Jun 102017
 

Agustín Vivas Moreno.

Decía M. Bloch, que la labor de un historiador es parecida a la de un de- tective que tiene que investigar sobre un crimen que se ha cometido y en el que él no ha estado presente. Tendrá que recopilar datos, tener una ex- haustiva descripción del lugar del crimen, conversar con personas que pu- dieran estar implicadas en él, etc. Pero llegará un momento en que tendrá que decidir, y esta decisión deberá estar basada objetivamente, pero tam- bién lo deberá estar subjetivamente.

Aquí, no vamos a tratar ni de la descripción del lugar, ni de la recopilación de datos, ni del crimen en sí; todo ello, pasado activo.

Se tratará de lo inconsistente, de lo que hizo posible que alguien matara a alguien desde un punto de vista cualitativo. Y así, tanto el asesino como el muerto, tendrán algo en común y una forma de concebir y de ser en el mundo que coincidirán en algunas cosas. e tratará de la reflexión; de la reflexión en el pasado histórico.

Por todo ello, en esta ponencia, el pasado activo, la conquista, que tanto han dado de positivo y de negativo a la formación del mito de la extreme- ñeidad, dará paso al pasado reflexivo. Y es en esta necesidad de tránsito, donde tiene su fundamento el análisis a la historiografía de la reflexión de Extremadura en la historia.

La reflexión, por consiguiente, en la historia y como sujeto de la historia (125). y es dentro de esa reflexión, no sólo de los hechos sino también de las ap- titudes donde tiene cabida el comentario a la vida y la obra del Príncipe de los Cronistas de Indias: Cieza de León.

(125)    PEREYRA, Carlos: El sujeto de la historia. Alianza Edit., Madrid 1984.

Vease del mismo autor: Historia ¡Para qué? Siglo XXI, Méjico, 1980

Por tanto, no sólo vivir y hacer historia (126), sino también preguntarse por la historia y por las dimensiones de la conciencia histórica (127), y hacer de esa pregunta, una reflexión profunda.

y es que en este caso que nos abate ahora, una reflexión sobre Cieza de León, supone una reflexión al pasado de Extremadura, y no un análisis de su conquista en el siglo XVI. Así, la conquista, en sí, deja paso a la refle_ xión del hecho de la conquista y sus posteriores consecuencias. Cieza de León, como veremos seguidamente, gran cronista, cumple excepcional_ mente los requisitos y presupuestos anteriormente expuestos.

A la historia, «que designa a la vez el conocimiento de una materia y la materia de ese conocimiento (128) es difícil de ponerle límites. Es, por ello, por lo que el concepto historia incluye la realidad histórica tal y como «ob- jetivamente» acaec i

o y el conocimiento histórico que pretende desvelamos, mediante el traba- jos del historiador (de la historiografía), la realidad histórica (129). Por todo ello, una reflexión sobre la antropología extremeña, una reflexión sobre la obra de Cieza de León, nos conduce inevitablemente (esta vez desde otro camino y desde otra perspectiva que desde la conquista) a un análisis de la antropología americana y sus consecuencias (130).

Dicho de otra manera, no se va a tratar aquí de una historia positivista, ni de una historia institucional y política, ni de una historia económica. Lo que se intentará hacer es dar la justa importancia, a la cada vez más acep- tada, historiografía, y ver su valor para un análisis más exhaustivo sobre la conciencia histórica de un pueblo, en este caso nuestro pueblo extremeño.

Por ello, no va a ser un trabajo éste, de investigación histórica (entendido esto, como medio de sacar conclusiones originales históricas sobre algo); ni de teoría de la historia (versar y pensar con – en – por la historia); ni de metodología (pensar el método de una obra histórica y ver sus conclusio- nes); sino de historiografía. Se tratará del análisis de la obra de un extreme- ño, cronista de Indias, que nos hará reflexionar a largo plazo, sobre los hechos allí acaecidos y que nos servirán para entender la mentalidad de

 

(126)    MIRA, J. F.: Vivir y hacer historia, Ed. Peínsula, 1980

(127)    CARR, E. H.: ¡Qué es la Historia?, Seix Barral, Londres, 1966; ARON, R. Dimensi~

nes de la conciencia histórica, 1961

(128)   VILAR, Pierre: Iniciación al yocabulario del análisis históricos, Crítica, Barcelona,

1980, pp. 17

(129)    MARVALL, J. A. Teoría del saber histórico, Madrid.

