Oct 012005
 

Alonso J. Román Corrales Gaitán.

“Non nobis, domine, non nobis,
sed, nomine tuo da gloriam”

(Versículo del Salmo 113)

Así es como se titulaban los Caballeros de la Orden de los Templarios.

Nuestro especial interés por tan misteriosos caballeros, surge durante el año 1978 como consecuencia de la lectura de determinados artículos y publicaciones referidas a tan peculiar asociación religiosa. Pero cuando sentimos una atracción desbordante hacia aquellos caballeros de Cristo tan injustamente castigados, es a partir del año 1987 con la gratificante lectura de la obra de D. Publio Hurtado Pérez, titulada: “Castillos, torres y casas fuertes de la provincia de Cáceres”(1912), donde el autor trata de mencionada orden al referirse a los lejanos orígenes de muchos de estos castillos o fortalezas.

Tan profundamente va calando esta nueva sensación de conocer a tan concreto momento de la historia lejana de nuestra civilización, que adquirimos otras obras referidas a Cáceres capital o provincia, donde está contenida sustanciosa información al respecto de los Caballeros Templarios, como es el caso de la obra:“Castillos de la Alta Extremadura” (1953), de la que es autor D. Antonio C. Floriano Cumbreño. Al mismo tiempo vamos descubriendo a un autor nacional que nos va a describir un maravilloso mundo de arte y cultura además de historia, se trata de D. Juan García Atienza, adquiriendo la practica totalidad de su obra.

De esta manera van transcurriendo los años, mientras vamos formando una interesante biblioteca de trabajos referidos a estos caballeros de la capa blanca, llegando a sumar un centenar de publicaciones de muy diferentes autores, y limitadas prácticamente al territorio nacional, además del regional y provincial.

Con la adquisición de varias obras del historiador cacerense D. Antonio Cristino Floriano Cumbreño, conocemos la incursión de determinados caballeros templarios en campañas realizadas en la propia ciudad de Cáceres, así como la lógica posibilidad de estrecha relación entre algunos de estos militares-religiosos con los cacereños.

Tantos conocimientos llegan hasta nuestras manos, que nos vemos obligados a constituir un archivo específico de este tema, pero sin intención inicial de publicar o sacar a la luz trabajo alguno al respecto. Ello por ser consciente de la abundante literatura que cada año aparece, donde se ofrece toda una amplia información en gran medida repetitiva o a falta del oportuno respaldo documental o histórico.

En la actualidad cuando han transcurrido pocos años que hemos iniciado el siglo XXI, con el amplio y variado fondo bibliográfico particular que disponemos, decidimos iniciar este trabajo recopilatorio con la lejana posibilidad de convertirse en el futuro en una publicación sino documental o interesante, al menos peculiar o entretenida.

Para mejor hilvanar los datos que seguidamente vamos a presentar, consideramos oportuno realizar antes una recopilación de acontecimientos puntuales relacionados con la Orden del Temple en general, y así poder acceder mejor a lo ocurrido con dichos caballeros en nuestra tierra, y la notable herencia que ello ha supuesto para nosotros.

No obstante somos conscientes que aún quedan infinidad de datos y detalles por descubrir y que “disimulados” en archivos y bibliotecas privadas, esperan el momento oportuno para darse a conocer públicamente un sin fin de documentos que sin duda harán cambiar la opinión general u oficial que se tiene de Los pobres caballeros de Cristo. De hecho en los últimos veinte años se ha aclarado considerablemente mas, todo lo sucedido con relación a su persecución y desaparición, que en los últimos siglos.

Es justo reconocer que en gran medida, el orden bancario establecido en nuestros días, tiene mucho de la herencia templaria, quienes crearon un muy peculiar y novedoso sistema de pago, para impedir los robos tan de moda en un tiempo en el que se respetaban muy pocos valores humanos, teniendo en cuenta que tanto el mundo occidental como el oriental estaban sumidos en continuas guerras y epidemias. Sin olvidar que además del poder económico y financiero, los caballeros de la capa blanca nos han dejado también una notable influencia política, al menos en lo que a Europa se refiere. Y otras ciencias que durante siglos la Iglesia se ha preocupado en destruir y borrar todos sus rastros. Quizás sea esta la parte mas misteriosa de la desconocida historia de los caballeros templarios y halla sido una clara justificación para que miles de personas de todos los tiempos traten frenéticamente a cualquier precio de descubrir todos los secretos de señores tan herméticos.

Volvamos la vista atrás:

En el año 1104, Hugo I Conde de Champaña contando con 28 años de edad, permanece cuatro años en la ciudad de Jerusalén, visitando los Santos Lugares y profundizando en el estudio de cuanto aconteció en aquella amplia zona. Por su carácter abierto y amable, tiene acceso a archivos y bibliotecas privadas, pudiendo así ofrecer a ciertas órdenes una documentación e información valiosísima, de origen hebreo y musulmán principalmente. A su regreso a Francia se construye un monasterio en sus tierras nombrando a su amigo Bernardo (25 años) Abad de Claraval, alistando también a otros caballeros de diferente edad y procedencia. Mantienen una primera reunión, considerada oficial, en la cripta del Castillo de Arginy, cerca de Lyón, como único testigo un austero crucifijo.

En contra de todo lo que la gente pueda pensar, las primeras actividades o tareas que estos caballeros efectúan, no son de armas sino que se limitan a realizar varias incursiones en los subterráneos del Palacio de Salomón y mas concretamente en sus caballerizas, en la universal ciudad de Jerusalén, donde localizan kilómetros y kilómetros de galerías que son exploradas con gran minuciosidad, estableciendo allí estos nueve caballeros su cuartel general, utilizando tan amplio espacio para guardar armas y miles de libros fundamentalmente. Además de importantes cantidades de dinero y joyas.

El Concilio de Troyes, convocado por el Papa Honorio da la correspondiente autorización a la orden para comenzar su arriesgada andadura.

Inmediatamente se van cambiando los fines, esto obligados por la necesidad de dar escolta a la infinidad de peregrinos cristianos y las numerosas caravanas que de continuo son asaltadas por partidas de bandidos musulmanes en aquellas lejanas tierras bíblicas. Tan caballeresca tarea de escolta atrae a muchos caballeros cristianos con el deseo de formar parte de la orden, que comienza a ser conocida con títulos como: “Caballeros del Templo de Jerusalén o Caballeros de la capa blanca”.

Tanto éxito va alcanzando entre la Cristiandad esta organización, que sus primeros nueve fundadores deciden vincular la misma a una determinada orden religiosa para un mejor asesoramiento. En el caso de los templarios se unen a los benedictinos, es decir que en aquellos lugares donde se descubre un convento o templo dirigido por estos religiosos, muy cerca se descubren los pobres caballeros de Cristo.

Por lo cual Hugo de Champaña entrega gran parte de sus tierras en Francia a San Bernardo, iniciándose así una estrecha amistad y colaboración entre ambos que ha quedado convenientemente registrada en infinidad de documentos y publicaciones posteriores.

El 12 de junio del año 1118 es la fecha oficial de composición de una de las órdenes militares mas importante de todos los tiempos, por el número de sus miembros, el espacio geográfico que llegan a poseer y el gigantesco patrimonio que logran manejar, además de todos los conocimientos que adquieren y las enseñanzas que comparten con la iglesia y la monarquía occidental.

El año 1139 había sido para el Temple una fecha muy importante, dado que el Pontífice Inocencio II le concede su verdadera autonomía con la Bula OMNE DATUM OPTIMUM, un impresionante respaldo a los caballeros-monjes, que con el paso del tiempo es utilizado en su contra para la total destrucción.

“NOS os exhortamos, a vos y a vuestros sargentos a combatir sin desfallecimiento a los enemigos de la Cruz, y en recompensa os autorizamos a que os quedéis para vos el botín cogido a los sarracenos sin que nadie pueda revindicar una parte”. (Inocencio II. PONTF:)

Pero fue su propio éxito el que le llevó a una prematura destrucción, dada la enorme envidia que despertaron entre determinados monarcas europeos, entre otros personajes, formándose una injusta campaña internacional de total caza y muerte de la gran mayoría de sus miembros. Obligando a un amplio número de templarios a transformar su vida en otras órdenes europeas para poder sobrevivir y salvar un importante patrimonio cultural e histórico de los templarios.

A pesar de todo el odio que despertó esta inolvidable organización religiosa-militar, aún en la actualidad se siguen manteniendo en determinados gobiernos, algunas de sus particularidades políticas y muchos de sus monumentos en pie, sirven para que millones de personas sientan un notable interés por aquellos pobres caballeros de Cristo, tanto es así que cada año aparece en el mundo cerca de un centenar de libros que se refieren a esta misteriosa organización, además de existir varios grupos que defienden obsesivamente su autentica herencia histórica como caballeros templarios.

Es notorio el interés de notables investigadores y estudiosos de este tema en todo el mundo, de la continua búsqueda de elementos valiosos originariamente propiedad de estos peculiares monjes. Alejándose inexplicablemente de los conocimientos históricos y religiosos que durante décadas fueron almacenando en sus archivos, centro fundamental de su envidiable e incalculable conocimiento y sabiduría.

Hoy, con la distancia madura del tiempo, podemos afirmar categóricamente que los templarios se adelantaron notablemente a su época, aportando a aquella sociedad tan materialista toda una serie de operaciones bancarias y económicas, entre otras, que en la actualidad continúan en vigor con lógicas variaciones.

Amplia es la bibliografía referida a las zonas europeas e incluso españolas que fueron dominadas oficialmente por los templarios, pero sin embargo muy poco se conoce sobre otras zonas que sin estar dominadas por estos caballeros soportaban de alguna manera la autoridad o presión de sus miembros por proximidad o visitas esporádicas de los mismos, tal y como es el caso concreto de Cáceres.

El primer problema digno de mención surgido entre dichos caballeros y nuestra villa, surge en el siglo XIII. Los templarios asentados en la cercana fortaleza de Alconetar desde finales del siglo XII, tenían bajo su autoridad los territorios de Garrovillas, Talaván, Hinojal, Cañaveral y Santiago del Campo, además de una gran cantidad de tierras de pastos, situadas al norte del río Tajo, y muy cerca de la villa de Plasencia. Una extraordinaria extensión de tierra donde se había ido concentrando una impresionante cantidad de ganado procedente del norte, lo cual facilitaba a que los caballeros del temple miraran con verdadera envidia las tierras de la villa cristiana de Cáceres.

Motivo por el que en repetidas ocasiones invadían los pastos de Cáceres, contra lo cual los cacerense pedían continuamente al monarca sus derechos de propiedad sobre sus tierras.

Momentos especialmente delicados entre las dos partes cristianas, sin olvidarnos de que el paso obligado hacia el norte era el Puente de Alconetar, que estaba en posesión de los templarios, cuyos miembros no dudaban en cobrar a los habitantes de la villa cuantos impuestos y caprichos se les ocurrían.

Mientras los vecinos de Cáceres reaccionaban como podían, tan pronto como se enteraban que los ganados de los templarios pisaban sus dominios, enviaban a los Caballeros de la Rafala y los apresaban, en otras ocasiones para vengar alguna acción considerada injusta, se adentraban en territorio del Temple y cogían cuanto se les ponía a mano.

Tan complicadas y delicadas estaban las cosas, que varios oficiales de nuestra villa decidieron acudir al Castillo de Alconetar para así entrevistarse con el Comendador de la Orden, y tratar de solucionar los problemas existentes entre ambas partes. Pero el resultado no es el esperado, por lo cual deciden realizar un segundo intento, en esta ocasión en el propio Cáceres y la reunión se celebra el 22 de febrero del año 1253, acudiendo dos miembros por cada una de las partes implicadas:

  • Por los caballeros templarios: D. Lope Pérez y D. Miguel Navarro.
  • Por Cáceres: D. Pero Yannes y D. Xemen Sancho.

Pero tal y como ha quedado oportunamente anotado en la propia historia oficial de la orden, ninguno de estos intentos lograron acuerdo alguno, todo lo contrario ya que los caballeros templarios asentados por estos territorios eran especialmente orgullosos y lo único que verdaderamente pretendían era su propio interés.

Afortunadamente para la villa de Cáceres, la existencia y continuo crecimiento de las Ordenes de Santiago y Alcántara, fueron ahogando la propia hegemonía de los templarios, lo que obligó a que estos dejaran definitivamente Alconetar en el año 1258, y comenzaran a desplazarse hacia otras tierras menos problemáticas para su ya preocupante existencia.

Reglas o Normas templarias:

Sin lugar a dudas en el éxito de la existencia de esta sorprendente orden de caballería, jugaron un papel fundamental las leyes que fueron acordándose por los miembros fundadores de la misma. Dichas normas escritas comprendían todo un amplio abanico de condiciones, que servían para que los caballeros templarios llevasen una vida lo mas austera posible dentro de una sociedad llena de necesidades y peligros.

Es conveniente recordar que dicho documento escrito, no era algo cerrado, sino que cada vez que llegaba al cargo un nuevo Gran Maestre, por lo general aportaba alguna otra regla que pasaba a completar esa creciente relación de detalladas normas.

Así estos reglamentos llegaron a dar forma a una considerable publicación, convenientemente dividida en determinados capítulos, dependiendo de su contenido, siendo iniciada por la denominada Regla primitiva.

Lo verdaderamente sorprendente es, que una vez prohibida la existencia de la Orden del Temple, un elevado número de sus reglas “sagradas”, fueron adoptadas por un gran número de nuevas órdenes similares, que de alguna manera mostraban así una cierta admiración por la que durante varios siglos fue considerada organización maldita y traidora a la propia religión cristiana.

