Oct 012004
 

Lorenzo Rodríguez Amores.

Nuevos y distintos tiempos comienzan en el reino castellano a la muerte del rey Enrique IV el Impotente, ocurrida el 12 de diciembre de 1474, porque decide coger el timón de la corona una garrida moza, aunque ya casada, «de mediana estatura y bien compuesta en su persona, blanca y rubia con los ojos entre verdes y azules«[1]: Isabel la Católica.

Es de conocimiento general lo sucedido a raíz del óbito del dicho monarca. Se entabla una larga contienda bélica que durará sus cuatro años, desencadenada al quedar vacante el trono pues, además de doña Isabel, se lo disputa, sin que carezca de razones, la adolescente de 13 años, hábilmente manejada, doña Juana de Castilla, por mal nombre doña Juana la Beltraneja. No es este el lugar de entrar o salir en los discutibles derechos que asisten a cada una. Tampoco nos incumbe detenernos en las vicisitudes por las que atraviesa la campaña guerrera, aunque sea imprescindible recordar algunos pormenores, para ponernos en situación, respecto al episodio que de la misma nos afecta.

No fue un camino de rosas, sino más bien sembrado de espinas y abrojos, el que tuvo que recorrer Isabel, en compañía de su marido Fernando, para afianzar en sus sienes la corona de Castilla. La causa de Juana era sostenida por un fuerte partido en el que militaban los magnates de más alto rango del reino[2], que preferían entendérselas con una jovencísima reina, a la que podían manejar a su antojo, que con alguien que les ajustase las cuentas. Pero no todos los grandes fueron del mismo parecer, pues algunos se alinearon al lado de los Reyes Católicos y otros que, vacilantes en su fe (en el enérgico lenguaje del historiador de la época, Bernáldez), estaban a viva quien venza, dispuestos a ladearse hacia el más fuerte[3]. Isabel y Fernando, como buenos conocedores del oficio de reyes y sin las flaquezas del difunto Enrique[4], no se doblegan a satisfacer ambiciones personales para recabar fidelidades, lo que da lugar a que sufran, entre los suyos, alguna que otra defección, siendo la principal y más dolorosa la de uno de sus primeros y más ardientes valedores, el avaricioso y turbulento arzobispo de Toledo, Carrillo, que se pasó al bando de la Beltraneja porque le negaron aquéllos ciertos títulos y tierras que, según él, le tenían prometido[5].

Al fin y al cabo, estos contratiempos sólo eran ligeros nubarrones[6] si se los compara con la tormenta que se avecinaba. La alarma cunde en la no muy nutrida ni brillante corte de los Reyes Católicos cuando se enteran de que la camarilla que rodea a doña Juana, entre ellos el propio arzobispo toledano, amañan y conciertan la boda de ésta con el orondo y cincuentón rey de Portugal, Alfonso V[7]. Ello supuso ofrecer a éste la corona de Castilla, aunque fuese por vía de consorte. Como la oferta era tentadora, el monarca lusitano no dudó en aceptarla, ya que, ansias de poder aparte, se le presentaba una propicia ocasión para vengar celos y honrilla por los desaires recibidos de doña Isabel cuando, en tiempos anteriores y no muy lejanos, la pretendió en matrimonio[8].

El rey de Portugal, después de prometer mercedes a diestro y siniestro (al que no le da un maestrazgo de las Órdenes Militares, le concede 5.000 vasallos de renta, como al arzobispo y a don Álvaro de Zúñiga[9]) pone a punto su ejército, sobre unos 20.000 hombres de a caballo y peones, para penetrar con él en Castilla e imponerse a la fuerza en sus propósitos, haciéndolo por Extremadura en la primavera de 1475[10].

El monarca portugués llega a Trujillo sin impedimento alguno, lo cual no es de extrañar, porque el territorio extremeño estaba ocupado por los partidarios de doña Juana, entre los que se encontraban los Vargas y la condesa de Medellín, la más recalcitrante enemiga de Isabel la Católica. Escasos eran los leales a esta última en nuestra región: el conde de Feria, el alcaide del castillo de Benquerencia (don Diego de Cáceres Ovando), el caballero trujillano don Luis de Chaves y paremos de contar, los cuales resultaron inoperantes en un principio por sus respectivos aislamientos.

A Trujillo llega aquella elite que pretendía entregar la corona al monarca lusitano[11] para recibir y agasajar a éste[12]: don Álvaro de Zúñiga, caballero principal del reino que, además de ser dueño de Burgos, era duque de Arévalo, Béjar, señor de Plasencia y varios etcétera, con su mujer, la inquieta y avariciosa doña Leonor de Pimentel, el arzobispo de Toledo y el marqués de Villena, bajo cuya custodia estaba doña Juana, a la que trae consigo desde sus estados de Escalona con la intención de celebrar en Trujillo los desposorios[13]. Nominalmente, esta población era del marqués de Villena que, entre otros elevados títulos, ostentaba el de duque de Trujillo[14], lo que daba lugar a que se considerase idóneo el sitio para tan señalado acontecimiento. Pero Trujillo siempre soportó mal los señoríos, por eso la ciudad no era tan suya como él pensaba, lo que motiva que los allí reunidos palpasen un ambiente raro y receloso, pareciendo que los trujillanos viesen incierto el negocio que se traía el rey de Portugal con la Beltraneja[15] y a lo que, sin duda, contribuirían las influencias de don Luis de Chaves, decididamente recostado a la causa de doña Isabel[16]. Así es significativo el hecho de que, cuando un grupo de señoras trujillanas de familias inclinadas a la causa de doña Juana van a visitar a ésta, que se encontraba en la fortaleza, iba entre ellas una Vargas ,Leonor de Vargas, «mujer singular, hermosa y de mucho tino en el gobierno de su casa, a pesar de lo cual, pasó años de hambre«[17], de cuya donosura y virtudes se prendó la Beltraneja, por lo que la invita y ruega que se fuese con ella, pero Leonor no quiso[18], rechazando así el honroso y codiciado puesto de dama de la corte.

En este ambiente que se respiraba, no es raro que surgiesen temores de inseguridad en Trujillo, que notoriamente son excesivos,¿qué podrían hacer los trujillanos contra el ejército portugués?[19]. El exagerar estos peligros parece ser una maniobra de la duquesa de Arévalo, doña Leonor de Pimentel, que deseaba trasladar los esponsales a su ciudad de Plasencia para tener a los contrayentes un su casa, hacerlos a su mano e ir cimentando su privanza en la nueva corte[20]. Ésta se salió con las suyas, pues la regia boda se celebró el día del Corpus, 25 de mayo de 1475, con el boato y realce de un vistoso cortejo de nobles y prelados de los dos reinos[21], en la ciudad placentina y no en Palencia, como dice el historiador hispanista Thomas Walsh, sin duda confundido por las similitudes fonéticas[22].

Desde el mismo momento de efectuarse el enlace, el monarca portugués no tiene el menor reparo en titularse rey de Castilla y de León, tal como lo hace saber para dominio público, junto a su esposa, por una proclama dada en el mismo Plasencia el 30 de mayo de 1475[23]. Sin embargo, a doña Juana, con idénticos motivos y derechos, jamás la proclamaron reina de Portugal, ya que para los portugueses no pasó de ser la excelente señora[24]. La verdad es que de este matrimonio no hubo más que la ceremonia, pues ni se consumó entonces, debido a la minoría de edad de la esposa, ni nunca, porque había que esperar a que el Papa diera la oportuna dispensa de parentesco, ya que Alfonso V era tío de la Beltraneja[25]. Posiblemente, si llegaron estas dispensas, nadie volvió a hacerlas caso, pues doña Juana, harta de intrigas e infortunios de los que se ocasionaron en su nombre, siendo ella inocente, no tardó mucho en ingresar en el convento de Santa Clara de Coimbra[26].

Y mientras tanto ¿qué hacían doña Isabel y don Fernando? Trabajar sin descanso para sacar adelante su empresa, con la esperanza puesta en que la Divina Providencia les abriera puertos de claridad ante las nuevas y graves consecuencias que acarreaba el casamiento. La primera iniciativa que toman los Reyes Católicos a raíz del suceso y de la entrada de tropas extranjeras es despojar a la lucha del carácter de conflicto bélico interno, para transformarlo en independentista, es decir que, haciendo caso omiso del asunto de doña Juana, sólo hablarán de una guerra contra los invasores portugueses. Con un gran esfuerzo, pues aún faltaban más de dos años para que las armas arbitrasen cual de las dos princesas iba a sentarse en el trono castellano y, en lo que toca a don Fernando, habría que esperar otro tanto para que heredase el reino de Aragón, logran reunir un ejército, si bien no muy pertrechado y disciplinado[27], para salir al encuentro del portugués.

Don Fernando, que no sólo fue el político ladino o el diplomático de altos vuelos, sino también un consumado guerrero por su valor y pericia en la estrategia bélica, derrotó al rey de Portugal en la batalla de Toro, el 19 de julio de 1476. Si esta batalla la hubiesen perdido los Reyes Católicos, es muy posible que hubiera dado al traste todas sus aspiraciones a la corona castellana, pero, sin embargo, no fue decisiva para que Alfonso V abandonase el proyecto de idénticas apetencias. Después de la batalla de Toro, la moral de triunfo renace y se eleva en el bando de los Reyes Católicos, los vacilantes toman ya el partido que puede ganar e, incluso, algunos personajes que luchan en la facción contraria, empiezan a reconsiderar su postura[28].

Aunque la frontera no dejó de ser un coladero de infiltraciones militares del reino vecino, en la primavera de 1477 se vuelven a complicar las cosas para doña Isabel, pues las tropas portuguesas, sin que venga al frente de las mismas su rey, realizan otras incursiones en Castilla por las partes de Badajoz y Ciudad Rodrigo[29]. De las malas nuevas se enteran Isabel y Fernando en la villa de Madrid. Con la premura que requiere el caso, convocan a caballeros, prelados y doctores, aquí en Madrid, para darles cuenta de sus planes[30].

Doña Isabel expone a los reunidos lo que han acordado ella y su esposo: dar amplios poderes a don Lorenzo Suárez de Figueroa, conde de Feria, y al comendador de León (comendador de la Orden de Santiago cuya provincia de León radicaba en el suroeste de la actual provincia badajocense) para que incordiasen a los portugueses en sus lugares respectivos[31] y que, «para mejor provisión en la guerra contra Portugal«[32], el rey don Fernando marchase a las tierras de Salamanca, donde abundaban los castillos en manos de gentes afines al otro bando, y que ella en persona iría a Extremadura, «porque pacificaría aquella provincia (la extremeña, como es natural) que estaba de largos tiempos puesta en robos e tiranías por algunos caballeros e otras personas naturales de la tierra e por los alcaides de las fortalezas«[33].

¡Qué alusión tan clara hace la reina a las tropelías que se cometían desde la fortaleza madrigalejeña y a otras, más o menos próximas, por los Vargas y demás caterva de facinerosos!

Aquellos sesudos varones del Consejo se ponen las manos en la cabeza, asombrados de lo que acababan de escuchar; por eso sus respuestas, unánimes y sensatas, fueron tajantes al opinar sobre el proyecto. No hicieron objeción alguna a la tarea encomendada a don Fernando de viajar al territorio salmantino, pero fueron totalmente contrarios a la ida de doña Isabel a Extremadura, «a donde ni el rey e la reina juntos, ni cada uno de por sí, debían ir«[34], argumentando «que lo primero que se necesitaba era tener alguna cibdad o villa en aquella provincia en que sus reales personas e sus gentes pudiesen estar seguramente aposentados, sin recelos de las fortalezas que en ella (en Extremadura) había«[35].

Pero a Isabel la Católica, que siempre reconoció a todo el espacio castellano como suyo aunque estuviese dominado por sus contrarios y siempre consideró como súbditos hasta a sus más recalcitrantes enemigos, no era fácil llevarla la contraria si una idea se le metía entre ceja y ceja y así, en uno de sus característicos arranques temperamentales, contestó con estas palabras a las recomendaciones de aquellos honorables para que no fuese a tierras extremeñas: «Yo siempre oí decir que la sangre, como buena maestra, va siempre a remediar las partes del cuerpo que reciben alguna pasión: pues oir, continamente, la guerra que los portugueses como contrarios e los castellanos como tiranos (aquí se refiere sólo a los que se demandaron en atropellos) facen en aquellas partidas e sofrirlas con disimulación no sería oficio de buen rey, porque los reyes que quieren reinar han que trabajar. A mí me parece que el rey, mi Señor, debe ir a aquellas comarcas de allende el puerto e yo a estotras partes de Estremadura, para proveer en lo uno y en lo otro. Verdad es que en mi ida algunos inconvenientes se muestran de lo que (según) habéis declarado: pero en todos los negocios hay cosas ciertas e dubdosas, e también las unas como las otras están en la mano de Dios, que suele guiar a buen fin las justas e con diligencias procuradas«[36]. Y, para que no quepa duda de sus intenciones, aún remacha: «Ninguno de mis antepasados dejaron de ir donde les placiese dentro de su reino y menos lo voy a dejar de hacer yo«[37].

Y en contra de los precavidos consejos, se impuso el criterio de los cónyuges, separándose uno y otro para cumplir cada cual, por su cuenta, las respectivas misiones. A ambos les acompañará el éxito. Don Fernando, por tierras salmantinas, en un febril ajetreo, sitia a la vez a cuatro fortalezas: Cubillas, Castronuño, Cantalapiedra y Sieteiglesias, de las que consigue apoderarse tras varios meses de asedio y de negociaciones[38]. Pero es la tarea de la reina la que de alguna manera nos interesa. Doña Isabel se planta en Guadalupe en abril de 1477.

Doña Isabel, desde Guadalupe, ordenó que acudiesen tropas y artillería en su ayuda y también llamó, para el mismo fin, a algunos de los más importantes de las cercanías[39] que la fuesen de probada lealtad. La primera intención de la reina era asegurarse la plaza de Trujillo para trasladarse allí, en lo cual, si bien no había muchos inconvenientes en lo que respecta a la ciudad en sí, no ocurría lo mismo con los, casi insalvables, que se refieren a su sólida fortaleza y que, por cierto, no era la única que causaba problemas[40]. El castillo de Trujillo era entonces del marqués de Villena, uno de los que más luchó por entronizar a doña Juana y, por tanto, enemigo acérrimo de la Católica. Villena tenía de alcaide en el mencionado castillo a un tal Pedro de Baeza, cumplidor a rajatabla de sus deberes que se concretaban en la defensa del mismo y no entregarla jamás a nadie, por muy altos fueros que calzase, que no sea a quien le puso en el cargo, es decir, al marqués[41].

De Guadalupe parte un secretario de la reina para, en nombre de ella, pedir las llaves del castillo trujillano a su alcaide, Pedro de Baeza[42]. Éste, muy seguro de sí mismo, responde al emisario real que en ningún caso entregaría la fortaleza, «antes entendía de la defender fasta el postrero día de su vida«[43]. Enterada Isabel de la respuesta, y no encontrándose con fuerzas suficientes pues la artillería no llegaba, vuelve a insistir con el mismo recado ante Pedro de Baeza, ofreciéndole «dádivas e mercedes si consentía el entregarse«[44]. El alcaide contesta, ahora más duramente que la vez anterior, mandando decir a la reina «que ni le mandase entregar la fortaleza, ni menos viniese a Trujillo, porque le sería necesario ponerse en defensa de la que ella podría recibir algún daño«[45]. Isabel no puede soportar tan humillante réplica y, saliendo a relucir sus vehementes impulsos, exterioriza indignada: «¿E yo –dixo- tengo de sofrir la ley que mi súbdito presume de ponerme, ni de recelar la resistencia que piensa de me facer?¿E dejaré de ir yo a mi cibdad, entendiendo que cumple al servicio de Dios y mío, por el inconveniente que ese alcaide piensa poner en mi ida?«[46].

Y doña Isabel parte de Guadalupe y se mete en Trujillo sin más contemplaciones. El alojamiento de la soberana es el que será habitual (de ella y de su marido) en la ciudad cada vez que la visitan: la casa fuerte, o palacio, de don Luis de Chaves, que se encuentra a poco más de un tiro de honda del castillo. Pero la reina seguía obsesionada con la fortaleza, sabedora de que, si no disponía de ella, tampoco la ciudad sería suya y, en vista de que no contaba con los medios suficientes para abatirla, se inicia una nueva y larga negociación, facilitada ahora por la proximidad de los contendientes, tras la cual se llega a un concierto, sin duda consentido por el verdadero dueño del castillo, el marqués de Villena, que ya empezaba a dar síntomas de debilidades en sus fervores beltranejos viendo cada vez menos claro el triunfo de doña Juana, en el que se acuerda que el alcaide ceda la fortaleza en tercería[47], o sea, colocar en ella a alguien que no la tuviese ni por la reina Isabel ni por Villena, aunque éste, a los pocos días, no le queda más remedio que admitir (en realidad era lo mismo que perder la fortaleza) a un nuevo alcaide, el caballero Gonzalo de Ávila, señor de Villatoro, nombrado por la Católica[48]. Ésta ya es dueña por completo de la estratégica y fortificada plaza de Trujillo, cuyo acontecimiento ocurrió el día de San Juan, 24 de junio, del año 1477[49]. Pero, unos días antes, ha tenido lugar el suceso que a nosotros, particularmente, nos interesa:

¿Cuál es el camino que lleva Isabel la Católica en su azaroso viaje a Trujillo? Dos son los itinerarios que describe Fernando Colón, hijo del descubridor del Nuevo Mundo, en 1517, entre ambos puntos. Uno de doce leguas «…e va por berçocana e garçiçar (Garciaz)» y otro de dieciséis leguas «…e va por madrigalexo, alcollarín, e fasta la çarça (Conquista de la Sierra, hoy) por legua y media doblada e de berrocales, e fasta alguiyuela (Herguijuela) e fasta sancta cruz del puerto…«[50]. Creemos que este último no es un trazado correcto, pues se hacen rodeos innecesarios, pero así está escrito.

Bien puede considerarse el primero de los caminos como impracticable para carruajes y caravanas de muchos bártulos, porque transcurre entre la abrupta serranía villuerquina, aunque podía ser indicado en marchas más o menos clandestinas.

El segundo itinerario, expedito y de buena andadura una vez que se salva el collado de Puertollano, es el que tradicionalmente usan los viajeros que arriban a Guadalupe desde Trujillo, tal como lo relatan quienes se han decidido a escribir sobre este trayecto.

Aunque nada nos aclaran los cronistas de aquellos tiempos (tan minuciosos por otra parte en detalles) damos por descontado que el viaje desde Guadalupe a Trujillo lo practicó doña Isabel por el camino que pasa por Madrigalejo. Pero esta ruta tenía para la reina un grave obstáculo: el castillo de los Vargas, próximo a la localidad y en poder del enemigo pues, como ya se ha dicho, los Vargas eran contrarios a la causa isabelina. ¿Pasó por aquí la reina de largo, soslayando el problema, para dirigir la operación desde Trujillo o ya estaba realizada previamente desde Guadalupe?¿Tal vez resolvió el asunto sobre la marcha, puesto que tenía que ir acompañada del correspondiente aparato guerrero? No disponemos de ningún dato preciso para dar una respuesta concreta a estas interrogaciones. Lo que sí es indiscutible es que la maniobra de rendir la fortaleza madrigalejeña ocurrió bajo las órdenes directas de doña Isabel, estuviese físicamente donde estuviese y sin descartar el propio lugar de los hechos.

El brazo ejecutor del que se sirvió la reina fue el capitán Diego de Cáceres Ovando, perteneciente a una de las familias de más viejo abolengo de Cáceres como descendiente directo de Juan Blázquez, uno de los conquistadores de Cáceres acompañando a Alfonso IX de León[51]. Diego de Cáceres es uno de los más leales paladines con que cuentan los Reyes Católicos en Extremadura, una fidelidad que antepuso a compromisos de amistades y parentescos[52]. Este hombre estaba muy agradecido al padre de Fernando el Católico, el rey don Juan II de Aragón, pues éste le ampara y le colma de atenciones cuando Diego se refugia en su corte, para salvar la vida, huyendo del reino de Castilla por haberse visto envuelto en un lance, harto peligroso, al frustrarse un atentado contra el poderoso maestre de Alcántara don Gutiérrez de Sotomayor.

Veintiún años tenía Diego de Cáceres cuando se vio forzado a abandonar su tierra y su hogar conyugal, sin que hiciese dos años de haber contraído matrimonio[53]. Su expatriación duró unos seis años, hasta que, una vez muerto el maestre en Zalamea de la Serena el año 1453, regresa definitivamente a su casa, «rico y honrado«[54]. Un año antes, en 1452, la segunda mujer del rey Juan II de Aragón, da a luz, en Sos, a «un pobre príncipe segundón y desheredado«[55]. La madre de éste, la reina doña Juana Enríquez, mujer joven, ambiciosa y sin escrúpulos, no perdonó medios para encumbrar a su hijo, suplantando al desgraciado príncipe de Viana a quien, como primogénito, le correspondía reinar en Navarra y Aragón[56]. Aquel niño que, en un principio, «a nada tenía derecho«[57], fue en un futuro el rey Fernando el Católico. De este modo, es como Diego de Cáceres está en contacto con don Fernando desde su mismo nacimiento, lo cual constituyó un buen motivo para abrirse camino en el porvenir[58].

Es tal la estima que los reyes profesan a su fiel capitán Diego de Cáceres Ovando, que le autorizan erigir una airosa torre defensiva cuando éste construye su casa fuerte en el viejo solar cacereño de sus antepasados[59], conocida hoy como torre de las Cigüeñas. Llama la atención este consentimiento, junto con el de la casona de los Chaves en Trujillo, conociendo el encono que tenían los Reyes Católicos a que las grandes mansiones particulares tuviesen adosadas torres bien provistas de aspilleras y almenas, desde donde parapetarse en cualquier acción de índole levantisca.

Sin embargo, Diego de Cáceres no necesitó de la llegada de los Reyes Católicos para iniciar su ascensión social y económica pues, aún en el reinado de Enrique IV, recibe de su tío, don Gómez de Solís o don Gómez de Cáceres, el nuevo maestre de la Orden de Alcántara, la buena prebenda de la alcaidía del Castillo de Benquerencia[60], lo que supone ser el dueño de casi toda la comarca de la Serena, una situación que benefició a los Reyes Católicos en la disputa sucesoria, pues con él allí, puede decirse que tienen asegurada aquella comarca[61].

Y fue el capitán Diego de Cáceres Ovando, que ya había escrito su nombre en la batalla de Toro[62], uno de los primeros en acudir, desde su asentamiento de Benquerencia, a la llamada que hizo doña Isabel en Guadalupe, solicitando refuerzos para su tarea pacificadora en Extremadura. La reina Isabel ordena a Diego de Cáceres que fuese, sin dilación, a sitiar Madrigalejo[63]. En realidad no era al pueblo en sí lo que había que asediar, pues carecía de interés bélico, sino al conocido castillo de las proximidades que se asentaba en lo que hoy conocemos como cerro del Castillejo, en plena tierra trujillana, y del que era dueño García de Vargas. El castillo lo defendía, en nombre de éste, su sobrino Juan de Vargas, que es quien se tiene que enfrentar a los hechos en aquellos momentos. No fue un encargo agradable para el capitán aquel mandato porque estaba unido a los Vargas por vínculos de parentesco y amistades, pero Diego de Cáceres anteponía sus deberes de vasallo a todo, a la vez que lamentaba el comportamiento de sus parientes, entregados a reprensibles actuaciones[64].

Diego de Cáceres cumple su compromiso de cercar la fortaleza de Madrigalejo con la intención de ocuparla y, valido de sus influencias familiares antes mencionadas, consigue de los asediados un pacto de rendición[65]. Los de dentro del castillo quebrantan lo convenido entre ellos y el capitán, dando lugar a que se agite el enérgico temperamento de la reina Isabel, quien ordena proceder con toda dureza en la operación, incluyendo abatir por completo la fortaleza[66].

El capitán Diego de Cáceres era partidario de la conquista, y no de la destrucción del fuerte madrigalejeño[67], pero sus demandas en tal sentido fueron inútiles[68]. Bien claro lo dice Palencia, historiador de aquellos tiempos: «Diego de Cáceres tampoco se conformaba con la demolición de la fortaleza y sólo aceptaba la devolución; pero como la reina se negase en absoluto, despechado por la negativa, Diego, se volvió a su fortaleza de Benquerencia«[69].

El castillo de Madrigalejo fue arrasado cuando el capitán Diego de Cáceres había partido[70], lo que demuestra que en el cerco participaron otras fuerzas aparte de las de Diego, aunque éste tuviese el mando de todas las allí reunidas para el asalto al fuerte.

La postura adoptada por el capitán y las súplicas de clemencia para sus amigos y parientes asediados eran lógicas[71]. El abandono del campo madrigalejeño en plena maniobra bélica no supuso enturbiamiento alguno en la lealtad de éste hacia los reyes y, hasta es posible, que la misma reina le facilitase, amistosamente, la marcha para evitarle una embarazosa situación, ya que a los pocos días, el 30 de junio de ese mismo año de 1477, vemos al capitán Diego de Cáceres Ovando al lado de la reina Isabel al hacer ésta su entrada en Cáceres[72].

¿Le asistían a la reina Isabel la Católica razones para actuar con tan implacable violencia contra el castillo de Madrigalejo? Indudablemente que fueron poderosas y justas, además de benefactoras para la tranquilidad del reino, pero nada mejor, para enjuiciar el caso, que ver lo que nos dice el cronista de los Reyes Católicos Hernando del Pulgar[73]: «…e se ynformó (la reina) de los robos e crímenes que se facían de (desde) algunas fortalezas, especialmente del castillo de Madrigalejo, donde estaba por alcayde uno que se llamaba Juan de Vargas, e de Castilnovo (hoy llamado castillo de la Encomienda) donde estaba otro alcayde que se llamaba Pedro de Orellana, luego los mandó cercar. E los alcaydes dellas, recelando indinación de la Reyna si por fuerza fuesen tomados, demandaron partido a los capitanes que estaban (mandaban) en los sitios, que la Reyna les perdonase los yerros e crímenes que habían cometido en los tempos pasados e que entregarían (bajo esta condición) las fortalezas. La Reyna les perdonó su justicia, a tal pacto, que satisfacciesen a los agraviados de todos los robos que habían fechos, e se fallasen en poder de cualquier persona: e con este partido (convenio) entregaron las fortalezas. E porque la Reyna fue informada de que la fortaleza de Madrigalejo se habían fecho mayores crímenes e robos mandola derribar. De lo cual se imprimió tan grande miedo en todos los de aquella tierra, que ningún alcayde de toda Extremadura osó facer robo ni fuerza de las que solían facer, e todos vinieron e embiaron (a la reina) sus gentes a le servir…«.

Está claro, según nos dice Hernando del Pulgar, que el objetivo de la reina en Madrigalejo era dar un ejemplar escarmiento para que lo tomasen en cuanta aquellos personajuelos que, validos de su poder, hacían caso omiso al principio fundamental del respeto a la vida y a los bienes ajenos, con el agravante, como ya se ha dicho, de que en el conflicto sucesorio se habían puesto al lado de la Beltraneja, aspecto que, si bien no se alega, debió tomarse muy en consideración para ejecutar el castigo. Y la reina Isabel consiguió, en toda plenitud, su propósito, ya que, como viene a decir Hernando del Pulgar, la noticia de que en la fortaleza madrigalejeña de los Vargas no había quedado piedra sobre piedra por mandato tajante de la soberana, se corrió como la pólvora, con lo que las gentes desmandadas en actos indignos sin temor «a rey ni a Roque«, viendo cómo se las gastaba la joven Isabel, se redujeron a su obediencia y al servicio de la Corona. Una excepción a este comportamiento fue la de la condesa de Medellín que, no sólo no se entregó, sino que siguió luchando en contra de Isabel hasta el final de la contienda, la cual se debe dar por concluida con la derrota que sufrieron los portugueses y sus aliados en la batalla de la Albuera, lugar próximo a Mérida y que hoy llamamos Proserpina, celebrada el primer día de cuaresma, 24 de febrero, de 1479[74].

Si ahora lamentamos la imposibilidad de ver recortada en nuestra panorámica, allá por donde el sol se hunde en el ocaso, la silueta del viejo baluarte musulmán sobre la redonda colina del Castillejo, también es cierto que podemos dar por bien empleada la rigurosa medida de su destrucción porque, con sus repercusiones, hizo que resplandeciese la paz y el sosiego en todo el espacio extremeño, bien necesitado de ello, y muy especialmente a quienes padecieron directamente el anárquico desorden, nuestros antepasados de entonces que les tocó vivir días tan aciagos.

Bien queda de manifiesto que la contundente demostración de fuerza de la reina en Madrigalejo fue obra personal y de su exclusiva incumbencia , pues no tuvo tiempo ni posibilidades de consultar a don Fernando, como era la costumbre entre los dos, alejado, como se ha dicho, en idénticos menesteres no menos comprometidos.

El derrocamiento del castillo madrigalejeño no es un mero episodio anecdótico, sino una divisa en la apasionante e intensa vida de Isabel. Y es que, por las conclusiones que nos proporciona la abundante bibliografía del reinado, los arrestos y la recia personalidad de Isabel se dieron a conocer en Madrigalejo. Es cierto que ya se rumoreaba del indomable carácter de la soberana, por eso se pusieron en su contra los malhechores. No discutimos que la reina en su gobierno hubiese tomado resoluciones de mucha mayor envergadura y trascendencia que la que solventó aquí, pero aquellas siempre fueron compartiendo responsabilidades con su esposo, por aquello del monta tanto.

Ya desde jovencita, Isabel había dado muestras de su temperamento cuando tuvo que superar y resolver, en esa edad de los romances, un difícil y espinoso trance por su propia cuenta, luchando contra injerencias extrañas e interesadas, presiones insufribles y órdenes inapelables, para que contrajese matrimonio a gusto de su hermanastro, el rey, y de los cortesanos. En aquellos momentos cruciales de su vida, cuando para unos era la princesa heredera y, para otros, la infanta puesta a la cola en el orden sucesorio, fue rechazando a los varios pretendientes que se barajaron, buscados y negociados a sus espaldas, para elegir, a su libre albedrío, a Fernando de Aragón, al que la corte castellana, y el mismo rey, no podían ver ni en pintura, y que, por una casual y mala jugada del destino, vino a exhalar su último suspiro en Madrigalejo.

Como se ha comprobado, ya lo apuntaba Hernando del Pulgar y disponemos del documento preciso que todo lo aclara, el castillo madrigalejeño no lo tomaron al asalto aquellas fuerzas isabelinas que lo tenían sometido a cerco. Después del pacto que hicieron en presencia de Diego de Cáceres Ovando, roto por los defensores de la fortaleza, hubo otra nueva rendición, esta vez definitiva y, en parte, condicionada, porque los que estaban dentro y sin posible escapatoria, se entregaron bajo la esperanza de obtener de la reina la gracia del perdón. Ésta, si bien siguió en sus treces de abatir el baluarte, les otorga la clemencia que solicitan.

Nada queda del tristemente famoso castillo de Madrigalejo. El cerro del Castillejo, donde con toda certeza estuvo ubicado, y sus alrededores, es un campo limpio de escombros, en el que ni se vislumbran los arranques de sus cimientos que nos hubiesen dado una idea de sus proporciones. Todo está explicado y hay constancia escrita[75].Aquellos abundantes materiales del derribo, tan a mano por su cercanía a la población y su fácil recogida y traslado, se aprovecharon para erigir la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista de Madrigalejo. La verdad es que la época encaja perfectamente pues, desde el abatimiento del castillo, en el año 1477, hasta la fecha de 1515, grabada en una piedra de la torre próxima a su remate, transcurre un espacio de tiempo más que suficiente para la ejecución del templo.


NOTAS:

[1] HERNANDO DEL PULGAR: Crónica de los Señores Reyes Católicos. Imprenta de Benito Monfort. Valencia,1780. Pag. 37.

[2] DOMINGO SÁNCHEZ LORO: El parecer de un Deán. Publicaciones del Movimiento. Cáceres,1959. Pag. 338.

[3] WILLIAM H. PRESCOTT: Historia del Reino de los Reyes Católicos. Traducida del original inglés por D. Atilano Calvo Iturburo, según la edición de 1855. Círculo de Amigos de la Historia. Pag. 131.

[4] D. SÁNCHEZ LORO, op.cit., pag. 338.

[5] WILLIAM THOMAS WALSH: Isabel de España. Traducción de Alberto de Mestas. Segunda Edición. Cultura Española. 1938. Pag. 140.

[6] Ibidem.

[7] Ibidem, pag. 147.

[8] D. SÁNCHEZ LORO, op.cit., pag. 338.

[9] Ibidem.

[10] Ibidem.

[11] MIGUEL MUÑOZ DE SAN PEDRO: «El Capitán Diego de Cáceres Ovando». Revista de Estudios Extremeños. Julio-Diciembre de 1951. Publicaciones d e la Diputación Provincial de Badajoz.

[12] D. SÁNCHEZ LORO, op.cit., pag. 340.

[13] Ibidem.

[14] Ibidem.

[15] Ibidem.

[16] Ibidem.

[17] M. MUÑOZ DE SAN PEDRO: Crónicas Trujillanas. S. XVI. Manuscrito de Hinojosa. Publicaciones de la Biblioteca Pública y Archivo Histórico de Cáceres. 1952. Pag.87.

[18] Ibidem.

[19] D. SÁNCHEZ LORO, op.cit. pag. 340.

[20] Ibidem, pag. 341.

[21] Ibidem, pag. 341 y siguientes.

[22] W. THOMAS WALSH, op.cit., pag.147.

[23] D. SÁNCHEZ LORO, op.cit., pag. 343.

[24] W. H. PRESCOTT, op.cit., pag.135.

[25] M. MUÑOZ DE SAN PEDRO: «El Capitán Diego de Cáceres Ovando», op.cit., pag.559.

[26] W. H. PRESCOTT, op.cit., pag.135.

[27] Ibidem, pag.124.

[28] Ibidem, pag. 131.

[29] HERNANDO DEL PULGAR, op.cit.,pag. 118.

[30] Ibidem, pag. 118 y siguientes.

[31] Ibidem.

[32] Ibidem.

[33] Ibidem.

[34] Ibidem.

[35] Ibidem.

[36] Ibidem, pag. 120.

[37] Ibidem.

[38] M. MUÑOZ DE SAN PEDRO: «El Capitán Diego de Cáceres…» pag. 574, cifr. cronista Alonso de Palencia.

[39] W. THOMAS, op.cit., pag. 195.

[40] M. MUÑOZ DE SAN PEDRO, loc.cit.,referencia al cronista Alonso de Palencia.

[41] HERNANDO DEL PULGAR, op.cit., pag. 124.

[42] Ibidem.

[43] Ibidem.

[44] Ibidem.

[45] Ibidem.

[46] Ibidem.

[47] Ibidem.

[48] Ibidem.

[49] M. MUÑOZ DE SAN PEDRO, loc.cit., pag. 575.

[50] FERNANDO COLÓN: Descripción y Cosmografía de España. Manuscrito de la Biblioteca Colombina. Real Sociedad Geográfica. Imp. Patronato de Huérfanos de la Administración Militar. Madrid, 1910.

[51] M. MUÑOZ DE SAN PEDRO: «El capitán Diego de Cáceres…», op.cit., pag. 503.

[52] Ibidem, pag. 575.

[53] Ibidem. pag. 522.

[54] Ibidem, pag. 528.

[55] Ibidem, pag. 525.

[56] Ibidem.

[57] Ibidem.

[58] Ibidem.

[59] M. MUÑOZ DE SAN PEDRO, loc.cit. pag. 574.

[60] TORRES TAPIA, referencia Muñoz de San Pedro, loc. cit., pag. 554.

[61] M. MUÑOZ DE SAN PEDRO: loc.cit., pag. 574.

[62] Ibidem, pag.568.

[63] Ibidem, pag. 575.

[64] Ibidem.

[65] Ibidem.

[66] Ibidem.

[67] Ibidem.

[68] Ibidem.

[69] Ibidem.

[70] Ibidem.

[71] Ibidem.

[72] Ibidem.

[73] HERNANDO DEL PULGAR, op.cit.,pag. 125.

[74] BERNABÉ MORENO DE VARGAS: Historia de la ciudad de Mérida. Alo 1633. Segunda reedición. Publicaciones de la Institución Cultural Pedro de Valencia. Badajoz, 1974. Pag. 409.

[75] P. FITA Y COLOME: «Inscripciones romanas y antigüedades de Madrigalejo». Boletín de la Real Academia de la Historia. Tomo X. Año 1887. Pag. 1887

Oct 012004
 

Francisco Rivero.

El padre de Nicolás de Ovando, el capitán Diego de Cáceres Ovando, era muy buen amigo de los Reyes Católicos porque apoyó en la lucha de la reina Isabel contra Juana la Beltraneja. Con el tiempo mandó construir su palacio en lo que hoy es Casa de las Cigüeñas, en la parte más alta de la ciudad cacereña. Se la conoce muy bien por conservar intacta su alta torre, por la estima que los soberanos tenían hacia Diego de Ovando. En 1477, la reina Isabel jura los fueros de Cáceres ante las puertas de la ciudad. A finales del siglo XV, la villa tenía unos 2.000 vecinos, con una mesocracia agrícola y ganadera, cuyo nivel social más elevado eran los caballeros de la villa y que levantaron numerosos palacios, como los Golfines, los Ovando, los Ulloa, los Carvajal…

Los nuevos monarcas incorporaron a la Corona los maestrazgos de las órdenes militares, hicieron disminuir la autonomía municipal, crearon la Santa Inquisición, expulsaron a los judíos en 1492, conquistaron el Reino de Granada – donde estuvo Nicolás de Ovando aportando su fuerte brazo en las batallas- por lo que le conocían bien y le nombraron ayo del Príncipe don Juan, heredero de la Corona, y durante su mandato se descubre América.

Como Colón era muy buen navegante, pero poco dirigente de hombres, los españoles se le sublevan y hay un malestar en la isla de la Española, donde llega Francisco de Bobadilla, quien tampoco pudo apaciguar los nuevos territorios de las riñas que tenían entre sí los españoles. Los Reyes Católicos, que conocían la buena labor de Ovando en la administración de la Orden militar de Alcántara, como dirigente de hombres y buen creyente, le confían la gobernaduría de la isla de la Española. De ello da cuenta el memorial de Ulloa y Golfín cuando dice que la reina Isabel la Católica encargó a Ovando el cuidado del culto y reverencia de Dios, de la buena fe, el buen tratamiento de los indios y otras cosas.

Por su parte, Bartolomé de las Casas dijo de él que era: «varón prudentísimo y digno de gobernar mucha gente, pero no indios…» además de hombre de«gran autoridad, amigo de justicia… honestísimo en su persona, de codicia y avaricia muy gran enemigo, y no pareció faltarle humildad, que es esmalte de las virtudes».

La reina Isabel la Católica tenía muy clara esa finalidad primera y primordial; por eso le había encargado a Nicolás de Ovando de que «todos los indios vecinos y moradores de estas islas fuesen libres y no sujetos a servidumbre y que no fuesen molestados de algunos, sino que viviesen como vasallos libres, gobernados y conservados en justicia, como lo eran los vasallos del Reino de Castilla», además de que «diese orden cómo en nuestra santa fe católica fueran instruidos».

Nicolás de Ovando y sus encuentros reales

Nicolás de Ovando fue hijo de una pareja de nobles señores. Diego de Cáceres Ovando y de Isabel Flores, llegó a ser camarera mayor de la Reina Isabel. La razón de llamar a su padre Diego de Cáceres, fue idea de los Reyes Católicos, pues su nombre era Diego de Ovando, pero debido a la familiaridad que tenían con él le llamaban Diego el de Cáceres.

«La base original de la fortuna del Capitán Diego de Ovando de Cáceres fueron 240.000 maravedíes en juros que la Reina Isabel le otorgó como pago a su apoyo y su ayuda militar.», en palabras de la investigadora americana Ida Altman.

No hay documento alguno que diga que Nicolás de Ovando nació en 1451 en la villa de Las Brozas, pero según la tradición y por ser costumbre que las hijas fueran a parir a casa de sus madres, la familia de doña Isabel Flores residía en Las Brozas, por eso se cree que nació en el palacio de sus abuelo materno, don Rodrigo Flores de las Varillas, antes dedicado a escuelas Nuevas y hoy a otros nobles menesteres, como centro médico, biblioteca municipal sede de laboral brocense o de otras asociaciones culturales.

El escudo ovandino

El símbolo personal de Nicolás de Ovando lleva los apellidos de su padre y de su madre: Ovando, Mogollón y Flores, Gutiérrez.

El apellido Ovando, situado en el primer cuartel del blasón, es, en campo de plata, una cruz floronada de gules, angulada de cuatro veneras de lo mismo.

En el segundo cuartel está situado el apellido Flores: De azur, cinco flores de lis puestas en aspa con bordura de gules, cargada con ocho aspas de oro.

En el tercer cuartel el apellido Mogollón. En campo de oro, dos osos pasantes de sable, bordura de gules, cargada con ocho aspas de oro.

Por último, Gutiérrez: En campo de oro, un castillo de piedra cargado con cinco hojas de higuera, dos en el homenaje central y tres en el cuerpo del castillo. Las hojas de higuera son de sinoples.

Los colores

Para atender a los colores y los que son profanos en la materia de la heráldica, se dirá que la cruz floronada del apellido Ovando es con flores de lis y las cuatro veneras o conchas de peregrino son de color rojo, y el fondo de plata, es decir, de color blanco.

En cuanto al apellido Flores el azur es color azul y las flores de lis en aspa de la Cruz de San Andrés, son de color verde. Las ocho aspas de oro son de color amarillo sobre una bordura de gules (rojo). Al parecer, el rey dio estas aspas en forma de Cruz de San Andrés a los caballeros cristianos que se encontraban presentes en la batalla de Baeza, la que después sería llamada Navas de Tolosa, en el año 1212.

Los colores del apellido Mogollón son en campo de oro (amarillo) dos osos pasantes de sable (negros), con bordura de gules (rojo), cargado con ocho aspas de oro (amarillo).

Por último, el apellido Gutiérrez: En campo de oro (amarillo), un castillo de piedra (color natural del granito), cargado con cinco hojas de higuera de sinople (verde), dos en la parte superior del castillo y tres en la inferior.

Con el tiempo Ovando consiguió ser comendador mayor de la Orden Militar de Alcántara, por decisión personal de los Reyes Católico, no en balde fue uno de los diez prohombres que designaron los soberanos para educar a su hijo, el príncipe de Asturias, el príncipe Juan, quien falleció al año de casarse.

Los Reyes Católicos tenían en mucha estima a Nicolás de Ovando, debido a que lo consideraban de buena familia, por haber conocido previamente a su padre, un sincero servidor de los dos monarcas peninsulares.

Eso le hizo que fuera un hombre favorito de Fernando el Católico, aunque era más protegido de su esposa Isabel. En 1501 Ovando fue nombrado gobernador de las posesiones castellanas en las Indias Occidentales en sustitución de Francisco de Bobadilla, juez principal y comisionado real por la corona española en 1499. Bobadilla había llegado a las Indias el 23 de agosto de 1500 con dos carabelas, unos 500 hombres y 14 indios esclavos que eran devueltos a sus tierras tras ser traídos a la península por Cristóbal Colón y que los paseo por buena parte del territorio, incluido el Monasterio de Guadalupe, donde fueron bautizados.

