Oct 012002
 

Mª Ángeles Arias Álvarez.

I. INTRODUCCIÓN

Como el propio título indica, en esta obra de López de Ayala aparece un nuevo Don Juan. El propósito del siguiente trabajo es el de intentar aclarar en qué radica esa novedad. Para ello compararemos el personaje que nos presenta López de Ayala con otros Don Juanes anteriores al de su obra, aquéllos que a lo largo del tiempo, bien bajo idéntico nombre, bien con similares características, han contribuido a crear un tipo literario.

Es bien sabido que antes de que Tirso de Molina le diera forma literaria, la leyenda del burlador de mujeres y del hombre que desafía al más allá estaba muy extendida. Tras la obra de Tirso el tema traspasó fronteras, acabó enriqueciéndose con elementos de otros teatros e invadiendo también el arte musical.

Ante tal profusión de obras anteriores a la de López de Ayala, no hemos podido más que ceñirnos a un pequeño corpus de obras escogidas de forma más o menos arbitraria, pensando en cuáles podrían ser las obras sobre Don Juan más conocidas por cualquier lector común. Así, por ser la primera, hemos escogido la obra de Tirso de Molina, El Burlador de Sevilla y convidado de piedra, de 1624; El estudiante de Salamanca, de Espronceda, de 1836 y por último, por ser aquella que se ha representado hasta nuestros días como una tradición el Día de todos los Santos, la obra de Zorrilla Don Juan Tenorio, de 1841[1].

Nuestro propósito, insistimos, es el de analizar una obra poco conocida de López de Ayala y ver cómo ha evolucionado el personaje de Don Juan en las obras citadas.

Antes de pasar al estudio que nos ocupa creemos necesario introducir una breve reseña biográfica sobre López de Ayala, y un resumen del argumento de la obra.

Biografía de López de Ayala

Adelardo López de Ayala nació en Guadalcanal (este pueblo pertenece actualmente a Sevilla, pero en la época en que nació nuestro autor pertenecía a Badajoz) en 1829. Durante toda su vida este hombre de letras -sobre todo autor teatral y poeta- y de leyes permanecerá muy unido a Extremadura. En Guadalcanal escribe sus primeras obras, todas perdidas, y se refugia tras haber encabezado un motín universitario en Sevilla.

Llega a Madrid en 1849, y dos años más tarde obtiene su primer reconocimiento como autor teatral con Un hombre de estado.

En Guadalcanal escribe dos de sus grandes éxitos El tejado de vidrio de 1857 y El tanto por ciento de 1861. En 1863 escribe El nuevo Don Juan. En 1870 ingresa en la Real Academia, y en 1878 escribe la que quizá sea su obra más conocida. Consuelo.

Como político su carrera empieza en 1857. En 1868 redactó el Manifiesto de Cádiz {España con honra) contra Isabel II. Fue ministro en cuatro ocasiones y presidente del Congreso en 1878 y 1879. Murió en Madrid en 1879.

Resumen de El nuevo Don Juan

El nuevo Don Juan es una comedia en verso, de tres actos, publicada en 1863.

Acto 1: Diego y la bella Elena forman un matrimonio enamorado pero discuten con frecuencia debido sobre todo al carácter celoso de Diego. La obra comienza con una de estas discusiones, ya que Diego ha sorprendido a un desconocido contemplando a su mujer en la iglesia.

El desconocido aparece en la casa del matrimonio haciéndose pasar por un enviado de la madre de Elena, y le da a ésta una carta. Diego reconoce en este hombre al que mira a su mujer, y abriendo la carta, el matrimonio descubre que se trata de una nota en la que el desconocido presenta sus respetos a Elena.

Una vez conocido el nombre de este personaje, Juan de Alvarado, Elena descubre que es el novio misterioso de la joven Paulina.

Diego, junto con amigos y vecinos pretende demostrar a Paulina qué clase de novio tiene. Así, deciden permanecer escondidos y cuando venga Don Juan a intentar seducir a Elena, le sorprenderán y le echarán de la casa a puntapiés.

Don Juan se presenta en la casa, pero sospechando una trampa, pide a Elena que proteja su amor con Paulina, y además le dice que Diego la engaña, mostrándole una carta dirigida a Diego por una antigua novia.

