Dic 252013
 

Antonio Hidalgo Mateos.

Introducción

Cuando el hombre explota la naturaleza extrayendo la biomasa para satisfacer sus necesidades alimentarias, energéticas, de vestimenta, hogar, etcétera, desvía parte de los excedentes de la biomasa en su propio beneficio, impidiendo un aumento de la complejidad natural. Los sistemas poco complejos, como los pastizales y cultivos, proporcionan mayores cantidades de excedentes que son fácilmente transformables en alimento sin que por ello se produzcan grandes cambios en su estructura, ya que están adaptados a que, periódicamente, se extraiga parte de su biomasa.

Las sociedades, a través de la historia, han simplificado los ecosistemas naturales invirtiendo el proceso natural de recambio sucesional. Por medio de la simplificación se obtienen recursos más productivos, pero ello suele llevar implícita una pérdida de la estabilidad y de los valores que son naturales y que caracterizan a los ecosistemas poco alterados. Esta situación de alta rentabilidad es inestable y su mantenimiento continuado requiere de un cierto control por parte del hombre por medio de roturaciones, laboreo, fertilización, eliminación de malas hierbas, incendios, etcétera, todo con el fin de frenar la tendencia natural de cambio de los ecosistemas hacia situaciones de mayor complejidad.

Para explicar la sobreexplotación de los sistemas naturales hay que tener en cuenta dos factores fundamentales que van a determinar la intensidad de las modificaciones: el crecimiento de la población y la capacidad de actuación que sobre el medio puede efectuar el hombre en relación a los medios tecnológicos disponibles. El crecimiento de la población es la principal fuerza de presión sobre el uso del suelo, determinando la conversión de extensas áreas forestales en cultivos y pastos para la producción de alimentos. Por otro lado, la introducción de nuevas tecnologías incide en el establecimiento de sistemas cada vez más eficientes de control y manipulación del paisaje, ya que los medios de actuación sobre la naturaleza han variado sustancialmente a lo largo de la historia. Pero, con el tiempo, el aumento progresivo de la capacidad de transformar la naturaleza ha puesto a disposición del hombre mayores cantidades de recursos, lo que ha desencadenado tanto el crecimiento demográfico como la modificación a gran escala de la naturaleza.

Hasta mediados del siglo pasado, las únicas fuentes de energía de las que dispuso el hombre fueron el agua, el viento, la gravedad y la muscular, limitando en gran medida la capacidad para actuar sobre los ecosistemas, siendo el fuego el principal agente de deforestación. Entre las causas de la deforestación habría que incluir la demanda de suelos para establecer agrícolamente a una población cada vez mayor, a los privilegios mantenidos por los ganaderos trashumantes a través de la Mesta, así como a la presión que el abasto de leña para usos domésticos, pese a ser escasa en la mayoría de los pueblos, ejerce, cuando es desmedida, sobre el entorno natural.

La transformación de los ecosistemas naturales los aleja cada vez más de sus características naturales. Desde el bosque, que permite casi exclusivamente actividades de caza o recolección, se va pasando progresivamente a formaciones cada vez más abiertas con capacidad para sostener un sistema ganadero. Pero, en el proceso de simplificación del entorno natural, hay situaciones intermedias que representan un compromiso entre la explotación  y la conservación de la naturaleza, esto es, sistemas en los que se complementan elementos  propios de la madurez (árboles y arbustos) con otros de mayor simplicidad (pastizales, cultivos, animales domésticos) que representan los componentes productivos del sistema. Así, van a coexistir vestigios del ecosistema original, con una matriz formada fundamentalmente por comunidades seminaturales favorecidas por el hombre. En tal entorno, aparecen unas relaciones de alta dependencia que se van a traducir en el desarrollo y mantenimiento de la estabilidad, así como de la persistencia del conjunto, compatibilizando la supervivencia de elementos del bosque con un uso sostenido de los recursos.

Tal es el caso de las formaciones adehesadas, ya que, si en su origen pudieron estar relacionadas con procesos naturales, el hombre ha sido, en gran medida, el responsable de la creación y extensión de este tipo de paisajes. La reticularización de estos entornos en grandes áreas fue el resultado de la progresiva acomodación a lo largo de los siglos entre la actividad tradicional continuada del hombre y los elementos naturales. La acción humana ha contribuido a ello con procesos de selección, tanto directamente como a través del ganado, así como con la creación de estructuras en el paisaje que han condicionado en gran medida su evolución futura (muros, edificaciones, abrevaderos, puntos de sal, etcétera), pero en la dehesa se nos presenta la forma más característica dentro de la Península Ibérica de una actuación respetuosa del hombre  sobre la naturaleza. Este es mi postulado de partida, el análisis de la configuración del entorno adehesado en Talayuela a través de los datos de las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada y la influencia entre los distintos medios naturales resultantes de la actuación del hombre.

 

Elementos estructurales y funcionales de la dehesa en Talayuela

Para definir la dehesa hemos de partir de la sucinta definición dada por González Bernáldez, según el cual, «originalmente representó una reserva o porción segregada del régimen común de pastos, que se cercaba y defendía para uso de un propietario, para mantener el ganado de labor (dehesas boyales) o para reservar pastos para los ganados que iban extremos». Esta definición propone un determinado tipo de utilización ganadero extensiva –que no la única– pudiendo abarcar situaciones con o sin arbolado.

En nuestro caso vamos a considerar el término dehesa para aquel supuesto en el que se va a desarrollar un único sistema agrosilvopastoril, esto es, de uso múltiple, que presenta un paisaje heterogéneo donde va a destacar la existencia de un arbolado disperso, principalmente de las especies del género Quercus. Como sistema de explotación diversificado, la dehesa se fundamenta en el aprovechamiento de tres fuentes principales de producción primaria y que se engarzan de una forma bastante compleja entre sí: monte, labor y pasto.

En 1751, la villa de Talayuela, a tenor de los datos extraídos de las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada[1], ocupaba una extensión de cinco leguas[2] de levante a poniente y cuatro leguas de norte a sur, con la forma que se puede apreciar en el Mapa I. Limitaba por levante con tierras del término pertenecientes a la jurisdicción de Oropesa, así como con el partido de Ávila, mientras que por poniente lindaba con el término de Casatejada; por el norte con el río Tiétar, y por el sur con las heredades de Navalmoral de la Mata.

Con una superficie total de 43.962 fanegas, aproximadamente unas 26.377 hectáreas, estaba conformada por once unidades diferentes, de las cuales seis eran dehesas propiamente dichas, con una superficie en conjunto de 33.932 fanegas, otras tres baldíos con dedicación a pastos, que bien podemos considerarlos adehesados, con una superficie de 7.500 fanegas, así como un ejido de 1.200 y, por último, la dehesa boyal de 1.330 fanegas; de ello se desprende que, respecto a la superficie total antes citada, el territorio adehesado representa un 77%, frente al 17% del baldío dedicado a pastizal, así como el 3% del ejido y de la dehesa Boyal, con lo que tendríamos un 97% del territorio disponible ocupado por dehesas.

Las 33.932 fanegas de territorio adehesado se dividen en seis dehesas que varían en su superficie, desde las 700 fanegas de la dehesa Barquilla a las 19.682 de la dehesa de San Benito Roblealto, pasando por las 4.000 de la dehesa de Seminejo, las 1.100 de la Dehesilla de los Gallegos, las 4.100 de la dehesa de Zentenillo o las 4.350 fanegas de la dehesa de las Lanas. Por otro lado, también nos encontramos con una superficie de unas 7.500 fanegas de tierra registradas como baldíos de pasto y bellota, superficie dividida en tres unidades de extensión variable, tal es el caso de baldío de Miramontes con una superficie de 5.500 fanegas, las 1.200 del baldío del Turuñuelo o las 800 de baldío de Valdiguelo. Finalmente se nos describen, por un lado el Ejido, con una superficie de  1.200 fanegas y, por otro, la Dehesa Boyal, con una superficie de 1.330 fanegas de extensión (ver Mapas II y III).

Una vez definidas a grandes rasgos las diferentes dehesas y su extensión, es del todo indispensable pasar a analizar de una forma más pormenorizada la dedicación que se le dan a las tierras así como la calidad de cada una de las unidades productivas que van a configurar el paisaje de Talayuela y que nos servirán para definir, en el caso de que se diera, la racionalidad ecológica en la producción de una dehesa, determinando las relaciones de la comunidad con respecto al medio natural.

 

 

El monte

El monte representa el sistema más maduro, en alguno de los casos son los restos del bosque original. Por norma general se encuentra asociado a las zonas más altas y escarpadas, allí donde el acceso es más difícil a los ganados, o bien donde los suelos son más pobres, alcanzando su mayor desarrollo en sierras, crestones, rañas y zonas elevadas de la ladera. Estas formaciones leñosas en los territorios van a cumplir una doble función: por un lado aminoran los procesos erosivos del suelo y, por otro, actúan como elementos de captación de nutrientes desde las zonas más profundas del subsuelo. Estas áreas, por lo común, dentro de las dehesas no suelen presentar estructura de bosque, tal y como concebimos éste, sino que en la mayoría de los casos suele venir asociado como formaciones arbustivas; ello hace que, en aquellos lugares de suelos erosionables o mal drenados den lugar a manchas de monte mediterráneo de gran diversidad arbustiva (carrascas, madroños, brezos).

En algunos casos, este tipo de matorral se asocia a determinados ciclos de mantenimiento de los pastos, como las roturaciones itinerantes, aunque no sea el caso de Talayuela, ya que no se hace ninguna mención a tal respecto en el interrogatorio. De lo que sí, efectivamente, se hace eco la documentación del Catastro, es de la existencia de un área de pinares bastante extenso, sobre todo si tenemos en cuenta que el sistema de producción predominante en todo el término es el dependiente de las dehesas. Es por esta razón que, en la esquematización del presente trabajo he querido diferenciar de manera clara el área de bosque de aquella de arbolado en la que trataré sobre el papel principal de la encina en el complejo, a la par que completo, mundo de la dehesa.

Así pues, comentaba la existencia de un área de pinar (Mapa IV) con una extensión de unas 523 fanegas, lo que representa un 1% de la extensión del territorio. Independientemente de la configuración de la propiedad de los mismos, la mayoría de ellos son propios de la ciudad de Plasencia, se encuentran repartidos en cuatro lugares diferentes, pero todos ellos conforman un extenso área con cierta uniformidad, así en la dehesa Barquilla hay 33 fanegas, y junto a ella, más a poniente, están las 250 de la dehesa Zentenillo, que, junto a las 40 fanegas de la dehesa de las Lanas, algo más a norte, conforman una de las áreas de distribución del pinar que viene a ser delimitado en el norte por el río Tiétar; la otra área se encuentra como a dos leguas hacia el sur, se trata del baldío del Turuñuelo que tienen unas 200 fanegas de pinares; tanto unos como otros ocupan siempre tierras de primera calidad.

Cultivos

Los cultivos pueden llegar a ser las zonas más intervenidas por el hombre, aunque en este caso no llegan a representar, con 714 fanegas destinadas al mismo, más que el 2% del total de la tierra. Son predominantemente de secano y se seleccionan para ello los mejores suelos: fondos de valle y áreas aluviales. La capacidad agrícola de estos suelos varía desde las tierras de prado, que no se llegan a labrar y que dan fruto anualmente, pasando por las de primera calidad que son cultivadas cada año, las de segunda calidad que se cultivan cada dos años o las de tercera, que se cultivan cada tres o cuatro años, si es que no son destinadas a pastos. El cultivo principal es el de los cereales, trigo y cebada, aunque en corta proporción también el mijo, los garbanzos, así como hierbas forrajeras (heno fundamentalmente) y centeno, principalmente en terrenos desmontados de matorral, con lo que se intenta aprovechar la fertilidad aportada por la mineralización de la materia orgánica, y que será consumido de manera directa por el propio ganado. Por otro lado, en las zonas de regadío siembran hortalizas y frutales con una productividad anual.

En Talayuela se distribuyen en un área próxima a la localidad, y nunca llegan a estar a más de dos leguas del área de habitación humana (Mapa V). Corresponde el 25% del área de labor, esto es 182 fanegas, a las tierras de 1ª calidad; el 10% del área cultivada, unas 73 fanegas, es de 2ª calidad, mientras que el 57% de la superficie, unas 400 fanegas, es de 3ª calidad que por tener mayor beneficio de estiércol se sembraban anualmente de forraje; sólo un 8%, unas 59 fanegas, corresponden a tierras de regadío que estaban dedicadas a hortalizas y frutales de mayor calidad, incluyendo en las mismas ciertos prados de heno en tierras de 1ª calidad que producían con una periodicidad anual sin necesidad de sembrar (Gráfico I). Hay que destacar, como se puede apreciar en el mapa adjunto, que la distribución de las tierras de regadío van a estar próximas al cauce del río Tiétar, algo más al norte.

 

Los pastizales

En una situación intermedia entre el área de bosque y los cultivos se encuentran los pastizales, aunque no por ello dejan de ser el recurso más importante de la dehesa. El espacio destinado en Talayuela  a pasto y bellota, como así aparece anotado, ocupa unas 35.131 fanegas, esto equivale al 80% de las 43.962 que ocupa el término de Talayuela. Estas 35.131 fanegas se dividen a su vez en tres categorías diferentes, en función de la calidad de su tierra, de tal forma que las de 1ª calidad ocupan el 15% del total de las tierras de pasto, esto es unas 5.149 fanegas; el pasto de 2ª calidad, con 16.609 fanegas, representa un 47% del pastizal; y, por último, están los pastizales de 3ª calidad que con 13.373 fanegas ocupan el 38% del mencionado espacio (Mapa VI).

Bajo las cifras anteriores se engloban una gran variedad de comunidades herbáceas en directa relación con la mayor o menor calidad de los suelos, la fertilidad de los mismos, así como de la disponibilidad de los recursos hídricos. Es por ello que nos encontremos que en las zonas más pobres, las tierras de 3ª calidad, se establecen los pastizales de efímeras o posíos, que suelen ocupar, por regla general, la mayor superficie de la dehesa, variando mucho su productividad de unos años a otros en función de la meteorología. En las tierras de 2ª calidad están las majadas, esto es, los pastizales por excelencia de la dehesa; conforman un modelo ejemplar de las interacciones que se establecen entre la vegetación herbácea y los herbívoros domésticos (sobre todo ovejas), situándose en zonas de querencia del ganado, así como en las proximidades de los pueblos, y se caracterizan por el hecho de que reciben el aporte continuado de la fertilidad de las deyecciones de los ganados cuando se da una fuerte presión del pastoreo. Por último, en las tierras de 1ª calidad están los vallincares, zonas fértiles y húmedas caracterizadas por los valores más altos de producción; en Talayuela aparecen gestionados como prados de siega, henificándose y ensilándose como reserva para épocas desfavorables. Una variable de los vallincares la constituyen los denominados bonales, cuando a los anteriores se les somete a encharcamiento temporal en superficie, principalmente en las zonas más húmedas como los fondos de los valles, vaguadas o navas, configurándose como prados semiagostantes.

