (p. 45).

Llegados a este punto del análisis, volvamos un poco hacia atrás. Como ya señalamos, una de las unidades temáticas del romance es el engaño que por parte del intruso sufre la Serrana. En las diferentes versiones se dice que éste era “un tuno” (p. 172), “que no fue torpe” (p. 176), que era “prevenido” (p. 178), o “astuto” (pp. 177, 182). Su astucia le va a servir para escapar, dejando entreabierta la puerta, del antro de la Serrana, que está lleno de huesos y de calaveras de los incautos que le han precedido.

José Herrera Petere también nos pinta al “intruso” Bohemundo como un hombre listo que pretende burlar no sólo a la viuda sino también a su padre, “(…) el tío Damián Luces, un viejo caciquillo de pueblo, jorobado, elegido presidente de la Falange Española y de las J.O.N.S., sector de Garganta la Olla. [Éste] tenía fama de listo y de brujo, pero, a pesar de eso, [Bohemundo] no le tenía miedo. Cuando volviese esperaba ser «más papista que el papa», más «sinvergüenza» y más «pillo», y conseguir un salvoconducto de él mismo y luego hacer todo el daño que pudiese. Un demonio sarcástico y marrullero se había despertado dentro de él” (p. 44).

Sin embargo, los planes no van a salir tal y como Bohemundo había previsto. La llegada inesperada del posadero, que sorprende a la pareja, precipita los acontecimientos y da lugar a que se produzca la segunda parte de la tercera unidad temática: la huída y la persecución. Pero antes de analizarlas en detalle, detengámonos un momento en la descripción del posadero, que aparece a los ojos de Bohemundo como un hombre cargado de tales connotaciones negativas que lo convierten en un ser casi demoníaco, lo que en cierto modo explica el carácter endiablado de la hija:

El posadero se acercó a ellos, tambaleándose (…). Venía seguramente algo bebido, marcando el paso y gritando acompasadamente: -¡Bien, valientes soldaditos! ¡Bien, valientes soldaditos!

Iba vestido con traje gris, anticuado, y gorra negra; era un tipo raro, calvo, con gafas de oro, ojos de mujer, nariz aguileña, pies de macho; en la solapa llevaba la insignia de Falange, y en la mano un periódico fascista de Cáceres.

-¡Arriba España! -gritó con voz quebrada y ojos que parecían dos ratones en celo- ¿Otra tenemos? -preguntó amenazador a su hija, al darse cuenta de la situación-. ¡Está visto que yo no puedo dejarte sola!”(pp. 45-46).

Sorprendida, quizás una vez más, por su padre, “la viuda ojimorena” actúa como la Serrana que “a cuchillo pasaba [a los hombres] porque no la descubrieran” (p. 163). Para ello, “cambi[ando] de repente de actitud y de tono (…) dijo: “Este es Bohemundo de Torviscoso, un rojo que viene huido. Ha tratado de abusar de mí, pero ¡la Virgen de Guadalupe me ha defendido! Ahora no sé cómo echarle de casa sin dar lugar a escándalo”. (p. 46). Una vez más, Herrera Petere trastoca el romance pues no es la Serrana quien es engañada por el “intruso”, sino el intruso mismo, personificado por Bohemundo quien es engañado por la Serrana-posadera al acusarle ante su padre de querer abusar de ella. Pero como dice la voz del narrador “(…) ya se sabe que el hombre más tuno es siempre un pardillo al lado de cualquiera mujer lista”.

Ante el gesto del posadero de meter una mano en el bolsillo, Bohemundo, “rápido como el rayo”, le da un golpe con la sartén y, tras haber empujado a la viuda y arrancado una ristra de morcillas, saltó las tapias del corral y “corrió como un desesperado” (p. 46).

Es en esta parte final donde se produce el mayor grado de identificación entre la viuda y la Serrana, pues no en vano aparece descrita como una mujer que tenía“(…) la más maligna mirada de sus ojos penetrantes” (p. 46) y cuya “(…) voz silbaba entre sus gruesos labios y sus agudos dientes”. (p. 46). “Daba gritos histéricos e infernales”, y sus ojos y sus dientes “relucían como cuchillos” (p. 46). Todo ello nos recuerda claramente a la Serrana de los romances “bramando y gritando como una fiera”, mientras persigue al intruso, al menos un cuarto de legua.

