Oct 011981
 

Juan Antonio Vera Camacho.

Nació el escultor Julio Antonio, uno de los más valiosos artistas anterior a los años veinte, en Mora de Ebro (Tarragona), falleciendo de tuberculosis el 15 de marzo de 1919, en plena juventud, a los 29 años de edad cuando su obra no era una promesa, sino una acabada realidad.

Lo traemos hoy a estos Coloquios porque Julio Antonio vivió dos años en el pueblo de Almadén, colindante con Extremadura; y de Almadén fue el escultor Lozano, que le hizo la mascarilla el día de su muerte, en cera, y que luego pasó al bronce el madrileño Codina, obra que hoy se encuentra en el Museo Camón Aznar de Zaragoza.

La cercanía de Almadén a las tierras extremeñas, dentro de lo que se llamó la “Mancha Baxa”, que abarcaba desde el propio Almadén hasta Siruela, en la provincia de Badajoz, hizo que Julio Antonio visitara a menudo La Siberia Extremeña, a la que quería profundamente -y son palabras de un discípulo suyo- y que en la serie de esculturas titulada «Los Bustos de la Raza», incluyera, junto a «El novicio» y a «El minero de Almadén», dos tipos extremeños “El Cabrero», inspirado en un hombre del Baterno, y «El ventero», en otro de Peñalsordo, pueblos ambos de la provincia pacense.

Relativo a la Mancha Baxa existe un croquis en el Monasterio de Guadalupe, del que yo di una copia el año pasado a nuestro amigo Elías Diéguez, y que fue confeccionado por un escribano de Trujillo llamado Francisco Pedro de Soto, en el año 1803.

He tenido la suerte, hace un año, de conocer a José Leonor, grabador, repujador, pintor y encuadernador de Arte, 3ª Medalla de la Nacional de Bellas Artes en 1932 y ganador de otras Medallas más, entre ellas una en Lieja (Bélgica), por su labor artística. José Leonor, al que el novelista Alejandro Núñez Alonso escribió «que infundía en su arte ese sentimiento básico de humanidad vibrante por el cual la obra inerte se asocia a las palpitaciones del momento que le da vida», fue durante dos años discípulo de Julio Antonio.

Leonor, con larga estancia en París, donde vivió y encuadernó un precioso libro de Malraux para el Presidente de la República, Auriol, nos cuenta que a Julio Antonio se lo presentó Salazar, amigo de Benlliure; y que Julio Antonio fue un excelente artista, bohemio y raro, que trajo normas nuevas al Arte y que hoy se encuentra quizá injustamente olvidado. Nos dice asimismo que Julio Antonio gozaba de muy buena presencia, que cuantas mujeres lo veían se enamoraban de él, y nos cuenta la anécdota de que una vez entró en una pastelería, a comprar, y que la dependienta, una joven, no le cobró el importe, ni se lo cobraría cuantas veces fuera; pero el escultor era muy orgulloso y por tal motivo no volvió a entrar en aquélla tienda.

Quizás este atractivo del sexo femenino hacia el artista fuera causa de su muerte, de «peste blanca», como se llamaba entonces a la enfermedad que le acometió.

Nos cuenta Leonor que el primer maestro de Julio Antonio fue Mariano Pedrol, luego Blay. Que compartió el escultor gran parte de su vida con su pariente y también artista Miguel Villadrich, que en 1931 se retiró a trabajar a Fraga, donde le hicieron hijo adoptivo. Y aquí otra curiosa anécdota: los amigos; en los ratos de bohemia, para picarle, le decían «higo adoptivo de Fraga», aludiendo a los ricos higos que se crían en esa ciudad aragonesa. Ganó Julio Antonio el premio del concurso del Monumento a los muertos en el asalto de Tarragona, en el año 1911, y esculpió el grupo «Mater Dolorosa». No pudo acabar, por su temprana muerte, los bustos de Wagner, Chapí, Rubén Darío y otros.

A Almadén llegó a vivir con unos parientes suyos, uno de los cuales ostentaba un alto cargo en las minas de mercurio, y desde allí se desplazó a los pueblos extremeños colindantes para buscar motivaciones a su obra escultórica. Amaba a Extremadura tanto como Cataluña, a pesar de haber nacido allí -nos cuenta su discípulo, José Leonor.

Nuestro amigo ya fallecido, Luis Cavanillas Ávila, periodista que fue, natural de Almadén, dedicó varios trabajos a las andanzas extremaras y manchegas del escultor de Mora de Ebro, y él nos enseñó fotografías diversas de su obra. Julio Antonio tuvo amigos de mucha clase intelectual: el caricaturista Bagaría, con el que vivió cierto tiempo en el estudio de la calle del Rosario, en Madrid; el dibujante Rafael de Penagos, en otro estudio de la Guindalera; el doctor D. Gregorio Marañón, que le visitó como amigo y como médico cuando estaba en las últimas; y Sebastián Miranda…. y los Cañedos, aristócratas que le dejaron el local para su estudio, a los que hizo sendos bustos y que estaban emparentados con el conde de Agüera; el duque de Tarancón, etc., etc. Hizo un busto a la hija de D. Ramón Menéndez Pidal, Piedad, que le salió muy bonito, pero le costó mucho trabajo hacerlo, porque según frase de Julio Antonio que nos transmite su discípulo Leonor, Piedad «no tenia en su rostro nada interesante, artísticamente hablando».

Y aquí terminamos estas pinceladas de un escultor que se interesó por Extremadura y en nuestra tierra buscó motivaciones para dos o tres de sus obras más interesantes.

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