Acto II: Elena está enfurecida y Diego manda buscar a Don Juan para que le explique de dónde ha sacado esa carta. Don Juan explica que él ha sido víctima de un engaño por parte de la antigua novia de Diego, que ansiaba vengarse, y que ésa, era una carta de cuando estaban solteros. Don Juan explica que aceptó enseñársela a Elena pues sabía que Diego había oído que Paulina frecuentaba a un calavera y que se había opuesto a la relación.

Se explican los malentendidos pero aprovechando un momento en que Elena se queda sola. Don Juan le declara su amor y la mujer, pensando en tender una trampa al seductor, le da cita en el jardín. En ese momento llega Diego que viene de pedir la mano de Paulina. La reacción de Don Juan, que se niega a casarse, y la agitación de Elena, despiertan de nuevo las sospechas de Diego, que piensa que quizá haya algo entre su mujer y Don Juan. Paulina comienza a sospechar también que su novio no la quiere demasiado, y Elena a fin de desengañarla por completo, le pide que vaya en su lugar a la cita del jardín.

Aprovechando que Diego anuncia que debe marcharse a Alicante, Don Juan decide permanecer escondido en la casa en vez de saltar tapias para llegar al jardín. Así, de nuevo, sorprende a Elena sola, y le declara otra vez su amor. En ese momento se oyen ruidos: es Diego que ha decidido regresar a la casa y posponer su viaje. Elena, que no sabe qué hacer, esconde a Don Juan bajo la mesa. Sin embargo, éste decide salir de su escondite, causando un estrépito que hace pensar que en la casa hay ladrones.

Diego va en busca del ladrón, y se encuentra con Don Juan. Diego está dispuesto a matarlo, pero el otro le advierte que su cadáver deshonrará a dos mujeres. Así pues, para que los vecinos no lo vean, Diego lo encierra dentro de un armario.

Acto III: Diego no sabe porqué está Don Juan en su casa, no sabe si Elena le es infiel o si Paulina invitó a su novio a entrar.

Paulina, por su parte, duda también de Elena ya que tampoco sabe porqué Don Juan estaba dentro de la casa y no en el jardín, como Elena le había dicho. Al ver el armario, tanto Elena como Paulina sospechan que el intruso está allí encerrado. Don Juan logra sacar por las junturas de las tablas una nota destinada a Paulina que Diego intercepta.

En la nota el seductor le pide ayuda a la joven para escapar, explicando además, que si él estaba dentro de la casa es porque Elena le había citado.

Elena decide confesar a Diego todo lo ocurrido, y tras preguntar también a Paulina, Diego comprende que su mujer dice la verdad.

A pesar de todo las dos mujeres piden a Diego que no se vengue de Don Juan, la una pensando en el amor de Paulina, y la joven porque le quiere. El seductor que ha logrado salir del armario gracias a la ayuda de Paulina se presenta de nuevo en la casa. Diego le propone que cambie de actitud para que con el tiempo pueda mostrarse digno de Paulina.

Don Juan cree que se trata de una estratagema de Elena para que él pueda seguir visitando la casa. Así pues le da una nota a Elena en la que le dice que comprende el truco, Elena le enseña la nota a Diego y a Paulina y Don Juan es expulsado de la casa sin más. Paulina comprende que su novio ha estado utilizándola, pero promete olvidar el asunto rápidamente.

En nuestra opinión, dos son las cualidades que en las obras de Tirso, Espronceda y Zorrilla caracterizan al personaje protagonista: Don Juan es un gran seductor, y, además, es un ser extraordinario, capaz de retar a cualquier hombre e incluso, de retar a Dios. Por ello hemos dividido nuestro análisis en los siguientes dos apartados “Don Juan como seductor” y “Don Juan como hombre extraordinario”, para contrastar estas cualidades con las presentadas por el personaje creado por López de Ayala.

II. DON JUAN COMO SEDUCTOR

Cuando hoy en día oímos decir de un hombre que «es un Don Juan», inmediatamente pensamos que se trata de un mujeriego al que sus dotes de seducción no le fallan. Si el nombre de un personaje literario ha llegado a convertirse en un adjetivo de uso común es porque este aspecto se halla presente en el carácter del personaje convirtiéndolo en un rasgo pertinente que sirve para identificarlo.