La relación de los Reyes Católicos con Ovando fue tan buena que éste siempre le fue fiel y se lo agradecieron enviándole como su representante en las Indias. No se equivocó la reina, pues si Nicolás había puesto paz en la Orden Militar de Alcántara, al ostentar por dos veces consecutivas, el título de visitador, podría hacerlo en los convulsionados nuevos territorios. Eligieron bien los soberanos. Con él, los Reyes Católicos acababan con el régimen personalista del Almirante Cristóbal Colón y sentaban las bases para la explotación del nuevo continente. Ovando recibió el título de Fundador del Imperio Español en las Indias.

El 3 de septiembre de 1501, los Reyes Católicos nombraron cuando estaban en Granada al brocense gobernador y juez supremo de las Indias. En la flota de éste fueron, entre otros, un joven Bartolomé de las Casas, que acompañaba entonces a su padre y a su tío, y Alonso Sánchez de Carvajal, encargado de recaudar para Colón los beneficios correspondientes del comercio de las Indias y del oro.

El 13 de febrero de 1502, salió desde San Lúcar de Barrameda una gran flota con 32 barcos y 2.500 hombres. Curiosamente, al salir de una zona que cultivaba y cultiva la vid, Ovando se llevó una primera partida de vino en botas valoradas en 1.422 maravedíes. La bota es el término que se utiliza en la zona de Jerez para denominar las barricas de madera que se emplean para la crianza, su capacidad es de 500 litros.

Fue tal la estima que le tenían los Reyes Católicos por su súbdito que le guardaron ocho días de luto al notificarle que la flota había naufragado y que Nicolás había perecido en el mar. Pero no fue así, sino que en la isla de la Gomera tomó otra embarcación y el 15 de abril de ese mismo año llegó, con una parte de los navíos a la isla de la Española. El resto llegó unos quince días más tarde.

Desde entonces promovió la fundación de importantes poblaciones (entre ellas Santo Domingo en 1502, en la margen derecha del río Ozama, pues la antigua fundada en 1496 por Bartolomé Colón en la orilla izquierda del río fue destruida por un fuerte huracán caribeño que hubo sobre la isla el 2 de julio de 1502). Dotó a la ciudad de buenos edificios (Palacio de Ovando), un castillo (fortaleza Ozama, el único medieval de todo América, construida de 1503 a 1507) y un hospital (San Nicolás de Bari).

El traslado de la ciudad de la margen oriental a la occidental del río Ozama fue porque el gobernador consideraba más conveniente que aquí había una mejor comunicación con las villas del interior de la isla (La Isabela, Puerto Plata, Bonao, Salvaleón, Santa Cruz, Puerto Real, Santiago, Lares de Guahabá, Santa María de la Vera Paz, La Vega…), incluso con mejores condiciones topográficas para levantar la ciudad y contaba, además, con las canteras del promontorio de Santa Bárbara que facilitaba la extracción de piedra caliza para la construcción.

Lo primero que hizo Ovando fue pacificar la situación entre los españoles, que se habían dividido entre dos bandos: A favor de Cristóbal Colón y en contra de él, pero a favor de Francisco Roldán, un rebelde. Al mismo tiempo ordenó a Juan de Esquivel que con 400 hombres conquistara la única región rebelde que quedaba en la Española: El cacicazgo de Higüey, al este de Santo Domingo, cosa que consiguió al vencer al cacique Cotubanamá, al que condujo a la capital para que fuera juzgado y ejecutado.

Ovando recibió de los Reyes unas instrucción para que los indios que habían sido hechos esclavos y repartidos entre los españoles fueran liberados. Sin embargo escribió una carta a la reina en la que le comunicaba que los indios eran necesarios para hacer la isla productiva y que deberían trabajar para los españoles.

Las encomiendas

Isabel la Católica emitió, entonces, una orden el 20 de diciembre de 1503 -el mismo año en el que se crea la Casa de la Contratación- para autorizar al gobernador a repartir a los indios entre los españoles para trabajar en sus campos y en sus minas. A cambio, los españoles tenían que enseñarles las virtudes de la religión católica y la manera de vivir de la sociedad hispánica. Esto hizo que la isla progresara en tres frentes: Agricultura (introduciendo los cultivos procedentes de Europa), ganadería (se desarrollaron los ganados porcino, bovino, caballar y mular); y minas (creando fundiciones reales de oro).

En el memorial de Ulloa y Golfín se dice que la reina Isabel la Católica le encargó a Ovando el cuidado del culto y reverencia de Dios, de la buena fe, el buen tratamiento de los indios y otras cosas. «Entre otras cláusulas de sus instrucciones fue una muy principal y muy encargada y mandada, conviene saber que todos los indios vecinos y moradores desta isla fuesen libres y no sujetos a servidumbre, ni molestados ni agraviados de alguno, sino que viviesen como vasallos de los Reinos de Castilla, y mandándole asimismo que diese orden como en nuestra santa fe católica fuesen instruidos, y cerca deste cuidado del buen tratamiento y conversión desta gente, fue siempre la bienaventurada reina muy solícita».

Nada más llegar, nuestro paisano publicó importantes órdenes dirigidas a todos con el fin de mejorar la situación de los indios, dando prueba con ello de sus caritativos deseos y realizar cuanto antes las sugerencias dadas por la reina. «Dispensó una protección ilimitada a los religiosos, especialmente a los franciscanos de quienes era muy entusiasta, facilitándoles los medios necesarios para el desempeño de sus tareas apostólicas«, escribe su biógrafo Eugenio Escobar Prieto, que fuera deán de la Catedral de Plasencia.

Ovando escribió a la reina informándole de la situación que vio cuando llegó a la española, así como de las costumbres «inhumanas» de los aborígenes, y expresando sus temores en cuanto a la salvación de sus almas. La reina le contestó en estos términos «Por cuanto ella deseaba y pudiera decir que era obligada, y en ello no le iba menos que el alma, que los indios se convirtiesen«.

Pero como los españoles no deseaban más que enriquecerse muy pronto, al poco tiempo comenzó la extinción de los indígenas como resultado de la explotación y el trabajo excesivo que realizaban en las minas y las plantaciones, a través del sistema de la encomienda, (un derecho que otorgaba el gobernador por la autoridad real que tenía para donar indios como trabajadores a los españoles) y de la incidencia de nuevas enfermedades procedentes de Europa. De forma progresiva, los indígenas fueron sustituidos por esclavos negros.

Algunos documentos hacen referencia a la relación entre Ovando y los indios, así como el beneplácito del rey don Fernando en este particular comportamiento. En uno de esos documentos se puede leer: «Antonio de Deça, maestresala del Rey don Fernando, regidor y vecino de la ciudad de Toro, da poder al muy magnífico señor Frey Nicolás de Ovando, comendador mayor de la Orden de Alcántara y gobernador de las indias, islas y Tierra Firme del mar Océano, ausente, para que tome un «casyco» [cacique] con sus indios, de que el rey ha hecho merced al otorgante». (RAHPS. Real Archivo de Protocolos de Sevilla. Libro del año 1509. Oficio: I. Libro I. Escribanía: Mateo de la Cuadra. Folio: 45v. Fecha: 12 de enero).

En otro documento se escribe: «Rodrigo de Neyra, vecino de la villa de Alcántara, solicita y obtiene del presente escribano publico, ante el Alcalde ordinario de Sevilla, varias copias de una Cédula del Rey don Fernando, dirigida a Don Diego Colón, almirante y gobernador de las Indias, en la que le manda respete, por término de ocho meses, la tenencia de «indios naborías» que Frey Nicolás de Ovando, comendador mayor de Alcántara, tiene en la Española». (RAHPS. Libro del año: 1509. Oficio: I. Escribanía: Mateo de la Cuadra. Folio 145v. Fecha: 13 de febrero).

El profesor Juan Francisco Mora, de la universidad de Vermont escribe sobre las mujeres qne la conquista de América que «los primeros colonizadores tuvieron desde un primer momento el apoyo de las autoridades para contraer matrimonio con indígenas, como efectivamente sucedió. Las mujeres españolas, también bajo la ley, eran alentadas a casarse con indios. En una instrucción del 29 de marzo de 1503, recogida por Ots Capdequí, se lee:

Otrosi: mandamos que el dicho Nuestro Gobernador (por Ovando) e las personas que por él fueren nombradas para tener cargo de las dichas poblaciones, e ansí mismo los dichos Capellanes procuren como los dichos indios se casen con sus mujeres en la faz de la Santa Madre Iglesia; e que así mismo procure que algunos cristianos se casen con algunas mujeres indias, y las mujeres cristianas, con algunos indios (Ots, 14: 361).

Desde La Española, el nuevo gobernador administró los territorios insulares y el área conocida de Tierra Firme, impulsando la colonización. Todo esto hace que el mandato de Ovando en la Española tenga opiniones muy encontradas entre los historiadores. Para uno, fue un magnífico administrador que impulsó la creación de ciudades, especialmente con obras públicas en la capital; para otros fue un verdadero tirano, aniquilador del pueblo taíno.

Como su régimen fue muy duro, le provocó frecuentes enemistades que reclamaban su sustitución. Tras su caída en desgracia, impidió la entrada de Colón en Santo Domingo. Volvió a España en 1509, siendo su sucesor, desde julio de ese año, Diego Colón, el hijo del Almirante.

Nicolás de Ovando falleció en Sevilla en 1511 cuando presidía, por orden del rey Fernando el Católico, un capítulo de las órdenes militares. Se encuentra enterrado en la sede del conventual de San Benito de Alcántara, iglesia matriz de la Orden Militar de Alcántara.

 

Oct 012004
 

Andrés Ignacio Plaza Rodríguez.

El día 24 de abril del año 1477, la Reina doña Isabel duerme en Villar del Pedroso. El día 4 de abril del año 1525, es su nieto Carlos con su cortejo el que duerme en este poblado camino de Guadalupe. Han pasado 48 años.

Maria Guadalupe Jarillo Torrecillas mujer del Villar de 58 años recuerda: La reina era de regular estatura, pecosa, cara un poco bolluda (toledana) pelo taheño, su nieto Carlos de pronunciada barbilla.

Había cumplido veintiséis años, el día 22 de abril de 1477, y sabemos que en su viaje a esta revuelta tierra de Extremadura, el 23 durmió en Talavera, la tarde de aquel día había junto al castillo de Maqueda que tanto influyó en su vida; el día 24, luego de pasar el Puente del Arzobispo, construido por el arzobispo Tenorio para paso de peregrinos y cañada real de la Mesta, duerme en Villar del Pedroso, (que el Papa Sixto IV, había donado el año 1471 a la Colegial de Talavera) y el día 25, descansa en el Monasterio de Nuestra Señora la Puebla de Guadalupe.

Desde Villar del Pedroso hasta el Monasterio hay siete leguas y es una de las Rutas Marianas más famosas y concurridas

Comenzaba por la ascensión a las ventas, de los Nogales y la Magdalena y al Puerto de Arrebatacapas, dejando a la izquierda Carrascalejo y Navatrasierra para llegar al alto de Cereceda con descanso en el hospital del obispo, fundado por don Juan del Castillo. En la actualidad ni ventas ni hospital; de éste solo la capilla salvada de milagro.

Era parada obligada el hospital, donde los peregrinos recibían el viático de un pan de libra, que con humildad tomó la reina Isabel. Al atardecer, dando vistas a la mole del Monasterio. Acción de gracias en el Humilladero y descenso hasta el Santuario, trayecto que doña Isabel hizo a pie.

Dio aquel rodeo, antes de llegar a Trujillo, con el pretexto de honrar la memoria de su hermano Enrique IV. Uno de nuestros reyes de infeliz memoria y cuyo cadáver fue traído a Guadalupe por porteadores pagados por don Pedro González de Mendoza, arzobispo de Toledo.

Cuenta alguna historia peregrina, que asomada a uno de los altos balcones de la fortaleza del Monasterio, la curiosidad femenina venció por un momento a doña Isabel, que preguntó a Fray Diego de París, prior del Monasterio, por la casa donde su hermano tuvo a la favorita, doña Guiomar de Castro y si en realidad era tan bella como la leyenda refería.

Majestad, la casa es aquella -respondió meditadamente el clérigo, señalándola con su índice extendido- (en los cristales se reflejaba el hermoso sol de la primavera), -en cuanto a su hermosura, mis votos me privan de entrar en juicios sobre la belleza femenina.

Se demoró doña Isabel en el Monasterio asistiendo como una feligresa más a los oficios sagrados y enviando misivas con su contador, Gonzalo de Baeza hasta Trujillo para conocer la actitud del capitán defensor de la fortaleza, que pertenecía a don Diego Pacheco Portocarrero y estaba confiada al capitán Pedro de Baeza, hermano de Gonzalo.

Si la ruta mariana desde el centro de España hasta Guadalupe era conocida y muy transitada, la que partiendo desde Guadalupe llegaba hasta Trujillo y Cáceres, tenia una legua más si se hacía por Puerto Llano y Cañamero, (aldea con castillo derruido por orden de Enrique IV y con fecha posterior vendido por el Emperador Carlos I, en 6.000 ducados), el lugar de Logrosán, Zorita, la Zarza y Pagos, Madroñera, solo arrabal, y Trujillo.

Había conocido la reina doña Isabel, durante su estancia en Güadalupe, la historia de las reliquias de San Fulgencio y Santa Florentina, en Berzocana y quiso visitarlas y adorarlas, por lo cual determinó hacer el viaje por esta ruta.

Se avisaron la los cuadrilleros de Berzocana y de Garciaz, que tomarían la custodia y guarda de la Reina, hasta entregarla a los regidores y gentes de la Santa Hermandad en los terrenos del Arrabal trujillano; el Ansadero, por donde ahora pasaban los ganados y no por Centenera. A los pastores de la Mesta se les ocurrió mudar el nombre por el de Aldea Nueva.

En la mañana del día 14 de mayo de año 1477, al alba, el pequeño cortejo que acompaña a la Reina esperaba su aparición por la puerta de la hospedería, las cabalgaduras fueron aproximadas a los tres escalones del edificio frontero (hoy Parador del Turismo), desde cuyo peldaño cimero, montarían la Reina y su camarera, la joven María Pacheco, -hermana de don Diego-, ambas discípulas del confesor de la reina, Fray Fernando de Talavera, prior del Monasterio del Prado, que no acompaña en esta ocasión al cortejo.

Los cuadrilleros de la Santa Hermandad de Guadalupe, darían escolta, continuaría bajo la vigilancia de los de Berzocana y Garciaz y en los terrenos de arrabal de la jurisdicción de Trujillo, (Ansadero y Centenera) serían los nobles trujillanos, con sus regidores y cuadrilleros los que darían escolta hasta depositar a su joven reina, en la que hoy es Plaza Mayor de Trujillo.

Uno de los acompañantes del cortejo, que se unió el día 24 en Villar del Pedroso y acompañó a la reina hasta Guadalupe, regresando posteriormente a su feudo de Oropesa, se encontraba de nuevo entre los acompañantes de la reina, el día 14 de mayo: era el joven Fernando Álvarez de Toledo, V señor de Oropesa, prometido de doña María Guiomar de Mendoza, sobrina del arzobispo, máxima autoridad entre los del mínimo Consejo que acompañaba en este viaje a doña Isabel.

La tarde del día 14 de mayo del año 1477, es imperecedera en la historia de la ciudad de Trujillo. Apeada doña Isabel, escoltada por don Pedro González de Mendoza y por su fiel servidor, Chaves el Viejo, iniciaban la ascensión.

Precedía el Cortejo don Gutierre de Cárdenas, que al igual que hiciera en Segovia, cuando la reina, luego de la muerte de su hermano se dirige a la catedral, también aquí lleva desde la Plaza Mayor, entonces solo arrabal, la espada desenvainada, hasta el palacio de los Chaves.

Les acompañaban los nobles y regidores y el pueblo llano alborozado; hasta los franciellos, las cigüeñas y las chovas que pueblan de continuo el cielo sobre Trujillo, parecían detener sus vuelos para contemplar aquel acontecer irrepetible.

No era fácil la toma de la fortaleza trujillana. El capitán defensor Pedro de Baeza, no la entregó a las fuerzas reales, hasta que personalmente se lo ordenó don Diego Pacheco Portocarrero, defensor de los derechos de la Beltraneja, que tuvo que someterse a la nueva y poderosa voluntad real. Sucedía la entrega del castillo el día 24 de junio, del año 1477.

Supuso un triunfo para la reina, que el día 30 de aquel mes, pacificada Trujillo, marchó hasta Cáceres, donde urgentes problemas de sumisión se amontonaban.

Aún no estaban los extremeños convencidos de que una nueva forma de reinar; ahora en manos femeninas, no débiles, habían tomado el relevo a la muerte del dubitativo Enrique IV, el Impotente.

Es posible que la decisión final por inclinarse Isabel por Fernando fuera la certeza de su conocida virilidad. «Mujer fuerte no quiere a hombre afeminado.» Y no cabía duda; entre el casi anciano Alfonso V, el maestre Pedro Girón y la leyenda cantada en coplas populares de la impotencia del último de los reyes, optase por el joven, Fernando de Aragón.

Mucho se ha escrito, sobre la fortaleza y dominio de Isabel sobre Fernando. Se ha olvidado que era reina de una nación más importante y, sobre todo, que tenía un año más, que a aquella edad, de 18 sobre 17 años, representaban una mayor granazón. La realidad vino a demostrar que era genéticamente apto para el amor, seis veces empreñó a la reina, vivieron cinco de sus hijos, también los cuatro bastardos. El tanto monta, monta tanto fue una realidad total, en el mando y en la descendencia.

La estancia de doña Isabel en Cáceres, donde duerme el día 30 de junio, hasta el 14 de julio que duerme en Medina de las Torres, fueron días decisivos para hacer valer su favor por los leales (los Ovando) y su rigor contra los dudosos a los que le rebaja su soberbia desmochando sus fortalezas.

Sabemos que Alfonso X, mandó rebajar el castillo de Cabañas, que Enrique IV, hizo destruir de Cañamero, de nuevo encontramos, ahora a la reina Isabel, mandando desmochar los castillos de Cáceres. Podían ser –y de hecho lo fueron- reductos para la rebelión.

Enumeramos los nombres seguros del cortejo que acompaño a doña Isabel en su primer viaje hasta la inquieta Extremadura y a la rebelde Andalucía.

Formaban la comitiva real del Consejo de la Reina, que se había opuesto a éste viaje, las siguientes personas: el arzobispo don Pedro González de Mendoza; don Gutiérre de Cárdenas y don Gonzalo Chacón, los dos naturales de Ocaña; el secretario real don Fernando Álvarez de Toledo, los también secretarios Fernando Núñez y Alonso de Palencia, Jorge Manrique, los expertos Alfonso de Quintanilla y Rodríguez de Lillo y el contador Gonzalo de Baeza. Una dama, María Pacheco Portocarrero.

Gran intuición de la Reina, al separar a los hermanos Pacheco Portocarrero.

Consignamos dos notas sugestivas, no rigurosamente históricas: Era secretario del arzobispo, don Pedro González de Mendoza y le defendía, unas canonjías de Hita y de Cuenca, Juan de Centenera, ¿vendría en el cortejo acompañando a su señor para recordar el origen de su familia? Y, ¿no es extraño que fuera Antón de Centenera el primero que mandase imprimir las Coplas de Jorge Manrique el año 1490, en Zaragoza? Centenera la dejaron atrás en su viaje hasta Trujillo, era sólo un arrabal de la ciudad.

Estaba recién terminada la Puente sobre el río Almonte, que sustituyó al Pontón a la altura de Deleitosa para el paso de las ganaderías trashumantes, su desvío a la altura de Retamosa y Ansadero. Los ganaderos llamarán Aldea Nueva, al antiguo Ansadero, nombre común de todos los ejidos. Había nacido un nuevo pueblo, comenzaba la desaparición de Centenera, ambos arrabales trujillanos

Salieron para Sevilla desde Cáceres, como aposentadores, además del arzobispo, don Pedro, don Gutiérre de Toledo y don Diego de Valladolid; lo sabemos por carta del 4 de julio de 1477 dirigida al arzobispo, que desde 1475, acompañaba siempre a Doña Isabel, para hacerle saber que llega a Sevilla, el día 25 de julio.

Doña María Pacheco Portocarrero, hija de don Juan Pacheco y hermana de don Diego, fue acompañante de la reina Isabel, ambas influidas por su común confesor, Fray Hernando de Talavera.

Muerta la esposa del primer conde de Oropesa, doña María Guiomar de Mendoza, sobrina de Cardenal, casó don Fernando Álvarez de Toledo por indicación real, con doña María Pacheco; era el año 1481.

Fueron los primeros condes de Oropesa, don Fernando y doña María padres de ocho hijos; Francisco, segundo conde, Luis que se une en Talavera de la Reina con doña Inés Duque y serán los Pacheco Duque, con palacio en la Plaza del Pan, Cristóbal caballero de la orden de Alcántara, Diego primer abad de Cabañas del Castillo, una hija casada con el conde de Orgaz y tres monjas.

Un hijo de los Pacheco Duque, sacerdote, de nombre Fernando fue nombrado, segundo abad de Cabañas por Felipe II, no aceptó.

El día 30 de agosto de 1477 es importante para la zona toledana e incluso para Aldea Nueva de Centenera. Ha sido uno de los acompañantes de la reina en este viaje por tierras de Extremadura, Fernando Álvarez de Toledo, V, señor de Oropesa, el prometido en matrimonio a doña Guiomar de Mendoza, sobrina del don Pedro González de Toledo, es elevado ese día a conde de Oropesa. Se premia la fidelidad y se satisface al arzobispo en la persona del que será su sobrino.

Firmaron el documento de concesión del título, juntamente con la reina doña Isabel, el secretario real y homónimo del conde. En alguna nota de aclaración de linajes, figura en la lista de la iglesia toledana, como judío converso, Luis, hermano del secretario de la reina. No podemos olvidar la cantidad de conversos que encontramos entre los servidores reales.

Es posible que en la entrega de la fortaleza trujillana se conocieron Jorge Manrique y Pedro de Baeza, capitanes de la reina Isabel y de don Diego Pacheco respectivamente. En fecha posterior 1479, en una lucha ante el castillo de Garcí-Muñoz (Cuenca), se enfrentan estos dos capitanes y se hieren, pero sólo el autor de las Coplas, llevado agonizante hasta Santa María del Campo, pierde la vida. Había sido dada aquella fortaleza a don Diego Pacheco a cambio de Medellín, por ser la nueva más próxima a otras de sus plazas.

(Comunicación de Andrés Ignacio Plaza Rodríguez, para los Coloquios Históricos de Extremadura, correspondientes al año 2004)

Bibliografía

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  • Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Instituto Jerónimo Zurita.
  • Biblioteca «Reyes Católicos» Estudios. Número XV.
  • Sánchez Albornoz, Claudio: España, un enigma histórico. Impreso en la República Argentina, año 1962. Editorial Sudamericana, S. A.
  • Compromiso e Cervera, 7 de marzo del año 1469.

Datos históricos relacionados con la Reina Isabel la Católica

Como complemento al presente escrito, se agregan las siguientes notas que detallan algunos aspectos de la vida de los Reyes Católicos.

Era doña Isabel, hija de don Juan II de Castilla y de doña Isabel de Portugal, nace en Madrigal de las Altas Torres (Ávila), el 22 de abril de 1451; muere en Medina del Campo (Valladolid), el 26 de noviembre del 1504.

Fue la reina doña Isabel de rostro pecoso y abultado, de pelo taheño, herencia de su abuela doña Catalina de Lancaster la esposa de don Enrique III. De ésta escribió Fernán Pérez de Guzmán, en sus Generaciones y semblanzas: «Era alta de cuerpo, e muy gruesa, blanca y colorada e rubia y en el meneo del cuerpo, tanto parecía hombre como mujer.» La forma de andar no la heredó doña Isabel.

Era celosa en gran medida, aparatosa y espectacular, impávida y un tanto visionaria, hija de reina próxima a la locura, madre de doña Juana, rematadamente loca. «Murió la reina de cáncer de natura en partes vergoñosas.»

La infancia de aquella niña educada en parte por manos portuguesas y crecida en medios rurales, hasta donde llegaban los ecos de la Corte, que no siempre fueron gratos, sin grandes medios económicos, la fueron preparando para saber sortear las tentaciones palaciegas cuando a ellas fue conducida.

Estuvo en su pubertad en Maqueda de la que conservó grato recuerdo y la amistad de Isabel de Bobadilla, que intervino en un momento difícil de su lucha por el poder, en la ciudad de Segovia. Andrés de Moya, converso, esposo de Isabel, tesorero real de Enrique IV, puso el tesoro de la ciudad en manos de los príncipes. Al final los Moya Bobadilla, fueron muy recompensados.

En la feria de los maridos su tesón la salvó y en último momento, cuando ya todo parecía estar decido y el matrimonio concertado con el Maestre de Calatrava a punto de celebrarse, don Pedro Girón, murió en Villarrubia de los Ojos, (Ciudad Real), camino hacia Ocaña, donde estaba la infanta Isabel.

De todos los pretendientes optó la princesa por don Fernando, hijo de don Juan II de Aragón. En las Capitulaciones de Cervera día 7 de marzo de 1469, representantes de doña Isabel y de don Fernando, toman los acuerdos para el caso de celebrarse la boda e incluso los premios que recibirán cada uno de los que intervienen, en caso de no celebrarse.

En realidad vino a confirmarse la conversación entre Juan de Navarra y de Aragón y Enrique IV, el año 1457 cuando Fernando tenía cinco años e Isabel seis y concertaron este matrimonio.

La mano larga de don Juan II de Aragón, captó voluntades y allanó obstáculos, no extraña la intuición política de don Fernando, teniendo tal padre.

La venida de Fernando, desde Zaragoza hasta Valladolid, es una hazaña un tanto arriesgada y muy conocida.

El día 5 de octubre del año 1469, sale Fernando de Zaragoza, el día 12, se encuentra en Valladolid, el 14 se entrevistan los príncipes en la sala rica de la casa de Juan de Vivero, hijo de don Alonso Pérez de Vivero, el que fue muerto en Burgos, por orden de don Álvaro de Luna, arrojándolo por un balcón de la posada donde paraba el condestable, para simular un suicidio. Doña Elvira Quiñónez, sobrina del arzobispo Carillo era la esposa de Juan de Vivero. El palacio de los Vivero, confiscado, (se culpó al esposo de la muerte de doña Elvira), fue después Chancillería real.

El día 17 donación a Troilos Carrillo, hijo de arzobispo, por su intervención en la boda, de la villa de Atienza, el día 18 ceremonia civil, el 19, jueves ceremonia religiosa. Está presente el arzobispo de Toledo y por ser los desposados familiares precisan bula papal. Se lee una falsificada; oficia la ceremonia don Pedro López de Alcalá, beneficiado de San Justo.

Se había falsificado la bula a nombre de Pío II, fechada en Roma el 28 de mayo del año 1.464, ejecutada por el obispo Arias Dávila, con fecha 4 de enero del 1469 y leída el 18 de octubre del 1.469 ante el arzobispo Carrillo.

No conoció esta circunstancia doña Isabel, al final se obtuvo una dispensa matrimonial, dada por Sixto IV el 1º de diciembre del año 1471.

La suerte no le sonrió a doña Isabel: murió su hijo Juan sin quedar descendencia, supo de la locura de doña Juana, la culta y cariñosa Catalina fue desgraciada en su matrimonio, las uniones de dos de sus hijas con don Manuel de Portugal no dieron el fruto apetecido. Con todo es nuestra gran Reina.

Como todas las grandes personalidades de la Historia ha tenido sus detractores y sus entusiastas En la actualidad, es posible que nos encontremos en un periodo de baja estima de la reina doña Isabel, aunque por otra parte se le quiera elevar a los altares.

No hemos precisado los españoles de extraños para vituperarnos, en muchos momentos nos convertimos en nuestros mayores detractores.

Cualquier otra nación europea, ante una personalidad de aquellas características y aquella edad, la considerarían su genuina representación.

Hitos decisivos del reinado de los Reyes Católicos.

Creación del primer ejército. En las Cortes de Madrigal, año 1476, se refuerzan las atribuciones de la Santa Hermandad creada por Enrique IV, en principio por solo tres años, que continúan hasta el siglo XVII y son el núcleo del Ejército permanente. Cada localidad con más de treinta hogares tendría dos magistrados que reclutarían una cuadrilla para perseguir a los malhechores.

Se divide el reino en ocho provincias, cada una de ellas con un capitán que forma el concejo, presididos todos por el duque de Villahermosa, hermano bastardo del Rey que estaba considerado el mejor estratega de su tiempo.

Cortes de Toledo año 1480. Fueron consideradas durante centurias fundamentales para el desenvolvimiento de España.

Las municipalidades pidieron en ellas que se respetasen sus terrenos propios y comunales y se promulgasen los instrumentos legales que sirvieran para oponerse a los poderosos: nobles, señores, monasterios y maestrazgos, en las usurpaciones.

Se revisaron todas las prebendas otorgadas, sobre todo durante el reinado de Enrique IV, pudiendo considerarse que las medidas tomadas no tienen otra parecida hasta la Desamortización de Mendizábal. Las rentas gozadas por los particulares quedaron reducidas a la mitad, pasando de mas de 63 millones de maravedíes a unos 32. Además de las cantidades en dinero se suprimieron: alcabalas, tercias, salinas, ferrerías, servicios y aduanas. Se unificaron las pesas y medidas de líquidos y áridos y superficies.

La operación supuso un acontecimiento que impresionó a los interesados a los que se les privaba de grandes ingresos. Fueron conocidas como «las declaratorias de Toledo de 1480».

Toma de Granada, 22 de enero del año 1492.

Descubrimiento de América, 12 de octubre del año 1492.

Año 1495, Se cambia el antiguo impuesto llamado alcabala, que se inició con el 5% de las transacciones y pasó al 10. Lo pagaba el vendedor y en las permutas ambos, existía la alcabala del viento, la pagaba el forastero por los géneros que vendía, se consideraba fácil de burlar. Fueron sustituidas por los «encabezamientos» se referían a las listas de los contribuyentes de los pueblos por orden de tributación. En principio se asignó a la Corona, el importe abonado por el tercer contribuyente, a Felipe II se la asignó, además lo del primero de los contribuyentes.

Rapidez en las soluciones:

Siendo princesa manda a su criado, Pedro de la Concha hasta Trujillo, con carta para su fiel defensor Chaves, interesándose por un juro de heredad que aquí tiene, de 340.000 maravedíes, para que se atienda su colocación y cuidado.

Muere don Rodrigo Manrique; hay que elegir nuevo maestre en Uclés (los Maestres de Santiago tienen tantas rentas como la corona.) Para ello, lleva a cabo el siguiente viaje: Sale de Toro, (Zamora) el 1 diciembre, el 9 duerme en Ocaña (Toledo), personándose el 11 en Uclés (Cuenca); en pleno invierno cruzó la Cordillera Central.

Solicita y es autorizada a estar presente en la elección del Maestre. Componían la reunión 4 miembros de Consejo, 4 comendadores, 4 caballeros y el Prior de Uclés; Los trece de Santiago. Estaba prohibida otra presencia.

Propone la Reina que se nombre como Maestre a don Alonso de Cárdenas por considerar que es una institución de la Corona y debe estar en manos de persona propuesta por los Reyes. Es aceptada la propuesta quedando excluidos los aspirantes, Diego Pacheco, un hijo del Maestre don Rodrigo y el legado pontificio, Franco.

Hijos de los Reyes Católicos:

Isabel: nace en Dueñas el 1 de octubre de 1470. Se casa, en Sevilla el 18 de abril de 1490, con el príncipe Alfonso de Portugal, hijo de don Juan II y nieto de Alfonso V, los defensores de la Beltraneja; una vez viuda se une a don Manuel I, el Afortunado, primo de su primer esposo.

María: nace en Córdoba el 29 de junio de 1482, casada con su cuñado Manuel I por muerte de su hermana Isabel. Son los padres de doña Isabel la Emperatriz, esposa de Carlos I. Tuvo don Manuel un nuevo matrimonio con doña Isabel de Austria, nieta de los reyes Católicos e hija de doña Juana y Felipe el Hermoso.

Juana: nace el 6 de noviembre de 1479 en Toledo, en el palacio de Cifuentes; casada con Felipe el Hermoso, hijo de Maximiliano. Padres de Carlos I, y de doña Isabel de Austria, tercera esposa de don Manuel I, el Afortunado.

Juan: nace en Sevilla el 30 de junio de 1478 (tiene labio leporino) El bautizo es fastuoso; se casa con Margarita, hija de Maximiliano, hermana de don Felipe. Mucha mujer para él, que fallece de amor. A la muerte del príncipe Juan, se cambió el color del luto (de amarillo a negro), aunque lo conservó la población de Lagartera. (Toledo)

Catalina: nace en Alcalá de Henares el 15 de diciembre de 1485. Se casa con el príncipe de Gales y por muerte de éste, con su hermano Enrique VIII. Padres de María Tudor, segunda esposa de Felipe II, la de los embarazos fingidos; era vieja y fea. Felipe II, hijo obediente.

Les sucedió Carlos I, el Emperador, hijo de doña Juana y de Felipe el Hermoso.

Hijos extramatrimoniales de Fernando el Católico; dijo un día Felipe II a su hijo, ante el retrato de don Fernando: «A éste se lo debemos todo.»

A los diecisiete años, aún no casado con doña Isabel, tuvo con Doña Aldonza Roig, nacida en Cervera de Segarra hacia 1450, a don Alfonso de Aragón, que fue Arzobispo de Zaragoza y fue educado por la reina Isabel. El Arzobispo tuvo a su vez siete hijos con Ana de Guerra, la cual murió en 1520.

Con Juana Nicolau, segunda amante que nació hacia 1455 y falleció en Barcelona en febrero del 1522, tuvo a su hija Juana de Aragón, nacida hacia 1473 ó 1474 y muerta en 1521. Casada con D. Fernando de Velasco, siendo ambos los primeros Duques de Frías.

Con Toda de Larrea, portuguesa, Señora de Pereira, tuvo dos hijas, ingresadas monjas en el mismo convento sin saber su parentesco.

Muerta la reina Isabel tuvo don Fernando una segunda esposa, doña Germana de Foix, con la que casó el 19 octubre 1505, por poder, en Bloix. Actuó en su nombre D. Juan de Silva, conde de Cifuentes. El 18 de marzo de 1506 se consuma el matrimonio en Dueñas (al final le fallaron las turmas, por agotamiento.) Murió en Madrigalejo el año 1516.

Oct 012004
 

Rocío Periáñez Gómez.

Durante la Edad Moderna, diversas circunstancias favorecieron la revitalización del fenómeno esclavista, que alcanzó su máxima expresión en tierras americanas, aunque la Península Ibérica no fue ajena a la extensión de la institución. Sin embargo, resulta difícil conocer lo que en términos numéricos representó la población esclava en territorio peninsular durante todo ese periodo dado que los esclavos no estuvieron repartidos de forma homogénea en ese espacio ni a lo largo del tiempo. Los investigadores, ante la falta de estudios que permitan concretar cifras, raramente se aventuran a ofrecer números, y sólo se han hecho estimaciones para el siglo XVI, época de mayor presencia de esclavos, considerando que en algunos lugares éstos llegaron a alcanzar una significativa proporción respecto a la población total y en otros sitios apenas tuvieron representatividad, estimándose los efectivos esclavos entre los 50.000 y los 100.000 individuos[1]. A pesar de que aún queda mucho por conocer acerca de la esclavitud en la España del periodo Moderno, la mayoría de los autores coinciden en distinguir tres tiempos en su desarrollo[2]:

· Uno de auge, que se adscribe al siglo XVI, pues se dan entonces condiciones propicias que posibilitan el incremento del número de esclavos – la Guerra de Granada, que supondrá la esclavización de los moriscos rebeldes, las victorias militares en el Mediterráneo en las que se cautivará a numerosos musulmanes y la anexión de Portugal a la Corona castellana, que se traducirá en el aumento de la entrada de esclavos negros a través de los traficantes portugueses-.

· El periodo de decadencia en el XVII, manifestándose especialmente este receso a partir de la segunda mitad de siglo, lo cual estará íntimamente relacionado con las vicisitudes económicas y políticas que atraviesa la monarquía Hispánica en esos momentos – la Guerra de Restauración portuguesa afectará al abastecimiento de esclavos y la crisis económica, junto a la situación bélica, no favorecerá en absoluto el comercio de productos lujo como eran los esclavos-.

· El ocaso definitivo de la institución en el siglo XVIII, en el que como muy acertadamente exponía el profesor Domínguez Ortiz en un artículo pionero sobre la esclavitud castellana se debió a diversos factores: las dificultades en la reproducción de los esclavos en cautividad, facilidades para su acceso a la libertad, problemas para el abastecimiento de la mercancía y en consecuencia el encarecimiento de su precio a lo que se añaden algunas medidas restrictivas de la Corona[3]; sin embargo, este declive será anterior a la abolición definitiva de la esclavitud que no tendrá lugar hasta bien entrado el siglo XIX.

Aunque los trabajos acerca de la esclavitud son cada vez más numerosos y más diversificados en cuanto a cronología, espacios y fuentes utilizadas, es también cierto que los investigadores suelen interesarse más por el momento de apogeo del fenómeno, quizás por existir una mayor abundancia de documentación que facilita su estudio, que por su etapa de crisis. No obstante, creemos que para tener una visión completa de lo que supuso la esclavitud en nuestro país es necesario conocer cómo se produce su decadencia y de igual modo que se buscan las causas que tratan de explicar la extensión de la esclavitud en el siglo XVI, intentar conocer los motivos que determinan la recesión y su desaparición en los siglos XVII y XVIII.

Hace algunos años, un trabajo presentado en estos Coloquios mostraba cómo era el fenómeno esclavista en el Trujillo del siglo XVI[4]. Ahora, pretendemos completar ese estudio abordando el desarrollo de la esclavitud en la misma población durante el siglo XVII utilizando la información que nos proporcionan los más de doscientos documentos, principalmente escrituras de venta, pero también poderes para capturar esclavos huidos, liberaciones, testamentos, inventarios… que hemos localizado en los protocolos notariales de la ciudad de ese periodo. Hay que precisar, no obstante, que la mayor parte de la documentación pertenece a la primera mitad del siglo, pues prácticamente a partir de 1640, las escrituras donde aparecen esclavos son muy escasas. Las noticias que nos ofrecen las fuentes nos permiten reconstruir cómo era la práctica esclavista en la ciudad, las formas de adquisición de esclavos, las relaciones con los amos, las manifestaciones de rebeldía, la concesión de libertades…

Del siglo XVI al XVII, el fenómeno esclavista no experimenta cambios importantes ya que seguía constituyendo un hecho plenamente aceptado y asimilado por parte de la sociedad y las bases que justificaban su existencia estaban firmemente asentadas, siendo muchos los intereses para que muy pocos se atrevieran a alzar su voz contra un fenómeno criticable como era la esclavitud.

Las formas de hacerse con un esclavo eran variadas. En Trujillo hemos podido comprobar algunas de ellas. Así, Isabel García, Juana González y Catalina Gonzálezhabían heredado de su tío, el clérigo Francisco Sánchez, un esclavo mulato llamado Juan, el cual se disponen a vender en 1602[5]; el clérigo Miguel Fernández de Sosa recibe por donación de su tío Miguel Fernández Téllez, residente en la ciudad de los Ángeles en la Nueva España, a Domingo, esclavo mulato[6]; en 1629, don Alonso Calderón de Loaysa obtiene entre los bienes dotales de su mujer, doña Jerónima de Becerra de Torres, hija del doctor don Jerónimo Becerra de Torres y de doña Elena Lalia, un esclavo color membrillo de 18 años llamado Miguel, valorado en 2.000 reales[7]; un esclavo es entregado por Garci López de Tapia a doña Ana de Aragón, religiosa en el convento de la Magdalena, para satisfacer la deuda que el primero tenía con el hermano de la monja, aunque en 1614 tendrá que realizar una escritura de obligación de pago de la deuda pues el esclavo ha huido[8]

También se incrementaba el número de esclavos por la transmisión matrilineal de la esclavitud, uno de los títulos de esclavitud conservados desde la antigüedad y que contemplaba la legislación castellana[9], pues los hijos de esclavas heredaban la condición de sus madres. Son numerosos los casos en los que los propietarios declaran poseer esclavos que son hijos de otros esclavos suyos, como Juan de Camargo quien señala que cuando concertó su matrimonio con Inés López García, hija de Felipe Díaz y Mayor Álvarez del Saz, éstos le prometieron en dote cierta cantidad de maravedís, que recibe en 1602 en forma de dinero y otros bienes, entre los que se incluye Alonso, hijo de Ana, esclava del dicho Felipe Díaz, su suegro[10].

Pese a todo, la principal forma de conseguir un esclavo era la compra. Por ello es importante saber cómo funcionaba el mercado esclavista en Trujillo siendo una fuente imprescindible para su conocimiento las escrituras de compra-venta otorgadas ante los escribanos de la ciudad que nos ilustran acerca de múltiples aspectos de este comercio: quienes eran los compradores y vendedores, cuales eran las características de los esclavos que se vendían, qué precios alcanzaban, en qué condiciones se realizaba la venta…

Para toda la centuria se conservan 170 escrituras de venta y poderes para vender esclavos, aunque el 89% de todas ellas están datadas antes de 1640. En realidad, el momento de máximo apogeo del mercado esclavista en la ciudad puede reducirse a las tres primeras décadas pues a partir de entonces la actividad de este comercio se verá muy mermada, desapareciendo casi totalmente a partir de la segunda mitad del siglo.

La explicación de la evolución negativa del comercio esclavista a partir de los años 30 radica entre otros aspectos en la crisis que padece la Corona de Castilla y, en relación directa con el tráfico de esclavos, el inicio y desarrollo de la Guerra de Independencia Portuguesa que transcurrirá entre 1640 y 1668. No hay que olvidar el papel que desempeñaba el vecino país luso en el abastecimiento de mercancía esclava traída directamente por portugueses, ya fueran traficantes o particulares, pero también por medio de castellanos que adquirían los esclavos en Portugal[11].

Pasada la guerra, el mercado esclavista no acusará cambios significativos con respecto a la década anterior a la confrontación bélica, siendo muy reducidas las transacciones que tienen lugar en la ciudad. En este aspecto la situación de Trujillo dista notablemente de la que puede apreciarse en algunas poblaciones de la Baja Extremadura, donde, finalizado el conflicto bélico, se registra una reactivación más o menos importante aunque poco duradera en el tiempo del comercio esclavista[12].

El declive del mercado de esclavos estará estrechamente ligado a la decadencia del fenómeno en la ciudad, pues como sabemos, la esclavitud difícilmente se mantiene a sí misma. Aunque los hijos de esclavas heredaran la condición de las madres, éstas apenas tenían, salvo raras excepciones, más de un hijo[13]; por tanto la única forma de conseguir esclavos era a través del comercio. La disminución progresiva del número de esclavos debido a causas naturales, es decir por muerte o por la ya mencionada dificultad de reproducción en cautiverio, y también por el hecho de que sean manumitidos, a lo que se añaden los problemas en el aprovisionamiento, conducirán a la desaparición de los esclavos en la ciudad.

Volviendo al comercio trujillano, durante la primera mitad del XVII el tráfico esclavista experimenta un gran dinamismo, manteniendo la tendencia que puede percibirse desde finales del siglo XVI[14]. Ello se debe en parte a la privilegiada posición geográfica de la ciudad, situada en el camino natural entre Portugal y Madrid, que supone el paso por ella de viajeros y mercaderes. Esta situación la convierte en un punto idóneo como centro de transacciones comerciales, y en particular de esclavos. Por otra parte debe considerarse la importancia de la ciudad y la presencia en ella de una considerable proporción de miembros de las clases privilegiadas, individuos dedicados a las profesiones liberales y artesanos de múltiples especialidades, es decir, potenciales clientes del mercado esclavista.