(130)    LEVI STRAUSS, G.: Antropología estructural, Eudeba, Buenos Aires, 1969.

 

un pueblo, y ver de esta manera, la historia, como una historia de las mentalidades.

y así, de esta forma, que la mentalidad nos sirva para entender la historia, y que la labor del historiador, como la del detective de M. Bloch, sea la de reconstruir el pasado lo más objetivamente posible sin quedarse en los pu- ros datos y hechos, sino con la necesidad del salto cualitativo.

Es, por ello, un intento de hacer de esta ponencia, una unidad, un todo. Y es en último término, una reflexión, como dijimos sobre la historiografía, que inevitablemente supone teoría de la historia.

Pero somos conscientes de que lo importante de la Historia, no es ni su teoría, ni su metodología, ni su historiografía, sino que siga viva, esto es, que ‘Ia Historia haga historia

Breves características de la historiografía indiana

Antes de dedicamos a Cieza de León y su obra, vamos a analizar de una manera breve, algunas de las nuevas características generalizadas que ofrece la historiografía indiana.

Los historiadores se van a encontrar con unos nuevos territorios, nuevas gentes, con su idiosincrasia, con su religión y sus costumbres, con sus nue- vos productos de la naturaleza, etc. Y todo ello, tendrá que ser interpretado sin que exista más marco de referencia que el conocimiento de las cosas de Europa.

Es, por ello, por lo que la historiografía indiana va a ofrecer nuevas carac- terísticas que no se habían dado hasta entonces.

Se van a tratar, evidentemente, nuevos temas, que la historiografía nunca había tocado. Las nuevas noticias que IIagaban de las Indias son difíciles de asimilar e incluso llegan a considerarse durante tantos años, y al con- cepto del mundo tripartito que se tenía (Europa – Asia – África). Ni siquiera los escritores antiguos, a los que tanto se admiraba hablen de ello, ni tam- poco la Biblia o las Sagradas Escrituras.

Todo esto, evidentemente, va a romper con los esquemas mentales que tenía el hombre europeo, que va a tener que hacer un gran esfuerzo por ampliar su horizonte mental e incluir a América dentro de él.

Dicho de otra manera, la historiografía contempla esa luchaba de mentali- dades que se produce en la conquista de América y en sus posteriores e inminentes consecuencias: por un lado los europeos, por otro, los indígenas.

Y todo ello, que en un principio es expresado por la historia oral (131), debe más tarde ser estudiado de una manera consciente, por las fuentes históricas (132).

Evidentemente, no es tarea fácil; hay muchas cosas en contra, como es el hecho de que los gustos de los europeos estuvieron muy modelados por una sociedad que se había nutrido durante generaciones de cuentos sobre lo fantástico y lo maravilloso. Es, por ello, por lo que va a haber una fuerte tendencia a contemplar las islas y los territorios continentales americanos, como si estuvieran «encantados» de la fantasía medieval» y la gesta de los españoles se observarán bajo el prisma de los libros de caballería. Los bos- ques se pueblan de amazonas, y no falta tampoco quien haya visto sirenas en los mares.

Así, en definitiva, haya veces, en estas obras, un fondo de fantasía, tan grande que no se sabe si lo que se está narrando es cierto o puramente fábula, mito y ficción (133).

y todo ello llega, se transporta, se «re-inventa» en la Península. Y dentro en Extremadura. Y por consiguiente, se crea el mito de la extremeñeidad, ba- sado en la conquista. Y se va a Extremadura, como una fantasía heroica (134), llena de falsas supersticiones (135).

Las tradiciones cristiana y clásica serán las que marquen las pautas de cualquier interpretación del Nuevo Mundo y de sus habitantes. De esta manera, es de fácil comprensión que los europeos del XVI, del Renaci- miento (idealista y clave del entendimiento de cualquier utopía (136) tiendan a comparar aquello con el jardín del Edén o la Edad de Oro de la antigüe- dad clásica.

