Nov 212022
 

Francisco Cillán Cillán

Dr. en Filosofía y Letras

Cronista Oficial de Puerto de Sta. Cruz

y de Sta. Cruz de la Sierra

E-mail: francisco.cillan41@gmail.com

 

 

Hasta hoy no sabemos con certeza cuántas personas naturales de Santa Cruz de la Sierra participaron en la grandiosa gesta americana, pues no  se ha realizado un estudio serio de los que salieron de este lugar serrano, situado a 16 Km. de Trujillo en dirección a Badajoz, junto a la sierra de su nombre y próximo a la autovía A–V, a la conquista y colonización del Nuevo Mundo, principalmente durante el siglo XVI y primer cuarto del XVII. Sabemos que desde los primeros momentos sus gentes se incorporaron a tan insólita empresa. La tradición oral siempre ha hablado de un número variado de emigrantes, pero es difícil conocer con certeza el número exacto, a pesar de los diferentes catálogos de pasajeros que hay al respecto. La existencia de una emigración clandestina, las lagunas documentales, la imposibilidad de llegar a todos los archivos, la manipulación de los datos obtenidos son obstáculos para que se conozcan con absoluta certeza.

Las imposiciones por parte de la corona de España en un principio prácticamente no existieron para los pertenecientes al reino de Castilla, aunque sí hubo algunos grupos a los que se marginó y prohibió emigrar a las Indias. Tenían vedado el paso al nuevo mundo los moros, judíos, herejes, aunque se hubiesen convertido a la fe católica, ni juzgados y reconciliados por la Inquisición, pues se exigía a todos ser cristianos viejos, limpios de sangre, según recomendación hecha el 15 de abril de 1502 a Nicolás de Ovando o el comendador de Lare por Fernando el Católico, cuando fue nombrado gobernador de la Española, actualmente Santo Domingo y Haití[1]. El fin que se pretendía era evitar movimientos desestabilizadores en aquel mundo tan desconocido por entonces. El 9 de septiembre de 1511 el mismo monarca da orden a la Casa de Contratación de Sevilla para que puedan pasar a la Indias, islas y tierras firmes del Mar Océano todas las personas “naturales vecinos y moradores de estos Reinos” que quisieran ir a ellas sin que les pidieran información sobre ellos, sino solo tomando razón escrita de su nombre para que se supiera la gente que iba”. Pero a los que se dirigieron a Castilla de Oro, pidió que fueran del reino de Castilla.

Las dificultadas venían principalmente por el traslado hasta Sevilla, el estado físico en que se encontraban los caminos, los peligros y dificultades del  trayecto, salteadores, pasos de ríos, lugares de alojamiento, etc.

Carlos V endurece la normativa a partir del 1518. En la “Recopilación de las leyes”, libro 2 y 3, título 22 “ordena que ningún reconciliado o nuevamente convertido al Catolicismo, ni sus hijos, ni nietos, ni persona que públicamente hubiese traído sambenito, ni hijo ni nietos de quemados o condenados” podrían pasar a Indias[2]. Prohibió también el pasaje a esclavos, negros, blancos, mulatos o berberiscos[3]. Las ordenanzas, cédulas e instrucciones reguladoras se multiplicaron, y han originado numeroso material, que dificultan su total consulta. Las normas fueron endureciendo paulatinamente las penas a los que no respetaban los dictámenes de la Corona[4]. Pero cuando el flujo migratorio decrecía en detrimento de los intereses económicos del Estado, las medidas restrictivas se relajaban. El mismo rey autorizó a 150 alemanes que se incorporaran a la expedición de don Pedro de Mendoza en el 1535 con destino al Río de la Plata, según comenta el cronista alemán Ulrico Schmidl en su Viaje al Río de la Plata [5].

Un requisito indispensable para emigrar era obtener la licencia real, lo que suponía varios trámites burocráticos. Se dirigía una petición al Rey canalizada a través del Consejo de Indias o de la Casa de Contratación, donde se exponían los motivos que movían al solicitante a emprender el viaje. Las causas principales que aparecen en las alegaciones son por falta de medios para vivir en la Península y obtener mejores tierras para la labranza, para hacer vida marital, por reclamo de algunos familiares que habían emigrado con anterioridad, por herencia, etc., y el clero solía indicar para servir a Dios. La mayoría -agricultores, albañiles, herreros, escribanos, médicos, etc.- señalaba que seguiría ejerciendo su profesión de forma más rentable. Otros alegaban que necesitaban dinero para casar a las doncellas de su familia por no tener con que hacerlo, o que eran reclamados por sus deudos, que habían logrado en parte que se cumplieran sus sueños de progreso económico; pero, en general, todos buscaban solución y mejora al estado de penuria en que se vivía en la España de entonces.

Una forma más fácil de conseguir la licencia o de acelerar los trámites y sortear las trabas e impedimentos establecidos por la Corona era unirse a una expedición como criado de algunos de los personajes importantes que la formaban. El término criado no sólo se aplicaba a la persona de condición humilde al servicio de otra, también solía darse a los hidalgos y aquellos que viajaban en el séquito de nobles. De esta manera alcazaba un sentido más feudal de deudo o de protegido. En ocasiones, la relación contractual entre el señor y el servidor se establecía entre individuos ligados directamente por lazos de parentesco. Los vínculos familiares se reforzaban a veces entre los parientes más lejanos. A los hijos de primos hermanos e incluso de primos segundos se les solía dar el tratamiento de sobrinos. Costumbres que han perdurado en algunas familias hasta nuestros días.

El alistarse en las campañas organizadas para formar parte de algún contingente o expedición con exenciones fiscales era otro procedimiento para llegar fácilmente a las Indias. A los que estaban casados se les exigía para obtener la licencia en solitario el abono de una fianza, el consentimiento de la esposa y el compromiso de volver o enviar a por ella dentro de un plazo señalado.

Los controles eran rígidos, jueces y oficiales impedían que ningún pasajero saliese sin el permiso correspondiente, y los capitanes de las naos estaban advertidos, pero aun así fueron muchos los que clandestinamente desembarcaron, por falta de celo, negligencia y desidia de los encargados de la vigilancia, sin que fueran detenidos, ni devueltos a su origen. A pesar de que había orden de que las autoridades americanas examinaran las licencias de los pasajeros a la llegada a puerto, y devolvieran a todos aquellos que no tuvieran la documentación en regla.

El clero, aunque estaba más protegido por la administración, tenía que cumplir los mismos requisitos que el resto de pasajeros. Muchos fueron movidos por su vocación misionera y otros porque no tenían beneficios ni rentas eclesiásticas en España y pretendían conseguir en América lo que no habían logrado en la Península. Pero son más fáciles de identificar porque, por lo general, adoptaban el topónimo de su lugar de origen o el patronímico y hagionímico del convento o provincia religiosa a la que pertenecían[6].

La travesía se realizaba en unas condiciones infrahumanas y duraba aproximadamente dos meses y medio. Unos doce días tardaban los barcos en llegar a las Canarias desde la Península, y un mes en atravesar el Atlántico y arribar en las Antillas, el otro mes era necesario para alcanzar destinos no muy lejanos. La falta de condiciones higiénicas, sanitarias y de salubridad ocasionaban enfermedades, epidemias, con alto índice de mortandad entre los pasajeros y la tripulación. Ni siquiera las pertenencias individuales, aunque escasas, estaban aseguradas. Las armas sólo se podían llevar con el permiso correspondiente de la Corona.

Los emigrantes suelen tener escasa formación cultural, aunque algunos saben leer y escribir, que en aquella época ya era bastante, también hubo escribanos, abogados, etc. Varios son hidalgos sin futuro en la sociedad que les tocó vivir, pero la mayoría pertenecen a la clase trabajadora y seguirán desempeñando los mismos oficios que realizaban en la Península. El conquistador no es diferente, por lo general, ni siquiera en su mayoría estuvo unido al mundo de las armas con anterioridad, pero cuando se encuentra en tierras misteriosas, con clima muy adverso al que estaba acostumbrado, se reviste de autoridad y mando, como si no hubiera hecho otra cosa, y logra dominios inmensos con un reducido número de soldados. El motivo principalmente habría que buscarlo en conseguir la fama y la riqueza, que le otorgarán poder, pero también movido por el deseo de extender su religión, como única verdadera, entre los indígenas.

La máxima aspiración del conquistador era conseguir el nombramiento de gobernador, que en un principio iba unido al de adelantado. Ello conllevaba las atribuciones de gobierno y justicia, jefatura militar, autoridad para crear encomiendas y repartimientos, y la percepción de una fracción de los tributos. Al gobernador lo solía nombrar la Corona, pero en las ciudades fronterizas los ciudadanos realizaban el nombramiento, aunque con posterioridad lo confirmara el virrey o el monarca. Con el tiempo esta figura política perdió atribuciones, como la de carácter vitalicio y hereditario que tenía, o la participación en los tributos, hasta convertirse en funcionarios asalariados del rey. Para vigilar al gobernador estaban los oficiales reales, que desempeñaban la función de veedores, contadores y tesoreros, y velaban por la Hacienda Pública.

Una vez vista de forma muy sucinta las líneas generales de la emigración y las normas por las que se regía, pasamos a estudiar cuántos participaron de forma general en este evento jamás dado en otra época dentro del globo terráqueo, hasta realizar un análisis de la participación de la localidad objeto de este estudio y la repercusión que tuvo en  Hispanoamérica.

Boyd-Bowman considera que la emigración total que salió de España para América durante el siglo XVI se acerca a los 200.000, aunque él solo identifica a 56.000 españoles. Mörner afirma que fueron 256.000 y Konetzke, 300.000. Las discrepancias también surgen a la hora de fijar el número de emigrantes que salieron de Extremadura. Critóbal Bermúdez en el Catálogo de pasajeros[7] recoge 8.932 extremeños para el periodo 1509 a 1599. Boyd-Bowman identifica 9.035 para el periodo 1493 a 1600. El presbítero Vicente Navarro del Castillo cataloga 6.000 conquistadores, evangelizadores y colonizadores, procedentes de 248 pueblos extremeños, en el mismo periodo que el anterior.

Ya comentamos al comienzo de este estudio la dificultad que había en averiguar el número de pasajeros, que salieron de Santa Cruz de la Sierra hacia las Indias Occidentales, lo que ha originado que no todos los compiladores estén de acuerdo a la hora de fijar la misma cifra. Peter Boyd-Bowman, en su ambicioso trabajo de recoger más de 56.000 emigrantes a la América hispana, se queda solo en los años 1493 al 1519, reduciendo el número; pero señala a tres vecinos de este lugar serrano que emigraron a las Indias ya en esa temprana época: Martín Izquierdo (1512), Francisco Gil (1517) y Alonso Rubio (1517), que además aparecen en casi todos los catálogos, que se han realizado posteriormente, con algunas excepciones.

Cristóbal Bermúdez, en su Catálogo a Indias, recoge en estos primeros años a los dos últimos, pero se olvida de Martín Izquierdo, sin que indique el criterio que ha seguido para hacerlo. Si desde los primeros momentos tenemos estas controversias, no debe extrañarnos que sigamos encontrándolas en años sucesivos.

El profesor Ángel Rubio y Muñoz-Bocanegra, catedrático de Geografía e Historia del Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Cáceres en el 1930, comienza a publicar en la Revista del Centro de Estudios Extremeños, hoy Revista de Estudios Extremeños, un catálogo de pasajeros de la región a Indias, comprendidos entre los años 1534 a 1592, en la que recogen un total de 730 emigrantes salidos de los diferentes pueblos de Extremadura, al parecer sacados del Archivo General de Indias de Sevilla. En el fichero se ha asignado un número de orden a cada pasajero, que suelen estar colocados por orden alfabético, al menos en cada una de las siete publicaciones que han realizado en número de revistas consecutivas. También recogen la signatura del legajo, el año de embarque, el puesto y destino; el estado de cada individuo, si es soltero, casado, viudo, clérigo, profesión, etc. Pero tan solo tres son naturales de Santa Cruz de la Sierra y todos ellos se dirigieron al Perú.

Con el número 134 figura Domingo Domínguez, que salió en el año 1574. Leg. 43-2-11/15.

El 455 del catálogo es Alonso Mellado, que embarcó en 1579. Fue por paje de Domingo Domínguez, clérigo, cristiano viejo, limpio de sangre, tiene genealogía. Leg. 43-3-11/15.

El número 577 es Domingo Rodríguez, que partió en el 1577 al mismo destino que los otros dos. Leg. 2-5-5/13.

Sin embargo, fija con el número 147 dentro del catálogo a Alonso de Escobar, natural de la Serena, “perteneciente a la armada de Sanabria, que llevó el tesorero Juan de Salazar de Espinosa. Leg. 2-2-5/10”. Cuando hoy la tesis más defendida sobre Alonso es que fue uno de los siete hermanos varones de Ñuflo de Chaves, conquistador de la Bolivia Oriental, natural de Santa Cruz de la Sierra, que emigró con don Pedro de Mendoza al Río de la Plata, tuvo que regresar a España con Álvar Núñez Cabeza de Vaca, cuando fue deportado por Irala y los oficiales reales y regresó de nuevo a Asunción con Juan de Salazar en la expedición que comandaba Mencia Calderón, la Adelantada, viuda de Sanabria[8].

Otro de los estudios de la emigración extremeñas a América es el realizado por el presbítero Vicente Navarro del Castillo, en La Epopeya de la raza Extremeña en Indias, que incluye a los tres estudiados por Boyd-Bowman, pero cambia el apellido de Alonso Rubio por el de Alonso Raujo, sin indicar criterio.

El monumento de base triangular, que con motivo del Quinto Centenario del descubrimiento de América se hizo en la localidad de Santa Cruz de la Sierra en el parque de la Hispanidad, que se encuentra a la entrada del pueblo, partiendo desde la autovía,  recoge en una de las caras a los 29 viajeros locales a Indias entre los años 1512 y 1579. Son los mismos que aparecen en la obra de Vicente Navarro, incluso con idéntico orden, aunque con pequeños errores, tal vez del copista, y que nosotros vamos a presentar en una tabla con algunas anotaciones nuevas, para tener una visión de conjunto más completa. El presbítero los tomó principalmente de Cristóbal Bermúdez, de Ángel Rubio, Peter Boyd-Bowman y de Ricardo La Fuente Machaín. A continuación exponemos cada uno de ellos con los datos que hemos tomados del mencionado recopilador y en algunos casos hemos añadido datos nuevos:

 

1.-Tabla de emigrantes de Santa Cruz de la Sierra al Nuevo Mundo durante el siglo XVI. VICENTE NAVARRO

Apellidos

 

Nombre Padres y oficio Fecha de salida Destino Observaciones
Alonso Rodrigo de Hernando Pérez y Leonor Alonso 16/03/1536[9] Santa Marta  
Alvarado Juan de Criado del virrey conde de Nieva 1560[10] Perú Se casó en Lima con la criolla Catalina de Morales
Calvo Juan Bartolomé Calvo y Juana Sánchez 12/12/1539[11] Indias  
Chaves Nuflo de Álvaro de Escobar el Viejo y doña Mª de Sotomayor 1541 Río de la Plata – Asunción Expedición del Adelantado Álvar Núñez Cabeza de Vaca[12].
Domínguez Domingo[13] Clérigo 1579 Perú  
Encina Alonso de Hernando de Encina y María González 1555 Pasó con D. Francisco de Irrazábal a Chile  
Gil Diego     Pasó al Perú y luchó en el bando de Gonzalo Pizarro Fue derrotado en el 1548 en la batalla de Xaquixaguana, procesado y desterrado durante dos años al Cuzco,
Gil Francisco Alonso García y María García[14], 18/08/1517

 

Pasó a Indias  
Gil Francisco Blasco Gil y María Sánchez 16/03/1536 Santa Marta  
Izquierdo Martín[15] Juan Izquierdo y doña Gracia 23/09/1512 Indias  
Jiménez

 

Diego Francisco Jiménez y doña Gracia 20/ 09/1535 Nombre de Dios (Panamá)  
Jiménez, Francisco Hernando Jiménez y Juana Sánchez 12/03/1536

 

Santa Marta  
Martín García (Nació en el 1538 y estaba casado) 1573 Río de la Plata Expedición de Ortiz de Zárate
Marín

 

Hernando Hernando Marín y Inés de Hoyos 16/12/1539. Nombre de Dios  
Martín Mateo Diego Martín y María García, 17/04/1540 Nombre de Dios  
Mellado[16] Alonso Soltero 1579 Perú Paje o criado del clérigo Domingo Domínguez.

 

Moreno Diego Blasco Gil e Inés Sánchez 17/04/1540 Nombre de Dios  
Moreno Juan Benito Moreno y doña Francisca 17/04/1540 Nombre de Dios  
Moreno, Martín Alonso Moreno y Juana Sánchez García 17/04/1540 Nombre de Dios  
Osorio

 

Fulano[17]   Estaba en el año 1560 Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) Casó con doña María de Mendoza
Palacios Francisco   Estaba en Santa Cruz  de la Sierra de Bolivia el 2 de febrero de 1568 Era escribano público, donde redactó el poder, por el que Felipe Cáceres, gobernador interino de Asunción  daba autoridad a Juan  de Garay para la 2ª fundación de Buenos Aires
Paniagua Alonso   1562 Fue testigo en Santa Cruz de la Sierra En la información que dio Hernando de Salazar
Rodríguez Diego[18]   1577 Pasó al Perú  
Raujo[19] Alonso Raujo y Constanza Hernández 18/08/1517.

 

   
Sánchez, duque de Estrada, D. Juan     obispo de Guadalajara en Nueva Galicia falleció en el año 1543[20].

 

Sánchez Mateo, licenciado, Juan Sánchez y de Juana Sánchez   médico en el Perú en el año 1554.

 

 
Torres Luis de   nació en el 1538 Estaba en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) en el año 1568. Fue testigo en la información de servicio de Hernando de Salazar en el año 1569.
Trujillo[21] Francisco de Pedro Alonso de la Puente y María Alonso de Porra 28/7/1535   Río de la Plata[22]
Zurita (o Zorita) Joaquín   en el 1575 era capitán en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia)  

 

En otra de las caras del citado monumento aparece la célebre frase del Rey don Juan Carlos I que emitió con el fin de cerrar las viejas heridas de la conquista, dirigiéndose a los pueblos de América Latina: “Nuestros conquistadores son vuestros, vuestros libertadores son nuestros”.

La profesora Rocío Sánchez Rubio, en La emigración extremeña al Nuevo Mundo, presenta una amplia tabla de emigrantes, salidos de Extremadura a las Indias Occidentales, de la que sacamos los 52 que pertenecen a Santa Cruz de la Sierra, de los cuales tres son mujeres y el resto hombres. Contiene 23 pasajeros más procedente de la aldea que no están en La Epopeya de la raza Extremeña en Indias de Vicente Navarro. Las fuentes de donde los toma vienen reflejadas en la última columna de la tabla con una letra mayúscula, a la que añadimos el nombre del compilador para facilitar su localización. A) Catálogo de pasajeros a Indias de Cristóbal Bermúdez. B) Índice geográfico de P. Boyd-Bowman. C) Catálogo biográfico de Vicente Navarro. D) Lista de embarque. E) Bienes de difuntos. F) Inquisición, procesos. G) Limpieza de sangre. H) Cartas privadas de emigrantes. J) Varios. K) Informaciones (AGI). L) Peticiones de licencias (AGI). N) Concesiones de licencias (AGI).

Mientras, junto a la fecha se ha colocado una letra entre paréntesis, donde la a indica la data de licencia, generalmente. La b, el año de embarque. La c señala la fecha más temprana de estancia del pasajero en el Nuevo Mundo, al carecer de otros datos. La d es el año  de retorno, porque no se conocen los anteriores datos.

2.-Tabla de emigrantes de Santa Cruz de la Sierra al Nuevo Mundo durante el siglo XVI. Rocío SÁNCHEZ RUBIO

 Apellidos Nombre Sexo Profesión Fecha Destino Fuentes
Alonso Rodrigo m   1536 Santa Marta A, B
Alvarado Juan de m Criado 1560 (b) Perú A, B
Ávalos Domingo de m Criado 1597 (b) Perú A, B, K
Cabrera, mestizo (38) Baltasar de m   1592 (a) Perú K
Calvo Juan m   1539 (b)   A, B
Encina Alonso m   1555 (b)   A, B
Fuente Hermando de la m   1573 (d) Arequipa D
Gil Diego m   1548 (c) Perú B, C
Gil Francisco m   1517 (b)   A, B
Gil Francisco m   1536 (b) Santa Marta A, B
(Hernández)   f   1579 (a) Nueva España N
Hernández Pedro m   1579 (a) Nueva España N
Hernández de Ciudad Francisco m   1561 (b) Perú A
Hinojosa D. Gabriel de m   1596 (a) Perú L, N
Jiménez Diego m   1535 (b) Nombre Dios A, B
Jiménez Francisco m   1536 (b) Santa Marta A, B
Jiménez Miguel m Criado 1576 (b) Santo Domingo D
Jiménez Santos m Criado 1592 (b) Santa Marta A, B, K
León Francisco de m Criado 1561 (b) Perú A
León Luciana de f   1567 (b) Chile A
Marín Hernando m   1539 (b) Nombre Dios A, B
Marín Juan m Clérigo 1562 (b) Guatemala A, B
Marín Mateo m   1540 (b) Nombre Dios A, B
Martín García m   1572 (b) Río Plata B, C
Martínez Alonso m Criado 1597 (b) Perú A, B, K
Mellado Alonso m Criado 1579 (b) Perú A, B, D, K, L
Moreno Diego m   1540 (b) Nombre Dios A, B
Moreno Juan m   1540 (b) Nombre Dios A, B
Moreno Martín m   1540 (b) Nombre Dios A, B
Osorio Fulano m   1560 (c) Sta. Cruz Sierra C
Palacios Francisco m Escribano 1568 (c) Sta. Cruz Sierra C
Paniagua Alonso m   1562 (c) Sta. Cruz Sierra C
Paredes de Hinojosa D. Rodrigo m   1596 (a) Perú L, N
Paredes Hinojosa Gonzalo de m   1597 (a) Perú L
(Paredes. Calvo)   m   1597 (a) Perú L
Pérez Gavilán Juan m   1567 (b) Chile A
Raujo Alonso m   1517 (b)   A
Rodríguez Domingo m Clérigo 1579 (b) Perú A, B, I, L
Rodríguez Tomás m   1594 (b) Popayán A, K
Rubio Alonso m   1517 (b)   A, B
Ruyo Juan[23] m   1584 (c) Popayán L
Sánchez Gonzalo m   1530 (b) Puerto Rico PI
Sánchez Juan m   1584 (a) Popayán L, M, N
Sánchez Mateo m Médico (licen.) 1554 (b) Perú A, B, E
Sánchez,  Duque de Estrada D. Juan m Clérigo, obispo de Gauadalajara 1543 (c) Nueva Galicia C
(Sánchez-Alonso)   m   1584 (a) Cuzco L
Solís Gómez m   1574 (c) Perú Pl
Torres Luis de m   1568 (c) Sta. Cruz Sierra C
Trujillo Francisco de m   1535 (d) Río Plata A, B
Viveros Luisa f   1574 (c) Perú Pl
Zorita Joaquín m   1575 (c) Sta. Cruz Sierra C

Observamos que la profesora Rocío ha duplicado el nombre en alguno de los pasajeros, Paredes-Calvo, con la misma fecha de partida (1579), y Alonso Rubio o Alonso Raujo, que figuran con la misma data de licencia, por lo que consideramos que se refiere a idéntica persona, por las aclaraciones que otros investigadores realizan. En su catálogo no incluye a Martín Izquierdo (1512), entre los primeros que partieron; ni a Domingo Domínguez (1579); ni a Ñuflo de Chaves (1541), que se lo atribuye a Trujillo, porque según la autora aparece en el catálogo de Vicente Narro con tal asignación, cuando este lo adjudica a Santa Cruz de la Sierra. Es cierto que Ñuflo no dejó claras señales de su lugar de nacimiento, como lo hizo Pizarro entre otros conquistadores. Algunos eruditos, sin dar mayor explicación, se lo han atribuido a Trujillo, tomando el todo por la parte, la Tierra de Trujillo por el lugar de Santa Cruz de la Sierra. En varios escritos he intentado resolver este enigma para quedar clara su naturaleza, basándome en hechos reales y en documentos de la época, dado que los libros sacramentales que se conservan no lo permiten por ser posteriores a su fecha de nacimiento. Cuando en la ladera de la sierra Riquío, junto al río Sutó, frente a los extensos llanos de los gorgotoquis, llamados por los españoles chiquitos, funda la ciudad que pensaba fuera la capital de una gran provincia, se olvida de las onomásticas religiosas, y, como en los momentos trascendentales, afloraron los recuerdos, sentimientos y vivencias infantiles de su tierra natal, le dio el nombre de Santa Cruz de la Sierra, hecho que sucede con frecuencia cuando estamos lejos del lugar que nos vio nacer[24].