Se iniciaban estas normas con 72 artículos en total y 4 mandatos, que fueron redactados por Johan Michel, por indicación directa de San Bernardo, ampliándose por los extractos para quedarse en 685 artículos.

Los denominados Estatutos Jerárquicos comprendían 120 artículos.

El artículo 98 se refiere a los escoltas en época de guerra.

El artículo 101 hace referencia a los derechos del Mariscal en tiempo de contienda.

El 126 trata del aprovisionamiento de los castillos.

El 127 hace referencia a la defensa de la Vera Cruz durante la batalla.

Del 156 al 168 se dedican al equipo de campaña, la marcha y la disciplina tanto en tiempos de paz como de guerra, así como el comportamiento que debe usarse en el combate.

La última parte de la Regla comprende 488 estipulaciones de temas muy variados.

Resumiendo, de los 686 artículos tan solo 49 se refieren al aspecto bélico de los templarios y ninguno de estos últimos están en la Regla primitiva sino en las que posteriormente se fueron confeccionando.

Desgraciadamente se han conservado muy pocos manuscritos de esta orden a través del tiempo. Curzón cuando presentó su interesante trabajo en el año 1886 afirma que se conocían tres fondos documentales muy interesantes:

  1. En Roma.- Fondos de la Biblioteca del príncipe Cossino.
  2. En París.- Bibliotheque Nationale y procedente de la Biblioteca del cardenal Mazarino.
  3. En Gijón.- Procedente del Priorato de Champagne.

No obstante lo cierto es, que se ha escrito mucho y variado sobre las normas que regulaban la vida de estos caballeros que la historia ha criticado tan injustamente.

Debían vestir hábito blanco o negro según la ocasión y llevar capa blanca que era el símbolo de castidad.

Con posterioridad llevarían el distintivo, es decir una cruz en rojo en la parte izquierda.

No podían llevar prenda de abrigo de piel.

Aquellos caballeros que lo deseasen podían llevar barba, pero los cabellos cortados prácticamente al rape.

No se lavaban con demasiada frecuencia.

Estaba totalmente prohibido portar adornos plateados o dorados.

Debían oír todos los días Misa o en su defecto rezar numerosas oraciones.

Tenían que honrar a los hermanos difuntos y a los enfermos y ancianos.

Les quedaba completamente prohibido, con grandes castigos, el ser acompañados por mujeres.

A groso modo estas eran algunas de las normas mas frecuentes por las que se debían regir los caballeros templarios.

La máxima autoridad era el Maestre y por encima del cual solamente estaba Dios, sin reconocimiento hacia el monarca o el Papa.

Siguiendo por orden descendiente en la lista jerárquicamente el gran Comendador y el sargento, así hasta llegar al más humilde miembro de la misma.

Debían cuidar y tener en perfecto estado, tanto las armas como el caballo, siendo elementos fundamentales en la propia vida del caballero, así como estar preparado interiormente desde el punto religioso con el alma totalmente limpia.

Es en el año 1147 cuando se autoriza a los caballeros templarios el llevar sobre la capa, al lado izquierdo del corazón una cruz roja “a fin de que este signo les sirva de escudo ante el infiel”.

La orden tiene a su cabeza un Maestre electo, con amplios poderes, aunque está obligado a reunir el capitulo para tomar consejo de él y, a la hora de decidir, debe reunir el convento.

Todos le deben obediencia y sumisión, como a Dios mismo, estando ésta obediencia simbolizada en poseer un cofre sin cerradura.

El castigo de las faltas cometidas va desde “ligera penitencia” a la expulsión de la Orden. Es obligada la denuncia de las faltas de los hermanos.

Cada caballero tendrá tres caballos y escudero, que está encargado de su cuidado y que no podrá pelear si éste sirve “de caridad”, es decir sin remuneración.

Si se efectúa alguna donación a la Orden, de armaduras doradas o plateadas se las pintará

En el caso del fallecimiento del Maestre, sus funerales tienen carácter solemne, con gran luminaria de cirios y candelas. Durante siete días los hermanos deben rezar doscientos padrenuestros por el eterno descanso de su alma.

Es el mariscal quién está encargado de la interinidad. Convoca el capítulo, cuya composición es mal conocida aún en la actualidad.

El Capitulo es quién elige a un Gran Comendador a quién el Mariscal entrega el poder y quién fija la fecha de elección del mismo Maestre.

Y estos eran grosso modo algunos de los puntos mas significativos de todas estas variadas y detalladas reglas, que dirigieron la vida de unos miles de hombres de armas, el mejor ejercito de aquella lejana época, durante algo mas de dos siglos. Dichos documentos han llegado hasta nuestros días gracias al incansable trabajo de un muy reducido grupo de investigadores y seguidores europeos de esta peculiar orden de caballería, que el único crimen que cometió fue en convertirse en una extraordinaria organización económica y militar que hizo temblar a determinadas e inseguras monarquías occidentales.

LOS TEMPLARIOS EN CACERES

Pero en la villa de Cáceres también se dejó sentir bastante la influencia de caballeros templarios que llegaron inicialmente de paso, como es el caso de la veintena larga de los que colaboraron directamente en la Reconquista de la población, el 23 de abril de 1229, atraídos por una variada posible recompensa tanto en metálico como de grandes extensiones de tierra, en definitiva una amplia posibilidad de iniciar su vida familiar. Y es mas tarde en pleno siglo XIV siendo la orden perseguida en la práctica totalidad del territorio europeo, cuando utilizan las tierras extremeñas para pasar al vecino Portugal y establecerse principalmente bajo el cuidado de la Orden del Cristo. Corre el año 1319, es Sumo Pontífice Juan XXII, y monarca lusitano Donis o Dioni, gran defensor y protector de los templarios. Estos perseguidos caballeros transportaron interesantes documentos de sus archivos y una importante cantidad de riquezas y obras de arte, que irán utilizando para poder sobrevivir y crear nuevos asentamientos bajo otros títulos nobles. Así de una manera muy discreta no pocos de estos caballeros decidieron libremente irse quedando a vivir en nuestra tierra, llegando a enlazarse familiarmente con miembros de las mas nobles familias cacerenses y castellanas, entre otras.

“Albergaos, señores hermanos,
en nombre de Dios”.

(Con esta fórmula los escuderos de estos caballeros levantaban sus tiendas, así como los servicios de cuartel, recogiendo los alimentos necesarios así como todo lo que en nombre de Dios fuese oportuno).

Con todo este importante movimiento humano se fue concentrando en Cáceres un valioso patrimonio, hoy imposible de calcular, propio de aquellas épocas de continuo desplazamiento de caballeros cristianos implicados en conquistas y reconquistas de poblaciones de la Península Ibérica. A falta del descubrimiento de otra pista, es mas que probable que la aparición de la imagen conocida popularmente en la actualidad como Cristo Negro, sea el resultado directo o indirecto de aquella llegada de caballeros de la capa blanca, a esta por entonces villa. Solo así podríamos justificar infinidad de detalles relacionados con esta impresionante talla. Información que durante siglos ha estado perdida y no considerada de interés por los historiadores más puristas. Ello motivado por la falta de la conveniente documentación histórica, no tomando en cuenta la propia tradición oral. También es evidente la existencia de varios flecos históricos que aún en la actualidad están pendientes de resolverse oportunamente.

Nuestra población vivía en aquellos lejanos tiempos, unos notables cambios en el aspecto humano, muy difíciles de comprender en la actualidad por las particularidades del momento. No podemos olvidar que aquí en Cáceres se había fundado la Orden de los Freires o caballeros de la Espada, el día 1 de Agosto del año 1170, que con el paso del tiempo se transforma en la Orden de Santiago. Sin olvidarnos de la notable influencia que la civilización musulmana mantuvo en Cáceres, durante casi tres siglos, todo lo que sin duda repercutía en la población a través de numerosos y variados niveles.

Repaso por diferentes antiguas construcciones cacerenses:

  1. Convento de San Benito.
  2. Ermita del Espíritu Santo.
  3. Ermita de Ntra. Sra. del Salor.

Convento de San Benito:

Un papel muy importante en todo este momento histórico, y hasta ahora nada valorado, lo juega la existencia de un cenobio benedictino en las proximidades de Cáceres, que durante varios siglos desempeñó una inigualable tarea evangelizadora y devocional en todo este amplio territorio nuestro.

Levantado a unos 4 Km. de nuestro centro urbano, está en lo alto de un montículo que recibe su mismo nombre, a corta distancia de la denominada Ermita de Santa Lucía, en dirección al sur, cerca de la población minera fundada en el siglo XIX, conocida como Aldea Moret.

Dicho convento es levantado en época visigoda. Se trata de un grandioso edificio de dimensiones que se aproximan a los veinte metros de largo por catorce de ancho, con tres naves. Con media docena de estancias adosadas que dan al conjunto arquitectónico un aspecto extraordinario que en sus mejores momentos llegó a acoger a una docena de religiosos benedictinos, que dedicaban las jornadas a la oración, atender a los numerosos peregrinos que a diario llegaban hasta allí, además de trabajar en el campo. Sin olvidarnos de la magnífica biblioteca que llegó a custodiarse en dicho lugar, que llegó a sumar varios centenares de ejemplares del mas variado contenido.

Si hacemos caso a las palabras del insigne investigador y clérigo D. Simón Benito Boxoyo, referidas a los siglos XVI y XVII principalmente, toda aquella zona estaba formada por una frondosa vegetación con enormes y variados árboles, donde abundaba la caza mayor. Lo que daría a todo el conjunto el aspecto de un auténtico paraíso terrenal, ello sin olvidar la gran abundancia de agua como consecuencia de la existencia de al menos dos pozos, una gran charca y en determinadas épocas un generoso riachuelo.

En las proximidades del convento, se localiza un curioso cementerio, donde están enterrados los restos de los religiosos que pasaron por dicho lugar, además de numerosos peregrinos que allí fallecieron rodeados de una justa y merecida paz terrenal.

Gracias a la información bibliográfica que nos deja D. Tomás Pulido Pulido, sabemos de la existencia real de un retablo, con documento de contrata y hechura por parte de Francisco de Hermosa, pintor y vecino de Garrovillas, lo que ocurría en el año 1544.

También otros investigadores cacerenses como el Sr. Hurtado, Sanguino o Floriano, le dedican bastantes folios a tan maltratado edificio. Detallando su interior así como todo cuanto contenía, destacando especialmente la colección de pinturas en sus muros, de las cuales desgraciadamente nos queda en la actualidad una pequeña parte y en muy mal estado de conservación. Una inscripción en latín, varios rosetones, una imagen de San Benito, de Jesucristo, así como la estigmatización de San Francisco, son los supervivientes de un rico y desaparecido patrimonio pictórico, que los especialistas fechan en pleno siglo XVI, atribuidos con toda probabilidad a Antonio Ribera, el autor de las pinturas murales existentes en la derruida Ermita de San Jorge, situada en las inmediaciones de la carretera de Badajoz.

Correspondía este convento a la jurisdicción de la parroquia de San Mateo, ello hasta que en el siglo XIX (el 3 de junio de 1886) se abre al culto el templo de San Eugenio, construido en pleno Aldea Moret.

Durante el siglo XVIII se le habían realizado importantes arreglos en prácticamente todo el conjunto, dado el estado semiruinoso del mismo. Para lo cual se concretan los servicios de los maestros alarifes: Narciso Hurtado y Pedro González, quienes vivían aquí en Cáceres desde el año 1754. Todo el edificio se encontraba en muy mal estado, a excepción de la capilla que era ocupada por la talla de San Benito, obra del siglo XVI.

Se reparan las cubiertas, los suelos, la bóveda, se refuerza algunos de los muros, terminada toda esta operación en la que intervienen un centenar de obreros y voluntarios, se encala todo el conjunto, debiendo resultar el edificio y sus construcciones adosadas una bella estampa para cuantas personas piadosas hasta allí arriba suben.

Entre la poca documentación conservada y referida a aquellos hoy lejanas centurias, hemos conocido sobradas menciones del carácter milagroso de aquella primero ermita y posterior cenobio de San Benito, nosotros aquí transcribimos los comentarios al respecto, realizados en su día por el admirado investigador cacerense D. Publio Hurtado Pérez, y que dicen así:

“… santo de gran fama y devoción por sus milagros atraía en gran concurso de gente en romería al día de su fiesta que se celebra en primavera después de Pascua de Resurrección… había colgada junto al altar una tabla en que, bajo fe de escribano se hacía específica mención de dieciséis milagros, por virtud de los cuales, alcanzaron su salud otros tantos enfermos desahuciados, y entre ellos cuatro ademoniados. …”.

Algunos casos, recopilados en la mencionada tabla, decían lo siguiente:

“En 17 de noviembre de 1530, vino Catalina Martín, mujer de Juan García, vecina de Villar del Rey, a esta casa, sin hablar y tullida del brazo derecho y pierna derecha, cojeando y arrastrando el suelo con ella, y temiendo moverse, sanó y se le volvió su habla como de antes, y mandó libremente brazo y pierna. Hay testimonio”.

“En 29 de abril, año de 1531, vino a esta Ermita del Sr. San Benito, Ruy López Peyón, vecino de esta villa de Cáceres, a tener novenas, estando malo de calentura y ciática, y tullido, que no se podía tener y mandar, fue sano y bueno de todas sus enfermedades. Hay testimonio”,

“En 20 de marzo de 1579, vino a esta santa casa de San Benito, Pedro Martín, vecino de Trevejo, cojo y contrahecho de la pierna del lado derecho, que apenas se podía tener con ella, y teniendo novena, al posterior día estando haciendo oración al bienaventurado santo, se sintió bueno y sanó, y anduvo sin muletas, y en señal las dejó ambas en dicha ermita”.