Nuestro propósito en este apartado es estudiar cómo evoluciona el lado seductor de Don Juan a través de las obras propuestas.

En la obra de Tirso encontramos al personaje que nos ocupa frente a cuatro mujeres, en alternancia: Isabela, una mujer de la nobleza, Tisbea, una pescadora. Ana de Ulloa, otra mujer noble y por último, Aminta, una mujer campesina. Una sólo es extranjera: Isabela, las otras son españolas; Isabel y Ana tienen ya un enamorado, Aminta está casada y Tisbea es la mujer que reniega del amor. Estas mujeres representan de diferentes modos la diversidad del universo femenino, y por lo tanto, en principio, que el personaje de Tirso puede conseguir a cualquier mujer que se proponga.

Para engañar a estas mujeres y gozarlas Don Juan emplea más o menos la misma táctica: en el caso de las dos mujeres nobles, se hace pasar por el hombre que ellas aman, en los otros casos, Don Juan seduce a la mujer presentándose tal y como es, en el caso de la pescadora como un hombre que sabe expresarse, en el caso de la campesina como un señor poderoso y rico.

Las mujeres de esta obra no son pobres víctimas en las garras de un seductor sin escrúpulos: Isabela admite fácilmente a alguien en su alcoba aunque no esté del todo segura de quién es, y poco importa que otro hombre que no sea su amante se haya acostado con ella, si ése es Don Juan y si está obligado por el rey a casarse con ella. Tisbea es una especie de don Juan en femenino que se divierte haciendo sufrir a aquéllos que de verdad la aman y que de Don Juan recibe justo castigo su soberbia. Aminta olvida fácilmente a su marido si su matrimonio puede anularse y si puede casarse con un grande de España; la única que no es burlada es Ana de Ulloa que sospecha al instante que quien ha entrado en su habitación no es el que ella espera. Sus gritos evitan la burla pero causan la muerte de su padre a manos de Don Juan.

Como podemos comprobar, en la obra de Tirso Don Juan se presenta como un seductor pero hay que señalar sus víctimas no son tales, -salvo Tisbea, que por otro lado recibe de don Juan la misma moneda con la que ella paga a sus admiradores- puesto que también desean obtener un beneficio de su encuentro con don Juan.

Los Don Juanes de Espronceda y Zorrilla gozan de una merecida fama de calaveras, pero los personajes femeninos burlados dentro de El estudiante de Salamanca y Don Juan Tenorio son uno en cada caso. Tanto la Elvira de Espronceda como la Inés de Zorrilla son almas puras, los personajes parecen idénticos de carácter pero sufren en cada obra destinos diferentes: Elvira pierde su pureza virginal porque creyó en la palabra de matrimonio que Don Félix de Montemar le había ofrecido. La desesperación del personaje, que la lleva a morir de amor, y las cualidades de esta mujer, hacen que la burla de Don Félix resulte más agria que cualquiera de las del personaje de Tirso. En cuanto a la Inés de Zorrilla, ésta tiene la suerte de ser amada y de no haber sido burlada por Don Juan.

En la obra de López de Ayala, tanto Elena como Paulina son mujeres bellas y nobles de sentimientos. Ellas representan a la perfecta casada y a la jovencita virtuosa. Si bien Don Juan en la obra de López de Ayala goza de fama de seductor y se le atribuye la conquista de una gallarda condesita y de la Juana, en esta obra sólo consigue enamorar a Paulina. Sin embargo, y a diferencia de otras obras donjuanescas, Don Juan manifiesta aquí una paciencia que le hace convertirse en un hombre casto, dispuesto a entretener a Paulina un año, respetándola, como ha venido haciendo[2], si consigue con ello ganar la confianza de la casa y poder así frecuentar a Elena.

Como vemos, en esta obra la inmediatez de la conquista no sirve como en otras obras donjuanescas: pensemos en la sensación de rapidez que se desprende de la acción en la obra de Tirso, en la que la seducción y abandono de cada mujer ocurre de forma muy breve y prácticamente de forma inmediata; en la obra de Espronceda, la importancia que el personaje concede al goce presente se refleja en versos como los siguientes:

la vida es la vida: cuando ella acaba
acaba con ella también el placer,
¿De inciertos pesares para qué hacerla esclava?
Para mí no hay nunca mañana ni ayer.