La vuelta a lo clásico es común a casi todos los escritores de esta época; se imita el estilo de César, Tito Livio, Ovidio, etc; se establece comparación entre las hazañas de los conquistadores y las de César, Pompeyo, Alejan- dro, Ulises, Héctor, Aníbal, etc, y se comprara las noticias que llegan de América con las antiguas fábulas griegas y romanas.

 

(131) Es necesario revalorizar la importancia que tiene la historia oral. Para ello, véase:

THOMPSON, P.: «La historia oral y el historiador» en ~ nQ 10, Valencia, 1984; y BOU- VIER, J. c.: Traditión orale et identité culturelle, CN.R.S., París, 1981.

(132)    Véase: AA.W.: La didáctica de la Historia a través de sus fuentes, 1. C. de la Uni-

versidad de Málaga, 1978.

(133)    Véase: CARO BAROJA; J.: Ritos y mitos eQyíYocos, Itsmo, Madrid, 1974.

(134)    LORENZO P. de Extremadura: la fantasía heróica

(135)    HURTADO, P.: Supersticiones extremeñas, Rev. de Extremadura 1901 -1902.

(136)    Léase Moro, Campanella, etc.

Todo esto, induce a pensar que no hubo una buena asimilación de lo que allí estaba ocurriendo. Y es que los problemas para ello, eran grandes. Aparte del problema fundamental: la mentalidad, y de tener que romper con toda una serie de prejuicios, tradiciones e ideas preconcebidas, había también otra serie de problemas, como era el hecho de que desconociesen su lengua, lo que hacía imposible el diálogo con los indios, que dificultaba aún más la comprensión de sus costumbres, su religión, etc (137).

Así pues, las ocupaciones profesionales y el desconocimiento de la lengua va a ser otro de los principales frenos que va a haber para la comprensión del mundo indígena.

Hemos de saber en nuestra reflexión que los europeos, los españoles, los extremeños, tenían otra salida, más fácil que el de asimilar su lengua, sus costumbres, sus tradiciones; el imponer los nuestros. Y este sentido de su- perioridad va a impedir también, mucho la comprensión del mundo indígena.

Y así, ante la primera gran magnitud de sucesos (descubrimiento, primeras conquistas, etc) lo que se desarrolla es un ambiente de superioridad, provi- dencialismo (138), y ante todo, expectación. Pero después que pasaron las primeras impresiones, y que los españoles llevaban viviendo allí bastantes años, comienzan a darse cuenta de la diferencia que hay entre lo que se pensaba y lo que en realidad allí ocurrió. Y esto es la base de nuestro tra- bajo, que viene establecido por los cronistas: la reflexión de la acción, pa- ra el historiador, es lo más importante; incluso más que la pura acción, que el mero hecho; es la interpretación por encima del hecho en sí.

Breve evolución de la historiografía indiana

Llegará un momento en que tanto funcionarios como misioneros, verán que para hacer efectiva su labor, debían aprender la lengua indígena e in- tentar comprender sus tradiciones y costumbres.

La Corona, por su parte, mandará, que se hagan informes y encuestas para saber la realidad allí acaecida, y será entonces cuando se cree el puesto de

(137) Esto se puede contemplar claramente en la obra Historia de las Indias de luan de Betanzos (funcionario español que llegó a un alto grado de comprensión de la sociedad que- chua al aprender su lenguaje). Relata este autort, las dificultades que encontró para ordenar su trabajo: gran información contradictoria, debía según él a que los españoles no se preocu- paron tanto en saber y comprender las costumbres y lenguas de los indígenas, como en suje- tar las tierras y adquiridas.

 

(138) Un ejemplo lo supone Hernán Pérez de Oliva que por citar algo, cree que Colón es un hombre de alto ánimo, escogido por Dios, para que impusiese su ley a otras gentes, que nunca le conocieron.

 

cronista oficial de Indias, el cual tenía acceso, además de a todos los docu- mentos oficiales y demás información que llegaba de América, a todas las obras ya publicadas. Es, por ello, por lo que van a poder crear como vere- mos el caso de Cieza de León, obras muy completas.