 

El arbolado

Una descripción profunda de los elementos de la dehesa no puede ser completa si no se considerara el arbolado que caracteriza el paisaje. El arbolado desempeña un papel primordial dentro del sistema, tanto por ser una buena fuente de recursos alimentarios como por su importancia en el mantenimiento de la estabilidad y productividad de todo el conjunto de la dehesa. La especie autóctona por antonomasia de la dehesa es la encina de bellotas dulces, pero en menor medida suelen aparecer en estos ecosistemas enebros, coscojas y alcornoques; en el caso de Talayuela documentamos, tanto por la respuesta seis,[3] «Si hay algún Plantío de Árboles en las Tierras que han declarado, como Frutales, Moreras, Olivos, Higueras, Almendros, Parras, Algarrobos, etc. A la pregunta seis dijeron: que en el término de esta villa hay como veinte y siete olivos de corta consideración, veinte y nueve de higueras y once morales; monte de encina, algún alcornoque, tres pedazos de pinar y no otros algunos, y responden«, como la siete[4], «En quáles Tierras están plantados los Árboles que declaren. A la pregunta siete dijeron: que los árboles que llevan expresados están plantados en la tierra de primera, segunda y tercera calidad, y las encinas, alcornoques y pinares en el monte, ejido, baldíos y dehesas, y responden«, la existencia de encinas y alcornoques, así como pinares, morales e higueras, estos últimos en menor consideración y asociados a áreas próximas al núcleo habitado así como en los márgenes de las piezas de tierra (huertas en mayor medida).

El arbolado cumple en la dehesa una función muy importante y diversa. Por un lado es el responsable de la creación de unas características edáficas propias; el potente sistema radical actúa como una impresionante bomba capaz de extraer de zonas muy profundas agua y nutrientes, haciendo que éstos se encuentren disponibles a través de la degradación de la hojarasca. Se debe considerar a los árboles, encinas principalmente, como auténticas islas de fertilidad en las cuales, bajo la frondosa copa de las mismas se acumulan grandes cantidades de materia orgánica, fósforo, potasio y nitrógeno.

Los encinares son, igualmente, los responsables de la creación de ambientes microclimáticos contrastados: por un lado modifican el régimen de radiación gracias a la sombra originada por su copa, por otro amortiguan las oscilaciones térmicas, factor de enorme importancia en las estaciones más desfavorables de Extremadura: el duro invierno y el tórrido verano; también son los responsables de la disminución de la velocidad del viento, así como de influir y alterar el régimen de distribución de las precipitaciones; son un importante elemento en la lucha contra la erosión y degradación de los suelos puesto que, debido a la gran envergadura de la copa, atenúan la fuerza del impacto de las gotas de lluvia al chocar previamente contra las hojas antes de impactar contra el suelo. El ambiente creado por el microclima de las dehesas no sólo va a influir en las características del sistema sino que, también, influye sobre el comportamiento de los animales silvestres y domésticos, encontrando en las mismas cobijo frente a las condiciones climáticas extremas, condicionando, de igual manera, sus desplazamientos y actividades. Ello tuvo que suponer una importante repercusión en todo lo referente a la gestión de las explotaciones agroganaderas del XVIII.

 

Los recursos económicos de la dehesa en Talayuela

Una de las esencias de la dehesa es la compleja estructura espacial que la define, creando un amplio abanico de recursos potencialmente utilizables, factor fundamental en determinadas situaciones ambientales, muy variables en el tiempo y en el espacio. Aunque la gestión de una dehesa va dirigida fundamentalmente hacia el aprovechamiento ganadero, hay otros muchos productos, como los procedentes del matorral y del arbolado, que representaron uno de los pilares básicos de la economía de la dehesa tanto en el siglo XVIII como en épocas precedentes; de ellos se aprovechaba la leña y sus derivados, el carbón vegetal en mayor medida, así como otros productos más variados como el corcho, la miel, el polen, la cera o los taninos.

La producción de leña se destina, principalmente a su transformación en carbón vegetal; así, podemos documentar en la dehesa de San Benito Roblealto (Mapa IV) unos ingresos anuales de 10.352 reales procedentes de una fábrica de carbón, carboneras (denominadas en algunos lugares boliches) conformadas por grandes túmulos de leña (de 5.000 a 70.000 kg.) cubiertos por una capa de tierra que permitía realizar una combustión incompleta. De estas carboneras obtenían, y aún hoy día lo siguen haciendo aunque utilizando métodos más modernos, distintos tipos de carbón vegetal: carbonilla[5], cisco, picón, etcétera, productos todos ellos destinados a abastecer el mercado doméstico local. Paralelamente, en esta misma dehesa de San Benito Roblealto se obtienen ingresos por otros conceptos; el total de los ingresos de la dehesa de San Benito Roblealto asciende a 99.202 reales, de los que 45.000 reales corresponden al pasto, otros 32.000 reales a la bellota, 1.700 reales por la Alcabala de la Feria que se celebra en ella el día de San Marcos, así como los ya mencionados 10.352 reales de la fabricación de carbón vegetal, los 100 reales de la corcha o los 150 reales de la leña seca. Destacar que los 100 reales procedentes de la venta de la corcha, casi con total seguridad, irían destinados a la fabricación de colmenas, a tenor de los datos obtenidos tras el análisis de la pregunta número once del Catastro de Ensenada, «Qué especies de Frutos se cogen en el Término[6]«. En ella se nos da cuenta de que uno de los frutos que se producen en las dehesas de Talayuela es la miel, siempre asociado a la existencia diseminadas colmenas en estos extensos encinares que llegaron a ocupar el 80% del total del territorio.

 

El gran recurso de la dehesa es, sin duda alguna, el pasto, ya sea en su forma de tapiz herbáceo (suelo) o bien por otros productos derivados del estrato arbóreo y arbustivo, bellota y ramón principalmente (vuelo). El pastizal presenta una importancia muy variable ya que la existencia de comunidades muy heterogéneas, asociadas a las diferentes potencialidades productivas del suelo, van a condicionar el establecimiento de una especie de mosaico variado de productividad con tres categorías diferentes, de tal forma que las de 1ª calidad, en los vallincares más ricos, ocupan el 15% del total de la tierras de pasto, esto es, unas 5.149 fanegas; el pasto de 2ª calidad, en los majadales, con 16.609 fanegas, representa un 47% del pastizal; y, por último, están los pastizales de 3ª calidad, los más pobres pastizales de efímeras, que con 13.373 fanegas ocupan el 38% del mencionado espacio.

Se puede apreciar de manera clara como, en función de las diferentes calidades de pasto arriba mencionadas, es bastante fácil sacar un gráfico con la productividad de cada fanega de pasto (Gráfico II); para ello hemos utilizado las variables de la renta obtenida por los pastos, tal y como nos indica el interrogatorio, desglosándola de la obtenida por la montanera y comparándola, a la vez, con la extensión de cada una de las unidades productivas. Analizando la serie obtenida para la productividad por fanega de pasto, hemos creado cuatro grupos; el primero de ellos está compuesto por aquellas propiedades que rentan menos de 1 real por fanega de pasto, y lo forman la dehesa Barquilla con 0,71 reales, la dehesa de Seminejo con 1 real, el baldío del Turuñuelo con 0,83 reales, así como el baldío de Valdiguelo con 0,94 reales; un segundo grupo lo forman aquellas propiedades que por cada fanega de pasto, obtienen unos ingresos que varían entre 1 y 2 reales, entre los que tenemos, la Dehesilla de los Gallegos con 1,82 reales, el baldío de Miramontes con 1,45 reales y la dehesa de Zentenillo, con 1,46 reales; el tercer grupo está conformado por las tierras cuyos pastos vale entre 2 y 3 reales por fanega, estando constituido únicamente por la dehesa de San Benito Roblealto con 2,29 reales; finalmente el cuarto grupo lo conforman aquellos pastos cuyo valor por fanega supera los 3 reales, valor que sólo lo llegan a alcanzar los pastos de la Dehesa de las Lanas con 3,45 reales la fanega (Mapa VI).

A grandes rasgos podemos deducir que el 16% del espacio dedicado a pastizales, unas 6.700 fanegas, está ocupado por dos dehesas y dos baldíos, y las cuatro forman parte del 1er grupo definido; al 2º grupo le corresponden el 26% del espacio dedicado a pastizal, que con 10.700 fanegas está constituido por dos dehesas y un baldío; el 48% que corresponde a los pastos incluidos en el 3er grupo son de una sola dehesa que ocupa unas 19.682 fanegas; por último, el 4º grupo, con 4.350 fanegas, representa el 10% del pastizal y corresponde, al igual que en el caso anterior, a una sola dehesa.

Pero si en la dehesa es importante la cantidad y calidad de los pastos, no menos lo es cuándo está disponible su producto: el pasto. La totalidad de las especies germinan en otoño, a favor de las primeras lluvias de septiembre-octubre y, si las condiciones de precipitación son apropiadas, los pastos se desarrollan lo suficiente como para poder ser consumidos  por el ganado en la denominada «otoñada». Durante el invierno, las bajas temperaturas impiden el desarrollo de los pastos de la otoñada, sobre todo fuera del área de arbolado que, como ya comentamos, crea un microclima especial que modera las temperaturas y suaviza el impacto de las heladas, pese a lo que las especies se mantienen inactivas. Ya en la primavera, cuando las temperaturas son benignas y las precipitaciones son lo suficientemente abundantes, se produce un rápido desarrollo de los pastos, originando en las zonas de tierras más propicias, aquel 15% que ocupaban los vallincares, unos excedentes que, incluso cuando el verano los seca y agosta, pueden ser aprovechados por el ganado en los duros meses del estío extremeño.

Como recurso complementario de la dehesa no se puede dejar de citar la importancia del ramón: conjunto de hojas y ramas finas. Gracias a él, la encina desempeña un relevante papel, sobre todo en invierno, cuando escasean las especies herbáceas, más aún en un área como la de Talayuela con un 80% de su superficie conformada como una explotación adehesada de pasto y montanera.

La bellota es otro de los recursos utilizados en las economías del Antiguo Régimen para alimentar a los ganados, y no sólo a los ganados puesto que en determinadas coyunturas adversas, el hombre ha podido subsistir gracias a éste preciado glande. Por término medio, en una explotación adehesada podían darse producciones muy inestables en función de variables tales como el arbolado o la densidad de la concentración de encinas, fluctuando de 200 a 700 kg. en situaciones de 30 a 60 árboles por hectárea. Como base en la alimentación del cerdo ibérico, la montanera, la bellota ha desempeñado desde la antigüedad hasta nuestros días un papel clave en la configuración de la dehesa y su explotación.

La explotación de la dehesa basada en la montanera ha sido la responsable, en gran medida, del mantenimiento de la fisionomía característica de las superficies adehesadas así como del nacimiento en los áreas rurales de una cultura tradicional vitalmente vinculada con las extensiones de arbolado y feroz defensora las mismas; defensa efectuada a lo largo de los siglos y no sólo fundamentada en el desarrollo de un amplio y complejo corpus legislativo que se proyecta sobre los Fueros y Actas Municipales, sino también, basado en el desarrollo progresivo de técnicas cada vez más refinadas, entre las que bien podríamos incluir los complejos sistemas de selección, tendentes a favorecer los individuos más productivos y de frutos más dulces, así como el mantenimiento de una relación apropiada entre los árboles portadores de flores masculinas y femeninas, al igual que la elección de determinados tipos de podas que incrementen la producción de bellotas, o la siembra selectiva de las especies.

Es común que las diferentes especies del género Quercus presenten un desfase fenológico en la maduración de los frutos. Las más tempranas, llamada «primerizas», «brevales» o «sanmigueleñas», maduran a principios de septiembre; en octubre o noviembre lo hacen las «segunderas» o «medianas»; las «tardías» o «palomeras» maduran hacia enero. De esta forma, mediante una distribución apropiada de las distintas especies, podían mantener unas condiciones apropiadas para la montanera durante 6 meses al año, lo que llevaría al hombre a seleccionar las especies remplazando en algunos lugares unas especies por otras.

Tal y como hemos analizado la productividad de la superficie de pasto, así procederé con la dedicada a bellota. Tomando como referencia la superficie catastrada para cada una de las dehesas y baldíos, he relacionado esta superficie con el valor que anualmente rentaba la bellota, también catastrado, con lo que hemos obtenido el rendimiento en reales de cada fanega dedicada a la montanera. Aquí he procedido de manera algo más sintética que con el análisis de la productividad de las tierras de pastizal, así he reducido a dos los grupos: por un lado, un primer grupo en los que se han incluido aquellas tierras que rentaban menos de 1 real por fanega al año; por otro lado, un segundo grupo configurado por aquellos espacios cuya renta anual era superior a 1 real por fanega (Gráfico II).

El primer grupo está compuesto por tres dehesas, la dehesa Barquilla con 0,29 reales, la Dehesilla de los Gallegos con 0,64 reales, y la dehesa de Seminejo de 0,20 reales por fanega, así como por otros tres baldíos como el de Miramontes de 0,18 reales, el del Turuñuelo de 0,42 reales, y el del Valdiguelo con 0,19 reales la fanega. Por su parte, el segundo grupo lo conforman tres dehesas, la Dehesa de las Lanas con una rentabilidad anual de 1,61 reales por fanega, la de San Benito Roblealto con 1,63 reales, y la de Zentenillo con 1,46 reales. Observamos, trabajando con los dos grupos creados, que el primer grupo, aquel de menor rentabilidad pero con mayor número de unidades productivas, representa un 32% de la superficie destinada a montanera, unas 13.300 fanegas, y el valor anual de las rentas obtenidas por tal concepto representan sólo el 7% del total de los ingresos de las nueve dehesas y baldíos analizados, unos 3.350 reales; por su parte, el segundo grupo, tiene en total una extensión de 28.132 fanegas, lo que representa el 68% del mencionado espacio, produciendo en conjunto unos 45.000 reales, lo que representa el 93 de los ingresos totales por bellota. Ello quiere decir que, pese a que el segundo grupo de dehesas tiene una mayor extensión, proporcionalmente tienen una mayor rentabilidad que las del primero, ya que éstas sólo produce un 7% teniendo el 32% de la superficie.