“En 1 de Mayo de 1580, vino a esta santa ermita, Alonso Martín, natural de Cáceres…”.

Y así hasta los dieciséis casos.

Ya bien avanzado el siglo XIX, aún aparece en diferentes publicaciones y crónicas, la existencia de este peculiar edificio aislado en mitad del campo, ello a pesar que ya no tiene la atracción de siglos anteriores.

Por auto, de doce de julio de 1872, del secretario de Cámara del obispado, se aprueban las cuentas de las obras realizadas en la ermita y se establecen reglas para el alquiler y conservación de la hospedería.

Es en este mismo año cuando es definitivamente extinguida la cofradía, por falta de miembros, y se autoriza al sacerdote para que inicie los trámites necesarios para la venta de todos los objetos propiedad de la misma, tales como: ropa, alhajas, cálices, cuadros, libros, bancos, muebles, etc. Tuvieron que pasar varios años hasta poder dar por finalizada tan laboriosa tarea. Comienza así el total abandono del Convento y la desaparición de su hospedería, los religiosos benedictinos fallecen por su avanzada edad y son enterrados junto a sus centenarios muros.

Pero una de las informaciones menos conocidas, con respecto a aquella construcción, es la existencia oportunamente conservada entre sus dependencias, de una pequeña reliquia de San Benito, que fue contemplada y venerada por miles de peregrinos procedentes de muchos rincones de la geografía extremeña de aquella época.

Procedente de Jerusalén, fue traída por los religiosos, y durante algo más de dos siglos fue respetuosamente custodiada, dentro de un artístico estuche de plata, realizado exclusivamente para dicho fin. Cuando a principios del siglo XX pasan todos los enseres a la próxima Iglesia de San Eugenio, también lo hace la reliquia, quedando a la custodia personal de D. Agustín Barquero, a mediados de dicho siglo nada se sabe de la reliquia ni de su artístico estuche.

También por la misma época cuando es necesario quitar el retablo mayor para su transporte, se descubre detrás del mismo, una muy buena pintura que representa al Señor Resucitado, triunfante en ascensión gloriosa, con bandera en mano. Es de suponer que la antigüedad de la pintura es mayor que la del propio retablo, también de autor desconocido aunque de estilo similar a las anteriormente mencionadas y a las existentes en las ermitas cercanas.

Con origen en centurias posteriores, llegó hasta San Benito otra reliquia, colocada en escolpia de plata, con la inscripción de San Maximiliano, donada por persona piadosa de la villa de Cáceres para su eterna custodia en dicho lugar, y que nosotros hemos podido descubrir en la década de los años noventa del siglo XX.

Se sabe que al menos había tres imágenes consideradas grandes, por tener algo más de un metro y medio de tamaño, y eran S. Benito (siglo XVI) que es la que se conserva actualmente en la Iglesia de San Eugenio; San Donato (siglo XVII), que es mas que probable que llegase hasta allí procedente de la Ermita de Santa Olalla, y la de San Benito (XV-XVI) llamado el Viejo, que desgraciadamente encontrándose lleno de carcoma y xilófagos, y ante la imposibilidad económica de poder restaurarla, optaron por quemarla y enterrar las cenizas en lugar determinado y sin señalizar, donde según la tradición en años siguientes floreció un bello árbol.

A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, numerosas han sido las personas que de manera discreta se han acercado hasta aquel descomunal esqueleto arquitectónico en busca de objetos de cierto valor, llegando incluso a realizar pequeñas excavaciones. Desconociendo el resultado de las mismas.

A principios del siglo XXI se han iniciado unos interesantes trabajos de rehabilitación del templo que pasará a constituirse en parroquia de la cercana urbanización. Todo bajo el auspicio de su actual propietario el Obispado de Coria-Cáceres.

Y allí en aquel lugar privilegiado, convivieron en el más estricto anonimato algunos caballeros templarios en su desplazamiento solitario hacia la vecina Portugal, siendo atendidos discretamente por los religiosos benedictinos, dejando por ello importantes limosnas, utilizadas para mantener abierto el popular convento.

De la madera a la piedra:

Con este discreto lema, se fueron asentando en Cáceres, nobles y caballeros venidos de otros reinos hispanos, incluso de lejanas tierras europeas, entre ellos los tan admirados templarios, siguiendo la mayoría de las veces determinadas devociones de Cristos, Vírgenes, o sencillos y pequeños fragmentos del Lignum Vere Crucis. Toda una aventura que fue formando el verdadero carácter histórico de los actuales ciudadanos cacerenses. Un simple pero firme sentimiento de arraigo que por aquel entonces no era muy usual, dadas las variadas riquezas que se concentraban en determinadas poblaciones, sometidas a la autoridad musulmana principalmente.

Muchos de estos nobles, base de los primeros ciudadanos cacerenses, sin confesarse abiertamente miembros de la Orden del Templo de Jerusalén, si eran fieles seguidores y defensores de dicho grupo cristiano, y emplearon todo su esfuerzo físico y material para defender la Fe Cristiana y proteger a los devotos de la misma, donde quiera que se encontrasen.

Así las cosas, y gracias principalmente al gran patrimonio que iban acumulando en conquistas y herencias iban levantando otras construcciones, que podemos calificar de peculiares en la villa de Cáceres, que gozan de extraordinarias atenciones por parte de nuestros particulares protagonistas. Ofreciendo así a las generaciones futuras un magnífico patrimonio artístico y cultural difícilmente igualable y complicado de mantener adecuadamente, aún en la actualidad. Debiendo enfrentarse en no pocos casos, con el orden gobernante para poder conservar bajo su cuidado todos estos edificios con la finalidad e importancia para el que fueron levantados.

Ermita del Espíritu Santo:

Este es el caso concreto de la Ermita del Espíritu Santo, construida a la distancia aproximada de 1 Km. del Complejo Cultural San Francisco, dirección sur.

Durante muchos años, o mejor dicho siglos, numerosos investigadores han manifestado, a la vista de su peculiar estilo arquitectónico, y dada su gran belleza, que en gran medida se ha mantenido hasta nuestros días, que en sus lejanos orígenes pudo llegar a ser una pequeña mezquita, tal y como deja constancia la propia orientación del edificio, así como algunas “causalidades”, mientras que otros investigadores defienden la postura de construcción mudéjar, ello por la existencia de elementos de este estilo que aún quedan a la vista.

Según estudios realizados por el presbítero e insigne investigador local D. Simón Benito Boxoyo, además de historiador y notable arqueólogo, esta ermita fue utilizada y sin duda arreglada por los nobles caballeros de la Orden del Temple, quienes tal y como han afirmado en distintas épocas nuestros investigadores locales, es mas que probable que se asentaran en las afueras de Cáceres. Siendo cierto que de todo esto no se conserva documentación escrita, pero sí objetos y variadas pruebas que en su día pudo estudiar el Sr. Boxoyo, entre otros.

En esta apasionada historia no podemos pasar por alto, la tradición oral que hasta hoy ha llegado, en lo referente al cementerio que existía en la proximidades del templo del Espíritu Santo, donde aparecieron distintos elementos tanto pétreos de señalización clara de al menos una veintena de enterramientos, como de otros tipos y fragmentos de variados materiales. Además de mantenerse hasta mediados del siglo XX, toda una zona próxima al edificio que nos ocupa, con el nombre de: “tierra o finca de los caballeros del Espíritu Santo”, otro título que a través de la historia ha estado estrechamente vinculado a los templarios.

Del mismo modo Boxoyo, tuvo ocasión de poder contemplar así como estudiar, las ruinas de un edificio existente en las inmediaciones de la mencionada ermita, que podría muy bien ser considerado como el lugar donde vivían los caballeros-monjes.

Varios investigadores locales del siglo XIX, localizaron en los libros de cuentas de la cofradía, asientos o anotaciones de compra de útiles propios para cocinar, así como numerosos platos y rudimentarios cubiertos, o piezas propias de las cocinas, conjunto de objetos nada lógicos para el uso de las ermitas, mas bien hace pensar que eran propias de establecimientos tales como hospederías o viviendas donde atender a un grupo de entre diez y veinte personas, establecidas de quieto en aquel lugar.

Pero en lo que verdaderamente coinciden, la mayoría de todos estos estudiosos e investigadores es, en fechar la construcción de la primitiva ermita entre principios del siglo XIII y finales del XIV.

Al igual que ocurriese con la mayoría de nuestras ermitas, en esta también existió una cofradía que se encargaba fundamentalmente en dar esplendor a todos los cultos, que se celebrasen en la misma, fundándose el 25 de marzo de año del Señor del 1493, celebrando su fiesta principal el Domingo de Pentecostés.

Y fue la propia cofradía, la encargada e 1514 de reedificar la capilla principal, dejando constancia eterna con la inscripción que se conserva dentro del templo, en el que se puede apreciar además del año de realización de la obra, el nombre de Francisco Ponce Bracero, que era el mayordomo de la cofradía por aquellos días.

En el interior está dividida en tres naves, no longitudinales sino a lo ancho, utilizándose en esta división dos arcadas de tres arcos de ladrillo, que descansan en octogonales pilares de granito. Los arcos del centro son mayores que el resto. Posee ábside de planta poligonal con bóveda de crucería de piedra. Los muros son de mampostería encalada.

Si hacemos caso a determinados datos que se pierden en la noche de los tiempos, en el suelo del templo, en la zona próxima al altar mayor aún deben estar los restos de media docena de caballeros venidos de lejanas tierras para colaborar en la definitiva reconquista de Cáceres para la causa cristiana, anónimos y aguerridos hombres que no dudaron en dormir el sueño eterno muy alejados de sus hogares y familias.

Observando detalladamente los documentos que hasta nosotros han llegado, referidos a esta antigua ermita, podemos encontrar una gran cantidad y variedad de imágenes que e han guardado o expuesto al culto, ello en sus mejores tiempos, principalmente durante el siglo XVIII, llegando a coincidir media docena de las mismas, de muy variada procedencia y estilo, cada una con su correspondiente retablo o altar, así como sus cultos y grupo de devotos, todo ello a pesar de las limitadas dimensiones del edificio que nos ocupa.

Pero como consecuencia de ser acondicionado el templo, y sus dependencias adjuntas, para hospital general de las tropas llegadas hasta aquí en la guerra entre Francia e Inglaterra, lo que, lo que ocurría en el siglo XVIII, todas las imágenes y objetos de valor fueron oportunamente evacuados de la ermita, para ser guardados en muy diferentes lugares de la ciudad, llegando a San Mateo, o San Francisco, además de otras ermitas intramuros, así como a determinadas casas particulares, patrimonio artístico que en gran número no volvió nunca mas a este templo, mientras que alguna imagen tardó varios años en hacerlo, gracias al empeño y la sensibilidad de varias personas piadosas, y determinaciones de la autoridad eclesiástica.

Tarea nada fácil, la de devolver el esplendor a ermita tan histórica, sobre la que causaron notable daño las tropas francesas en la Guerra de la Independencia, dejándola en total ruina.

Aunque consta, de que el empeño de recuperar para el culto y la devoción este templo del Espíritu Santo, fue dirigido por D. Pedro Chaves y Flores, sacerdote de San Mateo, otras personas también participaron incansablemente en tan complicada tarea, aunque sus datos no han trascendido hasta nuestros días, siendo el investigador cacerense D. Publio Hurtado Pérez, uno de los pocos que tuvieron la oportunidad de conocer los detalles documentados.

Corría el año 1833 cuando el mencionado sacerdote de San Mateo, también Vicario de la Villa, no sin poco esfuerzo, reorganiza la cofradía, que llevaba casi medio siglo sin actividad alguna, además de utilizar una importe suma de dinero para techar todo el templo, y tapar grietas en el conjunto del edificio, así como otros detalles de rehabilitación relacionados con el conjunto arquitectónico.

Y es en la segunda mitad del siglo XIX, con la reorganización del patrimonio total de dicho templo, cuando comienzan a aparecer infinidad de pequeñas historias e incluso con discretos adornos de leyenda, que hacen referencia a determinados objetos, y sus complicados recorridos hasta su definitiva ubicación.

Pero pese a las limitaciones de recursos, tanto económicos como materiales, la tarea mas complicada fue la de recuperación de objetos originales a su interior.

“A la ermita volvieron pocos, unos propios y otros extraños.

… … … y al lado de la Epístola aparece una Santa Ana, instalada en un modesto altar; y en el otro lado del Evangelio, un Cristo crucificado de mediocre factura.

Ninguna de aquellas efigies dice nada a los ojos profanos. Yo mismo, al hacerme cargo de ellas para hilvanar este incompleto trabajo, las miré con cierta indiferencia…

Mas ¡Lo que puede la imaginación!, cuando a los pocos días escuché de labios de personas ancianas, que a su vez lo habían oído a sus mayores, que aquel Crucificado era el devotísimo Cristo del Humilladero, volví a la ermita, lo contemplé con religiosa curiosidad y creyendo verlo rodeado de aquellos prestigios sobrehumanos con que las pasadas generaciones le tejieron aureola inmarcesible me abismó en un piélago de piadosas reflexiones.

Aquel Cristo solitario, desterrado de su antiguo altar, dado al olvido por la grey presente, ante el cual no se inclina una cabeza ni se reza una oración, fue el que presidió cientos de años las “procesiones de penitencia” en las noches del Jueves Santo; el que dio lugar a serias contiendas entre los caballeros de la villa por ser sus portadores; el que vio desfilar ante él miles y miles de pecadores, flagelándose cruelmente y ofreciéndole su sangre por un destello de piedad.