(Parte IV, vv. 931-934)

Pensemos también en aquellos versos de la obra de Zorrilla en los que Don Juan Tenorio explica el tiempo que tarda en conseguir y abandonar a una mujer:

uno para enamorarlas
otro para conseguirlas
otro para abandonarlas,
dos para sustituirlas
y una hora para olvidarlas

(Acto I, es. XII, vv. 686-690)

El héroe de Zorrilla a pesar de ser un libertino, es el primero que consigue enamorarse de una mujer y además, salvarse. Es innegable que esto supone un enorme cambio en la trayectoria que el personaje había trazado en obras anteriores.

En la obra de López de Ayala, debemos señalar también un gran cambio de principio y fin de trayectoria. El gran seductor en esta obra no se manifiesta como tal, (parece serlo solamente de fama, ya que para los vecinos es tan meloso que ablanda a las piedras con sus versos y además tiene fama de calavera famoso) porque se enamora de Elena o al menos se encapricha de ella locamente[3], -dispuesto a esperar y aguantar lo que sea, salvo el matrimonio con Paulina, con tal de tener cerca de Elena-, y porque sólo logra engañar los sentimientos de la ingenua y dulce Paulina, quien al final, al conocer las verdaderas intenciones del que ella creía su enamorado, adopta una actitud distinta de la de la heroína que muere por amor.

Queremos destacar además dos escenas en las que el nuevo Don Juan se muestra como la antítesis de sus antecesores: En la escena IX del II acto aparece una farsa de «teatro dentro del teatro»: Elena se obligada a mostrarse solícita con don Juan para que éste demuestre delante del resto de la casa, -vecinos y amigos incluidos,- que se propone seducirla. Don Juan, que sospecha que hay una trampa, le da una vuelta a la situación e interpreta el papel de enamorado sincero de Paulina que viene a pedir a la tía de su amada que proteja su amor.

Resulta curiosa una situación de este tipo, en la que el seductor rechaza a la mujer, -que toma aquí la iniciativa-, y en la que el seductor corre también el riesgo de caer en la trampa, simplemente porque está enamorado de la mujer. Si aisláramos la segunda escena en la que Don Juan habla de amor a Elena (Escena IX, acto II) del resto de la acción, parecería que el lector se encuentra frente a una escena tópica: la mujer que enamorada, ha citado a su amante y que se debate entre el querer y el deber. Sin embargo, lo que realmente ocurre es una escena que echa una vez más por tierra la fama de seductor de Don Juan. En esta escena que recuerda a las burlas que aparecen en Tirso y también en Zorrilla, Elena acepta verse con Don Juan a través de la verja del jardín para hablar de amor, pensando en enviar en su lugar a Paulina, para que ésta comprenda por fin que él no la quiere. Don Juan, que no tiene ganas de saltar tapias, permanece dentro de la casa hasta que todos se van dejando sola a Elena. Esta escena que promete acabar trágicamente porque de repente vuelve el marido de Elena a la casa, concluye de manera cómica e inesperada porque Elena manda a Don Juan que se esconda debajo de la mesa, recordando a tantas situaciones cómicas en las que el amante se ve obligado a esconderse cuando el marido llega de repente.

Podríamos concluir que en esta obra el seductor no es tal, pues en ningún momento consigue hacerse atractivo a la mujer que él pretende, y solamente consigue engañar los sentimientos de una joven inexperta, a la que sin embargo, respeta carnalmente. Si bien se le han atribuido algunas conquistas, como seductor no es infalible, y aún menos como burlador, a la manera de Tirso, aquél que engaña a las mujeres y además logra gozar de ellas.

Las escenas de seducción en esta obra constituyen el revés de aquellas que se pueden presenciar en las obras anteriores a la obra de López de Ayala: una mujer que finge ser seducida, el seductor que rechaza los avances de la dama, la misma mujer que parece luchar contra sus propios deseos cuando en realidad está asustada por la presencia en su casa de un hombre que puede comprometer su honor.

III. DON JUAN COMO HOMBRE EXTRAORDINARIO

Pensamos que la otra característica que hace de Don Juan un ser especial, es que se trata de un hombre que se considera al margen de la sociedad a la que pertenece. Este ser extraordinario, porque singular, por una parte desafía todas las leyes humanas de su entorno, por otra, llega a desafiar a las divinas.