Si durante el siglo XVI Trujillo se perfilaba como centro demandador de esclavos[15], esta situación no variará sustancialmente durante el siglo XVII, como puede apreciarse claramente por la procedencia de compradores y vendedores.

CUADRO I: PROCEDENCIA DE COMPRADORES Y VENDEDORES DE ESCLAVOS[16]

PROCEDENCIA Nº de VENDEDORES Nº de VENTAS Nº de COMPRADORES Nº de COMPRAS
Trujillo 59 72 81 97
Extremadura 24 28 19 19
Portugal 15 31 2 2
Otros 8 8 16 21

Fuente: Protocolos notariales de Trujillo. Elaboración propia

Tanto entre los que venden y los que adquieren esclavos predominan los vecinos de la ciudad. Sin embargo, debe resaltarse entre los vendedores la importante participación de profesionales de la trata de origen portugués, cuya presencia se intensifica con respecto al siglo XVI[17], favorecida sin duda por la unión de las coronas a partir de 1580. Algunos de estos portugueses, como Francisco Rodríguez, natural de Idanha, o Damián Rodríguez residían en Trujillo y tendrían contactos con mercaderes de su misma nación, pero la mayoría eran transeúntes, como Antonio Méndez procedente de Sabugal, Gaspar de Fonseca de Campomayor o Pedro Fernández, vecino de Fondón, comerciantes que, seguramente siguiendo la ruta hacia Madrid, paraban en la ciudad para realizar sus transacciones, siendo importantes abastecedores para la ciudad. Un ejemplo de la actividad de estos profesionales portugueses lo encontramos en 1601: entre los meses de julio y septiembre, Francisco López, vecino de Sabugal «en el Reino de Portugal» vende nada menos que seis esclavos a diferentes vecinos de Trujillo[18]. En los años del conflicto bélico y los posteriores los traficantes portugueses desaparecen del mercado esclavista trujillano.

Es llamativo el número de vendedores extremeños, procedentes de lugares tan apartados de Trujillo como Montemolín, pero entre los que predominan los de poblaciones del norte de la región como Coria, Plasencia o Almaraz y especialmente de localidades próximas a la ciudad, como Cáceres o Miajadas. Son también destacados abastecedores para el mercado trujillano, al que no basta la oferta interna para satisfacer la demanda de esclavos.

Respecto a los compradores, los vecinos de Trujillo constituyen los principales clientes del mercado de esclavista que se realiza en la ciudad. A pesar de ello no hay que desdeñar el número de esclavos vendidos a personas de otras partes, ejerciendo la ciudad en este sentido un papel como centro redistribuidor, aunque de poca entidad.

Aparte de los trujillanos, encontramos compradores procedentes del entorno inmediato, pero también de lugares más alejados como Toledo, Madrid, Salamanca o Ávila e incluso un residente en Roma, el Licenciado Jerónimo Becerra de Torres quien en 1619 compra tres esclavos muy jóvenes, dos varones y una mujer a Gonzalo Becerra de Torres, alcaide de la fortaleza de Deleitosa[19]. No siempre conocemos los vínculos que estos personajes mantienen con la ciudad aunque en algunos casos si podemos detectar que son relaciones familiares o cuestiones laborales las que justifican su estancia en Trujillo que aprovechan para adquirir esclavos.

En cuanto a la mercancía, podemos conocer sus rasgos principales a partir de las descripciones que de ellos se hacen en las escrituras de compra-venta, indicándonos en la mayoría de los casos su sexo, edad y color de la piel, incluso a veces se nos ofrecen retratos muy minucionosos, como el de Francisco, un esclavo de 22 años, de color «membrillado» vendido en 1678 que es «de buena estatura, con dos señales de herida en la mexilla del lado derecho y rostro algo belfo y otra entre zeja y zeja y un dedo, el del en medio de la mano derecha, algo torcido»[20].

Entre los esclavos vendidos predominan los hombres, 76 frente a 66 mujeres, aspecto que diferencia a la ciudad de otras poblaciones extremeñas y castellanas, donde las mujeres son las más presentes en el mercado. Sin conocer los motivos precisos de este hecho, podemos aventurar algunas posibles respuestas como podría ser la utilización laboral de los esclavos en tareas agropecuarias, para las que son preferidos los varones[21] o que sirviesen a sus amos como pajes. Pese a la mayor representación de hombres, las mujeres alcanzan precios más elevados, quizás porque existe menor oferta. Sin embargo la explicación más plausible de su cotización sea, como ocurre en otros espacios, que los compradores tengan en cuenta cualidades que las hacen más atractivas que los varones como su capacidad procreadora de nuevos esclavos, su mayor docilidad y longevidad… Por otro lado es significativo que mientras los esclavos varones son revendidos con bastante frecuencia, no ocurre lo mismo con las esclavas.

En algunas ocasiones el esclavo se revaloriza entre una venta y otra, mostrando la rentabilidad de este negocio: el 13 de noviembre de 1620, el regidor trujillano Diego Pizarro de Hinojosa vende por 1400 reales, al también regidor Juan Bravo Peña un esclavo mulato amembrillado llamado Jorge, de hasta 27 años, cuyos rasgos son «alto de cuerpo con señales de viruelas en el rostro» y asegura que no es borracho, ladrón ni fugitivo; sólo seis días después, el 19 de noviembre de ese mismo año, Juan Bravo Peña traspasa el mismo esclavo a don Francisco de Torres, alcanzando ya el valor de 1600 reales[22]; otras veces, la reventa es un medio de deshacerse de esclavos que no cumplen los requisitos deseados por el dueño, motivo por el cual los traspasan por cantidades menores de las que pagaron por ellos cuando los compraron. En este sentido es muy llamativo el caso de un esclavo llamado Bartolomé que entre 1600 y 1609 será vendido en cinco ocasiones, en cada una de las cuales se devalúa su precio desde los 1200 reales iniciales hasta 510 reales que cuesta la última vez que lo encontramos en los protocolos; pese a que desconocemos las causas por las que éste esclavo es traspasado hemos de suponer que padecería alguna tacha grave, sin embargo en las escrituras sólo se indica que no es borracho ni ladrón lo que nos lleva a pensar que quizás había intentado fugarse en alguna ocasión[23].

Otras veces los vendedores si nos aclaran explícitamente los motivos por los que están descontentos de los esclavos que se disponen a vender: en 1628, don Fernando Rodríguez de Monroy revende por precio de 600 reales más los derechos correspondientes a doña Blanca de Salas y Valdés una esclava llamada Catalina Ruiz, mulata de 24 años, que ella le había vendido con anterioridad, y de la cual no había quedado muy contento el nuevo amo, pues en la venta señala que«la vende por ladrona y fugitiva y ciega y embustera y alcahueta»[24].

En lo referente al origen de los esclavos, sólo se precisa su procedencia concreta en contadas ocasiones, pero podemos deducir su origen por el color de su piel.

CUADRO II: EL COLOR DE LA PIEL DE LOS ESCLAVOS

COLOR HOMBRES MUJERES TOTAL %
Negro 41 44 85 59,9
Mulato 31 16 47 33,1
Blanco 1 5 6 4,2
No especifica 3 1 4 2,8
TOTAL 76 66 142 100

Fuente: Protocolos notariales de Trujillo. Elaboración propia.

Casi el 60% de los esclavos vendidos en Trujillo son de color negro, lo que nos remite a su origen africano, traídos a través de tierras portuguesas, bien directamente por traficantes especializados o vecinos portugueses como ya hemos podido observar cuando hemos analizado la procedencia de los vendedores, pero también por castellanos que adquieren los esclavos en Portugal, como aclaran algunos vendedores, siendo este el caso de Francisco Fernández Alvelo, contador de su majestad y vecino de Plasencia, cuando vende en 1683 a don Pedro Antonio José de Chaves Mesía Arias y Maldonado, señor de las villas del Maderal y Castro Verde y uno de los cuatro jueces conservadores de la Universidad de Salamanca, una negra atezada de 24 años llamada Clara, señalando que la había comprado en el vecino país[25]. La procedencia africana se confirma en las escasas ocasiones en que se nos informa acerca de su origen, como María, esclava color tinta traída de Angola[26] o Bernabé, negro atezado «de casta de Cabo Verde«[27], aunque también encontramos negros nacidos y criados en tierras peninsulares, como Sebastián Rodríguez del que se especifica que es «portugués de nación«[28].

Siguen en importancia numérica los esclavos mulatos, categoría racial para la que se emplean diferentes términos: color membrillo cocho, amembrillados, amulatados, etc. Este sería un grupo muy variado pues en él se englobarían a esclavos indios y algunos procedentes de Berbería que son descritos como mulatos, aunque ambos tienen una representación muy minoritaria, y sobre todo por los hijos de negros y población blanca, nacidos en territorio peninsular.

Por último, los esclavos de color blanco son escasísimos, y su origen, en el siglo XVII, suele ser autóctono, consecuencia del progresivo blanqueamiento de la población esclava tras varias generaciones de mestizaje.

Las características de los esclavos, así como su sexo y edad eran determinantes a la hora de su tasación. El precio medio pagado por un esclavo en Trujillo en el siglo XVII era de unos 1.230 reales; las diferencias de precio según el sexo se advierten notablemente pues, como ya hemos dicho las mujeres eran más valoradas por las causas mencionadas antes, llegando a alcanzar un precio medio de 1.426 reales frente a los hombres que no superaban los 1.100 reales.

La edad de los esclavos será uno de los factores que influya directamente en su cotización. Así los esclavos más apreciados económicamente a la vez que los más demandados son, para ambos sexos, los jóvenes de entre 15 y 29 años (el 70% de los esclavos vendidos en Trujillo), y dentro de este amplio grupo, los más caros serán los de edades comprendidas entre los 20 y 24 años, llegándose a pagar por esclavas de estas edades un precio medio de 1.700 reales y por los varones hasta 1.200 reales.

Un ejemplo que permite comprobar esta relación entre edad y precio es el de Salvador negro de 30 años y «renco de una pierna», quien en 1607 es vendido a Diego Casco por sólo 600 reales, cantidad determinada no sólo por la edad del esclavo sino también por la circunstancia de que padezca un problema físico que influirá en su rendimiento laboral y que por tanto redundará en su precio de venta a la baja. Tiempo después, Joan Solano, quien declara haber adquirido el esclavo a Diego Casco, procede a su venta sin asegurarlo de ninguna tacha y declarando que es casado, otra circunstancia que afectaba negativamente al precio del esclavo, por sólo 28 ducados, prácticamente la mitad del precio que había contado unos 10 años atrás[29].

Son muy escasos los esclavos vendidos que superan los 40 años o los menores de 10, que además solían venderse junto con sus madres para asegurar su crianza, especialmente en el caso de los lactantes.

Es fácil explicar porqué los esclavos jóvenes eran preferidos y mejor apreciados económicamente: el comprador adquiere un esclavo fundamentalmente para obtener de él un rendimiento a través de su trabajo, por tanto se optará por la compra de esclavos con plenas capacidades para trabajar; por otra parte, en las mujeres son las edades óptimas para la procreación, aspecto que tendrían muy en cuenta los propietarios pues los hijos que tuvieran las esclavas podrían incrementar su patrimonio.

Junto con el sexo y la edad, otras características afectaban al precio al alza y a la baja, así algunas cualidades podían revalorizar a los esclavos mientras que los defectos, ya se tratara de enfermedades, taras físicas o psíquicas o cualquier tipo de vicio se traducían en una menor valoración económica de los esclavos.

Aunque como hemos dicho el comercio constituía el principal medio de hacerse de un esclavo los títulos de esclavitud aceptados por los pensadores del siglo XVI eran más variados pues comprendían ser esclavo por nacimiento, por guerra justa, por delito grave, por venta de uno mismo o de sus hijos en caso de necesidad[30].

Si bien no constituía un procedimiento habitual, hemos hallado en Trujillo la esclavización de un preso condenado a muerte. Se trata de un documento excepcional y muy interesante en el que a partir de la petición del propio reo se aprueba la conmutación de la pena capital por la esclavitud perpetua. La historia es la siguiente: en agosto de 1650, Antonio González, preso en la Cárcel Real de Trujillo por haber cometido hurtos y escalamientos de casas, conociendo que por la gravedad de sus delitos iba a ser condenado a pena de muerte, había solicitado en el mes de julio, antes de que se diese sentencia, que se le perdonase la vida a cambio de ejercer el oficio de verdugo en Trujillo, señalando la necesidad que existía en la ciudad de alguien que ejecutase las penas ante la cantidad de delitos que se cometían.

La situación acerca del aumento de robos y otras acciones delictivas en Trujillo en aquel momento era grave como muestra que se tratase el asunto en las reuniones del gobierno de la ciudad lo que puede comprobarse en sus actas de cabildo[31]. Ante todo ello, el corregidor, don Miguel Pasquier de Camargo determina sobre la petición del reo que:

«consintiendo en haçer escritura de esclavitud para el ejerçicio de tal verdugo desta ciudad y otras partes a donde se le mandare y consintiendo asimismo que se le herrase en la cara con retulo que dixese Trujillo, se le conmutava y conmutó la dicha pena de muerte en lo dicho con que, si en algún tiempo hiciese fuga y se ausentase desta ciudad sin licençia de juez competente que se la pudiese dar, se executase en él la pena de muerte en conformidad de la dicha sentencia de suso referida como lo dicho consta de los autos de dicha causa a que se remite; y teniendo el otorgante entendido lo referido y reconociendo la ymportancia que se le sigue de prestar el dicho consentimiento poniendolo en efeto se otorgaba y otorgó por tal esclavo desta ciudad y se obliga de exercer en ella y fuera a donde le fuere mandado el ofiçio de verdugo en todos los casos y cosas a el tocantes y perteneciente, como esclavo que se confiesa desta dicha ciudad en cambio y recompensa de la dicha pena de muerte y por preçio de la vida que por ello recive y quiere y consiente ser herrado en la cara con letras que digan Trugillo en señal y reconocimiento de la dicha su esclavitud» [32].

El preso consiente no sólo en perder todos sus derechos para convertirse en un esclavo, sino también en ser marcado de por vida con hierro que le señala como esclavo de la ciudad de Trujillo.

El 14 de agosto, el cabildo se reúne porque, tras haberle conmutado la pena y aceptado el reo su nueva condición

«porque la ziudad reconoze la obligación que tiene por la ley del reyno a tener salariado berdugo para la execución de la justicia y el mucho gasto que se a hecho con el que estos días se a traydo de la ziudad de Plasencia y que no se a hallado asalariado aunque se an fecho muchas dilixencias, acordó que se le den de alimentos al dicho Antonio González por agora un real cada día para su sustento y en lugar del salario que se acostumbra dar y para su seguridad se esté en la cárzel el tiempo que pareziere conveniente y el mayordomo de propios vaya acudiendo con esta cantidad por semanas al dicho Antonio González y tome recivos con los quales se le pasarán en quenta en las que diere de su cargo»[33]

Es decir, el cabildo, en lugar de pagar un sueldo al verdugo, se limita a darle lo necesario para su manutención, que es a lo que está obligado como propietario del esclavo. Como señalábamos, se trata de un caso totalmente extraordinario en la forma de hacerse con un esclavo para la época.

Nos llama la atención en el caso descrito, la circunstancia de que el esclavo fuera marcado en el rostro con las letras del propietario, en este caso la ciudad de Trujillo. Aunque las señales realizadas a fuego candente sobre el rostro u otras partes del cuerpo del esclavo constituían un signo de esclavitud no parece que fuera un procedimiento muy extendido. En la documentación manejada, sólo hemos localizado nueve esclavos que presentan alguna señal de estas características, y aún así existen diferencias notables entre aquellos que inequívocamente portan marcas que denotan su condición, como Domingo, mulato amembrillado de unos 20 años,«herrado con s y clavo en los carrillos»[34] o Jerónimo Romero «herrado en ambas faces del rostro«, suponemos que con las mismas letras que el anterior[35] y otros esclavos que presentan marcas distintas como Catalina Jerónima, esclava de origen berberisco, con una estrella en la mano derecha[36], o el negro Antonio, quien es descrito así «tiene saxado en la parte de ambos carrillos y con un yerro en el pecho al lado izquierdo una y media luna en el hombro derecho«[37], señales que probablemente tengan que ver con signos de identificación tribal o rituales, respondiendo a particularidades culturales propias de sus lugares de procedencia.

El primer tipo de marcas se realiza cuando los esclavos están en la península, bien para indicar a quien pertenece o para que no existiesen dudas acerca de su condición esclava, pero parece que lo más habitual era herrar a los esclavos rebeldes en castigo por sus acciones, especialmente a los esclavos tendentes a huir: en 1640, Paula, esclava mulata de doña María Santillana escapa del dominio de su ama aunque su intento se verá frustrado pues es localizada en Cáceres; la propietaria otorga poder para que se acuda a por ella y se la lleve a marcar «con una s y un clavo«[38]; suponemos que la dueña pensaría que con esas señales le sería mucho más difícil pasar desapercibida si volvía a fugarse.

Una vez vistas las características de los esclavos, debemos hablar acerca de los propietarios en Trujillo. Las escrituras no nos informan en la mayor parte de los casos de su extracción socioprofesional, probablemente porque ellos conocían de sobra esta circunstancia y no le daban más importancia. Por tanto sólo conocemos la profesión de una mínima parte de los dueños de esclavos aunque de otros podamos deducir su rango por el tratamiento que reciben o si no, entender que pertenecen al estado llano.

Entre los principales propietarios de esclavos encontramos, como es habitual, a personas pertenecientes a los estamentos privilegiados, nobles y eclesiásticos. Sin embargo, entre los dueños de los que conocemos su profesión destacan en Trujillo dos grupos: los que desempeñan actividades de gobierno, principalmente los corregidores y regidores, que por otra parte suelen formar parte del grupo de los privilegiados y entre los miembros del tercer estado los dedicados a las profesiones liberales y dentro de ellos, los médicos. También los mercaderes tienen una amplia representación entre los propietarios, si bien es difícil determinar si adquirían los esclavos para su uso personal o simplemente para hacer negocio con ellos revendiéndolos posteriormente.

Sobre aquellos de los que ignoramos su oficio debemos pensar que al menos poseen una posición económica desahogada que les permite mantener un esclavo en su servicio, especialmente porque con el paso del tiempo el precio de los esclavos se va encareciendo a la vez que las condiciones económicas son cada vez más desfavorables[39], detectándose una elitización en la posesión de esclavos, pues se irá restringiendo cada vez más el grupo de los propietarios a favor de los estratos sociales mejor situados económicamente.

CUADRO III: CLASIFICACIÓN SOCIOPROFESIONAL DE LOS PROPIETARIOS DE ESCLAVOS DE TRUJILLO

GRUPO PORCENTAJE
Nobles 41,3
Eclesiásticos 8,3
Administración 27,5
Profesiones liberales 11,9
Mercaderes 8,3
Militares 1,8
Artesanos 0,9

Fuente: Protocolos notariales de Trujillo. Elaboración propia.

Cabe destacar el amplio porcentaje de mujeres que tienen entre sus bienes algún esclavo (el 22,1%). Entre ellas sobresalen las viudas, que es el estado del 70% de las mujeres que encontramos vendiendo, concediendo la libertad y realizando mandas para sus esclavos en los testamentos. La situación de estas mujeres será variada, pero algunas quedaban en una situación económica precaria tras la muerte de sus maridos que las lleva a vender a los esclavos heredados como medio de obtener algún dinero. Podría ser este el caso de doña Francisca de Carvajal, viuda de Juan Pizarro de Carvajal, quien en 1613 da poder a su criado Gonzalo de Maeda para vender a su esclava, una mulata de hasta 40 años de edad que recibe el nombre de Antonia. En realidad no vende exactamente a la esclava, sino el trabajo que ésta puede realizar, pues explica que cuando su marido hizo testamento estableció en él que la esclava debía servir durante un periodo de diez años a su mujer y después recibiría la libertad. Lo que pretende doña Francisca es vender los siete años de servicio que quedan a la esclava para ser libre, pues de los diez estipulados por su esposo han pasado tres y «no la ha menester en su casa porque tiene para el servicio«[40].

La profesión de los propietarios estará relacionada con la utilización laboral de los esclavos si bien es poca la información que tenemos acerca del trabajo concreto que desempeñaban los esclavos en la ciudad, de forma que tenemos que guiarnos por lo que eran las prácticas habituales. Los esclavos desempeñaban normalmente trabajos domésticos entendidos éstos en un amplio sentido, que en el caso de las mujeres se corresponderían con las tareas propias de la casa, incluido el cuidado de los niños, y en el de los varones se trataría de actividades similares a las realizadas por un criado, comprendiendo tareas como acarrear agua, recoger leña y realizar algunas labores en las propiedades agrícolas de los amos.

Otras veces los propietarios explotan el trabajo de los esclavos de forma indirecta a través de su alquiler. Aunque no hemos encontrado un arrendamiento de un esclavo propiamente dicho contamos con un caso parecido: en 1632, Diego González Leonis pone y asienta por tiempo de cinco años a su esclavo Francisco con el sastre Marcos de Orellana, «para aprender el oficio de sastre en toda perfeçión sin le encubrir cosa alguna»; durante el dicho tiempo Francisco ha de servir a Marcos de Orellana en lo tocante a dicho oficio y le ha de dar de comer vestir y calzar; el amo no le ha de pagar nada, pues el sastre se cobrará del servicio del esclavo; el dueño simplemente se compromete a buscar a Francisco si éste se va de casa del sastre y si no pudiere restituirlo, ha de pagar el oficial que le suplante en la sastrería [41]. Aunque el propietario no reciba nada por el trabajo realizado por su esclavo en el taller, se ve exento de mantenerlo durante esos cinco años al tiempo que Francisco va aprender una profesión de la que el amo podrá obtener beneficio en el futuro, sirviendo también para revalorizar al esclavo en virtud de los conocimientos adquiridos.

Las condiciones de vida de los esclavos serían variadas, en función de múltiples factores como quiénes eran sus amos, el trato que recibían de éstos, la capacidad de adaptación de los propios esclavos… pero aunque existiese una buena relación con los propietarios, su condición esclava les reducía a ser considerados como meros objetos sobre los que el amo tenía el dominio absoluto y de los que pueden disponer a su voluntad, pues jurídicamente carecían de cualquier tipo de derecho de lo que se derivaba también su marginalidad social.

Las personas sometidas a esclavitud no siempre se conformaban con su situación y adoptan diversas posturas, desde el intento de emprender la huida hasta acciones de tipo violento contra sus amos u otras personas.

En Trujillo conocemos varios casos de esclavos que intentaron buscar la libertad huyendo de las casas de sus amos. Esta información la obtenemos a veces porque en las escrituras de venta se declara que los esclavos han intentado alguna vez fugarse, pero sobre todo conocemos este aspecto por los poderes que los dueños otorgan a otras personas para que capturen a sus esclavos huidos. Suele tratarse de esclavos varones y jóvenes, aunque como siempre encontramos algunas excepciones como la antes referida de Paula, la esclava que intentando escapar de su dueña fue apresada en Cáceres. La fuga de casi todos ellos culmina en fracaso pues acaban siendo localizados por sus amos o son informados acerca de su paradero por las personas que los han detenido. Desconocemos los lugares a donde pretenden dirigirse, probablemente a sitios que conocen o donde residen gentes que les pueden ayudar, por lo que las poblaciones donde son detectados los esclavos son sumamente variadas: Madrid, Hornachos, Salamanca, Cáceres…; la huida suele ser una empresa acometida individualmente, aunque a veces asumen los riesgos en grupo, como hacen en 1614 Manuel y Sebastián, dos esclavos pertenecientes a Fernando Barrantes, natural de Toledo y gobernador de las provincias del Espíritu Santo en Indias, los cuales había recibido de su suegro, el trujillano Pedro Moreno y se han ausentado de su casa, por lo cual otorga poder a Baltasar Maldonado con el fin de que los encuentre y después los venda[42].

Sobre las acciones violentas de los esclavos tenemos pocas noticias, pero sí sabemos a través de dos inventarios de la cárcel, realizados con motivo del traspaso del cargo de alcaide que en 1618 se encontraban presos dos esclavos, un tal Lázaro y otro llamado Mateo, que en 1619 continuaba en prisión[43].

Cuando cometían algún delito, los propietarios tenían que responder por sus esclavos, pues eran, a efectos legales, responsables de las acciones de sus dependientes. Por este causa el capitán Hernando Barrantes da poder a procuradores para que defiendan a su esclavo, el negro Manuel Tavares en el pleito y querella que Sebastián de Carvajal le ha puesto «por decir que le hurtó cierto dinero de noche y que dixo que no yba a hurtar el dinero sino a buscar a la mujer del dicho Sebastián de Carvaxal«[44].

Creemos que estas actitudes por parte de los esclavos no constituían la norma, pues hay que tener en cuenta que de los esclavos que había en Trujillo sólo podemos reseñar pocos casos en contraste con los múltiples testimonios de los propietarios que resaltan la fidelidad y obediencia con que les sirven sus dependientes, mostrando a veces una gran confianza en sus esclavos, hasta el punto de dejarlos como tutores de sus herederos: en 1675 el doctor Diego de Meneses Orellana expresa en su testamento:

«Yten es mi voluntad que María, mi esclava me a servido con toda boluntad y fidelidad, quiero y mando que elija ella después de io muerto la persona con quien quisiera ir a servirle que será o a don Diego de Meneses y Orellana o a don Francisco Ramiro Calderón, mis hijos o a Fulgencio mi nieto con condiçión que ninguno la a de poder vender ni enajenar; y aviendo ella elegido no a de poder elegir el servir a otro sino es con consentimiento del que la tiene; y si elijiere a Fuljençio mi nieto la nombro en el lugar que derecho aia la nombro por tutora asta que tenga catorçe años que a este tiempo se le puede entregar la açienda a dicho Fulgencio«[45].

De las declaraciones de los amos en algunos testamentos y codicilos se desprende el afecto que sienten por los esclavos, como en el que redacta en en 1619 doña María de Chaves donde declara:

«Yten dixo que por el amor y voluntad que a tenido y tiene a Mariana su esclava por aver naçido en su casa y criadola quiere y es su boluntad que la susodicha, después de la muerte de la dicha otorgante quede libre y no suxeta a servidumbre ni esclavitud porque desde luego la da libertad y para ayuda a pasar su vida y que mexor se pueda sustentar mandava y mando se la de por una bez cincuenta ducados en dinero de sus bienes y una cama de ropa y más los vestidos y alaxas que ella al presente tiene en un arquilla y fuera della»[46].

Estas circunstancias serán determinantes a la hora de la concesión de la libertad. A lo largo de los años, los lazos afectivos se estrechan, por eso se favorece a aquellos esclavos que han permanecido durante un largo periodo de tiempo al servicio de sus amos, existiendo también un cariño especial por aquellos que habían nacido y se habían criado en su casa. El afecto y el reconocimiento al trabajo realizado suelen ser los motivos más frecuentemente alegados por los propietarios cuando proceden a manumitir a sus esclavos, como hace Sebastiana Sánchez, viuda de Jorge Moreno quien libera en 1623 a María González, esclava que ha heredado de su marido declarando como causas que le mueven a ahorrarla el haberla criado en su casa, el buen servicio prestado y la obediencia mostrada por la esclava[47].

A diferencia del siglo XVI, en que son numerosos los esclavos que consiguen la ahorría pagando un rescate[48], en el tiempo que nos ocupa sólo hemos hallado un caso en que se pague por la libertad, el de Antonia Pizarro, negra tinta de 30 años, esclava de Juan Deocampo Solana, quien recibe la libertad en 1614. Las razones que alega el propietario para realizar la concesión son que el marido de la esclava, llamado Pedro Gutiérrez, le ha pedido la libertad para poder hacer vida maridable con su esposa; además de este motivo alega otros tales como los buenos servicios prestados por la esclava y el amor y voluntad con que los ha hecho. Sin embargo, no eran suficientes para que el amo la libertase, pues Pedro Gutiérrez ha de abonarle 70 ducados por el rescate de su mujer y aún así la liberación está sujeta a varias condiciones impuestas por su amo: la esclava «acudirá a mi casa y servirá en ella de acompañar a mi mujer quando salga fuera cuatro años y que lavará toda la ropa blanca y colchas que se ensuciaren en dicha mi casa en los dichos quatro años«[49]; por otra parte, sabemos que el esposo Antonia ha tenido que pedir prestado parte del dinero para poder rescatar a su mujer, nada menos que 30 ducados que se obliga a pagar a Mencía Deocampo, que podría ser pariente del propietario de la esclava, en dos veces: 15 ducados para la feria de mayo de 1615 y el resto para la feria de mayo de 1616[50].

Nos llama la atención este caso, por constituir una excepción a la norma puesto que, en general, los trujillanos que liberan a través de carta de ahorría a sus esclavos, lo hacen desinteresadamente como el regidor don García de Bonilleja y su mujer, doña Leonor de Herrera, quienes poseían tres esclavos que la segunda había heredado de su padre, don Juan de Herrera Pizarro. En 1632, realizan carta de ahorría para ellos, una mujer llamada Ana de Herrera con sus dos hijos de corta edad Juan y Juana, hijos del esposo de la esclava, Diego Alonso. Además, como la esclava parecía estar embarazada, los propietarios conceden libertad para el hijo que ésta tuviera[51]

Aunque fueran gratuitas, a veces encontramos liberaciones condicionadas como en el caso de Juan García de la Mata esclavo de Antonio de Mendoza Sotomayor, caballero de la orden de Santiago y receptor de las alcabalas. En la escritura señala que «por causas que a ello le mueven» otorga libertad a su esclavo con condición de que «no a de poder estar ni residir en esta dicha ciudad«, en caso de que no cumpliese este requisito la escritura perdería su valor[52].

Pese a la aparente generosidad que muestran los propietarios en Trujillo a la hora de ahorrar a sus esclavos, la realidad es que no siempre responden al afecto que sienten hacia sus dependientes puesto que en múltiples casos la edad de las personas liberadas supera los treinta o los cuarenta años y simplemente pretenden deshacerse de esclavos que se ven obligados a mantener y de los que apenas obtienen una rentabilidad económica, pues por sus edades son más difíciles de colocar en el mercado al tiempo que laboralmente hablando no son tan productivos.

Una vez liberados, los esclavos se convertían en libertos y tenían los mismos derechos que cualquier persona libre, sin embargo, su vida no siempre mejoraba desde el punto de vista material. Dado que la situación en que quedaban algunos esclavos después de haber alcanzado la libertad podía ser precaria, los propietarios muestran preocupación por que no queden desamparados después que falten. Entre las últimas voluntades de doña Catalina de Torres Villarejo se encuentran éstas, relacionadas con una antigua esclava:

«Yten quedo libre a Mónica, mi esclava a la qual le dy libertad por lo bien que me a servido y encargo a mi sobrina doña Mencía de Sosa la socorra con lo que pudiere y tuviere necesidad así de comida como de vestido y quando muera dicha Mónica tenga obligación mi sobrina a enterrarla pagando su entierro«.[53]

Son escasas las noticias que tenemos de la vida de los esclavos una vez habían sido liberados. Es difícil detectarlos en la documentación si no se nos refiere su condición de libertos. Debemos pensar que no fueron muchos pues, aunque se concedían manumisiones, éstas eran mínimas si se tiene en cuenta por ejemplo el número de esclavos que pasan por el mercado. La mayoría de las personas sometidas a esclavitud morirían siendo esclavos y los que obtenían la libertad apenas han dejado huella documental, con lo que es complicado seguir su rastro. Algunos libertos seguirían en el servicio de sus antiguos amos y básicamente se dedicarían a las mismas actividades que habían desempeñado para sus propietarios y que, en definitiva, eran las que conocían.

Serían muchas cosas más las que podríamos decir y matizar acerca del fenómeno esclavista en la sociedad trujillana del siglo XVII, sin embargo simplemente hemos intentado trazar una visión general de la institución en la ciudad en este momento en el que se percibe claramente su decadencia, que esperamos haber conseguido.


NOTAS:

[1] FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, M.: La sociedad española del Renacimiento, Salamanca, 1970. p. 187; DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: «La esclavitud en Castilla durante la Edad Moderna» en Estudios de Historia Social de España, T. II. Madrid, 1952. p. 377; CORTÉS LÓPEZ, J. L.: La esclavitud negra en la España peninsular del siglo XVI, Salamanca, 1989. p. 204.

[2] BENNASSAR, B. Los españoles, actitudes y mentalidad desde el siglo XVI al siglo XIX., Barcelona, 1978. p. 93.; DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Op. cit. pp. 369-428.

[3] DOMÍNGUEZ ORTIZ, A.: Op. cit. pp.397-406.

[4] SÁNCHEZ RUBIO, R. y FERNÁNDEZ MÁRQUEZ, A.: «El fenómeno esclavista en la sociedad trujillana del siglo XVI», XVII Coloquios Históricos de Extremadura, Trujillo, 1988. También es abordada la esclavitud en Trujillo y en Cáceres en: ARAGÓN MATEOS, S. y SÁNCHEZ RUBIO, R.: «La esclavitud en la Alta Extremadura, proceso de auge y decadencia», Norba, 7, 1986. pp. 93-109.

[5] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.46, fs.137v-138.

[6] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.62, f.199.

[7] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.106, fs.75-77.

[8] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.76, f.28.

[9] Las Siete Partidas de Alfonso X reconocían tres títulos de esclavitud: por guerra, por nacimiento y por venta. (Partida IV, Título XXI, ley 1).

[10] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.37, fs. 736-737.

[11] Las transacciones de esclavos entre vecinos de ambos lados de la Raya eran habituales, especialmente en poblaciones fronterizas. PERIÁÑEZ GÓMEZ, R.:La esclavitud en Jerez de los Caballeros durante la Edad Moderna. Trabajo de Grado (Inédito), Cáceres, 2002. pp. 65-66.

[12] PERIÁÑEZ GÓMEZ, R.: Op. cit. pp. 33-45 y «Negros y negreros en la feria: el comercio de esclavos en Zafra en la Edad Moderna», Actas del Congreso Internacional 550 feria de San Miguel, (en prensa).

[13] El año pasado ya lo mostramos para la villa de Cáceres en el siglo XVI (PERIÁÑEZ GÓMEZ, R.: «La esclavitud en Cáceres a través de los registros parroquiales en el siglo XVI» Actas de los XXXII Coloquios históricos de Extremadura, 2003 (en prensa) así cómo hemos podido comprobar similar comportamiento demográfico en otras poblaciones extremeñas tanto para el siglo XVI como el XVII (PERIÁÑEZ GÓMEZ, R.: La esclavitud en Jerez de los Caballeros… Op. cit. pp. 51-54), siendo además la tónica general en el resto del espacio peninsular e insular: LOBO CABRERA, M. «La mujer esclava en España en los comienzos de la Edad Moderna», Baética, 15, 1993. p.311.

[14]SÁNCHEZ RUBIO, R. y FERNÁNDEZ MÁRQUEZ, A.: Op. cit.

[15] ARAGÓN MATEOS, S. y SÁNCHEZ RUBIO, R.: Op. cit. pp. 106- 107.

[16] En dos casos desconocemos la procedencia del vendedor y en otros dos no hemos podido identificarla; en el caso de los compradores, de tres de ellos desconocemos su origen. Es probable que fueran de la propia ciudad y se obviara reseñar su vecindad.

[17] ARAGÓN MATEOS, S. y SÁNCHEZ RUBIO, R.: Op. cit. pp. 106- 107.

[18] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.36, fs.369-372 y 442 y Leg.45, f.137

[19] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.79, f.82.

[20] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.213, fs.779-780.

[21] A partir de lo que podemos conocer por las investigaciones realizadas acerca de la esclavitud en España, los espacios donde los hombres son más demandados y su precio superior al de las mujeres: Valencia y las islas Canarias, la preferencia viene determinada por su empleo en labores agrícolas y en los ingenios azucareros canarios. GRAULLERA SANZ, V. La esclavitud en Valencia en los siglos XVI y XVII. Valencia, 1978. pp. 126-129; LOBO CABRERA, M. La esclavitud en las Canarias orientales en el siglo XVI, Gran Canaria, 1982.

[22] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.97, fs. 806-807 y fs. 823-824

[23] Seis si se tiene en cuenta que en 1598, cuando Bartolomé tiene 18 años ya es vendido por Luis García, quien especifica que lo ha criado en su casa pues es hijo de una esclava suya, a don Gaspar de Ayala (A.M.T., Protocolos notariales, Leg.33, fs.292v-293).

[24] A.M.T., Protocolos notariales, Leg. 105, f.818. Aunque aparezca como una transacción normal, se trata en realidad de una devolución de una esclava que no cumple con las expectativas del dueño, aspecto que suele contemplarse en la redacción de las escrituras como una especie de garantía de venta.

[25] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.214, fs. 896-897.

[26] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.120, f.123v-124.

[27] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.190, fs.485-487.

[28] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.186, f.518.

[29] A.M.T., Protocolos notariales, Leg. 50, f.503 y Leg. 62, fs. 184-185.

[30] CORTÉS LÓPEZ, J. L.: Op. cit. pp. 27-31.

[31] A.M.T., Libro de acuerdos 48 (1649-1652), f.134v y136v.

[32] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.150, f.326.

[33] A.M.T., Libro de acuerdos 48 (1649-1652), f.142.

[34] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.62, f.199.

[35] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.54, fs. 19-20.

[36] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.234, fs. 129-130.

[37] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.76, fs. 120v-124.

[38]A.M.T., Protocolos notariales, Leg. 146, s.f.

[39] Según muestran Santiago Aragón y Rocío Sánchez para el siglo XVI, el precio medio de un esclavo era próximo a los 800 reales (ARAGÓN MATEOS, S. y SÁNCHEZ RUBIO, R.: Op. cit. p.103), mientras como hemos podido observar, en el siglo XVII ya estaba en torno a los 1200 reales.

[40]A.M.T., Protocolos notariales, Leg.93, f.189.

[41]A.M.T., Protocolos notariales, Leg.126, fs.124v-125.

[42] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.76, fs.396-397.

[43] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.95, fs.388v-389 y Leg.96, f.359.

[44] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.93, f. 232.

[45] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.172, fs.116-123.

[46] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.96, f.428.

[47] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.83, f.486.

[48] SÁNCHEZ RUBIO, R. y FERNÁNDEZ MÁRQUEZ, A.: Op.cit. pp.7-8.

[49] A.M.T., Protocolos notariales, Leg. 93, f.65.

[50] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.93, f.66.

[51]A.M.T., Protocolos notariales Leg.87, fs.394-395 .

[52] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.184, f.102.

[53] A.M.T., Protocolos notariales, Leg.150, fs.21-25.

Oct 012004
 

Luís Vicente Pelegrí Pedrosa.

Durante el primer tercio del siglo XVII, de forma paralela a los agobios de la Hacienda Pública del rey Felipe IV por las guerras del Imperio, menudearon las ventas de jurisdicciones por parte de la Corona[1]. Se trataba de la cesión del derecho de cobro de determinados impuestos, e incluso del ejercicio de la administración y de la justicia en las poblaciones afectadas. Con ello se formaron señoríos jurisdiccionales. Entre los diversos señoríos creados en Trujillo y su Tierra en esta época nos centramos en uno muy significativo: el de la Zarza, adquirido el 22 de noviembre de 1627 por don Juan Hernando Pizarro, primer marqués de la Conquista. Presentamos en esta comunicación un significativo caso más de un proceso que puede ponerse en relación con las nuevas fortunas de la aristocracia indiana en España.

Juan Hernando Pizarro era hijo de don Francisco Pizarro y Pizarro y de Francisca Sarmiento y Castro, y, por tanto, nieto del conquistador Hernando Pizarro y de la sobrina carnal de éste, doña Francisca Pizarro y, por tanto, bisnieto del gobernador, adelantado y capitán general del Perú, Francisco Pizarro. Juan Hernando heredó, tras el fallecimiento de su padre, la cuantiosa fortuna vinculada en los mayorazgos de los hermanos Pizarro, cuya dispersión evitó hábilmente Hernando mediante el matrimonio con su sobrina carnal. Este hecho se produjo en torno a 1622, momento para el cual tenemos documentada la muerte de su progenitor[2]. A pesar de que en la misma escritura de compraventa de la Zarza figura como vecino de Trujillo y alférez mayor de su concejo –cargo vinculado en el mayorazgo fundado por sus abuelos en 1578-, Juan Hernando Pizarro alternaba su residencia entre Trujillo y Madrid, donde murió en diciembre de 1645[3]. Desgraciadamente, los esfuerzos refundadores de su linaje no se vieron acompañados por el azar biológico, ya que su hija, Juan Agustina Pizarro, falleció sin descendencia y el título pasó poco después de su creación a la rama de los Orellana-Pizarro u Orellana Pizarro, sucesores de Hernando Pizarro y de Isabel de Mercado[4].

Juan Hernando Pizarro amplió el poder económico y político de los Pizarro en Trujillo mediante dos pasos más, al conseguir el título de marqués de la Conquista y el señorío jurisdiccional sobre el lugar de la Zarza. El marquesado fue el resultado de una transacción con la Corona, en 1631[5]. A cambio de renunciar a todo derecho sobre antiguas posesiones peruanas, Juan Hernando Pizarro, obtuvo una renta, que tras diversos forcejeos legales quedó fijada para sus sucesores en 9.000 pesos anuales, cobrados de las Cajas Reales de Lima.[6]

Pero este marquesado era un mero título sobre rentas americanas, sin ninguna vinculación solariega. Precisamente, creemos que ésta fue una motivación esencial, además de razones de prestigio social y afectividad familiar, para que Juan Hernando Pizarro comprara la Zarza, que permitiría así al titular del marquesado de la conquista convertirse también en señor jurisdiccional donde ya era el principal propietario[7]. Esta teoría se confirma si tenemos en cuenta que la compra se realizó en 1627, cuando aquél se encontraba presentando memoriales para acreditar los derechos reconocidos a su bisabuelo el «marqués gobernador», Francisco Pizarro[8]. Además, significativamente, desde su tatarabuelo, el coronel Gonzalo Pizarro, su familia adquirió importantes propiedades en esta población. No en vano esta población recibiría desde entonces, junto a su antigua denominación, el de Conquista.

Ofrecemos el extracto de las principales cláusulas del documento de compraventa de la jurisdicción de la Zarza, a partir del original que obra en el Archivo de la Fundación Obra Pía de los Pizarro. La operación supuso para Hernando Pizarro un desembolso de 3.200 ducados, ya que la Real Hacienda estimó que el lugar de la Zarza tenía por entonces 60 vecinos en media legua de término legal, unidad de referencia para la venta de jurisdicciones que, por entonces, se tasó en 6.400 ducados. La forma de pago no pudo ser más ventajosa, porque el futuro marqués de la Conquista pagó con uno de los títulos de juro que su abuela, doña Francisca Pizarro, había vinculado en 1578 en su mayorazgo, y que ascendía a un valor de 2.891 ducados de principal, el pago del resto, 309 ducados, se aplazaba por un año. Con ello Juan Hernando Pizarro se deshizo de un título de deuda, adquirido en su momento a la Corona, y cuyos intereses, aunque fijos, se devaluaban con la creciente inflación, mientras que con la compra de las rentas y jurisdicción de la Zarza aumentaba el poder de su linaje en la comarca de Trujillo, y obtenía un referente territorial para el título de marqués de la Conquista que obtendría pocos años después.