Cuatro son las que pone de por medio Bohemundo entre él y la posadera de Garganta la Olla a la que califica por última vez como «”fumadora, borracha y amiga de hombres”. Traidora, “fina como la serpiente” y lasciva como una perra primaveral», (p. 47) expresiones que, una vez más, acercan la posadera al personaje de la Serrana.

La última relación entre el romance y el capítulo octavo aparece en la frase: “¡Lástima que se le había quedado olvidado el zurrón y la gorra!” (p. 47), en la que se evoca el hecho que el “intruso” al huir deja olvidada la montera o la pierde al ser alcanzado por una de las piedras que le arroja la Serrana (pp. 172, 176, 177, 181, 183, 204, 205, 207). El final de la tercera unidad temática también es trastocado por José Herrera Petere, pues si bien es verdad que Bohemundo en su huída pierde, al igual que el “intruso”, la gorra y el zurrón, en cambio no recibe golpe alguno por parte de la serrana-posadera. Al contrario, es él quien golpea al padre de la misma, además de llevarse consigo una ristra de morcillas, exiguo trofeo que simboliza, sin embargo, el triunfo sobre sus enemigos.

En cuanto a la cuarta y última unida temática, el enigma final de la Serrana, José Herrera Petere no hace ninguna alusión al mismo ya que el capítulo se cierra con la llegada de Bohemundo al Tajo, al que, quizás influido por la experiencia que acaba de vivir, ve como una mujer mala, con su corriente verde y rápida. (p. 47).

A pesar de la ausencia de la cuarta unidad temática, creemos que existe una estrecha relación entre el capítulo octavo de la primera parte de la novela Cumbres de Extremadura y la leyenda-romance de la Serrana de la Vera, tal y como hemos intentado demostrar en este breve análisis.

Esperamos que estas líneas hayan servido no sólo para profundizar un poco más en los estudios que en torno a la figura de la Serrana existen, sino también para dar a conocer la novela Cumbres de Extremadura, así como la figura de su autor, al que, como a tantos otros, la guerra civil truncó una brillante trayectoria vital y literaria en su patria.

Anexos (Textos y bibliografía sobre José Herrera Petere)

Romance de la Serrana de la Vera. (Versión sacada de www.comarcadelavera.com/Refs/R0051.htm)

Allá en Garganta la Olla
por las Sierras de la Vera
se pasea la Serrana bien
calada su montera;
Con la honda en la cintura
y terciada su escopeta.
Se ha encontrado un pastorcillo,
que jugaba a la rayuela,
y le dice… pastorcito
bien remachan tus ovejas.
Remachen o no remachen,
¿qué cuidado la da a ella?…
Pastorcito, pastorcito,
¿sabes tocar la vihuela?…
Sí señora, sí señora,
y el rabel si usted me diera.
Le ha cogido por la mano.
Le lleva para su cueva,
no le lleva por caminos
ni tampoco por veredas.
Le lleva por unos montes
más espesos que la yerba.
Pastorcito, pastorcito,
esta noche rica cena,
de perdices y conejos
la petrina traigo llena.
En lo más alto del monte
se encontraron ya en la cueva;
cuando entraron, la Serrana
le mandó cerrar la puerta;
y el pastor, como era diestro
la ha dejado medio abierta.
Agarrado por la mano
le ha subido la escalera;
le mandó luego hacer lumbre,
y al resplandor de la hoguera
ha visto un montón de huesos,
y un montón de calaveras.
¿Cuyos son aquestos huesos
y estas tantas calaveras?
De hombres que yo he matado
por esos montes y sierras,
como contigo he de hacer
cuando mi voluntad sea.
Pastorcito, pastorcito,
toma y toca esa vihuela…
El pastor no se atrevía…
Y a tocar le obligó ella…
La Serrana se durmió
al compás de la vihuela;
el pastor la vio dormida
y se echó la puerta afuera.
La Serrana despertó…
Aullando como una fiera.
Y saltando como una corza
lo siguió un cuarto de legua.
Pastorcito…, pastorcito…
Que la cayada te dejas.
Mucho palo hay en el monte
para hacer otra más buena.
Pastorcito…, pastorcito…
Que te dejas una oveja.
Aunque cien mil me dejara,
a por ellas no volviera.
Con la honda, la Serrana
tiró al pastor una piedra,
que si no es por una encina
le derriba la cabeza.
Anda, le dice, villano,
que me dejas descubierta;
que mi padre era pastor,
y mi madre fue una yegua.
Que mi padre comía pan,
y mi madre pacía yerba.

Texto del capítulo octavo de la primera parte de Cumbres de Extremadura.