Consideramos pues necesario tratar este aspecto bajo dos apartados: Don Juan como el “hombre que desafía al hombre” y como el “hombre que desafía a Dios”.

1. EL HOMBRE QUE DESAFÍA AL HOMBRE

Una de las características que hacen del personaje de Don Juan un ser extraordinario radica en el hecho de que como hombre, no ha de encontrar mujer que se le resista ni varón que se oponga a sus propósitos ni que le aventaje en conquistas y valor.

El mejor ejemplo de este carácter se resume en el cartel que el personaje de Zorrilla hace colgar en Nápoles:

Aquí está don Juan Tenorio,
y no hay hombre para él.
Desde la princesa altiva
A la que pesca en ruin barca,
No hay hembra a quien no suscriba;
y a cualquier empresa abarca,
si en oro o valor estriba.
Búsquenle los reñidores
Cérquenle los jugadores;
Quien se precie que le ataje
A ver si hay quien le aventaje
En juego, en lid o en amores».

(Acto I, es. XII). (vv. 484-495)

Como seductor, sabemos que Don Juan en principio puede seducir a cualquier lo mujer que se proponga. Don Juan no conquista mujeres únicamente por el placer de la conquista, sino también por la necesidad de hacer daño a la mujer -destruyendo su honor- y en consecuencia, destruyendo también el honor del hombre. No se trata únicamente de obtener goce físico, sino sobretodo de causar dolor. El personaje de Tirso lo expresa claramente:

Sevilla a voces me llama
El Burlador, y el mayor
Gusto que en mí puede haber
Es burlar una mujer
Y dejalla sin honor.

(Jomada II, vv. 1313-1317)

Este es un detalle que no carece de importancia: dejando a la mujer sin honor, Don Juan demuestra su maldad pero también muestra que burlando a la mujer el personaje puede burlarse del marido, hermano o padre del que la mujer dependa.

De esta manera. Don Juan sitúa a sus víctimas en una situación de desventaja social frente a él.

Este personaje posee también una valentía y una astucia que le permiten enfrentarse y vencer a los enemigos que él mismo se va creando. Por una parte es un hombre valiente; así, el Don Juan de Tirso salva a su criado de morir ahogado, con riesgo para su propia vida, y el personaje de Espronceda es descrito en estos términos por el narrador:

En Salamanca famoso
Por su vida y buen talante,
Al atrevido estudiante
Le señalan entre mil;
Fuero le da su osadía,
Le disculpa su riqueza,
Su generosa nobleza,
Su hermosura varonil.
Que en su arrogancia y sus vicios
Caballeresca apostura
Agilidad y bravura
Ninguno alcanza a igualar;
Que hasta en sus crímenes mismos,
En su impiedad y altiveza
Pone un sello de grandeza
Don Félix de Montemar.

(Parte I, vv. 124-139)

En otras ocasiones, Don Juan se aprovecha de ser un personaje con suerte, que ha nacido perteneciendo a una familia de bien que le permite de vez en cuando escapar de los líos en los que se mete, -como hace el personaje de Tirso- , en otras, también recurre al engaño.

Estos triunfos sobre las mujeres y los hombres, hacen que Don Juan se considere a sí mismo un ser especial: es plenamente consciente de su capacidad de seducción y de su poder.

En cuanto al nuevo Don Juan de López de Ayala, debemos señalar que no posee estos rasgos.

El personaje de López de Ayala no intenta seducir a Elena con el propósito de causar la deshonra de su casa, ni enamora a Paulina con similar propósito: simplemente intenta acercarse a una mujer que le gusta y para ello recurre al medio que le parece más fácil.

Al personaje de López de Ayala se le puede atribuir cierta inteligencia que le hace escapar de situaciones comprometidas; así sospecha cuándo le pueden estar tendiendo una encerrona, pero no siempre pues sus dotes de intuición no son infalibles. Es su propia conciencia, la de ser un Don Juan[4], la que le hace pensar que realmente, al igual que sus antecesores, es un hombre extraordinario. Como señala Diego en un momento de la obra aludiendo al nuevo Don Juan. En su propia vanidad se enredan estos canallas, anticipándose al final de la obra, pues es precisamente por vanidad que sus intenciones serán descubiertas.