Yo no sé si es imagen legendaria, pero sí que fue por muchas centurias místico faro de contritos y arrepentidos”. (1913- D. Publio Hurtado Pérez).

“… retorno de sus imágenes, especialmente del Santísimo Cristo del Espíritu Santo, que albergaba en su casa la viuda de D. Faustino Gómez, Escribano de Cámara, que había sido de la Audiencia, a cuyo fin coadyuvó el obispo de Coria Don Ramón Montero, con auto de 27 de marzo del citado año 1883, en el que ordenó la recogida, pero mandando que el Cristo se llevase no a su ermita sino a la parroquia como así se hizo, colocándose por lo pronto en el altar de la sacristía, de donde algo mas tarde se mudó a la capilla de los Saavedra, y es probablemente el que hemos venerado hasta hace cuatro años bajo la advocación de Santo cristo de la Buena Muerte, denominación que responde perfectamente a los fines que le asignaban las ordenanzas de la hermandad, y ahora se encuentra en el cuerpo más alto y lugar central del retablo de la capilla de San Mateo”. (1918- D. Publio Hurtado Pérez).

Y estos son pequeños detalles, surgidos en tan antigua construcción, que nos dan una idea bastante clara, de la importancia que alcanzó en centurias pasadas, esa ermita que fue administrada por varios caballeros templarios, que sin duda gozan de una magnífica visión de futuro. Ello sin poder profundizar en el estudio del lugar elegido para levantar la ermita, sin duda un antiquísimo asentamiento humano, que puede muy bien tutearse con el que conocemos popularmente como Cueva de Maltravieso, tal y como lo demuestran los numerosos hallazgos arqueológicos, que se produjeron durante el siglo pasado.

Ya nada volvió a ser igual, ni en el exterior de esta construcción, ni en el interior.

Con la llegada del siglo XX, aquel paisaje de vedes praderas, donde abundaban miles de violetas silvestres, mezcladas con un sin fin de flores, arbustos y charcas repletas de peces y anfibios, comenzaron a desaparecer, dando paso a una serie de construcciones que aunque acompañaban a la propia ermita, destruían un entorno único, que durante siglos se desarrollo en perfecto respeto y equilibrio con la siempre inteligente naturaleza.

Y en el ambiente histórico desparecido, queda gravado el paseo silencioso de los caballeros de la capa blanca, recordando melancólicamente sus tiempos de esplendor en toda Europa, contemplando tristes aquellos documentos y objetos que les han acompañado en una rápida huida, en evitación de su detención y posterior ajusticiamiento injusto.

Hoy, aquel peculiar lugar, ofrece una imagen fría, donde se entrelazan construcciones e intereses personales que predominan por encima de una clara y justa defensa histórica difícilmente irrepetible y que a corto plazo puede llegar a olvidarse por completo.

Tenemos recopilados otros pequeños “detalles históricos”, del protagonismo claro y firme de un recudido grupo de caballeros templarios en nuestra por entonces villa de Cáceres, participando activamente en la formación de profundos cimientos históricos, además de dejar constancia de su influencia en los alrededores, aunque fuesen maquillados en otras órdenes expresamente creadas para ellos y sus seguidores.

Sin pasar por alto la silenciosa pero imparable presencia en Cáceres, al menos durante dos siglos de una decena de documentadas reliquias de muy distantes procedencias, que fueron despertando una creciente devoción entre miles de ciudadanos de la provincia y la región. Destacando especialmente el denominado Lignum Vere Crucis. Además de la existencia de otro edificio bajo el título de Hospital del Santo Espíritu, clara advocación relacionada con los templarios, que fue levantado en el siglo XIV, en cuya iglesia de una sola nave, se veneraba un rustico Crucificado traído por caballeros cristianos de tierras lejanas, y al que una gran parte de la nobleza cacerense le rendía gran y devota sumisión. Edificio tan peculiar desapareció en el siglo XIX. Dicho espacio lo ocupa en la actualidad la Sala Cultural Capitol, dependiente de Caja Duero.

Así nos desplazamos a unos 20 Km. de distancia de nuestra ciudad, y a 5 Km. de la población de Torrequemada, y después de atravesar una considerable distancia en camino entre fincas, llegamos a una hoy, magnífica construcción medieval levantada en medio de un paraje asombroso, junto al río Salor que es atravesado por un antiquísimo puente, se divisa un edificio religioso que durante siglos atrajo a miles de fieles, convencidos seguidores de anónimos caballeros que procedentes de lejanas tierras, vivieron sus últimos años en aquel pequeño paraíso terrenal.

Ermita Nuestra Señora del Salor:

Su origen se pierde en la noche de los tiempos, existiendo varios investigadores que apuntan la construcción de dicha ermita en la segunda mitad del siglo XIII, mientras que otros la fechan en pleno siglo XIV. Su mención documentada mas conocida es, en el propio Fuero de Cáceres, originario del siglo XIII.

Ciertamente aquel lugar podemos señalarlo como mágico, por la belleza de la naturaleza que la rodea, pero también por las numerosas tumbas de notable antigüedad, que cavadas en plena roca, impacientemente esperan contarnos sus historias y secretos. Además los elementos antiguos de esta peculiar ermita, nos ofrecen un amplio catálogo de vivencias humanas, surgidas en un momento muy complicado para este lugar, pero adornado con irrepetibles rezos y suplicas, al mismo tiempo que se curaban heridas físicas y espirituales de unos hombres que dedicaron la totalidad de su existencia a la defensa de la religión cristiana y de toda una serie de conocimientos difícilmente comprensibles para una gran mayoría.

El rincón para refugiarse no podía ser mejor, aislado de población alguna, y por consiguiente de miradas indiscretas, construcción rodeada de variado campo y de un amplio espacio donde realizar diferentes actividades de agricultura y cultivo, además de contar con abundante agua.

Ermita que desde sus orígenes ha pertenecido a la feligresía de la parroquia de San Mateo de Cáceres. Así en el año 1345, se fundó en dicho templo una cofradía con vigoroso estatuto de caballería y nobleza, a clara imitación de la denominada y conocida Orden de caballería de la Banda, que en el año 1332 había instituido en Burgos, el monarca Alfonso XI.

“En el nombre de Dios, amén, lunes 20 días andados del mes de Agosto, era 1383 (que es el año de nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, 1345), nos, los caballeros y escuderos de San Mateo, ordenamos e facemos cofradía, a servicio de Dios, para loor e servicio de la Virgen de Santa maría del Salor, Madre a quien nos tenemos por abogada e por señora en todos nuestros fechos. E otrosi la ordenamos a loor e servicio de San Mateo, cuyo nombre nos llevamos, etcétera… ”

Esta interesante cofradía, llevó una existencia muy rica, con notorio trabajo de apoyo a la ermita y su incansable apoyo a la rehabilitación de dicha construcción, además de sus dependencias adjuntas, hoy desaparecidas, utilizadas como hospedería y caballerizas, para un grupo de veinte personas. Desapareció en el año 1519, aplicándose sus rentas para la reedificación y aumento del espacio de la Iglesia de San Mateo.

Pasa así Ntra. Sra. del Salor a depender directamente de los vecinos de Torrequemada, quienes refundan la cofradía y reedifican la ermita en inminente peligro de destrucción, corre el año 1557, se inicia así una nueva época para este apartado lugar.

Pese al tiempo transcurrido, aún se mantiene el recuerdo de aquellos caballeros que dieron los primeros pasos para constituir este centro religioso de especiales características para muchas generaciones, y donde crearon un ambiente perfecto para el estudio y la oración sin padecer muchas molestias.

Verdadera lástima que la imagen originaria de la Virgen del Salor, no se conserve en la actualidad, ya que fue quemada por las tropas francesas. Conocemos por diferentes fuentes que era de las denominadas sedente, es decir sentada sobre un pequeño y dorado trono, de apenas medio metro de alta, y de color negro, otra peculiaridad de las imágenes relacionadas con los caballeros templarios. Con el niño Jesús en su regazo y bendiciendo con la otra mano, su antigüedad podría remontarse a la primera mitad del siglo XIII y de procedencia y autor desconocidos documentalmente.

Algún autor se ha atrevido a apuntar que los restos de dicha imagen, es decir un pequeño montón quemado de madera policromada, junto con las cenizas de otros objetos sagrados del templo, se encuentran enterrados en las proximidades de la propia ermita en espera de que unas manos piadosas la saquen a la luz, restauren y la pongan de nuevo al culto público y para devoción de los creyentes. Pero para determinados investigadores de los considerados puristas, esto son simplemente leyendas y cuentos populares, que han ido apareciendo con el paso del tiempo.

La imagen que en la actualidad se puede contemplar, es muy moderna, del siglo XX, de las denominadas de vestir, es decir de candelero, de tamaño algo mas reducido de lo habitual, atractiva a la mirada pero de escaso valor artístico, y que cuenta con diferentes vestidos y alhajas para su fiesta y cultos.

La practica totalidad del edificio reúne una serie de atractivos arquitectónicos y pictóricos que afortunadamente se han ido conservando en el transcurrir de los siglos, gracias principalmente a la total restauración que se le realizó al templo en la segunda mitad del siglo XX, volviendo incluso a rescatarse muchas de las tradiciones antiguas en su celebración y devoción, además de los actos de la propia cofradía.

Digna de especial mención son las pinturas, mejor dicho restos de pinturas murales que se conservan tanto en el interior como en el exterior, la gran mayoría atribuidas al artista Lucas Holguín.

Todas estas particularidades convierten a este lugar en mágico, en único, en un rincón especialmente sensible a sentimientos arraigados en siglos atrás y protagonizados por seres humanos que mantenían una filosofía de la vida que va más allá del mero materialismo. El asentamiento humano que allí existió con anterioridad a la construcción de la ermita, y que se remonta fácilmente a varios cientos de siglos atrás, facilita notablemente esa química para buscar en la actualidad unos instantes de oración y reflexión tan difíciles de conseguir en nuestros días.

No obstante, debemos realizar un necesario esfuerzo para sacar a la luz todos los objetos que aún deben estar enterrados en los alrededores del mencionado templo, así como la localización y estudio del cementerio y sus restos.

A grandes rasgos, estas son algunas de las notables influencias de los pobres caballeros de Cristo, en lo que a la historia de nuestra tierra cacerense se refiere, al menos estas son las mas significativas. Pero la participación de la Orden del Temple fue mucho mas allá, fue una influencia claramente política, pero también económica y por supuesto cultural, además de religiosa, con la complicación que desde el momento de su persecución oficial, debieron de actuar maquillados tras otros nuevos títulos y cargos, incluso nombres, pero siempre pensando en recuperar toda la influencia y el respeto perdidos.

No entramos aquí en la autoridad que aplicaron en diferentes poblaciones de nuestra provincia o región, ya que estos detalles históricos aparecen en infinidad de publicaciones, nosotros solamente estamos tratando la influencia directa que ejercieron en la población de Cáceres y sus dominios, hechos que aunque no son defendidos por los historiadores, por no considerarlos oficiales, está demostrado que son ciertos y que ocurrieron con mas o menos detalles.

Además es muy posible que aún se conserven en nuestra ciudad, en determinados archivos familiares, no pocos documentos de considerable antigüedad, que estén claramente relacionados con los caballeros templarios que se establecieron en nuestro suelo y que supieron enriquecerlo, a pesar de poner esto en peligro sus propias vidas.

El principio del final:

Desde el 12 de junio de 1118 en que es fundada la orden de caballería que nos ocupa, hasta el 3 de abril de 1312 en que el Papa Clemente V con su Bula VOX IN EXCELSO, en el Concilio celebrado en Vienne, se inicia una imparable e injusta caza de brujas en toda Europa, cuyo punto mas álgido es la quema del Gran Maestre de los Templarios, Jacques de Molay en la Isla de Cire, Francia, el 18 de marzo del año 1314.

Desgraciadamente tantas han sido las obras que en todo tiempo se han escrito como mero producto de la imaginación, en lugar de la investigación o documentación, que mucha fantasía se ha arrojado sobre la existencia y desaparición de los caballeros templarios.

Cierto es, que en todo este tiempo muchos puntos han quedado definitivamente aclarados sobre la destrucción innecesaria de la orden que nos ocupa, producto principalmente del mal hacer del monarca francés Felipe IV, ante el extraordinario endeudamiento que tenía con los templarios por los prestamos que les había pedido para poder hacer frente a las necesidades de su reino. Además de la fortaleza económica o financiera en toda Europa de estos, no podemos pasar por alto que tenían un fuerte y preparado ejercito compuesto por algo mas de quince mil miembros, algo no muy frecuente en aquella época, además de numerosas alianzas con otras organizaciones similares, tanto cristianas como musulmanes.

Es fácil suponer que de haber vivido algunos años mas el monarca francés referido, también hubiese terminado con la Orden de los Hospitalarios, herederos de gran parte del patrimonio físico de los templarios.

Tal y como ya hemos apuntado al inicio de este trabajo, es evidente que la creación de la Orden del Temple, viene justificada inicialmente para proteger a los peregrinos que se desplazan a Tierra Santa, para posteriormente crear un ejercito que debidamente organizado se va estableciendo en los lugares mas estratégicos para dicha defensa y mantenimiento de tierras y ganado, hasta llegar a convertirse en una perfecta organización, que supera incluso a muchos reinos de la época.