LA COMPRA DE LA ZARZA

«En la villa de Madrid, a veinte y dos de noviembre de mil y seiscientos y veinte y siete años, ante mi, el escribano y testigos infraescriptos, parecieron presentes el señor Bartolomé Espinosa, caballero de la Orden de Santiago, factor general de Su Majestad, de la una parte, y don Baltasar Rissel de Zúñiga, en nombre de don Juan Fernando Pizarro, vecino y alférez mayor de la ciudad de Trujillo, y en virtud de su poder, dado y atorgado en su favor en esta de Madrid, a veinte y tres días del mes de octubre de este presente año, ante Juan Ruiz de Heredia, escribano residente en ella, que originalmente queda asentado en los libros de la secretaría de la Real Hacienda. Y dijeron que, por cuanto Su Majestad, por una cédula fechada a 22 de septiembre de ese dicho año de 1627, dio poder a Bartolomé Espinosa, como su tal factor general, para que en su nombre pueda vender y pueda proseguir y continuar la venta de los 20.000 vasallos que de consentimiento en Cortes tiene Su Majestad acordado» (…)

«Que el Rey, Nuestro Señor, haya de ser servido vender y traspasar por la presente, y el dicho señor Bartolomé de Zúñiga, en su nombre, como su tal factor general, en virtud de la facultad que le tiene dado, por la dicha cédula y traspaso, perpetuamente por juro de heredad a don Juan Fernando Pizarro, el dicho lugar de la Zarza, para él y para sus herederos y sucesores, y para la persona que de ello hubiere título o causa para siempre jamás, y aunque no está hecha la tasación ni relación de los vecinos y términos que tiene el dicho lugar de la Zarza, se presupone tendrá hasta sesenta vecinos y media legua de término, y se lo vende con sus vasallos que al presente ha y tiene, y con las demás que luego se acrecentaren, en él y su término, con jurisdicción criminal, alta y baja, mero y mixto imperio, señorío, vasallajes, penas de cámara y de sangre, calumnias y escribanías si fueren anexas a la dicha jurisdicción, y con todas las demás rentas jurisdiccionales de su señorío y vasallaje, jurisdicción del dicho lugar, anejas y pertenecientes en cualquier manera, desde la hoja del monte hasta la piedra del río, desde la piedra del río hasta la hoja del monte». (…)

Por cada vasallo de los que hubiere en el dicho lugar de la Zarza haya de pagar y pague el dicho don Juan Fernando Pizarro, a razón de 6.400 ducados por legua legal de término que dicho lugar tuviere, por ser el distrito de la Chancillería de Granada, lo uno o lo otro a elección de Su Majestad o del dicho Consejo de Hacienda (…).


NOTAS:

[1] Vid. DOMINGUEZ ORTIZ, A.: Instituciones y sociedad en la España de los Austrias. Ariel, Barcelona, 1989.

[2] Para la biografía de Francisco Pizarro y Pizarro se pueden consultar las comunicaciones que nosotros mismos hemos presentado sobre él en los XXII y XIII Coloquios Históricos de Extremadura.

[3] Realizó testamento el 18 de diciembre de ese año, y fue abierto el uno de enero del siguiente. Vid. VÁZQUEZ, L.: Tirso de Molina y los Pizarro. Fundación Obra Pía de los Pizarro, 1993.

[4] MUÑOZ DE SAN PEDRO, M. (Conde de Canilleros): «La total extinguida descendencia de Francisco Pizarro». Revista de Estudios Extremeños, 1964, II, pp.467-472.

[5] Archivo Histórico Nacional. Diversos. Legajo 35, documento 21. «Minuta de Real Orden de Felipe IV al obispo de Solsona, ordenando despache a Juan Fernando Pizarro el título que le había concedido de marqués de la Conquista». 32 de diciembre de 1630.

[6] Archivo General de Indias. Sección Patronato, legajos 90 B y 91. En esta renuncia se incluía, en primer lugar, el derecho de encomienda sobre 20.000 vasallos que fue concedido al conquistador Francisco Pizarro, su antepasado.

[7] Para las propiedades de los Pizarro en la Zarza, desde las primeras inversiones de Hernando Pizarro.Vid. VARÓN GABAI, R. y A. PIETER JACOBS: «Los dueños del Perú: Negocios e inversiones de los Pizarro en el siglo XVI». Histórica, vol.XIII, nº 2, 1989.

[8] El título concedido, justo un siglo antes, a su bisabuelo carecía de asignación solariega y consistía en un título genérico de marqués sin más denominación. Las rentas y vasallos reconocidas, pero no concedidas de hecho, son el origen de los pleitos que durante tres generaciones mantuvieron los Pizarro con la Corona y que se resolvieron con la transacción de título de marqués de la Conquista. MUÑOZ DE SAN PEDRO, M. (Conde de Canilleros): Un memorial del I marqués de la Conquista. Diputación Provincial de Badajoz, 1969.

 

Oct 012004
 

Ángel Paule Rubio.

Historiador

Única contribución
Provincia de Extremadura
Respuestas generales de la villa de Villanueva de la Sierra
Copiadas por Don Marcos de Villagarcía
Sacadas las enmiendas y Foliadas.- Firmado y Rubricado

El trabajo de investigación sobre economía y población de la Tierra de la Villa de Villanueva de la Sierra según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada, nos lleva a un análisis de la situación poblacional, relacionada con el suelo y la cabaña ganadera, fuente básica del momento. El valor ocupacional humano será el complemento que nos guiará a conjuntar los valores expuestos para establecer una única contribución en la Villa nominada.

Para un mejor estudio, podríamos clasificar el documento en los siguientes apartados:

  1. Estudio Preliminar
  2. Génesis del documento
  3. Clasificación del texto
  4. El debate de la Única Contribución
  5. Transcripción, desarrollo de abreviatura, conservando su ortografía, fonética y semántica.

A. Estudio Preliminar.

Cronología: 2-10- 1753.

La DATA es el elemento más valorado del documento. Es así como el eje del aparato sobre el que se quiere montar el edificio histórico. Cuando hablamos de data nos referimos a Data cronológica: 2-10-1753. Data topográfica sería el hecho en cuestión, su ubicación: Villanueva de la Sierra. (Cáceres).

Su estudio nos lleva a conocer la Historia de nuestros pueblos de la Sierra de Gata, a través de uno de ellos. Comienzo con aquella valiosa colección de documentos ya expuestos, (Ver libro de Villanueva y su presente histórico) del mismo autor, pasando por aquellas Ordenanzas (REE, del mismo autor) que con luz propia alumbraron el S. XVI, perdidas físicamente pero de vigente actualización, reconstruidas en el S. XVIII. Ahora este documento, objeto de estudio, muy comprometido con las Ordenanzas nos sirve de eslabón para llegar al Interrogatorio remitido por la nueva Real Audiencia de la Villa de Cáceres en el año 1791, que será nuestro siguiente invitado. Con todo lo dicho podremos reconstruir el S. XVIII.

Lugar: La Villa de Villanueva de la Sierra.

B. Génesis del documento:

En su hechura participan tres personas.

La primera, el autor del interrogatorio, es D. Francisco Miguel de Sola, Juez Subdelegado de la Real Única Contribución

La segunda, el interrogado, la Villa de Villanueva de la Sierra, en la persona de D. Agustín Rodríguez, Cura Rector.

Asistentes al acto: Fernando Oliveros y Alonso Rubio, Alcaldes Ordinarios por el Estado General. Juan Francisco y Juan Canillas, Regidores. Eusebio Cortés Durán escribano de su Ayuntamiento, y un nutrido grupo de Peritos que, en la transcripción, nominaremos.

C. Clasificación del texto:

– Villa:
Su nombre ya indicado, pertenece a la Comarca de la Sierra de Gata, en la falda de la Sierra de Dios Padre. Tiene una extensión de 4.362 ha. Su término está delimitado por: N-Con término de Torrecilla de los Ángeles. S- Con Pozuelo de Zarzón. E-Con Santa Cruz de Paniagua. O- Con Hernán Pérez.

Es villa de Señorío del Conde de Encinas y paga un tributo por vecino de 14 mvs. y un saco de paja.

– Medio rural. Economía de base Agraria.

– Agricultura: Las especies de regadío son las hortalizas y frutales, sembrados en pequeños huertos, suficientes para una economía de subsistencia.

En cultivo de secano, hay viñas, las más, y olivos; en segundo lugar, plantíos de olivar, llamados toconales, que en silencio, pero con agresividad van ganando suelo al viñedo. Pastos matorrales y montes. Las tierras dedicadas al cereal, sobre pizarras paleozoicas, figuran entre las más extensas de la Sierra de Gata con 3046 fanegas. Estas tierras se reparten en hojas que se siembran cada seis años, o sea un año de cada siete. Las calidades de estas se denominan: Buena o de 1ª calidad; Mediana, o de 2ª calidad; Ínfima, o de 3ª calidad e Inútil o de calidad cero.

Parece desprenderse del texto o textos consultados, que la calidad de tierra llamada inútil, o cero, se está refiriendo a aquellas tierras «baldías» , que por estar muy lejos de la Villa, no se cultivaban. Covarrubias las define «cosa que vale poquísimo precio, inútil y desaprovechada», por tanto, al decir baldías, entendemos al conjunto de tierras de escaso precio, pero no inútiles, aunque, sí, desaprovechadas. Haciendo una visita a esas tierras «baldías», observamos que son tierras de óptima calidad, pero muy distantes del centro de la Villa y, por ello, de difícil cultivo, por la gran distancia que las separa del núcleo urbano. A estas tierras, se está refiriendo, cuando el interrogatorio realizado por la real Audiencia de Cáceres, que, preocupada por el aumento de población, se arbitren medidas para poner en cultivo y producción esas tierras. El Catastro de Ensenada, de tipo fiscal, llama improductivas aquellas tierras que no habían proporcionado ningún rendimiento dinerario, aunque no fueran ni sean improductivas. No dudamos que, efectivamente, haya tierras » baldías», improductivas, como peñascales, berrocales y pantanosas, a esas sí, las llamaríamos inútiles, pero no así, a otras, que por estar muy distantes y no necesarias, por el momento, cultivar, existían. Hoy, esas tierras , una buena parte, son altamente productivas, y sobre ellas puso la mirada la Corona, en el Decreto de 1747.

Tocante al arbolado, se destacan las encinas. Su función, además de mantener el ganado vacuno o de labor, aclaro que la roturación de las tierras estaba en función de los bueyes, por ello digo vacuno o de labor, es de proporcionar al labrador la madera para construir sus arados y demás útiles para la labranza.

Los bueyes han hecho la roturación de terrenos y labranza hasta mediados del S. XX. El descenso de la economía agrícola, según los labradores, se debía a la sustitución de los bueyes por asnos y mulos. Un dicho de los labradores de aquel momento: «Con esas yuntas rascan la barriga a la tierra»

Medidas:

Cien varas castellanas, en cuadro.

De puño: Su extensión sería la cantidad de trigo que se esparcía en la siembra, que equivalía a 12 celemines. Si la simiente fuese centeno, 8 celemines y, si fuese de cebada, 18.

El sistema de puño, que aún sigue usándose consiste en poner la semilla en un saco abierto por la boca y colgado del hombro; el labrador, con paso lento y medido, introducía la mano en el saco sacándola llena de semilla que derramaba. Así una y otra vez hasta finalizar la semilla puesta en el saco, previamente medida. Por la semilla derramada, conocía la superficie de tierra sembrada. Según apretara más o menos el puño, esparciría más o menos simiente, dependiendo del cereal que quisiera sembrar: Trigo, centeno o cebada.

Cuadro Resumen. Superficie en fanegas de tierra.

Calidad Regadío Secano Olivar Viñas Encinas Pastos Matorral
8,5 1015 274 123 150 (1) 18 376 (2)
5,5 282 71 48
3 1211 129 64

(1) Única calidad. (2) Única calidad.

Producción de las tierras sembradas de secano: Cuadro Resumen

Calidad Trigo Centeno Cebada Viñas
5 f 5 f 8 f 18 cántaros
4 5 6 14
3 4 5 10

Producción de aceite por fanega de terreno:

Calidad Olivos Tocones (A partir de 3 años)
1ª .Por f 9 cántaros 3 cántaros
7 1
5 nada

Cada cántaro hace 32 libras. Una fanega de olivar son 100 olivos

Otros productos:

Calidad Encinas Frutales
5 f. 3 cargas
2
1

Producción y precios:

Trigo Cent Ceb Aceite Vino Fruta Hortza Bell Forraje
1 fan l fan 1 fan 1 cánt 1 cánt carga carga 1 fan carga
18 rv 12 rv 10 rv 22 rv 6 rv 20 rv 16 rv 2 rv 2 rv 17m

Cada carga pesa 8 arrobas. Cada carga de forraje de tres haces, valía 2 rv y 17 mvs.

– Sobre Diezmos y Primicias:

A este apartado quisiera dedicarle una pequeña explicación, que haré en otro apartado.

– Molinos de harina y aceite:

En esta Villa había cuatro molinos de harina y seis de aceite. Sus propietarios, por lo general son coparticipes. Su finalidad era poder extraer el aceite de sus aceitunas. Observamos que la mayor participación está en manos de personas clericales, tal vez porque la propiedad era mayor que la de los labradores.

La propiedad de un molino estaba valorada en días de la semana, seis, que a 24 horas hacían una totalidad de 144 horas. El domingo, al no poder trabajar, no formaba parte del cómputo.

Un copropietario podía tener desde una hora hasta varios días, que por lo general era el tiempo necesario para poder molturar sus aceitunas. También se daba el caso de que no tuviera ninguna parte en el lagar y, sí aceitunas, entonces las llevaría al lagar y tendría que pagar, en especie, una unidad, por cada 10, en aceite.

Ubicación Estructura Arrendamiento/año/Molinos de harinas
Rio Trasgas 1 muela En especie: 4 f. de trigo y 1 de centeno
En dinero: 84 reales de vellón

Los cuatro molinos de harina están ubicados en el mismo río y su arrendamiento, tanto en especie como en dinero, es el mismo.

Ubicación Estructura Arrendamiento/año/Molinos de aceite
A. Robaldea 1 muela 15 cántaros a 22 r.v. rentan 330 r.v.
« « «
« « «
« « «
« « 10 – 220 r.v.
R. Trasgas « 10 – 220 r.v.

Esquilmo de colmena:
Una colmena se regula su renta por miel, cera y enjambre. Por colmena y año, su utilidad, es de 7 R.V. Hay 893 colmenas-corchos.

Ganado Producción
Una vaca para criar 20 r.v.
Un novillo para vender cada 4 años 36 r.v.
Un utrero para vender cada 3 años 25 r.v.
Un eral para vender cada 2 años 18 r.v.
Un añojo o becerro para vender cada 1 año 12 r.v.
Una cabra de cría y leche 2,5 r.v.
Una cabra vacía 2 r.v.
Un primal 2 r.v.
Un zegajo (ilegible) a 3 años 1 r.v. 17 mvs
Un (ilegible) a 3 años 4 r.v.
Un macho a 4 años 3 r.v.
Un potro caballar (no se menciona)
Un muleto 50 r.v.
Un asno cerril a 2 años 12 r.v.
Un cerdo para vender 15 r.v.
Un cerdo para consumo 12 r.v.
Ganado de labor

– Población y Economía:

Habitan esta Villa 154 vecinos. Entre ellos hay 33 viudas, 12 menores y 3 presbíteros. Consideran que las 154 casas; tanto las habitables, 140; como las inhabitables, no tienen carga alguna.

Los gastos ocasionados por los diferentes servicios prestados por los justicias, el escribano, las fiestas votivas, reparar las obras públicas, las veredas de Órdenes Reales y los guardas de campo, ascienden a 2945 R.V.

Tiene un censo a favor del Convento de las Batuecas de Carmelitas Descalzos, también llamado del Santo Desierto, que asciende a 150 R.V. de renta por 5000 R.V. de principal redimible, del que son hipotecas todas los Propios y efectos del Concejo.

Paga esta Villa por el Voto al Señor Santiago por cada año, 9 fanegas de trigo y 3 de centeno.

Otras cargas que anualmente paga esta Villa son los servicios ordinarios y extraordinarios, alcabalas, Cientos y Millones, por un total de 10186 R.V. y 6 mvs.

Repartidos así:

894 R.V. por Servicios Ordinarios y Extraordinarios
4350 R.V. por Alcabalas
1641 R.V. 3 mvs por Cientos
3301 R.V. por Millones.

– El Sector secundario. Niveles de renta:

Hay una Abacería de aceite, pescado y garbanzos; una Taberna y una Carnicería, que no se le conoce gravamen alguno.

Hay un Hospital, sólo, al fin de servir de Hospicio de los pobres pasajeros, que se sustenta con unos pocos olivos y tierra.

Cuatro traficantes de una sola caballería, que se le regula de utilidad al año 60 R.V. El abastecedor de vinos y taberna, se le regula 100 R.V. La abacería de garbanzo y pescado, 40 R.V.

Dos sastres y dos zapateros, se le regula por su trabajo al día 4 R.V. Al herrero del común, al cerrajero y al alfarero, se les regula por su trabajo, 2 R.V. En cuanto a los molineros, no se le regula nada, por ir incorporado su trabajo a la utilidad del molino.

– El sector primario:

Trabajadores Regulación/día Regulación/año
38 4 R.v.
14 hijos de labra. May de 18 años 3 «
7 hijos de viuda 3 «
35 Jornaleros 3 «
1 Pastor de vacuno del Concejo 400 rv
1 Pastor de cerda del Concejo 400 «
1 Guarda del Concejo 472 «

D. El debate de la Única Contribución:

Llamamos Única Contribución al impuesto que se pretendió implantar en los territorios de la Corona de Castilla a mediados del s. XVIII para sustituir a un conjunto de impuestos que recibían el nombre de «Rentas Provinciales»

Se consideró elaborar un documento donde quedara reflejada la información y tendría por final el «Catastro de Ensenada» Real Decreto 10/10/1749 y, se realizo en seis años, 1750/1756.

El Diccionario de la Real Academia define el Catastro como. «Censo oficial estadístico de la riqueza urbana y rústica de un país»

Se terminó con la elaboración de una completísima tabla de información de tipo estadístico llamados «Estados Generales» con la finalidad de implantar un tributo «Única Contribución o Catastro». La dirección la llevó el Marqués de la Ensenada, Secretario de Estado y del Despacho de Hacienda, que lo fue, entre el año 1743/1754 con Felipe V y en una segunda etapa, 1746/1759 bajo el reinado de Fernando VI.

El Catastro de Ensenada fracasó en la implantación de la reforma fiscal que pretendía, sin embargo, nos legó una valiosísima documentación que constituye, sin duda, la base para realizar cualquier estudio de la Corona de Castilla durante el Antiguo Régimen.

En el momento de empezar su confección, existían cuatro sujetos beneficiarios de las exacciones fiscales: La Real Hacienda, la Iglesia, los Pueblos y los Señoríos.

1- Rentas Provinciales:

    • Martiniega: Se supone la contribución más arcaica. Se pagaba el día de San Martín y cuyo carácter fiscal, podría ponerse en duda, si lo consideramos como un canon exigido con ocasión del asentamiento del campesino en tierras incultas en el momento de establecerse en ellas. Carga Argüelles estima el rendimiento de esta obligación en 12 mvs/año y lo pagan 19 provincias, llegando a un total, en tiempos de Felipe IV a 2.000.000 de R.V., lo que implica unos 6.000.000 de tributarios.
    • Alcabalas: Es la renta más antigua. Estaba fijada, en principio, en un 5%, llegando al 10%. Se cobraba a través de arrendadores. No pagaban alcabalas los eclesiásticos, los empleados de la Casa Real que explotaban directamente sus tierras. Carniceros, regatón de pescados, boticarios, si todos estos pertenecían a la Casa Real. Los reyes Católicos eximían del pago por venta de libros, mulas y aves de caza.
    • Alcabalas del Viento: La pagaban los comerciantes forasteros que acudían a las ferias.
    • Alcabalas de Heredades: Recaían sobre gremios, casas, ganados y tierras.
    • Impuesto de Millones: Es un servicio pecuniario prestado voluntariamente por el Reino al Monarca para subvenir a necesidades extraordinarias. En el año 1590, el Reino, reunido en Cortes, votó una cuantía de 8 millones de ducados en un período de 6 años, estableciendo para ello una Sala, denominada de Millones. Para su cobro se prefirió «sisar» antes que acrecentar precios. El vino, básico para la recaudación de servicios, debía de sisarse en la octava y la reoctava, es decir, en 1/8 del total, primero y en 1/8 de los 7/8 después, o sea 1/8 más 1/56 de la unidad, generalmente, la cántara. El aceite también se hacía a la sisa de la octava. La tela se sisaba en la ½ de la dozava, es decir 1/24.
    • Cientos o uno por ciento:
      Consistía en aumentar el tipo teórico de la alcabala hasta llegar al 4%. En 1642 se pretendió gravar con un 5% de alcabala, pagadera por el dueño de todos los arrendamientos de casas, heredades, dehesas, cortijos, bodegas, olivares, molinos y aceñas.
      Este impuesto era propuesto por las Cortes y sancionado por el Rey, para cubrir servicios concretos y limitados.
    • Servicio Ordinario y extraordinario:
      Este impuesto se repartía entre los vecinos del estado general. Eclesiásticos y nobles, quedaban exentos. Gravitaba sobre las tierras del mismo estado. Llegó a alcanzar la cifra de 300 millones de mvs anuales. Llegando a pagar desde 2 R.V por vecino hasta 5 R.V.
      Estos impuestos eran una concesión financiera que las Cortes realizaban en nombre del Rey y convocadas por el mismo Rey para solicitarlo o, en caso de estar finalizando en el tiempo este impuesto, votar otro. El impuesto extraordinario se fijó en 150 millones de mvs.
    • Servicio de lanzas:
      Pasó este impuesto de prestación personal militar a contribución pecuniaria. P. ej. El Marqués de Villaviciosa pagó 107400 mvs.
    • Rentas Generales de Aduanas:
      Cuyo producto consiste en derechos que se cobran a la entrada del Reino, Ciudad o Villa. Eran varios: El almojarifazgo, los diezmos del mar, la renta de la lana. El almojarifazgo se aplicaba en el puerto de Sevilla.
    • Los estancos:
      La Corona creó monopolios de producción y venta de determinadas mercancías.
      Eran tres: De la Sal, del Tabaco y del Papel sellado. Ensenada escribe al Rey y le dice: «Las rentas de tabacos y generales de aduanas son las más pingües de la Monarquía y piden toda atención de V.M.
      Para conocer su importancia, daremos una sola cifra, la de la sal, cuyo arrendamiento se sitúa en torno a 100 millones de mvs
    • Moneda forera:
      Procede de un servicio con el que contribuyeron las Cortes Medievales a cambio de limitar la facultad de la Corona para acuñar moneda o a «quebrar moneda», esto es, acuñar otra de ley más baja. El valor del arriendo de este impuesto oscilaba entre 7,5- 15 millones de mvs.
    • Tributos pagados a otras instancias fiscales:
      Las Haciendas municipales, al no recibir fondo alguno de la Corona, debían hacer frente a las necesidades colectivas mediante sus propios recursos, que provenían de la percepción de determinados tributos concedidos por facultad real en Cartas Pueblas y Ordenanzas.
    • Encabezamiento:
      Era un impuesto total que comprendía varios: Alcabalas, tabernas, carnicerías, tercias, almotacén, bienes raíces, repartimientos de vecinos.
    • Tercias Reales:
      Los 2/9 de los diezmos que cobraba la Iglesia pasaban al Rey
    • Juros: Podríamos considerarlo como la primera versión de la Deuda Pública en Castilla. Había tres juros.
      1. Juros Perpetuos.
      2. Vitalicios.
      3. Juros al quitar.

Se concedían al titular el derecho a recibir sus intereses sobre una contribución y un lugar determinado.

  • Sisas:
    De este impuesto hemos hablado en el apartado del impuesto de Millones. Aclaramos que la sisa era más amplia.
    Con la finalidad de no aumentar el precio del vino o del aceite u otras mercancías, se utilizaban medidas de capacidad del mismo nombre pero inferiores en 1/8, quedando el precio inalterado. A partir de este momento había dos juegos de medidas. Este sistema fue un fracaso.

Contribuciones de la Iglesia:

  • Voto de Santiago: Tres celemines de la mejor semilla por un par de bueyes de labor que el labrador tuviere y, si el labrador tiene más pares, 1/2 fanega.
  • Limosna de pie de altar. Por servicio religioso prestado.
  • Diezmos: La administración eclesial dividía la diócesis en tazmias, denominación que corresponde con el de parroquia. A efectos de percepción de los diezmos, cada tazmia cobraba los suyos. El diezmo equivalía a pagar la décima parte de las producciones que se repartían de la siguiente manera:
    La Dignidad episcopal de Coria, recibía los 8/9 del diezmo, siendo el 1/9 restante para la Fábrica Parroquial.
  • Primicias: Rememoración de la donación bíblica. Es beneficiario el clero local y corresponde pagarlo cada cosechero de cada grano que sembrase y, ello, aunque la cosecha fuese corta e incluso nula. El que llegaba a coger doce arrobas de vino, pagaba una y si cogía más no pagaba. Igual ocurría con la primicia del pan.
    He de hacer notar que en cuanto a primicias, no hubo uniformidad en todas las diócesis, oscilaba entre ocho y doce.
    Se repartían entre el Cura Rector que se llevaba los 2/3 y el 1/3 restante para el Sacristán.
    La recaudación de las primicias, las hacía el mampostero o el cillero, según el caso. Las primicias del vino, se hacía en las lagaretas y la primicia del pan, se cobraba en las eras.

Todo lo recopilado sobre impuestos fiscales dio lugar a vicios, desigualdades, abusos y un empobrecimiento de los pecheros que, muchas veces, tenían que acudir a préstamos para poder pagar a la Hacienda Regia. Los estudiosos del tema de arbitrios del S. XVII-XVIII, escritores, teólogos, predicadores, elaboraron discursos que testimonian el mal sistema fiscal. Por otra parte, el abusivo número de impuestos que, se solapaban con otros, dio como final un aumento ilegal del impuesto.

Una ley del Reino en 1725 dice: «Siendo el común fomento de los pueblos los excesos y violaciones de los jueces, audiencias y executores, a cuyo cargo está la Cobranza de Réditos Reales…» Se extiende el texto para decir que el sistema tributario era malo, unas veces, por los excesivos impuestos y otras, por el abuso y la mala distribución que los arrendadores de impuestos hacían.

Estos «Siendos» que, son varios, lleva a Felipe V a elaborar una Instrucción que dice: «Para repartir y cobrar las Contribuciones Reales sin vexaciones de los pueblos» Las demasías y violencias con que suelen los interesados aniquilar los pueblos mediante los extraordinarios excesivos encabezamientos a que les obligan, reglándolos a medida de su ambición y no de la posibilidad de los contribuyentes » Pág 59

Por ello intenta elaborar un proyecto sobre la reducción de las Rentas Provinciales a una Sola Contribución» Pág 60

59.Novisima Recopilación, Ley XV, título XXII, Libro VI

60.Biblioteca Nal. Manuscrito 1326-13006

Se arbitraron medidas para evitar este descontento, pero la mayor parte siguió recayendo sobre pobres y libres. Después de un largo debate, donde intervinieron elocuentes oradores que no les satisfacía el modelo, Ensenada pasó a plantear como había que proceder para determinar la riqueza de cada contribuyente.

Dos caminos:

  1. Amillaramiento basado en las declaraciones de los justicias de cada pueblo acerca de los bienes y derechos que poseía cada uno de los sujetos a contribuir.
  2. Basarse en las averiguaciones recogidas directamente por la Administración (Catastro)

Ensenada opta por Catastro. El primer logro lo alcanzó Fernando VI en 1746. «Deseando aliviar a sus vasallos de tan imponderable sujeción, con beneficio en la parte que, sin llegar a Erario, enriquece a los recaudadores y se quede en manos de ministros y dependientes». Fernando VI mandó que a costa de su Real Hacienda se hiciese el experimento en Guadalajara y fuera dirigido por Bartolomé Sánchez de Valencia. (Archivo H. Del Ministerio de Hacienda, tomo XVI, folio 169)

Fue el 10/10/ 1749 cuando Fernando VI firmó el R.D. titulado «Proyecto de Única Contribución»

La sola contribución, llamada Real, Catastro o Capitación tiene por fin que pague cada vasallo a proporción de lo que tiene, siendo fiscal uno de otro para que no se haga injusticia, ni gracia, que V.M. logre en ella igual renta que en las que se suprimen. La obra de Catastrar las Castillas no es ni breve ni fácil, pero no imposible ni costosa al público. Se trabajó duro y con intensidad. La idea era buena, pero no se lograría, aunque, eso sí, se pusieron los cimientos para conocer la realidad económica, la social, las instituciones, el funcionamiento, la desigualdad, las familias, las injustas tributaciones, el llanto y el dolor, el paisaje, la industria, el comercio, en fin todo el ensamblaje por donde discurre la vida de nuestros pueblos y de nuestras gentes.

Los pueblos, para su normal funcionamiento, también tenían sus exacciones fiscales, como asimismo los Señoríos, dueños de las tierras.


Apéndice Documental.

Junta General para ebaquar el Interrogatorio dela letra A.

«En la Villa de Villanueva dela Sierra a dos Días del mes de octubre de mill setecientos Cinquenta y tres, anteel S, Ministro el Señor Don Francisco Miguel de Sola Juez subdelegado de la Real Única Contribución en el Departamento desta dicha Villa estando en las casas de la Audiencia con asistencia de Don Agustín Rodríguez Cura rector della, parecieron fernando, Oliberos y Alonso Rubio Alcaldes ordinarios por el Estado General, Juan Francisco y Juan Canillas Rexidores y eusebio Corttes Duran escribano de su Ayuntamiento, Cristóbal Sánchez, Ignacio del Castillo, Juan Duran digo: Roman el mayor Francisco Duran, Alonso Roman, Alonso Bentturo, Juan Mateos Blanco y Juan Bentturo, todos peritos, nombrados que han sido para el Marques del Campo y a exzepzion de dicho Cura Rector se le recibio Juramento por Dios Jesucristo Señor y a una Señal de Cruz en forma de(ilegible) y la hizieron y Celebraron y prometieron verdad en loque supieren y les fuere preguntado y siéndolo en asumptto por el Tenor del Interrogatorio de la Letra (A) Dijeron lo siguiente.

1ªAla primera pregunta del Interrogatorio Dijeron se llama esta Población la Villa de Villanueva de la Sierra de la Provincia de extremadura y responden-

2ª Ala segunda Dijeron que esta Villa es propia del Señorio del Conde de enzinas por Cuya Razon paga de tributo cada vecino Cattorze maravedis de vellon y un saco de Paja-

3ª Ala Terzera Dijeron que el Territorio que ocupa el Termino desta Villa de Levante a Poniente Legua y media poco más o menos y de Sur a Norte una Legua y de Circunferencia ttres leguas todas Castellanas que puede andarse enocho horas Confrontan a Levante con Termino dela Villa de Santa Cruz de Pan y Agua al Poniente con eldela de Hernan Perez: al Norte el dela de Torrecilla y al Sur con el del Lugar del Pozuelo que su figura es la misma del Margen –

4ª.Ala quartta Dijeron que eneste Termino se hallan las espezies de Regadio y de secano las de Regadio sirven para hortalizas y futales y las de secano para Sembradura: Viñas, olivos, y Demas Plantios y en algunas de ellas se hallan, Pastos Matorrales, y Montes, y que las de regadio producen y fructifican anualmente, y las de Secano (ilegible), Viñas, Olivos enzinas y Pastos, y no producen mas que una Cosecha al año las Referidas y en lo que Toca asimismo a otras de secano de sembradura de Granos, estas producen con intermedio de seis años de modo que es un año de siette-

5ª.Ala quintta Dijeron que en las dichas Tierras expresadas, y sus espezies, se hallan en todas ellas las Calidades de Buena Mediana é Infima, que Corresponden a primera, segunda, terzera, y Alguna Inútil-

6ª.Ala sexta Dijeron que en las referidas Tierras Solo se hallan, en quanto a Arboles los expresados que llevan Declarados unicamente de fruttales, olibos , enzinas, y Parras y no otros-

7ª.Ala Séptima Dijeron que en la Dichas Tierras de Secano se hallan los Plantios referidos en todas ttres calidades excepto en las de regadio solo fruttales-

8ª.Ala octava Dijeron que los dicho Planttios se hallan extendidos y algunos salpicados en Todala Tierra del Termino sin Guardar lineas ni orden-

9ª.Ala Novena Dijeron que las medidas de que se usa eneste Termino de tierra son cada una de Zien Varas Castellanas en quadro y no se usa deotras en esta Población que las de Puño y cada una lo regular que se Siembre son Doze Zelemines de Trigo, de Centeno ocho Zelemines y de Zevada Diez y Ocho Zelemines-

10ª Ala Décima Dijeron que el numero de medidas de Tierra que les pareze habra en este Termino quattro mill, y trescientas fanegas en esta forma: Delas de Regadio, ocho fanegas y media, de primera calidad, Cinco fanegas y media de segunda y tres fanegas de Terzera: delas Tierras Labrantías de Secano de Primera Calidad Mill y Quinze, de Segunda mill Doscientas ochenta y Dos: y de Terzera mill Doscientas y onze enel de Plantios de olivos Doscientas Sesenta y quattro de Primera Calidad Sesenta y una fanegas de segunda Ciento y veinte y nueve y de terzera Quarentta fanegas en las de Viñas Ciento veinte y tres de Primera calidad quarentta y ocho: de segunda Sesenta y quattro: y de Terzera once fanegas . en las enzinas y Pastos Cientto y Cinquentta de su Unica o primera Calidad y en la de Pastos Diez y ocho de Primera Calidad y de Matorrales e Inútil por Naturaleza Trescientas Setenta y seis fanegas-

11ª.Ala undécima Dijeron que unicamente los Frutos que se cojen en este Termino son Trigo, Centeno, Azeyte, Vino, y bellota, y una corta produzion de hortalizas y frutas-

12ª.Ala Duodécima Dijeron que lo regular con una ordinaria Cultura, que da de fruto Cada fanega de Tierra de Sembradura de Secano de primera Calidad es Cinco fanegas de Trigo y ottras tanttas de centeno y de cebada ocho fanegas enlas de Segunda cada una produze quattro fanega de Trigo y de Centeno lo mismo: y de Zevada seis fanegas: y en la de Tercera Calidad Cada una produze, y puede dar de fruto tres fanegas de Trigo, quattro de Centeno y de Zevada Cinco. Sin embargo que en las dichas Tierras no hay uso de sembrarse Zevada, ni Centeno en las de Primera por no ser Aproposito para ello: De las de Regadio Cada una de Primera Calidad produze, y Da fruto atendiendo que el terreno no es Apto para ello y que solo sirve para el Uso y Consumo desus Interesados sin Trato ni Comerzio ocho Cargas de Hortaliza de Todo Genero de Legumbres: las de Segunda Cada una seis Cargas: las de Terzera cadauna quattro Cargas: Las de Viñas atendiendo alo endeble del Terreno Cada una de Primera Calidad produze y dando fruto Diez y ocho Cantaras de Vino = Delas de Segunda Calidad cada una Catorce Cantaras de Vino, y de las de terzera calidad Diez Canttaras de Vino-

13ª.Ala Décima Terzia Dijeron que cadafanegaPoblada de olivos, la de Primera Calidad produze y da fruto y se le regula de fruto Nueve Cantaras de Azeyte: la fanega de Segunda Calidad sele regula de frutto Siete Canttaras: y la de Terzera Cada una Cinco Canttaras Componiéndose cada Cantara detreintta y dos Libras: Los que llaman Tocones que es Plantio Nuevo de Olivos que han pasado y cumplido tres años: Cada fanega Poblada de ellos deprimera Calidad ttres Canttaras de Aceituna Los de Segunda Calidad cada fanega Dos Canttaras y los de Terzera Calidad cada fanega una Canttara y delos que se llaman Plantones que no han llegado a Tres años no se les haze regulación.Alguna por no haver Llegado a dar fruto. Cada fanega Poblada de enzinas de su Unica Calidad produze y sele regula en Zinco fanegas de Bellota: Cada fanega Poblada de Arboles fruttales de Primera Calidad Produze tres Cargas: Cada fanega de Segunda dos Cargas: y Cada fanega de Terzera una Carga; Considerando ser de Poca Utilidad Según el Terreno en que se hallan, y que en quantto a las enzinas no tiene Uso de entresacarlas no cortar Leña Alguna deellas por necesitarlo para el Abrigo de Ganado de la Lavor por que la Leña de que usan es de Monte bajo y Zepas que arrancan en Benefizio de sus Lavores, y que en cunatto a olivos y fruttales Dispersos se regula por ocho pies un zelemin-

14ª.Ala Décima quartta Dijeron que cada fanega de trigo regulan Diez y ocho Reales de Vellon. Cada fanega de Centeno Doze: Cada fanega de Zevada Dies Reales de Vellon: Cada Canttara de Azeitte que es de treinta y dos Libras en veinttey dos Reales de Vellon Cada Cantara de Vino que es de treinta y dos quarttillos en seis Reales de Vellon Cada Carga de fruta de ocho arrobas en veinte y quatro Reales de Vellon por tres reales Cada arroba: Cada Carga de Hortalizas regulada por ocho arrobas Diez y seis Reales a dos Reales cada arroba.Cada fanega de Bellota dos Reales de Vellon Cada Carga de forraje de doze que da y produze cada fanega y cada Carga de ttres hazes dos Reales de Vellon y Diez y Siete maravedises Cada fanega de pasttos que estos son de sau Unica Calidad ttres Reales de Vellon de los que resultan enttre Valles y ojas por no haver Dehesa Boyal privativa no Particular alguna en el Termino desta Villa-

15ª.Ala Décima quinta Dijeron que los derechos que se hallan cargado sobre las Tierra y frutos de este Termino es el de Diezmo, Primicia y Boto del Señor Santiago: el Diezmo se Paga y Pertenece a la Dignidad episcopal dela Ciudad de Coria ocho novenos y el otro noveno a la fabrica dela Parroquial desta Villa: La primicia Corresponde y se paga al Cura Rector della dos Terzeras partes y la otra Terzera Partte asu Sacristán Mayor y esta se Causa unicamente de Trigo, Centeno, y Zevada llegando a Doze fanegas una y de vino, llegando a Doze Canttaras una y en lo que toca al Diezmo paga una fanega de Diez y lo mismo en las Demas espezies y el Botto del Señor Santiago se paga a su Santa Iglesia llegando a Doze fanegas de Trigo, Zevada, y centeno, dela mejor Semilla destas media fanega y que los Cojedores y Arrendadores desta Renta son Vecinos dela Villa de Casa Tejada e ignoran sus Nombres Cuyos Derechos son los que uicamente se hallan Cargados Sobre las dichas Tierras frutos y demas espezies-

16ª.Ala Décima Sexta Dijeron que la Cantidad a que suelen Montar y Arrendar los Diezmos de Pan y Menudo en que se comprenden todos Generos de Ganado unos años con otros es lo regular Nueve mill y quinientos Reales de Vellon Cada año, y la Primicia Cada año a veinte y Cinco fanegas de Trigo y quinze de Centeno y Cinquentta Canttaras de Vino y que estas primicias las Reciven sin arriendos en la misma sus Interesados siendo lo Regular que se Coje delos referidos frutos de Trigo por Razon de Diezmo en cada un año Reducido por unquinquenio Cien fanegas; de Centeno Cinquenta fanegas; de Ganados, Chibos Diez poco mas o menos de Bacuno medio Becerro yde Zerda uno y de Miel y Zera, de Miel ttres Canttaras y de Zera Nueve libras.Cuyos frutos son de los que unicamente (Como de Azeitte Doscientas Cantaras, y de Vino Doscientas y Cinquenta) se pagan los Referidos Diezmos y Primicias y la Cantidad que ba expresada, es a lo que llegan y montan-

17ª Ala Décima Séptima Dijeron que Dentro deste Termino solo se hallan quattro Molinos Harineros: el uno Propio de Miguel Duran: Andres Simon = y de Ana Domínguez como Madre Tutora y Curadora desus Hijos Menores y Herederos de Juan Galindo su padre por parttes Iguales: es de una muela y se halla situado en el Rio Trasgas y Muele con Agua Corriente enlas Abenidas del Inbierno en Cuya attenzion en suarrendamiento y Regulación alaño es loque vale quattro fanegas de Trigo y una de Centeno que según sus valores es a Dinero ochenta y quattro Reales: otro en el mismo Rio de una Muela Propio de Juan Gutierrez y su regulación de arrendamiento al año vale:ochenta y quattro Reales de Vellon: otro en la misma rivera de una Muela propio de Francisco Parra y Francisco Izquierdo Rubio por mitad, y su arrendamento el mismo de ochenta y quattro Reales al año: y otro en la misma Rivera de una Muela Propio de Alejandro Sánchez y Juan Sánchez vecino de la Villa de Hernan Perez por mitad y su arrendamento al año: otros ochenta y quatro Reales de Vellon y asimismo seis Molinos de Azeitte el uno propio de Juan Rodríguez de Prada este con tres dia y medio de seis dela semana de Pedro Sánchez menor este con dia y medio, y de Andres Rico, este con un dia Cumplimiento adicha semana a Cuyo Respectto y atenzion son las Partes Legittimas que Cada Interesado Tiene en dicho Molino que se halla situado en el arroyo dela Robaldea con una Muela o Caldera al qual se le regula anualmente su producto en quinze Cantaras de Azeitte que a veinte ydos reales importa trescientos y Treintta Reales de Vellon,según la regulación que lleva cada cantara: otro propio de Cristóbal Sánchez:Catalina Gasco: Don Leon de Oliveros Presbitero: Don Fernando de Oliveros Presbitero, y Don Narciso Sánchez Clerigo de Menores , y las Parttes que a cada uno pertenece son en esta forma un dia de la Semana el dicho Cristóbal Sánchez dos Dias la dicha Catalina Gasco: un dia Don Leon de Oliveros por la Capellania que posehe de las que fundo Don Francisco de Oliveros: Otro dia el dicho Don Fernando de Oliveros por Razon desu Patrimonio y otro dia el dicho Don Narciso Sánchez tambien por su Patrimonio y el dicho Molino esta Situado en dicho arroyo dela Robaldea y es de una Muela, y su Renta vale y sele regula al año en quinze Canttaras de Azeytte que al valor que cada una lleba Regulado de Veinte y dos Reales de Vellon Montan, trescientos y Treintta reales de Vellon: otro en dicho sittio y arroyo de una Muela de Don Pedro Canillas Presbitero en Santa Cruz: Don Francisco Miguel Presbitero: Don Joseph Rico Presbitero :Miguel Izquiero y Francisco Gordo menor de Narciso Gordo,que la partte que a cada uno Interesado es en la forma siguiente: al dicho Don Pedro Canillas le pertenece dos dias de seis de la semana por razon de la Capellania que este mis o fundo en la Villa de Santa Cruz: al dicho Don Francisco Miguel pertenece un dia de la semana por razon de Patrimonio al dicho Don Joseph Rico pertenece un dia de la Semana por Razon de la Capellania que en esta Villa fundo Fausto Lopez y al dicho Miguel Izquierdo le pertenece otro dia de la Semana y al dicho Francisco Gordo pertenece otro dia de la Semana y su rentta de todo esta Regulación y vale anualmente quinze Canttaras de Azeitte que al precio de veinte y dos Reales de Vellon que va regulada Cada una montan trescientos y treinta Reales: otro en el mismo arroyo Dela Robaldea de una Muela Propio de el dicho Don Francisco Miguel Presbitero Phelipe del Castillo: JuanValenzia y Pedro Sánchez Menor por Iguales parttes y su Regulación la misma de quinze Canttaras que al Prezio Regulado valen trescientos y Treinta Reales: otro en dicha arroyo de la Robaldea de una Muela propio de Don Joseph Rico Presbitero porsu Patrimonio, de Juan Gasco y Miguel Duran por iguales parttes y su Regulación de la Renta que anualmente vale Diez Cantaras de Azeite que al dicho Prezio que ba regulado cada una Montan Doscientos y Veinte Relaes y otro al sitio dela Rivera del Arroyode Trasgras propio de Don Agustín Rodríguez Presbitero y Cura Rector en esta Villa por su Patrimonio y de Don Juan Calbo Presbitero en Hernan Perez por la misma razon por parttes iguales , es de una Muela y su Renta anualmente vale y se Regula en Diez Canttaras de Azeite que cada un según el prezio que ba regulada montan Doscientos y Veinte Reales de Vellon-