Los primero escritos serán las cartas de navegación, diarios, etc., de los anutas, descubridores y conquistadores que fueron a América y con ellos van a ir dando noticias de todo lo que les va sucediendo allí (Colón, Cor- tés, Bernal Días, Valdivia … e estarían entre ellos). Son obras, éstas, ante todo que si bien no tienen excesivo rigor histórico, corresponden al gusto por lo exótico: se trata de ver cómo eran los indios, como vivían, cuáles eran sus ritos, costumbres, creencias …

Será más tarde cuando vengan las obras de Historia General, que intenta- rán recopilarlo todo.

La finalidad de estos primeros escritos es doble: por una parte, relatar u conservar los propios hechos, junto con las noticias de lo visto y lo oído y averiguar y perfeccionar la historia de los pueblos aborígenes.

El interés es ante todo etnográfico: lo que importa ante todo, es el hombre, el hombre que hay que explotar, evangelizar o redimir (139).

Son escritos, muchos de ellos, hechos por los participantes en la conquista y realizados pragmáticamente. Es, por consiguiente, por lo que la obra de analizar lo que vieron allí, hay que tener en cuenta la influencia de la pro- fesión de cada uno, sus intereses particulares y el grado de educación que tenían.

Después d estas historia generales, y para seguir esquematizando muy bre- vemente esta historiografía indiana, las obras siguientes van a atender a hablar de sucesos particulares de países o zonas concretas.

Ya, en el siglo XVII, cuando desaparece la generación que había formado parte de la conquista, la historia de los descubrimientos cae en manos de teólogos y literatos y el interés etnográfico desaparece.

Lo que más importa ahora es escribir con un estilo culto, con un gran sen- tido patriótico. En lugar de escribir las costumbres de los pueblos america- nos, se traza con pompa teatral, los cuadros de las hazañas españolas. Su horizonte histórico se estrecha. No se emplean las fuentes de forma crítica y las obras suelen ser refundiciones y plagios de las obras anteriores.

En el siglo XVIII, se tiende a ir valorando con mayor independencia de cri- terio las tradiciones indígenas; se acentúa, por ello, el indigenismo vivo en

 

(139) Véase para un estudio comparativo: AGUIRRE BAZTAN, A.: La

Antropología Cultural en España. P.P.V., Barcelona, 1972:

GIUGAYA,M.:Historiadores del siglo XVI y XVII CESIC Madrid 1964

 

América y se nota, evidentemente, la influencia racionalista de la llustración (140).

Y es que la historiografía indiana, ayudará a Extremadura a que ese mito de la extremeñeidad sea, ante todo, base de reflexión y contemplación del pasado, más que punto de admiración activa del presente por medio del pasado. Extremadura debe buscar su identidad, no en el mito de la con- quista, sino en la reflexión, propiamente dicha, del mito de la conquista.

y un buen ejemplo de ello, base de nuestra ponencia, lo es el Príncipe de los Cronistas de Indias: Cieza de León.

 

De la Conquista a la Reflexión: Cieza de León

 

Sobre Cieza de León hay realmente muchas cosas que decir interesantes. Aquí, vamos a exponer su vida y su obra, con sus características esencia- les, de una manera breve y sencilla.

Durante mucho tiempo, se creyó que Cieza de León había nacido en Sevi- lla. Valga esta ponencia y estos coloquios, para homenajear y situar a nuestro personaje como lo que era: extremeño. Nació en Llerena (provincia de Badajoz) hacia 1521, aunque no se sabe con mucha exacti- tud el año (141). Pertenecía a una familia de cierta distinción, formada por el matrimonio López de León e Isabel de Cazallos. Tuvo este matrimonio 5 hijos: 2 varones, un sacerdote y otro, nuestro cronista (142) y tres mujeres.

En realidad, la familia Cazallos estaba muy bien relacionada en la región extremeña meridional. Eran mercaderes muy bien vistos en Flandes y en indias (143). Así, había grandes personajes dentro de esta influyente farnilia (144).

Una pariente, Alonso de Cazalla, será el que ayude a Pedro de Cieza de León en multitud de ocasiones, cuando éste se encontraba en las Indias. Más tarde, cuando prepara su viaje de regreso a España, decide contraer matrimonio; y lo hace por poder, en presencia de su futuro cuñado, Pedro

 

(140) Para todo ello véase: AGUADO BLEYE, Pedro: Fuentes

historiográficas (Manual de la Hª de España, 11) Ed. Espasa Calpe,

Madrid, 1959. ESTEVE BARBA, Francisco: Historiografía ~ Ed. Gredas, Madrid, 1964; FUETER, E.: Historia de la historiografía

moderna. ed. Nava, Buenos Aires, 1953; SANCHEZ ALONSO,

Benjamín: Historia de la historiografía española c.e.s.i.c., Madrid, 1947.