Cuando un hombre tiene hambre, los campos parecen hogazas tostadas, los ríos vasos de vino blanco vertidos, el aire huele a cochifrito.

En ese estado entró Bohemundo en Garganta la Olla. Tenía hambre. Además su cuerpo era gigantesco; su espalda, corva de puro musculada. Si se estiraba y se subía el pantalón podía «hacer conquistas”. Al hombro traía una zamarra y en los ojos sus treinta y cinco años de astucia.

Dejó de lado varios campos de patatas; cruzó callejas empedradas, sobre el agua de jabón.

A la posada se entraba por un corral grande, lleno de perros y de gallinas.

Una mujer sacaba agua de un pozo y peinaba sus cabellos negros con un peine niquelado; otra, echaba de comer a las gallinas, imitando graciosamente su canto. Bohemundo se subió el pantalón, se estiró la blusa, arrugó la nariz y los ojos.

En una pared había un retrato del «generalísimo» Franco, en el que aparecía en actitud que quería ser arrogante y resultaba la de una croqueta enharinada. (p. 43)

Bohemundo entró decididamente en la cocina, atraído por el olor de los guisos, como el río de la vida por el mar de la muerte.

– A vé!* -le contestó una mujer de ojos morenos, tal vez demasiado vivos, blanca, de dientes demasiado salientes, de cara ovalada, de busto prominente, como dos rocas hermanas, cuerpo abundante como un río crecido, y pantorrillas como botellas de champán invertidas-. Conque ¿viene usted enviado por el cura de Baños de Montemayor? Aquí tenemos longanizas y huevos. Cama ya la arreglaremos aquí mismo, en la cocina.

Era una viuda. La hija del posadero, el tío Damián un viejo caciquillo de pueblo, jorobado, elegido presidente de la Falange Española y de las J.O.N.S., sector de Garganta la Olla.

Bohemundo se enteró de que en el pueblo tenía fama de listo y de brujo, pero, a pesar de eso, no le tenía miedo. Cuando volviese esperaba ser «más papista que el papa», más “sinvergüenza» y más «pillo», y conseguir un salvoconducto de él mismo y luego hacer todo el daño que pudiese- Un demonio sarcástico y marrullero se había despertado dentro de él. En cuanto a la viuda se abría, se abría como una rosa, y Bohemundo era de los que sabían distinguir. No se le pasó por alto el detalle de que fumaba y bebía como un carretero.

¡Cucha!** -decía ella-. ¡El hambre que habrá pasao! ¿Quiere más morcilla?

Bohemundo tenía duros y billetes en el bolsillo y se relamía de gusto.

La viuda estaba blanca, rubia, ojimorena, y caracoleaba apoyada en la pared. Apagó un cigarro.

-Hambre sí que me das tú, serrana!

Estaban solos.

Por la puerta entraba un cuadrado de sol y por la ventana (p. 44) se veían los azules y vaporosos montes que encuadran esta comarca. En la sartén hervía fragorosamente una morcilla, con el ruido de una inmensa catarata.

La viuda tenía medio desabrochada la blusa, y con sus dedos gordos se quitaba pajas y hierbas que tenía esparcidas por hombros y cuello. Empezó a mascar un trocito de lechuga. Bohemundo probó fortuna y la obtuvo. Le rodeó el talle y quedó clavado y atado de sus ojos como de dos ventosas. Después de una conversación no muy larga, saltó la cerca.

Las uvas -viudas y, por lo tanto, supongamos que negras- estaban maduras. Saboreándolas, mojadas con aguardiente, le sorprendió el atardecer, el amanecer, el día siguiente y la llegada del posadero, jorobado, brujo y falangista a la vez.

Todo lo esperaba Bohemundo menos lo que sucedió.

-¡La muy zorra…! Pero, ya se sabe que el hombre más tuno es siempre un pardillo al lado de cualquiera mujer lista.

La viuda ojimorena cambió repentinamente de actitud y de tono.

Cuando entró en la cocina su padre, ella estaba medio desnuda, martilleando con los dedos en una sartén y mirando con ojos fijos a Bohemundo.

Bohemundo la contemplaba también. ¡Cómo le gustaba en esa postura! Se había olvidado de la guerra, de que iba huido. Estaba decidido a quedarse allí unos días.

El posadero se acercó a ellos, tambaleándose, después de haber mandado encerrar las mulas en la cuadra.

Venía seguramente algo bebido, marcando el paso y gritando acompasadamente:

-¡Bien, valientes soldaditos! ¡Bien, valientes soldaditos!