El cronista oficial de Castilla y de la Indias[25], Antonio de Herrera y Tordesillas (1559-1625), que tuvo a su disposición los documentos de los conquistadores que llegaban a la Corte, describe con sobriedad la fundación de la ciudad homónima boliviana, dándonos una pista de que la familia de Ñuflo tenía casa en la aldea donde pasaba grandes temporadas y donde nacieron algunos de sus hijos, hermanos y sobrinos carnales de Chaves.

Y bolviendo el capitán Chaves a los Taguamacis, i hallándolos alterados, los pacificó, i fundó la ciudad, que llamó Santa Cruz de la Sierra, por un pueblo de este nombre, a tres leguas de Truxillo, así llamado, adonde se crió[26].

Por otra parte, un documento tan importante para conocer a los nobles de la ciudad, como son las Crónicas trujillanas del siglo XVI, hechas para demostrar la limpieza de sangre y los hechos valiosos de los linajes que tratan, no parece lógico que sus autores se olviden de un personaje de los más notables de la rama Escobar y Chaves, que les podía dar fama ante el rey para conseguir lo que pretendían en cada momento, por lo cual consideramos suficiente argumento para pensar que Ñuflo no nació y tal vez no vivió de forma continua en Trujillo, pues el cronista, que narra los hechos más destacados de su rama familiar ni siquiera ha oído hablar de él, y si en algo destacan los autores del citado texto es en dar detalles y ensalzar a los personajes más ilustres de su estirpe. Igualmente hay constancia que parte de su familia vivó en la aldea serrana. Su hermano Juan de Escobar, que recibió el mayorazgo de la familia, casó con una santacruceña, doña María de Alvarado[27]. y allí nacieron y vivieron sus seis hijos, cuatro hembras y dos varones, hasta que se trasladaron a Trujillo, ya de mayor. El cuarto hermano de Ñuflo por orden cronológica de nacimiento, Alonso de Escobar, se considera hoy que nació en dicha aldea y no en la ciudad y fue su precursor en el Río de la Plata, al enrolarse en la escuadra de don Pedro de Mendoza, primer Adelantado de dicha provincia. Todo ello nos ha hecho coaligar que nuestro personaje era natural de Santa Cruz de la Sierra en Extremadura y no de otro parte[28].

Otra variante que debemos tener en cuenta para asignar a cada pasajero su lugar de nacimiento, porque dificulta la inclusión correcta, es que algunos emigrantes al llegar a las nuevas tierras siguieron utilizando sus apellidos familiares, mientras otros, por el contrario, adoptaron identidad diferente y agregaron a su nombre de pila el de su pueblo o el del lugar con mayor renombre. Recordemos que Santa Cruz, después de la Reconquista, quedó dentro de las tierras o del alfoz de Trujillo, hasta que don Juan de Chaves compró la localidad el 26 de junio de 1627. Y, a pesar de ser un lugar de cierta importancia por el número de habitantes y de nobles que en él vivían, era una aldea dependiente del corregidor de la ciudad.

El profesor e investigador puertorriqueño Miguel Adorno Tapia ha realizado un profundo estudio del emigrante Alonso Rubio Jiménez, citado por Peter Boyd-Bowman entre otros, al que algunos llaman Alonso Raujo, y llega a la conclusión de que “era hijo de Diego el Rubio y Constanza Jiménez, vecinos de Santa Cruz de la Sierra, tierra de Trujillo.”[29], que embarcó en el puerto de Sevilla el 18 de agosto de 1517 en la expedición que salió hacia América, aunque no consigue averiguar si pasó por Santo Domingo o fue directamente a Puerto Rico, lo cierto es que se afincó en esta última isla caribeña. Pero allí se hizo llamar Alonso de Trujillo, lo que explica que los habitantes de la localidad de Trujillo el Alto de Puerto Rico se consideraran descendientes del lugar homónimo extremeño en España. En el año de 1519 Alonso de Trujillo, según la documentación hallada por el citado investigador se encuentra recogiendo oro de los ríos y quebradas de la Isla. Con el agotamiento de la economía minera muchos colonos abandonaron Puerto Rico y se marcharon a tierra firme donde se habían descubierto algunos yacimientos del preciado metal. Pero Rubio Jiménez, como otros muchos que en un principio participaron en la minería, permaneció en la Isla en su nuevo oficio de agricultor y dio a sus tierras el apellido de “su extremeña extirpe”[30]. La historia oral ubica la extensa hacienda de Alonso de Trujillo en el Barrio Santa Cruz cerca de la quebrada Maracuto. El enriquecimiento hizo que incluso algún biógrafo le diera título de nobleza que nunca poseyó. Con el correr del tiempo en su territorio se hicieron los dos pueblos: Trujillo Alto y Trujillo Bajo”[31]. Dentro del cual está el barrio de Santa Cruz. En el 1783 los hacendados solicitan la creación de un nuevo pueblo dentro de ese término con el nombre de La Santa Cruz de Trujillo”[32]. La parroquia de Santa Cruz de Trujillo Alto, construida en 1817, tiene por titular La Santa Cruz, y piensa nuestro profesor que se debe a que la iglesia parroquial de Santa Cruz de la Sierra en Extremadura, España, está dedicada a la advocación de la Santa Vera Cruz. Devoción que debió instruir Alonso Rubio a los indios de su encomienda y que ha perdurado a través de los tiempos. Todas estas coincidencias le han hecho pensar en la duplicidad de nombre que tuvo el mismo personaje[33].

Por esos tiempos fueron varios los que reconocían tener la doble vecindad. Hemos recogido un ejemplo claro. Marcos Collado, familiar del Santo Oficio, cuando es expulsado de la Corte, junto con otros vecinos de Santa Cruz, que habían ido a apoyar el pleito que se tuvo por la venta del lugar, “afirmó que era vecino de la ciudad de Trujillo y también de la villa de Santa Cruz de la Sierra”. Si contemplamos todas estas variables no es de extrañar que haya un trasiego de nombres de unos catálogos a otros y casi siempre a favor del lugar más importante, sobre todo cuando el personaje alcanzó cierto renombre.

Después de esta exposición de algunos compiladores, vemos que todos van incluyendo a los personajes anteriores en sus catálogos; que el número aumenta con la realización de nuevos recuentos, que el trasiego de unos catálogos a otros no es total y que hay emigrantes de los que tenemos noticias por distintos documentos que no están en ninguno de los diferentes índices presentados. A pesar de que la tabla de Rocío Sánchez es la que recoge mayor número de pasajeros procedentes de Santa Cruz de la Sierra, está lejos de contener su totalidad. Pues no todos los emigrantes están en los diferentes documentos que se encuentran en el Archivo General de Indias de Sevilla, que forman principalmente los catálogos que hasta ahora hemos visto. Hemos tenido que recurrir a otros documentos para localizar a nuevos pasajeros, tales como libros sacramentales de la parroquia, censos de población diversos, o el padrón que se hizo el 23 de octubre de 1627 puerta por puerta y a calle hita para averiguar el número de habitantes que tenía la localidad, con el fin de fijar su precio de venta

Por lo general los que participaron en ese evento durante los primeros tiempos y regresaban a su lugar de origen en Extremadura, aunque eran pocos los que lo hacían de forma permanente, recibían el nombre de “Indianos”[34] o el de “Perulero”, que fue el más generalizado en Santa Cruz de la Sierra, identificando de forma general a los indianos con el Perú, aunque no hubieran estado en dicho virreinato. Apelativo que quedó para señalar a personas enriquecidas fácilmente con un comportamiento social poco acorde con su estatus anterior[35]. Algunos regresaban para visitar a sus familiares más directos, llevárselos al nuevo mundo o para emprender una nueva vida en su lugar de origen, y se les consideraba triunfadores porque habían reunido la hacienda suficiente para garantizar la supervivencia y cierta comodidad de los suyos, aunque años de servicio y de trabajo en Indias no garantizaban la acumulación de una fortuna. Los sacerdotes tuvieron el acierto de incluir a esos individuos con dicho apelativo en los libros sacramentales del Archivo Parroquial de la villa, lo que nos ha permitido descubrir a otros que no aparecen en ningún catálogo de los estudiados.

El documento más antiguo que he localizado del lugar objeto de estudio para este fin es el Libro de bautismos y de óbitos de la iglesia parroquial de la Vera Cruz de Santa Cruz de la Sierra, que actualmente se encuentra en el Archivo Histórico Nacional. Dicho registro comprende actas bautismales y de defunciones con sus correspondientes testamentos religiosos desde 1535 hasta el 1558, por lo que se adelanta en varios años al mandato del Concilio de Trento de llevar libros sacramentales en las parroquias, que en España no entraría en vigor hasta el 12 de julio de 1564[36]. Fue el obispo de Plasencia don Gutierre de Vargas Carvajal (1524-1559), gran teólogo, hasta el punto de que participó desde el 1551 al 1552 en el Concilio de Trento, y hombre renacentista, quien adelantándose al mandato oficial de la iglesia, convocó en Jaraicejo en 1534 un sínodo, en el que ordenó se llevara en las parroquias un control de los nacimientos que hubiera y de las personas que fallecieran, cuando dejaran un número determinado de misas por su alma, y para que “en todo tiempo se pueda saber si ay ympedimento entre algunas personas que, andando el tiempo, quieran contraer matrimonio[37].

En marzo de 1539 aparece por primera vez Juan Ximénez de Perú, que no he localizado hasta ahora en ninguno de los catálogos de pasajeros a Indias, presentados y asignado a Santa Cruz de la Sierra. En el acta bautismal de 11 de noviembre de dicho año 1539, fol. 45 vtº.[38], está inscrito como uno de los cuatro padrinos que solían figurar por entonces en cada bautismo, dos hombres y dos mujeres, sin que necesariamente fuesen familiares entre sí. Vuelve a desempeñar el mismo oficio según el acta de 25 de enero de 1540, fol. 49, donde Juan Jiménez Perulero actúa como padrino, mientras su hija Teresa es la madrina. Sigue de padrino el citado Perulero el 29 de octubre de 1541, fol. 73 vtº., y el domingo, 5 de febrero de 1542, fol. 76 vtº.

El 25 de junio de 1542 muere la mujer de “Juan Ximénez[39], Perulero” y se entierra en la iglesia parroquial de la Vera Cruz de Santa Cruz de la Sierra. El nombre de la esposa no aparece en el acta de defunción pero sí se cita al marido con su apelativo correspondiente, tal vez, por ser el personaje más conocido de la familia o para distinguirlo de otros Juanes que había en el pueblo, alguno incluso con el mismo apellido. La esposa había hecho testamento ante el escribano público Francisco Ximénez y fueron los testamentarios su esposo y el padre de la difunta, del que tampoco nos dice cuál es su nombre. En sus funerales se dijeron una vigilia de tres lecciones y un novenario cantado. El “cabodeaño” debería ser de nueve lecciones[40]. El testamento además recoge que se dijeran por su ánima:

50 misas, ofrendadas de pan, vino y cera, durante un año, y en ese tiempo se diga cada día un responso sobre su tumba rezado y en las fiestas, cantado. Se digan además a su Santo tres misas; a su ángel de la guarda, cinco; por los padres de Juan Ximénez, 10; por María Alonso, su prima, 10, y 30 misas se han de decir: 15 en el convento de San Francisco y 15 en el de la Encarnación de Trujillo[41]. Ofrece de mandas 4 reales a la obra de la iglesia de Santa Cruz; a los Mártires, al hospital y a la cera del Santísimo 10 maravedís a cada uno[42].

Las preces que se realizan en torno a su funeral, el lugar de enterramiento, el número de misas que deja por su alma y familiares y las mandas que ofrece, comparado con el resto del vecindario,  indican que la fallecida era una persona con solvencia económica.

El 8 de septiembre del 1543 (fol. 129) aparece el citado Juan como padre de Teresa, una de las dos madrinas del bautizo que se celebró. El 5 de enero de 1544 el clérigo Hernando del Toril bautiza a María, criada de Juan Ximénez, Perulero (fol. 133). Una muestra más de su poder adquisitivo en aquellos tiempos. El 30 de octubre de dicho año ya nos da el nombre y apellidos completo, Teresa Gil González, hija de Juan Jiménez, Perulero, que es la madrina del bautismo (fol. 140v) (Acta nº 7 de las presentadas). El 29 de marzo de 1545 los padrinos del bautizo son los nietos del Perulero, “Alonso Gil y Juan Sánchez, hijos de Juan González y Teresa Gil, hija de Juan el Perulero” (fol. 152 vtº.) (Acta nº 8 de las presentadas). Durante los siguientes años aparecerán diferentes familiares de nuestro personaje en distintas actas bautismales. El 10 de septiembre de 1547 el padrino del bautizo es Hernán Sánchez, yerno de Juan Jiménez, Perulero (fol. 201v)[43]. Y ese mismo año vuelve a ser padrino del bautizo el susodicho yerno, Hernán Sánchez, acta del 18 de diciembre (fol. 204v),  El 23 de febrero de 1548 es padrino de bautismo Juan Ximénez, hijo de Juan Ximénez Perulero, (fol. 208v), y desempeña el mismo papel en el acta de 19 de abril de dicho año (fol. 211v). Se repiten  durante eses año en varias actas bautismales tanto el yerno, como el hijo y la hija del citado Perulero o algún pariente próximo. El 24 de noviembre de 1548 el padrino es Juan Ximénez, sobrino de Juan Ximénez, el Perulero, (fol. 217). Nuestro personaje debió ser muy conocido en la aldea, puesto que los sacerdotes le citan ante cualquier miembro de su familia y en otras muchas actas le vemos actuar de padrino, que no mencionamos para no hacer más largo de lo necesario este apartado. Aparece por última vez en el citado libro como padrino en el bautizo celebrado el 27 de abril de 1550, (fol. 240v)[44]. Ya no volvemos a saber más de él hasta el censo poblacional de Santa Cruz de la Sierra del 1561 donde figura como “labrador mediano”[45].

Es cierto que el apellido Jiménez e incluso el nombre Juan eran frecuentes en aquella época tanto en Trujillo como en Santa Cruz. El presbítero, Vicente Navarro del Castillo, incluye en su obra de 1978 a un pasajero de idéntico nombre y apellido, al que considera natural de Trujillo, del que dice “que estaba en Cuba en el 1519 y pasó a la conquista de México en el 1520”. Sin embargo, a nosotros no nos cuadra que fuera el mismo, dado que dicha expedición la mandaba Pánfilo de Narváez, quien fue herido en un ojo en Veracruz y hecho prisionero, por lo que la mayoría de sus hombres engrosaron las filas de Hernán Cortés y nuestro personaje sabemos que estuvo en el Perú, porque así lo dice el sacerdote en la primera acta donde aparece. Por otra parte, nuestro sujeto figura en documentos referentes a Santa Cruz unos cuarenta años más tarde de la fecha referida, lo que le llevaría a una prolongación de vida de más de 70 años, superior a lo que se tenía por entonces, aunque siempre hubo casos excepcionales.

El profesor Mira Caballos realiza un estudio de los hombres que formaron parte de las huestes de Francisco Pizarro, y en la parte I, incluye a Juan Jiménez de Trujillo, al que considera que en el 1534 vivía en Cuzco, cuando “entregó a Hernando Pizarro 50 pesos de oro, que se suponen eran para el servicio del Emperador. Y el 22 de enero de 1540 se le concedió una encomienda de indios”. Sin embargo, sabemos que nuestro protagonista en esa fecha ya vivía en Santa Cruz de la Sierra.

Entre los soldados de infantería en el reparto que se hizo del botín de Atahulpa aparece el nombre de Juan Ximénez, sin que se mencione lugar de procedencia ni ningún otro dato, como sucede con los demás agraciados, pero sí indica que le tocaron 3.330 pesos de oro y 181 marcos de plata, por ser soldado de infantería. Toda una fortuna en aquella época y por lo que se ve quedó algo agraciado en el argentífero metal, aunque igualado en el dorado, según la tabla del reparto que recoge Pedro Sancho de la Hoz, secretario de Francisco Pizarro, en su obra Relación de la conquista del Perú.

Varios de los beneficiados en el reparto decidieron regresar a España en los días sucesivos, e invertir su fortuna lo mejor que pudieran. Algunos con el permiso del Gobernador no quisieron esperar a nuevas distribuciones que se auguraban, así hasta un total de veinticinco hombres. Unos porque se encontraban enfermos y viejos, los tres últimos años habían sido muy duros y algunos se resentían de ello; otros querían disfrutar lo ganado en tierras más tranquilas; también hubo quienes sentían nostalgia de sus familias y decidieron volver junto a los suyos. A primero de enero de 1534 regresa la Santa María del Campo con el quinto del rey, y a esta le sucedieron otras naves. No sabemos en cuál de ellas se embarcó Juan Ximénez, ni siquiera si esperó al reparto del oro de Cuzco, efectuado el 19 de marzo de 1533, pues pasarán cinco años antes de que aparezca por primera vez en los libros sacramentales de Santa Cruz de la Sierra en la Extremadura española, donde había dejado a su esposa y sus hijos. Allí empleó el dinero conseguido y vivió el resto de sus días.

Todo ello, sin duda, nos hace coaligar que este Juan Ximénez, Perulero, fue el citado por el secretario, Pedro Sancho de la Hoz, en la relación que hizo de las diferentes cantidades que cobraron cada uno de los participantes en la captura del Inca, que después vino a disfrutar su fortuna a su lugar de nacimiento, donde había dejado a su esposa e hijos antes de partir para América, y aquí invierte las ganancias en tierras de labor principalmente, que le hace ser el labrador del que se nos habla en el mencionado censo de población de 1561. Uno más de los salidos de Santa Cruz de la Sierra en la conquista y colonización de las Indias Occidentales, ocupando un puesto peligroso y de prestigio, por el que entró en el mundo de la fama, como diría su líder indiscutible, Francisco Pizarro, al participar en la toma de Cajamarca, destacado hecho histórico de indiscutible valor.

En el Libro de bautizados y óbitos igualmente aparece Diego Ximénez, Perulero[46], otro de los retornados por entonces, del que sabemos que era hijo de Francisco Jiménez y doña Gracia[47], y que estaba en Nombre de Dios el 20 de septiembre de 1535, localidad situada en la costa atlántica del istmo de Panamá. También conocemos a Francisco Ximénez, hijo de Hernando Jiménez y Juana Sánchez[48], que emigró a América y el 12 de marzo de 1536 se encontraba en Santa Marta, localidad colombiana, sin que volvamos a tener más noticia suya. Pero Diego regresó a Santa Cruz y el 4 de septiembre de 1552 actúa como padrino, seguramente de algún pariente cercano, pues el padre del neófito tiene el mismo apellido, y ya no se vuelve a saber más de él (fol. 110v)[49]. Es probable que los dos fallezcan en las Indias Occidentales.

A Santa Cruz de la Sierra regresaron varios Perulero, hasta el punto de que dieron nombre a una de las calles de la localidad, que se mantuvo hasta finales del siglo XIX.

En el Libro Colecturía de Misas, hoj. 144 del Archivo Parroquial de Santa Cruz de la Sierra, que comprende desde el 1592 al 1624, aparece Alonso Martín, Perulero, que vino a morir a su tierra natal, donde falleció el 17 de abril de 1616, y que al parecer se enriqueció en el Nuevo Mundo por las mandas que queda en su testamento. Así, ordenó decir 503 misas, de las cuales 286 eran por su alma, 10 por las ánimas del purgatorio, y el resto no está legible. Entregó cantidades diferentes a las siguientes obras pías: al Sacramento, 110 r.; a las Ánimas del purgatorio, 300 r.; a Nuestra Señora del Rosario, 8 r.; y al resto 4 r. a cada una. Ofreció durante ocho meses el pan y el vino para la Consagración[50].

Otro documento importante, que nos ha servido para encontrar nuevos emigrantes a América, es el Padrón que se realizó para establecer el precio de la venta de Santa Cruz de la Sierra a don Juan de Chaves y Mendoza, primer señor del lugar, realizada el 6 de julio de 1627[51], que se encuentra en el documento Mercedes y Privilegios, entre los folios 272 al 306, incluido actualmente en Venta de Santa Cruz de la Sierra, un lugar del alfoz de Trujillo[52], en el cual se mencionan a los siguientes emigrantes al Nuevo Mundo, a los que mantenemos con el número que están en el citado listado y los datos que se dan de ellos:

12.- Pedro de Hoyas, el Perulero, casado dos veces, del primer matrimonio tiene una niña, y del segundo, casado con María Mellada, tiene un niño. Mª Mellada, que estuvo casada con Francisco Sánchez, tiene dos hijos.

163.- María Alonso, viuda de Rodrigo Alonso, vive con Fernando de la Cueva, su hijo, sastre en ­la dicha villa, que vino de los reinos de la Nueva España en las Yndias, donde tiene su casa y su mujer, dicen no se tiene por vecino.

270.- Rodrigo Jiménez Perulero, vecino de dicha villa, mozo soltero y Francisca Rodríguez, su hermana viuda de Sebastián Martín, que viven juntos. La viuda tiene por criados a Diego Puerto, vecino de esta villa, y a Alonso Gómez, vecino de Trujillo.

417.- Juan Martín Barachías, hijo de Alonso Martín Barachías, Perulero di­funto, es su tutor Rodrigo Ximénez[53].

La venta de Santa Cruz supuso un gran desastre para el pueblo, más de 80 vecinos se trasladaron a Madrid con la intención de intervenir en el juicio que contra don Juan de Chaves se celebraba para impedir que se hiciera con el pueblo. Sin embargo, todo lo tenían en contra, la Cámara del Consejo de Hacienda presentó un edicto donde estaban hospedados los santacruceños, ordenando que inmediatamente abandonarán la Corte. Solo cuatro quedaban ya en el lugar, para guardar el dinero que habían llevado para contrarrestar la puja y en caso contrario recuperar lo que ya habían depositado, los demás se habían marchado. Entre ellos estaba un Perulero, “Fernando de la Cueva, que manifestó que era vecino de Vera Cruz en las Indias en Nueva España y residente en la villa de Santa Cruz de la Sierra, donde tiene a su madre, que vino a verla hará año y medio”[54], el cual dijo que saldría de inmediato para el lugar serrano[55].

Una vez que la venta se efectuó definitivamente, la localidad entró en una agonía demográfica y económica permanente. El señor de la villa impide que salgan los vecinos del pueblo sin su consentimiento y la emigración se paraliza, solo se dan algunos casos excepcionales como podemos comprobar después de la adquisición, año 1627. Encarnación Lemus en Ausentes en Indias, recoge diez nuevos emigrantes a Indias durante el siglo XVII, de los cuales seis son anteriores a la fecha de venta del lugar y los otros cuatros son casos excepcionales, como podemos comprobar:

Fernando Jiménez, criado de 30 años de edad, obtuvo licencia el 17 de abril de 1602.

Alonso García, de 23 años de edad, obtuvo licencia el 18 de enero de 1603 para pasar como criado al Perú.

Fernando Jiménez, de 30 años de edad, obtuvo licencia el 18 de enero de 1603 para el Perú.

Francisco Ruyo, criado de 36 años de edad, pasó al Perú el 31 de enero de 1603.

Bartolomé Montejo, de 24 años de edad, obtuvo licencia el 11 de enero de 1610 para ir al Perú.

Martín García, de 27 años de edad, embarcó para el Perú el 6 de febrero de 1617.

Francisco Cantalpino, de 30 años de edad, obtuvo licencia el 5 de abril de 1630 para embarcar como criado hacia el Perú.

Bartolomé Pérez Blázquez, criado, pasó al Perú el 26 de marzo de 1631.

Agustín de los Ángeles, religioso de 24 años de edad, que obtuvo permiso el 14 de abril de 1660 con dirección a Nueva España.

Blas de Santa Mónica, religioso de 23 años de edad, pasó a las Filipinas el 28 de junio de 1675[56].

No debemos confundir a este Bartolomé Pérez con otro de igual nombre que pasó al Perú con su hijo Juan de Alvarado[57] en el 1554 para que gestionara en nombre de Juan de Hinojosa, consanguíneo de doña María Alvarado, la herencia del hermano de ambos, don Pedro Alonso de Hinojosa[58], almirante de la escuadra de Gonzalo Pizarro y general del ejército de la Gasca, que derrotó al menor de los Pizarro en la batalla de Xaquixaguana. Posteriormente fue nombrado corregidor y justicia mayor de la ciudad de Charcas, y fue asesinado por el sedicioso Sebastián de Castilla, hijo del conde de Gomera, el 5 de mayo de 1553, cuando se encontraba totalmente desarmado en sus caballerizas. Sus dos hermanos desde Santa Cruz de la Sierra en Extremadura se disputaron la herencia al carecer de hijos legitimados[59]. El pleito duró varios años, pues es un nieto de doña María de Alvarado, don Martín de Chaves y Mendoza quien disfrutara de una encomienda de $ 500 en el término de la ciudad de Cuzco, concedida por el virrey del Perú, el príncipe de Esquilache, debido a los méritos de su tío abuelo. Don Martín estuvo casado con doña Antonia de Guzman y Aragón y no tuvieron descendencia, por lo que el mayorazgo con la herencia pasó a doña Paulina de Chaves, esposa de don Juan de Chaves y Mendoza, Señor de Santa Cruz de la Sierra (Cáceres)[60].