Dada la creciente inseguridad que existía tanto en tierra como en mar, con bandas numerosas y perfectamente organizadas, los templarios convertidos en verdaderos hombres de negocios, experimentan un gran auge principalmente en los Santos Lugares, lo que comienza a levantar gran envidia en variados niveles de la sociedad. Así las cosas los monarcas y los Papas comienzan a ver con recelo a este poder humano que defiende como único jefe supremo a Dios mismo. Por ello su fin va acercándose de forma rodada.

Era una de las mas firmes pretensiones del Papa Inocencio II, el convertir a estos defensores de la fe en una perfecta tropa de élite para la Santa Sede, algo que por otra parte no agradaba a ningún monarca europeo y mucho menos a Felipe IV el Hermoso, su orgulloso enemigo Dicho público enfrentamiento se mantuvo con Bonifacio VIII, Sumo Pontífice no menos absolutista que su predecesor Inocencio.

La Iglesia de Francia, está ya cansada de proveer al Estado de los subsidios, por lo que reclama la protección del Papa, el cual prohíbe inmediatamente al clero entregar nada al rey sin su autorización previa y convenientemente estudiada.

La respuesta de Felipe no se hace esperar y da la orden de paralizar las entregas de metales nobles y dinero a Roma, lo que no agrada en modo alguno a Bonifacio. Este tan valiente Prelado es detenido y encarcelado, muriendo seguidamente sumido en la miseria y enfermedad. Su sucesor, Benedicto XI, también excomulga al sacrílego monarca, antes de morir de una indigestión de higos frescos, sin duda envenenados. Así las cosas la tiara pasa a la cabeza de un francés, el Arzobispo de Burdeos, Bertrand de Got, quién toma el nombre de Clemente V. Aunque algo mas dócil que sus antecesores, no confía del todo en Felipe, al menos de momento.

Y en previsión de posibles e inesperadas complicaciones tanto de índole política como bélica, además de tratar de resguardarse las espaldas en el aspecto económico, dada la delicada situación que atraviesa Francia, propone al Papa y amigo Clemente V que fusione las ordenes del Hospital y del Temple, en una sola bajo el título de Caballeros de Jerusalén, pudiendo así colocar como nuevo maestre de esta orden a uno de sus hijos, quedando de esta manera todo bajo su control.

Pero las principales pegas, y las mas justificadas para esta tan artificial unión, proceden de los miembros de la Orden del temple, lo que desata todas las iras del monarca francés, que comienza ha hacer todas las conjeturas posibles para la total destrucción de esa asociación que tantos dolores de cabeza le está dando y de esta manera dejar de devolverle los préstamos que se ha visto obligado a pedirles a lo largo de su reinado.

Un tal Esquyus de Floirans manda un informe misterioso al rey, donde se presentan numerosos detalles que presentan a los pobres Caballeros de Cristo, como verdaderos traidores a la religión y a la corona. Datos que son escrupulosamente ampliados por Guillermo de Nogaret, lo que despierta el interés del Papa que llama a consulta al Gran Maestre, Guillermo de Molay, es el 24 de agosto de 1307, estamos ya en el principio del fin.

El 23 de septiembre, Nogaret es nombrado Canciller pues su titular, admite tener muchos escrúpulos para llevar a cabo contra la Orden.

Las pruebas oportunamente manipuladas, son presentadas principalmente por una veintena de candidatos a caballeros templarios y que fueron rechazados por diferentes motivos, por lo que todas sus acusaciones están respaldadas por una exagerada e injusta venganza.

“Visto el informe previo y digente hecho sobre los datos del rumor público por nuestro querido hermano en Cristo, Guillermo de Mogaret, Inquisidor de la perversidad herética y nombrado por la autoridad apostólica… hemos decretado que todos los miembros de la citada orden de nuestro reino sean arrestados sin excepción alguna, y detenidos como prisioneros y en espera del juicio de la Iglesia y que todos sus muebles e inmuebles sean requisados, entregados a nos y fielmente conservados”. (Fragmento de la orden de detención).

En pocos días se pasó de soltar a los que confesasen, a la autentica caza y muerte de todos los miembros sin práctica excepción, ni perdón.

Muchos historiadores, con el paso del tiempo y la aclaración de muchos de los puntos aquí tratados, admiten que algunas de estas faltas o delitos fueron realizados por determinados miembros templarios, pero que en modo alguno es justo castigar a toda la orden con lo que realizaron un puñado de ellos, aunque se tratase de varios cientos, mas si estamos hablando de una asociación que tenía cerca de veinte mil miembros. El resto, en gran medida, son acusaciones del atormentado y manipulador monarca francés.

No cabe duda que en todo este enigmático e injusto tema, jugó un papel muy importante la estrecha y poco conocida relación que los caballeros templarios tenían con Oriente, con la religión y la civilización islámica y con algunas órdenes similares a la suya, lo que les abrió un mundo del conocimiento que estaba a mano de muy pocos

“De este modo, así habrían aceptado y conocido la existencia de dos principios superiores opuestos; uno el autor de lo espiritual y del bien; el otro de la materia y del mal, que es la base de la doctrina maniquea. El denominado dios del mal, es el que rige la existencia de los seres, y quien ha dado a la tierra la virtud de hacer germinar y florecer a los árboles y a las plantas, por consiguiente al que hay que halagar, reverenciar y adorar (aquella cabeza los templarios la llamaban como hemos apuntado antes Baphomet, es muy posible que algunos religiosos incultos viesen la cabeza como una reliquia de Mahoma cubierta con un velo y colocada sobre algún trípode). Aunque lo verdaderamente cierto es, que el dios bueno es muy superior a la propia cabeza del demonio”. (Por D. Francisco Javier Martínez Rodas).

Toda una serie de variados acontecimientos políticos librados entre el monarca y el Papa, van cerrando cada vez mas el circulo sobre la cabeza de los pobres caballeros de cristo, que son perseguidos en toda Europa y arrestados para pudrirse en las cárceles mientras se van presentando testigos falsos, para seguidamente ser ajusticiados mientras gritan su inocencia.

El 2 de mayo del año 1310, la Bula AD PROVIDAR otorga los bienes del Temple a los caballeros hospitalarios, excepto los de España, reservados a la disposición de la Santa Sede que los entregará a otras órdenes que mantienen la lucha contra los sarracenos.

A pesar de todas las promesas de perdón según se reconozca la falta, varios cientos, tal vez miles de templarios son ejecutados sin ninguna benevolencia ni justicia. Por ello según nos ha dejado escrita la tradición o tal vez la leyenda, el gran Maestre Guillermo de Molay dijo ante su verdugo, que emplazaba a Clemente V y a Felipe el Hermoso, a comparecer ante la justicia de Dios, lo que ocurriría con el primero ,solamente transcurridos cuarenta días y al segundo a final de año. Uno falleció el 20 de abril, el otro el 29 de noviembre.

El eterno Tesoro Templario:

En esta extraordinaria y misteriosa historia, que considero que aún no está totalmente aclarada, pese al tiempo transcurrido desde que se produjo, existe un tema que ha servido para que miles de personas de todas las edades y culturas realicen unos incansables esfuerzos tanto físicos como mentales, para descubrir o localizar el verdadero patrimonio de los templarios, su tesoro.

Pero en este capítulo, sobre todo hay que andarse con pies de plomo pues con demasiada frecuencia la fantasía y la imaginación han agregado infinidad de datos producto de extrañas mentes que lo único que buscan es mantener al lector superficialmente entretenido y ellos sacarse algún beneficio monetario con la publicación de los mismos.

Ciertamente y de manera documental conocemos que pocas horas de comenzar las detenciones masivas de estos caballeros, salieron de Francia y mas concretamente del propio París, una cantidad incalculable de carretas y caballerías, cargadas de objetos desconocidos. Inmediatamente se comienza a apuntar que se trata de riquezas, de monedas, joyas y demás elementos que componían un incalculable tesoro que durante varios siglos fueron acumulando. Esta es la opinión generalizada de la opinión pública y muchos investigadores en gran número respaldan esta teoría. Particularmente y a la vista de cientos de libros y es posible que en gran medida esto fuese cierto, es decir que los perseguidos caballeros de la capa blanca tratasen de sacar y esconder una importante cantidad de riquezas, para así continuar viviendo en la clandestinidad o para sobornar a determinados monarcas o jerarquías y asociaciones de todo tipo.

De hecho, según los cálculos que hemos podido realizar una gran cantidad de lo sacado de sus dominios y ocultado en diferentes lugares de Europa, se refería a un impresionante archivo, biblioteca y en definitiva registro escrito de sus mas profundos conocimientos, obtenidos de sus contactos directos con otras civilizaciones principalmente.

Y este magnífico fondo documental para nosotros es mucho más valioso que cualquier otra riqueza física, ya que de él podemos obtener un conocimiento cultural e histórico, que en la actualidad no se puede conocer de ninguna otra manera pues no se conserva información semejante en ningún archivo o biblioteca conocida.

Determinados escritores de manera gratuita, se han permitido afirmar que gracias a la enorme cantidad de riquezas que los templarios sacaron y escondieron en lugares desconocidos, pudieron vivir en la abundancia e incluso alargar su existencia hasta prácticamente nuestros días. Algo que aplicando solamente la lógica, es imposible. Debían disponer de riquezas incalculables para dilatar tantos siglos su permanencia en el mundo.

Existe no obstante una teoría por otra parte no excesivamente exagerada, que apunta que a partir del siglo XIV, que es cuando se produce la caza y captura de los templarios, los supervivientes y seguidores de los mismos, emplearon fuertes sumas de dinero en señal de inversiones en importantes campañas llevadas a cabo por los países europeos en los que se asentaron, estando incluidas entre estas operaciones el propio descubrimiento de América (s. XV). Pero a partir de ese momento histórico es muy difícil sino imposible, por muy ahorradores que aquellos señores fuesen, que les quedasen restos de riquezas para poder invertir, e incluso utilizar en provecho propio. Por consiguiente es exagerado pensar que en la actualidad sus descendientes espirituales, que lo lógico es que no existan, puedan vivir con las rentas de aquel “tesoro oculto”, aunque tuviesen grandes conocimientos financieros.

En definitiva defendemos que el verdadero tesoro de los caballeros templarios es el desconocido archivo o base de datos que fueron escrupulosamente guardando en lugares especialmente protegidos y defendidos con sus vidas. El conocimiento que podía facilitarnos su estudio, aún en la actualidad sería increíble.

Nuevamente en Cáceres:

Y volviendo a la ciudad de Cáceres, debemos recordar o conocer que en muchos de los palacios o edificios históricos, en la actualidad se conservan variadas representaciones de signos y símbolos meramente templarios, sobre todo cruces, lo que nos ratifica la estrecha relación de los habitantes procedentes de otros lugares con estos caballeros, lo que se remonta al siglo XIII y XIV principalmente. Otro ejemplo claro de cuanto decimos son los elementos, mas o menos discretos, que se han descubierto en determinados enterramientos de los existentes en el interior de los templos cacerenses.

La siguiente oleada y menos numerosa se produce en la segunda mitad del siglo XIV, participando directamente en la creación de un orden institucional apropiado y la construcción de una ciudad que en la actualidad podemos contemplar dentro del recinto amurallado. Es decir que aquí en nuestra tierra se dio un claro “consentimiento” de asentamiento de determinados caballeros seguidores de este título.

Ciertamente es muy poco lo aquí apuntado referente a la influencia directa o indirecta que los Caballeros del Templo de Jerusalén, ejercieron sobre nuestra ciudad, es simplemente un apunte de su existencia. No obstante permanecemos expectantes de que en los próximos meses o quizás años, salgan a la luz documentos custodiados u olvidados en archivos y bibliotecas familiares, que sin duda arrojaran un sin fin de datos al respecto.

Por el contrario para conocer detallados datos sobre estos guerreros-monjes tanto en España como en Europa, existen en el mercado cientos de libros de muy diferentes autores mundiales que los tratan desde todos los ámbitos. También existe una amplia y variada bibliografía referida a su existencia e influencia en Extremadura.

Pero en tema tan amplio y atractivo como el que nos ocupa, no podíamos finalizar este modesta “punta de iceberg” sin mencionar a una persona que desgraciadamente ya fallecida, tuve la enorme suerte de conocer en el hoy lejano mes de mayo del año 1994, cuando era Concejal de Cultura del Ayuntamiento de la localidad cacereña de Torrequemada. Me estoy refiriendo a D. Francisco Javier Martínez Rodas, apasionado y documentado especialista del tema de los templarios en su asentamiento en aquella localidad en particular y en otros puntos de la provincia. Quién dedicó gran parte de su vida a investigar y dar forma a un completo archivo, que sirvió para enriquecer a no pocos estudiosos e interesados locales.

En la decena de conversaciones que mantuvimos en todos aquellos años, abundante fue la información que intercambiamos y curiosos datos los que nos descubrió el bueno de Paco, de hallazgos de todo tipo que él tuvo la enorme suerte de conocer gracias a los numerosos amigos y conocidos que le servían de confidentes al respecto.

Así la aparición del presente trabajo tiene mucho de justificación por perpetuar su recuerdo, su amistad, su trabajo silencioso de años, con toda seguridad si no hubiésemos conocido a tan incansable investigador no estaríamos aquí en este preciso momento compartiendo estos datos y sentimientos.

Ojalá que el archivo y las notas que tan minuciosamente guardó en vida Francisco Martínez Rodas vean algún día la luz, en forma de publicación, para general disfrute de todas las personas a las que nos interesan los Caballeros Templarios.

Mientras que todo esto ocurre, aquí en Cáceres quedan unos discretos flecos de una “consentida presencia” de aquellos valerosos y misteriosos hombres de armas, que sin duda dejaron en nuestra ciudad un considerable beneficio en varios campos, y con los que la civilización occidental tiene aún una enorme deuda histórica.