Conclusión

Las variaciones inherentes en la producción a lo largo del año, determinaron el establecimiento de un sistema productivo diversificado, a la vez que complementario de los recursos alimentarios, tanto para la manutención de los ganados como para la alimentación del hombre. Como se ha podido apreciar, en invierno adquirían especial importancia los productos procedentes de especies leñosas, con un papel fundamental la obtención de bellotas así como, en menor medida, el consumo del ramón. Ya en primavera, cuando las condiciones meteorológicas favorecían el desarrollo de los pastizales, la base de la alimentación estaba establecida en el pasto herbáceo. Con la llegada del verano, y con ello de las condiciones más duras en la dehesa extremeña, la disponibilidad de pastos naturales es muy escasa, limitándose a las hierbas secas y a algo de ramón de verano. Es en este momento cuando resultaban importantes los productos procedentes de las áreas de dehesa dedicadas al cultivo para su persistencia : rastrojos, paja, forrajes, etcétera.

Por todo ello, como creo haber demostrado, la dehesa en Talayuela en el momento de ser catastrada, necesitaba de la persistencia de un sistema de producción diversificado, y lo mantenía, en el que intervinieron de forma complementaria, tanto la doble dimensión del suelo y vuelo, como el trinomio fundamental: monte, labor y pasto.

La variedad, tanto geográfica, como ecológica, incluso biológica, es uno de los principales rasgos que se aprecian al profundizar en las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada de 1751 para la tierra de Talayuela; variedad entendida siempre como un hábil complejo y delicado mecanismo para reducir los riesgos para la comunidad. Ello es debido a que las estrategias multiuso que se aplican en este caso, tienden a conservar los recursos naturales manteniendo la diversidad medioambiental y biológica; racionalidad ecológica que aquí, efectivamente, se desarrolla, no sólo como una estrategia de subsistencia, sino también como consecuencia directa del proceso de apropiación de la naturaleza en una economía predominantemente dirigida a la población.

 


[1] Archivo General de Simancas. Sección Hacienda. Dirección General de Rentas. Serie I. Única Contribución. Respuestas Generales del Marqués de la Ensenada. Extremadura, Libro 151, rollo 11, pág. 556.

[2] Cada legua castellana equivale, aproximadamente, a unos cinco kilómetros.

[3]  Archivo General de Simancas. Sección Hacienda. Dirección General de Rentas. Serie I. Única Contribución. Respuestas Generales del Marqués de la Ensenada. Extremadura, Libro 151, rollo 11, pág. 556.

[4]  A. G. de Simancas. Sección Hacienda. Dirección General de Rentas. Serie I. Única Contribución. Respuestas Generales del Marqués de la Ensenada. Extremadura, Libro 151, rollo 11, pág. 556.

[5] La carbonilla se obtiene en polvo y, por lo general, se acumula en briquetas.

[6] A. G. de Simancas. Sección Hacienda. Dirección General de Rentas. Serie I. Única Contribución. Respuestas Generales del Marqués de la Ensenada. Extremadura, Libro 151, rollo 11, pág. 556.

Oct 252013
 

Antonio Hidalgo Mateos.

En 1872, un año antes de que falleciera, se efectuaba el inventario general de todos los bienes que pertenecían a Miguel Calaff y Ferrer[1] y su única hija, doña Mariana Calaff y Segura, por medio del cual se puede observar cómo se efectúa una detallada descripción de todos los bienes muebles e inmuebles, así como de las deudas, todas a su favor, que en ese momento sostiene con diferentes negociantes y agentes comerciales regionales, nacionales e incluso con algunos extranjeros. La cantidad total del dinero adeudado ascendía a 1.495.930 reales, de los cuales ya únicamente 36.846 reales (el 2%) correspondían a dineros prestados a ganaderos trashumantes; pero eso ya no eran más que migajas, la punta del iceberg de lo que fue una activa, y lucrativa, incursión en el mundo de las operaciones crediticias.

Ya a finales del siglo XVIII se publicaba en Madrid el Almanak mercantil o Guía de los comerciantes por Diego María Gallard; en el mismo nos encontramos con los nombres y direcciones de los banqueros madrileños, que están agrupados bajo el nombre de Cambiantes y de Corredores de letras[2]. Pero en el Diccionario de Autoridades de 1726, aparece definido el «cambiador» como «el que trueca y permuta alguna cosa con otro (…) en significación más ceñida, la persona pública que, con autoridad del Príncipe o de la República, pone el dinero de un lugar a otro con intereses…», puntualizando que cambiar equivale a «dar y tomar dinero a cambio: y algunas veces se usa por negociar y tratar con él llevando intereses». Pedro Tedde de Lorca[3] cita a Jaime Boy y su Diccionario teórico, práctico, histórico y geográfico de Comercio, cuando ya hacia 1839, la voz cambista es «voz antigua, que corresponde a la de la gente, o corredor de cambios cuyo oficio es frecuentar la Plaza, Bolsa, o Lonja de Comerciantes para informarse del curso del cambio en las diferentes plazas extranjeras, a fin de poder con su intervención hacer remesas, libranzas o negociaciones de letras o billetes de cambio«, contra poniéndolo al «comercio o giro de dinero, que se hace de una plaza a otras, por medio de las letras de cambio, dando el metálico en una ciudad, y recibiendo una letra para cobrarlo en otra el valor correspondiente», por lo tanto, cambio equivale también a la reducción de moneda de un país a la de otro en función de un precio convenido de ante mano.

Todo ello nos sirve para hacernos una idea del grado a que se llega en la identificación del cambio con el crédito, confusión tal que Jaime Boy[4] comentaría «los comerciantes que se dedican únicamente a las operaciones de cambio se llaman banqueros». Por contra, los «cambiantes» que en la sucesivas ediciones del Almanak aparecen no eran exclusivamente banqueros, ya que como puntualiza Pedro Tedde[5], también actuaban como prestamistas, descontaban, avalaban y giraban afectos a corto plazo, y comerciaban con monedas de diferentes países, además de vender diversos géneros, confluyendo de manera clara la dedicación al crédito y al comercio, todo ello dentro del contexto comercial en que el importante mercado de bienes de consumo del Madrid decimonónico se había convertido.

Mas, mi propuesta es la siguiente: demostrar que, en contra de lo que la tradición historiográfica postula para las actividades comerciales y crediticias en Extremadura a lo largo del siglo XIX, existía un incipiente mercado, no sólo comercial como ya se han encargado de demostrar los últimos estudios realizados sobre el tema, sino que también se desarrolla una no menos importante y compleja estructura crediticia que irá asociada a las inversiones que se efectúan con los beneficios procedentes de la diversificada actividad comercial en la región y por la favorable coyuntura económica que para el crédito se desarrolla tras la crisis de la trashumancia en Extremadura. Igualmente, hemos constatado tras el análisis detenido de una serie de comerciantes, cómo esta actividad crediticia no se va a limitar únicamente al entorno regional, sino que extiende sus contactos con una serie de cambiantes y de corredores de letras de Madrid, Barcelona, Sevilla e incluso con Londres.

Pero creo necesario, antes de analizar las vinculaciones regionales de la actividad crediticia en los negocios de Miguel Calaff, el efectuar un breve, pero necesario, resumen de las principales peculiaridades crediticias que, a lo largo del siglo XIX, serán características en Extremadura. Basándose en el estudio de las escrituras de obligación existentes en los archivos de protocolos de Cáceres, Miguel Ángel Melón Jiménez[6] ha procedido a la clasificación y estudio de una serie de modalidades de crédito, aquellas que se dieron hasta la primera mitad de siglo. Primeramente la fianza del pago de deudas a cambio de que los fiadores se procuraran el derecho a ser preferidos en la adquisición de las pilas trashumantes; modalidad que en la contabilidad de Miguel Calaff y Ferrer aparece anotada como «socorro de babianas», y era la preferida por los comerciantes, sobre todo por aquellos empleados en el lavado y comercialización de las lanas. Por otro lado estaba el crédito sin interés, una variedad del anterior pero que difería en la forma de pago, ya que en este caso se resarcía al fiador en lanas o bien en cabezas de ganado. Por su parte, dentro de los créditos con interés distinguimos aquellos créditos con un interés relativamente bajo, pero que su pago se efectuaba en esquilmos, de aquellos otros créditos con interés simple y cuyo pago se efectuaba en metálico. Finalmente, tenemos aquellos créditos que se satisfacen con el valor de los arrendamientos de yerbas concertados con anterioridad al vencimiento de las deudas.

La complejidad del mercado crediticio se acentúa aún más en Cáceres, y por extensión en toda Extremadura, por la multiplicidad de intereses que entran a formar parte de él, así como de los diferentes status de los individuos que lo acaparan, ya que a los comerciantes en el sentido estricto de la palabra, habrá que añadir la figura de los propietarios de ganados riberiegos, que son a la vez ganaderos y comerciantes de todo tipo de productos agrarios, pero que como tal figura será absorbida desde la segunda mitad del XIX por la solidez de recursos de la burguesía mercantil que se va consolidando poco a poco a largo del siglo; además de estos ganaderos, habrá que tener en cuenta a los laneros propiamente dichos, señores solariegos y propietarios absentistas, así como a las gentes del comercio, cacereños y foráneos, y a los administradores de fincas con intereses en sectores muy concretos de la ganadería.

En función de todo ello, para la primera mitad de siglo, los recientes estudios[7] demuestran la existencia en el mercado crediticio cacereño de dos períodos perfectamente diferenciados y de características bien definidas. El primero de ellos comprendería desde principios del siglo XIX hasta 1830, encerrando la compleja quiebra de la explotaciones trashumantes y los peculiares comportamientos tanto de los ganaderos como de los incipientes comerciantes cacereños. Era normal que, para atender los gastos generados por las cabañas, los laneros adelantaran dinero con cargo al importe de la pila de las lanas del esquilmo, pero tras la Guerra de la Independencia estas cantidades ya no serán suficientes y los ganaderos, o sus mayorales, deberán recurrir a los préstamos, bien ante instituciones bien con particulares, constituyendo la decadencia de la trashumancia el primigenio y más importante motor de las grandes operaciones crediticias. La forzosa estancia de los ganados trashumantes en las dehesas extremeñas, junto con las crecientes dificultades que desde principios de siglo se constatan en el comercio de la lana debido a la situación bélica reinante en el país, convirtieron pues a los capitales regionales en fiadores de los ganaderos serranos, beneficiándose a la postre de la ruina de sus cabañas por la constante recurrencia de los mismos al crédito privado.

Si bien es verdad que en un principio tales créditos se conceden sin interés, a cambio de asegurarse los acreedores la preferencia en las pilas de lanas de los rebaños o de quedarse con su ganado, a la larga será el medio por el cual se provoque un proceso de transición y cambio en la configuración de la propiedad de las cabañas, fundamentalmente en aquellas que por su gran tamaño se vieron imposibilitadas para sufragar siquiera los gastos.  Como ejemplo pudiera servir el caso de Dª Antonia Carrillo, vecina de Brieva, cuando en 1814 solicita al comerciante Cristóbal de Arróñiz la cantidad de 114.320 rs, con una interés del 6% y que se devolvería en cinco pagas entre 1816 y 1820; pero en febrero de 1830, tras pleitear en la Real Audiencia de Extremadura, los herederos de Don Cristóbal aún no habían conseguido cobrar el capital principal[8].

El segundo período preludia el hundimiento de las explotaciones laneras, junto con los movimientos internos en el mercado regional, abarcando desde 1830 hasta mediados de siglo y configurando una distinta orientación y comportamiento del mercado de capitales. Dicho hundimiento de las exportaciones generará una angustiosa situación financiera para todos aquellos que pusieron los cimientos de sus economías en el trato con las lanas. Casas amayorazgadas de gran entidad como la del Conde de Torrearias, o comerciantes como los García Carrasco, Segura Soler o el ya mencionado Arróñiz , se verán arrastrados por la cambiante coyuntura económica. Ello genera un radical cambio en la configuración de la estructura del mercado crediticio cacereño, tal y como analiza Miguel Ángel Melón [Tabla 1].

.

Tabla 1

Estructura del mercado crediticio cacereño de 1800 a 1832

 

1800-1825

1826-1832

Total (rs.)

 Prest. Comerciantes 626.447  643.120  1.269.567
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 FUENTE: MELÓN JIMÉNEZ, M. A.: Los orígenes del capital comercial y financiero en Extremadura: Compañías de comercios, comerciantes y banqueros del Cáceres (1773-1836). Badajoz, 1992. Elaboración propia.

 

 

Observando detenidamente los datos anteriores, podemos apreciar una clara reorientación del crédito, mientras que si a principios del siglo son los trashumantes los principales destinatarios del mismo, y en menor medida la nobleza, para la primera década de los treinta las casas de comercio establecidas en Cáceres y la nobleza sustituirán a aquellos. Ello es fruto de la directa relación existente entre la crisis en el mercado de la lana, tanto a nivel nacional como internacional, y la etapa de mayor actividad crediticia en la región. Pero no dejemos de observar uno de los datos que nos interesan: el incremento sustancial en el volumen de dinero negociado en la capital [Gráfico I] Gráfico I.

 

 

 

De tal forma que en un período de 32 años se documenta un negocio bruto de unos 4.546.829 rs, de los que 737.907 rs corresponden al período de los 25 primeros años, esto es, sólo un 16% del total; mientras en los seis años que van de 1826 a 1832 se negocian en créditos unos 3.788.922 rs, aproximadamente el 84% del conjunto; ello sin tener en cuenta que, sobre todo a nivel regional, una parte sustancial de los créditos no se llegaba a escriturar.

Poco a poco los comerciantes cacereños, junto a un grupo de particulares, se irán haciendo sitio en el negocio crediticio y gracias a la solvencia de las compañías de comercio que regentaban se convertirán en auténticos «comerciantes-banqueros»[9]. De esta suerte se va despertando una conciencia diferente con respecto a los tradicionales métodos de producción, así como de la imperiosa necesidad de reinvertir beneficios y diversificar en otros campos, por ejemplo el crédito, el capital amasado al cobijo de la caída en desgracia de la cabaña trashumante. De tal manera, si para la primera etapa descrita con anterioridad el peso de la actividad crediticia recae sobre las casas de comercio cacereñas y en particulares próximos a la capital, ahora se va haciendo necesaria la búsqueda de otros flujos alternativos. Es en este momento cuando los prestamistas extremeños se unen a los cambistas madrileños, a los cameranos y algún trashumante leonés, algunos de ellos directos herederos de los registrados en el Almanak Mercantil.[10] Dicha unión será el origen de las fructíferas y consolidadas relaciones entre los «cambiantes»[11] cacereños, como Miguel Calaff y Ferrer, con los principales centros mercantiles, y a la sazón crediticios, tanto del interior peninsular como del extranjero, Francia e Inglaterra en mayor medida. Así, mercado de capitales y comercio con todo tipo de mercancías irán estrechamente ligados, no sólo en el recíproco beneficio del intercambio, sino también en la necesidad de la capitalización de determinadas empresas, pero siempre condicionadas, en mayor medida, por los complejos métodos mercantiles existentes.