Hemos pretendido con este trabajo acercarnos lo más posible a la aportación que la población objeto de este estudio hizo a la epopeya americana, y hemos comprobado que, además de los 52 emigrantes que presenta Rocío Sánchez Rubio en su catálogo, el más completo de todos los estudiados en cuanto a la recogida de pasajeros santacruceños, habría que añadir los tres que ella no incorpora o coloca en lugares diferentes, aunque sabemos que eran naturales de la aldea serrana que estamos estudiando, más cinco que hemos localizado en documentos distintos que no aparecen en ningún otro índice [61], y cuatro que fueron a cobrar herencias con los diez que recoge Lemus en Ausentes en Indias obtendríamos un total de 74 pasajeros salidos del lugar objeto de estudio hacia el Nuevo Mundo, durante el siglo XVI y primer cuarto del XVII principalmente; hasta que la aldea deja de ser de realengo y pasa a señorío, con lo que los vasallos pierden la posibilidad de emigrar libremente, sin consentimiento del señor.

Y, sobre todo, hemos comprobado que los santacruceños desempeñaron papeles importantes, al poner a prueba su coraje y valor en la ingente obra de la conquista, colonización y evangelización de la Indias Occidentales. Un ejemplo tenemos en Juan Ximénez, enrolado en las huestes de Francisco Pizarro, formando parte de esos 180 hombres que fueron capaz de derrotar a un ejército de más de 40.000 incas en Cajamarca, según algunos historiadores que presenciaron los hechos. Mientras Ñuflo, entre sus múltiples proezas, fue el primer hombre blanco en establecer un camino por tierra que uniera los dos océanos, el Atlántico y el Índico; recorrer en dieciséis expediciones más de 5.600 leguas; fundar múltiples poblaciones, y entre todas la homónima en un lugar que le recordaba el pueblo donde nació, a la que eligió por capital de la gran provincia que pretendía conquistar. Hubo también maestre de campo, como Osorio, y capitanes, como Zurita. De aquí salieron igualmente varios religiosos, que originaron un obispo; escribanos públicos, y, sobre todo, operarios de diferentes oficios. Todo ello nos hace pensar que Santa Cruz ocupa un lugar destacado en esa labor inconmensurable de crear la hispanidad, aunque el estudios, aún no esté terminado.

 

Bibliografía

 

ADORNO TAPIA, Miguel (2012): El origen del nombre del municipio de Trujillo Alto. Biblioteca Municipal de Trujillo Alto. Puerto rico. Inédito.

ALTMAN, Ida (1993): Emigrantes y Sociedad. Extremadura y América en el siglo XVI. Alianza Editorial. Madrid.

BARRAGAN LANDA, Feliciano (1995): Fundación del pueblo de La Santa Cruz de Trujillo, 1793-1856. San Juan, Puerto Rico.

BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal (1940-1946): Catálogo de pasajeros a Indias. Tomo I (1500-1534). Sevilla.

BOYD-BOWMAN, Peter: Índice geobiográfico de cuarenta mil pobladores en América en el siglo XVI. Tomo 1, Bogotá, 1964. Tomo II, México, 1968. «Patterns of Spanish Emigration to the indies until 1600» Hispanic Americán Historical Review, nº. 4, Durham, 1976.

BUSTO DUTHURBURU, José Antonio del (1973): Diccionario Histórico Biográfico de los Conquistadores del Perú. Tomo I. Editorial Arica S. A. Lima.

Catálogo de Pasajeros a Indias. CSIC, Sevilla, 1940-46, tomos 1, 2, 3; Ministerio de Cultura, Madrid, 1980, tomos 4,5; Murcia, 1986, tomos 6, 7.

CILLÁN CILLÁN, Francisco (2014): (2015): Venta de Santa Cruz de la Sierra, un lugar del alfoz de Trujillo. Accésit al premio Alconétar de Garrovilla, 2012. Diputación Provincial de Cáceres. Cáceres.

— (2017): Los Pizarro: Cuatro hermanos y uno más en la conquista de un imperio. Inédito.

— (2020): “Familia de Ñuflo de Chaves en Extremadura” en Revista de Estudios Extremeños. Tomo LXXVI, Nº II, mayo-agosto, págs. 363-400.

— (2020): “Un santacruceño en el reparto del botín de Atahualpa” en el Boletín de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes (BRAEX). Diputación Provincial de Badajoz. Tomo XXVIII, págs. 243-280.

  • COBARRUVIAS OROZCO, Sebastián de (1611): Tesoro de la Lengua Castellana o Española, Turner, Madrid, 1984.

ESTETE, Miguel de (1535)[62]: Noticia del Perú. Boletín de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos. Tomo 1, nº. 3, pp. 312-335 y 12 p. de facsímiles. Quito, 1918.

FINOT, Enrique (1978): Historia de la conquista del oriente boliviano. Juventud. La Paz.

HERRERA Y TORDESILLA, Antonio de (1736): Historia General de los hechos de los Castellanos en las Islas y tierra firme del mar océano. Oficina Real de Nicolás Martínez Franco, Madrid. Décadas.

HURTADO, Publio (1892): “Indianos cacereños”, en Cuarto centenario del descubrimiento. Tipolitografía de Luis Tasso. Barcelona.

INCA GRACILAZO DE LA VEGA (1614): Comentarios Reales, Primera Parte. Selección y prólogo de Augusto Cortina. Tercera Edición. Espasa Calpe. Madrid. 1950.

— (1617): Historia general del Perú. (Segunda parte de los Comentarios Reales). Edición Facsímil. Córdoba.

KONEZTKE, R. Die Jndianerkulturen Alramerikas und die spanisch-portugesiche Kolonial-herrschaft. Vol. 22. Frankfurt, 1965, p. 59.

LEMUS LÓPEZ, Encarnación (1993): Ausentes en Indias. Una Historia de la Emigración Extremeña a América. Colección Encuentros. Serie Textos. Fuenlabrada (Madrid).

MENDIBURU, Manuel (1880): Diccionario histórico-biográfico del Perú. Ocho Tomos. Edc. facsímil. Biblioteca Nacional del Perú. Original: Lima, Imprenta de J. Francisco Solís.

MIRA CABALLOS, Esteban (2017): “La hueste de Francisco Pizarro: Todos los hombres (I y II). Coloquios Históricos de Extremadura, edición XLVI. Trujillo.

MÖRNER, M. (1995): Latín American Research. Alburquerque.

MUÑOZ DE SAN PEDRO, Miguel (1952): Crónicas trujillanas del siglo XVI. Manuscritos de Diego y Alonso de Hinojosa, Juan de Chaves y Esteban de Tapia. Publicaciones de la Biblioteca Pública y Archivo Histórico de Cáceres. (Se cita Crc. trujillanas)

NARANJO ALONSO, Clodoaldo (1983): Trujillo, sus hijos y monumentos. Espasa Calpe. Madrid.

NAVARRO DEL CASTILLO, Vicente (1978): La epopeya de la raza extremeña en Indias. Mérida (Badajoz).

PIZARRO, Pedro (1571): Relación del descubrimiento y conquista del Perú. Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima. 1978.

FUENTE MACHAÍN, R. de la (1943): Los conquistadores del Río de la Plata. Edt. Ayacucho. Buenos Aires, 2ª Ed., 1973.

ROMERA IRUELA, Luis y GALBIS, Carmen (1980-1986): Catálogo de Pasajeros a Indias durante los siglos XVI, XVII, XVIII, vol. V (1567-1577), vol. VI (1568-1599), Ministerio de Cultura. Madrid.

RUBIO Y MUÑOZ-BOCANEGRA, Ángel (1930, 1931 y 1932): “La emigración extremeña a Indias. Siglo XVI : aportación documental para un fichero de emigrantes extremeños del mismo siglo”, en Revista del Centro de Estudios Extremeños, T. V. Badajoz.

SÁNCHEZ RUBIO, Mª. Rocío (1993): La emigración extremeña al Nuevo Mundo.  Exclusiones voluntarias y forzosas de un pueblo periférico en el siglo XVI. Editores: Siruela. Badajoz.

SANCHO DE LA HOZ, Pedro (1534): Relación para Su Majestad de lo sucedido en la conquista de la provincia de Nueva Castilla. Biblioteca Peruana. Tomo 1. Editores Técnicos Asociados, S. A. Lima. 1968.

SCHMIDL, Ulrico (1567): Relatos de la conquista del Río de la Plata y Paraguay 1534-1554. Alianza Editorial. Madrid, 1986.

SORG, Gustavo Miguel (2008): “Orígenes, familia y descendencia de Nufrio de Chaves” en Jornadas Histórico Genealógicas. “Conformación de la sociedad Hispanoamericana” (Siglos XVI-XIX). Córdoba, 8, 9 y 10 de Mayo.

XEREZ, Francisco de (o Francisco López de Jerez) (1534): Verdadera relación de la conquista del Perú y provincia de Cuzco, llamada la Nueva Castilla. Madrid. 1891.

 

Archivos

Archivo General de Indias en Sevilla (AGI). Madrid, 1912-1914.

Archivo General de Simancas (AGS). Valladolid.

Archivo Nacional de Historia (ANH). Madrid.

Archivo Parroquial de Santa Cruz de la Sierra (Cáceres). Libros sacramentales.

Documentos sobre la venta de Santa Cruz de la Sierra (1625-1630). Mercedes y Privilegios, nº 333.2  Archivo de Simancas (Valladolid). Inédito.

Libro Colecturía de Misas, 1592 al 1624. Archivo Parroquial de Sta. Cruz de la Sierra.

Libro de bautismos y óbitos de la iglesia parroquial de la Vera Cruz en Santa Cruz de la Sierra (Cáceres). 1535 a 1558. Archivo Histórico Nacional. Códices, L.81- 3.

 

[1] HERRERA, Dec. I: 162.

[2] Valladolid, 15 de septiembre de 1522.

[3] Madrid, 25 de febrero de 1530.

[4] Real Cédula de 1539.

[5] Felipe II en el 1570 prohíbe el paso de los gitanos a América.

[6] SÁNCHEZ RUBIO, 1993: 227.

[7] BERMÚDEZ PLATA, Cristóbal (1940-1946): Catálogo de pasajeros a Indias. Sevilla.

[8] El clérigo Vicente Navarro lo incluye en la Serena, siguiendo al anterior recopilador, pero con  dudas.

[9] Es la fecha en que obtuvo la licencia para pasar a las Indias Occidentales, lo mismo hacemos con los demás. Sánchez Rubio recoge este emigrante pero lo denomina Alonso Raujo. No se especifica a qué Santa Marta se dirigió, pues había población con la misma denominación en Colombia, México y en Honduras.

[10] Cuando aparece el año únicamente señalamos la fecha de salida y a veces la llegada a destino, y si ponemos la fecha completa indicamos cuándo tomó licencia.

[11] Cuando no se tenía noticias ciertas del lugar donde iba se usa el término genérico de Indias.

[12] No nos extendemos más en él por la biografía extensa que damos en CILLÁN, 1918: Ñuflo de Chaves en la Conquista de la Bolivia Oriental.

[13] Aparece también en la La Revista del  Centro de Estudios Extremeños, 1930: 93. Leg. 43-2-11/15.

[14] Peter Boyd-Bowman cambia el nombre de la madre por el de Marina. Lo mismo hace Bermúdez Plata (1940), que además incluye otro pasajero en la misma fecha sin indicar cuál fue su destino: “Vicente Rubio, vecino de Santa Cruz, tierra de Trujillo, hijo de Diego el Rubio y de Constanza Jiménez partió el 18 de agosto de 1518”. Hay confusión con otro que denomina Alonso Rubio, con  los mismos padres y con  licencia en la misma fecha, que veremos en próxima nota al pie de página.

[15] Fue el primero que emigró según todos los catálogos consultados. También lo recoge Boyd-Bowman como primer emigrante santacruceño al nuevo mundo.

[16] Aparece igualmente en el catálogo que publica la Revista del  Centro de Estudios Extremeños, 1931: 277.  Leg. 13-3-11/15.

[17] En realidad era Diego de Osorio, natural de Santa Cruz de la Sierra en Extremadura, que casó con la hija de Ñuflo de Chaves, doña María de Sotomayor o de Mendoza, que fue deshonrada por el sobrino del gobernador Juan Pérez de Zurita, y se casó con ella para hacerse cargo de la criatura. Osorio era un hidalgo pobre, pero se enroló en el ejército y llegó a maestre de campo y a disfrutar una encomienda que le correspondía a su suegro, concedida por el virrey Toledo.  AGI, Patronato, 120, N. 2, R. 3, fol. 25.

[18] Ángel Muñoz, Vicente Navarro y Rocío Sánchez lo recogen como Domingo Rodríguez (RCEE, 1932: 65). AGI. Leg. 2.5.5/13.

[19] Peter Boyd-Bowman lo denomina Alonso Rubio, hijo de Diego el Rubio y Constanza Fernández, obtuvo licencia el 18 de agosto de 1517. Hernández y Fernández era el mismo nombre en esa época.

[20] Nueva Galicia en México, dentro de Nueva España, comprendía los estados actuales de Aguascalientes, Jalisco y otros. La ciudad más importante dentro de la zona en esa época era Guadalajara.

[21] Rocío Sánchez mantiene esa denominación, pero Vicente Navarro escribe Francisco de H. Trujillo.

[22] La provincia del Río de la Plata o Río Plata, que de las dos formas podemos encontrarlo escrito, era una extensa zona que comprendía las cuencas de los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay. O sea, parte de Argentina, Uruguay, Paraguay y un trocito de Brasil.

[23] Este Juan Ruyo debe ser Juan Rubio, natural de Santa Cruz de la Sierra, que testó en el año 1580, y tres años después moría en Popayán, dejando la mitad de sus bienes a su sobrino Hernán Pérez Rubio, una cuarta parte a su hermano Juan Sánchez Rubio, y otra parte igual a su sobrina, Leonor Alonso, hija de su hermana. En el 1583, el marido de esta sobrina, Juan Sánchez, natural de Santa Cruz de la Sierra, solicitó licencia para ir al lugar del fallecimiento del testador a recoger el legado, porque él sabía leer y escribir. Depositó la fianza acostumbrada por cuatro años y le acompañó su hijo, pero no se indica si regresó a su lugar natal (AGI. Indif. General, 2094). (ALTMAN, 288 y 297).

[24] Vid. CILLÄN, 2018, cap. X.

[25] Felipe II en el 1596 nombró a Herrera cronista oficial, cargo que mantuvo con Felipe III y Felipe IV.

[26] HERRERA: Década VIII, 97.

[27] María de Alvarado era hija legítima de “Gonzalo de Torres el de Santa Cruz, porque, aunque tenía casa en Trujillo …, residía en Santa Cruz, y así hacen sus hijos”, como lo confirman las Crónicas. Gonzalo estaba casado con doña Isabel de Alvarado y tuvieron dos hijos más: Pedro Alonso de Hinojosa, general en el Perú, y Juan de Hinojosa, que nació y vivó casi permanentemente en la aldea.

[28] Vid. CILLÄN, 2020: “Familia de Ñuflo de Chaves en Extremadura” en Revista de Estudios Extremeños. Tomo LXXVI, Nº II, mayo-agosto.

[29] Catálogo de Pasajeros a Indias. Archivo General de Indias, Sevilla.

[30] MORALES MUÑOZ, Generoso. El solariego de Trujillo en las Sabanas Llanas. (Boletín de Historia Puertorriqueña, 1948), Núm. 1.

[31] DÍAZ VIERA, José F. Historia documental de Trujillo Alto. Ediciones Rumbas: Barcelona, España, 1962.

[32] BURRAGAN LANDA, Op. cit, pág. 1-3.

[33] ADORNO TAPIA: El origen del nombre del municipio de Trujillo Alto.

[34] Indiano es “el que ha ido a las Indias, que de ordinario éstos vuelven ricos”. COVARRUBIAS: 734.

[35] En Santa Cruz de la Sierra se dio dicho nombre a una de las calles que lo mantuvo hasta finales del siglo XIX. Los muchachos tenían entre sus rimas, para realizar un juego de prenda, una canción muy popular que decía: Antón, Antón perulero / cada cual, cada cual, que aprenda su juego, / y el que no lo aprenda / pagará una prenda / de mucho dinero. Vid. CILLÁN, 2005: 123, se hace un estudio de esta actividad lúdica.

[36] El Libro bautismal de expósitos, que se encuentra en la parroquia de Santa María de Trujillo, comienza en el 1517, si bien, con escaso número de actas bautismales, que aumentan considerablemente a partir del 1534. Incluso hay otras feligresías que tienen Libro de bautizados desde 1499, como es el caso de la localidad de Alcuéscar en Cáceres, que eclesiásticamente perteneció a la diócesis de Badajoz hasta el año 1958, en el que hubo una reestructuración y quedó asignada a la diócesis de Coria-Cáceres. La parroquia de San Mateo de Cáceres conserva escrituras desde el año 1438.

[37] GARCÍA, 1990:122 y ss.

[38] Al poner solamente fol. o pág. hacemos referencia a la hoja del Libro de bautismos y óbitos de 1535 en la que está escrita dicha citación.

[39] Por lo general aparece en casi todas las actas escrito el apellido Ximénez con la grafía propia del siglo XVI, aunque algunas veces la actualizo con la forma actual.

[40] Hoy predomina el término “cabodaño” en los dos pueblos objetos de este estudio, para designar la misa que se dice por el difunto que hace un año que falleció.

[41] Era normal en aquella época que vecinos de una o de la otra localidad dijeran misas o hicieran ofrendas por su alma o la de sus deudos en lugares o a advocaciones diferentes a las que se veneraban en sus parroquias, sin que ello fuera un indicativo de pertenecer a esa población o feligresía.

[42] Vid. Libro de bautismos y óbitos, pág.192.

[43] Esto nos hace pensar que debió tener otra hija de la que no sabemos nada, puesto que Teresa ya tenía su marido, como hemos visto.

[44] Hemos colocado al final de este trabajo como Anexo una muestra de once actas representativas de lo que decimos para confirmar la veracidad. El poner todas sería recargar innecesariamente el estudio.

[45] A G S. Esp. Hac. 189-56.

[46] Aparece en el anexo en el acta número 12, en último lugar, después de presentar a la familia completa de Juan Jiménez.

[47] Según Vicente Navarro en su Catálogo.

[48] Vicente Navarro, Op. cit.

[49] Diego y Francisco Jiménez aparecen en la tabla de emigrantes de Rocío Sánchez con el destino señalado.

[50] Es el primer libro de colecturía de misas, que se encuentra actualmente en el Archivo Parroquial de Santa Cruz de la Sierra, y recoge las defunciones con el número de misas y ofrendas, que hace el difunto en beneficio de su alma.

[51] El Padrón se realizó el 23 de octubre del mismo año en que se efectuó la venta, 1627.

[52] CILLÁN, 2015: Cap. VI.

[53] Ninguno de los cuatro aparecen en el catálogo de Rocío Sánchez. Consideramos que este Alonso Martín es el que se cita en el Libro de colecturía de misas, que falleció el 17 de abril de 1616.

[54] Recordar que Fernando de la Cueva aparece en el padrón de 23 de octubre de 1627 con el número 163, ya citado.

[55] CILLÁN, 2015: Cap. IX. Los otros tres fueron “Marcos Collado, familiar del Santo Oficio, afirmó que era vecino de la ciudad de Trujillo y también de la villa de Santa Cruz de la Sierra, como ya dijimos. Juan de las Bacas y Domingo Hoyas afirmaron que eran vecinos de la villa de Santa Cruz de la Sierra. Tan solo dos pudieron quedarse para recuperar el dinero que habían depositado para contrarrestar las pujas anteriores.

[56] CILLÁN, 2015: Cap. VI. Los dos últimos son religiosos e iban como misioneros, era normal que los dejara  salir.

[57] Fue autorizado a llevar dos criados y un paje, al que consideramos fue su hijo, pero ignoramos el nombre de los dos criados, si al final le acompañaron.

[58] AGI. Justicia, 1164,  nº. 5, R. 1.

[59] AGI. Indif. General 2086 y ALTMAN: 178. Bartolomé Pérez murió en la década de 1560, y no sabemos si su hijo regresó a Santa Cruz.

[60] SORG, 2008: 9.

[61] No consideramos a otros, que ya aparecen en catálogos, pero con nuestras investigaciones hemos añadido datos a su biografía.

[62] Estete publicó su crónica con el título: El descubrimiento y conquista del Perú. Sin embargo, he preferido usar este facsímil del Boletín de la sociedad ecuatoriana, al que he tenido acceso.

Nov 152021
 

Francisco Cillán Cillán

Dr. en Filosofía y Letras

Cronista Oficial de Puerto de Sta. Cruz

y de Santa Cruz de la Sierra

E-mail: francisco.cillan41@gmail.com

 

La obra de Francisco Pizarro es contemplada de distintas formas como su actuación personal, por lo que ha recibido calificativos muy diversos, a nuestro parecer algunos llenos de odio e inquina, como “sanguinario”, “carnicero”, “dictador”, “tirano”, “cerdo cruel de Extremadura”,  “que solo buscaba el oro”,  etc. Los que siguen esta tendencia consideran que los conquistadores representan la barbarie y lo inhumano y que la moral de los indios era superior a la de los cristianos de la época de la conquista. Esos principios están aún defendidos incluso por los altos mandatarios del Perú que niegan sistemáticamente los sacrificios cruentos de seres humanos de los incas y sus guerras de exterminio y consideran idílico el mundo que crearon. Lejos están de la realidad, como han demostrado cronistas de la época e incluso actuales, de gran solvencia por sus escritos. Es cierto que hubo una época al comienzo de la conquista, quizá la más oscura y cruenta, en la que Pizarro tuvo que realizar cabalgadas y rancherías bajo las órdenes de sus superiores, que poco tuvieron que ver con el periodo en el que él era gobernador y daba sus órdenes. Pero veamos como sucedieron los hechos en esos primeros veinte años en las Indias Occidentales.

Después de algo más de un años de actividad militar bajo las órdenes del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, por las tierras italianas, Francisco Pizarro regresó a Trujillo con la intención de embarcar para las Indias. Algunos consideran que fue en el cuarto viaje de Colón, que salió de Cádiz el 9 de mayo de 1502, cuando emprendió dicho viaje. Así lo asegura el poeta Antonio Ferrer, entre otros historiadores, en la siguiente coplilla puesta en boca del protagonista:

Y de Trujillo, mi patria,

salí solo y miserable

y me trajo al Nuevo Mundo

Colón famoso en sus naves[1].

Sin embargo pensamos que es más acertada la versión de Gonzalo Fernández de Oviedo entre otros cronistas, al afirmar que fue en la expedición dirigida por frey Nicolás de Ovando[2], que el 13 de febrero del 1502 salió del Puerto de Sanlúcar de Barrameda[3], y llegó a “Santo Domingo el 15 de abril de dicho año”. Estaba formada por una flota de treinta y dos navíos y dos mil quinientos españoles, la más importante que se fletó hasta entonces, en ella iba gente perteneciente a los reinos de Castilla y León[4] de diferentes oficios: soldados, funcionarios, religiosos, artesanos e incluso, por primera vez, algunas familias dispuestas a establecerse en el otro lado del Atlántico.

Los primeros años de Pizarro en las Indias quedan reflejados y resumidos en la Real Cédula otorgada por Carlos I para la concesión del escudo de armas, dada en Madrid el 13 de noviembre de 1529, donde se dice que pasó a la Española “veinticinco años atrás poco más o menos” con el comendador de Larez o Lara[5], gobernador que fue de la isla y se halló en su conquista y pacificación. Y de allí pasó con Alonso de Ojeda a Tierra Firme, llamada Castilla del Oro, y como capitán le ayudaste a la pacificación y conquista de mucha parte de ella. Posteriormente con Vasco Núñez de Balboa descubriste el Mar del Sur. Y asimismo ayudaste a nuestro gobernador Pedrarias de Ávila o Dávila[6] a pacificar todos los pueblos cristianos en dicha Tierra Firme con la entrada a Urabá y Darién.