BIBLIOGRAFIA

  • Juan García Atienza. Diferentes publicaciones.
  • Jean Torniac. “De la chavalierie au secret de Temple”. (Paris.1975. Ed. Du Prince).
  • Henri de Cuerzón. «La Regle du Temple» (París 1886- Reedición 1977).
  • José Mª Bereciartua-Olarra. “La Orden de los templarios”. (Burgos- Ed. Adecua 1957).
  • Antonio C. Floriano Cumbreño. Diferentes publicaciones.
  • Publio Hurtado Pérez. “Castillos, torres y casas fuertes de la provincia de Cáceres” .1912
  • Gervasio Velo y Nieto. Diferentes publicaciones.
  • Francisco Javier Pizarro Gómez. Varios artículos y trabajos.
  • Antonio Navareño Mateos. “Castillos y fortificaciones en Extremadura”. (Mérida 1985).
  • Rafael Alarcón Herrera. Varios artículos y trabajos.
  • Francisco Javier Martínez Rodas. “Los Templarios: Monjes del Salor”.
Oct 012000
 

Alonso J. Román Corrales Gaitán.

PREÁMBULO.-

Antes de iniciar mi disertación, he de manifestar que lo aquí tratado es únicamente “la punta del iceberg”, de un tema muy amplio e interesante, que en los últimos años está ocasionando a nuestro patrimonio cultural un daño irreparable.

Una vez más, somos testigos de la poca efectividad de nuestras autoridades en lo concerniente al cuidado y mantenimiento del amplio fondo bibliográfico extremeño, además del documental.

Estoy plenamente convencido que una vez que concluya mi intervención también Vds. compartirán conmigo esta preocupación e inquietud, relativa a sus respectivas localidades o al menos en un gran número de las mismas.

La Ley del Patrimonio Histórico Español 16/1985, de 25 de junio, en su artículo 59, define el archivo como:

“Conjunto de documentos, o reunión de varios de ellos, reunidos por las personas jurídicas, públicas o privadas en el servicio de sus actividades, al servicio de su utilización para la investigación, la cultura, la información y la gestión administrativa. También se entienden por archivos las instituciones culturales donde se reúnen, conservan, ordenan y difunden para los fines anteriormente mencionados”.

En este interesante tema, referente al ámbito de nuestra autonomía, se recoge en la Ley Orgánica 1/1983, de 25 de febrero del Estatuto de Autonomía, cuyo título I, artículo 7´2, dice textualmente:

“Corresponde a la Comunidad Autonómica la competencia exclusiva sobre… archivos… de interés para la Comunidad Autónoma”…

Por todo lo cual, el Patrimonio Documental Extremeño, se conserva y custodia en los distintos centros pertenecientes a las diferentes instituciones que a lo largo de la Historia han generado dicho patrimonio. Dichas instituciones son:

  • De carácter civil: Administración Central y Local.
  • De carácter eclesiástico: Catedrales, obispados, conventos y monasterios.

De igual manera forman parte del patrimonio extremeño todos aquellos documentos que se conservan en los archivos privados, tanto familiares como señoriales y cualquiera otros por el estilo.

Y llegados a este punto, vamos a tratar mas concretamente, lo referente a los archivos y el fondo bibliográfico cacerense, para de esta manera conocer la gran tarea que aún queda por realizar al respecto a pesar de la legislación vigente y encontrarnos en plenas puertas del siglo XXI.

LA IMPORTANCIA DE NUESTROS ARCHIVOS.-

Hoy con la informática plenamente instalada en nuestra vida, es muy difícil que se pueda comprender las limitaciones que existían hace solamente quince o veinte años, especialmente para aquellos investigadores o simplemente estudiosos de entonces, a la hora de realizar alguna tarea dependientes de visitas o consultar a los archivos denominados familiares o particulares, o a determinadas bibliotecas. Evidentemente nos estamos refiriendo a los fondos existentes en Cáceres.

De siempre se ha dicho, no sin fundamento, la gran cantidad de documentos así como bibliografía que ha existido en prácticamente todo tiempo en esta ciudad, ello fundamentalmente como consecuencia de haber estado los principales fondos en manos de unos pocos, por lo general de familias nobles, lo que por otro lado ha impedido el acceso a un gran número de personas interesadas por muy distintos motivos, en los mismos. Y desgraciadamente cuando ha llegado un determinado momento, algunos de estos archivos o bibliotecas, de una manera muy discreta han salido de nuestras fronteras autonómicas.

En honor a la verdad tengo que decir que particularmente no he tenido ningún impedimento a la hora de consultar cualquier dato, pero conozco a otras muchas personas a las que sí les ha ocurrido esto, teniendo inclusive que recurrir por ello a otros medios más complicados dentro y fuera de nuestro país.

Todo esto viene de tiempos atrás, pues en el ya lejano año de 1980, iniciaba pacientemente el Ministerio de Cultura a través de la Dirección General del Patrimonio Artístico, Archivos y Museos, un censo general de éstos en España. Ya el primer intento se había realizado entre los años 1925 y 1926, pero por falta de medios económicos se había dejado a medias.

En este caso más reciente el trabajo concluía satisfactoriamente en el año 1984, quedando incluidos algunos archivos cacerenses, repito algunos archivos, no todos. Personalmente no tengo conocimiento de que con posterioridad se haya realizado otro trabajo mas completo. Por ello y a pesar de haber dado este gran paso, desde mi particular punto de vista se le puede considerar el principio de una tarea que se debía continuar, para así quedar registrados, censados e incluso informatizados todos los archivos y bibliotecas aquí existentes. No podemos olvidar que nos encontramos en el año 2000.

En los censos a los que nos estamos refiriendo, aparecen los siguientes archivos entre una lista general de cerca de cuarenta:

  • Archivo de los Marqueses de Camarena y del Reino.
  • Archivo de los Marqueses de Ovando.
  • Archivo de los Condes de Canilleros.
  • Archivo de la familia Golfines de Arriba.

Pero según nuestras fuentes de información, faltan los siguientes:

  • De los Golfines de Abajo.
  • De los Aldanas.
  • De los Becerras.
  • De los Marqueses de Torreorgaz.

De estos últimos hay que indicar que según determinados datos, se encuentran ya fuera de nuestras fronteras autonómicas algunos de los mismos, incluso desde hace casi treinta años y que lo más probable es que nunca regresen a esta ciudad, para poder ser estudiados por los investigadores locales.

Afortunadamente en la actualidad y en relación con los cuatro archivos censados por Patrimonio, no ha ocurrido lo mismo, pues se encuentran en manos de personas muy sensibles y en la mayoría de los casos cacereños. Confiamos en que esto continúe así, por lo menos cien años más.

Un tanto por el estilo ocurre con esos archivos y colecciones más modernas, de investigadores más próximos a nuestros días. Como ejemplo vamos a referirnos en esta ocasión a los más conocidos por sus publicaciones y profundos estudios de investigación. Tenemos a: D. Publio Hurtado Pérez, D. Miguel A. Ortí Belmonte, D. Antonio C. Floriano Cumbreño, D. Tomás Pulido Pulido, D. Tomás martín Gil, D. Simón Benito Boxoyo, D. Vicente Paredes Guillen, D. Juan Sanguino Michel y D. Mario Roso de Luna, entre otros.

Pues resulta que los archivos de los Sres. Hurtado, Ortí y Floriano, desgraciadamente llevan mas de veinte años fuera de Cáceres, al menos con la cierta tranquilidad de que permanecen en manos de los familiares de sus creadores, con la particularidad que cada vez que un estudioso o investigador ha necesitado información de su contenido, sus cuidadores gustosamente se lo han facilitado. Y afirmo esto por conocimiento personal de ello.

Y en lo referente a los archivos de los señores: Pulido, Martín, Paredes, Benito, Sanguino y Roso, hay que decir que los tres primeros están en nuestra ciudad, al cuidado de sus descendientes, los dos siguientes también permanecen en Cáceres, pero incluidos en distintos archivos o bibliotecas. En lo referente a la documentación y correspondencia del Sr. Roso, así como la biblioteca particular, se encuentra al cuidado del insigne investigador, D. Esteban Cortijo Parralejo, el cual ha fundado el Centro Cultural “Mario Roso de Luna”. La mayor parte de la documentación que fue propiedad del bibliófilo extremeño D. Antonio Rodríguez Moñino, está incorporada al fondo de la Biblioteca Pública de Cáceres, que curiosamente lleva su nombre.

Tal y como se puede apreciar poco a poco con el paso del tiempo, se va incrementando notablemente la documentación bibliográfica referente a Cáceres y provincia, jugando en ello un papel muy importante los archivos y bibliotecas tituladas: particulares o familiares. Dentro de este apartado es justo que se mencione a varios cientos de libros que a finales del siglo pasado y principios del actual, llegaron a nuestra ciudad procedentes principalmente de los desamortizados monasterios de Yuste y Guadalupe, quedándose en Cáceres un elevado número de los mismos, diseminados por varias bibliotecas.

Pero además de todo lo hasta ahora expuesto, también tenemos unos interesantes y amplios fondos públicos, como son:

  1. Archivo Histórico provincial.- Ubicado en el palacio de los Toledo-Moctezuma, con más de catorce mil libros y unos quince mil legajos.
  2. Archivo Biblioteca Provincial.- En el Complejo Cultural de San Francisco. Cuenta con más de quince mil libros, varios cientos de legajos, boletines, periódicos, así como publicaciones de todo tipo, donaciones familiares y colecciones completas de revistas culturales.
  3. Archivo Diocesano.- En el palacio Episcopal y en el Seminario. Formado por unos quince mil libros, seis mil legajos y varias colecciones de revistas, boletines y periódicos locales.
  4. Archivo Municipal.- En el Ayuntamiento. Curiosamente en la actualidad desconocemos su contenido real, ya que hasta este preciso momento aún no está ni catalogado, ni informatizado.
  5. Biblioteca Pública Antonio Rodríguez Moñino.- En cuyo edificio se encuentran más de cien mil libros y numerosas colecciones de revistas y periódicos, así como otras colecciones dedicadas al conocimiento en general, y del que forman parte varias bibliotecas particulares.
  6. Biblioteca de la Facultad.- Situada en el Campus Universitario. Formada por un total de 230.000 volúmenes de variado contenido.

ASIGNATURA PENDIENTE (EL ARCHIVO MUNICIPAL).

Desde hace varios siglos han existido varios intentos de inventariar el fondo bibliográfico municipal, el primero se realizó entre finales del siglo XVI y principios del XVII titulándose: “memorial de las provisiones, Privilegios, Cédulas Reales y escrituras de la Villa de Cáceres, que están en su archivo”, pero pese a la buena voluntad de sus realizadores, quedó incompleto por faltar numerosos datos de identificación.

A mediados del siglo XVII aparece un segundo intento, donde se integran 353 documentos bajo el título de: “Catálogo de Privilegios, provisiones, cargos y títulos que la villa de Cáceres tiene en su archivo”. Pero como fue prácticamente calcado del anterior repitió los mismos fallos.

Ya bien metidos en el siglo XVIII se realiza un “Indice de Reales Ordenes”, donde se agrupan en varios legajos 116 documentos comprendidos entre los años 1552 y 1764, pero al no estar contemplados otros más antiguos y faltar algunos modernos, queda también incompleto.

Pero el auténtico catálogo llegaría en el año 1750 cuando bajo el título de “Inventario de Privilegios, preeminencias y papeles de la Villa de Cáceres”, realizado por el insigne escribano, paleógrafo y jurista D. Juan Antonio Criado Valera, estando relacionados 504 documentos considerados sumamente importantes para nuestra villa, agrupados en 22 secciones dependiendo de su contenido, realizando un extracto de cada uno tan completo, que se podía fácilmente prescindir del original.

Ya más próximos a nuestros días se realizó otro intento de inventario en el año 1904 y su autor, el por entonces archivero de la biblioteca D. Marcelino Gutiérrez del Caño, el cual nos dejó numerosas fichas con datos de su amplio trabajo. Desgraciadamente y por motivos meramente profesionales no pudo concluir su interesante tarea.

Y así llegamos hasta el trabajo más reciente que sobre dicho tema se ha realizado, es decir el “Catálogo de la Documentación Histórica del Archivo Municipal de Cáceres”, del que fue su autor el insigne investigador y cronistas de nuestra ciudad: D. Antonio Cristino Floriano Cumbreño (1892-1979), labor que se hizo en el ya lejano año de 1934 y que inicialmente pensaban presentar en dos tomos, cosa que desgraciadamente para nosotros no pudo llevar a termino, solamente hizo el primero donde están minuciosamente contenidos un total de 378 documentos que abarcan el periodo de tiempo que va desde el año 1217 hasta el 1504, es decir, que el fondo bibliográfico municipal se remonta a doce años antes de la Reconquista de nuestra ciudad. Lástima que no se terminase dicho catálogo, a pesar de lo cual es un documento valiosísimo, digno de ser tenido en cuenta por cualquier investigador o como base seria para un próximo y necesario inventario de tan desconocido fondo documental.

Confiamos en que pese al tiempo transcurrido desde el inicio de éste no falten muchos documentos, pues a decir del Sr. Floriano, por aquel entonces el depósito documental municipal cacerense se encontraba prácticamente íntegro, sin ninguna laguna importante en nuestros orígenes, algo poco usual en archivos de este tipo, simplemente amontonados en oscuros rincones de espaciosas estancias, la mayor de las veces con peligros reales de humedad y el ataque de roedores o polillas.