18ª.Ala Décima octava Dijeron no hay ni bienen a este Termino Ganado alguno delos que contiene la pregunta y que el esquilmo de Cada una Colmena anualmente se le Regula por Miel y Zera y enjambre en Siette Reales de Vellon-

19ª.Ala Decima nona Dijeron que el Numero de colmenas que hay en el Termino desta Villa es de ochocientas noventa y tres, y son las mismas que tienen reconocidas y Pertenecen a Diferente vecinos y forasteros acuias Relaciones y reconocimiento se Remitten-

20ªAla Vigésima Dijeron que las espezies de ganado que hay en esta Villa y su termino es una corta porzion de Ganado Bacuno, cabrio, Caballar, y asnal, y de Zerda y no hai Cavaña alguna ni Piaras, Yeguales, ni Mulares, que pasten en este Termino ni que sean desta Villa y solo si hai aquellos precisos para el uso de sus Labradores y Consumos, y mui pocos para criar y vender, siendo la regulación Cada Baca para Criar veinte Reales al año Cada Baca para vender Tereinta Reales de Vellon y cada novillo para vender siendo de quattro años trreinta y seis Reales de Vellon Cada utrero que se entiende de tres años veinte y Cinco Reales: Cada heral que se entiende de dos años diez y ocho Reales y Cada añojo o Becerro este se entiende de una año en Doze Reales: Cada Cabra de Cria y Leche se Regula en dos Reales y Medio, Cada Cabra Bazia dos Reales,Cada Zegajo un Real y Diez y Siete maravedis de vellon: Cada Primal dos Reales: Cada (andosco) que ba a ttres años quattro Reales y Cada Macho queba a quattro años o cumplidos tres seis Reales de Vellon Potros Caballares no se haze mencion por no haverlos ni yeguas ni tienen ttratto deello:Cada Muletto si huviese alguno regulande ProductoCinquenta Reales. Cada Caveza Asnal cerril que no ha pasado de dos años doze Reales:Cada Caveza de Zerda para vender quinze Reales y para su Consumo Doze Reales y se notta quue al Ganado que sirbe para Lavor Bacuno, o Caballar no se le regula preoducto alguno por hir embebida su Utilidad en la que da La Lavor-

21ª.Ala Vigésima prima Dijeron que el Numero de vecinos deque se compone este Pueblo es de Cientto y Cinquenta y quattro vecinos poco mas o Menos en que se Incluyen treintta y ttres Viudas, Doze Menores, tres Presbiteros conel Cura Rector y que no hay en este Termino Casas de Campo ni Alquerías-

22ª.Ala Vigésima segunda Dijeron que el Numero de Casas que les pareze habra eneste Pueblo es de Cientto y Cinquentta y quattro poco mas o menos y para ellas se Remiten a las que Consten de su Marqueo y de estas por inhabitables Catorce y por arruinadas no conocen que haia alguna y que por Razon del establecimiento del Suelo no pagan Derecho ni Carga alguna-

23ªAla Vigésima terzia Dijeron que no tienen mas Propios (ilegible) el Conzejo desta Villa que las que Resultan de la Relación que tiene que Constan del Testimonio que para su Justificación se presentase a que se Remitten y que no tiene Dehesa ni ejido algunos-

24ª.Ala Vigésima quartta Dijeron que el Comun desta Villa no Disfruta ni Tiene arbitrios, ni otra Cosa semejante a esto Perteneciente-

24ª.Ala Vigésima quintta Dijeron es lo Regular que este Conzejo Paga por sus Gastos anuales: de salarios del Justicia Escribano Fiestas Votibas Repaso de obras Publicas fuenttesempedradas veredas de Ordenes Reales Guardas de Campo y otras que por Menor se Contendrán en la RelazionAuttenttica testimoniales prezisas desu Cargo Dos mill novecientos Quarentay Cinco Reales poco mas o menos a que se Remitten-

26ªAla Vigésima sexta Dijeron que unicamente la Carga de Zenso que este Concejo tiene es de Ziento y Cinquentta Reales de Vellon de Réditos por Cinco mill Reales de Vellon de Principal redimible a favor del Convento de Battuecas de Carmelitas Descalzo que llaman el Santo Desierto y que el Motibo porque se impuso le ignoran como el que se halle Impuesto con facultad Real o sin ella por lo Inmemorial de su Imposición del que son Hipoteca todos los propios Rentas y efectos deste Conzejo-

27ªAla vigésima séptima Dijeron que esta Villa y su Comun paga anualmente y esta Gravada con la Carga de servizio Real ordinario y extraordinario, Alcabalas, Cintos y Millones, y de todo ello Paga Diez mill Ciento y ochenta y seis reales y seis maravedis de vellon en esta forma ochocientos noventta y quattro Reales y ttres maravedis por el Servizio Real ordinario y extraordinario: Quattro mill y trescientos y Cinquenta Reales por Alcavales: Mill seiscientos quarentta y uno y ttres maravedis por Cientos y ttres mill Trescientos y uno por Millones y fiel medidor que es Todo lo que Resulta del encabezamiento con la partte de Su Majestad y estose repartte enttre sus vecinos a proporción de sus Haziendas Utilidades y Consumo-

28ª.Ala Vigésima octava Dijeron que no hay enajenaciones algunas en esta Villa de los efectos que Contiene la pregunta-

29ª.Ala Vigésima novena Dijeron que unicamente hay en esta Villa delo que contiene la Pregunta, una Taberna, una Carnecería y una Abacería de Azeite Pescado y Garbanzos y no otra Cosa, sin producto alguno-

30ª.Ala Trigésima Dijeron que unicamente hay enesta Villa un Hospital de Vivienda Vaja estrecha, Reducida sola al fin del Hospicio de los Pobres Pasageros y que las Rentas deque se Conserba y Manttiene son Cortas y Proviene de una Tierra de Nuebe Zelemines poco mas o menos: Poblada deolivos en este termino y de Treintta fanegas de Sembradura y Lavor, y las que sobran se Convierten en Limosnas a los Pobres vecinos y de afuera, todo ala Dirección del Señor Obispo dela Ciudad de Coria y de su Administrador en su nombre el Cura rector desta Villa-

31ª.Ala Trigésima prima Dijeron, no hai Cosa alguna en esta Villa delo que contiene la Pregunta-

32ª.Ala Trigésima secunda Dijeron que no hai en esta Villa delos oficios y empleos que contiene la Pregunta mas que un escribano que es el desu Ayuntamiento y un Cirujano consu Aprendiz, y quattro Trajinantes deuna Caballería mayor y al dicho escribano se le regula anualmente por razon desuempleo, ochocientos Reales de Vellon al Cirujano se le regula asimismo al año por razon del Servizio mill y Cien Reales de Vellon y por lo que toca al Aprendiz este se halla manttenido a expensas de su Padre, sin que dello ttenga utilidad alguna quele de el dicho Cirujano pues solo le asiste con el fin de Practicar y a cada uno de los dichos Trajinantes se regula de Utilidad a el año sesenta Reales de Vellon a el Abastecedor de Vino y Tabernero Cien Reales al año al de Azeitte, y Pescado que esta en un mismo Sujeto atendiendo al poco consumo que hai en esta Villa de estas espezies por Tener Cada uno desus vecinos las Cosechas de Vino y Azeite considerando vajo de la dicha regulación delos dichos (ilegible) a el Abastecedor de Carnecería atendiendo asimismo al poco Consumo del Pueblo por su Miseria y Proveerse sus vecinos dela de tocino de queusan delas cavezas desu Cosecha se le Regula al año quarentta reales de Vellon de utilidad-

33ª.Ala Trigésima terzera Dijeron que hay en esta Villa dos Sastres que ejerzen: Dos Zapateros que usan de Nuevo y de Viejo un Herrero del Comun y un Zerrajero, un alpharero: ttres Molineros y aunque hai asimismo quatrro Tejedores estos no Trabajan los dos por ser Mayores desesenta años. El otro por enfermo habitualmente y el otro ha zesado y se ha reducido a jornalero se le regula a Cadauno de los dichos dos Sastres por su Trabajo al dia quattro Reales, al Zapatero asimismo al dia quattro Reales, al Herrero del Comun, dos Reales al dia, al Zerrajero al dia dos Reales de Vellon, a los Molineros no se les Regula Cosa alguna por hir embebida su utilidad enla que da de si el Molino, y es todo lo que Resulta Señores la dicha pregunta-

34ª.Ala Trigésima quartta Dijeron que no hay en esta Villa Cosa alguna delo que refiere la Pregunta-

35ª.Ala Trigésima quintta Dijeron hay en esta Villa Treinta y ocho Labradores, Treintta y cinco Jornaleros pocomas o menos, Siette hijos Mayores de Diez y ocho años hijos de Viuda, Catorce hijos de Labradores para el servizio dela Labor Mayores asimismo de Diez y ocho años y regulan por su Trabajo al dia a Cada uno delos Dichos Labradores quattro Reales de Vellon a cada Jornalero asimismo regulan por su Trabajo al dia tres Reales y los mismo a los hijos de Viudas y Labradores que han exzedido de la edad de Diez y ocho años en Cuia Regulación tambien se Incluyen los Criados de estos: hay asimismo un Pastor del Ganado Bacuno de la vez del Conzejo, se regula a este al año quattrozientos Reales: hay otro del Ganado de Zerda que al año se el Regula asimismo Quattrozienttos Reales de Vellon y ttambien un Guarda de Campo al que se le Regula al año quattrozienttos setenta y dos Realles que esta se paga de los Propios de Conzejo-

36ªAla Trigésima sexta Dijeron que los Pobres de Solemnidad que hay en esta Villa son estos: Juan Diaz por impedido, Catalina Morales: Josepha Domínguez Viuda: Maria Rodríguez Viuda y cattalina Galana Viuda-

37ª.Ala Trigésima séptima Dijeron no hay Cosa alguna delo que refiere la Pregunta-

38ªAla Trigésima octava Dijeron ay en esta Villa unicamente ttres Presbiteros conel Cura Rector y dos Clerigos de Menores Hijos de familia-

39ªAla Trigésima nona Dijeron nohay en esta Villa ni su Termino Convento alguno de Religiosos ni de Religiosas-

40ªAla Quadrajesima Dijeron no hay en este Pueblo finca alguna que S M ttenga que no corresponda alas Generales y Provinciales que Devan extinguirse y en esta forma se fenezio este actto y Dijeron que todo lo que lleban Declarado y Depuesto es la verdad, segunsu Leal Saber y entender, sin Cosa en Conttrario en quese afirmaron y Ratificaron, y lo firmo el que supo delos dichos Individuos de Justicia y Perittos y por el que no un Testigo asu Reuego, con S Majestad de que Doy fee= Don Miguel Francisco de Sola, Juan Francisco= Eusebio Corttes Duran = Ignacio del Castillo= Testigo.Diego Arroyo Rodríguez= Antemi Francisco Sánchez Camacho-

Auto. En la Villa de Villanueba de la Sierra anuebe Dias del Mes de Mayo año de mill Setecientos cinquenetta y quattro en Cumplimiento delo Mandado en el auto deste dia proveído por S Majestad el Señor Don Juan Pedro de Sagra Oficial Conttandor y Comisionado por su señoria el Señor Conde de Benafiar para efecto de ebaquar los ( ) que se han ofrecido en la operación destta Villa por la Contaduría Principal de Unica Contribución alas nueve dela Mañana en las Casas dela Havitazzion de dicho Señor Comisionado, ConcurrieronDon Martín Rodríguez de Velasco, Cura Párroco: Francisco Duran y Juan Mateos Blanco Alcaldes ordinarios de la expresada Villa: Juan Corchero, y Sebastián Gasco Rexidores acttuales: Ignacio del Castillo Juan Roman: Cristóbal Sánchez: y Alonso Ventturo Perittos Nombrados para el fin que va Declarado antecedentemente, y asi Juntos por su Merced dicho Señor Comisionado y por Antemi el Escribano les Recibio Juramento según forma de Decreto por Dios Nuestro Señor y una Señal de Cruz e excepción del Cura Párroco quienes lo hizieron Cumplido de que Diran verdad en lo que Supieren y les fueran Preguntado y siéndolo por Referidos Reparos Dijeron-

16ª.Ala pregunta Diez y seis anteriormente ebaquada añadieron que el Botto del Señor Santtiago Perzibiria a Juicio prudente cada año nueve fanegas de Trigo y Tres de Centeno-

20ª.Ala Vigésima Dijeron que el producto delos Ganados les Regulan en la forma siguiente: auna Baca Regulan en cada dos años una Cria que esta vale al Tiempo de el Dezmattorio sesenta reales y al añoZientto, alos dos Ziento y Cinquentta, y alos Tres Doscientos que una Cabra Cria Cada año, y la Cria vale al Tiempo del Diezmo Zinco Reales, al año Diez, alos dos Catorce, y alos Tres Veinte y para Leche y queso sele Considera a Cada una dos Reales alaño a una Puerca regulan a el año dos Lechones que cada uno Vale al Tiempo del Diezmo ocho reales a el año veinte, y a los dos y a los dos quarentta, y a los ttres, sies hembra Treinta , y sies Macho para carnes sesenta reales: a una jumenta regulan una cria cada dos añós la que vale al año Treinta reales a lo dos Setenta y siette, y a los tres Cientto, y en el Trabajo puede Ganar (digo Producir) Treinta reales al año un jumento al año puede utilizar a el amo su Trabajo Quarentta Reales una Caballería Mayor en Zinquenta Reales un Buey o Baca si se arrendara para la Labor produciría por sementera y Berbechera Treinta Reales aunque aquí no hay al presente quien use este Comercio.

Que es quantto Tienen que Responder alas Referidas Preguntas que sele han hecho y toda la verdad bajo del Juramento que han interpuesto, en el que se Afirmaron Ratificaron, y habiéndoles sido Leidas dichas preguntas y Respuestas firmo el qie supo y por elque no un Testigo a exzepzion de dicho Parroco deque yo el Presente Escribano Doy fee= Juan Pedro de Sagre= Ignacio del Castillo= Testigo por Francisco Duran, y Juan Mateos Blanco Alcaldes= Miguel Duran= Antemi: Eusebio Cortes Duran = = =

Enmendado= rtinal= sele= ya = iferma= apti= vale»

Oct 012004
 

Esteban Mira Caballos.

Doctor en Historia de América

Antes de entrar en el desarrollo de una comunicación sobre la política indigenista de Isabel la Católica es ineludible comenzar hablando de la clásica y voluminosa obra que el profesor Rumeu de Armas dedicó a la temática[1]. Y aunque parezca difícil corregir las palabras del maestro, lo cierto es que, tras la aparición en las últimas décadas de nueva documentación y de novedosos ensayos sobre la cuestión, es posible puntualizar y matizar algunas de las ideas que en esta obra se plantearon. A la Reina Católica le tocó vivir un contexto histórico difícil, pues, tuvo que hacer frente a asuntos muy delicados. Afirman sus detractores -casi siempre de forma anacrónica- que hay tres puntos oscuros en su biografía, a saber: en primer lugar, su actuación en la Guerra Civil por la sucesión de Enrique IV y especialmente el trato dado a Juana la «Beltraneja», esposa de Alfonso V. En segundo lugar, la expulsión de los judíos que hoy se ve como una de las más crueles decisiones tomadas por la Reina Católica. Probablemente, afirma Tarsicio de Azcona, si Isabel levantase la cabeza aduciría razones que hoy día, después de varios siglos, no alcanzaríamos a comprender[2]. Y en tercer y último lugar, su permisibilidad con la institución de la esclavitud, pese a que todas las instituciones, incluida la Iglesia, la toleraban y, en ocasiones, hasta la justificaban.

Nosotros en este trabajo queremos tratar precisamente de esta última cuestión, es decir, de la actitud de la Reina ante la esclavitud, centrándonos específicamente en la de los indios americanos.

1.-LA POLÍTICA INICIAL Y EL INFLUJO DE LAS BULAS PONTIFICIAS

Habida cuenta de la facilidad para declarar esclavos a los indios podemos decir que, desde los primeros tiempos, estuvieron expuestos a la posibilidad de embarcarlos para tierras castellanas, formando parte del botín de guerra los españoles. Así, pues, desde el regreso de Colón de su primera aventura descubridora se comenzaron a traer indios a la Península, aprovechando una situación de vacío legal. Realmente estaba aún por definir el status social del nativo americano. Efectivamente, en los primeros años se dio -por circunstancias obvias- una política vacilante o dubitativa por parte de la Corona que favoreció la esclavitud del indio, e incluso, su traslado forzado a tierras castellanas[3]. Concretamente el Almirante genovés, al regreso de su primer viaje, trajo consigo varios presentes a los Reyes entre los que figuraban una decena de indios, de los que tan sólo seis llegaron a la Corte, pues el resto no sobrevivió a la travesía[4]. Supuestamente su traída respondía exclusivamente a la necesidad que tenía Colón de autentificar su llegada a las Indias. Sin embargo, según el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, eran algo más que todo eso, pues ya el Almirante había pensado en ellos para que «aprendiesen la lengua, para que cuando aquestos acá tornasen, ellos e los cristianos que quedaban encomendados a Goacanagarí, y en el castillo que es dicho de Puerto Real, fuesen lenguas e intérpretes para la conquista y pacificación y conversión de estas gentes»[5].

Por otro lado, parece ser que el Almirante no era el único que embarcó aborígenes, pues nos consta que otros marineros, como Alonso Pardo o Juan Bermúdez, también los traían[6]. Estos nativos fueron vistos en Sevilla por Rafael Castaño y Diego de Alvarado, afirmando de ellos que llevaban en la cabeza «diademas de oro»[7].

Como es de sobra conocido, en un primer momento este tráfico fue aceptado por la Reina Isabel, que tácitamente atribuyó a estos desdichados indios el mismo status que habían gozado los musulmanes de Al-Ándalus hasta 1492. Por ello, ordenó sin el menor trauma su venta en los mercados peninsulares[8]. Pero no era éste el único referente, pues, existía un caso similar y casi coetáneo en el tiempo, es decir, el de los guanches canarios. Varios centenares de ellos fueron deportados a Castilla entre finales del siglo XV y principios del XVI[9], siendo vendidos en distintas ciudades de Andalucía Occidental. Incluso se sabe que en Sevilla, junto a la Puerta de la Carne, llegó a haber una nutrida colonia[10].

Está claro, pues, que la postura inicial de la Reina no debió sorprender a nadie, pues no hizo otra cosa que prolongar una política que llevaba vigente varios siglos.

No obstante, el padre fray Bartolomé de las Casas atribuyó la decisión tomada por los Reyes Católicos a la influencia que ejerció sobre ellos Cristóbal Colón, al convencerlos de la importancia económica que tendría el envío a Castilla de aquellos aborígenes tomados en «buena guerra». En las líneas siguientes mostramos textualmente las palabras del fraile dominico:

«Y los reyes le respondieron que todos los que hallase culpados los enviase a Castilla, creo yo que por esclavos como en buena guerra cautivos, no considerando los reyes ni su Consejo con qué justicia las guerras y males el Almirante había hecho contra estas gentes pacíficas, que vivían en sus tierras sin ofensa de nadie, y de quien el mismo Almirante a Sus Altezas, pocos días había, en su primer viaje, tantas calidad de bondad, paz, simplicidad y mansedumbre había predicado. Al menos parece que debiera de aquella justicia o injusticia dudar, pero creyeron solamente al Almirante y como no hubiese quien hablase por los indios ni su derecho y justicia propusiese, defendiese y alegase, (como abajo parecerá más largo y claro), quedaron juzgados y olvidados por delincuentes…»[11].

Desde 1495 la actitud de la Reina comenzó a cambiar. El dieciséis de abril de 1495 dispuso que los quinientos indios enviados por Colón se vendiesen solo fiados, mientras «letrados, teólogos y canonistas» decidían si podían ser o no esclavos[12]. Pese a todo, justo nueve meses después seguía sin haber acuerdo, pues, el trece de enero de 1496 los Reyes dispusieron que se le entregasen a Juan de Lezcano cincuenta indios para que sirviesen en galeras pero con las garantías suficientes de que, si finalmente eran libres, los devolviese[13].

Pero, ¿a qué se debió este nuevo talante? En los años inmediatamente posteriores al Descubrimiento se produjo un hecho clave, es decir, la concesión de las bulas pontificias. La Reina, preocupada por las reivindicaciones portuguesas, optó por acudir a Roma para respaldar la ocupación. Como dice Rumeu de Armas, en 1493, cuando se negociaron las bulas Inter Caetera, fue cuando se afirmó el carácter misional de la expansión española[14]. Realmente, resultaba incompatible la sumisión a esclavitud del indígena y los acuerdos pontificios de evangelización. Si la Corona de Castilla esclavizaba al aborigen dejaría de cumplir su pacto con la Santa Sede y las bulas de concesión quedarían en papel mojado.

No obstante, debemos decir que en los siguientes años no hubo una decisión definitiva lo que permitió que continuase el trasiego de indios. De hecho, en 1496 regresó Colón a España, trayendo consigo treinta indios que vendió en la Península a mil quinientos maravedís la pieza. Asimismo, en 1499, arribaron a Cádiz Américo Vespucio y Alonso de Hojeda con doscientos treinta y dos nativos que vendieron sin ningún problema en el mercado de esclavos gaditano.

2.-EL PROYECTO ESCLAVISTA DE CRISTÓBAL COLÓN

En un primer momento el Almirante tuvo una visión idílica de los indios. Es bien conocida la respuesta que le dio a unos indios taínos cuando les dijo que los españoles habían ido a esas tierras para evitar que los temibles indios Caribes les hiciesen daño. Pero tardó poco en darse cuenta de la importancia económica que esa mano de obra indígena tenía. Al parecer, en esta ocasión, como en tantas otras, Colón adoptó una conducta similar a la que tradicionalmente habían tenido los portugueses. Como es bien conocido, estos integraron durante décadas de expansión la idea de la esclavitud del infiel con su conversión[15]. Sea como fuere lo cierto es que, como afirma Tarsicio de Azcona, esta posición economicista y sin escrúpulos del Almirante contrastó y entró en conflicto con la que sostenía al respecto Isabel la Católica[16]. Pero tampoco debemos olvidar que la factoría colombina, ideada exclusivamente por el Almirante, era una empresa absolutamente económica, no religiosa, ni muchísimo menos política. En el mismo «Diario de a bordo» de su primera aventura descubridora reflejó esta circunstancia en los términos siguientes:

«Esta gente es muy símplice en armas, como verán Vuestras Altezas de siete que yo hice tomar para les llevar y aprender nuestra habla y volverlos, salvo que Vuestras Altezas cuando mandaren puédenlos todos llevar a Castilla o tenerlos en la misma isla cautivos, porque con cincuenta hombres los tendrá(n) todos sojuzgados, y les hará(n) hacer todo lo que quisiere(n)«[17].

Muy poco después, en una carta escrita a Santángel, el quince de febrero de 1493, le decía que entre las riquezas de las nuevas tierras estaban «los esclavos, cuantos quieran cargar y serán de los idólatras»[18]. Tan sólo unas semanas después dirigió una misiva en los mismos términos a los Reyes Católicos.

Pero lo cierto es que Colón no quiso esperar la respuesta de los Reyes y, sin autorización para ello, organizó en 1494 un incipiente tráfico de esclavos indios que pretendía remediar la ausencia de otras riquezas prometidas. Durante varios años estuvo enviando indios a la Península, obteniendo beneficios económicos.

Pese a esos ingresos extras a finales del siglo XV la situación era especialmente difícil. La factoría colombina se enfrentaba a varios problemas que comprometían seriamente su continuidad y que, finalmente, la llevaron al fracaso. La dificultad era sobre todo económica porque la factoría se encontraba al borde de la quiebra técnica, aunque también había un descontento social y político fruto del desencanto de los colonos. El Almirante no se resignó e intentó buscar soluciones a ambas cuestiones. Por un lado para frenar el descontento social, introdujo los repartimientos de indios, iniciados tímidamente en 1496 y de forma más intensiva en 1499[19]. Con esta medida quería solventar el peligroso desánimo de los colonos.

No obstante, el principal problema era sin duda el económico. Urgía conseguir ingresos con los que abastecer a las nuevas colonias. Para ello pensó obtener unos ingresos inmediatos exportando a España, por un lado, el palo brasil, abundante en algunas zonas de la Española y usado como colorante textil, y por el otro, esclavos indios. Más concretamente planeó traer unos cuatro mil indios a Castilla que, según sus cálculos, le reportarían unos beneficios superiores a los veinte millones de maravedís. El plan lo explicó en los siguientes términos:

«…De acá se pueden, con nombre de la Santa Trinidad, enviar todos los esclavos que se pudieren vender y brasil; de los cuales… me dicen que se podrán vender cuatro mil que a poco valer, valdrán veinte cuentos… Y cierto, la razón que dan a ello parece auténtica porque en Castilla y Portugal y Aragón e Italia y Sicilia y las islas de Portugal y de Aragón y de Canarias gastan muchos esclavos, y creo que de Guinea ya no vengan tantos, y que viniesen, uno de estos vale por tres, según se ve…»[20].

Según escribió el padre Las Casas, el Almirante llegó a escribir en una carta que esta venta de indios no la planeaba con afán de codicia sino «con propósito que, después que fuesen instruidos en nuestra santa fe y en nuestras costumbres y artes y oficios, los tornarían a cobrar y los volver a su tierra para enseñar a los otros»[21]. Obviamente, la cantidad de indios implicados en el proyecto era tal que cuesta creer que la motivación fuese misional y no lucrativa. Pero, ¿toleraría la Reina este proyecto esclavista?, obviamente no, como veremos detalladamente en las líneas que vienen a continuación.

3.-LA REINA CONVIERTE A LOS INDIOS EN VASALLOS

A finales del siglo XV el riesgo de que las Indias se convirtiesen en un inmenso mercado de esclavos con destino al Viejo Continente era muy elevado por el fracaso económico de la factoría colombina. Desde luego hubiese sido la solución más rápida al problema de inviabilidad económica al que se estaban enfrentando las colonias.

Por fortuna la Soberana, inauguró una política de protección del indio que a medio o largo plazo evitó la trata masiva de indios[22]. Así, pues, la Reina Católica, lejos de aceptar este proyecto, determinó por una Real Provisión, fechada en Sevilla, el veinte de junio de 1500, que los indios que se encontraban en Andalucía, enviados por Colón, se pusiesen en libertad y se devolviesen a sus «naturalezas» en el Continente americano[23]. Sin duda este Real Cédula supuso un auténtico hito en la historia social de Hispanoamérica.

Pero, ¿a qué se debió este nuevo cambio de actitud de la Soberana? Al parecer la Reina, muy influida por su confesor, el Cardenal Jiménez de Cisneros, quedó profundamente impresionada por el desembarco de dos naves, de Ballester y de García Barrantes, que arribaron abarrotadas de indios. Según el padre Las Casas la Reina Isabel al conocer la noticia se interrogó crispadamente: ¿Qué poder tiene mío el Almirante para dar a nadie mis vasallos?[24]

Por otro lado, existía un conocido precedente, el de los guanches canarios. Al parecer, tras unos primeros años en los que fueron sometidos a servidumbre, desde 1477, se prohibió su esclavitud[25]. Ahora, con el indio americano, la cuestión era saber si eran hombres o no, de ello dependía su trato jurídico[26].

Pero la Reina Católica no sólo los consideró personas, sino, lo que es más importante, súbditos de la Corona de Castilla. Ésta es una de las claves en la evolución del tratamiento jurídico del indio que, a nuestro juicio, no ha sido suficientemente destacada. En las instrucciones, dadas a Nicolás de Ovando el dieciséis de septiembre de 1501 se recogía perfectamente esta nueva situación jurídica del indio. Concretamente pretendía un doble objetivo, a saber: primero, que los indios fuesen convertidos a la fe católica con lo que, por un lado se cumplía con lo dispuesto en las bulas Alejandrinas, y por el otro, contribuía a la consolidación de la soberanía en los nuevos territorios[27]. Y segundo, que fuesen bien tratados «como nuestros buenos súbditos y vasallos, y que ninguno sea osado de les hacer mal ni daño»[28]. De esta forma la Reina se adelantaba cuarenta y un años a las famosas Leyes Nuevas en las que Carlos V prohibió la esclavitud del aborigen, atendiendo a que eran «vasallos nuestros de la Corona de Castilla»[29].

Pero nuevamente cabría interrogarse ¿qué implicaciones directas tuvo este status de súbditos castellanos?. Pues bien, dos muy evidentes: una, la sustitución de los repartimientos por las encomiendas. Y otra, el inicio del proceso de supresión de la esclavitud del indio.

A.- DEL REPARTIMIENTO A LA ENCOMIENDA

Como es bien sabido, en 1496 se introdujeron los repartimientos y continuaron de manera más o menos ininterrumpida en los siguientes años. Pero desde su condición de súbditos castellanos se planteó un serio problema. Esta situación jurídica era absolutamente incompatible con sus repartos, como si fueran esclavos, entre los españoles. Por ello, el nuevo gobernador de las Indias, frey Nicolás de Ovando recibió instrucciones expresas en 1501 para que procediese a la supresión de los repartimientos. Sin embargo, en vista de que los indios no querían servir si no era de forma obligada, en diciembre de 1503, tras más de un año y medio de supresión, se reinstauraron los repartimientos. La Reina lo aceptó, pero incluyendo algunos matices. Fundamentalmente, intentó compatibilizar su reparto con el mantenimiento a nivel legal de su libertad como vasallos de la Corona de Castilla. Pero, eso no fue posible porque los españoles una vez que recibían sus indios de repartimiento los sometían a esclavitud como habían hecho durante décadas en la Reconquista de España.

Isabel no tuvo mucho tiempo más para legislar una nueva situación para el indio. Sin embargo, la concesión del status de súbditos de su Corona y las recomendaciones de buen trato a los aborígenes sentaron las bases de una legislación protectora del indio.

Pues, bien, en 1505, coincidiendo con el repartimiento general de indios de la Española, Nicolás de Ovando dejó de repartir indios a secas y comenzó a concederlos en régimen de encomiendas[30]. El viejo gobernador actuó sin autorización expresa sencillamente porque, tras la muerte de la Reina en 1504, se daba un interín donde el gobierno ovandino fue prácticamente autónomo.

En realidad existía una verdadera problemática social porque el término repartimiento estaba vacío de contenido legal. Nicolás de Ovando, que era encomendero mayor de la Orden de Alcántara, conocía perfectamente esta problemática y también su posible solución a través de la encomienda. Se trataba de una institución que conocía a la perfección pues, no en vano, en la Orden de Alcántara se concedían tierras en encomienda con las personas que vivían en dicha demarcación. Éstas estaban sometidas a la supervisión en última instancia del comendador mayor de la Orden[31]. Así, a través de visitadores se evitaban los abusos de los poseedores de la encomienda sobre sus vasallos, incentivando el poblamiento.

Desde luego, lo que está fuera de toda duda es que la implantación de la encomienda por Ovando no respondió a un capricho personal. Más bien al contrario, pues, como escribió García Gallo, se debió a una reacción deliberada para solventar una problemática política, social y económica[32]. Existían serias razones, casi todas de orden económico, para trasladar a los nuevos territorios esta señera institución castellana. En primer lugar, mientras el repartimiento quedaba fuera del control real la encomienda era plenamente dirigida por la Corona. Efectivamente, después de hacer un repartimiento era muy difícil convencer a los españoles de que devolviesen lo que ellos creían que se les había entregado legalmente. En cambio la encomienda no presentaba esta problemática porque era una regalía regia. Sólo a la Corona correspondía decir quién recibiría una encomienda, con cuántos indios y, finalmente, por cuánto tiempo. De hecho en las instrucciones dadas a Diego Velázquez en 1522 quedó muy clara esta idea al pedir que se repartiesen los nativos en régimen de encomiendas «porque los tengan mientras fuere la voluntad nuestra»[33].

La facultad de encomendar indios la podía delegar la Corona en el repartidor pero en cualquier caso estaba sujeta en todo momento a su estricta supervisión. De hecho la Corona en 1509 pidió a Diego Colón que en materia de encomiendas le consultase siempre «porque de otra forma seguirán muchos inconvenientes»[34]. Incluso la encomienda, institución tradicionalmente defendida por la élite, podía llegar a resultar incómoda para ésta por el control regio que implicaba sobre la fuerza productiva. Por este motivo, Lucas Vázquez de Ayllón, que no se caracterizó nunca por el buen trato hacia sus indios, cuando fue a poblar la Florida solicitó que no se estableciese la encomienda[35]. El motivo que alegó fue la protección del indio, sin embargo, es probable que pretendiese más bien un control personal de la mano de obra indígena sin las incómodas ingerencias externas. Aunque el proyecto de poblamiento de la Florida fracasó por la prematura muerte de Vázquez de Ayllón, se trata posiblemente de la primera vez que un encomendero de la élite negaba la validez de la institución para regular el sistema laboral indígena.

En segundo lugar la encomienda implicaba un respeto por el vasallaje real del indio a diferencia de lo que había ocurrido durante la época de Cristóbal Colón y del pesquisidor Bobadilla. No obstante en diciembre de 1503, en ese ambiguo sistema de repartimiento, se estableció ya una supuesta libertad del indio que sólo la encomienda garantizaba.

Y en tercer y último lugar la encomienda regulaba las relaciones de reciprocidad existentes entre el encomendero y el encomendado. De hecho la encomienda, de forma similar a lo que ocurría en la Castilla bajomedieval, no consistió más que en la entrega de cierto número de aborígenes a un español para que, a cambio de beneficiarse de los servios personales, los tutelase e instruyese en la fe[36]. En sus planteamientos teóricos intentó aunar nada menos que tres intereses regios, a saber: primero, cumplir con su compromiso de evangelización de los indígenas, segundo, saldar su deuda con los conquistadores, entregándoles indios en remuneración por sus esfuerzos[37], y, tercero, satisfacer sus propios intereses económicos. Los Reyes de España se mostraron, pues, dentro de una «vital contradictio in terminis» entre dos polos antagónicos, la libertad y la conversión del indio por una parte y su explotación como fuerza de trabajo en las minas por la otra[38]. En este sentido, y siguiendo a Höffner, la Corona estuvo guiada por tres principios básicos: la conversión de los indios, su trato humano y la obtención de los máximos ingresos posibles[39]. Desgraciadamente, el primer objetivo no alcanzó el resultado esperado, el segundo se logró demasiado tarde, y, finalmente, el tercero, sí tuvo y con creces el fruto deseado por la monarquía española.

B.-DE LA ESCLAVITUD A LA LIBERTAD

Ya hemos dicho que en 1495 ocurrió un hecho de gran trascendencia. La Reina quería preservar al indio mientras se tomaba una decisión definitiva sobre la cuestión. Pero, como acababan de llegar varios centenares de indios y no había posibilidad de devolverlos a sus lugares de origen de inmediato, la Soberana tomó una decisión muy peculiar: autorizó su venta, pero sin cobrar ninguna cantidad al comprador porque «sea fiado», mientras se resolvía la cuestión de su libertad[40].

Tras tomar esta decisión, se mandó pregonar la Real Provisión en algunas ciudades de España, pidiendo, asimismo, la devolución a sus «naturalezas» de los indios esclavos repartidos por el Almirante y traídos a la Península. Unos trescientos indios que había mandado traer el Almirante a la Península quedaron al menos legalmente en libertad. Por desgracia, tan sólo se logró reunir a varias decenas de ellos, que se embarcaron en la flota que llevó al pesquisidor Francisco de Bobadilla a la Española[41]. Nada tiene de particular que las principales medidas en favor del indio se tomaran entre principios de 1500 y febrero de 1502 cuando sabemos que los Reyes residieron casi todo el tiempo en Andalucía, entre Sevilla y Granada[42].

El padre Las Casas, por su parte, insinuó que tal disposición afectó sólo a los indios traídos por Cristóbal Colón, al considerar la Reina que los habían capturado injustamente. A continuación reproducimos el texto de fray Bartolomé de Las Casas que nos parece sumamente aclaratorio:

«Yo no sé por qué no más de estos 300 indios que el Almirante había dado por esclavos mandó la Reina tornar con tanto enojo y rigor grande, y no otros muchos que el Almirante había enviado y el Adelantado, como arriba puede verse; no hallo otra razón, sino que los que hasta entonces se habían llevado, creía la Reina, por las informaciones herradas que el Almirante a los Reyes enviaba, que eran de buena guerra tomados…»[43].

En nuestra opinión el dominico se equivocó en esta ocasión. Como ya hemos dicho, está claro que la prohibición no fue tajante y que consentía la posesión de indios justamente esclavizados. Sin embargo, no sólo se refería a los indios enviados por el Almirante sino a todos aquellos que se hubiesen capturado sin justos títulos. De hecho, la disposición de 1500 fue ratificada tácitamente en la Capitulación de Alonso de Hojeda, firmada el veintiocho de julio de 1500, y en la de Cristóbal Guerra del once de noviembre de 1501[44]. Y poco después, el dos de diciembre de 1501, se volvió a expedir una Real Cédula en esta ocasión absolutamente contundente, al pedir que se pusiesen en libertad los indios traídos y vendidos por Cristóbal Guerra «siendo los dichos indios nuestros súbditos«[45].

La disposición sentó un importante precedente en la protección del indio ya que en casi todas las capitulaciones firmadas desde 1500 se incluyó una cláusula, prohibiendo la traída de indios esclavos a España, exceptuándose, a partir de 1504, los de las islas «que se dicen caníbales»[46]. Todavía en otra capitulación, firmada en 1520 con el licenciado Serrano para poblar la isla de Guadalupe, se especificaba que los aborígenes que encontrase fuesen libres porque así fue «la intención de la Católica Reina mi Señora…»[47].

Por tanto, queremos insistir que la prohibición de 1500, aunque no afectó a los indios esclavizados justamente, constituyó un hito importantísimo en la historia social de Hispanoamérica y como tal debe ser recordada. La Soberana Católica, pese a sus titubeos, sentó las bases de una brillante política de protección de los naturales que a medio y largo plazo evitó su trata con destino a la Península.

A pesar del importante adelanto la suspensión de la trata no fue total porque, de momento, se permitió la posesión de indios en tierras castellanas siempre que su servidumbre estuviese fundamentada en un «justo título»[48]. De esta forma se crearon los resquicios legales suficientes como para que su esclavitud continuase durante décadas. Concretamente se legislaron tres excepciones por las que sí se podían esclavizar: una, que fuesen indios antropófagos (1503), que se hubiesen obtenido en buena guerra (1504), que fuesen esclavos ya por otra tribu (1506)[49].

Por ello, la praxis supuso una realidad bien distinta a la teoría legal. La ley en muchos casos se acataba pero no se cumplía. Así, en 1501 Cristóbal Guerra trasladó a un nutrido grupo de indios esclavos a España, declarando las autoridades su inmediata puesta en libertad[50]. Efectivamente se trataba de unos trescientos nativos que previamente había capturado en la isla de Bonaire y que fueron vendidos en Cádiz, Jerez, Córdoba y Sevilla, «y algunos de ellos están en su poder y de otras personas»[51].

No sabemos exactamente cuántos de estos indios fueron confiscados y devueltos en la flota del Comendador Mayor frey Nicolás de Ovando, aunque todo parece indicar que fueron pocas decenas.

4.-LA REHABILITACIÓN DE SU TRÁFICO

Esta suspensión de la trata decretada por Isabel la Católica y aparentemente fundamentada en razones de conciencia pudo haber sido definitiva, al menos durante el resto de su reinado, y no lo fue. Realmente, desconocemos los motivos que llevaron a la Soberana a modificar en parte su actitud y permitir -aunque, eso sí, con muchas limitaciones- la reanudación de la trata. Creemos que se trata de uno de los puntos más oscuros de todo el reinado de Isabel y que pone a prueba su bien sabida integridad ética. Es posible, como sostiene Tarsicio de Azcona, que nuevamente se dejara arrastrar por unos «titubeos» propios de una época inicial en la que aún no estaba claro el mundo americano y su problemática.

En cualquier caso, y continuando con la evolución jurídica de la trata, ya en unas instrucciones otorgadas al Almirante el catorce de marzo de 1502 se introdujo el primer resquicio legal a la prohibición de embarcarlos para la metrópolis. Pese a que en tal documento se incluyó un capítulo reiterando su libertad lo cierto es que dispusieron también que si algún indio quería ir «de su propia voluntad», para ser lengua, que lo pudiesen traer.

Pero, el año de 1503 iba a deparar disposiciones realmente dramáticas para el futuro inmediato del indio. Para empezar, la Reina, mediatizada por las informaciones que recibía sobre unos indios antropófagos, decretó por una Real Provisión, fechada el veintinueve de agosto de 1503, la esclavitud del indio Caribe. Como tales esclavos se especifica la posibilidad de llevarlos consigo sus propietarios a donde quiera que fueran, incluida la propia España. Obviamente, esta disposición abrió la posibilidad de esclavitud para cualquier indio, pues, sus dueños, con un cierto influjo sobre el veedor de Su Majestad podían fácilmente hacerlos pasar por caribes.

Evidentemente, desde agosto de 1503 quedó reabierto el tráfico de nativos con destino a la Península. Y ya a finales de 1503, se ampliaron aún más las posibilidades de este lucrativo comercio. Más exactamente se autorizó su traída -tanto en el caso de ser libres como esclavos- con la única condición de que el gobernador expidiese una carta certificando que el indio iba voluntariamente. Dado el interés del documento lo reproducimos parcialmente a continuación:

«Yo vos mando que si los dichos indios e indias o algunos de ellos quisieren venir con los dichos cristianos, de su propia voluntad, a estos dichos mis reinos les deis lugar que lo puedan hacer, que yo por la presente les doy licencia para ello y a cualesquieras maestres y capitanes y pilotos y personas para que los puedan traer con tanto que cada uno de los dichos indios que así vinieren traigan fe de vos el dicho gobernador o de otro cualquier gobernador que después de vos hubiere en esas dichas Indias, sin que por ello caigan ni incurran en pena alguna…»[52].

Además de la debida autorización, en el caso de ser indios libres, era necesario depositar una fianza como garantía de que serían devueltos al regreso de España[53]. Esta Real Orden de diciembre de 1503 supuso la reanudación en toda su extensión del tráfico de esclavos indios con destino a la Península. Además, las condiciones no se cumplieron, pues se embarcaban sin la requerida autorización del gobernador y con informaciones falsas sobre su supuesta venida voluntaria.