Básicamente, las actividades comerciales de un comerciante prototipo de la incipiente burguesía mercantil cacereña, tal es el caso de Miguel Calaff y Ferrer, se pueden englobar en tres grandes grupos: el mercado de la lana, la actividad crediticia y otro gran grupo que he querido denominar como de otras actividades. Para hacer un correcto análisis del mercado de capital cacereño primero hay que empezar por analizar el complejo entramado comercial, ya que no son independientes unas actividades de otras, pues los beneficios de unas capitalizan las inversiones en otras. La base de todo el entramado hay que buscarla en el mercado de la lana y en los pingües beneficios que, sobre todo en las primeras décadas del siglo, generará. Este comercio prosperará en tres circuitos de comercialización: a nivel regional, nacional e internacional, los mismos en los que posteriormente se desarrollará el mercado crediticio. Con estos beneficios consigue una solvencia económica que le será fundamental para introducirse de lleno en el mercado del capital; por un lado se mantiene en el negocio de las lanas, pero incrementando el volumen de dinero que será destinado tanto al Socorro de Babianas como a la comercialización directa, mientras que por otro lado, aún dispone de fondos suficientes para poder invertir en otras actividades, tales como comercio con textiles, compra-venta de granos, una importante actividad inmobiliaria, comercio con coloniales, porcino, inversión en sociedades por acciones, etc. Será en el negocio de los textiles y coloniales en los que poco a poco empiece a incrementar el número de minoristas regionales que recurran al crédito, ya sea en efectivo como en especie. Así, se va tejiendo la malla que atrapará los mayores beneficios posibles en todas y cada una de las actividades en las que negocia. Pero la clave de bóveda de todo este entramado está en la facilidad para capitalizar y disponer de efectivo en cada negocio gracias a la amplia red de agentes comerciales y de cambistas con los que mantiene relaciones desde Sevilla a Londres.

Ya que es uno de los mejores y más fiables indicadores del estado de las cuentas de cualquier negociante, hemos de remitirnos de nuevo al inventario general [Apéndice I] que sobre los bienes de Miguel Calaff y Ferrer, así como de los correspondientes a su hija Mariana Calaff y Segura, se efectúa en enero de 1872[12]. En este caso, los datos que nos interesan  son los correspondientes a las deudas que diferentes ganaderos, comerciantes y agentes comerciales contraen con él, las cuales las podríamos compilar en cuatro grandes grupos: Valores en efectivo, ganaderos de la Tierra de Badajoz, ganaderos de la Tierra de Cáceres y ganaderos Trashumantes. Gráfico II.xls Por un lado las cantidades adeudadas en Valores en efectivo suman un total de 1.270.366 rs., lo que equivale al  85% con respecto al total, destacando que sólo corresponde a las deudas que en un concepto u otro mantienen 23 individuos con Miguel Calaff en valores en efectivo, esto es, ese numerario que mantiene en el mercado de capital no tiene una relación directa con el negocio de las lanas. La importancia de esta actividad crediticia no relacionada con las lanas se puede apreciar asimismo si comparamos los datos de las  deudas  de los ganaderos: 104. 940 rs, un 7%, corresponden a los ganaderos de la Tierra de Badajoz[13]; 83.778 rs, el 6%, a ganaderos de la Tierra de Cáceres[14]; y tan sólo 36.846 rs, el 2%, a ganaderos Trashumantes [Gráfico II].

 

 

 

 

Si comparamos la cantidad total devengada por los ganaderos, bien en concepto de Socorro de Babianas a trashumantes bien a cabañas regionales, observamos que estos 225.564 rs., el 15% del total, corresponden a 86 ganaderos, apreciándose una importante desproporción en la correspondencia per cápita entre los titulares de la deuda en efectivo y la de aquellos titulares de la «deuda ganadera».

He cotejado estos datos con los obtenidos en el año económico de 1868-1869 [Gráfico III] Gráfico III.xls,

 

 

 

 

 

aunque bien es verdad que entre 1868 y 1872 no transcurre mucho tiempo, tan sólo cuatro años antes del anterior inventario, la cantidad de dinero negociado con los ganaderos, sobre todo con los Socorros de Babianas de las cabañas trashumantes, era mucho mayor. Para atender a las necesidades de los diferentes ganaderos, pone en circulación un total de 1.468.576 rs en metálico, repartidos  en distinta proporción entre 116 individuos procedentes de Asturias, Ávila, Burgos, León, Logroño y Soria para los  ganados trashumantes, así como de diferentes puntos de la provincia de Cáceres [Tabla 2].

 Tabla 2

 

Ganaderos

Cantidad (rs.)

%

 
 
 
 
 
 
 
 

 

 

A tenor de estos datos el volumen de dinero negociado en préstamos a nivel general es importante, pero también es destacable la correspondencia de los mismos. Tal y como se puede apreciar, el capital adeudado por los 52 ganaderos trashumantes representa el 55,8%, frente al 16,8% de los cacereños; aún queda un 27,4% del capital que por falta de datos no lo he podido ubicar regionalmente, pero a buen seguro que la mitad del mismo, si no más, debería de corresponder a Socorro de Babianas. De los mismos, destacan sobre el resto los 632.228 rs, el 43,1%, prestado a 45 ganaderos procedentes de la Provincia de León, lo que nos induce a pensar en un mediano tamaño de la cabañas, frente a los 45.495 rs que necesitó la cabaña de Leandro Hernández[15], procedente del Valle de Valdelaguna (Burgos).

Consecuentemente, la influencia que tienen los ganados trashumantes en el incipiente mercado de capitales cacereño, por lo menos en este caso, es bastante importante, no tanto por el mayor o menor interés aplicado al dinero sino por la seguridad, tal y como vimos al principio, que este método ofrece al comerciante de lanas; seguridad que le llevará no sólo aumentar su capacidad para responder a la demanda de los ganaderos, sino que le inducirá a ampliar los mercados de capital, negociando con letras en las principales plazas mercantiles de la península. Es verdad que para la primera mitad del siglo XIX los datos ofrecidos por Miguel Ángel Melón[16] [Gráfico IV] Gráfico IV.xls

 

 

 

 

 

 

 

indican un progresivo descenso en la implicación de los trashumantes en el mercado de capital en Cáceres en favor de un desarrollo extraordinario de los comerciantes, pero a tenor de los datos extraídos de la contabilidad particular de Miguel Calaff y Ferrer, los Socorros de Babianas aún parecen ser en 1868 un importante negocio, máxime  cuando el prestamista controla la mayor parte del proceso de la preparación y comercialización de las lanas, así como el mercado regional, gracias a la importancia de su volumen de negocio.

Pero el Socorro de Babianas no deja de ser una de las caras de la incursión en el mercado de capitales. Tal y como vimos en el inventario de los bienes de 1872, el 85% del capital adeudado, 1.270.366 rs, estaba anotado en la cuenta de Valores efectivos, correspondiendo los mismos a 23 individuos. Profundizando un poco en la naturaleza de éstos, comprobamos que nombres como Francisco Nunes en Covilha, Manuel Joaquín de Mascarenhas en Lisboa,  Fabra Malagraba y Cía, Ernesto Gómez y Hermanos, Migueletorena Hermanos y Brígido de Ruigómez en Madrid,  José Rodríguez, José María Cuadrado y Marcos Romero Izquierdo en Sevilla, Cassi e Hijos, Fulgencio Isaura ó Hernández y Rodríguez en Barcelona, Srs. Cavareda y Presa, Enrique Zonasti y Vicente Hernández en Trujillo o Fidel Sánchez en Plasencia están todos vinculados con actividades comerciales, pero sobre todo crediticias. Lisboa, Covilha, Barcelona, Madrid y Sevilla, todas conforman las principales plazas comerciales de la península sobre las que se girarán las importantes cantidades de dinero obtenidas de la venta de las lanas en Inglaterra y Francia. Pero el volumen total de dinero que mueven estos banqueros supera con mucho el del dinero procedente de la venta de las lanas; una vez que los mismos tienen ingresado el efectivo, disponen de total libertad por parte de Miguel Calaff para efectuar préstamos a terceros, en los que el interés, ahora sí se establece claramente, variará en función de las cantidades negociadas desde un 1,5 a un 3,5% para cantidades no superiores a los 2.000 rs, y del 4 al 9% en cantidades superiores a los 7.000 rs[17].

Es posible que por actuar a través de un tercero y por el hecho de que los préstamos no se negocien directamente en Cáceres, podamos explicar el porqué de las pocas escrituras de obligación que documentamos en el archivo de protocolos en Cáceres, teniendo que utilizar fuentes alternativas, remitiéndonos a los datos puntuales ofrecidos por los inventarios post-mortem. Pese a ello, es una actividad que ahí está, que por desgracia hasta la fecha no hemos podido seriar, pero que sí que documentamos. Sería interesante, en el caso de que se conservaran, analizar las cuentas de estos cambiantes madrileños, catalanes o sevillanos; cuentas que seguro que darían datos esclarecedores sobre la implicación y volumen de los negocios de otros comerciantes cacereños. Nos puede poner también sobre la pista de esta actividad crediticia en Extremadura el seguimiento del importante flujo de capitales que se establece entre los mercados laneros de Inglaterra, y Francia en menor medida, y estas plazas comerciales, así como la relación entre Cáceres y los principales centros manufactureros de la costa mediterránea. Los primeros van apareciendo poco a poco tras el análisis de las aún insuficientes cuentas particulares de algunos negociantes, las segundas se intuyen como causa de la salida de los capitales  regionales hacia las áreas industriales periféricas que desde mediados del siglo XIX se ven inmersas en pleno proceso industrializador.

 

 

APÉNDICE I

Inventario general de los bienes que pertenecen a Don Miguel Calaff y Ferrer y su hija Doña Mariana Calaff y Segura realizado en enero de 1872.

Valores efectivos

D. Brígido de Ruigómez, de Madrid…………………………………….. 532.162 rs

Idem, en letras al 1º de abril próximo sobre Madrid, aceptadas… 150.000 rs

D. Francisco Hernández, de Zafra …………………………………………  3.633 rs

D. Marcos Romero Izquierdo, de Sevilla ………………………………….  1.951 rs

D. Juan P. Sánchez, de Mérida …………………………………………….  8.813 rs

D. Enrique Zonasti, de Trujillo …………………………………………….  1.245 rs

Srs. Viuda de Casi e hijos, de Barcelona ………………………………..  8.300 rs

D. Fausto Marcos, de Badajoz ………………………………………………  5.300 rs

José Criado García, de Cáceres …………………………………………….  2.240 rs

D. Tomás Santibáñez, de Cáceres …………………………………………  6.700 rs

D. Juan Palomar, de Cáceres ……………………………………………….  5.000 rs

D. Francisco Aguirre y Mendieta, de Cáceres …………………………  50.000 rs

D. Antonio Fonseca Chavato, de Covilhá ……………………………….  16.000 rs

D. Manuel Rodríguez Antúñez, de Covilhá …………………………….  52.400 rs

D. Ramón Calaff, de Cáceres; por 56 acciones de la Compañía de Lanificios de Covilhá, Portugal …………………………………………………….  60.862 rs

El mismo, por D. Andrés Hurtado y su mujer por la hipoteca de la casa, vencimiento en 8 de agosto de 1871 ……………………………….  130.200 rs

D. Santiago Calaff, de Cáceres ……………………………………………  76.000 rs

Dª Ana Carvajal, de Madrid ……………………………………………….  50.260 rs

D. Cipriano Martín Blas, de Cañaveral …………………………………..  8.480 rs

D. Gregorio Gutiérrez Tovar, del Casar …………………………………  40.000 rs

D. Felipe Pedrilla, de Cáceres …………………………………………….  30.000 rs

Blas García y Vicente Núñez, de Torrejoncillo ………………………….  5.460 rs

Dª. Isabel Durán y su esposo D. Antonio Benítez, al 11 de febrero próximo ..  3.000 rs

Existencias con otros valores en 9 de enero …………………………..  22.360 rs

 

A cuenta de lanas

D, Juan Álvarez Roldán de Don Benito ………………………………..   14.000 rs

D. Juan Castillo de la Roca con intereses hasta 30 de junio próximo   11.240 rs

D. Juan Chamorro de Puebla del Prior …………………………………   24.000 rs

D. Marcelino Ibáñez de Puebla del Prior ………………………………..   2.000 rs

 

Granjeros de Mérida

D. Diego Pantoja: Valverde …………………………………………………   3.300 rs

D. Vicente Guerrero: Zarza …………………………………………………   4.700 rs

D. Francisco Merino: ídem ………………………………………………….   4.200 rs

D. Narciso Carvajal: Valverde ……………………………………………..   4.500 rs

D. Pedro Carvajal: ídem ……………………………………………………   11.500 rs

D. Eusebio Carrasco: Alanje ……………………………………………….   2.200 rs

D. Agustín Rueda: ídem ……………………………………………………..   1.000 rs

D. Agustín Durán: ídem ……………………………………………………..   2.600 rs

D. José Carvajal: Valverde ………………………………………………….   1.700 rs

D. Segundo Moreno: Alanje ……………………………………………………   700 rs

D. José Guerrero: Zarza ……………………………………………………….   900 rs

D. Antonio Duran: Alanje …………………………………………………..   1.500 rs

Dª. Josefa Solano: ídem ……………………………………………………..   1.000 rs

D. Pedro E. Carvajal: Valverde …………………………………………….   2.500 rs

D. Tomás Pantoja: ídem ……………………………………………………..   5.800 rs

D. Antonio Moreno: Alanje ………………………………………………….   2.000 rs

D. Pedro Doblado: ídem ……………………………………………………..   3.600 rs

 

A cuenta de lanas

D. Julián Blanco: trashumantes ……………………………………………   14.300 rs

D. José Pérez Fajardo: Riera, León …………………………………………..   1.396 rs

D. Pedro Castillo: Salientes ……………………………………………………   4.400 rs

Manuel y Aniceto Álvarez: Riera ……………………………………………..   5.000 rs

En varios créditos de veinte y tres pastores se sus piaras de lanas ..   4.830 rs