Incomprensible a nuestro modesto entender, que desde el año 1934 no se haya realizado un exhaustivo y completo inventario o catálogo oficial de la documentación existente en el Archivo Municipal, cosa que ha entorpecido seriamente el estudio de los orígenes cacereños en muchísimos campos.

Creo sinceramente que es el momento oportuno de buscar culpables, de todo tipo, que sin duda son de estos últimos años transcurridos, ya que es injustificable que en las puertas del siglo XXI, este magnifico fondo documental continúe tan primitivamente mantenido.

¿Cuántas cosas podremos encontrarnos entre esas antiguas y recargadas estanterías y armarios? ¿Cuántos personajes llegaremos a descubrir?

Mucho me temo, que cuando llegue ese momento ya no podremos ver, ni acariciar un gran número de documentos que estarán perdidos.

PRIMEROS DOCUMENTOS CATALOGADOS.

A título de curiosidad vamos a referirnos brevemente a los cuatro documentos más antiguos inventariados en ese catálogo realizado en el año 1934.

1.- 27 mayo 1217. Privilegio del Rey D. Alfonso IX de León, concediendo a D. Martín Fernández, Maestre de Calatrava, y a sus sucesores en el Maestrazgo, la villa y castillo de Alcántara, con todos sus derechos y pertenencias.

Se trata de una copia y no de un documento original.

Es la fecha mas antigua de cuantas datan documentos en nuestro Archivo, y como ya se indica, no se trata de un original, sino de una copia, incluida dos veces en el pleito sostenido entre Cáceres y el Maestre de Alcántara, por haber pretendido éste cobrar el “blancaje” a los ganados de Cáceres que pastasen en las tierras del Maestrazgo.

2.- 23 abril 1229. Privilegio del Rey D. Alfonso IX de León, concediendo a la Villa de Cáceres su Carta de Población, o Privilegio conocido con el titulo de Fuero Latino de Cáceres.

Este Códice tiene su origen en el siglo XIII, pero la encuadernación pertenece al siglo XIV. El ejemplar original se encuentra en la caja de seguridad de nuestro Ayuntamiento, ha sido estudiado por infinidad de investigadores locales, destacando sobre todo el profundo estudio que en su día hizo el insigne investigador cacerense D. Antonio Cristino Floriano Cumbreño.

Dicho documento está encuadernado en tabla, forrada en piel, con cinco clavos en cada una de las tapas. Está compuesto por doce cuadernos de pergaminos, los once primeros de ocho hojas, cuatro dobles y el últimos de seis, o tres dobles, todo lo que hace un total de noventa y cuatro hojas o folios. Desgraciadamente hasta nuestros días no ha llegado el final del cuaderno séptimo, es decir, hay noventa y tres folios y uno en blanco.

Los folios no estaban numerados originariamente por el copista, ni tampoco los capítulos, y no es hasta principios del siglo XX cuando el investigador D. Rafael Ureña dio numeración en lápiz a sus rúbricas, siendo ésta, la que ha llegado hasta nuestros días.

Su caligrafía es de una sola mano, aunque presenta alguna restauración parcial, en letra gótica libraria, de fines del siglo XIII, con rúbricas y capitales ornamentales en rojo, a excepción de cinco de ellas que van en violeta.

Así, en primer término del mencionado Códice, aparece el Fuero Latino, que comprende desde el folio I r al 6 vtº en la 4ª línea del último de dichos folios, comienzan los fueros romanceados.

Fueron publicados los fueros íntegramente por vez primera, bajo el fiel patrocinio del Ayuntamiento, por d. Pedro de Ulloa y Golfín, en 416 folios, sin portada ni final, impreso en Madrid por Francisco Sanz, en la imprenta del Reino, durante el año 1679.

Desgraciadamente no pudo completarse mencionada obra por el repentino fallecimiento de su autor. Hoy existen muy escasos ejemplares, muy estimables por haber desaparecido bastantes diplomas de los utilizados para aquella publicación.

Del Fuero latino efectuaron otras publicaciones: D. Tomás González, en el tomo VI, Página 91, de su colección de privilegios de Simancas (Madrid 1830); D. Antonio C. Floriano Cumbreño en “El Fuero Latino de Cáceres” (Cáceres 1929) y D. Miguel A. Ortí Belmonte “Las Conquistas de Cáceres por Fernando II y Alfonso IX de León y su fuero latino Anotado” (Badajoz 1947), separata de la Revista de estudios extremeños, ninguna de ellas del Códice Municipal de Cáceres, donde aparece el documento Alfonsino.

En el año 1974 era publicada una obra por D. Pedro Lumbreras Valiente, bajo el título: “Los Fueros Municipales de Cáceres. Su derecho público”. Como es de suponer todos estos trabajos están agotados en la actualidad, pero cualquiera de ellos son verdaderas joyas bibliográficas, únicamente por el tema que tratan.

Ya más próxima a nuestros días saldría en el mes de noviembre de 1997, publicada por el Excmo. Ayuntamiento de la ciudad, la obra titulada: “El Fuero de Cáceres”, una interesante edición crítica y facsimilar, que se hizo para protocolo de nuestro Ayuntamiento. No hace mucho tiempo se ha realizado una segunda edición de 1.000 ejemplares.

Tal y como se puede apreciar es un tema al que afortunadamente se le ha concedido la suficiente importancia, dado lo que verdaderamente representa documentalmente hablando para nuestra ciudad.

3.- 12 marzo 1231. Privilegio Rodado de D. Fernando III, confirmando a Cáceres su Carta de Población (23.IV.1229 nº 2) o Privilegio conocido con el título de “Fuero Latino de Cáceres”.

No se trata de un original, es una copia, de estas la más interesante es la del traslado de 27 de marzo de 1360 (n º 62) que da toda la sensación de ser un facsímil del original perdido, pues la letra es una imitación de la minúscula diplomática usada un siglo antes del traslado de referencia y en el cual incluso se dibujó con todo detalle el signo rodado.

4.- 12 diciembre 1234. Privilegio rodado de D. Fernando III, por el que confirma el de D. Alfonso IX (28.V.1217) concediendo el Castillo y la Villa de Alcántara el Maestre de Calatrava D. Martín Fernández.

Y así transcurre el mencionado trabajo de catalogación de los documentos que el Sr. Floriano Cumbreño encontró en el año 1934 en el Archivo Municipal de nuestra ciudad, finalizando el mismo con el n º 378 de fecha 16 de agosto de 1504. Acta de la presentación de las Reales Cédulas relativas a la Alhóndiga de Cáceres.

Incluye los n º 372 a 377 y el Acta está hecha en la Sala del Consistorio presentado las provisiones el Comendador Fernando de Ovando, el Alcalde Luís Calderón, estando presente: Alvar Sánchez Becerra, Regidor; el Síndico, García Holguín y el Escribano, Sebastián Gallego.

Se trata realmente de un libro interesantísimo y que desde el punto de vista de la investigación en nuestra ciudad, por sí solo merece ser tenido en cuenta.

No podemos ignorar que en el año 1987 salieron dos obras realizadas por la Institución Cultural el Brocense, donde trata la originaria obra de D. Antonio C. Floriano Cumbreño, pero desgraciadamente esta incompleta ya que faltan algunos documentos relacionados en la obra del desaparecido paleógrafo cacerense, en especial el número 1 de fecha 27 de mayo de 1217.

Desde mi particular punto de vista sería muy oportuno el reproducir íntegramente la obra del Sr. Floriano y hacer un catálogo de lo que hoy existe en nuestro archivo municipal. El resultado puede ser sorprendente.

UN CASO EXTRAÑO.

Una de esas piezas bibliográficas únicas de nuestro archivo municipal, durante siglos ha sido el volumen conocido popularmente como “Libro becerro”.

Recibe este curioso nombre por estar forrado de piel de este animal. Contiene datos de los siglos XIII, XIV y XV, escritos en letra artesana, con un total de 363 páginas. Están registrados todos los terrenos del municipio de Cáceres y sus primeros propietarios. Completándose con los cambios de propiedad que fueron sufriendo en siglos posteriores.

A principios del siglo XX y como consecuencia de ciertas investigaciones que estaba realizando el insigne investigador local D. Publio Hurtado Pérez, apuntó varias veces que consultando el mencionado libro, pudo comprobar que le faltaban no pocas hojas, lo que comunicó a la autoridad correspondiente, sin que se llegase a tomar ninguna medida al respecto.

Y es en los años veinte, cuando se descubre su misteriosa desaparición del Archivo Municipal, desconociéndose la persona o personas que lo sustrajeron de su lugar. Durante muchos años se silenció dicho delito, hasta que por unos y otros fue conocida la noticia, que alarmó a muchos ciudadanos y a la inmensa totalidad de los investigadores de la ciudad.

Siendo Alcalde de nuestra ciudad D. Alfonso Díaz de Bustamente y Quijano, es decir en los años setenta, recibió en su despacho un paquete sin ninguna anotación, que contenía el Libro becerro, que le enviaba un sacerdote manifestando que se lo habían entregado bajo el secreto de confesión, por lo que no podía dar información de su origen, ni procedencia.

Durante años fueron muchas las hipótesis que se barajaron sobre la identidad de la persona que lo sustrajo del Ayuntamiento, pero todas ellas sin ninguna base seria. Unos afirmaban que se trataba de algún propietario de determinada tierra que quiso ocultar esta información por cuestión de impuestos; otros estaban convencidos que fue un investigador que lo tomó para poder trabajar mejor en su contenido. Lo único cierto es que el cura falleció hace algunos años y como era de esperar no contó a nadie quién le entregó tan curioso libro.

Mencionada obra ha sido consultada por infinidad de investigadores de todos los tiempos, como por ejemplo: Juan Solano de Figueroa, Ulloa y Golfín, Barrantes, Rafael de Ureña, Publio Hurtado, Sanguino, Berjano, así como Floriano, entre otros muchos.

En la actualidad desconocemos si mencionada obra, está debidamente guardada en nuestro Archivo Municipal y su estado de conservación.

Lo realmente extraño es, que al inicio de este nuevo siglo, muchas personas desconocen su existencia y una vez más se encuentra en paradero desconocido, lo que nos preocupa notablemente dado el incalculable valor del mismo, por todo lo que contiene relacionado con la propia historia de nuestra ciudad. Lo ocurrido al respecto nos da que pensar que en cualquier momento pueden también desaparecer otro u otros elementos bibliófilos de nuestro fondo municipal, pudiendo muy bien pasar algún tiempo hasta que el ciudadano o las autoridades se enteren. Algo verdaderamente muy grave.

OTROS CASOS DIGNOS DE CONOCER.

Pero a pesar de ser éste, un daño simbólico, por desgracia tanto en nuestro archivo municipal como en el resto de los denominados públicos, también se han producido otros muchos “atentados bibliográficos”, y yo me atrevería a calificar que con carácter irreparable.

Me refiero a la extracción incontrolada y por consiguiente no autorizada, de infinidad de documentos de todo tipo y que están actualmente en paradero conocido o desconocido. Desde algunos puntos se trata de justificar la falta de determinados documentos como consecuencia de las guerras y los bandoleros que durante años asolaron a nuestra ciudad, especialmente las fuerzas napoleónicas.

Y esto es una verdad a medias, pues poca gente conoce que se han dado otros motivos para extraer la más variada documentación de distintos archivos de la ciudad. Y la mayoría de estos casos, ocurridos ya hace mucho tiempo, son desconocidos tanto para el propio ciudadano como por nuestras autoridades.

En mi constante preocupación por mantener una fluida amistad con los herederos de los principales investigadores locales que nos han precedido, he conocido varios casos realmente curiosos o descarados, dependiendo de la fuente de información. Y es la especial circunstancia de existir, al menos una docena de particulares o instituciones y asociaciones que poseen como suyo algún documento o libro, que en su día fue “sacado” de Cáceres para su estudio o consulta y allí, alejado y olvidado de su propietario, continua desde hace bastante tiempo.

La cosa es aún más preocupante cuando nos referimos a esa veintena de documentos, o tal vez más, que llevan fuera de nuestra ciudad cerca del siglo sino más. Siempre he sido de la opinión de que en nuestra historia local más reciente, existen importantes lagunas de información, en unos casos por falta de catalogación pero en otros es por haber desaparecido por completo la documentación correspondiente a ese periodo de la historia referida. Así he podido estudiar casos muy concretos, como es el que seguidamente indico, descubierto en el verano del año 1997 como consecuencia de una conversación mantenida con D. Alfonso Artero Hurtado, biznieto y heredero cultural del insigne investigador D. Publio Hurtado Pérez (1850-1929), referido al que fue archivero municipal entre los años 1898 hasta 1902, D. Gabriel Llabrés Quintana (1858-1929), quién sacó de dicho fondo una veintena de diferentes documentos para su inmediato estudio y aún en la actualidad están fuera de Cáceres, concretamente forman parte de su archivo familiar que existe en la ciudad de Palma de Mallorca. Y es este uno de esos casos.

Para mejor aclaración sobre este particular, convendría observar si mencionados documentos, o cualquier otros que nos podamos encontrar en lo sucesivo, tienen el título “Ayuntamiento Constitucional de Cáceres”, que era como se catalogaba a todo papel que formaba parte de nuestro Archivo Municipal de por entonces.

Además de todo esto, tenemos conocimiento de otros más cercanos a nuestros días de hace solamente quince o veinte años, incluso de menos tiempo, referidos a personas que guardan en sus casas, privilegiada documentación pública, exclusivamente para uso personal, con el consiguiente beneficio que esto les ocasiona a ellos y perjudica al ciudadano en general. Llegándose así a la creencia oficial de que dicha documentación ya ha dejado de existir.