De lo anterior se deduce que Pizarro estuvo los primeros años de su llegada en La Española, aunque no he visto reflejada su actividad con claridad en ninguna parte, suponemos que participó como armígero de Ovando en la pacificación y colonización del interior de la isla. Pero el Trujillano necesitaba espacios más amplios de conquista, su cuna, su situación económica y su juventud impedían de principio ocupar puestos destacados, que le permitieran alcanzar la fama. La oportunidad se presentó cuando Alonso de Ojeda es nombrado gobernador de Nueva Andalucía, territorio que se extendía desde el cabo Vela hasta el golfo de Urabá en la actual Colombia[7]. Y el 10 de noviembre de 1509 partió desde Santo Domingo hacia las costas de Tierra Firme para explorarlas[8]. Le acompañaba el piloto Juan de la Cosa. Llevaban dos navíos y dos bergantines, en los cuales se embarcaron trescientos hombres y doce yeguas. Tomaron tierra en un lugar próximo a la actual ciudad de Cartagena de Indias en Colombia, que por entonces no se había fundado. Pizarro era uno más de aquellos valientes aventureros que con ilusión se enfrentarían a lo desconocido. Los contactos con los nativos, según Bartolomé de Las Casas, fueron desde el principio muy violentos y provocaron verdaderas masacres en ambos bandos de contendientes, aunque las diferencias de armamentos eran muy desiguales, los perros amaestrados para la guerra y los hombres a caballo con sus lanzas, así como el hierro y acero de las armas, ballestas, espingardas y después arcabuces daban una superioridad a los españoles, frente a los indios con sus flechas y varas tostadas, aunque más tarde utilizaran hondas con piedras y flechas envenenadas. Las fortalezas de los nativos, cuando las hubo, tenían escasa consistencia, de ahí que necesitaran un número muy superior al de los cristianos para conseguir algunas victorias[9]. Por primera vez los españoles leyeron a los indios en castellano el Requerimiento ordenado por la Corona, antes de entrar en combate. Documento en el que se explica a groso modo los entresijos de la formación de la iglesia católica y la fe cristiana contenidas en el credo, y se pide a los nativos que reconozcan

“a la Iglesia por señora y superiora del Universo mundo, y al Sumo Pontífice, llamado papa, y en su nombre al Rey y a la Reina doña Juana, nuestros señores, en su lugar, como a superiores y señores y reyes destas islas y tierra firme, por virtud de la dicha donación, y consintáis y deis lugar que estos padres religiosos os declaren y prediquen lo susodicho”[10].

Con la amenaza de que serían considerados herejes y enemigos de la Corona española, los que no abandonaran sus creencias paganas y aceptaran la fe de Cristo, y condenados a muerte o a la esclavitud. A partir de entonces el citado documento se consideró de obligada lectura antes de entrar en combate con los nativos. A pesar de las buenas intenciones de la monarquía española la conquista fue inevitablemente cruenta, como son todas las guerras. De las Casas narra un episodio, donde se comprueba lo cruel de las contiendas por una y otra parte, en el que nos vamos a detener, para eliminar todos los otros que necesariamente se dieron, con el fin de no hacer el relato más patético y dar fluidez al resto del contenido histórico. Pizarro debió encontrarse en este suceso, aunque el cronista no lo cita, pues por entonces no tenía graduación militar y por lo tanto carecía de responsabilidad en lo acaecido. Sucedió que Ojeda y Juan de la Cosa habían hecho muchos esclavos en el pueblo indígena de Calamar, por lo que los indios juraron vengarse. Pasado un tiempo Ojeda y Nicuesa se unieron para buscar al piloto de la Cosa que había quedado con 50 hombres para explorar el terreno y su tardanza en el regreso les hizo pensar en lo peor. Tomaron 400 hombres, a los que mediante pregón público prohibieron que tomaran cosa alguna de los indios, so pena de muerte. Desembarcaron en el puerto natural de Cartagena, y a caballo ambos líderes dirigieron de noche a su gente hacía el pueblo indígena de Turbaco y antes de entrar se dividieron en dos bandos. Unos papagayos con sus gritos delataron la presencia de los españoles. Los nativos al oírlos, conscientes de lo que podía pasar, salieron despavoridos unos con armas y otros sin ellas, pero algunos, al no ver a nadie, reflexionaron y regresaron a sus bohíos, pensando que no debían quedar más cristianos porque ya habían realizado su venganza. Otros aturdidos corrían sin rumbo y toparon con los españoles, a unos los “desbarrigaban” con sus lanzas, mientras en el otro bando los “despedazaban” con sus espadas. Luego prendieron fuego el poblado y muchos encontraron la muerte envueltos en llamas en sus casas.

Las mujeres, con sus criaturas en los brazos, salían huyendo, pero cuando vieron los caballos, que nunca habían visto, se tornaban a las casas que ardían, huyendo más de aquellos animales, que no los tragasen, que de las vivas llamas. Hicieron los españoles allí increíble matanza, no perdonando mujeres ni niños chicos ni grandes[11].

Después vino el saqueo y en ese trajín andaban cuando toparon con el cadáver de Juan de la Cosa, que con sus hombres, había caído en una emboscada. Estaba amarrado a un árbol, cubierto su cuerpo de flechas envenenadas, que originaron una gran hinchazón y produjeron severas deformaciones, con horribles y espantosas señales. El horror y el pavor que produjo en los expedicionarios son indescriptibles, tanto que ninguno osó quedarse allí aquella noche[12].

Ojeda  procuró que sus hombres se sobrepusieran al acontecimiento vivido y continúo la marcha por la costa, sorteando toda clase de ataques. El 20 de enero de 1510 fundó un pequeño fuerte con treinta viviendas en la parte más oriental del golfo de Urabá-Darién, al que denominó San Sebastián de Urabá, en memoria del piloto tan cruelmente asesinado, dado que les recordaba al santo asaeteado por los romanos, tantas veces invocado por los cristianos ante la peste[13]. Los españoles realizaron algunas razias para buscar oro y víveres, porque los indios se negaron a proporcionárselos. Un día se presentó Bernardino de Talavera con un barco que traía pan de mandioca y tocino y la hambruna se palió momentáneamente. Pero los ataques de los nativos cada vez eran más frecuentes y feroces, e iban diezmando sin piedad a los cristianos con flechas envenenadas. Así estuvieron ocho largos meses sin que llegara la ayuda prometida desde Santo Domingo por el bachiller Martín Fernández de Enciso, lugar teniente de Ojeda. En uno de esos combates una saeta atravesó la pierna del Adelantado, quien pidió al cirujano que cauterizase su herida con dos placas de hierro incandescentes para evitar el efecto del veneno[14]. Y, aunque en un principio el galeno se negó a realizarlo, ante la amenaza de que sería ahorcado sino aceptaba su orden, aplicó el remedio, y luego le envolvió la pierna en paños mojados en un tonel de vinagre. Las Casas afirma que así salvó Ojeda la vida y tan pronto se vio recuperado, como no llegaban refuerzos y estaba cojo y enfermo, tomó el barco que había traído Bernardino y se trasladó a La Española en su búsqueda[15]. Dejó entonces al frente del fortín de San Sebastián a Pizarro, con el nombramiento de teniente, aunque con la función propia de capitán[16]. Cieza de León afirma que fue el primer capitán de esa provincia, donde pasó grandes afanes y penalidades[17]. Y ordenó al Trujillano que resistiera y defendiera el fuerte durante cincuenta días, trascurrido los cuales podía regresar a la isla en busca de ayuda[18].

Pasó el tiempo señalado sin que los auxilios llegaran y los ataques de los nativos para expulsar a los cristianos no cesaban. La supervivencia estaba al límite de lo soportable, se habían comido hasta los valiosos caballos en aquellos trances. Pizarro comenzó hacer los preparativos para pasar también a La Española, con unos 70 hombre que le quedaban, pero era imposible trasladar a todos en los dos bergantines que le habían dejado y decidió esperar a que el hambre, las enfermedades y los ataques de los indios seleccionara a los más afortunados, por ver si mientras tanto llegaba la ansiada ayuda, luego los repartió lo mejor que pudo en las dos embarcaciones y salieron del puerto de Urabá. Pero cuando parecía que todo se iba a solucionar positivamente, el barco dirigido por Valenzuela chocó, al parecer con un gran pez, que los que lo vieron consideraron que debió ser una ballena, y se rompió el timón, por lo que quedó a la deriva, el naufragio fue inevitable y en él perdieron la vida todos sus ocupantes, sin que nada pudieran hacer el resto de compañeros por salvarlos. Los 35 hombres conducidos por Pizarro continuaron su camino y frente a Cartagena toparon con la flotilla comandada por el bachiller Fernández de Enciso, que llevaba, para socorrer a Ojeda, 15 caballos, cerdos, armas, pólvora y 150 hombres de refuerzo. El bachiller ordenó a Pizarro y su gente que le siguieran. De nada sirvieron las explicaciones y ruegos del Trujillano y sus hombres para que se dirigieran todos a La Española, vista la experiencia tan negativa que habían tenido. La tozudez de Enciso los condujo de nuevo a Urabá. En el golfo la nave capitana encalló con el valioso cargamento que transportaba, con ella se perdieron los víveres, animales, armamento, pólvora, varios hombres y hasta las credenciales de Enciso. Cuando llegaron a San Sebastián de Urabá el panorama con que se encontraron fue desolador, los indios habían quemado y destruido todo, pero el Bachiller ordenó desembarcar y se encontró con la sorpresa de que escondido en unas barricas venía de polizón [19], Vasco Núñez de Balboa[20].

“Un mancebo de hasta treinta y cinco o pocos más años, bien alto y dispuesto de cuerpo, y buenos miembros y fuerzas y gentil gesto de hombre, muy entendido y para sufrir mucho trabajo”[21]… “Era blanco, de pelo y barba rojizos, e impresionaba a cuantos lo trataban por la gracia nerviosa de sus ademanes y su persuasiva elocuencia”[22].

Pronto adquiriría popularidad entre sus compañeros por su carisma y valor. Los indios continuaron hostigando a los recién llegados, e incrementaban las hostilidades cuando se veían favorecidos por el clima adverso, la insalubridad o la falta de alimentos en el lugar. A finales de noviembre de 1510 el Bachiller no sabía que camino tomar, y Balboa, que ya había recorrido esta costa con Juan de la Cosa y Bastidas le aconsejó que estarían mejor situados al otro lado del golfo, en la parte norte, donde había un pueblo de nativos y abundancia de maíz. Los consejo hicieron efecto, tomaron a los indígenas el pueblo de Darién, situado en el interior, próximo a la desembocadura de un río, donde se asentaron, fundaron un poblado nuevo al que pusieron por nombre Santa María la Antigua del Darién, en honor de la Virgen Sevillana de la misma denominación, a la que los pasajeros se encomendaban antes de partir para América. El lugar estaba rodeado de indios pescadores, agricultores y, sobre todo, generosos, y la ciudad se convirtió en la capital de la zona y base para nuevas expediciones de conquista del territorio colindante.

Diego de Nicuesa, gobernador de Veragua[23] y del norte de Tierra Firme, reclamó la colonia[24], dado que los límites entre las dos gobernaciones eran muy imprecisos. Se trasladó hasta la ciudad reclamando sus derechos, pero el cabildo de la ciudad lo rechazó y Vasco Núñez de Balboa, que era la verdadera autoridad de Santa María, no lo aceptó y lo embarcó en un bergantín viejo y mal aparejado, que se perdió en el mar con 10 de sus criados y nunca más se supo de él[25]. Enciso pretendió tomar el mando de la nueva colonia, argumentando que era el lugar teniente de Ojeda, pero no pudo probarlo por la pérdida de la documentación cuando se hundió la nave capitana. Además era muy impopular y reclamaba el oro que requisaban los expedicionarios a lo indios para sufragar los gastos que había originado la expedición de refuerzo que él formó. Los habitantes de la colonia, comandados por Balboa, se sublevaron y lo acusaron de que todo lo quería para él. Lo apresaron y el 4 de abril de 1511, un mes después de Nicuesa, lo embarcaron para La Española, donde sería juzgado. Iba acompañado del alcalde Zamudio y el corregidor Juan de Valdivia, con el fin de que atestiguaran en el juicio, ante el virrey Diego de Colón, la causa del apresamiento y pidieran la interinidad de la alcaldía de la ciudad para Balboa, hasta nuevo nombramiento por parte del rey. Enciso fue acusado de abuso de autoridad y apropiación indebida, y el Jerezano fue elegido alcalde de Santa María la Antigua, cuyo gobierno muy peculiar duraría desde el año 1510 hasta el 1514. Utilizó con mesura la violencia, frente a la gran dureza practicada por otros. Este suceso no lo olvidará Enciso y procurará vengarse de los amotinadores tan pronto encuentre la ocasión, y años después actuará con dureza contra Pizarro, cuando pretende pasar a España para pedir las capitulaciones de Toledo.

 

Pizarro a las órdenes de Vasco Núñez de Balboa y Pedrarias Dávila

Francisco Pizarro entró pronto a formar parte de las huestes de Vasco Núñez, la población andaba escasa de alimentos y se sabía que a unas treinta leguas de Santa María en dirección norte había una región dominada por los indios Cueva, que era rica en oro y sobre todo en maíz. Balboa ordenó al Trujillano que al frente de seis hombres inspeccionara dicho territorio. Cuando llevaban un cierto trecho de navegación por el río, les salió el cacique Cemaco al frente de un nutrido contingente de nativos con pretensiones de vengar antiguas querellas sostenidas con los españoles. Fue tal el recibimiento que hicieron a los cristianos con flechas y piedras, que Pizarro y su gente  tuvieron que abrirse paso entre los indios, que en número muy superior los acosaban por todas partes. Así logró regresar al poblado cristiano con sus hombres, todos descalabrados y heridos, aunque las flechas afortunadamente no estaban envenenadas. Balboa, al enterarse de que el soldado Francisco Hernán había quedado con vida en campo enemigo, mandó a Pizarro que con gente regresara a por él y a pesar de su estado consiguió traerlo vivo[26].

Varias incursiones a territorio indígena tuvo que realizar nuestro protagonista en otros momentos con resultados diversos. En una de esas salidas acompañó al Jerezano y oyeron contar a los nativos como al otro lado del istmo abundaba el oro y perlas y había un mar inmenso. El 31 de agosto de 1513 se ofició una misa y se pasó revista a 190 hombres con los que salió del puerto de Santa María la Antigua y el día uno del mes siguiente partió para las tierras de los indios Cueva, gobernada por el cacique Careta. Las Casas asegura que la expedición estaba formada por los más vigorosos y los más aptos para soportar las mayores dificultades. Embarcaron en un bergantín y diez grandes botes, y en dirección norte llegaron hasta el territorio de Careta, con el que guardaba una vieja amistad porque en una ocasión lo defendió de las tribus vecinas, y a cambio le había entregado su hija Anayansi, que con el tiempo se convertiría en una bella mujer, de la que se enamoraría Balboa. Allí estuvo algunos días y al final decidió partir con 92 soldados y dos sacerdotes, en pleno invierno, cuando las lluvias inundaban la región. Penetraron tierra adentro dispuestos a atravesar la cordillera de Darién. Nada les detuvo, ni la tupida y hostil selva tropical, ni las lluvias torrenciales, ni la agresividad de algunas tribus que les salían al paso, mientras otras huían ante el estrepitoso ruido de las armas de fuego al disparar, el ladrido de los perros, a los que tenían verdadero pavor por los horrores presenciados, o el tintineo constante de armaduras y espadas. Los expedicionarios pasaban de un poblado indígena a otra por el sendero que los indios tenían marcado.

El martes, 25 de septiembre de dicho año los guías mostraron al jefe de la expedición una cima desde la cual se podía ver el mar. Balboa mandó a sus hombres detenerse y en solitario ascendió hasta la cumbre del monte y en la lontananza divisó un brazo de mar que entraba en la tierra, al que llamó golfo de San Miguel[27], comprendió que pertenecía a una gran extensión de agua, a la que bautizó con el nombre de Mar del Sur, que hoy conocemos como Océano Pacífico. Con los 80 hombres que le quedaban continuó la marcha durante cuatro días hasta las playas del ansiado mar, y llegaron a una ensenada, la que más tarde se llamaría Golfo de San Miguel, por ser el santo del día en que fue descubierto. Y tomó posesión de aquellas aguas, en nombre de la Corona, tal vez como lo describe la iconografía tradicional, sumergidas las piernas y los brazos levantados con el estandarte de la conquista en la derecha mientras en la otra alzaba la espada, la cruz o quizás el estandarte de Santa María, según el artista de turno. El escribano levantó acta de lo sucedido, reflejando todos los que participaron, y en el listado aparecen en primer lugar Vasco Núñez de Balboa, seguido del capellán de la expedición, el dominico Andrés de Vera, en tercer lugar Francisco Pizarro, y detrás todos los demás.

El 23 de noviembre el gobernador decidió regresar por camino diferente, para descubrir nuevas tierras. El 19 de enero de 1514 llegaron a Santa María la Antigua, y sus habitantes celebraron jubilosos tan insólito acontecimiento al saber que traía abundancia de oro y perlas. Las puertas del imperio español se habían abierto de par en par, al ampliarse generosamente el horizonte de conquista en un océano que ningún europeo había contemplado con anterioridad. Por entonces, comenzó a llamarse al Darién y su zona Castilla de Oro y Balboa ejercía su autoridad de forma intermitente sobre ella. Pizarro comenzaba a salir del anonimato y a escalar puestos en el mundo de la fama, primero con la defensa numantina que realizó del fuerte de San Sebastián de Urabá y ahora con el grandioso descubrimiento, que como segundo, presenció junto a Balboa.

El Jerezano acababa de alcanzar la cúspide de la fama, pero su gloria se vería eclipsada muy pronto. El 14 de abril de 1514 salió del puerto de Sevilla, en dirección a Tierra Firme, una gran expedición dirigida por el aristócrata y militar segoviano Pedrarias Dávila[28], formada por 19 navíos y 1.500 hombres, según cuenta Pascual de Andagoya[29], llegó a Santa María la Antigua de Darién el 29 de junio de dicho año[30]. Traía el nombramiento de gobernador y capitán general de Castilla de Oro, que comprendía las gobernaciones de Ojeda y de Nicuesa, otorgado el 27 de julio de 1513 en Valladolid[31]. Se extendía dicho territorio desde el cabo de la Vela, en la Guajira[32], hasta el límite de Panamá con Veragua, provincia perteneciente a los herederos de Colón. Pedrarias tenía por entonces 63 años y una gran experiencia militar en las contiendas europeas y africanas, pero eran nulos los conocimientos que sobre los indios poseía. La expedición fue numerosa y con gran demanda de pasajeros, debido a la difusión que mandó hacer el rey Fernando el Católico sobre todo por Castilla, y las circunstancias favorables que se dieron al frustrarse una campaña de Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán) a Italia, con lo que se quedaron gran número de soldados en paro. Se alistaron muchos hidalgos, entre los pasajeros se encontraban algunos que alcanzarán renombre en la conquista y colonización de las Indias. Pascual de Andagoya, Hernando de Soto, Diego de Almagro, el padre Hernando de Luque, Gonzalo Fernández de Oviedo (que iba como veedor), Francisco de Montejo, Sebastián de Benalcázar, Bernal Díaz del Castillo, etc. Era la primera vez que se mandó un obispo a América, fray Juan Quevedo, y llevaba todo su séquito: un deán, un arcediano, un chantre, un maestrescuela, varios canónigos, tres sacristanes y un arcipreste[33]. Pedrarias también llevaba un amplio cortejo.

Vasco Núñez, acompañado del cabildo de la ciudad, salió a recibir al nuevo gobernador, que venía con su esposa, acompañados de su escolta armada, y les ofrecieron pleitesía. Balboa, siguiendo la costumbre de la época, tomó la escritura de nombramiento, la besó y la colocó sobre su cabeza en señal de acatamiento, por ser orden real, y “le ofreció obediencia en nombre suyo y de todos, y de servirle como gobernador del Rey”. Amigablemente los habitantes de la ciudad compartieron sus casas, que tenían el techo de paja, con los recién llegados y les proveyeron de pan de maíz, cazabi[34], raíces, frutas de la tierra y agua del río. Pedrarias les ofreció raciones de tocino, carne salada, bizcochos y otras cosas que traían en la armada. Pedrarias comentó que traía una Real Cédula firmada el 28 de julio de 1513 en Valladolid para que tomara juicio de residencia a Vasco Núñez por los años que había sido alcalde Mayor de Darién, como solía hacerse con los que cesaban en su cargo, si había alguna queja sobre su gobierno[35].

Los reyes entregaron a Pedrarias algunas normativas para el buen gobierno de la provincia de Tierra Firme y protección de los indígenas, como la firmada en Burgo el 4 de agosto de ese mismo año. Mandato del que hizo caso omiso la mayor parte de las veces el Segoviano. Igualmente se le entregó el Requerimiento, que como dijimos era de obligado cumplimiento el leerlo a los nativos antes de entrar en combate. La poca validez de esta recomendación era notoria. Estaba escrito en castellano, idioma que no conocían los indígenas y trataba de unas creencias que nunca habían escuchado y menos se las habían explicado con detenimiento. Era absurdo pensar que la respuesta fuera positiva. El padre Las Casas argumentó ampliamente lo poco creíble de dicho documento por parte de los nativos, y Oviedo aconsejó a Pedrarias que no lo leyera, pues afirma que los indios “primero eran salteados, y después de presos é atados se les leía, é con esto eran dados por esclavos é repartidos é vendidos”[36].

El primer problema con el que se encontró Dávila y que no lo pudo evitar fue el caos que se formó en la colonia con su llegada. Santa María la Antigua tenía unos 500 habitantes y de pronto se vio cuadriplicado o quintuplicado su número, con lo que eso supuso en cuanto al alojamiento y manutención. La hambruna y la modorra, enfermedad con fiebre y somnolencia profunda, acompañadas de complicaciones pulmonares y renales se apoderaron de la población[37]. Pedrarias se vio obligado a movilizar a su gente, pues era mejor que tenerlos parado en aquella situación, y comenzó a realizar expediciones de reconocimiento tierra adentro. Pizarro pasó a ser hombre de confianza y lugarteniente del jefe de turno en varias de ellas, que le proporcionaran pingües beneficios en indios y oro. La crudeza de la conquista se acrecentó severamente, la buena voluntad de consenso y pacificación de los indígenas con que se mostraba Balboa no se apreció en Pedrarias. El conflicto alcanzó niveles difíciles de narrar, que se fueron acrecentando según disminuía el oro que necesitaban enviar a Castilla y para pagar a la milicia, la barbarie aumentaba: perros adiestrados que destrozaban los cuerpos de los indios, poblados saqueados e incendiados, rapto de mujeres y niños, nativos tomados como esclavos para trabajar en las minas o ser vendidos, conquistadores perdidos y atrapados en los pantanos o en medio de la selva, indios sublevados por doquier. El espectáculo era tan dantesco que Andagoya quedó impresionado ante tanta crueldad, y José Antonio del Busto Duthurburu lo consideró uno de los episodios más crueles de toda la conquista de las Indias Occidentales.

La primera cabalgada en la que participó Pizarro con el nuevo gobernador estaba dirigida por Gaspar de Morales, pariente de Pedrarias, que se dirige hacia el sur, con el fin de andar la ruta de Balboa en su descubrimiento del Pacífico y buscar la isla rica en perlas. El Trujillano, que conoce el camino, es elegido lugarteniente, y ambos líderes estuvieron a punto de perder la vida. Salieron en dos canoas con 30 hombres cada uno para visitar las islas vecinas, pero les sorprendió la noche con gran enfurecimiento de la mar y perdieron el rumbo, así estuvieron navegando y luchando contra la tempestad cuando a la mañana siguiente aparecieron en la costa de uno de los islotes. Sometieron a los caciques Ponca, Chiapes y Tumaco, entre otros, que hicieron amistad con los españoles y les comunicaron la existencia de un gran imperio sureño y lejano. Fue la primera vez que el Trujillano oyó hablar del supuesto imperio Inca. Los nativos de aquellas playas, después de someterlos, en general recibieron pacíficamente a los cristianos, quienes tomaron posesión en nombre del rey de España de las islas de las Perlas. Forma este pequeño archipiélago un grupo de 25 ó 30 islas agrupadas en torno a una mayor, pero en general casi todas son fértiles. Llegaron a la isla Rica a la que rebautizaron con el nombre de isla del Rey. El caique los obsequió con una cesta llena de perlas que pesaban 110 marcos, todas muy valiosas, pero había una que “era como una nuez pequeña (otros dijeron que como una pera cermeña)”, que al parecer la regaló el cacique de la isla en pago del vasallaje y con el tiempo adquiriría gran renombre en la corte española por su forma, color y brillo especial, y con el tiempo al pasar de mano en mano de reinas y princesas recibiría el nombre de la Peregrina. Tenía 95 marcos de peso y era de 31 quilates. Fue vendida a un mercader para ajustar el quinto que había que pagar al rey, luego la adquirió Pedrarias para su esposa, Isabel de Bobadilla, que la vendió a Isabel de Portugal, consorte de Carlos I de España, por 4.000 ducados, con la que Tiziano realizó el conocido retrató de la emperatriz, luciéndola en el pecho como colgante de collar[38]. “Los españoles entregaron cuentas y espejos y cascabeles y otras cosillas de las nuestras, de que el cacique fue muy alegre” [39].