En cuanto al valor del nuevo Don Juan bien sabemos que en vez de enfrentarse al marido se deja esconder bajo una mesa, e incluso, por orden del marido, dentro de un armario: con esto no podemos imaginar al personaje de López de Ayala aceptando un duelo. Como se puede comprobar las fechorías de este personaje no poseen el sello de grandeza de las de sus antecesores.

Otro aspecto que hace de Don Juan un ser diferente a los demás es el hecho de que no acepta el código de valores por el que los demás se rigen. Así, uno de los medios que los Don Juanes anteriores a López de Ayala utilizan para poder acostarse con una mujer es el de prometerles el matrimonio o incluso casarse (como hace sobre todo el Don Juan de Molière).

Ahora bien, tanto la promesa de matrimonio como las fórmulas pronunciadas en este ritual para que tenga lugar efectivamente son actos de palabra que sólo llegan a constituir hechos si se dan una serie de condiciones: el que habla, en este caso, pone por testigo de su propia buena fe a la divinidad.

Esto demuestra no sólo que Don Juan comete un acto impío, ya que la promesa de matrimonio indica que la divinidad aparece como testigo de la propuesta, sino que además Don Juan conoce perfectamente el código de valores por el que se rige la sociedad a la que él pertenece, y que sirve para todo el mundo salvo para él. Llegado el caso, Don Juan no tiene problema en casarse: el personaje de Tirso va a casarse con Isabela pero la justicia divina acaba con él la víspera de su boda, el personaje de Espronceda al que el más allá obliga a casarse con la difunta Elvira llega a decir al espíritu del hermano de la mujer:

En cuanto a ese espectro que decís mi esposa,
Raro casamiento venisme a ofrecer:
Su faz no es por cierto ni amable ni hermosa,
Mas no se os figure que os quiera ofender.

(Parte IV, vv. 1534-1537)

Comparemos esta actitud con la del personaje de López de Ayala, que en el momento en que Diego le ofrece pactar su boda con Paulina se muestra temeroso:

(¡Maldita
Sorpresa¡ Me vendí. ¿Quién
no se vende, si le intiman
orden de casarse?)

(Acto II, es. X)

Es evidente que para el nuevo Don Juan el matrimonio -y menos aún con Paulina, a la que no ama-, establece una serie de lazos que conllevan una serie de obligaciones a las que no está dispuesto a acceder. Pero este temor no significa más que respeto a una institución que su código de valores reconoce y respeta. Poco que ver pues, con sus antecesores.

2. DON JUAN COMO HOMBRE QUE DESAFÍA A DIOS

En las obras anteriores López de Ayala, aparece la intervención del más allá bajo la forma de convidado de piedra, de espíritu o visión fantasmagórica. Los elementos sobrenaturales intervienen al final de la obra para precipitar el desenlace. Éstos funcionan como un Deus ex machina capaz de acabar con el personaje de Don Juan, bien para matarlo y condenarlo, bien para hacerle comprender que la redención es también posible, si se arrepiente de sus pecados, como ocurre en la obra de Zorrilla.

Puesto que la justicia humana parece incapaz de acabar con el personaje, es la divina la que ha de intervenir para acabar con el bien de la vida- que permite el goce del personaje y la continuidad de sus crímenes- y para responder a la provocación del personaje: recordemos que todos los donjuanes anteriores al de López de Ayala se burlan de los muertos o incluso retan a sus almas en el más allá.

No es necesario que en El nuevo don Juan aparezca la justicia divina. Los pecados de nuestro Don Juan no son tantos ni tan graves: en la obra no se menciona que haya matado a nadie y el único pecado que comete es abusar de los sentimientos de Paulina para acercarse a Elena. Desagradecido, desprecia los ofrecimientos llenos de buena voluntad que le ofrece la familia si cambia de actitud. Estas faltas no llegan a ofender a lo divino; el nuevo Don Juan podría pasar por impío porque en la iglesia

cuando sorprendo el afán
con que la mira, el bribón
finge que está en oración
mirando a San Sebastián.