D. Vicente Fernández de Cáceres ……………………………………………….   400rs

D. Nicasio Sánchez de Cáceres ……………………………………………….   1.630 rs

D. Manuel Gutiérrez de Cienfuegos, León ………………………………….   3.300 rs

D. Francisco Gutiérrez de Sierra de Fuentes ……………………………..   1.000 rs

D. Juan Vivas Marcelo: Casar ………………………………………………..   1.500 rs

D. Pedro Alcántara Durán: Cáceres …………………………………………   1.000 rs

D. Vicente Hernaiz: Vallejimeno, Burgos …………………………………..   2.550 rs

D. Diego Barroso: Sierra de Fuentes ………………………………………..   1.000 rs

D. Juan Rodríguez Chaves: Malpartida ……………………………………….   148 rs

Luis Jiménez y Juan Higuero: ídem …………………………………………   9.000 rs

D. Miguel Camberos: ídem ……………………………………………………..   7.600 rs

D. Antonio Mogollón Doncel: ídem ……………………………………………   2.000 rs

D. Juan Doncel Higuero: ídem ………………………………………………..   3.000 rs

D. Francisco Pérez de Torre Babia, León ……………………………………..   900 rs

D. José Mogollón Doncel: Malpartida ……………………………………….   6.000 rs

D. Antonio Doncel Criado: Malpartida ………………………………………   3.000 rs

D. Manuel Corral: Torre Barrio, León ……………………………………….   1.400 rs

Juan y Fernando Mogollón: Malpartida …………………………………….   6.500 rs

D. Antonio Bermejo Pozo: Casar ………………………………………………   1.000 rs

D. Francisco Barroso: Sierra de Fuentes ……………………………………..   200 rs

D. Miguel Higuero Pozo: Malpartida …………………………………………   4.000 rs

D. Felipe Nieves: ídem ……………………………………………………………..   500 rs

Luis García y José Marcelo: León ………………………………………………   800 rs

D. Antonio Torres de Castro: Cáceres ……………………………………….   4.870 rs

D. Gregorio Álvarez: León …………………………………………………………   300 rs

D. Pedro Leo: Malpartida ……………………………………………………….   6.500 rs

D. Fernando Mogollón Pulido: ídem ………………………………………….   3.500 rs

D. Jerónimo Jiménez: ídem ……………………………………………………   1.000 rs

D. Bartolomé Aceves Montero: ídem …………………………………………   2.000 rs

D. Casimiro Pérez: León …………………………………………………………..   800 rs

D. Isidro Palomino: Torrequemada ……………………………………………..   600 rs

D. Jose María Monroy: Sierra de Fuentes ………………………………….   1.000 rs

D. José Jacinto Monroy: ídem …………………………………………………   2.000 rs

D. Antonio Doncel Mogollón: Malpartida …………………………………..   1.000 rs

D. Melchor Rodríguez: León ……………………………………………………   1.700 rs

Testamentaría de D. Francisco Calaff ………………………………………   7.000 rs

D. Saturnino Martínez: Cáceres ………………………………………………   1.000 rs

D. Genaro Palacios: ídem …………………………………………………………   400 rs

D. Ramón Calaff: ídem ………………………………………………………….   1.800 rs

Antonio Leo para gastos del lavadero ……………………………………….   2.500 rs

 

Frutos

86 fanegas de centeno a 18 rs ………………………………………………  1.548 rs

592 fanegas de trigo a 32 rs ……………………………………………….  18.944 rs

481 fanegas de avena a 8 rs …………………………………………………  3.880 rs

300 fanegas de cebada a 17 rs ……………………………………………… 5.100 rs

50 fanegas de garbanzos a 81 rs …………………………………………..  4.090 rs

750 @ de aceite a 40 rs ……………………………………………………..  30.000 rs

200 @ de vino a 20 rs …………………………………………………………  4.000 rs

60 @ de vinagre de escobajo a 10 rs …………………………………………  600 rs

344 1/2   costales de aceitunas a saber: 79 1/2 de Valhondo, 254 de Santa Fe, 11 de la viña, que producen 300@ de aceite las que el precio de 40 rs …  12.000 rs

23 rollos de márraga a 300 rs………………………………………………. 6.900 rs

6 @ de quitón a 100 rs ………………………………………………………….   600 rs

Por maderas en el tinado y en casa de la Isla ………………………..   11.754 rs

20 tinajas de lata de 50@ usadas con tornillos a 4 rs/@ ……………   4.000 rs

7 ídem de 40@ a 4 rs …………………………………………………………   1.120 rs

2 ídem de 30@ a 4 rs ……………………………………………………………   240 rs

4 ídem de 25@ a 4 rs ……………………………………………………………   400 rs

4 cántaros de lata y medidas …………………………………………………   100 rs

7 tinajas de barro para vinos, pequeñas a 10 rs…………………………..   70 rs

27 @ ídem a 28 rs ………………………………………………………………… 756 rs

 

Semovientes

2 mulas negras de 5 y 6 años que costaron y valen …………………..  6.000 rs

Por otra castaña llamada «Marquesa» de once años, regalada…….. 1.500 rs

Por otra ídem castaña de 5 a 6 años ………………………………………  2.500 rs

Por otra vieja de 22 años ……………………………………………………….. 600 rs

Un caballo capón de 7 años …………………………………………………  1.200 rs

Una jaca vieja ……………………………………………………………………..  400 rs

Un caballo capón en el lavadero ……………………………………………  1.000 rs

Una burra en Valhondo, vieja …………………………………………………  120 rs

Por otra en Santa Fe, nueva …………………………………………………..  200 rs

Por dos carros en buen uso con sus arreos, mantas y demás a 1.200 rs ……  2.400 rs

Por un coche nuevo que costó con guarniciones ……………………..  11.000 rs

Por otro coche viejo pero en buen uso con guarniciones …………….  6.000 rs

Por aperos de labor, trillo, rastrillos y arados ………………………….  1.000 rs

 

Deudas de rentas de las casas hasta diciembre, 31 de 1871

Viuda de Romero, de Cáceres, por resto del arriendo de las casas del Portal Llano nº 21 ………………………………………………………………….  2.475 rs

Viuda de D. Tomás Pablo y Toresano, de Sevilla, por resto de aquella casa nº 1, Calle Boteros hasta 31 de diciembre de 1871 …………………..  3.200 rs

D. Ruperto Pérez por resto de la casa nº 2 de Plazuela de la Ysla, ídem  932 rs

D. Agustín Matos hasta ídem por resto del Horno en la Calle Zapatería   nº 3 …………………………………………………………………………………….  995 rs

Juan González por ídem de la casa nº 4 en Calle de San Fermín ……  240 rs

 

Fincas

Una casa en Portal Llano nº 29 que ocupo con mi familia y que su costo reedificada en 1849 y 1850, asciende su costo 150 mil reales, lo regulo en ………………………………………………………………………………  140.000 rs

Otra contigua, nº 27 que ocupa hoy D. Vicente García Olalla, que con portal y gastos de reedificación después de dicha época ascendió a más de 40 mil reales, pero la considero hoy en ………………………………..  30.000 rs

Otra casa en el mismo Portal Llano nº 21, que compré a D. Ramón Calaff y ocupa la viuda de Romero en 14 rs diarios, cuyo costo fue en gastos de escrituras y demás ………………………………………………………  74.000 rs

Otra casa en Portal Llano nº 7, que compré a la viuda de D. Joaquín Samaniego, que ocupa hoy D. Andrés Ulecia a 19 reales de arriendo y me está su costo con dos obras que se hicieron en más de ………  100.000 rs

Otra casa en la Calle de Pintores nº3 que procede de mi señora y la ocupa hoy D. Pascual Altolaquina en 10 reales de arrendamiento y con obras que se le hicieron ………………………………………………………..  60.000 rs

Otra casa señalada nº 2 en Plazuela de la Ysla que compré a D. Antonio Concha y D. Anacleto Gallardo y que su costo con más obritas hechas sube a ……………………………………………………………………..  100.000 rs

Otra casa Calle de San Pedro nº 11 que me fue adjudicada en la Compañía con mis hermanos en mi hijuela y con otros pequeños gastos que hice, sube de 25.000 reales pero hoy sólo renta cien reales mensuales  25.000 rs

Otra casa en Calle Santi Spíritu nº 6 que compré a D. Patricio González, ya que me cuesta con los censos ya recibidos; la ocupa D. Francisco Bello en 61/2 rs diarios ……………………………………………………………..  36.000 rs

Otra casa en la Calle de Parras mismo 4, que me correspondió en la separación de la Compañía con mis hermanos, arrendada en 5 rs diarios con un valor ……………………………………………………………….  28.000 rs

Otra casa en Calle de Barrionuevo nº 43, que compré y reedifiqué cuyo costo total ha sido en cincuenta mil reales y renta hoy 91/2 rs ……..  50.000 rs

Otra casa en Calle de Valdés nº 14, que reedifiqué de nuevo y su costo con principal más de 36.000 rs, habitada en 7 reales diarios por Nicolás Muñoz ………………………………………………………………………  36.000 rs

Otra casa en Calle de Zapatería nº5, comprada a D. Juan Caldera que por el rento de 4 1/2 reales se regula en …………………………………..  24.000 rs

Otra casa Calle Zapatería Vieja nº 3 y casa horno, con un capital de censo de reales de vellón 3.921, ya redimido, que heredé de D. José Calaff y Segura y el costo de las casitas y el horno de cocer pan se evalúan por la renta de 9 rs diarios a 7% en …………………………………………  46.000 rs

Otra casa sin número en Calle de la Cruz con cuatro bóvedas sobre un tinado que ocupan las caballerías y coche de casa, compre a D. Santiago Calaff, con la reconstrucción costo en reales de vellón ………..  28.000 rs

Otra casa con tinado en Calle de Moros nº 00, que había sido fábrica de jabón perteneciente de mi mujer, que hoy está dividida en dos casitas y tinado para los carruajes de casa, su renta es insignificante por que toda ella se necesita; me tiene de costo algo más de 50.000 rs pero se reduce a ………………………………………………………………………………..  40.000 rs

Otras tres casitas en Calle de San Fermín ó Calaff nos 3, 5 y 7, que me correspondieron en la separación de mis hermanos, menos la renta sobre 1.400 rs capital …………………………………………………………..  24.000 rs

Otras siete casitas nos 9, 11 y 13 en Calle Busquet y nos 2, 4, 6 y 8 en Calle de San Fermín, construida en año 1850, las que pueden considerarse su renta en 4.000 rs, y su costo que me tienen excede de ………..  70.000 rs

Otra casa Calle de Villalobos ó San José nº 2, que mi mujer heredó de D. Juan Ferrer y Segura, su valor es de ………………………………..  3.000 rs

Otra casa en Calle Gallegos nº 18, que me correspondió en la separación de mis hermanos, que renta 25 rs mensuales y vale………………… 3.000 rs

Otra casa Calle Barrio de Luna nº 6, que me correspondió también a la separación de mis hermanos, renta 600 rs anuales y vale …….  4.305 rs

Otra casa Calle Barrio de Luna nº 10, que compré a Ignacio Bejarano y con gastos de escritura costó ………………………………………………..  4.200 rs

Otra casa nº 4 Calle Rabo de Gato, que compré a Luis Luceño en 6.200 rs, que con los gastos me costó …………………………………………….  6.492 rs

Otras dos casas, una en Calle de Pintores nº 5 y otra en Calle Piñuelas Bajas nº 4, que compré a los herederos de D. José Puppe, con un capital de censo de 12.000 rs, con los demás gastos costaron …………….  64.736 rs

Otra casa en la ciudad de Sevilla en Calle de Boteros nº 1, perteneciente a mi mujer, tenía un censo que ya está redimido; renta 6 rs diarios y se le adjudicó según escritura en reales de vellón …………………….  31.070 rs

Barruecos, lavadero de lanas, interesado en la mitad de todo el edificio, sus tres charcas y otros tres molinos harineros cuyo costo total con la adjudicación a la división de mis hermanos de una quina parte fue 92.000 rs: la quinta parte comprada a mi hermano D. Ramón en 72.000 rs; el 5 por ciento que compré a D. Francisco Calaff, el 5 por ciento que compré a D. Vicente Hurtado pertenencia de sus hijas Dª Felisa y los gastos de escritura y demás, todos sus costos ascienden al ..  199.589 rs

 

Fincas rústicas

En la dehesa nombrada Ramojil de cabida de 1.600 cabezas; tengo un interés de 26 1/6 marabedies crecientes y menguantes que compré a mi hermano D. Ramón el 6 de marzo de 1867 y costó …………………………… 17.500 rs

En otra Perodosma de Arriba, comprada a el mismo en referido día y costaron 40 marabedíes y 15 avos, con una cabida de 600 cabezas ……..  10.500 rs

En otra nombrada Torrejón de Arriba, comprada en 14 de agosto de 1866, cabida 800 cabezas con interés de 178 marabedies, me costó con gastos ………………………………………………………………………………..  69.579 rs

Un dehesa redonda de 300 cabezas cortas de cabida, nombrada Arenal de Capellanías, me tiene de todo costo …………………………………  50.689 rs

En otra nombrada Arenal del Delgadillo, de 400 de cabida un interés de 128 marabedies 82/100 propiedad de mi señora, su valor …………  14.482 rs

En otra nombrada Arenal de Loaisa ó Nidoa, cabida 300 cabezas no largas también de mi señora; hay un interés de 38 95/ marabedies y su costo es de ………………………………………………………………………………  3.242 rs

En otra nombrada Mahugo, de 600 de cabida tengo interés de 1451/2 marabedies millar y me costó ………………………………………..  26.627 rs

En otra nombrada Casa Blanca o Casilla, tengo un interés anual de 1.850 rs, pagan en los días 25 de marzo sin crecientes ni menguantes pero libres de todas contribuciones, la que me fue adjudicada en la reparación con mis hermanos en la cantidad de …………………………………….  50.000 rs

Un olivar al sitio que llaman Jaraiz y por otro nombre Santa Fe, cuya mitad correspondió a mi esposa y la otra mitad, con casa, la compré a D. Francisco Aguirre, todo ello está evaluado en …………………   100.000 rs

Otro trozo de olivar contiguo al mismo de cinco yuntas que compré en 20 de junio de 1871 a Lorenzo Domínguez y costó ………………………… 9.026 rs

Otro olivar con casa y tinado para esquileo al sitio Valhondo que todo me tiene de costo más de …………………………………………………  100.000 rs

Tres décimas parte en el molino que llaman Mellada, adjudicación de la Compañía con mis hermanos …………………………………………  18.800 rs

Una suerte de tierra de 4 1/2 fanegas sembradura al sitio Dehesilla con otra lindante que tiene un olivo, adjudicación de la compañía con mis hermanos ……………………………………………………………………  3.074 rs

Otra suerte de 2 1/2 fanegas de igual procedencia que llaman Casa Blanca en ………………………………………………………………………………….  2.045 rs

Otra suerte de tierra de 7 o 8 fanegas de sembradura llamada Menjarresa, frente a la plaza de toros, adjudicación en la misma división en  8.074 rs

Dos suertes ó llámense barquetes de 2 1/2 fanegas de sembradura a la salida de la Puerta de San Antón llamaban de Cavañas, herencia de mi tío D. José Calaff y Segura por su testamento fecha 17 de noviembre de 1825 .  2.500 rs