Los expedicionarios regresaron a mediados de 1515, por camino diferente, buscando la dirección más recta a Santa María la Antigua de Darién, por lo que tuvieron que enfrentarse a varias tribus que les salieron al encuentro, y consiguieron oro y sobre todo muchos esclavos. Pizarro obtuvo grandes beneficios en indios y en metales preciosos, según el registro que hizo en la fundición de 3.720 pesos de oro fino y 272 de oro bajo, además de valiosas perlas. Y sobre todo logró una encomienda en dicha isla, además de otra en comunidad, que le serán muy útiles para las incursiones hacia el sur que haría años más tarde.  Por entonces se trasladó la esposa de Pedrarias a Castilla con gran cantidad de oro y la perla Peregrina, que la puso en almoneda en 1.200 castellanos, aunque luego se pagó mucho más cara, como hemos visto[40].

Poco tiempo tuvo de descanso nuestro personaje, al ser nombrado de nuevo lugarteniente del capitán Luis Carrillo que organizó una incursión al sureste de Santa María, en las regiones de Abrayme y de Teruy. Una más de las cabalgadas que con frecuencia se van a realizar durante este periodo con el único fin de conseguir oro y capturar indios destinados a la venta. Llevaban también el propósito por mandato real de fundar pueblos en los señoríos de los caciques principales[41], para asentar indígenas con el fin de que vivieran en paz y se fuera realizando la colonización. El terreno por el que tuvieron que caminar, cuajado de tupidos bosques tropicales, lagunas y pantanos, habla de su crudeza, pero regresaron a la ciudad con centenares de indos destinados como esclavos a la venta en las islas o llevados a las minas. Fundaron algunos poblados que durarían poco tiempo, porque el sistema compulsivo de sometimiento con fines puramente económicos y métodos inhumanos originó respuestas belicosas muy violentas, por parte de los nativos tan pronto se percibieron de ello, que produjeron cuadros muy sangrientos. El 30 de noviembre de 1515 Pedrarias organiza una nueva expedición, con unos trescientos soldados, doce equinos y, sobre todo, una jauría de perros bien adiestrados. Funda el fuerte de Acla en el mismo lugar que estaba, equidistante de Darién y del Pacífico, deja diez o doce hombres, bajo las órdenes de Lope de Olano y regresa enfermo a Santa María. Nombra a Espinosa jefe de la expedición[42], que queda con 200 soldados de a pie y 10 de a caballo, y a Pizarro su lugarteniente con el grado de capitán, entre sus soldados iba Diego de Almagro, que hasta entonces desde su llegada a Indias se había dedicado a la agricultura, la ganadería y el comerció principalmente con alguna incursión conquistadora. A finales de diciembre de dicho año emprendieron la marcha en dirección al noroeste, originando una de las cabalgadas más largas, sangrientas e inhumanas de por entonces. Los indígenas responden con dureza y destruyen el fuerte de Acla, al poco tiempo de salir los españoles, no dejando a ninguna persona viva de las que en él se encontraban. Los expedicionarios vuelven a mediados de marzo de 1517 con un suculento botín de más de 2.000 indios destinados al mercado de esclavos en La Española.

En una nueva campaña, que se organiza en septiembre de ese mismo año, bajo el mando del factor y veedor Juan de Tavira, se alista Pizarro como su lugarteniente, llevan la misión de descubrir la región de Dabaibe y salen en tres pequeñas embarcaciones y algunas canoas. Remontaron el río Atrato, que desemboca en el golfo de Urabá. Las lluvias torrenciales sorprendieron a los españoles, arrastrando árboles, tierra y piedra que bajaban de los montes próximos. Los indios ayudaban con sus flechas a la naturaleza para que los cristianos no pudieran desembarcar. La falta de agua potable y de víveres creo una situación insostenible entre aquellos infelices que no podían salir de sus bergantines. El jefe de la expedición y el tesorero, Juan Navarro de Virués, perecieron ahogados al pretender pasar de una embarcación a otra, y Pizarro tuvo que hacerse cargo del mando en aquella delicada situación, elegido por sus mismos compañeros de expedición[43]. Faltaban más de la mitad de los hombres y los que quedaban estaban famélicos, agotados y desmoralizados y de acuerdo con ellos decidió regresar a Santa María. El objetivo de la marcha no se había cumplido, el Trujillano, a base de pérdidas económicas y mucho sacrificio, se iba curtiendo en la lucha contra los indios y contra la naturaleza, tan adversa a la que él conoció en su tierra extremeña.

En el 1518 Pedrarias ofreció una nueva oportunidad a Pizarro y a los que habían perdido gran parte de su fortuna en la expedición anterior, para que se resarcieran, y autorizó una correría de saqueo y captura de indios en la región de Abrayme, pensando en el éxito que se había obtenido tres años atrás. El Trujillano, conocedor del terreno y uno de los perdedores de gran parte de su fortuna en la anterior empresa, fue elegido capitán jefe de la expedición al frente de 50 hombres, que se animaron a seguirle. El resultado fue un fracaso, esquilmados los nativos y los metales años atrás, ya no dieron para más. Y sin población autóctona el hambre hacía su presencia y llegaba a veces a límites insospechados, difíciles de narrar. Tuvieron que matar siete caballos que llevaban para paliar la necesidad y regresar a Darién. Pizarro tuvo que vender gran parte de los esclavos que le quedaban, pero no aminoró su espíritu aventurero, mientras seguía aprendiendo en la escuela de la vida y, lo que es más importante en aquel mundo donde estaba, ganándose la confianza de sus superiores nombrados por el monarca, que eran sus auténticos representantes, a los que tenía que obedecer con total lealtad, porque estaban impregnado del poder divino.

Pero ellos también le necesitaban, en ese mundo se había creado una sociedad estratificada en tres estamentos diferenciados según Rolando Mellafe. Unos cuantos se habían enriquecido y eran los que ocupaban los más altos cargos del poder político, social y financiero, y subvencionaban las incursiones, bien de forma individual o en grupos, formando compañías. El gobernador otorgaba la autorización y el botín se repartía, una vez extraída la quinta parte del rey, entre los participantes, quedando el doble para el capitán o líder de la expedición. El beneficio de la conquista redundaba en provecho de los financieros. El segundo grupo estaba formado por aquellos que iban destacando del resto y poco a poco escalaban puestos hasta subir al escalón superior. Solían ser intrépidos capitanes, que “se entendían con los soldados, creándose entre ellos verdadera popularidad, según fuese su valentía o conocimiento de las regiones”, terminaban ocupando puestos en el Cabildo y “haciéndose cada vez más imprescindibles por su experiencia y conocimiento de la psicología indígena”. Son los verdaderos conquistadores, a los que el Gobernador para tenerlos contentos entrega tierra, en forma de encomiendas, y las minas.

“Bajo ellos estaba la masa de soldados, colonos y artesanos, que en momentos confunden sus oficios, alternando el papel de labradores y mineros, desde los cuales, en realidad, cuidaban a las cuadrillas de esclavos e indios encomendados, con el de soldados”[44].

Hemos dejado a Balboa olvidado y conviene recordar que hacía mientras tanto, aunque sea de manera sucinta. El 20 de marzo de 1515 recibió una cédula real firmada en Valladolid el 23 de septiembre del año anterior por la que se le nombraba adelantado de la mar del Sur y gobernador de las provincias de Panamá y Coiba[45]. Pedrarias tuvo que entregarle el documento debido a las presiones del obispo de Darién, fray Juan de Quevedo. Pero las desavenencias entre ambos líderes surgieron y aparentemente sin solución. Para aquietarlas el prelado había propuesto, según la costumbre de la época, el matrimonio de María Arias de Peñalosa[46], hija de Pedrarias, con el Jerezano, y el mismo obispo los casó por poderes, puesto que la novia estaba en España. El Segoviano, como recompensa, ordenó a su yerno el 24 de agosto de 1516 la reconstrucción de la ciudad Acla en el istmo panameño, imponiéndole unas normas muy estrictas, que puntualmente cumplió[47]. Balboa en colaboración con varios socios formaron la “Compañía del Mar del Sur” para explorar las costas del Pacífico. Y trasladó maderos, jarcias, velas, aparejos, brea y anclas por igual españoles e indios a hombros hasta la costa sur del Istmo panameño, con la intención de montar allí  dos bergantines y recorrer las islas adyacentes y el litoral del Pacífico, para colonizarlo y buscar un paso al otro gran océano. La participación de Diego de Almagro en esta empresa está recogida en la Colección de documentos inéditos… que recopila Medina.

Algunos enemigos de Vasco Núñez denunciaron ante Pedrarias esta actividad, advirtiéndole que su yerno pensaba sublevarse contra él[48]. Poco le faltó al Segoviano para encargar a Pizarro, que ya era su hombre de confianza, que trajera preso a Balboa y ambos se encontraron en las inmediaciones de Acla. Es de suponer que aquella misión no debió ser muy grata para el Trujillano por su vieja amistad con el preso, pero sabía que la obediencia en la milicia era fundamental si no quería sufrir el mismo castigo que el reo. Tampoco tenían muy claro la pena que podía imponérsele, conociendo su historial. Pero esta vez el obispo nada pudo hacer, aunque algunos consideran que incluso fue su acusador. Pedrarias tejió una sarta de embuste contra su yerno, para ensalzarse asimismo ante la situación tan precaria en que se encontraba, dado que se le había sometido a un juicio de residencia por Lope de Sosa, gobernador de Canarias, que venía a sustituirle. Dávila ordenó a Gaspar de Espinosa, alcalde mayor de la ciudad, que dictaminara sentencia y la ejecutara de inmediato a ser decapitado por traidor y usurpador de tierras sujetas a la real Corona, por conspiración y rebelión frustrada contra la autoridad legalmente constituida, y por delito de alta traición a S. M. Y, aunque el alcalde se negaba a dictaminarla, porque consideraba que merecía perdón por los grandes servicios hechos al Rey, tuvo que acatar la orden y el reo fue ajusticiado en la plaza de Acla entre el 13 y el 21 de enero de 1519, junto con cuatro de sus compañeros, mientras Balboa clamaba la falsedad de la acusación y sus deseos que mostró siempre de servir a su soberano[49]. La ejecución fue para unos un acto de justicia como afirmó Andagoya; para Oviedo y Las Casas entraba dentro de la inhumanidad y tiranía con que actuaba Pedrarias, tanto con indios como con españoles; mientras que la mayoría pensaba, con la mentalidad propia de aquellos tiempos, que era un castigo divino por haber enviado a Diego de Nicuesa preso en un barco para que se lo tragara el mar y haber usurpado el poder a Enciso. Lo cierto es que el proceso del juicio y la sentencia completa se perdieron sin dejar huella para la historia[50].

Cumplida esa misión en julio de ese mismo año, Pedrarias encomendó a Espinosa que descubriera la costa oeste de Panamá. Salieron en los dos barcos de Balboa y tres canoas 115 hombres, entre los que se encontraban Andagoya, Hernando de Soto, Pizarro, que era el lugarteniente de la expedición. Su puesto de mando le obligó a realizar misiones importantes de exploración arriesgadas, surtir de alimentos al resto de la tropa, o castigar con dureza a Urraca, cacique de Natá y sus indios, que se habían levantado contra los españoles, castigando severamente a los pocos cristianos que en la localidad quedaban y desmantelando el resto de la población[51]. Llevaba por compañero a Diego de Almagro, con el que ya explotaba una mina de oro junto con Hernando de Luque y un tal Diego de Mora. Espinosa diseñó la población de Natá y dejó en ella a Francisco de Compañón, como capitán al frente de un número de españoles. Y en octubre regresó con grandes ganancias en víveres, indios y oro a Panamá, por lo que Pizarro pudo resarcirse de las pérdidas que tuvo en anteriores expediciones y salir generosamente enriquecido de ésta, como sucedió al resto de sus compañeros, sobre todo los que fueron socios financieros de la incursión.

Mientras tanto, Pedrarias vio que el dorado metal se agotaba en Castilla de Oro, las poblaciones autóctonas estaban muy diezmadas y el resto habían huido al interior de la selva para evitar que los tomaran como esclavos. La capital, Santa María la Antigua, presentaba malos accesos y quedaba desplazada con respecto a la ampliación de conquista que el descubrimiento de Balboa había abierto. Todo ello hizo que el Segoviano tomara la decisión  de trasladarse a la costa occidental y fundar una ciudad, que fuera el centro de inflexión de futuros descubrimientos y conquistas. Hubo muchos lugareños que se opusieron, porque veían en ello la desaparición de sus negocios, incluso de la población entera, como en realidad sucedió. Dávila el 15 de agosto de 1519 fundó la localidad de Nuestra Señora de la Asunción de Panamá[52], por la festividad del día, siendo la primera ciudad que se creó en las costas del Pacífico de América[53]. Al otro lado del Istmo, junto a las costas atlánticas estaba la ciudad  de Nombre de Dios, que había sido fundada en el 1510 por Diego de Nicuesa[54]. Pronto ambas localices quedarían unidas por un camino de piedra de 80 Km. de largo, que sería lugar de tránsito de personas, animales y mercancías de España para el Perú y viceversa.

Al llegar victoriosos los hombres de Espinosa, aunque no habían estado en la fundación, fueron considerados como primeros pobladores, otorgándoles casa y encomiendas, como si en realidad lo hubieran sido. Pizarro y Almagro salieron doblemente beneficiados y engrandaron considerablemente su hacienda. El Manchego participa en algunas expediciones por el istmo de Panamá, donde adquiere excelente reputación como soldado, sin que lograra ascensos en el escalafón militar, como lo haría su compañero, socio y amigo, Francisco Pizarro. Pero con mayor visión para los negocios que el Trujillano, una vez que se le asignó su lugar de residencia, se fue a Darién, donde tenía casa y terrenos con animales, y “trajo ganados por tierra ansy vacas como puercos”[55]. Durante los cuatro años siguientes, se quedó a vivir en Panamá, dedicándose a los negocios, sin intervenir presencialmente en ninguna de las cabalgadas, que se organizaron, aunque subvencionaba parte de ellas, por lo que recibía sus compensaciones. Administraba la hacienda de Pizarro y el padre Luque, y se cree que en este tiempo se formó la “Compañía” que los tres concertaron, al menos verbalmente. Tuvo un hijo con la india cristianizada de Panamá, Ana Martínez, sin que se sepa más de ella, al que puso su mismo nombre y le conoceremos como Diego de Almagro, el Mozo. Procuró darle una buena educación y formación, pero acabó mal, como se sabe.

Andagoya también se estableció en la nueva localidad y fue elegido regidor por el Cabildo en el 1521, cuando se dio a Panamá el título de ciudad. Su defensa constante que hace de los nativos, denunciando en sus escritos los malos tratos que reciben y como son esclavizados, supuso que en el 1522 fuese nombrado  “visitador general de los indios” por el rey de España Carlos I, y en el desempeño de su función llegó al golfo de San Miguel, donde se encuentra una provincia que llaman Chuchama[56], muy poblada de gente, que hablan la lengua de los Cuevas. Allí le contaron sus habitantes que todas las lunas llenas vienen del sur por la mar unos hombres, que los tienen atemorizados, porque los exigen altos tributos, hasta el punto que no pueden salir ni a pescar. Proceden de una provincia que se denomina Birú, palabra que en boca de los soldados se corrompe y da Pirú, donde habita un poderoso cacique, que poseía grandes cantidades de oro y plata. Andagoya se ilusionó con aquellos fantásticos relatos y con la autorización del gobernador Pedrarias organizó en el 1522 una expedición que duró poco, según él mismo cuenta en la Relación de los sucesos acaecidos…, donde dice que: “llegó a aquel río del Perú, que está más acá del río de Sant Joan”, y que “tardó sólo seis o siete días en ir desde Chochama hasta Birú o Pirú”. Esas palabras nos hacen coaligar que penetró poco en la actual Colombia, a pesar de que afirma que realizó “el viaje del Perú”, y varias veces asegura en su citado escrito que fue el verdadero descubridor de dicho reino. Lo cierto es que en esa expedición sufrió un grave percance, que estuvo a punto de costarle la vida. Tomó una canoa para reconocer el litoral de la provincia de Birú y la profundidad del cauce de los ríos, pero al chocar con unos escollos volcó, permaneciendo sumergido en el agua durante largo tiempo hasta que uno de los jefes indios pudo sacarlo. Eso le produjo una larga enfermedad de más de tres años que le impidió montar a caballo y realizar nuevas salidas en busca del tan deseado Dorado, y le pidió Pedrarias, según cuenta él mismo en la Relación, que debía continuar Pizarro, Almagro y el padre Luque en tan deseada búsqueda.

y que ellos me pagarían lo que había gastado. Yo respondí que en lo de darles la jornada que holgaba dello; pero en lo de la paga yo no quería de ellos, porque a pagarme a mí los gastos, no les quedaba a ellos con que comenzar la cosa, porque no tenían ellos en aquel tiempo más de hasta seis mil pesos y aun éstos no todo en dinero[57].

Mientras tanto, el cacique Urraca había cercado Natá con un número muy elevado de indios, de forma que los cristianos no podían salir más allá de un tiro de piedra fuera de la ciudad a buscar alimentos. Pedrarias preparó una expedición de socorro con ciento sesenta españoles, dos caballos y algún tiro de artillería. Llevaba por capitán de su guardia a Francisco Pizarro, conocedor de la zona, que se enfrentó al cacique Urraca y, tras varias refriegas y muchos indígenas muertos, consiguió vencerlo. Una vez pacificada la región, el 20 de mayo de 1522 fundó la ciudad de Natá que se convertiría en el centro de futuras incursiones para penetrar en las regiones adyacentes[58].

El Trujillano había conseguido en estos veinte años de estancia en las Indias Occidentales un puesto destacado entre aquella pequeña aristocracia. Su arriesgo, valor y valentía ante el peligro, su decisión acertada en momentos difíciles, su fidelidad al jefe de turno, poco habitual entre aquellos conquistadores, su buen trato a los compañeros de milicia, su eficacia en la lucha contra los indios, en las múltiples expediciones en las que había participado, con resultados muy desiguales, hizo que se ganara el aprecio de Pedrarias, le nombrara su lugarteniente y hombre de confianza en los asuntos militares y en el reparto de encomiendas, después de fundar Panamá, le entregara la encomienda de Chochama en la isla de Taboga con 150 indios, donde Almagro recibió 40 indígenas, para completar los 80 que obtuvo en el cacicazgo de Susy, de modo que casi toda la isla era de ambos[59]. El padre Luque, recibió 70 indios en el cacicazgo de Perequete.

Pizarro ya era reconocido y había adquirido la categoría de vecino de la ciudad de Panamá, por lo que podía desempañar las más altas funciones dentro del cabildo. Había alcanzado cierta posición económica, notoriedad y un lugar envidiable dentro de la sociedad reducida del Istmo. Pero su obra no se limitará a estos primeros años en las Indias Occidentales, sino que se llenará de otros muchos actos positivos, como ya se sabe y han reconocido historiadores de todos los tiempos y tendencias, por los que le han dado calificativos muy favorables, como “El Buen Capitán”, “hombre de gran valentía, de comportamiento medido y de buenas intenciones”, “deseoso de agradar y de muchos amigos”, “muy confiado, de muy buena condición y conciencia”, “noble y generosos de condición”, “de espíritu estoico y senequista”, etc. Mientras los indios dirán que era el Apu Macho o “el más valiente en la guerra y el más humano en la paz”. Apelativos que no son los que se dan a una persona asesina, cruel o que solo le interesara el oro, que sorprendentemente le llegó por añadidura. Sin que esto quiera decir que no hubo atropellos de toda clase, efectuados por los españoles y también por los indios, como sucede en todas las guerras y especialmente en las de invasión. Ninguna conquista, por definición, es pacífica, porque nadie se somete de buen grado a un dominador extranjero; pero, dentro de la crueldad que toda empresa de este tipo conlleva, existen matices, y la realizada por Pizarro no fue de las más cruentas, hubo otras muchas que se realizaron con mayor virulencia y crueldad e incluso con exterminio de la población nativa.

 

Bibliografía

 

ALTOLAGUIRRE, Ángel (1914): Vasco Núñez de Balboa. Imprenta del Patronato de Huérfanos de Intendencia e Intervención Militares. Madrid.

ANDAGOYA, Pascual de (1541): Relación de los sucesos de Pedrarias Dávila en las provincias de Tierra Firme ó Castilla de Oro, y de lo ocurrido en el descubrimiento de la mar del Sur y costa del Perú y Nicaragua. Está publicada en la “Colección de Viajes y descubrimientos”. Tomo III, Madrid, 1829, por Martín Fernández de Navarrete, y por J. T. Medina en Dot. Tomo II, Santiago. 1913. Cali. En su IV centenario, S.P.I. Cali (Colombia). 1936. Original en AGI, leg. II.

BUSTO DUTHURBURU, José Antonio del (1978): Francisco Pizarro. El Marqués Gobernador. Librería Studium S.A. Lima.

CIEZA DE LEÓN, Pedro (1550): Descubrimiento y conquista del Perú. Primera y Tercera parte. Arte Historia. Madrid. 2000.

Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de América y Oceanía, Madrid, 1864-1884, v. XXXI, pp. 13-25. Se cita Col. Dc. In.

COLÓN, Cristóbal (1980): Los cuatro viajes del Almirante y su testamento. Editorial Cultura y Progreso. S. A. Bilbao.

CORREA, Feliciano (2014): Balboa. La fantasía histórica de un hidalgo español. Tecnigraf. Editores. Badajoz.

FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Martín (1825-1837): Colección de los viages (sic) y descubrimientos, que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV. Imprenta Real. Madrid, 1765-1844

FERNÁNDEZ DE OVIEDO Y VALDÉS, Gonzalo (1853): Historia general y natural de las Indias islas y Tierra firme del mar Océano. Segunda y Tercera parte, lib. XLIX. Real Academia de la Historia. Madrid, 1944.

HERRERA, Antonio de (siglo VII): Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y tierra firme del mar océano, Buenos Aires, 1944.

LAS CASAS, Fray Bartolomé de (siglo XVII): Historia de las India. Biblioteca de Autores Españoles. Tomo Nonagésimoquinto. Madrid, 1957.

LAS CASAS, Fray Bartolomé de (S. XVI): Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Edición y notas José Miguel Martínez Torrejón. Primera edición en la Editorial Universidad de Antioquia, 2011.

LAVALLÉ, Bernard (2004): Francisco Pizarro. Open Edition SEARCH. Institut français d´études andines.

LÓPEZ DE GÓMARA, Francisco (siglo XVI): Hispania Vitrix o Historia General de las Indias, Barcelona, 1954.

MATICORENA ESTRADA, Miguel (1979): “El vasco Pascual de Andagoya, inventor del nombre del Perú”. Cielo abierto, Vol. II. Nº. 5. Lima.

MEDINA, José Toribio (1919): “Bartolomé Ruiz de Andrade, Primer piloto del Mar del Sur”. Santiago.

MELLAFE, Rolando (1954): Diego de Almagro. I Descubrimiento del Perú. Universidad de Chile. Instituto Pedagógico. Departamento de Historia. Santiago de Chile.

MENA GARCÍA, Mª del Carmen (1998): Sevilla y las flotas de Indias. La gran armada de Castilla del Oro (1513-1514), Sevilla.

MENA GARCÍA, Mª del Carmen (2015): Pedrarias Dávila o “La ira de Dios”: Una historia olvidada. Editorial Universidad de Sevilla. Sevilla.

PORRAS BARRENECHEA, R. (1951): “El nombre del Perú”, en Mar del Sur. N.º 18. Lima.

PRESCOTT, Guillermo H. (1851) Historia de la conquista del Perú, con observaciones preliminares sobre la civilización de los Incas. Imprenta y librería de Gaspar y Roig, Editores. Madrid.

TORIBIO MENA, José (1914): El descubrimiento del Océano pacífico: Vasco Núñez de Balboa, Hernando de Magallanes y sus compañeros. Volúmenes 1-2. Imprenta universitaria. University of Minnesota. EE.UU.

VARÓN GABAI, Rafael (1997): La ilusión del poder. Apogeo y decadencia de los Pizarro en la conquista del Perú. 2ª edición. Lima.

 

[1] Ferrer: Acto I, esc. III.