(141)    BALLESTEROS GAIBROIS, M.: Introdycción a la Crónica del

Perú de Pedro Cieza

~ Col. Crónicas de América, Historia 16, Madrid, 1984.

(142)    Las mujeres fueron Leonor, Beatriz y María.

(143)    Es importante este dato. Recuérdese la importancia de Flandes

en el siglo XVI, en el imperio de Carlos V.

(144)    Recuérdese: Pedro López de Cazalla, que fue secretario de

confianza del marqués Pizarro: del presidente Vaca de Castro,

de Lorenzo de Aldana o de Pedro de la Gasca.

 

López de Abreu. Este casamiento será el que introduzca a nuestro persona. je en otra poderosa familia de mercaderes, los Llerena (145).

También tendrá relación con la familia de los Mercado (entre los que se encontraba el dominico fray Tomás de Mercado).

Así pues, y como primera conclusión, cabe decir que nuestro personaje se encuentra rodeado, entre Cazallas, LLerenas y Mercados, de escribanos y mercaderes.

Pronto empezará la vocación por las Indias de Pedro Cieza de León. Estando en Córdoba a oyó la noticia de la expedición que capitaneaba Hernando Pizarro en 1534 y que era portadora del rescate de Atahualpa, todo ello destinado al emperador como perteneciente al 20% de su sobera- na regalía. Tenía Cieza de León 13 años cuando se sintió atraído por la descripción de aquel espectacular desembarco, que hacía francisco López de Xerez.

Fue así cuando Pedro Cieza de León, sintió vocación por las Indias. Según algunos autores, como veremos posteriormente, nuestro personaje fue en- viado a las Indias para que así se iniciara en los negocios de su familia.

Así, se embarca, se cree el 3 de junio de 1535, en la nao de Manuel de Maya, para pasar a Sto. Domingo. No sabemos cuál es el objetivo del casi infantil Pedro de Cieza, cuando pasa a Indias. Es lógico pensar, sin embar- go, que sería su familia, la que no le permitiera embarcar para que corriera aventuras, sino para que aprendiese al lado de algún familiar en Sto. Do- mingo, o en Panamá (en este último lugar, sí se sabe que tenía parientes (146).

Más tarde, viajará a Cartagena de Indias, Colombia, Ecuador y Perú. Cono- cerá en estos tiempos a los principales protagonistas de la Explotación y conquista de estas tierras (147).

Posteriormente, se adscribe al capitán Robledo en 1540, convertido ya en un veterano. fundan Cartago, Antioquía, etc. (148).

 

(145)          Juan de LLerena será el piloto que dirigirá la nave de Cieza de León, en las peque-

ñas operaciones mercantiles, en vísperas de su temprana e inesperada muerte.

 

(146) BALLESTEROS GAIBROIS, M.: Introducción al Señorío de los Incas de Pedro Cieza

~ Col. Crónicas de América, Historia 16, Madrid, 1985.

 

(147) en 1536, ya está en la ciudad de Buenavista (Cap. IX, Primera Parte); seguramente a finales, pues sabemos que la expedición de Alonso de cáceres, extremeño como él, había salido de Cartagena de Indias el 24 de Octubre.

 

(148) No será hasta comienzos de 1542 cuando no se revelara la amistad que Cieza te- nía con Robledo, pues éste, preso, solicita una persona de confianza para que le informara de los sucesos acaecidos. Se autoriza entonces a Cieza de León llegar hasta él.

 

Se encontrará más tarde con Sebastián de Belalcázar, antiguo teniente de Pizarro en Cali, donde recibe más información nueva.

Cieza nos dará noticia de todo lo ocurrido en 1542, en que se organiza una compañía contra los indios que se habían sublevado, a causa de los abusos de los tenientes de Belalcázar.