(Acto I, es. I)

Sin embargo, esta actitud no hace de don Juan de Alvarado un personaje extraordinario, puesto que no es el único que intenta conquistar a las mujeres en la iglesia:

En la iglesia hay quien se mete
diablo con frac o levita
y ofrece el agua bendita
para entregar un billete.

(Acto I, es. I).

Pero también las mujeres son según Elena, jamonas traviesas. Ellas también toman la iniciativa y se dedican a perseguir a los novios y a los maridos de otras.

Parece ser que en el Madrid representado en esta obra, ciertos pecados como el de no respetar los lazos del matrimonio no parecen tan graves, en todo caso, nada que no pueda arreglarse con cuarenta puntapiés del marido sin que la divinidad haya de preocuparse por ello.

En cuanto al desenlace de la obra, y aunque en El nuevo don Juan la justicia divina no intervenga, debemos señalar un paralelismo entre el final de la obra de López de Ayala y el de las obras anteriores que sirve una vez más, para desmitificar el personaje de Don Juan.

Paulina ha jugado a lo largo de la obra un papel similar al de la Inés de Zorrilla; a sabiendas de que su enamorado tiene fama de calavera, pretende conseguir gracias a su amor que Don Juan abandone para siempre las malas intenciones:

Y cuando pienso que yo
Casi niña y sin más armas
Que mi ternura, consigo
Que un hombre venza sus malas
Costumbres y entre en la senda
Del bien -Entonces doy gracias
A Dios que me hace instrumento
De obra tan buena (…)

(Acto I, es. VIII)

Es también gracias a Paulina, que Elena intercede ante su marido para que éste le conceda una segunda oportunidad a Don Juan, para que pueda mostrarse con el tiempo como un hombre virtuoso, digno de Paulina.

Así pues, Elena y sobre todo Paulina juegan el papel de redentoras que en la obra de Zorrilla correspondía a Inés. Elena por ser un personaje movido por la caridad cristiana, y Paulina simplemente porque quiere a Don Juan y cree que su conversión es posible.

Diego acepta pero Don Juan cree que es un truco de Elena para poder tenerlo cerca, sus intenciones son otra vez descubiertas y el personaje es puesto de patitas en la calle sin más.

Don Juan no sólo sale escarmentado de la casa, -puesto que no ha cumplido su objetivo- sino que además la actitud final de Diego, Elena y Paulina hace que éstos se muestren superiores a Don Juan, siendo capaces de sentir piedad y de renunciar a la venganza.

El final de esta obra -como el de las otras obras citadas- viene a recordar a la moraleja de las fábulas; en cuanto a las obras de Tirso y Espronceda creemos que se pretende mostrar que ningún hombre malvado es capaz de quedar sin castigo y mucho menos si reta a Dios; en la de Zorrilla, que el perdón y la salvación siempre son posibles si se profesa el arrepentimiento y la fe; por último, en la de López de Ayala, que la virtud siempre triunfa sobre el vicio, y que esos personajes que pretenden desterrar la paz de los hogares de la gente de bien no son héroes.

Como podemos comprobar, en El nuevo Don Juan la propia mediocridad del personaje hace innecesaria la intervención divina. Con la ausencia del elemento sobrenatural, el tema de Don Juan da un paso definitivo hacia el final del mito.

IV. CONCLUSIÓN

De los dos apartados anteriores en los que hemos dividido nuestro análisis -Don Juan como seductor. Don Juan como hombre extraordinario- podemos concluir queEl nuevo Don Juan, de López de Ayala supone una completa destrucción del mito, que ya había sufrido una importante evolución con la obra de Zorrilla.

De este nuevo Don Juan como el propio nombre indica, no queda nada más que un tópico, un personaje heredero de una tradición literaria que ya no es más que una caricatura de sus antecesores.

El nuevo Don Juan es quizás el hijo de una nueva sociedad en la que el concepto de honra ha cambiado como ha cambiado también su forma de entender el pecado. El seductor ya no es tal cuando las propias mujeres se ofrecen a él, por otro lado resulta impensable que la divinidad llegue a intervenir para poner final a los crímenes del ser humano.

Así, la obra de López de Ayala no nos muestra un ser especialmente malvado ni fuera de lo común. Con un fin claramente moralizante lo que nos quiere mostrar es que el hombre virtuoso puede ser superior a aquél que no lo es, y que aquéllos que intentan acabar con la virtud -que son muchos- son seres ridículos.