[2] Nicolás de Ovando nació en Brozas (Cáceres) en el 1460. Era hijo del capitán Diego Fernández de Cáceres y Ovando y de su primera mujer Isabel Flores de las Varillas, dama de la Reina Isabel la Católica. Ingresó en la orden militar de Alcántara y fue comendador de Lares, actualmente Esparragosa de Lares en Badajoz. En el 1502 fue nombrado gobernador y administrador colonial de La Española, actual República Dominicana y Haití, sustituyendo a Francisco de Bobadilla, comendador de Calatrava. Durante su gobernación se hicieron los primeros repartos de encomiendas, fundó diferentes pueblos de cristianos, conventos y promovió la agricultura. Trasladó la ciudad de Santo Domingo al enclave actual. Pero la población nativa quedó muy diezmada, debido a las cruentas guerras y a las enfermedades. En el 1509 fue sustituido y se le hizo un juicio de residencia. El 29 de mayo de 1511 falleció en Sevilla y fue enterrado en el convento de San Benito de Alcántara (Cáceres), residencia oficial de la orden alcantarina, donde llegó a ser  comendador mayor.

[3] OVIEDO, Part.1ª, lib. 3º, cap. VII y LAVALLÉ, 2004: lib. I, put. 2.

[4] Recordar que el descubrimiento se debió al reino de Castilla-León, con Extremadura, Andalucía, Murcia y Canarias y por lo tanto en un principio estaban excluidos de pasar a las Indias los vecinos de los reinos de Aragón-Cataluña, Valencia y Baleares, pero cuando muere Isabel la Católica, su esposo Fernando autoriza el paso a todos los demás reinos de España.

[5] Oviedo escribe Larez, y Barrenechea, Lara. Aclarar la imprecisión de que no son 25 años atrás, sino que son 27, pues se embarcó en la expedición del comendador de Lara, que era Nicolás de Ovando, como se ha dicho.

[6] Podemos encontrar esta denominación escrita al menos de tres formas diferentes: Pedrarias Dávila, Pedrarias de Ávila y Pedro o Pero Arias de Ávila. Agustín de Zárate, lib. II, cap. VIII, escribe Pedro Arias, gobernador de Castilla de Oro, cuya capital fue Santa María de Darién y después Panamá.

[7] Tierra Firme quedó divida en Nueva Andalucía, y la zona de Castilla de Oro, que iba desde San Sebastián de Urabá hasta la actual Costa Rica, concedida a Diego de Nicuesa, por Real Cédula de 28 de febrero de 1510. El Rey Fernando el Católico autorizó a los dos nuevos gobernadores la embarcación de 200 hombres de la Península y 600 hombres de la Isla La Española.

[8] Alonso de Ojeda nació en Torrejoncillo del Río (Cuenca) en el 1466, aunque hay diferencia de criterios en la fecha de nacimiento e incluso del lugar. Era oriundo de Ojeda, cerca de Oña. Por influencia del obispo de Badajoz, Juan Rodríguez de Fonseca, fue al frente de una de las naves colombinas en el 2º viaje del Almirante, realizado en el 1493, y participó activamente en someter a los indios de La Española y en otras misiones que le encomendó Colón. Regresó a España y el 18 de mayo de 1499 salía del puerto de Santa María en una sola carabela, proporcionada por el prelado Fonseca y acompañado de Américo Vespucio y Juan de la Cosa. Recorrió las costas de Venezuela, donde localizaron algunos palafitos o viviendas lacustres, que a Vespucio le recordaron Venecia, de ahí que pusieran al lugar Venecia Chica o Venezuela, y las costas Colombia entre el 1499 y 1502, de todo ello levantó un plano Juan de la Cosa.

[9] LAS CASAS, lib. II, cap. I.

[10] Ibidem, lib. II, cap. LVII.

[11] Ibidem, lib. II, cap. LVIII.

[12] Ibidem, lib. II, cap. LVIII y LÓPEZ DE GOMARA, 1ª prt., cap. LVIII.

[13] Estaba en la actual Colombia, próximo a la localidad de Necoclí, Antioquia.

[14] FERNÁNDEZ DE OVIEDO, 2ª part., lib. VII. Solemos citar a este cronista por el apellido Oviedo.

[15] Ojeda con gran dificultad para andar, tras el fracaso, fue destituido de su cargo por el rey de España y se retiró al Monasterio de San Francisco de la capital dominicana, sumido en una gran pesadumbre y allí murió el año 1515. Su cuerpo fue enterrado a petición propia en la puerta principal del templo para que fuera pisado por los que acudieran a la iglesia, consciente de que sería una forma de pagar por los errores cometidos en su vida.

[16] LAS CASAS, lib. II, cap. LX.

[17] Pedro Cieza nació en Llerena por el año 1520, aunque otros lo retrasan hasta el 1522, en el seno de una familia acomodada. En el 1535 se embarca para América y participa en la fundación de varias ciudades, bajo las órdenes de los capitanes Alonso de Cáceres y Jorge Robledo, en Cartagena de Indias (Colombia). Luego pasó a formar parte de los hombres del adelantado Sebastián de Benalcázar en Popayán. Intervino en el enfrentamiento entre Benalcázar y Robledo sin éxito, lo que costó la vida a este último, que fue ajusticiado en el 1546. Cieza pasa al Perú, incorporado a las tropas reales y después de Xaquixaguana se instala en Lima, donde permanece hasta el 1551 que regresa definitivamente a España. El Presidente Pedro de la Gasca le nombró cronista oficial y le concedió acceso a los archivos oficiales para escribir su historia, que comenzó a escribirla, según él mismo dice, en e1541 en Cartagena, perteneciente a la gobernación de Popayán, y la terminó el 8 de septiembre de 1550 en Lima. Y fue dedicada al muy alto y poderoso señor don Felipe II, príncipe de España. Cieza se inspiró además de los protocolos oficiales en los relatos que los mismos conquistadores e indios le contaban, como en sus propias observaciones viajeras y en las experiencias de guerra.

[18] CIEZA DE LEÓN, Prt. 3ª, cap. VI.

[19] Esa es la opinión del padre LAS CASAS, lib. II, cap. LXII, mientras que FERNÁNDEZ DE OVIEDO asegura que fue entre las velas del barco.

[20] Balboa nació en Jerez de los Caballeros (Badajoz) en el seno de una familia de hidalgos de baja alcurnia, se embarcó para las Indias Occidentales con el escribano Rodrigo Gutiérrez de Bastidas, nacido en el 1445 en el barrio sevillano de Triana, convertido en empresario en colaboración con Joan de Ledesma prepararon uno de los llamados “viajes andaluces o menores”, con licencia de los Reyes Católicos. Llevaban de piloto a Juan de la Cosa, famoso cartógrafo que ya había navegado con Colón. Salieron del Puerto de Cádiz en enero de 1502, según FERNÁNDEZ DE OVIEDO, en Historia General… Vol. III, lib. XXVI, cap. II, en dirección a las Indias Occidentales, donde tan sólo se conocían Las Antillas, la costa de Venezuela, las Guayanas y la costa septentrional de Brasil, todo lo demás estaba por descubrir. Balboa con ellos exploró la orilla de Tierra Firme, al oeste del cabo de la Vela, en el litoral atlántico colombiano, descubrieron la desembocadura del río Magdalena y llegaron hasta el golfo de Urabá. Vasco Núñez se afincó en La Española y Ovando lo acusó de incursiones en su territorio de colonización y lo hizo prisionero. Fue liberado y se dedicó a la agricultura sin éxito, pero con muchas trampas, por lo que sus acreedores lo perseguían y fue cuando huyó clandestinamente de Santo Domingo escondido en el barco de Enciso, que se dirigía a Urabá, como hemos dicho. El resto de su biografía la iremos desarrollando a través de este estudio.

[21] LAS CASAS, lib. II, cap. LXII.

[22] MADUEÑO GALÁN: 53

[23] Veragua fue un territorio en la América Central, equivalente más o menos a la actual Costa Rica, que Carlos V tuvo que conceder a Diego Colón, hijo del Almirante, para zanjar unos pleitos que tenía con la familia (OVIEDO, 1ª prt., lib. IV, cap. VII).

[24] En una Real Cédula de 1510 se declara que el golfo de Urabá correspondía a Alonso de Ojeda. AGI. Registros 139-1- 3, fol. 34.

[25] LAS CASAS, lib. II, cap. LXVIII.

[26] Ibidem, lib. II, cap. XXXIX.

[27] El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, que conoció a Balboa, en Historia general y natural… hace una descripción detallada de este descubrimiento.

[28] Pedrarias nació en Segovia en el 1440 en el seno de una familia de judeosconversos de Toledo. Era hijo de Pedro Arias Dávila, el Valiente, doncel de Enrique IV y contino y coronel de los Reyes Católicos, que participó en la guerra de Navarra, y de su segunda mujer María Ortiz de Valdivieso. El padre Las Casas denomina a Pedrarias con el sobrenombre de Furor domini, por su trato inhumano a los indios y por la excesiva dureza que usaba con los españoles. Se casó con la segoviana Isabel de Bobadilla y Peñalosa, hija, según PRESCOTT, lib. II, cap. I, de doña Beatriz de Bobadilla, marquesa de Moya, camarera de la reina y su amiga personal, que tenía tanta ascendencia en la Corte que el pueblo decía: “Después de la Reina de Castilla, la Bobadilla”. Isabel era veinte años más joven que él, pero de gran coraje y no dudó en dejar a siete de los nueve hijos que tuvo en España y marchar con su marido al Darién por algún tiempo. Estuvo de gobernador de Castilla de Oro desde el 1514 a 1526, y fue destituido tras el segundo juicio de residencia, realizado por Juan de Salmerón. Poco después se le entregó la gobernación de Nicaragua, que gobernó de 1528 al 6 de marzo de 1531, que falleció. La madre de su esposa y su propia mujer (las Bobadilla) fueron clave en su defensa en múltiples ocasiones (CORREA: 369).

[29] Pascual de Andagoya nació en el pueblecito de Andagoya, actualmente una aldea del valle de Cuartango en la provincia de Álava. Se cree que el acontecimiento tuvo lugar en el 1498 por unas declaraciones que hace el cronista Fernández de Oviedo, al afirmar que era un mancebo cuando se alistó a la expedición de Pedrarias Dávila, que no debía sobrepasar los 16 años. Su padre era el hidalgo Joan Ibáñez de Arca, pero desconocemos quien fue su madre y cómo se llamaba. Su vida en América está llena de altibajos. Participará en varias expediciones por orden de Pedrarias y sobre todo fue el primero que se aventuró en ir en busca de Birú o Pirú, actualmente el Perú. Se casó con una dama de apellido Tovar, que estaba al servio de la esposa de Pedrarias, obtuvo una encomienda de indios y fue padre de un hijo al que denominó Juan, que estuvo con Hernando Pizarro en el cerco de Cuzco. En el 1539 Carlos V le nombró adelantado y gobernador de San Juan, una franja costera en Colombia, donde fundó la ciudad de Buenaventura. En el 1541 mandó a Jorge Robledo a la conquista de nuevos territorios y fundo la ciudad de Antioquia. Andagoya murió en Cuzco el 18 de septiembre de 1548.

[30] Andagoya, en la Relación de los sucesos… da estos datos, otros historiadores ponen cifras diferentes, algunos afirman que fueron 22 barcos y unos 2.000 hombres los que formaban la expedición que organizó Pedrarias, al nombrarle el rey Fernando el Católico gobernador de Tierra Firme.

[31] A.G.I., legajo II, y Colección de viajes Fernández Navarrete, T. III: 337.

[32] Es la punta más septentrional de América del Sur, en la actual Colombia.

[33] Vid. MENA GARCÍA, 1998.

[34] Pan cazabi o cazabe era un sucedáneo del pan de trigo, pero hecho con mandioca, siguiendo el mismo proceso, con horneado incluido. Fue muy utilizado por los conquistadores.

[35] A.G.I.: 109-1-5.

[36] OVIEDO: Historia General… 1ª parte, cap. III: XLV, nota 7.

[37] Andagoya afirma que murieron de hambre y modorra en sólo un mes unos setecientos pobladores, y siete u ocho meses después la población había quedado reducida a la mitad.

[38] La Peregrina perteneció a la corona de España durante siglos y la lucieron varias reinas. José Bonaparte al dejar su reinado se la lleva junto con otras joyas de lo borbones, pasa a EE.UU. y la van adquiriendo sucesivos compradores. En la película “Ana de los mil días” la lleva puesta Elizabeth Taylor, y en el año 2011 se vende por 11,5 millones de dólares. Sin embargo, otra versión dice que está en España, que se la regalaron al rey Alfonso XIII con motivo de su boda y que la ha lucido la reina doña Sofía.

[39] LAS CASAS, lib. II, cap. LXV.

[40] LAS CASAS, lib. II, cap. LXVI.

[41] Esta forma de realizar la conquista es la que Balboa había descrito al rey Fernando el Católico en una de sus cartas.

[42] Gaspar de Espinosa podemos encontrarlo escrito Espinoza, porque en el siglo XVI se distinguía entre consonantes sordas y sonoras, pero hemos preferido escribirlo con -s-, dado que hoy no hay distinción de sonoridad.

[43] LAVALLÉ, 2004, 1ª part., pto. 2: 40 y ss.

[44] MELLAFE: 17.

[45] A.G.I., lib. de Tierra firme, año 1513 y TORIBIO MEDINA, T. II. Adelantado equivalía a jefe de la tropa del gobernador Pedrarias, nombramiento que irritó más al Segoviano y acrecentó las diferencias que se habían establecido entre ambos.

[46] Tras el ajusticiamiento de Balboa, María casó con el regidor de Segovia, Rodrigo González de Contreras y de la Hoz, que en el 1535 tomó posesión de la gobernación de Nicaragua. La otra hija de Pedrarias, Isabel Arias Dávila y Bobadilla casó con Hernando de Soto, al servicio de Dávila en Tierra Firme, capitán de Francisco Pizarro en el Perú y más tarde el conquistador de la península de la Florida.

[47] ALTOLAGUIRRE, 1914: 109, que toma la referencia de la Carta de Pedrarias a SM, 20-01-1516, asegura que fue el Segoviano el fundador de Acla, cuando uno de los hombres del cacique Careta se había sublevado contra su voluntad. Pedrarias lo mandó llamar e intervino en su reconciliación entre ambos indígenas, entregándolo un estandarte de V. M., que tomó y “alçó en nombre de todos por verdaderos vasallos”. Una forma de presentarse como auténtico pacificador de los indios ante el rey, cuando en realidad era todo lo contrario.

[48] Algunos cronistas consideran que Pedrarias había recibido de Fernando el Católico una cédula real en la que una de las cláusulas pedía que se prendiera al rebelde Balboa y le remitiera a España para que rindiera cuenta de las acusaciones de Enciso por la desaparición de Diego de Nicuesa.

[49] MENA GARCÍA, 2015, cap. IV: 110 y ss.

[50] Vid. AGI. Colección de Juan Bautista Muñoz, T. 76. Memorial de Gonzalo Fernández de Oviedo denunciando abusos de Pedrarias Dávila y sus oficiales en la Gobernación de Castilla del Oro.

[51] BUSTO DUTHURBURU, 1978: 89 y ss.

[52] El 15 de septiembre de 1521 Panamá recibió el título de ciudad y el escudo de armas, mediante real cédula otorgada por Carlos I, rey de España.

[53] A comienzo de 1670 el pirata inglés Henry Morgan destruyó la ciudad antigua, que poco después se trasladaría a la actual Panamá a unos diez kilómetros al suroeste de la vieja.

[54] En el 1503 Cristóbal Colón funda un asentamiento con el nombre de Santa María de Belén en el lugar que más tarde ocuparía Nombre de Dios, que duró tan solo medio año por falta de población. En el 1510 Lope de Olano, lugar teniente de Diego de Nicuesa, funda en dicho lugar la población de Belén, donde juntó hasta 300 hombres, que duró algo más de 8 meses, pero se abandona el lugar porque era un puerto malsano y la población estaba en un cerro. Nicuesa ese mismo año funda de nuevo el poblado con la denominación de Nombre de Dios. En el 1511, se origina nueva despoblación, pero con la fundación de Panamá en el 1519 adquiere protagonismo al unirse los dos puertos marítimos. Y el 23 de noviembre de 1537 por Real Provisión recibe el título de ciudad.

[55] Respuesta que da Diego Díaz en la probanza que hace Almagro el 13 de abril de 1531.

[56] Fray Bartolomé de las Casas, lib. II, cap. LXVI, dice que “llegaron a un pueblo de un cacique que había por nombre Chuchama”. El termino se puede aplicar a una provincia, a un pueblo o a un cacique y podemos verlo escrito, según el cronista de la época, de muy distintas formas: Chochama, Chuchama, Chichaza, o Chinchama, que escribe Zárate, etc.

[57] Para ampliar detalles conviene consultar la descripción que se hace cuando concede Carlos V y su madre doña Juana el escudo de armas a Pascual de Andagoya, una vez que fue nombrado adelantado y gobernador de la provincia del Río San Juan en el 1539, recogida en el siguiente documento: Sociedad de Bibliófilos Españoles (MDCCCXCII): Nobiliario de conquistadores de Indias. Pascual de Andagoya. Tomo XXX. Madrid,  pág. 13.

[58] En el año 1515 Gonzalo de Badajoz descubrió esta región donde consiguió bastante oro. Un año más tarde Gaspar de Espinosa estuvo en el poblado nativo de Natá cuatro meses y por carta contó a Pedrarias lo poblada que estaba la zona por el gran número de bohíos que tenía, y la abundancia de víveres que había en maíz, venados, pavos, pescados. Vid. LAS CASAS, lib. II, cap. CLXIII, para ampliar conocimientos, sobre todo de esta última parte de Natá.

[59] MELLAFE: 36.

Nov 102017
 

Francisco Cillán Cillán.

Los almagristas vivían en un ambiente de desesperación en la ciudad de los Reyes, consecuencia de las muchas necesidades que pasaban desde la batalla de las Salinas (6 de abril de 1538) en la que fue derrotado Diego Almagro, el Viejo, y posteriormente ajusticiado. Situación que chocaban con la paz y el sosiego del que gozaba Francisco Pizarro en estos últimos años de su vida y la opulencia de muchos de sus partidarios.

 

El rey de España. Carlos I, para zanjar el conflicto, que había surgido tras la creación de la provincia de Nueva Toledo, entregada a Almagro, con los límites de Nueva Castilla, de la gobernación de Pizarro, nombró el 15 de junio de 1540 un Juez de residencia en la persona de Cristóbal Vaca de Castro, natural de León, oidor de la Audiencia de Valladolid, hombre prudente y cauto, para que fuera a poner orden al Perú ante tanto desconcierto. Entre otras muchas misiones llevaba el encargo de fijar la situación de Cuzco dentro de una u otra gobernación. Además de informarse del comportamiento del Marqués y de transmitir la información al Consejo de Indias, sin que pudiera sentenciar. Sí podía juzgar y procesar a los culpables de robos, escándalos y muertes. El Rey comunicó a Pizarro y demás autoridades la llegada de Vaca de Castro, al que dio un plazo de tres años para el desempeño de su misión, con el sueldo anual de 5.000 ducados. Y le prometió que en caso de que muriese en el desempeño de sus funciones daría a su esposa doña María Quiñones doscientos ducados de renta, y dispensaría mercedes y gratificaciones a sus hijos.

 

El presidente del Consejo de Indias era el cardenal García de Loaysa, perteneciente a una ilustre familia extremeña, que sentía gran simpatía por su paisano el Conquistador y siempre intentó favorecerlo. Y cuando fue nombrado Vaca de Castro para tan alta responsabilidad le dijo: “El gobernador Francisco Pizarro, creedme a mi señor, es un bendito hombre e que con él faréis lo que al servicio de Dios e del Rey conviene”. Pero los almagristas vieron en dicho nombramiento las consecuencias de los manejos de Hernando ante el dicho Consejo, por lo que el cardenal Loaysa le había encomendado la causa. Estas ideas las transmitieron a sus partidarios del Perú quienes cogieron gran inquina al cardenal, y un día quisieron quemar su figura en la plaza pública de Lima, y si no lo hicieron fue por que lo impidieron los dominicos, afirma Raúl Porras.

 

Pizarro creía que con la llegada del Comisionado real se iban a solucionar los problemas y se terminaría el rencor y el distanciamiento insalvable que había producido la toma de Cuzco por los almagristas, y, como consecuencia, la batalla de las Salinas. No sospechaba, que a decir de Raúl Porras, el Justicia venía inclinado a entregar la capital de los incas a Almagro. Por otra parte, Pizarro consideraba suya la citada ciudad, pues le correspondía por derecho de conquista y porque tras la ampliación de sus dominios en 70 leguas, concedidas por Carlos I antes de la creación de la nueva provincia, entraba dentro de las 270 leguas otorgadas. Y, además, estaba tan identificado con las tierras peruanas que las consideraba como su auténtica patria. El poeta anónimo, que llegó a conocerlo y luchó a su lado, lo atestigua en los siguientes versos, que pone en boca del Marqués, cuando trazó la raya en la Isla del Gallo y tal vez llegara a repetir ahora:

 

Yo quiero seguir en esta tierra,

quien della me saca más me destierra,

porque ésta tengo por muy natural.

(Anónimo, 1537: CLXXIV)

 

Los de Chile, que era el apelativo que se daba a los almagristas, por lo general eran hidalgos empobrecidos, que en su mayoría llegaron al Perú con Pedro Alvarado en el 1534, lo mismo que habría sucedido a los Pizarro de haber seguido en su tierra natal. Se habían trasladado a las Indias Occidentales con la intención de mejorar su situación económica y social, y al no conseguirlo, andaban desconcertados. El Marqués que era “noble y generoso”, se había visto obligado a quitarles los indios, por lo que tuvieron que compartir los pocos alimentos que conseguían e incluso la ropa. Hubo un grupo de compañeros, hospedados en la misma posada, que compartían por turno una capa raída que poseían cada vez que salían a realizar alguna gestión, a los que se conocía como los “Caballeros de la Capa”, afirma Cieza, apelativo que se generalizó a todo el grupo. Y para comer juntaban los dineros que tenían o ganaban en el juego y Juan de Herrada lo administraba. “Así estuvieron socorriéndose unos a otros, sin querer recibir cosa alguna de los del bando de Pizarro, por mucha necesidad que tuviesen” (Inca Garcilaso, lib. III: Cap. V).

 

Los pizarristas, al ver la postura que habían adoptado, “aunque les veían morir de hambre, no les ayudaban con cosa ninguna, ni querían en sus casas darles de comer” (Chupa: Cap. XXVIII). Incluso, aprovechaban el desconcierto y mala fortuna de sus enemigos para burlarse de ellos, e inventaban coplas, chuflas o montaban parodias y charangas callejeras animadas con decires y cantares, que ponían en evidencia al adversario, y ocasionaban más daño que el castigo físico. Las coplas satíricas y burlescas tenían una función festiva y trágica al mismo tiempo. Mientras unos se divertían cantándolas, otros se sentían zaheridos por sus adversarios. Las burlas y parodias existieron siempre en toda la conquista del Perú, y aparecieron en los momentos más significativos.

 

Algunos por elogiar al Gobernador y ofender a los de Chile inventaron una farsa que se representaba en Cuzco en ciertos días festivos. Un indio “trasijano y tuerto” se paseaba por la ciudad montado en una mula, mientras se limpiaba el ojo con un pañuelo, a la vez que “lloriqueaba ridículamente”. El grupo que le acompañaba le preguntaba con ironía y mofa: ¿Cómo te llamas? Y él respondía: Almagro. Sus acompañantes seguían con la bufonada y decían: “Daca la provisión”. Y el indio, que hacía de bufón, sacaba del pecho unos naipes, causando la risa y carcajadas de todos los participantes. Raúl Porras dice que “así se burlaban los soldados de Cuzco de la desmedrada figura física del Manchego, de su ciclópeo defecto, de sus ínfulas de Gobernador y de su pasión por el juego”. Y estos escarnios herían más la sensibilidad de los almagristas que los castigos corporales, por lo que se quejaban de que se burlasen de la pérdida del ojo que había sido en servicio de S. M. (Porras Barrenechea, 1978: 587).

 

El Inca Garcilaso, 2ª parte, lib. III: Cap. VI, afirma que los de “Chile, para descuidar al Marqués echaron fama que Vaca de Castro era muerto”. Y tanto lo repitieron que incluso ellos mismo llegaron a creérselo, vista su tardanza en llegar. El Comisionado no se apresuró por ir a resolver los asuntos. En octubre aún no había salido de Sevilla. A primero de enero de 1541 llegó a Santo Domingo y de allí partió para Panamá a mediados de dicho mes. Rechaza un galeón que le ofrece Pizarro para su traslado rápido a Lima y busca vías de comunicación más complicadas que retrasan su llegada y producen la angustia y la desesperación en ambos bandos litigantes. Parece que tuvo mal viaje por el mar, lo que hizo que desembarcara en Buenaventura. Pasa a Cali, Popayán, Quito[1], en lo que tardó seis meses, cuando por mar hubiera llegado en unos catorce días. Durante ese tiempo se producen acontecimientos trascendentales como el asesinato del Marqués. Llevaba una Real Cédula, emitida el 9 de septiembre de 1540, en la que se le nombraba miembro del Consejo de Castilla y recibía poderes para reemplazar a Pizarro en la gobernación del Perú en caso de que falleciera, lo que le predisponía a dejar que los acontecimientos se desarrollaran por sí solos, consciente de que le podrían favorecer. De esta forma su prolongado retraso favoreció la invención del bulo de su posible muerte, que se propagó en diversas coplillas, que se emitieron en momentos festivos principalmente.