Iba vestido con traje gris, anticuado, y gorra negra; era un tipo raro, calvo, con gafas de oro, ojos de mujer, nariz aguileña, labios gordos, orejas puntiagudas, manos de usurero, pies de macho; en la solapa llevaba la insignia (p. 45) de Fa1ange, y en la mano un periódico fascista de Cáceres.

-¡Arriba España! -gritó con voz quebrada y ojos que dos ratones en celo- ¿Otra tenemos? -preguntó amenazador a su hija, al darse cuenta de la situación-. ¡Está visto que yo no puedo dejarte sola!

La viuda ojimorena, cambió de repente de actitud y de tono.

-Padre -dijo con voz que silbaba entre sus gruesos labios y sus agudos dientes, y con la más maligna mirada os penetrantes-, este es Bohemundo de Torviscoso, un rojo que viene huido. Ha tratado de abusar de mí, pero ¡la Virgen de Guadalupe me ha defendido! Ahora no sé cómo echarle de casa sin dar lugar a escándalo.

Bohemundo se puso en pie, atontado. El posadero inició una mueca o sonrisa, y metió la mano en el bolsillo de la chaqueta…

Rápido como el rayo, Bohemundo arrancó la sartén de las manos de la hija, y le dio al posadero con ella en la cabeza, tan fuerte, que lo tiró al suelo sin sentido.

La hija daba histéricos gritos, pero Bohemundo los acalló cantando con voz aún más fuerte una copla verata. Una zafra se derramó por el suelo, y el aceite llegó hasta la chimenea donde se incendió. Toda esa escena coincidió con una pelea de perros que tenía lugar a la puerta de la casa, y a la cual debió Bohemundo en gran parte que los gritos de la viuda no se hubiesen oído.

El sol seguía penetrando con toda libertad por puertas y las ventanas. A lo lejos se veían los montes azulados. Los ojos y los dientes de la viuda relucían como cuchillos.

Bohemundo le dio otro empellón, arrancó una ristra de morcillas que había colgada y, rápido como el aire colado, saltó las tapias del corral. Corrió como un desesperado.

Ya empezaba a congregarse la gente.

Hasta cuatro leguas del pueblo no paró. Todavía le parecía estar oyendo los gritos infernales de la posadera de (p. 46) Garganta la Olla, «fumadora, borracha y amiga de hombres». Traidora, «fina como la serpiente», y lasciva como una perra primaveral. ¡Lástima que se le había quedado olvidado el zurrón y la gorra!

Bohemundo corrió durante toda la noche hasta llegar a las orillas del Tajo.

¡Qué verde y rápida era su corriente! ¡Parecía una mujer mala!

¡Qué lomos de espuma! ¡Qué solapas! El viento acariciaba sus cabellos. (p. 47)

Bibliografía sobre José Herrera Petere.

José Herrera Petere: Artículos publicados en El Nacional de México, ed. de Narciso Alba, Ediciones de la Torre, Madrid, 1996.

Narciso Alba: «Herrera Petere o la nostalgia de España», en Castellanos sin Mancha. Exiliados Castellano-Manchegos tras la Guerra Civil, ed. de Jesús Gálvez Yagüe, Editorial Rayuela, Sigüenza, 2001, pp. 87-93.

Jesús Gálvez Yagüe: José Herrera Petere. Vida, compromiso político y literatura, Librería Rayuela, Sigüenza, 2000.


NOTAS:

[1] José HERRERA PETERE, Cumbres de Extremadura. Novela de guerrilleros, Barcelona, 1986, Anthropos, (Memoria rota. Exilios y heterodoxias, 9). Todas las citas están sacadas de esta edición de la novela. Sobre José Herrera Petere se puede consultar la bibliografía que aparece al final del trabajo.

[2] Gabriel Azedo de la Berruela y Porras, Amenidades, Florestas y Recreos de la Vera Alta y Baja en la Extremadura, Madrid, 1667. Citado por Delfín HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ y Luis MARTÍNEZ TERRÓN, La Serrana de la Vera. Antología y Romancero, Cáceres, 1993, Asociación Cultural “Amigos de la Vera”, (Colección “Ruta Verde, 5), pp. 55-56. Todas las referencias que hagamos a las diferentes versiones del romance de la Serrana estarán sacadas de esta última obra.

[3] Delfín HERNÁNDEZ HERNÁNDEZ y Luis MARTÍNEZ TERRÓN, Op. cit., pp. 187-188.

[4] Ibid., p. 125.

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