En 1543, es cuando estalla el conflicto de la disposición de las Leyes Nue- vas de Fr. Bartolomé de las Casas, tema que nos es necesario tocar para analizar el tema que en esta ocasión nos abate.

Se dará una larga polémica a causa de todo esto entre Belalcázar y Roble- do, acabándose en una batalla en las proximidades de la villa de Arma, en la que Robledo, perdedor, es ejecutado. Cieza, aunque no ha tomado par- te en las hostilidades, por saberse conocido como amigo de Robledo, teme represalias y se oculta en las minas de Quimbaya. Más tarde, por ayuda de Hernando Girón, regresa a Cali ya Arma.

Hay que decir que desde muy temprano, Cieza de León comienza a redac- tar lo que hoy llamaríamos un diario o memorias de lo que iba sucedien- do: actuación de los españoles, aspecto de las tierras, cómo son los indios, costumbres, talantes, organización social y familiar, etc.

Posteriormente, en 1547, se abre ante Cieza lo que podríamos llamar su «camino de Damasco». Este comienza, cuando le llega la noticia de que en España hay preocupación por lo que estaba sucediendo en Perú, sobre todo el grave acontecimiento de que el virrey Blasco Núñez Vela haya si- do muerto por los rebeldes, que actuaban bajo la orden del hermano de Francisco Pizarro, Gonzalo, que había llegado a tomarse como el Príncipe del Perú.

Ante esto, las autoridades españolas «exponen» una persona investida de la autoridad real: Pedro de la Gasca. Este era un eclesiástico que encabezó un ejército real. Cieza de León se alistó a él por mediación de Belalcázar.

Es importante esto, para observar como en toda su obra, se manifiesta co- mo leal y defensor de la autoridad y majestad del rey – emperador. Gonza- lo Pizarro será vencido en Sacsahuana (149), siendo ajusticiado allí mismo.

La Gasca encarga a Cieza que continúe sus trabajos históricos, estudiando qué eran los incas, añadiendo todo lo acontecido desde la Conquista hasta lo que ya se denominaban, Guerras Civiles (150).

(149) Cieza la llamará la Guerra de Xaquihuauna.

(150) Para Ballesteros, la causa de que la Gasca encargase ésto a Cieza, es por lo que

hoy denominamos «tráfico de influencias». Seguramente fue Pedro López de Cazalla, su pa- riente, el que habló con La Gasca para conseguir este encargo.

 

 

La Gasca además le nombra Cronista de Indias y le da patentes y cartas de recomendación para funcionarios y notarios, para que le permitan la con- sulta de sus archivos y le den todo género de facilidades.

Así, Cieza de León se convierte en el primer investigador histórico de las cosas y del pasado del Perú incaico. No es la acción, sino la reflexión so- bre la acción lo que realmente importa. Y esto lo hace durante 1549 y 1550; será entonces cuando regresa a España para casarse.

Pero los años españoles van a ser cortos. Se casa, visita al futuro Felipe II en 1552 en Toledo; obtiene del Consejo de Indias la licencia para la im- presión de la primera parte de su obra, como posteriormente veremos, lo que efectuará en Sevilla en 1553. En 1554, muere su esposa y más tarde, ese mismo año, él.

Será, por tanto, en Indias cuando inicia su carrera de escritor. Su primer planteamiento será en la costa Norte de la actual Colombia. Tenía enton- ces ya hasta el primer título: Relación de las cosas sucedidas en las provin- cias que confinan con el mar Océano. Pero según se fue interesando por las cosas del Perú, fue bajando hacia el Sur, y sus apuntes quedaron incor- porados a su primera gran obra: Primera parte de la Crónica del Perú (151).

Esta obra se abre con la descripción de la costa del Pacífico, desde Pana- má hasta las tierras de Chile: trayecto que él hizo en sentido contrario (sur- norte), desde el Callao de Lima.

Es frecuente, en aquellos tiempos encabezar una obra que se pretendía larga y detallada con el título algo comprometido de «Primera Parte», a riesgo de quedar solitaria en la bibliografía.

Más tarde se llevará a cabo la Segunda Parte: Del Señorío de los Incas Yu- panquis. Es resultado de su viaje al Alto Perú, el Collao y los Charcas, por orden del presidente La Gasca (152).