 

En la festividad del Corpus del 1541, que se celebraba con gran solemnidad en Lima, como en el resto de España, iba un villano zafio y bellaco a quien llamaban Pizarro zapatero, que divertía al público con sus cabriolas y piruetas, cuenta Raúl Porras, mientras cantaba:

 

¡Viva la gala del Marqués

e la vaca dio al través!

 

Pues creían que el Juez de residencia, Vaca de Castro, había naufragado entre Buenaventura y la isla del Gallo. Esta coplilla exasperaba aún más a los almagristas y los ponía más nerviosos, ya que esperaban que con su llegada se solucionarían todos sus problemas. El público maliciosamente aplaudía y coreaba otro pareado, surgido de la improvisación.

 

¡Viva la gala! ¡Viva la gala!

que la vaca es abarrancada.

(Porras Barrenechea, 1978: 588)

 

A veces la copla ya venía preparada y los partidarios del Manchego se sentían más ultrajados, porque se dirigía directamente a ellos, pidiendo su muerte.

 

Mueran, mueran los enemigos

del gobernador Pizarro,

y viva él y sus amigos,

que embarrancada es la Vaca.

(Coello, 2001: 238)

 

Este ambiente enrarecido es el que se vivía en Lima, a pesar de que el Conquistador hacía todo lo posible por apaciguar la situación, mientras los almagristas cada vez más sumidos en la pobreza y enardecidos deseaban su muerte. Cronistas de Indias, como Pedro Pizarro, Zárate, Gomara, Garcilaso, entre otros recogen el hecho histórico del asesinato de Francisco Pizarro, pero de todos ellos Pedro de Cieza de León en su Guerra de Chupas, libro segundo de la Cuarta Parte de la Crónica del Perú, es el único que la presenta como la de un héroe de epopeya. Cieza muestra una serie de acontecimientos anteriores al atentado que van preparando el camino para el desenlace fatal, como sucede en los poemas épicos. En un día significativo acontece un hecho, aparentemente intrascendente, que los almagristas toman por un pronóstico de mal augurio. Antonio Picado, el secretario del Marqués, sale a acaballo, como los demás vecinos, para festejar la proximidad de la fiesta de San Juan, y toma en las ancas del animal al loco Juan de Lepe, que por entonces estaba en Lo Reyes, y éste comenzó a entonar: «Esta es la justicia que mandan hacer á este hombre». Los de Chile que le oyeron se holgaron de ello y dijeron “que ellos tenían esperanza que el dicho del loco era profecía», y que “sus enemigos serían vengados con semejantes palabras” (Chupas: Cap. XXVIII)[2].

 

Hubo otros acontecimientos que delatan el ambiente previo al asesinato. Cuenta López de Gomara y Agustín de Zárate que una noche los almagristas ataron tres sogas de la picota y pusieron una en dirección de la casa de Francisco Pizarro, otra del alcalde y doctor Juan Vázquez y la tercera del secretario Antonio Picado, y el Gobernador no hizo nada por castigar aquella insolencia y osadía. Zárate, lib. IV: Cap. VI, añade que “el Marqués era tan confiado y de buena condición y conciencia, que respondía que dejasen aquellos cuidados, que harta mala ventura tenían (los almagristas) viéndose pobres y vencidos y corridos”. Pero todo ello dio alas para que los de Chile se crecieran más y perdieran el respeto al Gobernador, “tanto que algunas veces los más principales pasaban por delante del sin quitarse las gorras ni hacerle otro acatamiento”. Y abusando de ese exceso de confianza, se juntaban sin recelo, hasta venir desde doscientas leguas del reino, donde estaban desterrados, a reunirse con sus líderes para tratar de la muerte del Marqués.

 

Agustín de Zárate asegura que existía “por la ciudad un rumor, acompañado de un silencio profundo entre los indios, diciendo que ya se acercaba el día final del Marqués, en el cual había de ser por los de Chile muerto”. El rumor se apreciaba en los mercados, corría por las calles de la ciudad y las indias lo transmitían a sus amos. Un día el electo obispo de Quito, Garcí Díaz, le dijo al Gobernador lo que sucedía, y éste lo echó a broma, diciendo que eran cosas de indios[3]. Estaba tan convencido de su buen hacer, de que era querido y respetado por sus conciudadanos, pues muchos días bajaba acompañado tan solo de un paje desarmado a ver las obras del molino, que estaba haciendo junto al río, sin que nadie le hiciera daño ni él lo sospechara. Pero el rumor de su muerte era tan intenso que muchos le advirtieron de ello, a los que respondía “que las cabezas de los otros guardarían la suya”. Otros le aconsejaban que llevara gente que le protegieran, y él les decía: “que no quería que pareciese que se guardaba del Juez que S. M. enviaba” (Zárate, lib. IV: Cap. VII) y (Gomara: Cap. CXLIV)[4]. Mientras, Diego Almagro, el Mozo, se hacía acompañar por varios hombres armados, y Cieza afirma que Juan de Herrada, el cabecilla de la conjura, cuando salía, iba siempre armado y escoltado por veinte o treinta de los suyos.

 

Pedro Pizarro da explicación a la primera frase de diferente forma. Cuenta que cierto día un cacique dijo a un vecino de Cuzco, llamado Gregorio de Setiel: – “Hágote sauer que los de Chile an de matar al apo macho”. Los indios llamaban “apo” al “señor”, y “macho” equivalía a “viejo”, que era el nombre que los nativos en señal de respeto daban a Pizarro, pues así se lo había dicho su “guaca”, que era el lugar donde habla el demonio o su dios. Y si no me crees, ven conmigo y verás como lo dice. El amo quedó sorprendido cuando la “guaca” contestó: -“Es verdad: yo te dije que lo quieren matar”. Y escribió al Marqués contándole lo sucedido, a lo que respondió, como solía hacer, sin dar la mayor importancia al hecho: – “Su caueza guardara la mía” (Pizarro, 1571: Cap. XXVIII).

 

El Gobernador no era amigo de tomar precauciones ni represalias, confiaba en su valor, en su fuerza y en la creencia de que no tenía enemigos, y menos entre los españoles, a los que había dado un imperio donde cada uno podía labrarse su porvenir mejor que en su tierra natal. Varios cronistas cuentan un hecho premonitorio, aunque con variaciones incluso significativas unos de otros, quizás propia de la mutabilidad que sufrió el acontecimiento, al pasar de unos a otros oralmente. Nosotros seguiremos a Cieza de León, introduciendo aquello que nos parezca relevante de otros autores. En cierta ocasión los jefes de los almagristas recibieron noticias, que tuvieron por muy ciertas, de que el Marqués recogía armas para prenderlos, desterrarlos o darles muerte, aunque él siempre lo negó, y no era creíble por su forma de ser, pues aunque algunos le habían aconsejado que los echara de la tierra, él les respondió “que nunca tal cosa hiciera”, pues tenía por lema “hacer de los enemigos amigos”, como le aconsejó a su medio hermano Juan, cuando le eligió por su teniente de gobernador de la ciudad de Cuzco. Sin embargo, los de Chile por consejos de Cristóbal de Sotelo, Francisco de Chaves y otros decidieron conseguir armas, bajo el pretexto de defenderse si venían a prenderlos o a matarlos. Cuando el Marqués se enteró mandó llamar, por mediación del obispo electo de Quito, a Juan de Herrada, quien se presentó ante Pizarro con quien tuvo un sustancioso y premonitorio diálogo[5], mientras ambos interlocutores aclaran sus posiciones. El Gobernador se encontraba en una huerta, hasta donde llega el cabecilla de los amotinados al que pregunta:

 

“¿Qué es esto Juan de Herrada, que me dicen que andáis comprando armas, aderezando cotas, todo para efecto de darme la muerte? Juan de Herrada le respondió: «Verdad es, señor, que yo he comprado dos pares de coracinas é una cota, para defender con ello mi persona. El Marqués dijo: «¿Qué causa os mueve agora a buscar armas más que en otro tiempo? Juan de Herrada tornó a responder e dijo: Porque nos dicen y es público que vuestra Señoría recoge lanzas para matarnos a todos, y diciendo esto dijo más: Ea, pues acabemos ya y vuestra Señoría haga de nosotros lo que fuere servido, pues que habiendo empezado por la cabeza, no sé yo porque se tiene respeto a los pies. Y asimesmo dicen que vuestra Señoría ha mandado matar al Juez, y si piensa matar a los de chile no lo haga, destierre en un navío a don Diego, pues es inocente y no tiene culpa, que yo me iré con él a donde la ventura nos quiera echar. El Marqués, con rostro airado, dijo: «¿Quién os ha hecho entender tan gran maldad o traición como es ésa? porque nunca yo lo pensé; y el Juez más deseo yo de verlo acá que no vos… el otro día salí a cazar e no vide en cuantos íbamos una lanza, e mandé a mis criados que marcasen una y ellos mercaron cuatro. Plega a Dios, Juan de Herrada, que venga el Juez, e Dios ayude a la verdad y estas cosas hayan fin” (Chupas: Cap. XVIII).

 

Francisco López de Gomara y Agustín de Zarate consideran que fue Juan de Herrada quien se dirigió a la casa de Pizarro, acompañado de cuatro compañeros a preguntarle si era verdad que quería matar a don Diego Almagro y a sus criados. A lo que respondió el Gobernador que no quería ni pensaba realizar tal acción. El diálogo se reduce con una respuesta contundente por parte del almagrista y una aclaración por parte del cronista.

 

“Juan de Rada le respondió que no era mucho, que, pues Su Señoría compraba lanzas, que ellos comprasen corazas para defenderse. Y tuvo atrevimiento para decir esto, porque bien cerca de allí dejaba en retaguardia más de cuarenta hombres muy bien armados” (Zárate, lib. IV: Cap. VII).

 

La postura de uno y otro es clara, la confesión abierta de adquisición de armas con un fin defensivo por parte de los de Chile, aunque en el fondo guardan la preparación del asesinato. El rencor por el ajusticiamiento de su jefe. La situación desesperada de hambre, pobreza y abandono en que se encuentran los almagristas. La fidelidad incondicional al hijo del líder muerto, como heredero del gobierno. Por otra parte está la indignación de Pizarro cuando escucha el bulo que se han levantado sus enemigos, y el deseo de que venga el Juez para que ponga fin a los odios entre castellanos. Al final de la escena el cronista habla del amor que Pizarro muestra a Herrada, y del gesto respetuoso que él tiene hacia el Gobernador. Un contraste claro entre la sinceridad de uno y la hipocresía del otro, en una aparente ceremonia amistosa. Y continúa el historiador al que seguimos:

 

“El Marqués, mostrándole más amor, le dijo: «No plega a Dios que yo haga tan gran crueldad». Juan de Herrada se quitó la gorra e se quiso ir, e ya que se iba, estaba allí un loco que se llamaba Valdesillo, y díjole al Marqués: «¿Cómo no le das de esas naranjas a Juan de Herrada?» Y el Marqués le respondió: «Por Dios que dices bien e yo no miraba en tanto». Y entonces el mesmo Marqués cortó con su mano media docena de naranjas del árbol, que eran las primeras que se daban en aquella tierra, e dióselas a Juan de Herrada” (Chupa: Cap. XXVIII).

 

Agustín de Zárate y Francisco López de Gomara eliminan del episodio la intervención del loco, y es el mismo Pizarro quien toma unas naranjas y se las da a Juan de Herrada, “que entonces por ser las primeras, se tenían en mucho, y le dijo al oído que viese de lo que tenía necesidad, que él lo proveería. Y Juan de Rada le besó por ello las manos”, y marchó donde le esperaba el resto de los conjurados.

 

Pizarro, dejándose llevar de su bondad y generosidad, ofrece los primeros frutos de su esfuerzo y de las tierras recién conquistadas por él y sus hombres. Herrada quiere todas las riquezas del Perú y parte a reunirse con los conjurados. Es significativo que el asesinato de Pizarro coincida con los primeros frutos obtenidos tras el esfuerzo del trabajo de su conquistador. Por otra parte, contrasta la postura conciliadora del Marqués con el cinismo del adversario. Mientras, los pizarristas adoptan un comportamiento muy diferente, valiéndose de su posición de vencedores se mofan continuamente de los vencidos. Cuenta el Inca Garcilaso, lib. III: Cap. VI, que una persona tan allegada al Gobernador, como era su secretario Antonio Picado, salió aquellos días montado en su jaca y se paseó por delante de la puerta del hijo de Almagro, mientras lucía “en la gorra una medalla de oro muy rica, esmaltada en ella una higa, con una letra que decía: “Para los de Chili.”, lo que indignó y encolerizó tanto a los almagristas, que fue un motivo más para que llenos de ira decidieran asesinar al Marqués, aunque algunos decidieron esperar la llegada del Comisionado, convencidos de que resolvería sus problemas.

 

Pizarro era un hombre de profunda religiosidad, encarnada en la devoción a la Virgen, aprendida en su ciudad natal desde niño, lo que le dio una gran fuerza moral en todo el proceso de la conquista. Así lo atestigua en su testamento, donde afirma, refiriéndose a la Madre de Dios: “Yo la he tenido por abogada y señora de todos mis hechos”. Pero también confiaba plenamente en su fortaleza física, a pesar de la edad. Era alto y seco de figura esbelta y atlética, de buen rostro cubierto de barba rala, con cabellos blancos, y cuerpo ágil y jovial, aunque escuálido y algo arqueado por las muchas hambres y fatigas que había pasado, dirá Raúl Porras, y tendríamos que añadir que por el paso de los años[6]. Como persona era muy animosa, valiente, hombre de palabra y de gran verdad, pero, a pesar de la evidencia, confiaba en que no tenía enemigos. No podía entender que su signo estuviera marcado por lo trágico y su muerte, próxima. Como en las grandes tragedias una señal astral apareció, que según la creencia indígena e incluso de los españoles vaticinaba un acontecimiento fatal. Cieza asegura que unos días antes del asesinato del Marqués estaba la luna llena y clara y declinó su color “á rubia sangre la mitad della, y la otra mitad negra, y mostraba lanzar de sí unas esponjas, todos de color de sangre, muchos hubo que lo vieron así como yo lo cuento”, dirá Cieza (Chupas: Cap. XXXI)[7].

 

Vaca de Castro no llegaba y corrían rumores de que había muerto. Los de Chile se hundieron en la desesperación, al no tener a quien recurrir para que les hiciera justicia del agravio en el que creían encontrarse. Humillados frecuentemente y pasando necesidad, deciden matar al Gobernador como única solución a sus problemas. Los cronistas consideran que hubo otras intentonas de asesinato anteriores a la fecha del crimen. La festividad del Corpus Christis de ese mismo año fue en un principio la elegida, pero tal vez consideraron un día poco adecuado, y decidieron que fuera el mismo día de San Juan, como asegura Gomara erróneamente que sucedió, y Cristóbal de Sotelo lo impidió, afirmando que no convenía hacer tal cosa por entonces hasta que no viniese el Juez, y si una vez que estuviera allí no hacía justicia recta o se inclinaba hacia el Conquistador, matarían a los dos. “El buen Marqués andaba tan descuidado de que le matasen los de Chili, como ellos ansiosos de matarle” (Inca Garcilaso, lib. III: Cap. VI).

 

Pasado el día de San Juan, Herrada habló con Almagro el Mozo y le dijo que tenía noticias del arribo de Vaca de Castro a las costas peruanas, pero que venía sobornado por los dineros que había mandado el Marqués a España, y sospechaba que Pizarro quería matarlos, por lo que habían determinado darle muerte, y de esta forma vengar el ajusticiamiento del Mariscal. Don Diego, el Mozo, era muy joven para tomar decisiones de tanto riesgo y trascendencia y se limitó a decirle “que antes que se determinase á nada, que pensase bien lo que había de hacer”. Herrada no dudó en convocar una asamblea e informar de la situación, que él suponía se había creado, a sus compañeros. Y decidieron matar al Marqués de la manera que fuese.

 

El licenciado Carvajal, que había escuchado los rumores de asesinato que corrían por la ciudad, llamó a Juan de Herrada y le dijo que se atuviese a las consecuencia si era cierto lo que se oía. Pero Herrada cínicamente le respondió que ellos no tenían ninguna intención de ser desleal al Marqués, pues esperaban la llegada del Comisionado, porque pensaban que haría justicia correctamente. Y el Licenciado, no fiándose, avisó al Gobernador para que estuviese acompañado y tomase las precauciones necesarias con los de Chile.

 

Los conspiradores solían reunirse en casa de Diego Almagro, el Mozo, bajo el pretexto de preparar la entrevista con el Comisionado real y demandarle justicia. Dirigían las reuniones Juan de Herrada y Juan Balsa, y la mayor parte de las veces las encaminaban a estudiar la manera de derrocar al Gobernador legítimamente instituido. Los almagristas vivían esparcidos por las diferentes ciudades del reino peruano, pero con la excusa de la llegada de Vaca de Castro se concentraron unos trescientos en Lima, para exponer al Juez sus quejas y demandas. Almagro, el Mozo, vivía en una casa que le había dejado el capitán Gerónimo de Aliaga, a ruegos de Gómez de Alvarado, sita en la esquina opuesta en diagonal a la de Pizarro en la plaza principal de la ciudad. El Marqués conocía todos esos conciliábulos que tenían sus adversarios y no hacía nada por impedirlos.

 

La noche antes del crimen, el sacerdote Alonso Enao dijo al secretario Picado: – “Mañana Domingo, quando el Marqués saliere a misa, tienen concertado los de Chile de matarlo, y a vos y a sus amigos”. Esto me ha dicho Francisco de Herrada en confesión para que os venga a avisar. Y Picado se lo contó al Gobernador, a lo que respondió: – “Ese clérigo, obispado quiere. Ya os e dicho, Picado, que su caueza guardará la mía” (Pizarro, 1571: Cap. XXVIII)[8]. Esta es la versión que da Pedro Pizarro de la fatídica noche anterior al crimen, muy distinta a la que ofrecen otros cronistas. Agustín de Zárate asegura que el citado clérigo fue donde estaba el Marqués cenando con sus hijos y su hermano, Francisco Martín de Alcántara, a quines contó lo que sabía acerca de su muerte. El Gobernador, que no podía creer lo que oía, pues Herrada le había asegurado que no pretendían matarle, se lo hizo saber a su secretario, Antonio Picado, y ambos con algunos indios, alumbrados con antorchas fueron a casa del alcalde mayor de Lima, Juan Velázquez, que se encontraba en cama y quien le tranquilizó asegurándole “que en tanto él tuviera aquella vara en la mano no se osaría revolver nadie en toda la tierra” (Zárate, lib. IV: Cap. VII). Luego convocaron a Francisco de Chaves[9] para determinar lo que debían hacer, y decidieron que Pizarro al día siguiente, que era domingo, no fuese a misa y la escuchara en su domicilio, bajo el pretexto de que estaba enfermo. Y por la tarde prenderían a Diego Almagro, el Mozo, a Juan de Herrada y Juan de Balsa, por ser los instigadores. Posteriormente cada uno marchó para su casa y el Marqués se fue más sosegado confiando en el buen hacer de su alcalde.

 

Los almagristas no sabían que decisión tomar, pues mientras unos consideraban que lo mejor era dar muerte al Marqués y terminar con aquella incertidumbre y el estado de pobreza en que se encontraban sumidos, otros preferían marcharse a sus pueblos y lugares de residencia y olvidarse de lo ocurrido hasta que viniese el Juez para que él decidiera. Algunos afirmaban que el Gobernador estaba al tanto de todo lo sucedido y tomaría represalias severas contra ellos. Herrada les dijo que trajeran las armas que tenían, y el tiempo decidiría lo que se debía hacer.

 

Juan de Herrada o Rada[10] era el jefe de los conspiradores. Se cree que nació en Badajoz, aunque otros le consideran oriundo de Navarra. En el 1541 tenía 51 años. Llegó al Perú con Pedro Alvarado en el 1534, tras una larga experiencia como conquistador, y pronto formó parte de las huestes de Diego Almagro, ocupando puestos de responsabilidad. El Manchego le concedió la tutoría de su hijo, que “ejerció con rigidez y lealtad”[11] y estuvo junto al Mariscal en la entrevista de Mala. Era silencioso y moderado, tenaz y resuelto, hombre de acción y de pocas palabras, de bastante ecuanimidad, incapaz de tratar con el enemigo ni de perdonar agravios. Carecía de simpatía, pero inspiraba respeto, los escritos de la época no reflejan ninguna tacha moral de su persona. Apasionado, sincero y algo utópico en sus aspiraciones de justicia. Arrojado y sereno son los calificativos que le da Raúl Porras, quien agrega: fue “el cabecilla de los de Chile que los llevó por caminos inflexibles, como mal político, pero como leal y valiente capitán” (Porras Barrenechea, 1978: 594).

 

Aquella noche pasaron un gran número de almagristas en la casa de don Diego, y a la maña siguiente, viendo que el Gobernador no venía a misa, como de costumbre, mandaron al cura vizcaíno para que se informara de lo sucedido. Aconteció que Pizarro había pedido un sacerdote para que dijera la misa en su casa, según lo acordado, y, cuando llegó, se ofreció él mismo. Entre burlas y veras el vizcaíno dijo al Marqués que estuviera atento porque le querían matar, pero él se lo tomo a bromas[12]. Los de Chile enviaron de nuevo a otros dos espías para que se informaran de cuanto sucedía, Juan Ortiz de Farate o Zárate, vecino de los Charcas, y Ramiro de Valdés[13], un truhán, dirá Pedro Pizarro. Así lo atestigua una cancioncilla que los almagristas entonaban ufanos de su triunfo, y que recoge el profesor peruano.

 

Orticico fue el espía, y Valdés

de este mal que hecho es

(Coello, 2001: 238)

 

Una vez que tuvieron conocimiento de lo sucedido, decidieron abandonar el aposento de don Diego de uno en uno, como si allí no hubiera pasado nada y negar toda evidencia si los preguntasen acerca de lo ocurrido. Pero el sino de las personas tiene mucha fuerza y aconteció que un tal Pedro de San Miguel, “de los Boçudos de Segovia”, cobarde y muy flaco, poco diestro en el manejo de las armas, abrió la puerta y salió a la plaza armado con una rodela embrazada, y dando voces dijo: – “Salid todos y vamos a matar al Marqués, y si no, yo diré como estauamos para ello”. Y, una vez que Juan de Herrada y los demás se vieron descubiertos de su estratagema, salieron tras de él un número determinado de hombres y se dirigieron a la casa del Gobernador[14].

 

Cieza de León da otra versión de los hechos. Afirma que el tal San Miguel entró exaltado en la casa de don Diego, donde estaban todos reunidos y dirigiéndose a Herrada que se encontraba en la cama, le dijo: – “¿Qué hacéis, que de aquí á dos horas nos han á todos de hacer cuartos?” Esto me ha dicho el tesorero Alonso Riquelme. Pero Cieza excusa al tesorero y considera que era una invención del exaltado; mientras Raúl Porras asegura que Riquelme inventó el bulo, pues era “repulsivo y díscolo”. Había estado al lado de Pizarro desde 1529 hasta su muerte y fue en todo momento su mala sombra, que finge amistad y siempre le traiciona. Fue el principal instigador de la muerte de Atahualpa y culpó al Conquistador de ella. Trató de dividir a los expedicionarios en Santa Elena y entregará al final a Picado a los almagristas para que lo maten[15].