Otra suerte de tierra de 4 ó 5 fanegas de sembradura, heredadas también del mismo tío D. José Calaff, señala nº 19 en la 2ª y 4ª hoja de la dehesa que llaman de los Caballos y se gradúa su coste en …………………..  3.000 rs

Otra suerte de tierra de 2 1/4 fanegas de sembradura al sitio de Charca del Gallo o Carrera de San Francisco adjudicada a mi señora …….  1.842 rs

Otra suerte de 2 fanegas en la Madrila, también de mi mujer adjudicada en 4.700 rs, pero incluyendo dos barquetes al sitio de Peña Redónda de una fanega de trigo ……………………………………………………………..  4.700 rs

Otra suerte de 7 fanegas de sembradura al sitio de Balnicoso, frente del olivar que llamaban de Cuenca, también de mi señora …………  6.920 rs

Otra suerte de 6 fanegas de sembradura de trigo al sitio que llaman Badillo, también de mi señora adjudicada en …………………………………  4.802 rs

Otra suerte de 2 1/2 fanegas al sitio de Butrera, también de mi señora  2.121 rs

Otra suerte de 3 1/2 fanegas en la Dehesa de los Caballos señalada nº 43, compra en 21 de enero de 1830 a José Santos …………………….  1.473 rs

Otra suerte en la misma Dehesa de los Caballos, de cabida 2 fanegas, nº 14 en la 1ª y 3ª hoja, compra el año 1813 a D. Domingo Aranda, pertenencia de mi señora ………………………………………………………………..  2.100 rs

Otra suerte al mismo sitio Dehesa de los Caballeros, en 1ª y 3ª hoja con el nº 17, 3 fanegas de sembradura comprada a Francisco Blanco en agosto de 1812 en 2.100 rs, pero que unido su importe a la anterior en el balance, adjudicaron ambas a mi mujer, digo se apreciaron 4.664 rs, y ésta sola  2.564 rs

Otra de 3 1/2 fanegas en Dehesa de los Caballeros, perteneciente a mi señora en la 2ª y 4ª hoja señalada nº 12 en el camino de Aldea del Cano que se permutó en marzo de 1822 por una que hace 2 1/2 fanegas de trigo y 3 de cebada con los herederos de D. Simón Segura y la cual suerte está situada en la que llaman Bosilla ……………………………………..  2.600 rs

Una viña al sito de la Jara de Arriba con lagar, que se conoce del Valle del Barroso o Borregona inmediato a Nuestra Señora del Prado, término del Casar de Cáceres, su costo fue de 17.490 rs pero era un olivar pequeño al sitio de la Dehesilla que vendí a Francisco Borja y con dos censos de 111 y 99 céntimos que se han redimido, que con la cerca de pared y la otra viña que está contigua que se había comprado a Mariño, en todo me costó ………………………………………………………………………………..  25.000 rs

Otra viña al sitio de la Mata también con lagar, casa y vasija que con la cerca me ha costado más de ………………………………………….  44.000 rs

Una huerta al sitio de la Rivera y que su costo fue 21.700 rs, después se ha construido una casita que costó 2.000 rs, todo ………………….  21.700 rs

A. H. P. de Cáceres; Fondo Calaff-Valhondo, Libro 25. ”Ymbentario general se los bienes que pertenecen a D. Miguel Calaff y Ferrer y su hija Dª Mariana Calaff y Segura”

 

Advertencia.- Por cuestiones técnicas, este trabajo no incluye los gráficos y tablas. Si están presentes en la edición de las actas del año correspondiente.


[1] A. H. P. de Cáceres. Sección Calaff-Valhondo. «Ymbentario general de los bienes que pertenecen a D. Miguel Calaff y Ferrer y su hija Dª. Mariana Calaff y Segura». Caja nº 25 (1872).

[2] TEDDE DE LORCA, P.: «Comerciantes y banqueros madrileños al final del Antiguo Régimen» en G. Anes, L A. Rojo y P. Tedde (eds.) Historia económica y pensamiento social. Madrid, 1983, págs. 301-302

[3]   TEDDE DE LORCA, P.: Op. Cit.

[4]   Ibídem.

[5]   Ibid.

[6] MELÓN JIMÉNEZ, M. A.: Los orígenes del capital comercial y financiero en Extremadura: Compañías de comercios, comerciantes y banqueros del Cáceres (1773-1836). Badajoz, 1992, pág. 68.

[7]   MELÓN JIMÉNEZ, M. A.: Op. Cit.

[8]  Ibídem., pág.73.

[9] Acertada definición efectuada por Miguel Ángel Melón Jiménez y que va a distinguir de manera sintética, pero rotunda, la nueva clase socio-económica que se está gestando en el Cáceres decimonónico de principios de siglo. MELÓN JIMÉNEZ, M. A.: «Comerciantes y sociedades mercantiles de Cáceres a finales del Antiguo Régimen» en Miguel Ángel Melón Jiménez (ed.) Antecedentes de la Cámara de Comercio de Cáceres. Cáceres, 1999, pág. 73.

[10] Se puede consultar una completa relación de los cambistas y corredores de letras madrileños para finales del siglo XVIII y principios del XIX. TEDDE DE LORCA, P.: Opus. Cit., págs. 301-331.

[11] Ibídem.

[12]A. H. P. de Cáceres. Sección Calaff-Valhondo. «Ymbentario general de los bienes que pertenecen a D. Miguel Calaff y Ferrer y su hija Dª. Mariana Calaff y Segura». Caja nº 25 (1872).

[13] Conforman en este caso la Tierra de Badajoz los ganaderos y cabañas ubicados en las localidades de Alange, Don Benito, La Roca de la Sierra, La Zarza, Puebla del Prior y Valverde de Mérida. A. H. P. de Cáceres. Sección Calaff-Valhondo. Ibídem.

[14] Conforman en este caso la Tierra de Cáceres los ganaderos y cabañas ubicados en las localidades de Cáceres, Casar de Cáceres, Malpartida de Cáceres, Sierra de Fuentes y Torrequemada. A. H. P. de Cáceres. Sección Calaff-Valhondo. Ibid.

[15]Los datos relativos a la nominalización, localización y cuantificación para estos dos años se adjuntan en un apéndice al final.

[16]MELÓN JIMÉNEZ, M. A.: Opus. Cit., pág.73.

[17]A. H. P. de Cáceres. Sección Calaff-Valhondo. «Libro de Caja, Diario nº 5». Libro 37 (1862-63).

Oct 092013
 

Las Ordenanzas Generales del Real Hospicio, casa de expósitos, huérfanos y acogidos de la ciudad de Badajoz.

Por Antonio Hidalgo Mateos.

Licenciado en Historia Moderna

El Hospicio de Badajoz era el único que había en la Provincia de Extremadura. Comprendía a todos los pueblos del Obispado de Badajoz, así como a los del Obispado de Coria y a los de los tres Prioratos de las Órdenes Militares de Mérida, Llerena y la Serena, bajo el título de nuestra Señora de la Piedad. En primer lugar, tenía como objeto acoger, laclar y criar a todos los niños expósitos así como a los pobres que comprendían los mencionados términos. Así mismo se encargaba de mantener y educar en él a todos los niños, así como a los más pobres, los miserables y los desamparados. Finalmente, otro de los propósitos del mismo fue el de corregir y mantener a todos aquellos implicados en determinadas causas con la justicia, así como la de acoger a aquellos a cuyo cargo estuviera su educación, siempre y cuando en la casa Hospicio hubiera lugar suficiente para habilitar determinados departamentos para ellos, así como rentas suficientes para costearlo.

Edificio suntuoso y de gran capacidad, se edificó de tal manera que ambos sexos estuvieran separados; igualmente se le dotó de una serie de dependencias destinadas a oficinas, así como de los departamentos para la servidumbre requerida para alojar a los diferentes empleados. Estos empleados estaban repartidos en los dormitorios y refectorios requeridos para su descanso y alimento como correspondía a cada una de las oficinas de Fábrica de lana y lino, de Zapatería, de Carpintería y sastrería, así como los de las Escuela de primeras letras.

Puesto que esta fundación estaba dirigida a todos aquellos que por falta de padres conocidos, por miseria o por mala crianza carecían de alimento y de disciplina, se estipula que se tenga especial cuidado en atender estar necesidades primarias, así como «en que residan con reKogt’miento, moderación de costumbres, y santo temor de Dios, dándoles pasto espiritual Se pone especial interés en que se les procure una ocupación honesta, en función

1 Archivo Centra] del Ministerio de Hacienda. «Constituciones, ordenanzas y reglamentos del Rea! Hospicio, casa de expósitos, huérfanos, acogidos y mugeres de mal vivir de la ciudad de Badajoz, como también de los quatro agregados a él, nominados Concepción, Piedad, Cruz y Misericordia». Título I, pág. 28.

 

de sus posibilidades, empleándoles en el servicio y limpieza de la casa, así como en todas las labores necesarias, tanto en los departamentos de los oficios expresados como en las fábricas de hilados y tejidos de paños bastos, picotes, estameñas y lienzos, según el vestuario de los acogidos, dedicándolos en función de su edad, complexión física, habilidad y destreza en estas manufacturas, señalándoles alguna tarea diaria. En el caso de que las mismas no se cumplieran, podrían ser amonestados y castigados cuando por malicia o pereza se reincidiera en las faltas.

Todos los acogidos debían ser mantenidos de los fondos con los que estaba dotado el Hospicio. Los que estaban sanos con alimentos y vestuario, que moderado era el suficiente como para poder garantizar la salud en las estaciones más rigurosas; a los enfermos se les debía dar todo el alimento que fuera posible, administrándoles medicamentos de la botica según dispusiera el Médico Cirujano con el que estaba dotado el Hospicio y encargado de velar por la salud de los hospicianos. Todos los enfermos de ambos sexos que hubiera en el Real Hospicio debían de pasarse para su curación al Hospital de San Sebastián, para suyo fin se determino la agregación del mismo al Real Hospicio. Para las enfermedades ligeras e indisposiciones de los niños expósitos se nombraba, por parte del Juez Conservador, un Médico y Cirujano, al cual se de daba «una moderada gratificación», procurando que en todo momentos procedieran los mismos de los fondos del propio Hospital. En caso de que muriese alguno de los pobres, se acuerda que fuera enterrado en el cementerio o Campo Santo del Hospital de San Sebastián por el Capellán Rector, como PárnráSTTeniente y Local, asistiendo al mismo «los clérigos que quisieran exercitar esta caridad», así como los pobres del Hospicio, cuatro de los cuales llevaban el ataúd que para tal circunstancia se hubiera preparado.

Todos los individuos del Real Hospicio debían cumplir con los preceptos anuales de la confesión y la comunión en su capilla, llamando para ello a los religiosos y confesores, encargando al Rector, como Cura Local, que cuidara de la puntual observancia de esta obligación.

La caridad se ejerce dando acogimiento a los desamparados y pobres mendigos e involuntarios, pero sólo de los pueblos del distrito del Hospicio, ya que son estos los que contribuyen con las principales rentas consignadas para su manutención; por esta causa, se solicita que se tuviera especial cuidado en averiguar si son de dichos pueblos y verdaderamente desvalidos, para que pudieran ser admitidos por el Juez Conservador. Una vez verificada la procedencia de los mismos, pasarían a depender del Mayordomo y del

2 Archivo Central del Ministerio de Hacienda. «Constituciones, ordenanzas y reglamentos del Real Hospicio, casa de expósitos, huérfanos, acogidos y mugeres de mal vivir de la ciudad de Badajoz, como también de los quatro agregados a él, nominados Concepción, Piedad, Cruz y Misericordia». Título I, pág. 29.

 

Rector, para que se les asentara en los libros de entradas y salidas de los acogidos; en estos libros se va a anotar desde sus nombres y apellidos hasta sus señas personales, pasando por su patria y su estado. Sirven estos asientos de entradas y salidas, a parte de para registrar a los acogidos, para anotar los motivos y destinos para los que se justificaba la distribución de víveres y ropas.

Respecto a las ropas, las que debían de gastar los pobres debían de ser: camisa interior de lienzo basto, chupa y calzón de paños groseros, labrados en las Fábricas del Hospicio, medias de lana, o en su lugar calcetas de hilaza, zapatos ordinarios y un ropón del mismo paño pardo o de mezclilla con su valona. Para que se pudiera distinguir a los hospicianos del resto, debían llevar cosido al lado izquierdo un medallón con la efigie de nuestra Señora de la Piedad. Las mujeres podían ser vestidas con camisas del mismo lienzo, pañuelo de tela gruesa de algodón o lino, enaguas de bayeta y jubón de estameña o picote pardo, procurándoles algunas basquinas y mantillas para que salieran los días de fiesta, siempre bajo licencia del Rector y acompañadas de la Superiora o Maestra que se encargaban del cuidado de la compostura y del juicio de las mismas, para que así se viera la buena educación que recibían en el hospicio.

La lactancia de los expósitos de todos los pueblos del distrito de la Real Fundación fue el principal motivo «…que inclinó a S. Aíael socorro de estos desgraciados, dignos de privilegiada atención, expuestos a perecejrem la inclemencia, o a vivir y criarse sin educación, haciéndose infructuosos al Estaaq …f Con tal fin, cada capital debía de tener un Torno con cuerda y campanilla, en casa y sitio proporcionado por los Partidos de Badajoz, Mérida, Llerena, Villanueva de la Serena, Zafra, Alcáiífáík, Fregenal, Albuquerque y Jerez, con una distribución a corta distancia de seis leguas, todos los pueblos del distrito del mencionado Hospicio. En todas las Casas-torno se estable que debían tener los Vice-Protectores, personas que cuidaran de vestir, limpiar y buscar quien les diera el pecho, o quien les administrare otro tipo de alimentos entretanto se buscaban Amas saludables. Así mismo, para ampliar la cobertura del socorro, en las Cabezas de Partido, si hubiese, especialmente en Badajoz, se tendrían cuartos dentro de las mismas casas en los que se pudieran ocultar las mujeres embarazadas el tiempo preciso hasta el parto, guardando así todo sigilo, y precaviendo por el honor de la misma, evitando con ello los abortos o infanticidios.

En beneficio de los recién nacidos, y para que no estuvieran durante mucho tiempo expuestos a las inclemencias del tiempo, así como para dotar a las Amas encargadas de

Archivo Central del Ministerio de Hacienda. «Constituciones, ordenanzas y reglamentos del Real Hospicio, casa de expósitos, huérfanos, acogidos y mugeres de mal vivir de la ciudad de Badajoz, como también de los quatro agregados a él, nominados Concepción, Piedad, Cruz y Misericordia». Título I, pág. 31.

Cada legua castellana equivalía, aproximadamente, a unos 5 kilómetros.