Después, La Tercera parte del Descubrimiento y Conquista del reino del Perú. Tratará desde Panamá hasta el descubrimiento, fundación de Lima, etc., hasta el comienzo de las rivalidades entre los dos caudillos – Pizarra y Almagro – y sus partidarios que sería objeto de una parte distinta.

y la Cuarta Parte: Las guerras civiles del Perú, divididas en cinco libros:

  1. La Guerra de las Salinas
  2. La Guerra de Chipas
  3. La Guerra de Quito. (152) Fue editada muy tardíamente, en 1880 por Jirnénez de la Espada. (151)  Para la comprensión de todo esto, véase: BENNASAR, B.: La América española y la amérjca portuguesa (Siglos XVI·XVIIIl, Sarpe, Madrid, 1985; y ELLlOT, j.H.: El viejo mundQ y el Nuevo. 1492·1650, Alianza Edt., 1972.
  4. La Guerra de Huarina
  5. La Guerra de Xaquixahuana descripción del medio geográfico; Ante todo, por consiguiente, hay que hacer mención al talante historiador de Cieza de León. Confiesa en repetidas veces, que lo fundamental para él, es decir lo que pasó apoyado en la documentación disponible. Es más, en multitud de ocasiones, dice que prefiere ser tildado de poco grato al gusto de los lectores, que de inexacto en sus declaraciones. La primera moralización es teológica – trascendente. Cieza es profunda- mente cristiano, que hace caer su imparcialidad histórica en un providen- cialismo. Y este providencialismo, hace ver en Cieza un movimiento cíclico de la historia: transformación de esta gente en injusta y llena de odio y vicio; castigo divino, de nuevo. La segunda moralización iba destinada a Pizarro y a Almagro, que no res- pondían al compromiso realizado ante Dios. Y es más, Cieza recoge con ánimo entristecido, la narración de las catástrofes, por ellos pedidos para el otro. Por otro lado, no todos los personajes gozaban de la misma simpatía por parte de Cieza. Francisco Pizarra, ocupa el lugar primero e indiscutible en el afecto y en el respeto cieciano; Alonso de Alvarado o el también extre- meño Pedro de Alvarado, también reciben afecto. Almagro, viene, sin em- bargo, muy atrás.    En conjunto, Cieza es un buen cronista y testigo inmediato de muchas de sus narraciones. Sus obras nos sirven para tener un gran conocimiento del mundo incaico, una manera de hacer historia con sólido armazón, docu- mentación segura y verídica y con madurez para una comprensión fácil de la historia e instituciones del Imperio. Para ello, Cieza ya Utilizas la Crítica histórica: compulsa de datos y de fuentes; el de decir que hay varias versiones, contradictorias a veces sentido crítico y comprobación personal. Queda terminantemente expresado, que Cieza, no sólo es el Príncipe de los Cronistas del Perú por su primacía en el tiempo, sino también, porque es el arquitecto que traza la estructura histórica de todos los demás histo- riadores del Perú. Evidentemente, sus vivencias y sus experiencias se reflejan en la obra. Su vida es, en realidad, lo que escribe, y su obra no es otra cosa que el reflejo de lo que vio y vivió, incluso en aquella parte que es de reconstrucción histórica (155).
  6. (154) MUÑOZ PÉREZ, José  «Recientes aportaciones al estudio de Cieza de León Revista de Indias, 1959.
  7. (155) Para un análisis de los manuscritos de Cieza de León, sus emigración, extravíos, malos usos, y recuperaciones posteriores, véase: SAENZ de Sta. María, Carmelo: «Los manus- critos de Pedro Cieza de León» en Revista de Indias, nº 145-146, Madrid, 1976, pp. 181-215.
  8. Conclusión Sólo desde la reflexión, desde la historia (nunca mejor dicho) Extremadura despertará. El mito de la conquista, base de la extremeñeidad durante mu- cho tiempo, debe dejar paso a la historiografía de la reflexión de Extrema- dura en la historia.
  1. Sólo así, la Historia seguirá viva; sólo así, la Historia hará historia; sólo así, en el V Centenario del Descubrimiento de América, Extremadura acogerá su verdadera identidad.
  2. La historiografía indiana es esencial, cada vez más, para hacer un estudio cualificado de la Extremadura de la conquista.

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