A pesar de todo pensamos que Don Juan no ha muerto. El público sigue asistiendo al teatro el Día de todos los Santos para ver una obra de la que todo el mundo conoce ya el final.

Pensamos que este héroe sigue y seguirá ejerciendo siempre su seducción sobre el espectador porque a pesar de su falta de escrúpulos representa a un hombre superior: es independiente de la sociedad, goza de cada instante de su vida sin temer a nada ni a nadie y siempre consigue lo que quiere. Quizás Don Juan no muera nunca porque es el hombre que cualquier mujer quisiera encontrar y el que cualquier hombre quisiera ser.

V. BIBLIOGRAFÍA

  • Espronceda, José de, El estudiante de Salamanca. Cátedra. Madrid, 1977.
  • López de Ayala, Adelardo. El nuevo Don Juan. Establecimiento tipográfico de T. Fortanet. Madrid, 1863.
  • Molina, Tirso de, El Burlador de Sevilla y Convidado de piedra. Cátedra. Madrid, 1977.
  • Zorrilla, José. Don Juan Tenorio. Cátedra. Madrid, 1979.

NOTAS:

[1] Todas las citas han sido sacadas de las ediciones de las obras estudiadas que figuran en la bibliografía final.

[2] . Paulina le comenta a Elena, refiriéndose a su novio Don Juan:
(…)Si vieras
los respetos que me guarda ¡(…)

(Acto I, es. IX)

[3] . En el primer encuentro cara a cara de Elena y Don Juan, éste sospecha que los avances que le hace la dama no son sinceros y que hay “gato encerrado” en esa actitud. Don Juan rechaza pues a la dama, con un gran esfuerzo mientras piensa:
(¡Y qué bella!
Es un abismo; si en ella
Me fijo, me desvanezco.)

(Acto I, es. XIII)

[4] En cuanto a la conciencia del personaje de López de Ayala de ser un Don Juan radica, desde luego, en la coincidencia de nombre con el personaje mítico de las obras anteriores a él. El Félix de Montemar de Espronceda comparte sin embargo con los personajes de Tirso y de Zorrilla las mismas características, con lo cual el hecho de que reciba un apelativo u otro no nos parece pertinente.

Los nombres recibidos por el personaje a lo largo de la obra de López de Ayala nos parecen motivados por la forma en que el autor quiere mostrar su personaje al público. Es de suponer que a través del título el espectador se hace una serie de expectativas en cuanto a la obra, y a de partir de una serie de conocimientos- los tópicos creados sobre Don Juan a partir de la literatura anterior a Ayala- para que la obra tenga un sentido.

Así, el nuevo Don Juan, es presentado al principio de la obra bajo el tópico que define a los donjuanes. En las didascalías del principio de la obra el personaje es presentado bajo el nombre de «Don Juan», y a lo largo del primer acto, cuando el personaje logra acercarse a Elena, cuando Paulina confiesa estar enamorada de un tal Juan de Alvarado, este nombre se manifiesta con grandeza. Es el nombre adecuado para aquél que no es el Tenorio, aquél que es un nuevo Don Juan que parece que parece poder repetir las hazañas de sus antecesores.

Resulta también significativo que en los momentos de mayor tensión, o cuando está próximo a desbaratar las trampas que le tienden el resto de los personajes – por ejemplo cuando el nuevo don Juan sorprende a Elena sola en casa- o cuando Elena finge sucumbir a sus encantos, el nombre que recibe el personaje es «Don Juan».

Sin embargo, éste no va a ser el único apelativo que va a recibir nuestro personaje, así, a medida que el Juan de Alvarado da a conocer su carácter aparece comoJuan en las didascalías, e incluso es llamado Juanito por Diego (XTV, II).

Por otro lado, la conciencia de ser un Don Juan aparece desprovista de su significado cuando en esta obra se alude al personaje en plural esos canallas, esos zánganos de Madrid como dice Diego.

Incluso en esta obra aparece otro Don Juan degradado, que responde al nombre de Don Segundo -un segundo hombre que persigue a Elena- un hombre casado aún más cobarde y menos seductor que el nuevo Don Juan

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