 

lactarios, se procura a las mismas una limosna de cuarenta y cuatro reales. Esta cantidad estaba destinada a la compra de lienzos, y para que no fuera malversada, el Ropero por su parte debía de dar al Vice-Protector algunas docenas, y por su parte, éste al Ama de Torno cuatro o seis ropillas con el objeto de vestir a los recién nacidos. Aunque llevaran cédula en la que expresaran ser bautizados, aunque figurara su nombre, a los expósitos se les debía volver a administrar sub conditione el mencionado sacramento para asegurar así sus almas, lo cual debían hacer los párrocos gratis. Una vez bautizados eran entregados a la Ama que lo debía de laclar.

Los expósitos de Badajoz eran anotados por el Vice-Protector en el Libro que para este fin debía de haber, en el que se expresaba el día, hora y nombre que indicara, en el caso de que la llevara, la cédula de bautismo; si no la tuviera, se anotaría en el mismo libro el día del bautizo, el nombre que se le puso, las señas, con el fin de poder averiguar su identidad, asentándose también el nombres y habitación del Ama que se haría cargo de su lactancia. Cuando los expósitos correspondían al resto de las Cabezas de Partido, así como en los pueblos que estaban asignados a cada una, según la distancia a la misma, debía ser recogido con prontitud de manos de las Justicias y del párroco, para que se le suministrara el sagrado bautismo, tal y como ya se comentó, expidiendo el párroco, de forma gratuita, la partida de bautismo. Además de la partida de bautismo, el párroco debía de redactar un informe con todos los datos posibles, sobre el modo y forma en que fue hallado, remitiéndolo a la Contaduría del Hospicio, en donde se debía de hacer el asiento de todos los expósitos, con el fin de que desde la misma se giraran las libranzas necesarias para el pago de las Amas. Corresponde a las justicias locales el buscar a las mencionada Ama de cría, a ser posible desembarazadas de sus propios hijos; en el caso de que no las hubiera voluntarias, se procedería contra las que pudiendo criar no quisieran.

Las mencionadas justicias estaban obligadas a dar de los caudales de propios, con la mayor celeridad, los cuarenta y cuatro reales destinados a habilitar las primeras ropas, así como a socorrer a las Amas hasta que estuviera cumplido cada tercio, momento en el que sería librado por la Contaduría, contra el Arca, el todo o prorratas al respecto de treinta reales al mes, tal y como manda el Edicto dado en 1758 por el Intendente General del Ejército y Provincia de Extremadura, don Ramón de Larumbe, cuidando de poner al Protector caudales suficientes en cada Vice-Protector de los expósitos de los Partidos, para que pudieran pagar las libranzas. En el pago de las mismas, intervenían las justicias y los párrocos, ios cuales darían gratis las partidas de entierro que debían de legitimar el día en que concluía el pago a cada Ama.

En la ciudad de Badajoz de debían de hacer mensualmente los pagos en una oficina del Real Hospicio, a la cual concurrirían el último día de cada mes el Juez Conservador, el Contador, el Vice-Protector, el Mayordomo con dinero suficiente y el Médico Cirujano, para revisar la salud de los infantes, así como para comprobar la calidad de la leches de las

 

5

nutrices. Se estipula que a cada una de ellas se le pagara treinta y tres reales para las de Badajoz, y treinta reales a las Amas de los otros pueblos de los partidos. Además se les pagaba, esto sí es a todas, cuarenta y cuatro reales a finales de año con el fin de reponer las ropillas de los niños a cargo de las Amas.

Los socorros dispensados por esta institución será ampliados también a los niños huérfanos o de madres que no pueden criarlos con la leche de su propio pecho, o no pueden pagar a Ama. Para ello se fija el número de 18 en Badajoz y 12 en el término de su partido. Previo informe de los párrocos, Médico, Cirujano y Vice-Protector de la capital, o de los Curas y Justicias de los pueblos, cuando hubiera una vacante, y previa presentación de la fe de bautismo, deberían pagar a las Amas como si fueran expósitos por los meses que les faltan para cumplir un año desde su nacimiento; ello, tal y como se constata en la documentación, afectaba a los fondos del hospicio, diminuyendo la disponibilidad de los mismos.

Una vez que los expósitos habían cumplido los seis años preceptuados que debían de estar al cargo de sus Amas, de los que durante diez y ocho meses serían de lactancia5, pasados los cuales las Justicias deberían de avisar al Protector para que el mismo diera la orden del traslado del infante hasta el Hospicio. Pero si el Juez Conservador notase algún descuido por parte de las Amas, tales como falta de educación, mala conducta o cualquier otro tipo de consideraciones, éste podría determinar que antes de los seis años de edad pasara a depender directamente del Hospicio, buscando con ello el bien del menor. También se contempla el caso de las adopciones, ya que si las Amas que lactaban y criaban a los expósitos quisieran quedarse con ellos con el fin de prohijarlos y adoptarlos, siempre que «…los maridos de las que les tengan no sean viciosos, blasfemos, ni obscenos…» y estuvieran en disposición, sobre todo económica, de poder criarles y mantenerles, por parte del Hospicio no había ningún tipo de inconveniente; eso sí, debían de asegurar su manutención y enseñanza, a costa de la familia que adoptaba, así como de algún oficio con el que se pudiera ganar la vida en el futuro, en el caso de los varones; a las hembras, llegados los quince años, se las debía de dotar con cincuenta ducados por cada cinco años.

Otro de los objetivos que movieron a la fundación del Real Hospicio fue la de dar acogida a los huérfanos y desamparados que hubiere en las ciudades, villas y lugares del distrito comprendidos en la Provincia. Para ser acogidos han de ser enviados por las justicias y los párrocos, quienes tenían que redactar un informe detallado sobre la persona para la que

5 Orden dada por S. M. el 25 de Abril de 1794, comunicada a la Junta de Gobierno del Excelentísimo Señor Duque de la Alcudia Don Manuel Godoy, su primer Secretario. Archivo Central del Ministerio de Hacienda. «Constituciones, ordenanzas y reglamentos del Real Hospicio, casa de expósitos, huérfanos, acogidos y mugeres de mal vivir de la ciudad de Badajoz, como también de los quatro agregados a él, nominados Concepción, Piedad, Cruz y Misericordia». Título I, pág. 36.

 

se solicitaba el acogimiento en el hospicio, en el que se le daría una educación cristiana, habilitándolos para el trabajo en las Fábricas y Oficios para los que fueran útiles, principalmente para aquellos que se desarrollaban en el hospicio. Por huérfanos y desamparados se entendía a los hijos de las familias más pobres, a quienes les había faltado el padre y la madre sin dejarles bienes algunos, a aquellos que sólo tenían madre, pero esta no podía alimentarles, o a aquellos otros que teniendo padre, este pasaba de los sesenta años y se encontraba imposibilitado para trabajar, bien por falta de salud, bien por tener algún defecto corporal o por que el número de hijos teniendo alguna de estar condiciones superaba el de cuatro menores.

Corría a cargo del Protector y Director el examinar los que debían de ser tenidos como verdaderos huérfanos por medio de informes solicitados a los Vice-protectores de los Partidos y a las Justicias de los pueblos a los que pertenecían los desvalidos, así como los informes de otras personas que pudieran aportar datos concretos sobre el estado, condición y procedencia de los mismos. Aquellos se encargaban de decretar la conducción de los huérfanos al Hospicio, distinguiendo en el asiento de los mismo el sexo y la clase, encargan a los Maestros y Maestras que los distribuyeran como mejor les pareciera para poder educarlos «…el primer cuidado en que se les enseñen caritativamente con amor y blandura la Doctrina Christiana por el Catecismo del Padre Ripalda, las reglas de las buenas costumbres, la moderación en todas las cosfis y por fin el santo temor de Dios, respeto a las cosas sagradas, y obediencia a los Superiores^.», pero mayor énfasis se pone en la enseñanza de las primeras letras por los Maestros de la Casa Hospicio a los niños que no tuvieran las fuerzas suficientes para dedicarlos al aprendizaje de los oficios mecánicos y de manufacturas en las fábricas de hilados y tejido de lanas que el hospicio detentaba.

Una vez los infantes habían llegado a los catorce años, se les debía procurar un

destino fuera del Hospicio para que no fueran gravosos al mismo, exceptuando a aquellos que

I -j fueran útiles en las manufacturas y las fábricas «…para que estas no tengan decadencia)…».

Aquellos que no fueran necesarios, deberían ser aplicados en las manufacturas y fábricas que hubiera en la provincia, en los astilleros y arsenales, a las fábricas de lonas y jarcias, al Real servicio o reemplazo de milicias o a la marina, si fueran aptos, a lo cual procedería el Protector cuando el número se hiciera excesivo.

6   Archivo Central del Ministerio de Hacienda. «Constituciones, ordenanzas y reglamentos del Real Hospicio, casa de expósitos, huérfanos, acogidos y mugeres de mal vivir de la ciudad de Badajoz, como también de los quatro agregados a él, nominados Concepción, Piedad, Cruz y Misericordia». Título I, pág. 38.

7   Archivo Central del Ministerio de Hacienda. «Constituciones, ordenanzas y reglamentos del Real Hospicio, casa de expósitos, huérfanos, acogidos y mugeres de mal vivir de la ciudad de Badajoz, como también de los quatro agregados a él, nominados Concepción, Piedad, Cruz y Misericordia». Título I, pág. 39.

 

Las niñas o mujeres expósitas y huérfanas debían ser educadas en la misma forma  hombres por maestras útiles, pero «…ocupándolas en las labores propias de su y.» tales como coser las ropas, hilar, hacer calcetas de hilo, medias de lana, tejer lienzos, mantelerías, tranzaderas, cordones y cosas por el estilo, entregando a la Rectora la materias por cuenta y peso, pasado la pieza a disposición del Mayordomo o a los encargados de este ramo.

Las niñas debían de permanecer en el Hospicio hasta la edad de quince años, no pudiendo abandonarlo sin el permiso del Protector si no era para casarse, dando su aprobación expresa por escrito una vez se comprobada la identidad del hombre, su honradez y que dispusiera de trabajo o de los medios necesarios para mantenerla. En tal caso, el Protector, de los fondos de la Real Casa, debía de dotarla con veinte ducados para la cama, el tablado, las sábanas, etcétera. Otro de los casos en los que podía una niña salir del hospicio era para servir en alguna casa decente a cambio de un sueldo mensual, obligando al Amo a que, en el caso de que se saliera de la casa por motivo justo, debía de dar cuenta de ella, entregándola al Rector para que la recogiera y regañara, en el caso de que lo necesitare; también se le obliga a vestirla y a alimentarla y, pasados cinco años a su servicio, la debía de dotar con cincuenta ducados, o en lo que se estipulare conveniente. En el caso de que la niña fuera devuelta al no ser/TTScesaria, por no poderla alimentar o «…por que se hubiera viciado, sin culpa del Ami¿J–‘\ ésta debía de pagar la prorrata, o lo que pudiera haber ganado en ese tiempo, rebajando lo que en ella se hubieran gastado en vestirla.

Todos los últimos lunes y martes de cada mes se debían pelar los muchachos y hombres del hospicio; los miércoles y jueves inmediatos, las mujeres del hospicio debían de registrar todos los vestidos de lana; el viernes y sábado, también las mujeres, pero ahora ayudadas por los hombres si fuera necesario, reconocían las tablas, jergones y demás ropas de las camas, procediendo a su limpieza. Los pobres del hospicio, de ambos sexos, tanto niños como adultos, estaban obligados a ponerse ropa limpia todos los domingos. En el supuesto de que en la ropería hubiera siempre bastante surtido y prevención de ropas de lana, se cuidaba expresamente que todos los meses se mudaran los calzones y demás ropa exterior para que las mujeres del hospicio la limpiaran y repararan.

s Archivo Centra] del Ministerio de Hacienda. «Constituciones, ordenanzas y reglamentos del Real Hospicio, casa de expósitos, huérfanos, acogidos y mugeres de malvivir de la ciudad de Badajoz, como también de los quatro agregados a él, nominados Concepción, Piedad, Cruz y Misericordia». Título I, pág. 39.

* Archivo Central del Ministerio de Hacienda. «Constituciones, ordenanzas y reglamentos de! Real Hospicio, casa de expósitos, huérfanos, acogidos y mugeres de mal vivir de la ciudad de Badajoz, como también de los quatro agregados a él, nominados Concepción, Piedad, Cruz y Misericordia». Título I, pág. 40.

 

8

Igualmente se fijan de manera muy precisa los horarios. La hora de levantarse de los hospicianos, que era, desde primero de octubre a las seis y media de la mañana, y desde primero de mayo a las cinco y media de la mañana. Para que no se alterara el mismo y se cumpliera, se encarga a la Rectora en su Departamento y al Maestro o Mayoral en el suyo, que señalaran por semanas dos individuos, con el cargo de Despertadores, para que después de haber escuchado la hora señala de las cinco y media o las seis y media, según la época del año, cantaran en voz alta el Alabado, a cuyas voces debían de vestirse el resto de sus compañeros, tras lo cual se especifica que debían de arrodillarse para cantar el Trisagio. Le sigue el aseo, pasando todos a lavarse las manos y la cara, para después barrer y asear las habitaciones, para lo cual también se destinaban por meses o semanas lo que debían de cumplir con este servicio. A los demás se les hacía pasar a entretenerse en los patios hasta las seis o las siete de la mañana, hora en la que, previo toque, acudían a misa de comunidad, eso sí, por separación de sexos; concluida la misma seguía el desayuno, también en comunidad hasta que se hacía la señal de abrir los oficios y talleres.

Todos los primeros de cada mes debían poner limpia una sábana de las dos que tenían las camas, la igual que la almohada, y cada primer día de cada tres meses tenían que mudar, por razones de higiene, el jergón, sustituyéndolo por uno limpio. Los dormitorios, tanto los de los hombres como los de las mujeres, tenían que ser barridos todos los días, cuidando un Celador o Celadora, según los dormitorios, de que se asearan las camas y los cuartos según lo comentado. Se impide, así mismo, que en los dormitorios hubiera braseros, tanto de noche como de día, no permitiéndolo los Celadores de cada uno de los cuartos. Los celadores eran nombrados por el Rector y también debían de cuidar de que por las noches hubiera silencio, no permitiendo que los hospicianos se molestaran entre ellos; quedan como los responsables de los cuartos amonestando en primera instancia a las personas que se excedieren, y si no se enmendaran, darían parte al Rector quien imponía la pena que consideraba oportuna, y si esto no era suficiente, se daba cuenta ante el Juez Conservador. Esta Ordenanza, con el fin de que todos fueran conscientes de ella, sería leída en los respectivos refectorios los primeros domingos de cada mes.