 

Aquel domingo varios vecinos al salir de misa, al ver que el Gobernador no asistió, fueron a visitarle y luego se marcharon para sus domicilios. Serían las once o las doce de la mañana, según la opinión de diferentes cronistas de la época, aunque otros consideran que era la hora en que todos comían[16], cuando Juan de Herrada aconsejó a don Diego que se quedara en casa y tomó a sus doce mejores hombres: “Martín de Bilbao, Diego Méndez, Cristóbal de Sosa, Martín Carrillo, Arbolancha, Hinojeros, Narváez, San Millán, Porras, Velásquez, Francisco Núñez, y Gómez Pérez”, a los que armó con cotas, coracinas y alabardas, dos ballestas y un arcabuz (Inca Garcilaso, lib. III: Cap. VI)[17]. Salieron de la casa de don Diego Almagro, el Mozo, que estaba a la izquierda de la catedral, y siguieron toda la plaza al sesgo hasta el domicilio del Marqués, que se encontraba en el otro rincón de la plaza. Antes había dado orden a Pedro Picón, natural de Mérida, a Francisco de Chaves, capitán que fue de Almagro el Viejo, y a Marchena para que salieran a caballo a la plaza para tenerla segura[18]. Y a cara descubierta, con las espadas desnudas, cruzaron el recinto público, con el asombro de los que en él estaban sin que nadie hiciera nada por detenerlos. Mientras gritaban, según algunos historiadores, ¡Viva el Rey! ¡Mueran traidores!, aunque Gomara y Garcilaso aseguran que el grito fue “¡Muera el tirano traidor, que ha hecho matar al juez que el Emperador enviaba para su castigo!”[19]. Decían eso para que la gente se indignara contra el Marqués y no salieran a defenderlo. Al llegar a la casa del Gobernador, Herrada dejó a un compañero en la puerta de la calle para que cuando ellos entraran gritara que ya habían matado a Pizarro, y de esta manera acudieran todos los de Chile, que eran más de doscientos, en su ayuda, mientras él subía con los otros diez (Gomara: Cap. CXLIV).

 

Raúl Porras sigue a Cieza y considera que hubo entre veinte o treinta conjurados, casi todos hidalgos. Y cita a varios: Cristóbal de Sotelo, hombre tolerante; García Alvarado, impetuoso; Francisco de Chaves, el más decidido de los almagristas, primo del lugar teniente del Marqués de igual nombre[20]; Martín Carrillo y Francisco Peces, que serían elegidos alcaldes de Lima posteriormente; Juan Rodríguez Barragán, hombre de “mala lengua, enconado y vengativo”, que fue con anterioridad criado de Pizarro y presentó una lista de los delitos cometidos por diferentes pizarristas[21]. El profesor peruano presenta también un listado de gentes “desocupadas y turbulentas” de poco renombre, a los que califica de “rostros patibularios, malas trazas, torvos gestos”, entre los cuales estaban Santiago, el de la cuchillada, porque tenía una cicatriz que le cruzaba la nariz; Juan y Antón, hermanos de Almagro, pobres villanos; Ramírez, el Manco; Pedro de Porras; Francisco Coronado, el Alto; Juan Navarro, el de la Pedrada. Continúa con el grupo de los vizcaínos, “los más impetuosos y decididos”, tales como Alonso de Enriquez, antiguo médico del Mariscal; Bartolomé de Arbolancha; Jerónimo Zurbano, clérigo; Juan Balsa; Martín de Bilbao, al que considera el autor de la estocada mortal a Pizarro (Porras Barrenechea, 1978: 595).

 

El Gobernador se encontraba reunido con su hermano Francisco Martín de Alcántara, el doctor Juan Velázquez, el capitán Francisco de Chaves, el bachiller don Garcí Díaz Arias, obispo electo de Quito, el veedor García Salcedo, Juan Ortiz de Zárate[22], Alonso de Manjarre, don Gómez de Luna, el secretario Pedro López de Cáceres, Francisco de Ampuero[23], Diego Ortiz de Guzmán, el capitán Juan Pérez, Alonso Pérez de Esquivel, y otros muchos. En total unos cuarenta hombres en el domicilio, armados únicamente con capa y espada. Un paje del Marqués, Diego de Vargas, hijo de Gómez de Tordoya[24], que oyó las voces, salió a ver que sucedía y vio a los de Chile que venían cruzando la plaza con gran alboroto.

 

Diego de Vargas, asustado y tembloroso, volvió donde estaba el Gobernador y dando voces dijo: – “¡Armas, armas, que vienen a matar al Marqués! Y dirigiéndose a su amo exclamó: – “Señor: los de Chile vienen a matar a Vuestra Señoría”. Cuando el Gobernador lo oyó dijo a Francisco de Chaves, que era natural de Trujillo en la Extremadura española: – “Señor Chaves: cerrad esa puerta y guardádmela mientras me armo”. Pero el desleal trujillano, a quien el Marqués en su testamento de 1537 le había nombrado tutor de sus hijos y le asignaba el cargo de gobernador en la minoría de su vástago, en caso de su fallecimiento y ausencia de su hermano Gonzalo, abrió la puerta.

 

La casa del Marqués tenía dos patios, en el primero había una puerta estrecha y fuerte, que de haber echado el cerrojo, como dijo Pizarro a Chaves, no hubieran podido entrar en ella ni doscientos hombres que vinieran, afirma Cieza. El otro espacio abierto tenía una puerta, que si se hubieran puesto los que en el interior estaban tampoco hubieran conseguido entrar los amotinados. Las habitaciones estaban agrupadas alrededor de los patios. En el segundo se encontraban la sala, la cámara y la recámara del Gobernador. Al fondo había una huerta cercada con una tapia con puerta trasera.

 

Francisco de Chaves se encontraba en el corredor, delante de la puerta que acababa de abrir y allí se topó con los de Chile que venían subiendo las escaleras y les dijo: – “No a los amigos”[25]. Pero Juan de Herrada, que iba de los primeros, no le respondió y dio de ojo a los que venían detrás para que lo matasen y en medio de las escaleras cayó muerto con la cabeza seccionada y recibir múltiples estocadas, sin poder siquiera sacar la espada. Los demás huían despavoridos o se escondían debajo de las camas o en los armarios, al oír el griterío que traían. El doctor Juan Velázquez corrió hacia una puerta y de allí a una ventana que daba al río y con la vara de la justicia en la boca, para no llevarla en la mano y así se cumplieran sus palabras, saltó hacia la calle y corrió sin saber donde esconderse. Lo mismo hicieron otros muchos de tal forma que se quedaron el Marqués con su hermano Francisco Martín y los pajes Diego de Vargas o Tordoya y Cardona solos en la cámara. Pizarro entró a armarse en la recámara mientras los otros dos se pusieron a la puerta para impedir el paso de los amotinados. El Gobernador se colocó la coraza y cogió la espada ancha de la conquista a la que dijo: – “Vení acá vos, mi buena espada, compañera de mis trabajos” (Chupa: Cap. XXXI).

 

Puede que la escena que acabamos de describir sea propia de la imaginación del cronista, y que nunca existiera en la realidad, pues no la he encontrado entre los demás historiadores de la época. Cieza sabe que está narrando los hechos de un héroe y, como en los poemas épicos, crea la prosopopeya en la que el protagonista habla con seres inanimados íntimamente ligados a él. Pizarro adquiere de nuevo la grandiosidad del héroe, mientras casi todos huyen él se enfrenta al peligro, sin miedo ni alboroto, se desprende de una capilla larga de estar en casa, se pone la coraza y con amables palabras personifica a su espada. Es uno de los grandes momentos de su vida, que recuerdan la isla del Gallo y Cajamarca, no quiere que la fama conseguida se pierda en este trance crucial de enfrentarse a la muerte. Se ha transformado en el personaje heroico del que podríamos decir aquellas palabras con las que el poeta calificó al Cid: “El que en buena hora ciñó espada”.

 

Los amotinados entraron gritando: – ¡Muera el traidor! ¡Acabemos con él, que se termina el tiempo y puede que le vengan refuerzos! Y llegaron hasta la puerta donde estaba Francisco Martín de Alcántara y los pajes Cardona y Vargas, quienes luchaban denodadamente por defender la entrada. Ya estaban heridos don Gómez de Luna, Gonzalo Hernández de la Torre, Francisco de Vergara, Ortiz de Zárate, y Hurtado. El Gobernador desde dentro lleno de valor se dirigió a los amotinadores: – ¿Qué desvergüenza es ésta? ¿Por qué me queréis matar? Pero los asaltantes enfurecidos, llamándole traidor, pugnaban por entrar hasta donde estaba sin atender a razones. Con una coracina a medio abrochar salió a recibirlos gritando: – “A ellos, hermano, ¡mueran! que traidores son”. Y durante un tiempo se defendieron con coraje y valentía, “que aunque uenian bien armados y ellos no lo estauan, mataron a dos”. Pero en un lance abatieron a Francisco Martín de Alcántara y a los dos pajes, y el Gobernador se enardeció más al ver a su hermano y a los dos sirvientes muertos en el suelo. Y como si hubiera recobrado la fortaleza y el vigor de años juveniles los llamaba traidores y felones mientras se enfrentaba a la mayoría de los conjurados, sin mostrar flaqueza ni desánimo. Los de Chile cuando vieron que no podían rendirlo, a pesar de la diferencia de edad que los separaba, empujaron a Diego de Narváez para que el Marqués se entretuviera con él y mientras, los otros consiguieron entrar en el recinto. Martín de Bilbao aprovechó el momento para travesarle la garganta con su espada, y los demás descargaron todo el odio y rencor que guardaban sobre su cuerpo gravemente herido a base de estocadas y cuchilladas. Calló al suelo pidiendo confesión, asegura Pedro Pizarro, untó los dedos de su diestra en la sangre de sus heridas, hizo una cruz y la besó. Así expiró «el capitán que de descubrir reinos y conquistar provincias nunca se cansó», escribiría Cieza, nombrando a Cristo, nuestro Dios, y pidiendo confesión. El poeta contemporáneo lo refleja en el último terceto de su soneto con los siguientes versos:

 

Un imperio es tu alfombra. Y hombre luz

no te apagas: te vas sobre la Cruz

que haces tú con tu sangre traicionada.

(González del Valle: 76)

 

El fraile mercenario español ve una estrecha relación entre la cruz que hace el Héroe con su propia sangre y la que un día le concediera el emperador Carlos V al otorgarle el hábito de Santiago, que con tanta ilusión lució en los actos más solemnes, bordada sobre su pecho. Así en Amazonas en Indias pone en boca del nuevo gobernador, Vaca de Castro, las siguientes redondillas, para ensalzar al Conquistador.

 

La cruz que hizo en el postrero

curso de su heroica vida,

sacándola de la herida

que abrió el desleal acero,

autorizó la que al pecho

el Cesar Carlos le puso,

pues católico dispuso

en la conquista que ha hecho

el laurel para eterna grana;

que, en quien triunfo apetece,

más noble la cruz parece

de sangre, que la de grana.

(Tirso de Molina: vers. 1046-1057)

 

Cieza concluye con un extenso epitafio, que nos permite conocer detalles de la vida del Gobernador y no nos deja poner en duda la edad, fecha y hora de su fallecimiento.

 

Fue su muerte á hora de las once del día, á veinte é seis días del mes de Junio, año de nuestra reparación de mil é quinientos é cuarenta y un años; gobernó por él é por sus Tenientes, desde la villa de Plata hasta la ciudad de Cartago, que hay nuevecientas leguas y más; no fue casado, tuvo, en señoras de este reino, tres hijos y una hija; cuando murió había sesenta é tres años é dos meses (Chupas: Cap. XXXI)[26].

 

 

 

 

 

 

Bibliografía

 

ANÓNIMO (1537): La Conquista del Perú (Poema heroico de 1537). Edición, introducción y notas de Miguel Nieto Nuño. Institución Cultural “El Brocense”. Diputación de Cáceres. Cáceres. 1992. (Se cita el número romano de la estrofa).

ARIANSEN CÉSPEDES, Jaime (2011): El Diario de Inés Muñoz. El encuentro de dos mundos. Centro de Investigaciones Científicas de los Andes. Lima.

BUSTO DUTHURBURU, José Antonio del (1978): Francisco Pizarro. El Marqués Gobernador. Librería Studium S.A. Lima.

CIEZA DE LEÓN, Pedro (1881)[27]: Guerras civiles del Perú. Guerra de Chupas. Lib. II. C.I.C. Instituto “Gonzalo Fernández de Oviedo”. Madrid, 1985.

CILLÁN CILLÁN, F., ESTEBAN ORTEGA, J., RAMOS RUBIO, J. A. Y SAN MACARIO SÁNCHEZ, O. (2016): Los Pizarro Conquistadores y su Hacienda. Edta. Palacio de los Barrantes-Cervantes. Trujillo.

COELLO, Óscar (2001): Los inicios de la poesía castellana en el Perú. Fuentes, estudio crítico y textos. Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima, 2ª edición.

COROMINES I VIGNEAUX, Joan (1991-1997): Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Con la colaboración de José A. Pascual. Obra completa. Editorial Gredos. Madrid.

CÚNEO-VIDAL, Rómulo (1925): Vida del Conquistador del Perú Don Francisco Pizarro. Y de sus hermanos Hernando, Juan y Gonzalo Pizarro y Francisco Martín de Alcántara. Editorial Maucci. Barcelona.

FERNÁNDEZ O HERNÁNDEZ, EL PALENTINO, Diego (1571): Crónicas del Perú. Edición, prólogo y apéndices por Lucas de Torres. Biblioteca Hispánica. Madrid, Vol. I, 1913. Vol. II, 1914.

GONZÁLEZ DEL VALLE, Máximo (1998): Canto a Trujillo (Poesía-Historia-Imagen). Texto: T. Durán Gómez y J. A. Ramos Rubio. Fotografía: M. T. Pérez-Zubizarreta. Salamanca.

INCA GRACILAZO DE LA VEGA (1617): Historia general del Perú (Segunda parte de los Comentarios Reales. Córdoba. Edición digital (Lima, SCG, 2009).

INCA GRACILAZO DE LA VEGA (1617): Historia general del Perú. (Segunda parte de los Comentarios Reales). Edición Facsímil. Córdoba.

LOHMANN VILLENA, Guillermo (1986): “Testamento de 1537. Minuta del testamento del Marqués Piçarro / enmendada ¿1538? Testamento de 1539”, en Francisco Pizarro. Testimonio. Introducción de Francisco de Solano. Monumenta Hispano-indiana. V Centenario del descubrimiento de América. CSIC. Centro de estudios Históricos. Madrid.

LÓPEZ DE GOMARA, Francisco (1555, italiano y 1749, español): Historia General de las Indias y vida de Hernán Cortés. Espasa Calpe, Viaje de los Clásicos. Madrid. 1941.

NARANJO ALONSO, Clodoaldo (1983): Trujillo, sus hijos y monumentos. Espasa Calpe, S. A. Madrid.

PIZARRO, Pedro (1571): Relación del descubrimiento y conquista del Perú. Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima. 1978.

PORRAS BARRENECHEA, Raúl (1978): Pizarro. Editorial Pizarro S. A. Lima.

TIRSO DE MOLINA (Fray Gabriel Téllez) (1626-1629): Hazaña de los Pizarro: (tres comedias) Todo es dar en una cosa” (sobre Francisco Pizarro). Amazonas en las Indias (sobre Gonzalo). La lealtad contra la envidia (sobre Hernando). Edición y notas de Jesús Cañas Murillo.. Editora Regional de Extremadura. Mérida, 1993.

ZÁRATE, Agustín de (1555): Historia del descubrimiento y conquista de la provincia del Perú[28]. Biblioteca Peruana. T. II. Lima. 1968.

 

 

[1] En Quito, que está casi a trescientas leguas de la ciudad de los Reyes, permanece un tiempo.

[2] Zárate en el capítulo VII de su Historia del descubrimiento y conquista del Perú y Gomara en el capítulo CXLIV de su Historia general de las Indias mencionan también el día de San Juan.

[3] Algunos cronistas escriben García Díaz, que era el obispo electo de Quito.

[4] Gomara cambia la sintaxis de la frase, aunque el significado en ambas es el mismo. En la última frase escribe: “no quería traer guarda, porque no dijese Vaca de Castro que se armaba contra él”

[5] Cieza asegura que Juan de Herrada fue solo a la entrevista con Francisco Pizarro, mientras Gomara considera que iba acompañado por cuatro compañeros. Cuneo-Vidal, Cap. LI, admite que iba solo, como acepta la presencia del loco en la huerta, que el Marqués tenía para su distracción.

[6] Se han hecho varias descripciones de Francisco Pizarro, Entre otros, Gomara afirma que era “grosero, robusto, animoso, valiente y honrado; mas negligente en su salud y vida”. “No era franco ni escaso; no pregonaba lo que daba. Procuraba mucho por la hacienda del rey. Jugaba largo con todos, sin hacer diferencia entre buenos y ruines” (Gomara: Cap. CXLIV).

[7] El 28 de septiembre del 2015 se realizó un eclipse lunar de estas características, que tuve la oportunidad de ver. Al interponerse la tierra entre el sol y la luna se dispersa la luz azul y verde procedente de los rayos solares, y sólo pasan los rojos, de modo que la luna queda iluminada por la luz que refracta la atmósfera terrestre, por lo que toma un color rojizo y a veces negruzco. Es un hecho natural y hoy no se le da mayor importancia, aunque es algo espectacular. Pero en aquella época, al no encontrarle explicación, se consideraba un signo de mal augurio. En los poemas épicos los presagios astrales tienen gran importancia, e incluso algunos escritores actuales siguen utilizándolo en sus novelas, porque persiste en el pensamiento popular. Sánchez Ferlosio, en el Jarama, antes de que muera la chica ahogada en el río, describe una gran luna llena muy luminosa.

[8] Cieza de León afirma que Cristóbal de Sotelo fue el que detuvo la realización del crimen dando la explicación expuesta. Vid. Chupas: Cap. XXIX.

[9] Aquí se refiere a Francisco de Chaves, el favorito de Francisco Pizarro, natural de Trujillo en Extremadura. Raúl Porras cree que llegó al Perú en el 1536, aunque es posibilidad de que hubiera estado en la captura de Atahualpa, en Cajamarca. El Gobernador lo favoreció muy pronto, y el 12 de noviembre de 1536 le concede la encomienda del cacique Lurigancho, y en enero del 1537, un solar en Lima, de cuya ciudad fue teniente de gobernador en ausencia de Pizarro del 1538 al 1540. Le vuelve a donar otra encomienda en el 1538 y ese mismo año se casa con la acaudalada viuda de Martín Estete, doña María de Escobar. Pizarro le nombró tutor de sus hijos en el testamento del 1537. Zárate asegura que era el hombre más principal en el Perú después del Marqués. De igual opinión fue Lohmann.

[10] Predomina en la mayoría de los cronistas el apellido Rada, aunque nosotros hemos tomado el de Herrada, que utilizan otros muchos. Incluso algunos lo denominan Herrera.

[11] Almagro encargó en su testamento la tutoría de su hijo a Diego de Alvarado hasta que llegara a la mayoría de edad y se hiciera cargo de la gobernación de Nueva Toledo, pero al marchar Alvarado a España se hizo cargo del joven Juan de Rada o de Herrada.

[12] Este clérigo vizcaíno, después del asesinato de Pizarro, salió por la costa peruana a caballo con una cota de mallas sobre la sotana y un puñal a la cintura, proclamando la muerte del Marqués. En la revolución de Gonzalo tomó partido por el Rey.

[13] Valdés fue a la casa de Almagro tan pronto terminó la misa el cura vizcaíno. Raúl Porras cree que las rivalidades regionales españolas se pusieron de manifiesto en el asesinato del Gobernador, pues la mayoría de los que intervinieron en los momentos claves eran vizcaínos. Sin embargo, considero que es excesivo establecer este juicio a mi modo de ver con poco fundamento.

[14] Vid. Pizarro, 1571: Cap. XXVIII.

[15] Vid. Porras Barrenechea, 1978: 601.

[16] Zárate, lib. IV: Cap. XVII, piensa que sería entre las doce y la una del mediodía, puesto que la gente estaba sosegada en sus casas y los criados del Marqués se habían ido a comer. Y admite el mismo número de participantes en el crimen y el mismo grito que Gomara y Garcilaso.

[17] No se ponen de acuerdo los diferentes cronistas en el número de asaltantes que fueron al domicilio del Gobernador. López de Gomara, Cap. CXLIV, dice que fueron once, elegidos por Juan de Rada, porque no cita a Gómez Pérez. El Inca Garcilaso, que toma los nombres de Gomara, completa el número. Cuneo-Vidal, Cap. LI, admite los mismos nombres que Garcilaso y da poca información novedosa al proceso del ajusticiamiento. Pedro Pizarro habla de quince o dieciséis los asaltantes. Cieza de León aumenta el número a veinte o treinta, y Raúl Porras mantiene el mismo número de participantes directamente en el crimen que el anterior. Algunos de los que cita Cieza son: Baltasar Gómez, Diego de Hoces, Juan Guzmán, Juan Sajo, natural de Navarra; Francisco Núñez, de Granada; Juan Rodríguez Barragán, natural de los Santos; Porras, de Ciudad Rodrigo; Jerónimo de Almagro; Bartolomé de Inciso; etc.

[18] Mendiburu, T. II, asegura que Francisco de Chaves, el Almagrista, participó en la preparación del asesinato del Gobernador, pero no intervino directamente porque se quedó al cuidado de Diego Almagro, el Mozo.

[19] López de Gomara afirma que el crimen se cometió el día de San Juan. Los asaltantes se dirigieron a la casa de Pizarro vociferando “Muera el tirano, muera el traidor, que ha hecho matar a Vaca de Castro” (Gomara: Cap. CXLIV).

[20] Esta parentela entre los dos Chaves, el almagristas y el pizarrista, lo atestigua el Inca Garcilaso, lib. II: Cap. XXXVI, donde al referirse al primero asegura que “era primo hermano de otro de su nombre, íntimo amigo del Marqués”.

[21] Se cree que este tal Barragán, antiguo criado de Pizarro, cuando éste estaba gravemente herido pidiendo confesión, le dio un gran golpe en la cabeza con una alcarraza de plata que contenía agua. La ingratitud se puso de manifiesto en este personaje vil que mordió la mano de quien en tiempos le dio de comer.

[22] Algunos cronistas consideran que Ortiz de Zárate fue el que avisó a los almagristas de que el doctor Velázquez quería matarlos por orden del Marqués, pero Cieza considera que era un bulo del pueblo y que no hubo tal mensaje, pues él también fue herido en el asalto a la casa del Gobernador. Raúl Porras afirma que era el espía que estaba en la casa de Pizarro la mañana del crimen e informaba a los de Chile de lo que allí sucedía, luego fue gobernador de Río de la Plata.

[23] Pizarro casó a su criado Ampuero con doña Inés, la madre de los dos hijos mayores del Conquistador, que luego se convertiría en un personaje importante de la política local. Por entonces ya se había celebrado dicho matrimonio, pues se piensa que fue a finales del 1538 o principios del 39, antes de que naciera el primer hijo de las nuevas relaciones del Marqués con doña Angelina.

[24] Pedro Pizarro afirma que el paje se llamaba Tordoya sin aclarar más. Mientas que Cieza cree que el grito de Diego de Vargas fue: ¡Armas, armas, que los de Chile vienen a matar a mi Señor!

[25] Pedro Pizarro pone tan solo esas palabras en boca de Chaves, pero Cieza asegura que Chaves al verlos venir dijo: “¿Señores qué es esto? No se entiendan conmigo en enojo que traéis con el Marqués que yo siempre fui amigo”. Arbolancha le dio una estocada mortal, que luego el capitán Francisco de Chaves cayó dando arcadas con las ansias de la muerte, y fue rodando hasta el patio (Chupas: Cap. XXXI). Garcilaso asegura que Chaves entendió que sería alguna pendencia entre soldados y salió a apaciguarla, cuando subían los amotinados las escaleras. Y turbado, al verlos, preguntó: “¿Qué es lo que mandan vuesas mercedes?”. Recibió por respuesta una estocada, luego otro le cortó la cabeza y rodó el cuerpo las escaleras abajo (Gomara, Cap. CXLIV) y (Inca Garcilaso, lib. III: Cap. VII).

[26] López de Gomara describe así la muerte del Marqués: Cunando terminó de armarse Pizarro ya habían muerto los dos pajes y sólo quedaba en la lucha Francisco Martín de Alcántara, al que dijo: “¡A ellos, hermano; que nosotros bastamos para estos traidores!”. Cayó luego Francisco Martín, y Pizarro esgrimía la espada tan diestro, que ninguno se acercaba, por valiente que fuese. “Rempujó Rada a Narváez, en que se ocupase. Embarazado Pizarro en matar aquél, cargaron todos en él y retrujéronlo a la cámara, donde cayó de una estocada que por la garganta le dieron. Murió pidiendo confesión y haciendo la cruz, sin que nadie dijese «Dios te perdone», a 24 de junio, año de 1541” (Gomara: Cap. CXLIV). Como se puede comprobar Gomara adelanta en dos días la muerte del Marqués, sin citar la hora en que sucedió.

[27] Este libro estuvo perdido desde el siglo XVI que lo escribió Cieza y se publica por primera vez en el año 1881, conforme al manuscrito propiedad de los señores Marqués de Fuensanta del Valle y D. José Sancho Rayón, colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, T. LXXVI. Madrid.

[28] El autor prolonga el título del libro con lo siguiente: “… y de las guerras y cosas señaladas en ellas, acaecidas hasta el vencimiento de Gonzalo Pizarro y de sus secuaces, que en ella se rebelaron contra S M, el rey Felipe II”. Nosotros hemos preferido acortarlo porque así aparece en otros lugares.

El contenido de las páginas de esta web está protegido.