A partir de 1504 la trata se acentuó por la muerte de la Reina que pese, a sus indecisiones políticas y jurídicas sobre el indígena americano, había reiterado hasta la saciedad su intención de que fuesen bien tratados. El padre Las Casas captó perfectamente esta situación cuando escribió:

«Los mayores horrores de estas guerras…comenzaron desde que se supo en América que la Reina Isabel acababa de morir… porque Su Alteza no cesaba de encargar que se tratase a los indios con dulzura y se emplearan todos los medios para hacerlos felices»[54]

Muy poco después, comenzaron a llegar a tierras españolas centenares de indios procedentes de la Española y concretamente de las provincias insurrectas de Higüey y Xaragua. Al parecer el principal responsable de estos envíos fue el capitán Juan de Esquivel que los consignó a un socio suyo residente en Sevilla, llamado Timoteo de Vargas[55].

En muchos documentos se reconoce que se estaban trayendo multitud de indios a Castilla «escondidamente» sin testimonio del gobernador. En todo momento se reitera que bajo ningún concepto se traigan sin el testimonio del gobernador -o posteriormente de la Audiencia o del virrey- que dejase fuera de dudas la decisión voluntaria y libre del indio de venirse a Castilla con su dueño -si era esclavo- o con su encomendero -si era encomendado-. Así, por ejemplo, en una real cédula, fechada el veintiuno de julio de 1511, se pidió al Almirante Diego Colón que no consintiese que se trajesen indios, «sin expresa licencia nuestra so pena de veinte mil maravedís»[56]. Al año siguiente se reiteró tal disposición prácticamente en los mismo términos, disponiendo que el que incurra en tal delito debía ser condenado a perder el indio en cuestión y a abonar mil maravedís, «la mitad sea para la mi cámara y la otra mitad se dé la una parte al acusador que lo acusare y la otra al juez que lo sentenciare y ejecutare…»[57].

Las disposiciones de 1511 y 1512 demuestran que los indios se traían sin licencia de las autoridades. Pero, daba lo mismo porque con autorización o sin ella, lo cierto es que tan sólo había una realidad: que el indio era forzado a ir a Castilla.

5.-CONCLUSIÓN

Pese a su política indigenista a veces dubitativa, la labor de la Reina Isabel La Católica fue decisiva en la supresión a medio plazo de la esclavitud.Verdaderamente marcó hito en la historia social de Hispanoamérica.

Efectivamente, Cristóbal Colón quiso establecer todo un negocio esclavista con el indio americano pero la Reina, muy influida por su confesor, el Cardenal Cisneros, se opuso a esta realidad. Es cierto que esta suspensión de la trata decretada por Isabel la Católica, y aparentemente fundamentada en razones de conciencia, pudo haber sido definitiva y no fue así. Realmente desconocemos los motivos que llevaron a la Soberana a permitir con posterioridad y bajo algunas condiciones su trata. Es posible que en esta ocasión se dejara arrastrar por unas dudas propias de una época inicial en la que aún no estaba claro el mundo americano y su problemática.

De hecho, en una de las cláusulas del codicilo que redacto la Soberana tres días antes de su muerte, concretamente el veintitrés de noviembre de 1504, pidió a sus herederos que evitasen que los indios sufriesen agravios y que fuesen bien tratados. De esta forma, utilizando palabras de Rumeu de Armas, se posicionaba del lado de los que defendían la “acción misional», como los dominicos de la Española, frente a la “conquista evangelizadora» que defendieron la mayor parte de los colonos[58].

Las palabras de su testamento sentaron un precedente fundamental en la política de la Corona española con respecto al aborigen americano: que los indios, como súbditos que eran, no recibiesen agravios y que fuesen tratados adecuadamente. Son palabras que se repetirán treinta y ocho años después en las famosas Leyes Nuevas de 1542 que terminó aboliendo definitivamente -al menos en teoría- la esclavitud del aborigen.


NOTAS:

[1] RUMEU DE ARMAS, Antonio: La política indigenista de Isabel la Católica. Valladolid, Instituto Isabel la Católica, 1969.

[2]AZCONA, Tarsicio de: Isabel la Católica. Vida y reinado. Madrid, La Esfera de los Libros, 2002, pág. 474.

[3]Véase a este respecto RUMEU DE ARMAS: La política indigenista…, págs. 127 y ss.

[4]LÓPEZ DE GOMARA, Francisco: Historia General de las Indias. T I. Barcelona, Editorial Ibérica S.A., 1985, pág. 50. Según Fernández de Oviedo fueron “nueve o diez» los indios que Cristóbal Colón trajo, de los cuales uno falleció en la mar, y dos o tres dejó dolientes en la villa de Palos, siendo los seis restantes los que viajaron a la Corte de los Soberanos Católicos. FERNÁNDEZ DE OVIEDO, Gonzalo: Historia general y natural de las Indias. T. I. Madrid, Editorial Atlas, 1992, Cap. VI, p. 29.

[5]FERNÁNDEZ DE OVIEDO: Historia General y Natural…, T. I, Cap. VI, p. 28.

[6]En el caso de Juan Bermúdez sabemos que se embarcó con Colón de nuevo en su segundo viaje sin que llevase consigo los indios que inicialmente trajo a la Península. Pleitos Colombinos, T. III. Sevilla, E.E.H.A., 1984, p. XXVI.

[7]IBIDEM, p. XXVI.

[8]MIRA CABALLOS, Esteban: Indios y mestizos americanos en la España del siglo XVI. Madrid, Iberoamericana, 2000, pag. 44.

[9]Incluso en la segunda década del siglo XVI se planteó la posibilidad de deportar masivamente a la Península a los guanches rebeldes, idea que afortunadamente no prosperó. CASTRO ALFIN, Demetrio: Historia de las islas Canarias. De la prehistoria al descubrimiento. Madrid, Editora Nacional, 1983, pág. 212.

[10]IBIDEM.

[11]LAS CASAS, Bartolomé de: Historia de las Indias. México, Fondo de Cultura Económica, 1951 T. I, pág. 439.

[12]KONETZKE, Richard: Colección de documentos para la historia de la formación social de Hispanoamérica, 1493-1810, Vol. I. Madrid, C.S.I.C., 1953, pág. 3. Citado también en GIMÉNEZ FERNÁNDEZ, Manuel: Bartolomé de las Casas, T. II. Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1984, pág. 461.

[13] KONETZKE: Colección de documentos…, pág. 3. También en RUMEU DE ARMAS, Antonio: «La libertad del aborigen americano», Estudios sobre política indigenista española en América, T. I. Valladolid, 1975, págs. 66-67.

[14] RUMEU DE ARMAS: La política indigenista…, pág. 129.

[15] IBÍDEM, pág. 131.

[16] AZCONA: La política indigenista…, pág. 506.

[17] COLÓN, Cristóbal: Diario de a Bordo. (Ed. de Luis Arranz). Madrid, Historia 16, 1985, pág. 94.

[18] GIMÉNEZ FERNÁNDEZ: Fray Bartolomé de Las Casas, T. II. Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1953, pág. 460.

[19] Sobre esta cuestión puede verse mi trabajo: El indio antillano: repartimiento, encomienda y esclavitud (1492-1542). Sevilla, Muñoz Moya, 1997, pp. 96-100.

[20] Citado en SACO, José Antonio: Historia de la esclavitud de los indios del Nuevo Mundo seguida de la historia de los repartimientos y las encomiendas,T. I. La Habana, Cultural S.A., 1932, pp. 106-107.

[21] LAS CASAS: Historia de las Indias…, T. II, pág. 327.

[22] KONETZKE: Colección de documentos…, pág. 452.

[23] CODOIN, Serie II, T. 38, p. 439. KONETZKE: Colección de documentos, pág. 4.

[24] Citado en DEIVE, Carlos Esteban: La Española y la esclavitud del indio. Santo Domingo, Fundación García-Arévalo, 1995, pág. 69.

[25] SUÁREZ, Luis: Isabel I, Reina. Barcelona, Ariel, 2002, pág. 386.

[26] IBÍDEM, pág. 383.

[27] RUMEU DE ARMAS, Antonio: La libertad del aborigen americano…, T. I, págs. 49-50. Véase también al respecto el trabajo de GONZALES MANTILLA, Gorki: «La consideración jurídica del indio como persona: el Derecho Romano, factor de resistencia en el siglo XVI», enhttp://www.sisbib.umsm.edu.pe/bibvirtual, pág. 257.

[28] KONETZKE: Colección de documentos…, págs. 4-5.

[29] MORALES PADRÓN, Francisco: Teoría y Leyes de la Conquista. Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, 1979, pág. 434.

[30] El término encomienda lo encontramos por primera vez en dos documentos fechados en 1509, es decir, en el pleito Ovando-Tapia en una carta escrita por frey Nicolás de Ovando en Lisboa el 9 de noviembre de 1509. En el primer instrumento se afirmaba que cuando el licenciado Becerra arribó a la Española en 1506 el Comendador Mayor le «encomendó» los indios del cacique Ortiz. Y en el segundo documento el Comendador Mayor pedía que no se le quitasen los indios y naborías de casa que tenía en encomienda en la isla Española. Véase MIRA CABALLOS: El indio antillano…, págs. 79-80.

[31] TORRES Y TAPIA, Alonso de: Crónica de la Orden de Alcántara, T. II. Madrid, 1786, pág. 592.

[32] GARCÍA GALLO, Alfonso: «El encomendero indiano», Revista de Estudios Políticos, Nº 35. Madrid, 1951, pág. 141.

[33] Citado en MIRA CABALLOS, Esteban: «El sistema laboral indígena en las Antillas (1492-1542). Cuadernos de Historia Latinoamericana, Nº 3. Münster, 1996, pág. 17.

[34] Citado en UTRERA, fray Cipriano: Polémica de Enriquillo. Santo Domingo, Editora del caribe, 1973, pág. 130.

[35] Capitulación con el licenciado Lucas Vázquez de Ayllón, Valladolid, 12 de junio de 1523. DEL VAS MINGO, Marta Milagros: Las Capitulaciones de Indias en el siglo XVI. Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1986, págs. 194-195.

[36] OTS CAPDEQUÍ, José María: Instituciones sociales de la América Española en el período colonial. La Plata, Biblioteca de Humanidades, 1934, págs. 18-19.

[37] La Corona se vio en la obligación de recompensar a los conquistadores que habían arriesgado sus bienes y sus propias vidas en la toma de los nuevos territorios. Así, por ejemplo, en una carta del licenciado Gaspar de Espinosa al Rey, fechada en 1530, le exponía la imposibilidad de quitarles los indios al licenciado Salmerón en Pacora (Panamá) porque le fueron dados en «remuneración de lo que sirvió en la conquista, pacificación, población y descubrimiento de aquella tierra, costa y Mar del Sur…».Carta del licenciado Gaspar de Espinosa a Su Majestad, Santo Domingo, 10 de abril de 1530. AGI, Santo Domingo 49, R. 1, N. 3.

[38] CALVO BUEZAS, Tomas: «Interacción de los hispano-indios en la Florida y en el Caribe desde el punto de vista antropológico y cultural». La influencia de España en el Caribe, Florida y La Luisiana (1500-1800). Madrid, 1983, pág. 162. Este aspecto puede verse también en CASTAÑEDA DELGADO, Paulino: «Un capítulo de ética indiana española: los trabajos forzados en las minas». Anuario de Estudios Americanos, T. XXVII, Sevilla, 1970, págs. 817 y ss.

[39] HOFFNER, J.: La ética española del Siglo de Oro. Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, 1957, pág. 212.

[40] Real Cédula al obispo de Badajoz, Madrid, 16 de abril de 1495. AGI, Patronato 9, R. 1. fol. 85v. Transcrita en FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Martín: Colección de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV, T. I. Madrid, B.A.E., 1954, pág. 402. También en KONETZKE: Colección de documentos…, págs. 2-3.

[41] Según Carlos Esteban Deive, veintiuno de ellos los tenía depositados Alonso de Torres en Sanlúcar de Barrameda, de los que tan sólo se embarcaron diecinueve, pues uno estaba enfermo y otra decidió quedarse de su propia voluntad en tierras peninsulares. Continúa este mismo historiador que otros indios fueron entregados a fray Francisco Ruiz para su devolución a las Indias. Y finalmente otros diecisiete fueron depositados en poder del tesorero de Granada Lope de León, el veintiocho de mayo de 1501 a la espera de su reembarco para las Indias. DEIVE: La Española y la esclavitud del indio…, pág. 70.

[42] RUMEU DE ARMAS: La política indigenista…, pág. 101.

[43] LAS CASAS: Historia de las Indias…, T. I, pág. 173.

[44] GIMÉNEZ FERNÁNDEZ: Historia General y Natural…, T. II, pág. 464.

[45] KONETZKE: Colección de documentos…, págs. 7-8.El subrayado es nuestro.

[46] Capitulación otorgada a Juan de Escalante, Granada, cinco de octubre de 1501. Capitulación otorgada a Alonso de Hojeda, Medina del Campo, treinta de septiembre de 1504. Capitulación otorgada a Juan de la Cosa, Medina del Campo, catorce de febrero de 1504. Capitulación otorgada a favor de Diego de Nicuesa, Burgos, ocho de junio de 1508. RAMOS, Demetrio: Audacia, negocios y política en los viajes españoles de descubrimiento y rescate. Valladolid, Casa Museo de Colón, 1981, págs. 459-460, 474-475, 480-481, 500-501.

[47] Más exactamente en la cláusula noventa se especificaba lo siguiente: «Y porque la intención de la Católica Reina mi Señora y mía, es que los indios naturales de las Indias sean como lo son libres y tratados e instruidos como nuestros súbditos naturales y vasallos por la presente vos encargamos y mandamos que los indios que al presente hay o hubiere de aquí adelante en la dicha isla de gente, tengáis mucho cuidado que sean tratados como nuestros vasallos e industriados en las cosas de nuestra fe, sobre lo cual vos encargo la conciencia». Capitulación con el licenciado Serrano para poblar la isla Guadalupe, Valladolid, nueve de julio de 1520. DEL VAS MINGO: Las capitulaciones de Indias…, pág. 177.

[48] GIMÉNEZ FERNÁNDEZ: Bartolomé de Las Casas…, T. II, pág. 464.

[49] RUMEU DE ARMAS: La política indigenista…, pág. 141.

[50]Real Cédula al Corregidor de Jerez de la Frontera, Écija, dos de diciembre de 1501. AGI, Indiferente General 418, L. 1, fols.70-70v. KONETZKE: Colección de documentos…, págs. 7-8. Real Cédula a Gonzalo Gómez para que deposite los indios en la persona de Juan de la Haya los indígenas que compró a Juan Guerra, Écija, dos de diciembre de 1501. AGI, Indiferente General 418, L. 1, fols. 71-71v.

[51]IBÍDEM.

[52]Real Cédula a frey Nicolás de Ovando, Medina del Campo, veinte de diciembre de 1503. AGI, Contratación 5009.

[53]En el juicio de residencia del gobernador de Cuba, Diego Velázquez, un testigo declaró que Manuel de Rojas dio licencia a un vecino llamado Juan Velázquez para llevar un indio a Castilla pero que, en cambio, desconocía si le había pedido fianza de devolverlo como era usual. Juicio de residencia tomado a Diego Velázquez, 1524. Declaración de Pedro de Jerez a la pregunta Nº 24. AGI, Justicia 49, Pieza 1ª, f. 64v.

[54]Citado en AZCONA: Isabel la Católica…, pág. 307.

[55]GIL, Juan: Las cuentas de Cristóbal Colón«, Anuario de Estudios Americanos, T. XLI. Sevilla, 1984, p. 477.

[56]KONETZKE: Colección de documentos…, pág. 29.

[57]Real Cédula a Diego Colón, Burgos, doce de agosto de 1512. AGI, Indiferente General 419, L. 4, fols. 9-9v.

[58]RUMEU DE ARMAS: La política indigenista…, pág. 141.

Oct 012004
 

Pedro José Masa Redondo.

1.- INTRODUCCIÓN: LA SUBLEVACIÓN EN MIAJADAS.

El trabajo que aquí se expone intentará analizar las diversas operaciones militares que parten del municipio cacereño de Miajadas, a través de la actitud del jefe del cuerpo armado de la Guardia Civil, Manuel Gómez Cantos[1], durante la Guerra Civil Española, en el citado mes de agosto de 1936. La base del estudio serán los telegramas enviados al Gobierno Civil de Cáceres por la Guardia Civil destacada en la zona, la cual desde finales de julio se encontrará bajo mandato del oficial ya citado.

La sublevación comenzó el día 17 de julio de 1936 en Marruecos, concretamente en las ciudades de Melilla, Tetuán y Ceuta, bajo la dirección del general Francisco Franco Bahamonde, que se encontraba en las Islas Canarias y desde donde se trasladó al día siguiente hacia la zona africana para dirigir la insurrección[2]. La Guardia Civil se mantuvo leal al gobierno republicano en algunas ciudades, como Barcelona, Málaga o Badajoz; al menos un número determinados de mandos. Pero en provincias como Cáceres, siguiendo la tendencia de la mayoría de fuerzas de este cuerpo armado, las simpatías de la Guardia Civil eran de clara adhesión hacia los sublevados; llegando uno de sus dirigentes a ocupar el cargo de Gobernador Civil (Fernando Vázquez Ramos).

Las noticias que llegaron a la provincia sobre la difícil situación en África y en el alto mando del Ejército se censuraron en un primer momento, para no alarmar a la población, pero debido a la situación desconcertante que se vivía durante el día 18, el ministro de la Gobernación envió el siguiente telegrama al Gobierno Civil de Cáceres para evitar el empeoramiento del escenario que se desarrollaba en esos momentos dentro de toda la provincia cacereña:

«Ordene a todos los gabinetes de censura, la prohibición absoluta de que se publique noticia alguna referente a Movimiento Militar»[3]

Aunque la mañana de ese día estuvo sembrada por el desconocimiento y el nerviosismo en toda la provincia, especialmente en las centrales de los partidos políticos y Casas del Pueblo[4], en Miajadas las noticias no llegaron tan rápido, porque el propio Ayuntamiento todavía no dedicaba sus esfuerzos en aplacar la posible rebelión de la hostil Guardia Civil local y del grupo político de la Falange, dirigida por elementos claramente contrarios al sistema político reinante, y muy identificados ambos con los valores defendidos por los sublevados. Al menos hasta el día 22 de julio, el gobierno municipal todavía estaba realizando labores correspondientes a sus quehaceres diarios anteriores, como era seguir con el traslado de documentos remitidos por los jurados mixtos de Don Benito o Cáceres, o comunicar diversos acuerdos tomados con anterioridad a la sublevación[5].

El levantamiento en Miajadas, según algunos testigos, se produjo de forma rápida encabezado por algunos falangistas y la propia Guardia Civil [6]; pero el hallazgo de nuevos documentos y algunos testimonios orales recogidos en fechas posteriores a los antes citados nos hace poner en cuestión esta versión defendida por bastantes habitantes del propio pueblo. Aunque en verdad la Guardia Civil y Falange, al mando de su jefe local, fueron los encargados de realizar la sublevación en el municipio, hasta el día 1 de agosto no se producirá la creación de la nueva comisión gestora encargada de dirigir la vida municipal, a las órdenes en muchas ocasiones durante estos primeros meses de aquello que decidiera Manuel Gómez Cantos, quien no llegará al municipio hasta finales del mes de julio, cuando sea derrotado en la zona de La Serena. Debido a la interpretación de los anteriores acontecimientos, podemos esgrimir que Miajadas no cayó bajo mandato insurgente, al menos, hasta los días finales del mes de julio. La hipótesis contraria (el levantamiento en Miajadas fue rápido y se produjo en los primeros días) puede apoyarse en la interpretación de otros testimonios recogidos en el municipio, los cuales alegan que la sublevación fue fulminante y planeada desde hacía días, bajo la dirección del Jefe de Falange y con la citada ayuda de la Guardia Civil, aunque se le puede achacar a estos supuestos que los propios guardias durante esos días vivían más atentos en prestar ayuda a sus compañeros de Villanueva de La Serena y Don Benito, que a resolver la situación del propio pueblo cacereño. Unos de los soportes a esta última tesis es la existencia en el municipio de Manuel Manzano, organizador e instructor del Regimiento Argel nº 27 de Cáceres, quien será herido con posterioridad en la lucha; aunque a este soporte se le puede achacar que el día 1 de agosto se envía un documento de revista sobre el estado de salud de esta persona[7], por tanto no podemos saber si fue herido en la lucha contra los republicanos en el frente o por algún individuo en una situación incontrolada., ya que los testimonios orales tampoco han sido capaces de aclararnos esta disyuntiva presentada.

2.- ANÁLISIS DE LOS TELEGRAMAS DE GÓMEZ CANTOS.

Antes de pasar al estudio de las operaciones militares concretas, debemos realizar un análisis formal y sistemático de los telegramas que el capitán de la Guardia Civil envía al Gobierno Civil a partir del 9 de agosto desde Miajadas.

Estos telegramas están firmados de una forma muy particular, la cual nos da una muestra de la personalidad altiva del propio Gómez Cantos; ya que consigna como sigue la mayoría de sus partes o remites:

  • «Capitán Jefe Guardia Civil»
  • «Capitán Guardia Civil Gómez Cantos»

Con esta anotación anterior ya podemos esgrimir una de las características de la controvertida personalidad de este personaje: el ansia de protagonismo y su deseo ingente de poder. Esta afirmación se apoya en que todos los partes y telegramas recibidos en el Gobierno Civil del resto de destacamentos de guardias civiles vienen encabezados por las simples palabras «Jefe Grupo Guardia Civil», sin consignar ni su situación en el escalafón de mando, ni su nombre; dando el único dato del lugar desde donde son facturados los partes. Además, la información aportada en este amplio número de telegramas de otros municipios no otorga una importancia capital a la situación militar (como sí hace Gómez Cantos), sólo citando el estado de la población que está bajo su mando.

Una segunda característica de los envíos de este personaje sevillano, que llama poderosamente la atención, es la amplia extensión de sus telegramas. Más de un 80 % de ellos poseen más de 60 palabras (41 de 49 de los localizados), llegando en algunos casos a los 130 o 140 vocablos[8]. Esta forma particular de comunicarse denota la importancia del lugar en el que Gómez Cantos ejerce su jefatura, además de que él era el jefe de la Guardia Civil en la zona sur cacereña tras su llegada desde la zona republicana de Badajoz; pero también la necesidad de distinguirse como un experto estratega entre sus superiores, sin llegar a serlo. Esta extensión contrasta con el resto de los remites de otros puestos de la provincia, ya que son exiguos, más explícitos y sin tanto aporte de datos inservibles.

Otra posible explicación a esa amplia extensión podemos encontrarla si encuadramos las noticias cifradas en los telegramas dentro de la situación geoestratégica del municipio de Miajadas. El pueblo citado era cabecera de un subsector militar (el de Miajadas-Trujillo) y el principal lugar de vigilancia frente a la zona republicana de La Serena, desde donde partirán un gran número de las acometidas militares republicanas desplegadas contra el ejército que atravesaba Extremadura con dirección Madrid. También algunos grupos que participan en muchas de las operaciones militares contra pueblos y / o lugares todavía en manos gubernamentales parten desde Miajadas, como es el caso de los grupos de guardias y falangistas desplazados a la toma de Santa Amalia, o los que acuden en ayuda y ataque sobre Guadalupe y Alía, o el intento de control de las bases aéreas de Don Benito y Villanueva de la Serena.

También podemos hallar otra explicación a la amplitud en demasía de los telegramas de Gómez Cantos: la posibilidad (no descabellada) de que existieran en el campo republicano algunos infiltrados a las órdenes de la Guardia Civil sublevada. Esta argumentación se basa en la gran cantidad de datos exactos sobre el entorno republicano de La Serena que constan en muchos de ellos. Un ejemplo muy claro de estas noticias tan concretas lo tenemos en las siguientes palabras insertas en los partes de los días 12, 13 , 14 y 23 de agosto:

  • «Anuncian confidencias haber llegado tren armamento y explosivos a Don Benito» (día 12, hora 17´50)
  • «Aparato enemigo continúa campo aterrizaje Don Benito» (día 13, hora 10´35)
  • «Reitero y corroboro mi telegrama sobre existencia aparato rojo en Don Benito campo abierto. Estación tren formado de base y depósito explosivo» (día 14, hora 19´30)
  • «Confidencias fidedignas aseguran que en casa distante siete kilómetros esta frente de Don Benito patrullas enemigo caballería perteneciente concentración mil hombres existentes en tierra La Morra inmediata al Villar de Rena» (día 23, hora 18)

Por último, entre las propias palabras de Gómez Cantos descubrimos su odio hacia los falangistas que supuestamente estaban bajo sus órdenes, mientras que a la vez también recibimos el aprecio que tiene hacia los cuerpos militares y la Guardia Civil. Cantos, al igual que Francisco Franco[9], tenía sus reservas ante la actitud de los seguidores de José Antonio Primo de Rivera y no confiaba totalmente en las posibilidades militares que estos políticos podían suponerle[10]; pero, como siempre en su polémica personalidad, Cantos los utilizaba en multitud de ocasiones como primera línea de ataque. Debido a las razones expresadas anteriormente, los enfrentamientos (tanto dialécticos como personales) entre los cabecillas falangistas y el jefe del cuerpo armado serán frecuentes, pues este último intentará en multitud de ocasiones imponer su poder sobre los políticos, encontrándose con las fuertes personalidades de algunos gerifaltes que se oponen a su intromisión en temas de gobierno.

La información que Gómez Cantos no cita en ninguno de sus telegramas es la actividad represora que inicia tras su llegada al municipio cacereño. La represión sobre personas relacionadas con los partidos políticos republicanos, simples maestros, jornaleros, trabajadores, etc., es realizada por las fuerzas al mando del propio Cantos[11], pero con la inestimable ayuda de algunos confidentes falangistas encargados de acusar a los que posteriormente serán pasados por las armas, basándose en simples odios personales u otras causas tan ilegítimas como esta, que los ejecutores creerán suficientes para sajarle la vida a cualquier persona. El capitán sevillano llegar a achacar el alto número de muertes a grupos incontrolados de falangistas, que desobedecieron sus órdenes,[12] aunque en verdad sea él quien ordene la mayoría de los fusilamientos.

3.- LAS OPERACIONES MILITARES DE MANUEL GÓMEZ CANTOS TRAS SU LLEGADA A MIAJADAS: AGOSTO DE 1936.

Manuel Gómez Cantos era un militar andaluz afincado en Extremadura que cuando estalló la insurrección africana dirigía el puesto de Villanueva de La Serena, donde se sublevó haciendo oídos sordos a los mandatos del jefe provincial del Cuerpo[13], quien le exhortaba para que no lo hiciera. Después de ser derrotado en la ciudad pacense por el ejército republicano, enviado para aplacar la situación, decidió huir hacia Miajadas, pues en sus cercanías le esperaba el día 29 de julio un destacado número de fuerzas del Regimiento Argel nº 27 de Cáceres con el fin de que su retirada fuera posible, en el caso de que hubiera de realizarse. Durante la lucha en la zona pacense vecina de La Serena cayeron muertos las siguientes fuerzas de la Guardia Civil a su mando:

  • Teodoro Cerezo Blanco, Guardia Civil de la Comandancia de Badajoz que perdió la vida el día 29 de julio.
  • Manuel Corrales Rosco, igual que el anterior era un número de la Comandancia de Badajoz y perdió la vida el mismo día..
  • Martín Chico Rodríguez, muerto el día 23 de julio, pero cuya defunción no se inscribe hasta casi un mes después, aunque era otro Guardia Civil que había prestado su ayuda a Gómez Cantos.
  • Luis Romero Solano, guardia a quien le ocurre lo mismo que al anteriormente citado[14].

En la retirada a la plaza de Miajadas durante el día 29 de julio, Gómez Cantos comienza a mostrar su recelo hacia los falangistas y la ayuda que le pudieran prestar, actitud que será una de sus señas durante toda la guerra (al menos durante el mes de agosto de 1936). Al grupo de falangistas que acompañaban a sus fuerzas les urde el ardid de que tras su retirada vendría al día siguiente con la ayuda militar suficiente para defender las posiciones tomadas frente a Villanueva, promesa que no cumplirá[15], dejando que los propios falangistas tengan que retirarse hacia Miajadas para no perder sus vidas en una lucha que sin apoyos tendrían perdida.

Nada más llegar a Miajadas, el capitán de la Guardia Civil sabía que para asegurar su posición en el citado pueblo era necesario ceder ante algunas peticiones de los propios falangistas, y por ello decidió constituir una Comisión Gestora que dirigiera los designios del municipio bajo los designios del grupo municipal de Falange Española, como ocurría en la mayoría de los lugares donde los grupos falangistas eran más fuertes y significados. El mismo Gómez Cantos no fue el encargado de realizar el hecho de crear la comisión, sino que para contentar a algunos de sus hombres cede esa opción a Pedro Cano Fernández (teniente del Cuerpo que estaba destacado en Miajadas hasta la llegada del capitán sevillano), quien celebrará la sesión extraordinaria del propio 1 de agosto, que literalmente reproducida es como se cita:

-«En la Villa de Miajadas a uno de agosto de mil novecientos treinta y seis, siendo las once horas, se presentó en estas Casas Consistoriales el Sr. Teniente Jefe de Línea de la Guardia Civil, D. Pedro Cano Fernández con objeto de dar cumplimiento a órdenes emanadas del Excmo. Sr. General de la 7ª División y al efecto y de su orden por el Secretario, se dio lectura de un oficio que en lo referente a la constitución del Ayuntamiento dice literalmente:

«Por orden gral. 7º División proceda por fuerza a sus órdenes a destituir miembros todos los Ayuntamientos marxistas y de izquierda, sustituyéndolos por Comisiones Gestoras de personas de derechas, … etc, etc.»[16]

La persona nombrada para la Presidencia de esa Comisión fue el presidente y fundador[17] de Falange en Miajadas, Francisco González Díaz, apoyándole en su gestión sus más allegados colaboradores.

La actuación de Gómez Cantos fue inteligente, porque no sólo daba poder al jefe municipal de Falange, contentándole en sus diversas peticiones de mayor cuota de capacidad decisoria y gubernativa; sino que también podía disfrutar de un tiempo precioso para planear sus acciones posteriores (tanto militares, como el alto número de represivas[18]) sin que estos políticos se entrometieran en sus sentencias finales. Además, conseguía que le fuera posible actuar de forma solapada en la política municipal, llegando durante el mes de agosto y septiembre a presidir algunos plenos cuando la situación fuera más comprometida y así lo exigiera, deshaciéndose de las críticas del que después será llamado «Partido Único» por asumir algunas de las tareas diarias que les habían sido delegadas.

La primera escaramuza en la que Gómez Cantos participa como jefe de la Guardia Civil de Miajadas es la llamada «Batalla de Villamesías», que se produce durante los primeros días del mes de agosto en el pueblo vecino, cuando un grupo de republicanos se introduce en la provincia de Cáceres el día 2 de agosto, desarrollando un enfrentamiento directo con los soldados del Regimiento Argel y la Guardia Civil.

Gómez Cantos, en el momento en que se introduce en la provincia de Cáceres huyendo de la zona republicana, llega a Miajadas con un número de guardias civiles cercano a la cuarentena. Algunos vecinos manifiestan hoy día que «les parecía raro ver tanto guardia civil y tanto soldado por las calles durante aquellos días»[19], por lo que la información referida a la escapada de una alta cantidad de números de ese cuerpo desde la provincia de Badajoz es verídica. Muchos de esos guardias se dedican, además de ofrecer su ayuda al ejército y participar en las diversas actividades militares, a la actividad represora antes citada.

Gómez Cantos, en la lucha contra los republicanos desde la zona pacense y situados en Villamesías, volvió a perder otros dos de sus estimados discípulos:

  • Froilan Louzado Rodríguez, guardia civil del puesto de Cáceres y muerto el dos de agosto, por disparo de arma de fuego.
  • José Morcillo Ramos, guardia del puesto de Badajoz y que también muere el dos de agosto y por la misma causa[20].

Muchas de las personas que luchaban en el bando republicano huyeron de forma despavorida hacia La Serena (de donde provenían), o hacia el norte de la provincia con intención de pasar a Toledo y de ahí a Madrid, creyendo que allí estarían más seguros. Este es el caso de algunos vecinos de Almoharín (significados políticamente su mayoría) que participan en esta refriega, quienes serán detenidos en Navalmoral de la Mata en días posteriores[21].

A partir del 2 de agosto la situación parece estancarse al menos hasta el día 9, cuando vuelven a aparecer otra vez los aviones republicanos sobre Miajadas, a la vez que comienza el ataque nacionalista sobre Medellín y Santa Amalia. Aunque la situación sigue estancada no hemos de negar la angustia creada dentro de los pueblos y el miedo a nuevos ataques de cualquiera de las dos partes combatientes.

Desde el citado día 9 tenemos partes diarios, enviados directamente por el mando de Gómez Cantos al Gobierno Civil, llegando en ocasiones a remitir un número elevado de telegramas (3 o 4, como es el caso de los días 12, 13 , 14, 19 o 23 de agosto).

En el primer envío del día 9 se procede, con bastante retraso, a comunicar la constitución de las Juntas Gestoras de Campolugar, Villamesías, Abertura, Escurial y la propia miajadeña. Este vacío de comunicaciones entre la constitución de las gestoras (producidas en los primeros días de agosto) y su corroboración ante el Gobierno Civil responde a la situación tan angustiosa que se vive en la zona tras la «Batalla de Villamesías».

A partir del propio día 9 ya empiezan a surgir dentro de la Guardia Civil destacada en el subsector de Miajadas las quejas por la falta de armas y de material relacionado con la intendencia, debido en el último caso a las malas cosechas de ese verano y también a la quema de algunas de esas producciones, siendo necesario incluso la llegada de alimentos desde el pueblo de Logrosán[22].

El día 11 de agosto, tras la exploración diaria de los terrenos controlados, se comienzan a vislumbrar algunas partidas de «guerrilleros»[23] que provienen de la zona gubernamental de La Serena con dirección Miajadas – Escurial. Estas incursiones de partidas serán frecuentes durante los tres años de lucha, ya que en 1938 todavía seguían avistándose algunas partidas que serían perseguidas, y no en todos los casos, apresadas por la Guardia Civil[24].

El ataque sobre Santa Amalia, que según Gómez Cantos debería haber comenzado el día 11[25], se encontraba en peligro debido a la existencia de esas citadas partidas de guerrilleros en sus cercanías y de la aviación gubernamental en La Serena que la podía defender en caso de ataque. Esta toma se pospuso hasta después de la caída de Mérida, ya que una parte de la Columna Madrid sería la encargada de realizar esa operación; exactamente la 3º Agrupación al mando del comandante Castejón y era más importante la incursión de Mérida en el bando sublevado.

Tras la caída de la capital autonómica, la Columna avanza con dirección Santa Amalia, desoyendo los peligros acusados por Gómez Cantos sobre la posibilidad de un ataque republicano desde Villanueva – Don Benito. Un alto número de guardias destacados en Miajadas se une al grupo de soldados, poniéndose a las órdenes de Castejón, y al tomarse el municipio quedan allí destacadas algunas fuerzas miajadeñas, pero la aviación gubernamental les atacó durante la toma provocando muchas bajas[26]. Las pérdidas fueron altas, según se desprende de algunos testimonios, aunque no podamos nada más que constatar documentalmente las siguientes:

  • Julián Mateos Bastida, guardia civil, muerto el 17 de agosto debido a heridas provocadas por una bomba caída el día anterior.
  • Recaredo Cerda Gumiel, de igual cargo que el anterior y muerte en mismas circunstancias.
  • Antonio Pablo Rena Masa, jornalero, muerto el 16 de agosto.
  • Juan Sánchez Gil, jornalero, muerto el 17 de agosto por heridas de metralla.
  • Antonio Cañamero Llanos, labrador y muerto el 17 de agosto.
  • Pedro Inocencio Bravo Zote, jornalero, muerto el 17 de agosto.
  • Felipe Tornero Sánchez, labrador, muerto el 17 de agosto.
  • Paulino Tadeo González, jornalero, muerto el 17 de agosto.

Los dos primeros óbitos son inscritos dos días después, mientras que el resto difiere bastante tiempo (algunos son inscritos tras la desaparición del régimen dictatorial franquista), por lo que no podemos afirmar si pertenecían al grupo de soldados desplazados a la zona o eran republicanos allí huidos y que conocieron la muerte en la lucha.

Otra operación en la que participan fuerzas miajadeñas al mando de Gómez Cantos es la batalla sobre Guadalupe y el asedio contra la «Columna Fantasma», grupo de republicanos procedente de Toledo, que invade el pueblo de Alía a finales del mes de agosto.

Partiendo de la zona de Villanueva – Don Benito las milicias republicanas tratan de atacar el pueblo cacereño de Zorita, pero se encontraron con las tropas nacionalistas y los guardias civiles en la zona de Villar de Rena. Estos guardias civiles habían sido enviados por el gobernador civil ante la posibilidad de ataques gubernamentales sobre la zona de Las Villuercas, y muchos de ellos procedían de Miajadas encontrándose bajo las órdenes de Gómez Cantos. El capitán exige a la tropa destacada en Trujillo el envío de auxilio para asegurar la situación de la zona bajo su mando y evitar ataques frontales sobre Miajadas desde la provincia de Badajoz, al quedarse sin parte de sus fuerzas y armas[27]. Además si este supuesto se producía, la posibilidad de enviar refuerzos a la toma de Guadalupe sería mayor. Durante los días 12 y 13 de agosto, Gómez Cantos reitera su petición de ayuda, ya que debido a la toma de Alía por parte de la «Columna Fantasma» hubo de enviar una gran parte de sus fuerzas hasta Guadalupe para reforzar el asedio al pueblo vecino[28], pero estas fuerzas exigidas no llegarán a ser remitidas, por lo que esta queja se repetirá durante todo el mes.

Hacia el pueblo de Alía, según los propios comunicados de la Guardia Civil de Miajadas, partieron 19 números de ese cuerpo pertenecientes de Logrosán, un grupo de falangistas a la órdenes del capitán Luna y una ametralladora de las destacadas en Miajadas para apoyar la operación[29]. Tras la huída de la columna republicana, en la zona de Guadalupe quedan destacados algunos miembros de los que estaban bajo las órdenes de Gómez Cantos:

  • Un oficial, 2 cabos, algunos falangistas y un número indeterminado de guardias.[30]

Para reforzar su posición, el propio capitán sevillano exige el día 19 de agosto al Gobierno Militar que, tras la partida de Castejón hacia Trujillo, se le destacara un grupo de soldados con su pertinente comandancia en Santa Amalia. A través de este documento, sumado a las referencias en el Archivo Municipal de Miajadas, podemos inferir que el número de soldados al mando de Castejón que pasa, recibe comida y diversos artículos de intendencia en Miajadas es bastante elevado porque el dinero pagado a los vecinos y otras empresas del municipio por esos conceptos es bastante gravoso y elevado.

Aunque el número de soldados es amplio, durante los días 19 y 20 la situación en Santa Amalia vuelve a situarse bajo peligro, debido al miedo de una nueva incursión por parte de las fuerzas guerrilleras republicanas desde Don Benito, y para demostrar la estimación que Gómez Cantos tenía sobre el ejercicio de resistencia que estaban llevando a cabo sus fuerzas frente a fuerzas procedentes de Medellín y Don Benito, aquí citamos sus palabras el día 19 a las 22 horas:

«Con el oficial incorporado y personal no tan castigado por la aviación efectué relevo proponiendo para evitar el desgaste de mi fuerza me auxilie fuerza del ejército en ésta para prestar servicio en Santa Amalia y en las avanzadillas por el gran espíritu de mis queridos guardias 5ª compañía y por la fe ciega que les caracteriza conservo en ellos la subordinación y disciplina y ánimo para toda misión que les encomiendo, satisfaciéndome de su comportamiento esperando de mis superiores les den el ánimo que les corresponde por su amor a la Patria.»

El texto nos demuestra que Gómez Cantos seguía quejándose de la falta de fuerzas a su disposición, ya que un día antes se habían marchado hacia Trujillo las pertenecientes a la Columna Castejón, y por lo que unas horas antes había pedido a Cáceres que le volvieran a mandar más soldados del Regimiento Argel nº 27 con sede en esa ciudad. Además el miedo a un ataque sobre Santa Amalia y Miajadas desde la zona de Medellín – Villanueva – Don Benito, obliga al capitán a imponer un servicio de vigilancia frente a la línea enemiga el día 20 de agosto[31]. El peligro acecha todavía el día 23, cuando son vistas unas señales de luces que hacen creer al mando miajadeño que es la señal para un ataque contra sus fuerzas. Por ello exige el bombardeo de la zona por aviones amigos, pero como en Trujillo no los había conmina a Yagüe a que eleve la petición de este refuerzo a la base sevillana de Tablada.

A la escasez de fuerzas se unía que una parte de ellas había sido enviadas durante esos días hacia Guadalupe, donde la Columna Uribarry republicana se encontraba asediando la ciudad y su Monasterio[32]. Gómez Cantos, como era el máximo mandatario de la Guardia Civil en la zona sublevada más cercana, fue el encargado de comunicar la angustiosa situación de la puebla de Guadalupe al Gobierno Civil. El día 21 dibuja una situación que no era real en su totalidad, porque comparando sus telegramas con otros documentos podemos hacernos la falsa idea de que la batalla estaba encaminada hacia lado nacional sin sufrimiento alguno, datos fallidos porque los mandos destacados en Guadalupe (el teniente Salvador Solórzano y el ordenanza militar Manuel Santana[33], quienes fueron heridos en su retirada) sufrían la escasez de fuerzas a su mando y el asedio contra el Monasterio, donde se encontraban recluidos muchos de las tropas a la espera de los refuerzos. Para intentar aliviar esta situación se envían desde Miajadas y Cáceres una compañía de regulares, que había partido unos días antes, pero que se encontraba en Cañamero estancada. Dentro de las fuerzas miajadeñas enviadas, nos encontramos con que Cantos envía a su segundo (Pedro Cano Fernández, que como hemos aclarado era el teniente destacado en Miajadas antes de que Cantos llegara al municipio) y cuarenta hombres, que forman una escuadrilla de Falange, para ayudar a que las fuerzas pasaran Cañamero y llegaran en ayuda de Solórzano.

Entre los destacados miajadeños en Guadalupe, en el registro de defunciones, sólo encontramos al caído Antonio Díaz González, jefe de la escuadra falangista, que muere el 26 de agosto cuando vuelve de la toma de Guadalupe.

Durante los últimos días del mes de agosto, además de la preocupación por los bombardeos republicanos desde los días 19 al 30 del citado mes[34], existe la preocupación repetida por la incursión de guerrilleros por la Sierra de Vivares y el ataque a Miajadas por estas fuerzas. Esta preocupación supone la creación de otro nuevo servicio de vigilancia por parte de la Guardia Civil. Gómez Cantos lo reitera en uno de sus telegramas del día 24[35], denotando como en todo el mes de agosto las reservas que mantenía ante la posibilidad de un ataque frontal contra el municipio cacereño desde la zona pacense en manos contrarias y que fuera adverso a los intereses que él defendía.

Como hemos visto a lo largo de toda la exposición la personalidad de Manuel Gómez Cantos estaba llena de controversias, represiones interiores, deslealtades hacia otros, ansias incontroladas de poder y, sobre todo, mucho odio hacia los republicanos. Además de quedar en verdad de manifiesto la incapacidad de dirigir las operaciones militares por parte de esta persona, ya que sus peticiones no son atendidas, sus comunicaciones en muchas ocasiones no son tenidas en cuenta y nunca se le dejará que dirija directamente estas operaciones, aunque sí será muy útil en la actividad represora contra los republicanos.

4.- CONCLUSIONES.