Continuando con la reglamentación de las ordenanzas relativas a la higiene personal y de las habitaciones, los Celadores, así como los Maestros y Rectores, debían cuidar de que todos los pobres se lavaran la manos y cara a la hora señalada, así como de que las mujeres se peinaran.

Los refectorios eran barridos todos los días por las mañanas y después de comer por aquellos y aquellas que el Rector señalaba, poniendo igualmente manteles limpios todos los domingos. Tanto a la comida como a la cena de los hospicianos debía de asistir el Maestro de primeras letras, y al de las hospicianas el Rector o alguna de las Maestras; también debían de visitar ambos refectorios en las citadas ocasiones el Rector y Mayordomo, alternándose ambos para que con su presencia se guardara el debido silencio, compostura y buen modo que

 

correspondía en ese momento. El Rector disponía que en cada refectorio durante la comida un niño o niña debían de leer un libro devoto.

En todas las épocas del año los hombres entraban por las mañanas a las Escuelas y Oficinas, tanto de primeras letras como de las artes y oficios, así como las mujeres a las suyas, después del desayuno permaneciendo hasta que se tocaba a comer. Por la tarde el horario estaba fijado desde las tres de la tarde hasta las siete, desde primero de mayo hasta finales de octubre, y desde primeros de noviembre hasta finales de abril, de las dos de la tarde a las cinco.

Tanto en la Escuela de Primeras Letras como en la de Artes y Oficios, también en las escuelas de mujeres, una hora antes de comer se cantaba lodos los días «la Doctrina Christiana por el Catecismo acostumbrado del Padre Gerónimo Ripalda J.» por un niño, quien llevaba la voz cantante, mientras el resto repetía al unísono, para que de esa manera, a través de las constante reiteración, todo el mundo la aprendiera con mayor facilidad.

Siguiendo con los horario, desde el primero de noviembre hasta finales de abril se tocaba a cenar a las ocho; desde primero de mayo hasta finales de octubre a la ocho y media, rezando antes el Rosario, y cantando la Salve los sábados. En invierno, en las Escuelas de mujeres y en las de Artes y Oficios, se mantenía a todos los hospicianos al menos hora y media de asistencia velando el Santísimo Sacramento, de lo que estaban excluidos los hospicianos de primeras letras; a esta vela debían de asistir los Maestros de dichos oficios, so pena de ser multados por el Rector.

Los niños y jóvenes del hospicio, siempre que el tiempo lo permitía, salían juntos los domingos y días de fiesta por la tarde con el Rosario por la calle, cantando devotamente; después iban al campo, según lo dispusiera el Rector, acompañados del Maestro de Primeras Letras y Mayorales, los cuales cuidaban de que fueran por la calle con la debida compostura. Las niñas y mujeres jóvenes podían salir al campo aquellas tardes de los domingos que lo señalara el Rector, pero siempre acompañadas de la Redora y de una de las Maestras. En aquellas tardes de domingo que no hubiera salida al campo, se recreaban en los patios de cada Departamento a la vista y cuidado de los Celadores.

El Mayordomo debía de poner especial cuidado en que el alimento que se les daba a los hospicianos estuviera en las condiciones adecuadas, así como velar por el aseo y limpieza en la preparación del mismo. Respecto a la cantidad se regula de la manera siguiente.

10 Archivo Central del Ministerio de Hacienda. «Constituciones, ordenanzas y reglamentos del Real Hospicio, casa de expósitos, huérfanos, acogidos y mugeres de mal vivir de la ciudad de Badajoz, como también de los quairo agregados a él, nominados Concepción, Piedad, Cruz y Misericordia». Tíluio I, pág. 44.

 

10

n

a)      A la Rectora se le daban doce orizas^– de carne para la ración de un día.

b)             A cada individuo» s,eis onzas y media para todo el día, contando este /ñttmero de

(12 /                                                                                                           ’13 /

libras sobre libra    y media, cantidad en que se calculaba el mondongo   /

 

c)    Para el número de ciento veinte y cinco individuos se regulaba,’y así se señala.-,’

cinco libras castellanas de tocino, así como seis cuartillos13 ,Íie garbanzos diariamente, teniendo en cuenta que, por cada uno que faltaban se incrementaba el grupo se añadía o se restaba por ración media onza de tocino y dos de garbanzos. Se previene que, si de la despensa se da la ración para algún individuo y este, por el motivo que fuera faltare del hospicio, su ración de cocido era repartida entre los demás, pero la ración de pan que le tocaba era recogida en beneficio de la casa.

d)             Los viernes se regulaba que a cada uno de los hospicianos que pasaran de los diez años, le correspondían tres onzas y media de bacalao seco. A todos aquellos menores de diez años le correspondía onza y media, a demás del garbanzo de potaje, esto para todos, que les correspondiera, o bien otro equivalente.

e)              A cada individuo que pasara de los diez años se le daban veinte onzas de pan, mientras que a los menores de esa edad sólo les correspondían diez y seis onzas repartidas en las tres comidas.

f)                 A los Maestros, Porteros, y demás hospicianos se les daban dos libras de pan para todo el día; para su distribución, así como para la del aceite necesario, se tenía presente  al   Mayordomo,  quien  se encargaba del  arreglo  y  plan en que  se distribuía la comida; así mismo se encargaba de registrar las altas y bajas de los individuos para organizar el abastecimiento del hospicio.

» Peso que consta de 16 adarmes y equivale a 287 decigramos. Es una de las 16 partes iguales del peso de la libra, y la del marco de la plata se divide en ocho ochavas.

12 Peso antiguo de Castilla, dividido en 16 onzas y equivalente a 460 gramos. En Aragón, Baleares, Cataluña y Valencia tenía 12 onzas, 17 en las Provincias Vascongadas y 20 en Galicia, y además las onzas eran desiguales, según los pueblos.

» Intestinos y panza de ¡as reses, y especialmente los del cerdo.

14       Archivo Central del Ministerio de Hacienda. «Constituciones, ordenanzas y reglamentos del Rea! Hospicio, casa de expósitos, huérfanos, acogidos y mugares de mal vivir de la ciudad de Badajoz, como también de los quatro agregados a él, nominados Concepción, Piedad, Cruz y Misericordia», Título 1, pág. 46.

15       Medida de capacidad para áridos, cuarta parte de un celemín, equivalente a  1.156 mililitros aproximadamente; como medida de líquidos, cuarta parte de una azumbre, equivalente a 504 mililitros.

 

11

Para llevar una adecuada contabilidad del hospicio debía existir un libro de reparto y distribución del pan a cargo del Dependiente, quien se encargaría de anotar por días los individuos que desayunaban, los que salían y entraban a comer y a cenar, y los que quedaban para el día siguiente. Al tiempo de sacar la despensa, que seria a la puesta de sol por la tarde, debía de acudir el Dependiente con su libro y, según el número de individuos que resultare de él para el día siguiente sacar las raciones; el Mayordomo y el Rector, como su interventor, se encargaban de rubricar lo anotado en el libro. El libro concluía a final de mes, pasando a la Contaduría para que fueran comprobadas las cuentas dadas por el Mayordomo. Por su trabajo desempeñado, al Dependiente se le gratificaba a voluntad del Director de la citada contaduría.

Otro de los objetivos del Hospicio era el de corregir y castigar en él aquellos delitos que sólo exigían la reclusión temporal con el fin de que los mismos fueran encaminados en las buenas costumbres de nuevo. Pero estas personas no debían de estar mezcladas con el resto de las que allí eran educadas y acogidas, por lo que el hospicio debía de proporcionar dos Departamentos de corrección, uno de hombre y otro de mujeres, cada uno con sus respectivos Dependientes; eran responsabilidad del Protector y Director, quienes se encargaban de que en ellos se observaran las mismas reglas generales de administración, de economía y de política que en el resto del Hospicio. Los reclusos debían de ser asistidos, cuidados, tratados y atendidos como el resto de desamparados y pobres, pero para que se lograra el total arrepentimiento de los mismos y su reinserción en la sociedad, se encargaba al Rector o a otro eclesiástico regular o secular, que todos los viernes del año debían andar el Via Crucis, tras lo cual predicaban a los mismos sobre el arrepentimiento.

Además de las visitas particulares que debían de hacer todos y cada uno de los Jefes del Real Hospicio en sus respectivos Departamentos y Oficinas con el fin de velar por el cumplimiento de las obligaciones de los dependientes menores, el primer día de cada mes pasaba de oficio el Director, acompañado del Contador y de uno de los Oficiales de la Contaduría en calidad de Secretario, a visitar y reconocer todos y cada uno de los Departamentos, las Fábricas en particular, ¡as Escuelas de primeras letras, Despensas y Enfermerías, inspeccionando los hilados, tejidos y demás manufacturas; además de la inspección físicas de los diversos lugares, debían de examinar a los jóvenes en sus respectivos oficios, así como en la Doctrina Cristiana, premiando o corrigiendo según fuera conveniente a cada uno de ellos. Se debía de llevar un libro en el cual se registraba el resultado de esta visita mensual, y que debía de ser firmado por los tres visitadores.

Tras la visita, cada Maestro y Maestra debía de entregar una lista de las elaboraciones y manufacturas confeccionadas en el mes anterior por cada uno de los Departamentos y Oficinas, listas que serían archivadas en la Contaduría; estas relaciones tenían el objetivo de controlar las cuentas, en especial las dadas por el Ropero, quien debía anotar en cada una de ellas su visto bueno. Para que la Contaduría tuviera noticia justificativa de las ropas y demás elementos de los que no volvieran a servirse, y para que el Ropero y el

 

Para llevar una adecuada contabilidad del hospicio debía existir un libro de reparto y distribución del pan a cargo del Dependiente, quien se encargaría de anotar por días los individuos que desayunaban, los que salían y entraban a comer y a cenar, y los que quedaban para el día siguiente. Al tiempo de sacar la despensa, que sería a la puesta de sol por la tarde, debía de acudir el Dependiente con su libro y, según el número de individuos que resultare de él para el día siguiente sacar las raciones; el Mayordomo y el Rector, como su interventor, se encargaban de rubricar lo anotado en el libro. El libro concluía a final de mes, pasando a la Contaduría para que fueran comprobadas las cuentas dadas por el Mayordomo. Por su trabajo desempeñado, al Dependiente se le gratificaba a voluntad del Director de la citada contaduría.

Otro de los objetivos del Hospicio era el de corregir y castigar en él aquellos delitos que sólo exigían la reclusión temporal con el fin de que los mismos fueran encaminados en las buenas costumbres de nuevo. Pero estas personas no debían de estar mezcladas con el resto de las que allí eran educadas y acogidas, por lo que el hospicio debía de proporcionar dos Departamentos de corrección, uno de hombre y otro de mujeres, cada uno con sus respectivos Dependientes; eran responsabilidad del Protector y Director, quienes se encargaban de que en ellos se observaran las mismas reglas generales de administración, de economía y de política que en el resto del Hospicio. Los reclusos debían de ser asistidos, cuidados, tratados y atendidos como el resto de desamparados y pobres, pero para que se lograra el total arrepentimiento de los mismos y su reinserción en la sociedad, se encargaba al Rector o a otro eclesiástico regular o secular, que todos los viernes del año debían andar el Vía Crucis, tras lo cual predicaban a los mismos sobre el arrepentimiento.

Además de las visitas particulares que debían de hacer todos y cada uno de los Jefes del Real Hospicio en sus respectivos Departamentos y Oficinas con el fin de velar por el cumplimiento de las obligaciones de los dependientes menores, el primer día de cada mes pasaba de oficio el Director, acompañado del Contador y de uno de los Oficiales de la Contaduría en calidad de Secretario, a visitar y reconocer lodos y cada uno de los Departamentos. las Fábricas en particular, las Escuelas de primeras letras. Despensas y Enfermerías, inspeccionando los hilados, tejidos y demás manufacturas; además de la inspección físicas de los diversos lugares, debían de examinar a los jóvenes en sus respectivos oficios, así como en la Doctrina Cristiana, premiando o corrigiendo según fuera conveniente a cada uno de ellos. Se debía de llevar un libro en el cual se registraba el resultado de esta visita mensual, y que debía de ser firmado por los tres visitadores.

Tras la visita, cada Maestro y Maestra debía de entregar una lista de las elaboraciones y manufacturas confeccionadas en el mes anterior por cada uno de los Departamentos y Oficinas, listas, que serían archivadas en la Contaduría: estas relaciones tenían el objetivo de controlar las cuentas, en especial las dadas por el Ropero, quien debía anotar en cada una de ellas su visto bueno. Para que la Contaduría tuviera noticia justificativa de las ropas y demás elementos de los que no volvieran a servirse, y para que el Ropero y el

 

12

Mayordomo las anotaran en la Dala, a finales de cada mes debían presentar un listado de las ropas y muebles que eran dados por inútiles; posteriormente la visita mensual inspeccionaba los listados y. si se correspondían con las existencias, se inutilizaban. En el libro de la visita de oficio eran anotados uno por uno los muebles, ropa y calzado que quedaban por inútiles, descargándose tanto el Ropero como el Mayordomo de su responsabilidad.

Otro de los fines de la fundación de este establecimiento, en virtud de la unión que tenía con los cuatro Hospitales, era el de recoger a los peregrinos y pobres caminantes, así como de costear la sepultura a los que se enterraban por misericordia, al igual que el curar y medicinar a los pobres que padecieran enfermedades y que necesitaran el remedio de unciones y medicación. Para ellos, el Administrador encargado de los hospitales debía preparar, mientras no se le ordenara otra cosa, una sala y cocina de entrada del Hospital de Concepción, inmediata al patio, para que en ella se hospedaran los infelices, por un máximo de tres días. Para el arreglo del hospital se nombra por parle del Director un Hospitalero encargado de servir de Enfermero Mayor cuando se le necesitara en las curas. Éste debería llevar un libro en el que anotar las personas que entraban y salían de la hospedería, indicando su patria, nombre y estado de las mismas, previniéndolos que para ser admitidos en el mismo debían de presentar el pasaporte, refrendado por el Caballero Corregidor para que le admitiese el Director. De ningún modo se permitía que ambos sexos estuvieran bajo el mismo techo, separando los cuartos y velando con celo por la conducta de los acogidos, a quienes se les obligaba a rezar el Rosario de María Santísima todas las noches, así como a barrer todas las mañanas sus Departamentos. Tras los tres días de descanso debían reanudar su viaje.

Para costear la sepultura de los pobres, debían presentar certificación por parte del párroco en la que se manifestara su pobreza; con el visto bueno del Director, el administrador se encargaba, de los fondos del hospicio, de correr con los gastos del entierro. Se ordena que al tiempo del entierro se abra la puerta de la iglesia del Hospital de San Sebastián para que, una vez realizados los oficios de rito por parte del párroco del mismos, se condujera al cadáver en procesión por la calle al Campo Santo.

El contenido de las páginas de esta web está protegido.