Viene ahora a mi memoria, sin buscar mucho los distintos libros que se guardaban en la magnífica biblioteca del que fue Convento de Santa maría de Jesús, de las religiosas jerónimas, ubicado desde el siglo XV hasta el XIX en lo que en la actualidad es Excma. Diputación Provincial. En dicho cenobio se guardaba cerca de un centenar de variados libros tanto de la fundación como aportados por las beatas al ingresar.

Durante muchos años se pensó que todos se habían perdido irremediablemente por el paso del tiempo, afortunadamente para la historia hemos descubierto que algunos de estos, los referidos a la fundación del convento y otros de índole interna, continúan en este mundo y en esta ciudad, lástima que no en poder de las religiosas jerónimas que se asientan en el convento de la Calle del Olmo, herederas legales de aquellas que sembraron la devoción en las hijas de la nobleza cacerense de los siglos XV al XIX.

Algo por el estilo ha ocurrido con el primer libro de fábrica de la Santa Iglesia Concatedral de Santa María o de otras parroquias, conventos y ermitas de nuestra ciudad.

Cada verano aprovecho para contactar más estrechamente con todas estas fuentes de información, que se encuentran dispersas por prácticamente todo el territorio nacional y conocer más de su creación y contenido, así como estado de conservación actual.

Muchas personas pueden pensar que en nuestros días es muy complejo el rescatar o recuperar toda esta documentación, particularmente creo que se trata de estudiar caso por caso, o al menos, intentar microfilmar la mencionada información y así poder agregarla a la ya existente en nuestra ciudad.

Hay que trabajar al respecto con mucho tacto, sobre todo teniendo en cuenta que en muchos casos quienes llevaron estos papeles ya han fallecido, incluso sus propios hijos o nietos, estando así incluidos en archivos o bibliotecas de todo tipo. Y también debemos impedir con todos los medios legales posibles, que vuelvan a repetirse casos como estos.

Nuestras autoridades deben empeñarse en mantener toda la documentación de Cáceres dentro de nuestro término municipal para el general estudio y disfrute.

DON GABRIEL LLABRÉS QUINTANA (1858-1929).

Por Cáceres han pasado un gran número de personas, que habiendo nacido en otros lugares, han quedado tan prendados de los numerosos encantos de esta bimilenaria ciudad, que han empleado muchos años de sus vidas a vivir en ella y así conocerla mucho mejor.

El caso de este señor, es uno de ellos, aportando a la cultura de Cáceres cuanto estuvo en sus manos, dejando un recuerdo imborrable en varios campos.

Nació en Mahón, Islas Baleares, lugar donde realiza todos sus estudios primarios y secundarios, llegando a nuestra ciudad en marzo de 1898, el día 5 tomó posesión de su cátedra, después de sacar una plaza en propiedad. Dos meses más tarde la prensa nacional anunciaba: “El desastre de Manila”, despertando así el verdadero espíritu regeneracionista del Sr. Llabrés Quintana, algo que le acompañaría toda su vida.

En el verano del año 1899 se casó con la aragonesa Doña María Jesús Bernal y Corculluela, quién le dio un hijo varón que continuó los pasos de su padre en lo que a la investigación se refiere.

Permaneció en Cáceres hasta el mes de julio de 1902, a pesar de no tratarse de mucho tiempo, lo cierto es que su labor cultural es completísima y muy amplia.

Fue Secretario de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos, Catedrático de Historia y geografía del Instituto General y Técnico de la ciudad. Organizó un Museo Arqueológico escolar, inicio del que posteriormente sería el Museo Arqueológico Provincial, al cual el Sr. Llabrés aportó un total de 179 láminas de distintos tamaños, en las que estaban representadas los principales monumentos provinciales, adquisición que hizo de su propio bolsillo. Con el tiempo dichas láminas pasaron a ser propiedad de la Diputación provincial. En la actualidad están en paradero desconocido.

Junto con D. Publio Hurtado Pérez y D. Juan Sanguino Michél, entre otros, creó la revista de Extremadura. Pronunció numerosas conferencias en cuantos centros fue requerido, así como participó con interesantes artículos en varias revistas y periódicos de la época, tanto locales como regionales.

Otra de sus conocidas aficiones era la fotografía, prueba de ello fue el regalo de una colección de 43 fotografías en gran tamaño que realizó de varios edificios, imágenes en las que se podían apreciar claramente sus distintas transformaciones según las épocas. Dicho reportaje fue regalado a mencionado Museo de nuestra ciudad.

D. Mario Roso de Luna hace referencia varias veces a él, como consecuencia de su gran dedicación e interés por nuestra tierra y su cultura. Entre otros muchos caros desempeñó los siguientes: Académico correspondiente de la Real Academia de la Historia; Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona, ayudante del Cuerpo facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios de Baleares, Barcelona y Teruel, socio emérito de la Sociedad Económica de Amigos del País de Teruel; Vicepresidente de la Sociedad Arqueológica de Palma de Mallorca; Académico corresponsal de la Real de la Historia desde el año 1894, y algunos otros más.

En Cáceres pudo consultar la gran mayoría de los archivos y bibliotecas que entonces había, tomando infinidad de datos de trabajos inéditos, referentes a la historia de nuestra tierra y sus remotos hallazgos.

Pero si importante fue la tarea cultural que desarrolló en esta ciudad, no lo fue menos en todos aquellos lugares por donde pasó, tales como: San Sebastián, Teruel, Santander, Huesca y Mallorca. Y es allí donde en la actualidad se conserva una amplia biblioteca y archivo, creada en su día por el Sr. Llabrés Quintana, donde se conservan infinidad de datos referidos a sus trabajos de investigación tanto en Cáceres como provincia.

Entre sus obras más destacables y conocidas incluso en el ámbito nacional, están: “El Códice del siglo XVI o Manuscrito Llabrés” y “Notas para una biografía de D. Gabriel Llabrés”.

Tal y como he podido comprobar el pasado año 1999, existen en su archivo infinidad de datos relativos a nuestra ciudad así como no pocos documentos y estudios que tratan de la misma, tanto suyos como de otros investigadores del siglo XIX. Muchos de ellos son originales. Confío en que futuras investigaciones, así como distintas gestiones que puedan realizar nuestras autoridades locales pueda servir para el esclarecimiento de todo este tema.

LIBROS VIAJEROS.

En un tema como el presente, donde estamos tratando superficialmente un problema muy serio que ha dañado nuestro fondo bibliográfico, no podíamos olvidarnos de este apartado.

En nuestros días a la hora de mover una biblioteca, en la que están incluidos miles de libros, es algo que se tiene planeado al mínimo detalle. Todo lo que facilita el transporte propiamente además de garantizar la completa seguridad de cuantos elementos forman dicha biblioteca, ya que se cuenta para ello con unas medidas extraordinarias tanto materiales como humanas.

Pero tal y como deben imaginar ustedes, esto no siempre ha sido así, lo que ha producido a determinadas bibliotecas un daño irreparable.

Y es aquí donde debo presentar un caso muy concreto ocurrido en Cáceres.

Corría el año 1941 cuando las personas que visitaban nuestro barrio monumental, al ascender por la Cuesta de la Compañía, que es la que transcurre desde la Plaza de San Jorge hasta el lateral de la Plaza de San mateo, se encontrarían en dicha subida a mano izquierda y situada entre al Iglesia de la Preciosa Sangre y el palacio de las Cigüeñas, antiguo Gobierno Militar, con una reducida puerta sobre el que había el siguiente letrero: “Biblioteca Pública”.

Muchos al leer este letrero pensarían que estaban delante de una discreta colección de libros escolares, o que se tratase de esos volúmenes que sobrantes suelen mandarse a los municipios de la provincia. Pero nada más lejos de la verdad, pues lo que allí se guardaba era una interesantísima biblioteca extremeña, formada por un amplio y valioso fondo de la antigua librería del Monasterio de Guadalupe, del Convento de San benito de Alcántara y no menos importante de San Francisco El Real de Cáceres, además de obras de otros lugares de la provincia de Cáceres.

Libros y documentos a los que había que sumar varios cientos más, así como manuscritos, dibujos y mapas, que habían sido propiedad del gran investigador y escritor extremeño, D. Vicente Paredes Guillén (1840-1916). Conjunto que hacía un total de treinta mil libros.

Pero toda esta cantidad resultante era realmente pequeña, teniendo en cuenta de la manera poco seria en la que se realizó el traslado desde las localidades de Guadalupe y Alcántara a Cáceres. Esto ocurría sobre lomos de asnos y mulos, eso sí, pesándose en las localidades de origen pero no así a su llegada, lo que desgraciadamente no impidió que por el camino los arrieros a fin de no quedarse sin sus queridos animales, aligeraran la carga descaradamente, dejándola caer distraídamente en los caminos, además de utilizar no pocos volúmenes y documentos para encender fuego en las frías noches que duró este cultural recorrido.

Gracias a esta notable despreocupación, no pocos documentos llegaron a manos de personas ajenas a la operación oficial y que vivían a lo largo del recorrido de las dos localidades. También fueron varios los anticuarios y los propietarios de librerías de viejo, los que aprovecharon tal circunstancia para realizar beneficiosas adquisiciones. De esta manera tan sencilla desaparecieron para siempre no pocos kilos de documentos irrecuperables.

Parece ser que antes de ser catalogados, la autoridad competente envió más de una treintena de incunables a la Biblioteca Nacional, así como Códices y clásicos latinos, que hubiese sido justo que permaneciesen dentro de nuestras fronteras provinciales. No obstante consideraron que podían quedarse aquí: Obras Matemáticas de Cavamuel, el Cata Santorum de Juan van Bolland; varias obras completísimas de Botánica del siglo XVII, con láminas incluidas, gracias al esfuerzo de la nobleza inglesa; obras de Petrarca; Erasmo y no pocos ex libris. Todo un amplio y único trabajo bibliófilo jerónimo, alcantarino y franciscano.

Hoy cuando han transcurrido cerca de sesenta años desde aquel desastroso traslado, sería realmente interesante el poder investigar sobre los libros y documentos aquí mencionados y el camino fantasma que siguieron, pese a que ese fondo fue separado en varias partes y la inmensa mayoría está repartido por España y algunas obras incluso fuera de nuestro país.

En el mes de septiembre de 1950 se creaba el Archivo Histórico, situándolo en el Palacio de la Isla, Plaza de la Concepción, y en abril de 1992 se le daba otro destino, el palacio de los Toledo Moctezuma.

Actualmente el fondo bibliográfico existente en Cáceres se encuentra en buen estado de conservación, pero desde nuestro particular punto de vista muy mermado y deficientemente catalogado en su conjunto, algo realmente incomprensible en las puertas del siglo XXI.

CONCLUSION.

A pesar de estas cantidades tan elevadas de documentos y libros, aquí apuntados, no podemos olvidarnos de esos millones de documentos de todo tipo, referentes a Extremadura, que aún permanecen amontonados en países como: Méjico, Cuba, Filipinas y determinadas zonas de Estados Unidos, resultado histórico de cuando nuestros antepasados visitaron aquel continente en los siglos XV, XVI, XVII y XVIII.

De poder recuperar una pequeña parte de los mismos, representaría verdaderamente un auténtico problema para guardarlos aquí en nuestra ciudad.

Según las encuestas, los extremeños en general y los cacereños en particular, leemos muy poco, pero a pesar de ello cada año se publican solamente en Cáceres unos treinta títulos. ¿Para qué tanto papel impreso, si no se va a leer? Además no podemos olvidar esos otros libros que por muy distintos motivos o intereses, una vez que han publicado instituciones u organismos, quedan eternamente almacenados, son miles de volúmenes.

Considero que es muy positivo la gran cantidad de documentos y libros que hay en Cáceres, lástima que no se lea todo lo que se debiera.

Pero en este amplísimo tema de los archivos referidos a Cáceres, no podemos olvidar a esos fondos que encontrándose fuera de nuestras fronteras regionales, contienen infinidad de documentos y datos referidos a nuestra ciudad y sus gentes.

Así nos encontramos con:

  • Archivo Histórico Nacional, en Madrid.
  • Archivo General de Indias, en Sevilla.
  • Archivo General de Simancas, en Valladolid.
  • Archivo de la Real Chancillería de Valladolid.

Muchos coincidimos en que en nuestros días se está presentando un gran problema a la hora de tener que guardar adecuadamente los miles de libros, documentos y legajos y contiene nuestra ciudad. Alguien me puede responder, que para eso existe la posibilidad de microfilmar o informatizar todo este impresionante conocimiento, pero particularmente considero que es mas atractivo el poder tocar, incluso oler el papel. De alguna manera el sentir ese contenido tan especial que en muchos casos puede llevar así varios siglos, es tocar la historia.

Estoy completamente convencido de que el día que ya no existan los libros como tal, será el principio del fin de la Humanidad.

Mientras que las autoridades correspondientes no se tomen en serio recuperar, cuidar y catalogar o clasificar todo el fondo bibliográfico y documental cacerense, estarán colaborando a que un valiosísimo legado cultural esté en continuo peligro de desaparición.

Produciéndose de esta manera, un considerable vacío histórico para las futuras generaciones.

Por desgracia para nosotros, ciudadanos de finales del siglo XX, hemos perdido la posibilidad de contemplar, consultar y cuidar infinidad de documentos o publicaciones que conocieron y trataron nuestros antepasados de principios de este siglo XX.

Creo que ha llegado el momento en que comencemos a valorar la importancia de este amplísimo fondo escrito.

Cultura no solamente es piedra.

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