  1. La primera conclusión que podemos extraer de los telegramas de Gómez Cantos es su suficientemente demostrada ansia de poder, aunque nunca lo obtendrá en su totalidad como era su deseo, debido en muchos casos al enfrentamiento con los falangistas y en otros a la negativa de sus superiores.
  2. Gómez Cantos siempre escribe telegramas muy extensos para demostrar que el trabajo que realiza en Miajadas es de una importancia suprema, porque sus palabras demuestran la intensa labor que intenta demostrar que efectúa. Labor, que aún siendo intensa, no está exenta de fallos e incongruencias.
  3. El mando operativo de las batallas no estaba directamente en manos de Gómez Cantos, sino que este era un títere de algunos de sus superiores, como lo demuestra la actitud de total olvido por parte de Castejón de las noticias recibidas en Cáceres sobre la situación de algunas zonas de La Serena durante la toma de Santa Amalia o la no remisión de refuerzos cuando los pide. Pero, a la vez les era muy útil, porque tenía sometidos a los guardias a su mando y a los falangistas de la zona en que se movía, sumando un gran número de soldados de refresco.
  4. Las palabras de Gómez Cantos también denotan su deseo de hacerse notar ante sus superiores, buscando beneficios propios. Siempre intentará responder de forma afirmativa a todo aquello que le fuera ordenado, pero su controvertida personalidad dejaba fuera de esa actitud la actividad represora que llevaba a cabo sobre la población.
  5. Los propios telegramas nos demuestran la existencia de confidentes en la zona pacense en poder de las fuerzas republicanas. Gómez Cantos pagaría a algunos confidentes para que le informaran de cómo se desarrollaban las decisiones respecto a los ataques a zonas bajo su mandato. Esto también le valdría para hacerse notar ante sus superiores al dar noticias fidedignas sobre la zona contraria, como hemos apuntado anteriormente.
  6. También las comunicaciones de Cantos nos muestran el odio furibundo que sentía hacia algunos falangistas. Ese odio se encauza en las acusaciones de que éstos serán los encargados de realizar los fusilamientos, también en las acusaciones de que los falangistas no eran afectos a las órdenes emanadas de la superioridad y que luchaban por sus propios fines, nunca por los que defendía él mismo.
  7. También hemos demostrado que Miajadas tardó unos días en caer en manos sublevadas, pero después de ello fue un centro estratégico de mando e información en el sur de Cáceres; debido no sólo a la existencia de Cantos, sino también a su situación geográfica frente a la zona republicana y la situación de zona de paso de tropas por sus carreteras con dirección Madrid.

5.- FUENTES.

  1. ARCHIVOS:
    1. Archivo Histórico Provincial:
      1. Serie Orden Público, 1936 – 1938.
      2. Serie Asociaciones y Partidos, 1931 – 1936.
    2. Archivo Histórico Municipal de Miajadas:
      1. Libro de salida de comunicaciones (14 – mayo – 1934 a 4 – enero – 1939).
      2. Libro de Plenos, 1936 – 1938
      3. Libro Registro de socios de Falange
    3. Archivo del Juzgado Municipal de Miajadas:
      1. Libros de Defunciones, tomos 48 a 53.
      2. Legajos anexos a los tomos anteriores.
  2. BIBLIOGRAFÍA.
    • AA. VV., Gran Enciclopedia Extremeña, Editora Regional, tomo 5.
    • JULIÁN CHAVES PALACIOS, «Control de una ciudad por los sublevados: la insurrección de julio de 1936 en Cáceres», en Revista de Extremadura, nº 21, 1996, pp. 125 – 142.
    • J. CHAVES PALACIOS, La represión en la provincia de Cáceres durante la Guerra Civil, Universidad de Extremadura, Cáceres, 1995.
    • J. CHAVES PALACIOS, La Guerra Civil en Extremadura: operaciones militares, Mérida, Editorial Regional, 1996.
    • JACINTA GALLARDO, La Guerra Civil en La Serena, Badajoz, Diputación Provincial, 1994.
    • JOSÉ MARÍA GARCÍA y CARLOS POLANCO, «Los guerrilleros de Logrosán» en Revista de Extremadura, 21 , 1996, pp. 143 – 150.
    • PAUL PRESTON, La Guerra Civil Española, Plaza & Janés, Madrid, 1987.

NOTAS:

[1] Manuel Gómez Cantos era de origen andaluz y estaba destinado a la Comandancia de Villanueva de la Serena, donde se sublevó, encontraría la muerte después de la guerra y su expulsión del Cuerpo. Cf. Manuel Gómez Cantos, en Gran Enciclopedia Extremeña, tomo 5, pp. 161 – 162.

[2] Paul Preston, La Guerra Civil Española, Madrid, Plaza & Janés, 1987, pp. 81 – 82.

[3] Archivo Histórico Provincial de Cáceres (En adelante AHPCC), Gobierno Civil de Cáceres (En adelante GCC), Serie Orden Público y Derechos Ciudadanos (En adelante OP), Policía de orden público y seguridad, «Partes diarios de ocurrencias de la Guardia Civil» ( En adelante «Partes»), julio 1936.

[4] Julián Chaves Palacios, «Control de una ciudad por los sublevados: la insurrección de julio de 1936 en Cáceres», en Revista de Extremadura, nº 21, 1996, p. 126.

[5] Archivo Histórico Municipal de Miajadas (En adelante AHMM), Libro de salida de comunicaciones (14 – mayo – 1934 a 4 – enero – 1939), documentos 519 a 530.

[6] Testimonio anónimo recogido en Miajadas los días 15 y 16 de diciembre de 2003.

[7] AHMM, Libro de salida de comunicaciones (14 – mayo – 1934 a 4 – enero – 1939), nº 534.

[8] El ejemplo más claro son tres telegramas del día 19 de agosto de 1936, donde uno de ellos posee 144 palabras. (AHPCC, GCC, OP, «Partes», agosto 1936).

[9] P. Preston, Op. Cit., pp. 143 – 144.

[10] AHPCC, GCC, OP, «Partes», 20 de agosto.

[11] Cf. J. Chaves Palacios, La represión en la provincia de Cáceres durante la Guerra Civil, Cáceres, Universidad de Extremadura, 1995, pp. 148 – 163.

[12] Según se desprende del testimonio de Juan Antonio Olivera, recogido el mes de marzo de 2004.

[13] Cf. Jacinta Gallardo, La Guerra Civil en La Serena, Badajoz, Diputación Provincial, 1994, pp. 66 – 67 y J. Chaves Palacios, La Guerra Civil en Extremadura: operaciones militares, Mérida, Editorial Regional, 1996, pp. 31 – 33

[14] Estos datos han sido extraídos del Archivo del Juzgado Municipal de Miajadas (En adelante AJMM), Libro de Defunciones, Tomo 48 (1936 – 1938).

[15] Cf. J. Chaves Palacios, La Guerra Civil en Extremadura, p. 47.

[16]AHMM, Libro de Plenos, 1936 – 1938, Pág. 18.

[17] Cf. AHPCC, GCC, Serie Asociaciones y partidos (1931 – 1936), Legajos de Miajadas, y AHMM, Libro de Registro de Socios de Falange.

[18] Cf. J. Chaves Palacios, La represión en la provincia de Cácerespassim.

[19] Según se desprende de diversos testimonios orales recogidos en Miajadas.

[20] AJMM, Libro de Defunciones, tomo 48.

[21] AHPCC, GCC, OP, Pueblo de Almoharín, año 1936.

[22] AHMM, Libro de salidas, varios documentos y AHPCC, GCC, OP, «Partes», 11 de agosto 1936.

[23]Según José María García y Carlos Polanco, para las fuerzas sublevadas un guerrillero era: «cualquier civil reclutado por las organizaciones republicanas que hubiera empleado armas – o simplemente colaborado – en contra del ejército nacional». Definición inserta en J. M. García y C. Polanco, «Los guerrilleros de Logrosán» en Revista de Extremadura, 21 , 1996, p. 143.

[24] AHPCC, GCC, OP, Miajadas, 30 de julio de 1938 y AHPCC, GCC, OP, «Partes», 11de agosto 1936.

[25] AHPCC, GCC, OP, «Partes», 11 agosto, hora 8´30.

[26] AHPCC, GCC, OP, «Partes», 17 agosto.

[27] AHPCC, GCC, OP, «Partes», 13 de agosto.

[28] Cf. J. Chaves Palacios, La Guerra Civil en Extremadura, pp. 163 – 166.

[29] AHPCC, GCC, OP, «Partes», 12 y 13 de agosto.

[30] AHPCC, GCC, OP, «Partes», 16 de agosto, hora 9´40, telegrama enviado por la jefatura de Alía, donde se cita el número de fuerzas que se retiran a Guadalupe.

[31] AHPCC, GCC, OP, «Partes», 20 de agosto, hora 20´30.

[32] J. Chaves Palacios, La Guerra Civil en Extremadura, pp. 161 –164.

[33]AHPCC, GCC, OP, «Partes», 22 de agosto.

[34] J. Chaves Palacios, La Guerra Civil en Extremadura, p. 137, cuadro 8.

[35] AHPCC, GCC, OP, «Partes», 24 de agosto, hora 16´15.

Oct 012004
 

Serafín Martín Nieto.

La nobleza cacereña desempeñó un papel primordial en el desarrollo de las artes, ya fuere mediante la edificación de sus moradas en la villa, cuyo conjunto monumental ha alcanzado la distinción de Patrimonio de la Humanidad, o de las casas de labor en su término; o bien mediante el patronato de edificios religiosos. Dicho mecenazgo alcanzó su apogeo durante el siglo XVI y comienzos del XVII.

La Guerra de Restauración portuguesa incidió de manera muy negativa en Extremadura, pues las localidades próximas a la frontera se convirtieron durante muchos años en escenarios de combate y objeto de múltiples razzias del ejército lusitano organizadas con el fin de saquear las poblaciones, robar el pagado que pastaba en las dehesas y quemar las cosechas. Por otra parte las sangrías de hombres y riquezas para abastecer el Real Ejército fueron incesantes, pues la autoridad real, insensible ante la general miseria, no se vio saciada en sus interminables exigencias de levas de soldados y de repartimientos de dinero, ganado y alimentos.

Dichas urgencias repercutieron negativamente en el desarrollo de las artes y en la permanencia de los talleres locales cacereños, de fecunda actividad en décadas anteriores. Tras la desaparición del brocense Juan Bravo, afincado en Cáceres, y del pintor Francisco Mendo Montejo, se nota un vacío en el panorama artístico, suplido parcialmente por Francisco Pérez Salamanca y su hermano Juan Marcos.

Asimismo, se siente la falta de magnos encargos civiles o religiosos por parte de las Órdenes Militares, Cabildos Catedrales, Concejos y mecenas particulares a artistas foráneos de reconocido prestigio que en épocas anteriores supieron encauzar las inquietudes de los artistas locales que se formaron bajo su inspiración y amparo.

Sin embargo, a finales del siglo XVII y principios del XVIII se advierte ya un incremento de encargos, pero el predominio del estilo corresponde a los Churriguera, cuya actividad en Salamanca conocieron personalmente los cacereños estudiantes o profesores en dicha Universidad, los cuales contribuyeron a extender este nuevo gusto artístico que reemplazaría en nuestra ciudad tantos retablos tardo-góticos y renacentistas.

Entre los linajes cacereños, la familia Ovando ocupó un lugar preponderante. La genealogía de esta familia ha sido ampliamente estudiada por el conde los Acevedos[1]. Una de sus miembros, doña Magdalena Juana de Solís Ovando donó el retablo de la capilla de San Vicente Ferrer del convento de Nuestra Señora del Rosario de la orden de predicadores de la capital cacereña y puso en ejecución el mayor de la cercana ermita de Nuestra Señora de Gracia en el heredamiento de las Arguijuelas.

Dª Magdalena Juana se casó, en San Juan de Cáceres, cuando apenas contaba dieciséis años, con don Pedro Francisco de Ovando Rol Cerda y Castejón, III marqués de Camarena, viudo a la sazón de doña María Jacinto de Carvajal y Sande. De este matrimonio fue unigénito don Vicente Francisco de Ovando Rol y Cerda, nacido cuatro meses antes del óbito del marqués ocurrido el 21 de enero de 1701.

I. – EL RETABLO DE LA CAPILLA DE SAN VICENTE FERRER DEL CONVENTO DE SANTO DOMINGO

img1A pesar de la oposición de una parte de los regidores cacereños, se logró cumplir la voluntad de Catalina de Saavedra expresada mediante carta de donación, otorgada ante el escribano Gregorio de Grajos el 4 de abril de 1524, de su parte de hierbas en la dehesa del Alcoce para la fundación del convento de Santo Domingo de Cáceres.

Al contrario de lo que sucedió con el convento de San Francisco, en cuya construcción se volcó la población cacereña, especialmente la nobleza, con la edificación de numerosísimas capillas tanto en la iglesia como en sus claustros, en el de Santo Domingo apenas existieron capillas particulares y las que hubo fueron adquiridas con posterioridad a su edificación por la orden dominica.

La primera fue la funeraria de la propia Catalina de Saavedra, bajo la advocación de la Concepción, sita en la colateral del transepto, al lado del evangelio, cuyo sepulcro se halla actualmente oculto tras el retablo donde se venera a Nuestra Señora del Rosario, patrona del convento, escoltado por el escudo de armas de dicha fundadora.

img2La segunda, y última, capilla particular de la que tengamos noticias es la de Santo Tomás. El 14 de julio de 1593 [2], doña Catalina de Argüéllez Ramírez, estando su marido Alonso Holguín de Ovando al borde de la muerte, concertó con el prior la compra, para sus enterramientos, de la mencionada capilla en quinientos ducados, y la facultad de poder poner sus armas en lo alto y bajo, cerrarla con una reja de madera, que sus testamentarios encargarían al entallador cacereño Juan Hernández Mostazo, conforme a las existentes en las laterales del monasterio de San Francisco. La laude la labraría el cantero Francisco Paniagua; el escudo de la pared, que aún se conserva, pero desplazado, con las armas del matrimonio, lo tallaría el cantero Diego González y lo doraría el pintor Gaspar Gallego [3].

Dª Magdalena Juana, ni por su matrimonio con el marqués de Camarena, ni por herencia propia de los Solís ostentó derecho alguno de patronato sobre la capilla de San Vicente Ferrer del convento dominico, pero sí profesó por esta figura señera de la orden dominica española una especial devoción, la cual sabría inculcar a su hijo unigénito, al que impondría el nombre de este santo.

El 14 de julio de 1704, ante el escribano madrileño Juan Mirabel de los Cobos, la marquesa viuda de Camerana, entonces residente en la Corte, partidaria como toda Extremadura de Felipe V, concertó con el maestro ensamblador de retablos Domingo Francisco de Valdearenas y con el maestro dorador Juan de Borja y Córdova, ambos vecinos de Madrid, la ejecución y dorado de un retablo para el mencionado altar de San Vicente Ferrer. El plazo se fijó en cinco meses, los dos primeros reservados para la conclusión de los trabajos de talla. Tal plazo estipulado para la conclusión de la labra de su arquitectura resulta bastante perentorio, pero la premura se debería, no sólo al interés de la marquesa por lograr ver realizado su deseo, sino sobre todo a la inseguridad de las circunstancias imperantes debidas a la guerra desencadenada con motivo de la sucesión a la corona de España – de tan funestas consecuencias en nuestra región como la de Restauración-, pues dos meses antes había desembarcado en Lisboa el pretendiente austriaco, el archiduque Carlos.

img3El precio, se estipuló en cinco mil ochocientos reales de vellón, pagaderos en diferentes plazos. De ellos, dos mil setecientos cincuenta correspondían a Valdearenas, quien recibió al contado mil reales con el fin de adquirir, como era habitual en estos tipos de transacciones, el material necesario para iniciar la obra; transcurrido un mes, otros seiscientos, para poderlo rematar; quinientos en el momento de la salida del taller para trasladarlo a Cáceres, después de haber sido apreciado por los veedores designados por la noble cacereña; los restantes seiscientos cincuenta, cuando estuviese asentado en Cáceres. Por cuenta de la marquesa, correrían las carretas, mozos y sogas precisos para el transporte. Valdearenas vendría a su costa a Cáceres a asentarlo, así como los oficiales que trajere. Doña Magdalena Juana tan sólo se obligaba a darles casa y dos camas.

Juan de Borja se obligó a desplazarse a Cáceres una vez acabado, Por su trabajo percibiría tres mil cuatrocientos reales: mil cuatrocientos el día que saliera de la Corte; seiscientos cincuenta al mes y el resto a la conclusión. Como en el caso del entallador, la marquesa se comprometía a darle casa y cama; pues el resto de los gastos, así como los de los oficiales que lo acompañasen, los afrontaría el dorador.

Entre los testigos figuran dos cacereños vinculados a la marquesa: el noble don Alonso de Solís y Aldana, su hermano, y Juan Rodríguez Machado, residentes en la Villa y Corte.

Valdearenas fue el ejecutor, pero la traza, como se especifica en el contrato, fue encargada en Salamanca, sin duda, dentro del círculo de los Churriguera, como reflejan algunos detalles del retablo cacereño, pero cuyo estilo enmascara la torpeza del entallador Valdearenas.

Se trata de un retablo hornacina, con cuatro columnas salomónicas, situadas en el mismo plano, adornadas con racimos de uvas, de capiteles compuestos, siguiendo el prototipo de las que José Benito de Churriguera ideara para el retablo mayor de San Esteban de Salamanca, de la misma orden dominica.

Los intercolumnios, conforme a la traza, van decorados con motivos vegetales de talla. La hornacina, enmarcada por sendos cortinones que penden desde un mascarón con la figura de un querubín, culmina en una venera. Se remata el retablo con un ático, formado por dos estípites que albergan el cuadro de Nuestra Señora de Belén, imagen de la Virgen con el Niño que halló amplia devoción entre los cacereños.

img4Dicho cuadro, -sin duda colocado allí, a tenor de la fecha, por disposición don Vicente Francisco de Ovando, hijo y heredero de la marquesa-, es muy posterior al retablo, según consta en la siguiente inscripción que enmarca las sagradas efigies: BERDADERO RETRATO DE Nª SRA DE BELEN DE MADRID. IGNACIO F(ecit). AÑO MDCCLXV.

img5Conforme a la modificación que se hace constar en la escritura de obligación, uno de los serafines fue sustituido por un blasón, configurado por las armas de los Ovando y Rol [4], propias de su difunto marido, y las de Solís y Aldana de la donante, doña Magdalena Juana de Solís y Aldana [5], apellidos con los que también figura en diferentes escrituras. Culmina con la corona de marqués.

En el tomo primero del Inventario Artístico de Cáceres y su Provincia, siguiendo los estereotipados criterios en que se basaron los colaboradores para datar las piezas inventariadas, y que les ha hecho caer en tantos errores como en él hemos detectado, se fecha este retablo en 1760; es decir, medio siglo más tarde de lo que realmente corresponde [6].

La capilla dedicada a San Vicente Ferrer se ubicaba por debajo del sepulcro de Catalina de Saavedra. Su retablo, a lo largo de los siglos, ha albergado a su imagen titular, de madera policromada y de excelente factura, hasta que en 1915, tras la llegada de la comunidad franciscana, fuera reemplazada por la de San Francisco [7], para, con posterioridad a la reforma concluida en 1974 , tras la mudanza del retablo a la secular capilla consagrada a Santa Catalina de Siena, donde se encuentra en la actualidad, es decir en la segunda del lado de la epístola, ser sustituida por la de San Pedro de Alcántara, que recibió también culto en la antigua capilla de San Vicente, como se acredita por el inventario que la presidenta de la Hermanas de la Caridad, sor Margarita Fabregás, redactara el 14 de septiembre de 1835, de los bienes, bajo su custodia, de la iglesia del suprimido convento en el cual se estableció el Hospital [8].

La imagen de San Vicente se expone actualmente al culto en la capilla del lado del evangelio tradicionalmente dedicada a Santo Tomás de Aquino, en un retablo barroco presidido por el relieve de Santiago Matamoros.

Actualmente, lo preside una imagen moderna de Santa María de Guadalupe, Reina de la Hispanidad y Patrona de Extremadura, cuyo Real Monasterio así como el convento que nos ocupa son regidos hoy por la comunidad francisca de la Provincia de la Bética.

Muy satisfecha debió de quedar la marquesa con la obra, pues pocos meses después, gracias a su intervención, se finalizaría otro, largos años aplazado.

II.- LA ERMITA DE NUESTRA SEÑORA DE GRACIA Y SU RETABLO MAYOR.

Dicha ermita se halla emplazada a unos trece kilómetros de Cáceres, próxima al Camino de la Plata, frente al castillo denominado de las Arguijuelas de Abajo.

En 1278, según Floriano Cumbreño [9], se estableció allí la primera dehesa boyal de Cáceres. Poco a poco, se levantó un núcleo de población que dio lugar a un heredamiento.

img6El origen de la ermita de Santa María de Gracia hay que buscarlo, como el de tantas ermitas y capillas levantadas en el término de Cáceres, en el deseo de los particioneros de cumplir con sus obligaciones religiosas. Éstos, para una mejor defensa de sus intereses y conservación de las heredades, solían agruparse en cofradías, regidas por ordenanzas escritas. Tal fue el caso, entre otras, de las de San Francisco del Pago de la Mata, San Jerónimo de la Mata de Ribera, ambas en el siglo XVI; la de San Andrés de Miraflores en 1619.

Para la conservación del edificio, los comuneros, como tenemos constatado en el caso de la de Santa Olalla, cedían algunas fanegas de tierras para que con los frutos de su arrendamiento se pudiesen afrontar los precisos gastos de conservación.

Los orígenes de esta ermita hay relacionarlos también con la devoción a su imagen titular, del siglo XV, la cual custodia en su palacio cacereño el Vizconde de Rodas.

img7La cofradía de Santa María de Gracia poseía una tierra de pan llevar de cuatro fanegadas, la cual lindaba con tierras de Francisco de Ovando, de Diego de Cáceres Ovando y el Camino Real de la Plata, que se labraba cada cuatro años, cuyo arrendamiento apenas bastaba para atender los gastos, hasta el punto de que los cofrades, a prorrata, tenían que sufragar las misas de los meses y las de difuntos que se celebraban, conforme a ordenanza, en la parroquia de San Mateo, de la que dependía. Además le pertenecía un casar muy pequeño y desbaratado. El mayordomo Domingo Gómez, cuyo mandato se desarrollaría de 1545 a 1546, solicitó del cardenal don Francisco de Bobadilla y Mendoza, obispo de Coria, licencia para enajenar ambas propiedades, por las que ofrecía Francisco de Ovando Mayoralgo, además de ciertas reparaciones del edificio, cuatrocientos cincuenta maravedís de renta de censo anual: cuatrocientos sobre la hacienda de Hernando Álvarez de Toledo y cincuenta sobre una casa en la calle de Corte propiedad de Román. El mayordomo expresaba que con dicha cantidad «tendrá la dicha cofradía con que dezir las dichas missas y comprar alguna çera y otras cosas neçesarias«. El vicario general del obispado, el reverendo Toribio Jiménez de Villafranca, beneficiado de la Catedral de Coria, comisionó al vicario de Cáceres, el presbítero Juan de Figueroa, para la pertinente información y publicación en los lugares habituales de la oferta de Ovando, por si hubiera quien mejorara la oferta [10].

El 3 de julio de 1547, se congregaron Alonso Hernández, mayordomo; Antonio Díaz, escribano; los cofrades Francisco Gómez, Pedro de Grajos, Juan García, Juan Gentil, Alonso Gómez Nacarino y Jerónimo Martín para dar dichas propiedades a censo a Francisco de Ovando Mayoralgo, quien, «e demás desto (los cuatrocientos maravedís anuales de renta), a dicho que hará un portal en la dicha yglesia e una canpana, el qual e sus desçendjentes ternán cargo de rreparar la dicha yglesia en lo que puedan«, una vez considerado que «convenya mucho a la dicha cofradía e cofrades para se sustentar e sostener e que no se pjerda nj la yglesia e hermjta se caja porque, por ser tan pobre como es, an pagado e pagan los cofrades las mjsas que se dizen por los defunctos e cofrades» [11].

El 23 de agosto, habiendo dado ya licencia el vicario el día 16, el mayordomo Juan Gentil, asistido por los alcaldes el herrero Hernán Martín y Juan García; los cofrades Antonio Díaz, Alonso Hernández, Francisco de Toledo, Alonso Ceballos, Francisco Silvestre, Francisco Gómez otorgaron la correspondiente escritura ante el escribano Sancho Jiménez [12].

No tardó mucho Ovando en cumplir con el compromiso adquirido de la edificación de un portal, que aún hoy se conserva, si bien modificado, de «tres arcos y de largo quinze pies, poco más o menos, con dos postes de cantería e maderarla e tejarlo«; la sustitución de una viga grande de pino que se había quebrado por otra y la fundición de la campana. El 16 de junio de 1549, el campanero Juan de la Bárcena, vecino de Güemes, otorgó carta de pago a favor de Francisco de Ovando, a la sazón mayordomo de dicha cofradía, de una campana que había fundido aprovechando el metal de las dos campanas que tenía la ermita, que pesó tres arrobas y trece libras, más otras ciento veinte arrobas que le entregó el citado mayordomo.

img8La nueva campana pesó siete arrobas y veinte libras. Por la hechura percibió el campanero cuatro mil maravedís más otros mil por la merma en la fundición [13]– El 27 de septiembre de 1604, en cumplimiento de citado concierto, su hijo don Pedro Rol de la Cerda encargaría al campanero Juan de Alviano de Ayala, vecino de Arroyomolinos, la hechura de una nueva campana, similar a la fundida por encargo de su padre, que se había quebrado, a cuyo peso habría de añadir dos arrobas de metal campanil, media de cobre, media de latón y ocho libras de liga de Inglaterra [14].

Francisco de Ovando Mayoralgo, gracias a la posesión del mayorazgo de su abuelo Francisco de Ovando el Viejo, quien había vinculado las diferentes tierras que había ido adquiriendo en las Arguijuelas, era el mayor particionero en mencionado heredamiento, pero no por ello poseía la propiedad de la ermita, que la mantuvo su cofradía titular. No obstante la constitución del censo y contraprestaciones arriba mencionadas, Ovando no se convirtió en patrono de la ernita, pues como se afirma en la escritura de censo de 20 de agosto de 1611, que mencionaremos más abajo, la cofradía «se sirve en la parrochial de Señor San Mateos desta dicha billa y tiene su hermita en el assiento del Argijuela«.

img9Por otra parte, la ermita era objeto de las mandas testamentarias de los vecinos de Aldea del Cano, siguiendo una práctica inmemorial en la Tierra de Cáceres, de favorecer las ermitas pobladas. Así, el 24 de junio de 1550, Juana Holgado, mujer de Juan Blázquez, incluía la siguiente en el suyo: «Yten mando a la yglesia de Sant Martín medio rreal y mando a Santiago de Bencaliz e a Sant Yuste y a Santa María de Graçia e a San Juan Hevanjeljsta questá en el Alguijuela a cada una dos mrs. para azeyte «[15].

A pesar de que siempre llevó una existencia languideciente, la cofradía sobrevivió. Sus mayordomos, elegidos anualmente como era norma generalizada en las cofradías, gestionaban los asuntos, daban a censo las escasas rentas logradas reunir. He aquí las referencias que hemos hallado:

  • El 9 de agosto de 1581, el mayordomo García Mogollón dio poder general a procuradores de Cáceres para los pleitos que esperaban tener [16].
  • El 23 de agosto de 1581, siendo mayordomo Domingo Hernández, María García la cerera, viuda, se obligó a pagar a finales de marzo de 1582, los siete mil maravedís en que fue alcanzado Francisco Martín Maderuelo de su año de mayordomía [17].
  • El 19 de septiembre de 1582, el mayordomo Domingo Hernández dio a censo quinientos maravedís de renta anual, por el principal de siete mil, al presbítero Hernando Gil, quien hipotecó su casa de morada en la calle del Horno y una viña en Villoluengo [18].
  • El 28 de agosto de 1585, el mayordomo Gonzalo García entregó siete mil maravedís, cuya renta anual ascendía a quinientos, a Francisco Díaz Caldera y su mujer Isabel Rodríguez [19].
  • El 16 de octubre de 1586, el mayordomo Juan Sánchez Mirueña dio a censo idéntica cantidad a Juan de Tovar y a su mujer Isabel Sánchez, que cargaron sobre sus casas en Pintores, colindantes con el horno de cocer pan [20].
  • El 30 de enero de 1588, el mayordomo Francisco Jiménez Rubio dio poder general a procuradores de Cáceres [21].
  • El 1 de agosto de 1590, a petición del mayordomo Juan Sánchez Mediodía, Juan de Carvajal, hijo de Hernando Álvarez de Toledo, reconoció los cuatrocientos maravedís perpetuos sobre sus casas principales intramuros, que daban a tres calles públicas, y cuya almojava salía a la Plaza pública sobre la muralla; censo que Francisco de Ovando hubo dado en trueque por la hacera que la cofradía tenía en las Arguijuelas [22].
  • El 12 de mayo de 1591, a requerimiento del mayordomo Juan Sánchez Mediodía, Benita García, viuda de Juan González, reconoció el censo de cincuenta maravedís perpetuos que sobre la casa en la calle de Corte heredada de su padre, que también había sido objeto del trueque de Francisco de Ovando el Viejo [23].
  • El 12 de noviembre de 1591, a instancias del mayordomo Juan Coronado, el pellitero Alonso López reconoció el censo que otorgaran Juan de Tovar e Isabel Sánchez [24].
  • El 16 de julio de 1609, el mayordomo Martín de Palacios vendió al presbítero Baltasar Jiménez Sanguino trescientos cincuenta maravedís de renta, por el principal de siete mil, que tenía depositados de la redención efectuada por Pedro Gómez Mirueña. El mencionado presbítero hipotecó su casa al Portal del Reloj y otros bienes [25].,
  • El 20 de agosto de 1611, el mayordomo Baltasar Hernández de Mercado dio doscientos veinte reales de principal, que generaban once de réditos anuales, al presbítero Hernán Martín Pozo quien hipotecó sus casas en la calle de Damas, con puerta falsa al camino de la ermita de la Consolación, y sobre otros bienes[26].
  • El 22 de octubre de 1646, Diego Jiménez Pozo y su mujer Francisca Sánchez Pozo, al otorgar un censo a favor de la cofradía y ermita del Espíritu Santo, declararon que sobre su casa en la calle de Damas, objeto de la hipoteca, ya pesaba el censo arriba referido de once reales de renta perpetuos a favor de la Cofradía de Nuestra Señora de Gracia «que se sirve en su hermita de las cassas de campo de la Arguixuela«[27].
  • El 20 de julio de 1729, el presbítero don Esteban García Corbacho, testamentario de Inés Holguín, difunta, vendió al también presbítero don Cristóbal Rama la casa con corral que ella había dejado en la calle de Corte sobre la que pesaban real y medio perpetuos a favor de la ermita de Gracia [28].

Al no haberse conservado los libros de acuerdos, hermanos, cuentas, tenemos un conocimiento muy fragmentado de la historia de la ermita y de la cofradía que la sustentaba, la cual debió de extinguirse por falta de hermanos, como tantas otras de la villa de Cáceres, en el primer cuarto del siglo XVIII, tras los desastres de la Guerra de Sucesión a la Corona de España. Si la ermita se ha mantenido inhiesta y ha evitado la ruina, como les ocurrió en dicho periodo a las de San Lázaro, Santo Domingo Soriano y otros, fue gracias al especial cuidado que le dispensaron los señores de las Arguijuelas de Abajo y sus sucesores hasta nuestros días [29].

Desde el compromiso adquirido por Francisco de Ovando Mayoralgo, se observa el especial cuidado que sus descendientes dispensaron a la ermita, predilección que manifestaban también sus criados. Así el 26 de febrero de 1543, Pedro Hernández, vecino de Rehoyo, tierra de Hita, al servicio de Ovando, en su testamento dispuso «que sy Nuestro Señor Dios fuere servido de me llevar que mj cuerpo sea sepultado en la hermjta de Nuestra señora Santa María de Graçia que está en el heredamiento del Alguijuela, sy falleçiere en él «[30].

img10Cristóbal de Ovando Mayoralgo, hijo segundogénito de Francisco de Ovando el Rico, por lo tanto hermano de Francisco de Ovando Mayoralgo, la tuvo presente, en 1579, en sus mandas testamentarias: «por cuanto yo e tenido y tengo devoçión a la ermjta de Nuestra Señora de Graçia, questá en el eredamjento del Algijuela, término desta villa, mando que se le dé a la dicha ermjta en cada un año un arrova de azeyte para que se gaste en alunbrar la ymajen de la dicha ermjta. E rruego y pido a los cofrades de la cofradía de la dicha ermjta quel día que çelebraren la fiesta de Nuestra Señora de Graçia, rrueguen y pidan al clérigo que diere la mjsa me encomjende a Dios; y a los questuvieren presentes, que, por caridad un pater noster por mj ánima, suplicando a Dios Nuestro Señor me perdone. La cual dicha arrova de azeyte quiero la cobre para sienpre jamás el mayordomo de la dicha ermjta de la persona que tuviere el mj olivar, porque sobre él ynpongo esta carga; y del azeyte que dél se cojere (roto) y el que llevare el dicho olivar sea con esta carga y tributo»[31].

El cura de Aldea del Cano, en razón del cobro de los medios diezmos de los frutos de pan y menudos de las Arguijuelas , estaba obligado a oficiar la santa misa todos los domingos desde el primero de Cuaresma hasta el de Pentecostés; y cada quince días, desde Pascua del Espíritu Santo hasta Cuaresma. En 1604, los regidores cacereños don Pedro Rol de la Cerda, nieto de Francisco de Ovando Mayoralgo y sucesor en el mayorazgo de su tatarabuelo Francisco de Ovando el Viejo, y don Diego de Ovando y Torres pretendieron que se celebrase todos los domingos y fiestas de guardar, a lo que se opuso el rector de la parroquia de San Martín, el licenciado Martínez. Para evitar costosos pleitos, el 22 de junio de dicho año, ambos nobles, por sí y los sucesores de sus casas y mayorazgos, se obligaron a dar doce ducados anuales cada uno a cambio de que el cura u otro sacerdote dijese misa todos los domingos y fiestas de guardar [32].

Algunas décadas después, ante el incumplimiento por parte del párroco de este acuerdo, se suscitó un pleito que, el 16 de enero de 1642, el Vicario general, licenciado Asensio Fernández de Pazos sustanció a favor del actor, don Francisco Antonio de Ovando, señor de la Arguijuela, condenando al cura de Aldea del Cano a cumplir con la obligación contraída [33]. No obstante, a finales del siglo XVIII, número se había reducido notablemente a tenor de las respuestas del capellán Domingo Márquez Peñaranda al Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura de 1791: «tiene esta Parroquia dos anejos, llamados, uno de Nuestra Señora de Gracia (…). La obligación del párroco es que se diga una misa en la primera todos los días festivos desde San Pedro hasta San Andrés…» [34].

Por su testamento de 12 de diciembre de 1669, doña María Jacinto de Carvajal, primera mujer de don Pedro Francisco de Ovando, marqués de Camarena y señor de la Arguijuela de Abajo, mandó «se haga un rretablo de madera, que se entiende un hueco, adonde se ponga Nuestra Señora de Grazia, y que en la peana se ponga un rrótulo que diga: este rretablo dio María indigna esclava de la Virgen» [35]. Pero ni sus testamentarios, ni su marido, fallecido en 1701, al que dejó por heredero universal de todos su bienes puso en ejecución esta última voluntad.

img11Sería su segunda esposa, doña Magdalena Juana de Solís y Ovando, la que, sin duda, animada por la donación que había efectuado al convento de predicadores del retablo de la capilla de San Vicente, la que culminó el deseo de la primera mujer de su difunto esposo, como evidencia la inscripción existente en el banco del mismo:

EN 12 DE DICIEMBRE DE 1669 AÑOS MANDO EN SU TESTAMENTO ACER ESTE RETABLO D. MARIA JAZINTO DE CARVAGAL PRIMERA MUGER DEL MARQUES DE CAMARENA CON EL ROTULO QUE ESTA EN LA PEANA.

IZOSE EN VIDA DE D. MAGDALENA JUANA DE SOLIS I OVANDO SEGUNDA MUGER DE DICHO SEÑOR A LOS 5 AÑOS DE VIUDEZ I SE FINALIZÓ DE DORAR AÑO DE 1705 A 19 DE SETIEMBRE.

Dadas las similitudes que ofrece con el del convento dominico, objeto de esta ponencia, y la escasa diferencia temporal, menos de un año, entre ambos retablos, se puede atribuir su ejecución y dorado al entallador Francisco de Valdearenas y al dorador Juan de Borja y Córdova, artistas a quienes doña Magdalena había encargado el primero.

img12Se trata de un retablo hornacina que durante siglos albergó la imagen titular de Santa María de Gracia, de estilo gótico. Hoy recibe culto en ella la efigie de Nuestra Señora del Rocío, de cerámica sevillana, por tener en esta ermita su sede la Hermandad de Cáceres de esta advocación.

Como el de santo Domingo, presenta cuatro columnas salomónicas adornadas con racimos de uvas, que albergan sendas calles con pinturas, sobre tablas, de sabor popular de santos de la devoción de doña Magdalena: en la del lado del evangelio, a San Nicolás de Bari [36] y por encima a Santa Bárbara; en la de la epístola, a San Antonio de Padua y en la parte alta a María Magdalena, santa bajo cuyo patronato fue bautizada la mecenas [37].

img13Sobre un sencillo entablamento, se alza el ático, de inspiración más clasicista que el del mencionado convento cacereños, con un cuadro, también sobre tablas, sin duda de San Vicente Ferrer, habida cuenta de la especial devoción que le profesó doña Magdalena Juana hasta el punto de que su hijo unigénito recibió como primer nombre el de Vicente, patronímico hasta entonces inusual en su familia y que en adelante llevarían sus sucesores.

Don Vicente Francisco de Ovando Rol de la Cerda Castejón Díez Aux de Armendáriz Mendoza Lodeña Bazán y Solís, caballero de Calatrava, comendador de Vállaga y Algarga, señor del castillo de las Arguijuelas, Alférez Mayor perpetuo de Ágreda y Cáceres, Teniente General de los Reales Ejércitos, Gobernador y Comandante General de Ejército y Provincia de Extremadura como se denomina a sí mismo en su testamento, heredó las citadas devociones maternas, en especial a San Vicente, hasta el punto de que a seis de sus ocho hijos legítimos y a su hija natural les impuso el nombre de pila de Vicente.

En su testamento de 31 de octubre de 1773 otorgado junto con su mujer doña Cayetana de Ovando [38], don Vicente Francisco dispuso ser sepultado, en caso de que le sobreviniese la muerte en su villa natal, Cáceres, en la ermita de Nuestra Señora de Gracia, en el altar de la Virgen del Loreto.

Dicho testamento resulta interesantísimo por las disposiciones, imbuidas del espíritu ilustrado de la época, que se desarrollarían en el momento de que se extinguiese su descendencia. En dicho supuesto, la renta de los tres primeros se reservaría para la fundación de tres capellanías.

img14La primera servidera en el referido altar de Nuestra Señora del Loreto, donde el capellán estaría obligado a aplicar diariamente la misa por el alma de los otorgantes y sus antepasados, así como la de los días de precepto, en hora acomodada, para que pudieran acudir los criados, pastores y labradores del contorno. Además, todas las noches, previo toque de campana, se rezaría el rosario en dicho altar. La segunda capellanía, en el altar de San Vicente Ferrer de Santo Domingo, donde diariamente el capellán celebraría misa de once; si los frailes no se opusiesen a esta manda, se les daría cinco arrobas anuales de aceite para la lámpara de la capilla. La tercera en la ermita del Santo Cristo de la Encina, que acababa de construir en el lavadero de los Barruecos, o en su defecto en la capilla de esta advocación en la parroquia de San Mateo.

img15La ermita de Nuestra Señora de Gracia presenta cabecera rectangular datable a finales del siglo XV, en cuyo exterior blasona las armas de los Ovando. Conserva el pórtico que Francisco de Ovando Mayoralgo mandara edificar, aunque modificado, pues las columnas primitivas de cantería fueron sustituidas en el siglo XVIII por los machones existentes para soportar el empuje de la bóveda de arista que sustituyó al anterior maderamen.

img16El interior es de una sola nave, con tres tramos. La capilla mayor mantiene la primitiva bóveda de crucería, con clave granítica encalada tallada con el escudo de los Ovando. La chilla o cañizo, tan tradicional en la arquitectura cacereña, como evidencia la obligación contraída por Francisco de Ovando de reemplazar la viga grande maestra por otra nueva, dio paso, en la décimo octava centuria, a las actuales bóvedas de cañón, para lo que fue necesario reforzar los muros de las naves con arcos que reposan sobre pilastras. Junto a la única puerta de acceso, está empotrada la pila del agua bendita, de estilo renacentista, decorada con guirnaldas de flores, cabeza de angelito y un cordón que la rodea.

A ambos lados del retablo mayor cuelgan sendas cartelas, escritas de puño y letra del insigne presbítero don Simón Benito Boxoyo, relativas a los cuarenta días de indulgencias concedidas por el obispo cauriense don Juan José García Álvarez a los devotos de Nuestra Señora de Gracia que rezaren un salve delante de su imagen y a los del Santo Cristo de la Expiración que ante su devota efigie rezaren un credo por la exaltación de la fe.

En la nave, se alzan sendos retablos laterales, barrocos, en blanco, atribuibles a un mismo autor, dentro del estilo artístico de Vicente Barbadillo. El del lado del evangelio, hoy exento de imágenes, albergó durante siglos la de bulto redondo, sin policromar, de Nuestra Señora del Loreto, que se custodia actualmente en el palacio del vizconde de Roda. La devoción a esta advocación mariana tiene su origen en el compatronato secular de los señores de las Arguijuelas de Abajo sobre el convento cacereño de Nuestra Señora del Loreto de la Limpia Concepción como dejó dispuesto su fundador el indiano Juan Durán de Figueroa a comienzos del siglo XVII.

El del lado de la epístola, con atributos de la pasión, de mayor sencillez decorativa que el mariano, aloja la imagen del Santo Cristo de la Expiración, del siglo XVI, de tamaño mayor que el natural, cuya devoción se ha renovado con la fundación en 1992 de la cofradía penitencial que lo tiene por titular y que lo ha incorporado a los desfiles procesionales de la Semana Santa de Cáceres.

APÉNDICES

Mayordomos de la Cofradía
Año
Nombre
1545-46 Domingo Gómez
1546-47 Alonso Hernández
1547-48 Juan Gentil
1548-49 Francisco de Ovando
1579-80 Francisco Martín Maderuelo
1580-81 García Mogollón
1581-83 Domingo Hernández
1585 Gonzalo García
1586 Juan Sánchez Mirueña
1588 Francisco Jiménez Rubio
1590-91 Juan Sánchez Mediodía
1591-92 Juan Coronado
1609 Martín de Palacios
1611 Baltasar Hernández de Mercado

 

Alcaldes de la Cofradía
Año Nombre
1547-48 Hernán Martín, herrero, y Juan García

 

Escribanos de la Cofradía
Año Nombre
1545-46 Antonio Díaz

A. H. P. CC. Protocolos notariales. Caja 4.194. Escritura inserta al comienzo de los protocolos del escribano Francisco Martín Pozo Andrade del año 1737.

Obligazión hecha entre partes, de la una la Señora Marquessa de Camarena y de la otra Domingo Francisco de Valdearenas, maestro emsamblador, y Juan de Borja y Córdova, maestro de dorador; sobre un retablo que se ha de poner en el combento de predicadores de la villa de Cázeres a San Bizente Ferrer.

En la villa de Madrid, a cattorce días del mes de jullio año de mill setecientos y quatro, antte mí el escrivano y ttestigos parecieron de la una parte la señora marquessa de Camarena, residente al pressente en esta dicha villa, y de la otra Domingo Francisco de Valde Arenas, maestro ensamblador de rettablos, y Juan de Borja y Córdova, maestro dorador de ellos, ambos vecinos de esta dicha villa. Y dijeron que ,por quanto tienen tratado y ajustado el haçer un rretablo de ensamblaje y dorado para el altar de el gloriosísimo san Vicente Ferrer en el combento de el horden de predicadores de la villa de Cáceres, en el término de çinco messes con dicha señora marquesa por precio de cinco mill y ochocientos reales de vellón, pagados en diferenttes plaços y con diferenttes calidades y condiçiones, que abajo yrán mençionadas, para lo qual les a pedido dicha señora marquessa hagan obligazión mancomunándose con sus personas y bienes muebles y raíces avidos y por haver. Y viendo ser justo y de su conbeniençia el haçer dicha obligazión según las calidades y condiziones que se referirán, lo ponen en execuçión. Y así, en la mejor bía y forma que más aya lugar en derecho, los dichos Domingo Françisco de Valdearenas, maestro de ensamblador, y Juan de Borja y Córdova, maestro dorador, ambos juntos de mancomún y a boz de uno como principales y fiadores uno de ottro y ottro de otro y cada uno de por sí y por el todo ynsolidun, renunçiando como rrenunçiaron las leyes de duobus rex de vendi y la autentica pressente oc yta de fide yusoribus y todas las demás leyes, fueros y derechos que son y ablan en fabor de la mancomunidad y fianza, según y como en ellas y en cada una de ellas se contiene, que quieren no les valgan, sino es que se entienda que lo que faltase de cumplir en dicho retablo por qualquiera de los dos lo aya de cumplir asta estar fijado y en toda forma el otro que quedase. Y en esta manera, se obligaron hacer dicho retablo de emsamblaje y dorado y precio, y esto a de ser con las calidades y condiçiones siguientes:

Primeramente que el dicho Domingo Françisco de Valdearenas a de dar acavado el dicho rretablo, por lo que toca a ttalla y ensamblaje, en el término de dos messes que empiezan a correr y contarsse desde el día de la fecha de esta escriptura y cumplirán otro tal día de septiembre próximo que biene de este presente año, en precio de dos mill setecientos y cinquenta rreales, para lo qual se le an entregado en presençia de mí, el escrivano, y de los testigos mill rreales de vellón en doblones y plata que lo sumaban y montavan; los quales el dicho Domingo Francisco de Valdearenas los passó a su parte y poder a toda su satisfaçión, que doy fee ,y como pagado de ellos, da y otorga carta de pago de dicha cantidad a fabor de dicha señora marquessa. Y con dichos mill rreales a de travajar en dicho rretablo hasta cumplir el primer mes y, cumplido que sea, se le an de entregar seisçientos rreales de vellón para que con ellos acave de dar rrematado y en toda forma dicho rretablo. El qual a de yr según una traça y dicho dibujo que se le a entregado, que bino de Salamanca, sin descrepar en poco ni en mucho de dicha traça, como lo menziona una memoria que así mismo vino junta con dicha traza, que, para que siempre conste, se pone a la letra y es de el thenor siguientte:

Memoria

Primeramente a de tener el rretablo veinte pies de alto desde el cozalo de el pedestal asta la última lignia de el cerramiento o coronamiento, correspondiendo el ancho a su altura y conforme artte. Es condiçión que pedestal y sotta vassa a de ser ensamblado y apiñacados los témpanos y vastidores de la rrepissa y alabita; y lo propio, el enpilastrado y caja del niño, que es caja principal. Y el fondo de dicha caja a de yr de frissos de talla. Y las pilastras an de llebar capiteles tallados. Y todo lo demás se a de executar conforme la traza; y serafines y niños, conforme están demostrados. Y en quanto a el dorado a de ser capiteles de colunas y vástagos y ojas y rraçimos de oro limpio y los campos negros abruñidos. Y tocante al rretablo todo lo que fueren moldaduras, tallas y niños a de ser dorado de oro bruñido y los campos negros.

Prosigue

La qual memoria orijinal queda en mi poder, a que me rremito, y según ella y la traza referida a de acabar el dicho rretablo dentro de el término de los dichos dos messes en esta dicha villa, a donde lo a de hacer la dicha señora marquesa ver por maestros de su satisfazión para que rrejistren si está arreglado a la dicha traza y memoria y executado según artte y a toda costa. Y de no estar de la manera rreferida, lo a de bolber a executar el dicho maestro de ensamblador a su costa y rriesgo. Y a ello se le a de apremiar sin más recado que la presentazión de esta escriptura y estando a ssatisfazión de dicha señora marquessa dicha obra a de estar obligada su señoría, como lo es, desde luego se obliga a dar a el dicho Domingo Françisco de Valdearenas quinientos rreales de vellón y las carretas que fueren necessarias para llebar dicho rretablo asta el dicho conbento donde se a de fijar y sentar, no siendo de la obligazión de su señoría más que le dar dicha carreta y un mozo con cada una y las sogas que hubieren menester para atar el dicho rretablo asta llegar a dicho combento. Y el dicho maestro a de ir a su costa y los ofiçiales que llebare consigo. Y si, por algún accidente en el camino o en el sitio donde se hubiere de sentar se quebrare o desconpusiere alguna o algunas piezas de dicho rretablo a de tener obligazión el dicho maestro de volberlas acer a su costa y rriesgo y dejarlo sentado y fijado a satisfazión de las personas que nombrare la dicha señora marquessa en la dicha villa de Cázeres. Y sentado y fijado en toda forma se le an de entregar a el dicho maestro los seisçientos y çinquenta rreales restantes a cunplimiento de los dos mill setecientos y cinquenta en que ba ajustado. Y es de la obligazión de su señoría de darles a los maestros, todo el tienpo que estubieren en la dicha villa de Cáceres enpleados en acavar el dicho rretablo, cassa en que biban y dos camas y no ottra cossa alguna sino lo que ttocarre a albañilería para sentar y fijar dicho rretablo, que esta a de ser por quenta de dicha señora marquesa el pagar su ymportte. Y se adbiertte que sólo a de tener el dicho rretablo de diferencia de la traza referida el que en lugar de la caveza del serafín último an de yr las armas de su señoría y los maestros an de yr y bolber a su costa y se an de mantener todo el tienpo que estubieren en la dicha villa de Cáçeres y la jente que llebaren consigo Dorador.

Y acavado que sea dicho rretablo en toda forma, a de ser de la obligazión de el dicho Juan de Vorja y Córdova, dorador, el salir luego yncontinente a dorar el dicho rretablo a la dicha villa de Cáçeres a su costa así mesmo, dándole por ttodo el dorado en toda forma según la memoria que ba menzionada tres mill quatrozientos rreales de vellón en la forma siguiente: los mill y quattroçientos rreales el día que salieren de esta Cortte; y desde dicho día en tres messes, a de dar acavado y dorado el dicho rretablo, haciéndole buenos los días que gastare en la yda. Y desde el día que empezare dicho dorado en un mes se le an de dar seisçientos y cinquenta rreales y la rrestante cantidad luego que esté acavado de dorar y en toda forma sin faltar en cossa alguna a lo que ba prebenido en dicha memoria y no de otra suertte, siendo de la obligazión de dicho maestro el sustentarse a sí todo el tienpo que gastase en yda y buelta, como en estar allá, dando su señoría cassa y cama mientras estubieren empleado en el dorado de dicho rretablo y no de otra manera. Y la jente que llebare consigo los a de llebar y mantener asímesmo a su costa. Y a de quedar en toda forma el dicho rretablo a satisfazión de la persona que nombrase su señoría en la dicha villa de Cáçeres.

Con las quales calidades y condiziones, según y como en ellas se contienen, los dichos Domingo Francisco de Valdearenas y Juan de Vorja y Córdova se obligaron con su persona y vienes muebles y rraíces havido y por haver a acavar y fijar y dorar el dicho rretablo a satisfazión y vista de maestros y de estar hecho según dicha traça y memoria y de que bale los dichos cinco mill y ochoçientos rreales en que se a ajustado, exçetuando de ellos trecientos rreales que se le an dado a el maestro de dorador para ayuda de el costo de el camino. Y no baliéndolo, nos obligamos a bolber lo que declarasen tiene de menos precio o bolber a acer lo que faltare luego de contado y que de ello conste y a ello se nos a de poder apremiar a entrambos como mancomunados o cada uno de por sí y no hemos de pedir demasías ni otros gastos aunque por los maestros que lo bieren se tasse en más, porque solamente hemos de llebar dichos cinco mill y ochocientos rreales en la forma referida. Y si faltáremos a lo contenido en esta escriptura, pueda la dicha señora marquessa, o quien su poder y derecho tubiere, buscar otros maestros que lo agan y executen y por lo que más le costare y las costas que en ello obiere se nos a de poder executar solo en virtud de esta escriptura y su declarazión de que le relebamos en forma. Y la dicha señora marquesa de Camarena, por lo que a sí toca, se obliga con las calidades y condiziones mencionadas a que dará y pagará a los dichos maestros o a quien su poder tubiere los dichos cinco mill y ochocientos rreales de vellón en que se a ajustado dicha obra según y como ba capitulado en las condiciones. Y por lo que toca al último plaço, se obliga su señoría a que luego que esté a su satisfazión a dar y pagar a cada uno de dichos maestros lo que a cada uno le tocare en el tienpo que le corresponde, según dieren acavado lo que a cada uno es de artte y obligazión.

Y al cumplimiento de lo en esta escriptura contenido unos y ottros obligaron sus personas y bienes muebles y rraíçes abido y por haver y dieron poder cumplido a las justicias y jueces que de sus causas devan conocer de qualesquier partte que sean para que les apremien por todo rigor de derecho y vía executiba y lo rrecibieron por sentencia passada en cosa juzgada, renunciando como rrenunciaron su propio fuero, jurisdizión y domizilio y la ley sic cumbenerit de yrisdicione omnium yudicum con todas las demás leyes, fueros y derechos de su fabor y todas las que ablan en fabor de las mujeres y las de Veleyano senatus consultus y emperador Yustiniano de que dicha señora marquesa fue abissada por mí, el escrivano, y como savedora de sus efectos la apartó y rrenunció de que doy fee. Y así lo otorgaron todos siendo testigos don Alfonsso Premech, don Alonso Solís Aldana y don Juan Rodríguez Machado residentes en esta dicha villa y los otorgantes a quien yo el escrivano doy fee conozco. Lo firmaron doña Magdalena Juana de Solís y Obando, Domingo Francisco de Valde Arenas, Juan de Vorja y Córdova. Ante mí Juan Miravel de los Covos.

Yo el dicho Juan Mirabel de los Cobos, escrivano público del Rey, nuestro señor rressidente en su Corte y Villa de Madrid, pressente fuy a lo que dicho es y en fee de ello lo signé y firmé en diez y nuebe días del mes de jullio año de mill setezientos y quatro.

En testimonio de verdad
Juan Mirabel de los Cobos


NOTAS:

[1] MAYORALGO Y LODO, José Miguel de: «La Casa de Ovando (Estudio histórico-genealógico)«. Real Academia de Extremadura. Cáceres, 1991.

[2] ARCHIVO HISTÓRICO PROVINCIAL DE CÁCERES (A.H.P.CC). Protocolos de Juan Romero. Caja 4.245. Año 1593.

[3] Ibid. Protocolos de Pedro de Pérex. Caja 4.130. Años 1593-1596.

[4] Las de Ovando: En campo de plata, una cruz floreteada de gules con cuatro veneras de gules en torno a ella; bordura del mismo color con ocho aspas de oro. (LODO DE MAYORALGO, José Miguel: Viejos Linajes de Cáceres. Caja de Ahorros de Cáceres, 1971. pág. 177).
Las de Rol: cinco palomas azules con pintas de plata en campo de oro. (A. H. P. CC. LEGADO PAREDES. Legajo 126, expte. 31). Sin embargo, los colores aparecen cambiados en el escudo del retablo: cinco palomas de oro en campo de azur.

[5] La de Solís: En campo de oro, un sol de gules con dieciséis rayos y ocho dragantes que reciben en sus bocas otros tantos rayos de sol. (LODO DE MAYORALGO, … op. cit. pág. 271).
Las de Aldana: «cinco lirios de oro sobre campo rojo» (A. H. P. CC. LEGADO PAREDES. Legajo 126, expte. 31).

[6] Inventario Artístico de Cáceres y su Provincia. Tomo I. Partidos Judiciales de Alcántara y Cáceres, bajo la dirección de don Salvador Andrés Ordax. Ministerio de Cultura. Madrid, 1989. pág. 211.

[7] HURTADO, Publio. A.yutamiento y familias cacerenses.. Cáceres, 1918. pág. 748.

[8] ARCHIVO DE LA DIÓCESIS DE CORIA-CÁCERES. (A. D.). Inventarios. 1800 y siguientes.

[9] FLORIANO CUMBREÑO, Antonio: La villa de Cáceres. Institución Cultural El Brocense. Cáceres, 1987. pág. 101.

[10] A. D. Parroquia de San Mateo de Cáceres. Legajo 4, documento 17.

[11] A.H.P. CC. Protocolos de Pedro de Grajos. Caja 3.923.

[12] A. D. Parroquia de San Mateo de Cáceres. Legajo 4, documento 17.

[13] A.H.P. CC. Protocolos de Pedro de Grajos. Caja 3.924. fol. 136.

[14] Ibid. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.250. fols. 587-588v.
El 3 de noviembre de 1599, el doctor Escobar, cura de Torrequemada y prior de Santa María del Salor, concertó con Juan de Alviano de Ayala , la campana y el esquilón para la iglesia parroquial de San Esteban (Ibid. Protocolos de Pedro de Pérex. Caja 4.131).

[15] Ibid. Protocolos de Diego González. Caja 3.826. fol. 368-370.

[16] Ibid. Protocolos de Alonso de Figueroa. Caja 3.789.

[17] Ibid. Protocolos de Martín de Cabrera. Caja 3.644. Año 1581, cuaderno II.

[18] Ibid. Protocolos de Pedro de Pérex. Caja 4.125.

[19] Ibid. Caja 4.237.

[20] Ibid. Caja 4.238.

[21] Ibid. Caja 4.240.

[22] Ibid. Caja 4.242.

[23] Ibid. Caja 4.243.

[24] Ibid. Caja 4.243.

[25] Ibid. Caja 4.255. fols. 346 y v.

[26] Ibid. Protocolos de Juan Maderuelo. Caja 4.002.

[27] Ibid. Protocolos de Miguel Jiménez de Valverde. Caja 3.949. fols. 513-516v.

[28] Ibid. Protocolos de Francisco Tiburcio Maderuelo. Caja 3.993.

[29] Agradezco a don Ramón Jordán de Urríes, vizconde de Rodas, las facilidades que me ha dispensado para realizar el reportaje gráfico que ilustra esta ponencia.

[30] A. H. P. CC. Protocolos de Diego González. Caja 3.823. Año 1543, cuaderno III, fols. 47 y v.

[31] Ibid. Protocolos de Pedro González. Caja 3.830. El 30 de julio de 1579 se abrió, con las formalidades de rigor, el testamento que hubiera otorgado cerrado el 13 de junio de dicho año.

[32] Ibid. Protocolos de Juan Romero. Caja 4.250. fols. 323-324.

[33] Ibid. Protocolos de don Gabriel Antonio Briceño de Muesas. Caja 3.596. Año 1701. Escritura número 168 del inventario de escrituras de don Francisco de Ovando y Castejón, marqués de Camarena.

[34] Ibid. REAL AUDIENCIA DE EXTREMADURA. Caja 643. Expte. 3. Visita a Aldea del Cano.

[35] Ibid. Protocolos de Juan Fernández Zayas. Caja 3.784. Años 1669-1679. fols. 208-211v.

[36] Sobre la devoción a San Nicolás entre los cacereños del siglo XVIII, puede consultarse la nota 67 de nuestra ponencia «La Iglesia de San Juan Bautista de Cáceres. Algunas circunstancias constructivas», presenta a los XXIII Coloquios Históricos de Extremadura.

[37] La reseña que dedica a este retablo el referido Inventario Artístico de Cáceres y su Provincia está plagada de despropósitos.

[38] Ibid. Protocolos de Andrés Ignacio Chamizo. Caja 3.746. Año 1703. fols. 404-423v

Oct 012004
 

Marcela Martín Jiménez.

Cuando una persona ha formado parte de la vida de otra, puede proporcionarnos una serie de datos, (recuerdos) que servirán para poder conocer mejor su vida sobre todo cuando esa vida tenía un cierto renombre y reconocimientos en la sociedad, tiene gran importancia, que te digan como era la convivencia diaria, el día a día que forja a la persona y hace historia.

Este ha sido mi caso, sencillo, humilde pero entrañable, esa persona con la que conviví era mi padre, Tomás Martín Gil, un hombre que destacó en su época por erudito, científico, investigador, en resumen polifacético y humanista, y sobre él quiero hablaros, es decir quiero desnudar nuestras intimidades para unirlas a lo que ya se ha dicho y escrito de él, se que esto ayudará a quien quiera conocerlo.

Éramos siete hijos y yo era la número cinco. Sufrí brutalmente el hecho de su muerte pero tuve la suerte de vivir muy cerca de él y de mi madre sus últimos días de vida en los que llegaron las confidencias, las quejas por no habernos colocado o ayudado en nuestros estudios y sufría viendo que ya no podía dar marcha atrás a lo ya inevitable. Dentro de mi juventud me negaba a la evidencia y le animaba para que cuando se levantara de la cama le pusiera remedio a todo aquello, triste y abatido confesaba sus errores, en cuanto a sus hijos y esposa.

Recibía visitas de escritores, historiadores y amigos y hablaba hasta que le faltaban las fuerzas, porque él ante todo era profesor de muchos, orientador y a veces hasta le oí regañar a un “señor” que se atrevía a escribir algo que no era como lo planteaba y cariñosamente mi padre le decía, no sea usted bruto y le daba toda clase de explicaciones para que llegara a caer en la cuenta que no debía firmar una obra si no comprobaba debidamente que era tal y como lo había plasmado en ella.

Hubo bastantes visitas y fui testigo anónimo de lo que cada uno le preguntaba para que antes de irse pudiera ayudarles. Como era un caballero nunca comentó nada de ello, pero yo estaba junto a la habitación por si necesitaba algo y escuchaba aunque no quisiera, al mismo tiempo que aprendía aunque para mi eran cosas demasiado importantes y a veces no entendía bien aquello, pero si fui tomando conciencia de la clase de padre que teníamos. Al quedarse sólo, pasaba para leerle la prensa con el fin de que descansara, no quería que se fatigase más de lo que ya se había cansado, el caso es que tenía deseos de preguntarle cosas de las que había escuchado pero me callaba, no quería que gastase más energías, lo miraba y llegué a la conclusión porque me daba bastante tiempo para meditar y pensar en todas las cosas y creo que nuestro ritmo de vida seguía porque nos fortalecíamos al tomar como ejemplo la paz de mi padre dentro de sus preocupaciones lógicas de la enfermedad y es que él iba siempre con la vida por delante, lo que nos enseñaba él lo hacía, así que teníamos un gran maestro.

Mi padre al escribir pintaba, componía un magnífico cuadro lleno de matices. Era en realidad un cazador de paisajes y un pintor literario de horizontes.

El pintaba cuadros, pero tuvo que dejarlo porque tenía un problema con los colores. Cuando tuvo ocasión cogió una cámara fotográfica y se dedicó a plasmar todo lo que era digno de estudio. En su época tenía la mejor fototeca extremeña hoy muy valiosa porque hay cosas que ya no existen y gracias a él, Extremadura las conserva para su estudio al mismo tiempo pueden llegar a cualquier parte de España.

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Sombras chinescas, Teatro y Cine caseros.

Algo que desconocíamos de mi padre era su carácter alegre y afectuoso y es que eran poquísimas veces las que nos dedicaba su tiempo para distraernos. En ocasiones no se podía salir a la calle a jugar y era entonces cuando nos entretenía. Nos hacía sombras chinescas con las manos, representaba animales, como la cabeza de un perro y él producía un ruido parecido al ladrido; cuando era una paloma o pajarillo, piaba y nos embelesaba porque movía las alas, parecía que volaba.

Había por aquella misma época, cuando éramos pequeños unos teatritos de cartón muy decorados, tenían hasta decorados diferentes para poner según las escenas que quería representar. Los actores llevaban una tira de cartón con la que se ayudaba mi padre, moviendo las figuras para darle más realidad, se metían por los laterales logrando un buen efecto, para nosotros aquello era muy especial.

Pasado un poco de tiempo llegó otro tipo de distracción . Mi padre nos hizo un cine con una caja de zapatos, ya aquello nos encantó, siendo algo nuevo y divertido.

¿Todo esto qué significaba?, sencillamente, que se ocupaba de nosotros cuando podía, que era tierno delicado y alegre. Con tantas ocupaciones cuando estudiaba algo interesante o escribía cosas que había descubierto nosotros que no sabíamos lo importante que era, nos quejábamos y volvíamos a verlo serio y le guardábamos un gran respeto, era esto para nosotros lo más común y corriente.

¡ Días de campo …!

Mi padre era muy dado a pasear por el campo y a veces nos llevaba a alguno de nosotros. Siempre iba buscando plantas, minerales, y todo tipo de animales para su posterior estudio. Al llegar a casa al lado del nombre común les ponía el científico y detallaba los lugares de los que procedían y la fecha en la que lo cogía.

Me gustaban mucho las flores campestres y un día en que iba yo con él me agaché junto a un corro de margaritas y cogía las más iguales y me las colocaba en las trenzas. Mi padre me hizo una foto que es ésta que ilustra el trabajo y yo ni me enteré hasta que la vi, la verdad es que me gustó. Pocas veces posábamos para que nos hiciera fotografías, casi siempre era cuando no nos dábamos cuenta de ello, él quería que fuéramos naturales.

Los días más bonitos de ir al campo, eran los del corderito del Sábado de Pascua y esto lo cuenta mi padre en un motivo extremeño – Trébol pá los borregos – Lo del cordero en Cáceres como costumbre se pierde en la lejanía de los tiempos dice mi padre en que los borregos han sido de los animales domésticos mas antiguos, él hace referencia a la Biblia y nos recuerda que se alude a ellos desde los primeros capítulos del Génesis 4,2b ….Abel era pastor de ovejas. En Gn, 13, 5ª También Lot, que acompañaba a Abraham, poseía ovejas…. En Gn, 22, 13 Abraham levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en los matorrales. Abraham se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. Isaías 53,7. Fue llevado cómo un cordero al matadero. Esto preconizaba lo que ocurriría en el Nuevo Testamento. Lucas nos cuenta en el capítulo 2, 8-20 (como los pastores son los primeros en adorar al Niño Jesús y le llevaban corderitos como ofrenda. Juan 1,29b, mirad el cordero de Dios. También tenemos lo que nos dice Juan 10,11ª, Yo soy el buen pastor. Y como algo final Mt 18,12, La oveja descarriada…. ¿No deja las noventa y nueve para ir a buscar la extraviada?.

El mercado se instala el Viernes por la tarde, en el que innumerables pastores traen a vender las crías de las ovejas y ponen sus apartados con redes de cuerda o con cancillas de madera para encerrar el ganado y cada uno provisto de su romana para pesarlos y con los cartones de fielato debidamente cumplimentados.

Los niños al recibir su borreguito con cara resplandeciente de contento. ¡Oh minuto venturoso ¡. Con el borreguito en brazos sueñan delicias. El padre al comprarlo paga…, y se hace estas reflexiones: “¡Todos fuimos niños! Además, ¿Hay algún juguete más barato?”

No existía ningún padre tan duro de corazón y cerrado de bolsa que se haga el tonto, y deje a sus críos sin corderito. No conozco a tal. Voy a relatar un sucedido que viene a caso. Se trata de una familia numerosa de siete hijos, la niña más pequeña de cinco años. El hijo mayor de veintidós y ya gana su jornal. Pero el gasto de la casa es proporcionado y nadie en ella había pensado en adquirir el borrego pascual. La pequeña tendría que contentarse con los de sus amiguitas. Por eso cuando ella preguntaba a su madre y hermana si le traerían un borrego le decía una:

– ¡Papá lo traerá!
La otra le afirmaba:
– Hermano, hermano!: pídeselo a él.
Y así llegó el Sábado Santo y la chiquilla comprendió el juego.
– Si -decía- ni mi papá ni mi hermano.

El padre, por fin comprende, y decide un esfuerzo. Compra una corderita blanca y la lleva a casa. La niña recibe la mayor alegría.

De regreso a la hora de comer, al volver del trabajo, el hijo mayor venía pensando en su hermanita. ¿Y si hiciera un esfuerzo, se dijo, y llevara a casa una sorpresa? Y, cómo lo pensó, lo hizo. Con lo cual, los dos esfuerzos se convirtieron en la corderita blanca y en un hermoso borreguito negro. La niña saltaba de contenta, sus hermanos le preparaban los madroños y las alforjas para engalanarlos y salir a campo por la tarde. Se avisó a la vendedora de “trébol” y como se le compró doble ración quedó también contenta y hasta su pregón era más alegre ¡Trébol pá los borregos!

Hasta aquí es lo que mi padre escribió.

Cuando pasaban unos días los borregos eran llevados a la majada del Sr. Marugán un pastor que tenía veinticuatro hijos. El pastor los llevaba a pastar y así engordaban, porque esos corderitos eran los que servían para hacer el frite extremeño ce cordero para el día de la Patrona de Cáceres Nuestra Señora de la Montaña. Jamás podré olvidar aquellos días tan entrañables donde disfrutábamos con nuestros padres de esas costumbres ancestrales que nos unían que era algo que nos ayudaba a conocernos un poco mejor y de ahí ya fui intuyendo lo maravillosos que eran.

Existen bastantes fotografías de borregos, hechas por mi padre así ahora podemos verlas.

Hay otro tema sobre el que me gustaría hablar y es que por esas fechas de los festejos con los borregos le regalaron a mi padre un carnero, grande y dotado de buena cornamenta, a los chicos nos daba miedo y lo regaló a Cruz Roja de Cáceres, para que lo rifaran y sacaran algo para la ayuda a dicha entidad. Venían a casa a por el carnero, lo adornaban con una cinta y llevaban papeletas para vender. Cuando lo traían por la noche hasta que se rifó venían los jóvenes de Cruz Roja agotados pues lo paseaban por todo Cáceres fuertemente atado, también el carnero venía cansado y con hambre de trébol que le teníamos preparado.

A comer todos al Rodeo…

No puedo ahora mismo decir que salidas al campo me gustaban más, aunque si puedo recordar que era porque venía mi padre con nosotros y eso ha quedado reflejado en tantas fotografías hechas por él.

En ocasiones a eso de las doce de la mañana íbamos al Rodeo, mi madre, mis hermanos, las chicas y yo, para comer allí y pasar la tarde. Las chicas llevaban un cesto grande, con platos, cubiertos, comida, pan y todo lo tapaba un mantel que al llegar a un lugar sombreado se extendía en el suelo y se colocaba todo mientras los niños correteábamos de un lado para otro hasta ver llegar a mi padre cargado con el postre que en ocasiones eran “alconfroncios,” así llamaba él a los pasteles, aunque generalmente lo que llevaba era fruta. Nunca olvidaba su cámara fotográfica, ni su bastón.

Nos hacían un columpio con unas sogas y extendían también una manta de cuadros en el suelo para el que quisiera dormir la siesta.

No se les olvidaba llevar un cántaro de agua de esos de barro de los que vendían en el Camino Llano, (de Arroyo de la Luz) y el agua se mantenía fresca y muy apetecible aunque el agua de Cáceres era ferruginosa se notaba, pero entones ni nos enterábamos por estar acostumbrados a ella.

Cuando las ovejas estaban en la majada del Sr. Marugán, cada tarde íbamos a llevarles las sobras de las comidas y los niños solíamos acompañar a los mayores porque allí cerca había hornos de cal y decían que aquello era bueno para la tos y curar la tos ferina al recibir el humillo que aquello producía.

Paz y tranquilidad…

Un día se marchó mi padre a un olivarcillo que teníamos en la falda de la Montaña. En ocasiones cogía sus cosas de trabajo y una frugal comida y se iba a pasar allí el día, ese día en cuestión fue distinto a los demás. Llegó y como era buena caminata la que había hasta llegar, se sentó frente a la casa, y poco a poco colocó lo que llevaba y sacó la llave de la puerta para abrir. Al levantar la vista vio con asombro que la puerta estaba entreabierta, y hasta escuchó unos ruidos y entonces se acercó y preguntó:

– ¿Quién anda ahí? –

Nadie le contestó, pero se fue abriendo la puerta y allí estaba un hombretón que solo verlo infundía temor. Estaba con un saco en una mano y en la otra un objeto, así que mi padre que se dio cuenta de lo que ocurría le dijo:

– Por favor deje esas cosas ahí.

El hombre obedeció y se marchó sin articular palabra. Mi padre tuvo el valor de quedarse y trabajar y lo único que hizo fue marcharse un poco más pronto para que no le anocheciera en el camino cosa que otros días no le importaba.

Tanto la ida como la vuelta era parte de su itinerario San Francisco, la Huerta del Conde, El Marco y los lagares de aceite y luego ya caminos solitarios pasando por alguna finca como ocurría con nuestro olivar que era camino para atrochar e ir a otros lugares.

Cuando llegó a casa y nos lo contó a los chicos nos dio miedo y mi madre y los mayores le acosaban a preguntas del porqué no se había venido enseguida y dado cuenta a la Guardia Civil. No podía venirme porque en la soledad de aquellos parajes podía esperarme y enseguida pensaría que iba a denunciarlo pero si veía que me quedaba era porque no pensaba nada malo contra él. Después de pasados unos días llegamos a saber que se había quedado por allí y que al irse mi padre volvió a por todo lo que pudo cargar.

Cuándo íbamos todos al olivar, íbamos en fila india porque había tramos en el camino que eran muy estrechos en ocasiones.

En la foto que va del olivar, se ve a bastantes personas entre ellas a D. Miguel Ángel Ortí Belmonte, el que fuera Director del Museo provincial de Cáceres, su familia, la nuestra, amigos, todos apiñados a la puerta de la casa del olivar. Está mi padre diciéndole a mi hermano mayor como tenia que hacer la foto. Lleva sombrero con ala ancha, supongo que era de paja y luce amplia sonrisa. Es en una de las poquísimas en las que sale él. En la otra foto del mismo día, también del olivar estamos jugando al corro, por cierto formamos dos para que quedasen dentro los más pequeños. Al fondo está el pozo de muy ancho brocal y algunos olivos. Pendientes de la foto nos debimos de parar para mirar a la cámara, en algunas de las ropas, se aprecia un cierto movimiento y las figuras se ven claramente en los distintos planos en los que se encuentran no es lo que yo llamaría foto plana.

El olivar era un sitio muy adecuado para coger flores silvestres, madreselvas que tenían un perfume embriagador. Los cardos verdes con su flor morada de finísimos filamentos resultaba una planta ornamental muy bonita para embellecer algún lugar sobrio, como un salón o un despacho.

No siempre pero en el olivar recogíamos espárragos verdes, mi padre me enseñó a encontrarlos, yo descubría pronto las esparragueras, pero no los espárragos. Luego éramos felices comiéndonos él y yo nuestra tortillita, que nos hacía mi madre.

De nuevo es el campo, pero esta vez más lejos, un lugar por completo distinto, íbamos a la finca de un amigo de mi padre, andando. Subíamos por el Paseo de Cánovas, para coger la carretera de Salamanca donde al llegar a cierto kilómetro nos adentrábamos a través de un caminito en el campo par llegar a la finca del Sr. Guillermo Pérez, amigo suyo desde muy jóvenes. Este Señor era de Casar de Cáceres. Mi hermano y yo llegábamos cansados pero no como para quedarnos sentados sino que dábamos vueltas por los sembrados, veíamos los animales y nos regalaban huevos recién puestos por las gallinas que como comían hierba las yemas eran muy amarillitas.

Cuando llegaba la hora de comer nos acercábamos a la gran cocina de leña en el suelo, cuando aún humeaba el caldero ya colocado en la mesa, una mesa tocinera, de las matanzas nos colocábamos todos alrededor y yo vi que no nos ponían plato, solo nos daban una cuchara y una navaja, me quedé asombrada y más cuando veía que todos metían la cuchara y comían, al principio, no me atrevía, pero luego, no había quién me parara. Se trataba de un cocido, pero no un simple cocido, sino un real cocido, digno de las mesas más exquisitas. Mi hermano y yo nos pusimos morados, ahora cada vez que lo pienso, siento vergüenza. Claro que bien sabían ellos que no teníamos comida en Cáceres. Aún creo sentir el aroma de aquello como si fuera ahora. Al regreso de nuestra excursión, al principio todo fue más o menos normal pero llegó u momento que tanto mi hermano como yo sembramos todo el campo de garbanzos. Yo que iba toda contenta porque me había parecido todo aquello un poema al que no faltó lo idílico del campo con sus ruidos característicos y como la felicidad no es completa acabé cansada y muy contrariada al no haber sabido parar a tiempo. Después pasado el tiempo comprendí que no era porque comiera mucho sino por la cantidad de grasa que tenían tanto el tocino como el chorizo, las morcillas y todo lo demás.

De los huevos que llevábamos mi madre nos daba uno a cada uno para que nos lo tomáramos batidos a punto de nieve con azúcar y añadiéndole la yema estaba riquísimo.

Buscador de paisajes…

A mi padre le gustaba mucho pintar y salía en busca de una mañana empezando a alborear, o un mediodía radiante de sol, o un atardecer de esos que no se olvidan, cuyos lienzos colgados, guardan para siempre ese momento sublime, pudiendo contemplarlos por propios y extraños. En medio de su entusiasmo por pintar llegó a enterarse que los colores los confundía; al final acabó arrinconando la paleta y la caja de pinturas y desde entonces se convirtió en cazador de paisajes que guardaba en su imaginación para luego describirlo dentro de una maravillosa sencillez no exenta de datos pormenorizados que invitaban a soñar con lo que él describía con la pluma. A mi me gustaba aquella forma porque pensaba que al explicarlo él a mi me decía más de lo que suponía ver un cuadro si no se logra dar con la idea que el artista pretendía transmitirnos. Todo esto me llevó a querer plasmar en el papel la impresión que me causaban las cosas, imitando a mi padre. Si salíamos al campo me llenaba la vista y el oido de todo lo que me rodeaba y aprendía a captar el trino de los pájaros, los mil y un encanto de esos ruidos como el ladrido de un perro en la lejanía que resultaba bucólico y me decía, esto, el cuadro no me lo da. Al llegar al campo me gustaba recrearme en ver el cielo tan azul los pequeños cúmulos de nubes blancas que se paseaban por el cielo uniéndose unas veces y otras separándose, pero eso si, siempre haciendo bonitos dibujos y los tonos de luz que recibían les hacía algo inimitable e incluso a veces difícil de explicar, por lo que me detenía como hacía mi padre en su contemplación, veías la belleza y el alma se estremecía espiritualmente al saberlo obra de Dios.

Me gustaba tendida sobre la hierba mirar el cielo del atardecer cuando en medio de su azul cada vez menos intenso aparecía un color rosado tras una montaña y mi padre decía, espera un poco y esa montaña verde se volverá azul oscuro o tras una alameda que se hacía rojizo con la puesta de sol.

Mi amor por nuestra tierra, Extremadura, nuestro cielo, se que nació no solo por ver como lo hacían mis padres, sino porque lo heredé de ellos.

Otra cosa bonita de Extremadura para mi, son sus distintas tonalidades de verdes, puedes a través de distintos lugares encontrar el verde brillante y maravilloso, el verde pino, el de la encina distinto y ceniciento diría yo del alcornoque hasta llegar hasta las praderas teniendo como contrapartida las tierras secas y áridas pero no por ello exentas de un cierto atractivo según el paisaje donde se extienden.

Estas cosas nos pueden llevar a conocer un poco más a Tomás Martín Gil por testimonios personalizados de quienes vivíamos a su lado y que lo era todo para nosotros.

Llegó un momento que cambió su forma de recoger datos fue haciendo fotografías para lo que estaba muy bien dotado, llevándolo a crear una fototeca de las más importantes de su época y ahora de gran valor por todo lo que encierra en ella. Fue Medalla de Oro de fotografía en la Exposición Iberoamericana en Sevilla en el año 1929.

A lo largo de esta Comunicación estoy todo el tiempo haciendo alusión de sus fotografías y ahora seguiré explicando algunas de ellas. Por este hecho también nos podemos dar cuenta de cómo nos hace presente en la actualidad y nosotros vemos como éramos esa parte importante de sus vidas.

Le gustaba hacernos fotos vestidas de campuza o de refajo. Siendo yo pequeña me llevaba en brazos la chica y yo estaba tan ufana con mi traje regional que nos hizo una fotografía en la Plaza Mayor de Cáceres y nos acompañaba mi hermano Luis, un niño guapo y mofletudo.

Hay una fotografía de mi hermana la mayor, Teresa, con el refajo de Torrejoncillo, delantal de terciopelo con bordados de lentejuelas y abalorios, jubón con puntillas y la tela con dibujos azules, pañoleta de tul blanca con puntillas, pañuelo a la cabeza adornada de pendientes, gargantilla que completan el traje llevando medias blancas de punto y zapatos negros. Lleva en la mano derecha y cogida debajo del brazo una fuente decorada extremeña y en la otra mano una jarra como la fuente.

El día de San Blas íbamos a la ermita del Santo a comprar la típica rosca de pan para lo que nos ponían el traje regional ese día con mantón de manila y otro de mis hermanos vestido de Pierrot

Ya llegados los Carnavales abundaban los disfraces o el traje regional.

img5Exámenes de ingreso al Bachillerato, en el Centro de Estudios Paideuterion de Cáceres.

Los datos que figuran en mi Libro de Calificación Escolar son los siguientes:

Ministerio de Educación Nacional – Enseñanza Media.
Distrito Universitario de Salamanca.
Instituto de Cáceres.

Este libro de Calificación Escolar fue expedido en 3 de Octubre de 1940.

Debajo lleva el sello del Instituto de Cáceres, con el V.º B.º, El Director firmado Abilio R. Rosillo. Así mismo la firma del Secretario ilegible.

Hechas las diligencias necesarias me firman en el Centro de Enseñanza de Cáceres que en la convocatoria de Octubre he tenido la calificación de Apto. Lo firman el Director José Bueno Paz, y el Secretario ilegible, del Centro de Estudios Paideuterion.

En aquellas fechas el Ministro de Educación Nacional era D. José Ibáñez Martínez.

Con fecha 3 de junio de 1944 en la Diligencia en el cuarto curso el Vº Bº El Director, está firmado por mi padre.

En 6º Curso la Clase de Matemáticas también me la firma mi padre, el 27 de Mayo de 1946.

Ahora es cuando quiero contar como fue en parte mi examen de Ingreso. Ya sabemos que fue en 1940, en el mes de Junio y el día exacto no lo se. Sin embargo recuerdo que estábamos en un Aula concreta y en ella sentada en un pupitre cercano a la mesa que presidía el Sr. Director y distintos profesores. Cuando escuchaba preguntas que me las sabía todo me parecía fácil, pero si alguna era desconocida, no temblaba pero me faltaba poco. Aún no he mencionado que uno de lo9s examinadores en el tribunal, era mi padre, le miraba esperando una sonrisa al cruzarse nuestras miradas pero se congelaba lo que en mi solo era un simple esbozo, porque él serio, demasiado serio para mi gusto, daba como a entender que no debía que no debía hacer resaltar ante los demás compañeros, tanto suyos como míos que éramos padre e hija. Cuando llegó el momento de mi examen oral, él, mi padre, se levantó y salió del Aula y se sentó otro profesor, D. Juan Gil para examinarme a mi de Elementos de Ciencias Naturales, me quedé atónita y temblorosa, me acerqué a aquel señor que me causó en un principio un gran respeto y mientras yo daba vueltas a mi cabeza sobre todo aquello, una voz agradable y bien timbrada empezó a preguntarme cosas y yo fui respondiendo al mismo tiempo que me iba serenando. Lo último que me preguntó fue:

– Dime como se llama el género de tela que tiene pelitos.
– Yo le pregunté, ¿Cómo esta chaqueta que llevo?
– Si, claro -le contesto enseguida- terciopelo

Llevaba una chaquetita corta de terciopelo verde que era muy bonita, ya que aquel día debía ir bien puesta para quedar en muy buen lugar a mi padre. Me mandó sentar y se abrió la puerta entró mi padre y se marchó aquel señor, entonces comprendí el porqué de todo aquello, mi padre no podía consentir que pensaran que me aprobaba porque era su hija.

Final de la Comunicación.

Para acabar con lo que les he contado de nuestra intimidad familiar, yo diría que eso ha sido lo que se ve, lo que otros en aquellos momentos pudieron ver, pero es que hay algo maravilloso y recóndito que abarca el tema espiritual.

En primer lugar fuimos siete hijos los que les vivimos, jamás se escuchó en boca de ninguno de mis padres queja alguna por ser bastantes, éramos familia numerosa y tenían que criarnos, educarnos y darnos unos pequeños estudios al menos. Cuando todo iba encauzado se muere mi padre, de ahí sus penas y tristezas porque le dolía en el alma nuestro futuro desamparo al morir él, de eso bien puedo dar fe como digo al principio. Pero lo más importante es que se preocupó de nuestro tesoro más principal, hacernos llegar el Amor de Dios, a los hermanos, y a saber perdonar como así tuvimos que hacer nada mas morirse él. Nos enseñó a compartir, nos decía que si teníamos poco pero que era mas que otros, con ellos deberíamos compartir. El ejemplo que voy a poner creo que ilustrará este texto. En la Nochebuena se le llevaba a una familia de pocos recursos, la misma cena que teníamos nosotros, se hacía todo doble y luego para llevarlo íbamos los niños con las chicas de casa para conocer a esa familia que generalmente nos recibían con agrado y digo generalmente porque en ocasiones les daba apuros pero siempre nos atendían con agradecimiento y ellos captaban cuando aquello se hacía con afecto y respeto, en una palabra, cuando realmente era de verdad, no por cumplir. Estas cosas fueron lecciones inolvidables que nosotros estamos trasmitiendo a nuestros hijos. Quiso que fuéramos personas de bien y él nos ha ayudado a serlo.

Su riqueza espiritual era tal que se olvidaba de si para ayudar a cualquiera, por eso acudían a él siempre con la esperanza de no ser defraudado.

Nos enseñó que Dios nos hizo y que siempre tendríamos que ser imagen y semejanza suya y decía que esto lo podríamos conseguir, si nos olvidábamos de nosotros mismos y servíamos a los demás. También nos previno que la pobreza no es siempre carencia de dinero, que existe otra pobreza infinitamente mayor que para remediarla, no les sirve el dinero, por mucho que se tenga, que a estos hermanos nuestros también hay que ayudarles.

img6Estoy orgullosa de mis padres y hoy desde este privilegio de dejarme expresar mis sentimientos aquí y ahora, les quiero dar las gracias por ser su hija y por todo el tesoro que encierra mi alma. Por otro lado quiero agradecer a los presentes la atención prestada.

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